Sabiduría Hiperbórea Quinta Domínica Volver al principio

 

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LIBRO  SEGUNDO

2° Parte

 

 

“La Carta de Belicena Villca”

 

 

Trigesimoséptimo Día

 

Nos acercamos, Estimado Dr. Siegnagel, al desenlace de la historia de Felipe IV, es decir, al momento en que fracasan los planes de la Fraternidad Blanca, desarrollados durante los setecientos años anteriores por los Golen.

Ya indiqué por dónde habría de comenzar la Estrategia del Rey iniciado: Ocupación del espacio real y Cercado. A continuación se debía eliminar el enemigo interno para salvaguardar la Mística nacional, que es el efectivo campo de acción de la Función Regia. Los conceptos de la Sabiduría Hiperbórea que he expuesto en los últimos Días, y que de manera análoga fueron asimilados por Felipe IV en el Siglo XIII, permitían acceder a un punto de vista estratégico diferente, desde el cual los actos de su reinado adquirían su verdadero sentido. Felipe IV recibe la Corona de Francia en 1285: hereda de Felipe III, en ese momento, el desastre militar de la Cruzada contra Aragón y la obligación contraída por el Reino de investir a su hermano Carlos con las Coronas de Pedro III. Pero a Felipe IV no interesa continuar la contienda y sólo se limita a parar los golpes de audacia  de los aragoneses, que, envalentonados con sus triunfos, realizan periódicas incursiones y desembarcos en territorio francés. La paz de Tarascón, concertada en 1291, y el tratado de Anagni de 1295, ponen término a la desafortunada campaña y eclipsan la esperanza papal Golen de acabar con la influencia de las Casas de Suabia y Aragón sobre los asuntos de Italia.

¿A qué se debió aquel cambio político de la Casa de Francia? A la aplicación del principio del Cerco y a la comprensión de la verdadera naturaleza del Enemigo: Felipe IV, aunque los aragoneses, al igual que todos en su tiempo, tardasen en advertirlo, era más gibelino que Pedro III; jamás podría ser Aragón el enemigo esencial de un Rey de la Sangre Pura como Felipe el Hermoso: a lo sumo sería un caballeresco adversario, otra Nación luchando por imponer su Mística. Por eso Aragón no figuraba en la lista de los seis enemigos principales del Reino de Francia.

Al aplicar el principio del Cerco, Felipe IV determina inmediatamente las fronteras estratégicas de Francia: hacia el Este, el país termina en la orilla del Rin; hacia el Norte, en el Océano Atlántico y el Canal de la Mancha; y rumbo al Oeste, los Pirineos señalaban el límite del Reino de Aragón. Para Felipe IV, y para sus instructores Domini Canis, era estratégicamente erróneo intentar expandirse a costa de Aragón, una Nación dotada de poderosa Mística, sin haber aplicado previamente el principio de la Ocupación en el territorio propio: de allí el fracaso de la Cruzada. En consecuencia, dedicaría un gran esfuerzo diplomático a pactar la paz con Aragón, cosa que efectivamente lograría, como se adelantó, en un Congreso celebrado en Anagni en 1295. Con las manos libres, el Rey acometería la empresa de expulsar a los ingleses del territorio francés.

 

La Guyena era la provincia de Francia más extensa después del Languedoc; de su capital, Burdeos, procedía Bertrand de Got, un Señor del Perro que fue Papa bajo el nombre de Clemente V y de quien se hablará más adelante. Pero aquel enorme Ducado se encontraba en poder de Eduardo I Plantagenet desde 1252, aunque rodeado por los Condados franceses de Poitou, Guyena y Gascuña, y el Reino de Navarra, cuyo Rey era también Felipe IV. La oportunidad de ocupar las plazas inglesas de Guyena la brindaría un conflicto entre marinos ingleses y normandos en el puerto de Bayona en 1292. Los Corsarios ingleses se apoderaron de una escuadrilla francesa y saquearon La Rochele: nada más necesitaba el francés para tomar numerosas plazas fuertes y castillos e intentar cerrar el cerco. Dos años después, Inglaterra y Francia estaban trabadas en una guerra naval encarnizada.

La guerra contra el Enemigo exterior inglés no sólo significaba un cambio de frente de la política francesa sino que además aportaba un buen pretexto para iniciar la reforma administrativa del Reino. Esta reforma, largamente planeada por los legistas Domini Canis, debía comenzar necesariamente con la separación financiera de la Iglesia y el Estado: esencialmente, habría que controlar las rentas eclesiásticas, que habitualmente se giraban a Roma fuera de toda fiscalización. Paralelamente, se sancionaría un sistema impositivo que asegurase la continuidad de las rentas reales. El pretexto consistía en la autorización que los Papas habían con-cedido a Felipe III y Felipe IV para gravar con un diezmo las rentas de la Iglesia de Francia a fin de costear la Cruzada contra Aragón: si bien en 1295 la paz con Aragón estaba concertada, un año antes estallaba la guerra con Inglaterra dando ocasión a Felipe de proseguir con las exacciones. Aquello no era legal; sin embargo pronto lo sería merced a una ley real de fines de 1295 que imponía al clero de Francia la contribución forzosa de un “impuesto de guerra” sobre sus rentas.

Antes de ver la reacción de la Iglesia Golen, merece un comentario aparte la actitud que había asumido el Papa Golen Martín IV cuando puso en entredicho los Reinos de Pedro III: en ella se aprecia claramente el gran odio que alimentaba hacia la Casa de Suabia. El caso es que aquel imponente ejército, que Felipe III llevó hasta Cataluña, no sólo se financió con el diezmo de la Iglesia de Francia: Martín IV suspendió la Cruzada que por entonces planeaba Eduardo I de Inglaterra a Tierra Santa, para derivar contra Aragón el diezmo del clero inglés. Pero además gastó íntegras las sumas con que Cerdeña, Hungría, Suecia, Dinamarca, Eslavonia y Polonia, habían contribuido para auxiliar a los Cristianos de Palestina. Esperando vanamente los socorros de Europa, las plazas de Oriente no tardarían en caer en poder de los sarracenos: en 1291, San Juan de Acre, el último bastión cristiano, cedía frente al Emir de Egipto Melik-el-Ascraf. De esta manera, dos siglos después de la primer Cruzada, y dejando ríos de sangre tras de sí, concluía la existencia del Reino Cristiano de Jerusalén. La Orden del Temple, sin la necesidad ya de simular el sostenimiento del “ejército de Oriente”, quedaba libre para dedicarse a su verdadera misión: afirmarse como la primera potencia financiera de Europa, mantener una milicia de Caballeros como base de un futuro ejército europeo único, y propiciar la destrucción de las monarquías en favor del Gobierno Mundial y la Sinarquía del Pueblo Elegido.

Luego de las muertes de Martín IV y Felipe III, el Papa Honorio IV prosiguió otorgando diezmos a Felipe el Hermoso con la esperanza de que éste diese cumplimiento a la Cruzada contra Aragón. Igual criterio adoptaría Nicolás IV, desde 1288 hasta 1292, que era partidario de los angevinos pese a pertenecer a una familia gibelina; no obstante, favoreció a la familia Colonna, nombrando Cardenal a Pedro Colonna; fundó la Universidad de Montpellier, donde enseñaría leyes Guillermo de Nogaret; y puso bajo la jurisdicción directa del Trono de San Pedro a la Orden de los Franciscanos menores; la caída de San Juan de Acre le produjo gran consternación y publicó una Cruzada para enviar socorro a los Cristianos e intentar la reconquista; se encontraba trazando esos planes cuando falleció a causa de una epidemia que diezmó la ciudad de Roma. Al morir aquel Papa, que representaba una alentadora promesa en los proyectos del Rey de Francia, los Cardenales huyeron en su mayoría hacia Rieti, en Perusa, dejando abandonada la Santa Sede por más de dos años: durante ese intérvalo el solio pontificio quedaría vacante. Aparentemente, los doce Cardenales, seis roma-nos, cuatro italianos, y dos franceses, no lograban ponerse de acuerdo para elegir a un nuevo Papa, pero, en realidad, la demora obedecía a una hábil maniobra de Felipe IV y los Señores del Perro.

Los Golen habían favorecido la presencia francesa en Italia porque tenían a la Casa de Francia por incondicionalmente güelfa: jamás previeron que de su seno saldría un Rey gibelino. Tal confianza se vio recompensada en principio por la terrible represión que Carlos de Anjou descargó sobre el partido gibelino y los miembros de la Casa de Suabia. Y estos “servicios” tuvieron el efecto de aumentar la influencia francesa en los asuntos de Roma. Felipe IV sabría aprovecharse de esa situación para preparar secretamente la resurreción del partido gibelino. Sus principales aliados serían los miembros de la familia Colonna, y el cardenal Hugo Aicilin, quienes se comunicaban con él por medio de Pierre de Paroi, Prior de Chaise, que era Señor del Perro y agente secreto francés: a todos se les habían ofertado ricos Condados franceses a cambio de apoyo en el Sacro Colegio. El apoyo consistía, desde luego, en impedir que fuese elegido un Papa Golen o, en el mejor de los casos, nombrar un domínico.

        La de los Colonna era una familia de nobles romanos que durante varios siglos tuvieron mucho peso en el Gobierno de Roma y en la Iglesia Católica. Poseían una serie de Señoríos en la región montañosa que va desde Roma a Nápoles, de suerte que casi todos los caminos hacia el Sur de Italia pasaban por sus tierras. En esos días, había dos Cardenales Colonna: el anciano Jacobo Colonna, patrono de la Orden de los Franciscanos Espirituales, y su sobrino, Pedro Colonna. El hermano mayor de Pedro, Juan Colonna, en el mismo período, fue Senador y Gobernador de Roma. Ocioso es decir que esta familia constituía un Clan poderoso, que formaba partido con otros Señores, Caballeros y Obispos; tal partido se hallaba enfrentado, con mucha fuerza, contra el segundo Clan importante, el de los Orsini o Ursinos, quienes eran decididamente güelfos y estaban controlados por los Golen. Ambos grupos dominaban a los restantes Cardenales que debían decidir en la elección papal; hasta ese momento, las posiciones se hallaban empatadas, optando los Colonna por trabar todos los intentos de los Golen y proponer, a su vez, a miembros de su propio Clan.

        Pero la Iglesia Católica era en esa Epoca, una organización extendida por todo el Orbe, poseedora de miles de Iglesias y Señoríos vasallos que canalizaban hacia Roma cuantiosas sumas de dinero y valiosas mercancías; su administración no podía quedar mucho tiempo a la deriva. Así las cosas, luego de dos años y tres meses de discusiones, la situación se tornó lo suficientemente insostenible como para exigir la elección sin más dilaciones. Entonces, visto que no iba a surgir acuerdo para nombrar Papa alguno de los Cardenales presentes, se conviene en designar a un no purpurado. Los dos grupos piensan en un testaferro, un Papa débil cuya voluntad pueda ser dirigida en secreto. Y entonces, el 5 de Julio de 1294, se alcanza la unanimidad de los votos, optando todos por Pedro de Murrone, un Santo ermitaño de ochenta y cinco años que vivía retirado en una caverna de los Abruzos.

        Los Franciscanos Espirituales, dirigidos por Jacobo Colonna, habían retomado la antigua tradición monástica inspirados en la Regla de San Francisco y en la visión apocalíptica de Joaquín de Fiore. Treinta años antes, Pedro era guía de varias comunidades de Franciscanos Espirituales, mas, no satisfecho aún con el extremo rigor de la Orden, fundó la suya propia, que luego sería recordada como la “Orden de los Celestinos”. Sin embargo, pese a que los monasterios Celestinos se extendían continuamente por la región de los Abruzos y la Italia meridional, Pedro se había retirado a una cueva del Monte Murrone para dedicarse a la vida contemplativa; se hallaba en aquel retiro cuando tuvo noticias de su nombramiento para el cargo de Papa: dudaba sobre la conveniencia de aceptar pero fue convencido por Carlos II el Cojo, hijo de Carlos de Anjou, quien, liberado de la prisión catalana reinaba entonces en Nápoles. Al fin, Pedro aceptó la investidura papal y tomó el nombre de Celestino V: toda la cristiandad saludó alborozada la entronización del Santo, de quien esperaban que pusiese freno al materialismo y la inmoralidad reinante en la jerarquía eclesiástica y abriese la Iglesia a una reforma espiritual. Se entiende pues, que para los Colonna, y para Felipe IV, aquella elección tuviese sabor a triunfo.

        Pero Pedro de Murrone carecía de toda instrucción y de los cono-cimientos necesarios para administrar una institución de las dimensiones de la Iglesia Católica; su única experiencia de gobierno provenía de la conducción de pequeñas comunidades de Frailes. Además, al Santo no le interesaban esos asuntos mundanos sino las cuestiones relativas a la religión práctica: la evangelización, la oración, la salvación del Alma. Delegó, así, en los Cardenales, y en un grupo de Obispos legistas, las cuestiones temporales, formándose un entorno corrupto e interesado que en cuatro meses sumió a la Iglesia en un gran desorden económico.

         Los Golen, como es lógico, también esperaban controlar a Pedro de Murrone; confiaban sobre todo en el Rey de Nápoles, a quien Pedro profesaba especial afecto: suponían que Carlos II no respaldaría las intrigas de su primo Felipe el Hermoso y proseguiría la política güelfa de Carlos de Anjou; con la ayuda del Rey sería fácil conseguir que el Papa sancionase como propias las medidas propuestas por Ellos. Y contaban, aparte, con un sorprendente secreto: un Cardenal, Benedicto Gaetani, procedente de una familia gibelina y abiertamente enrolado en la causa de Francia, era uno de los suyos. Este Golen, Doctor en Derecho Canónico, Teólogo y experto en Diplomacia, se situaría cerca del Santo sin despertar las sospechas de los Colonna, contra quienes alimentaba en su interior mortales deseos.

        Conviene destacar ahora dos de los cambios introducidos por Celestino V  a instancias de Carlos II. Aumentó el número de Cardenales nombrando otros doce, la mayoría italianos y franceses, y restableció la ley del Cónclave, que obligaba a reemplazar los miembros vacantes del Sacro Colegio. Y confirió a los Franciscanos Espirituales la autorización para funcionar independientemente de la Orden de Frailes menores. Tales disposiciones favorecieron la influencia francesa en la Iglesia y al partido de los Colonna.

 

        Los Golen no llegarían a controlar a Celestino V. Y con el correr de los meses cayeron en la cuenta que la guerra entre Francia e Inglaterra no sólo fortalecía a Felipe IV sino que amenazaba con paralizar los planes de la Fraternidad Blanca. No había tiempo ya para sutilezas: urgía acabar con el Santo y colocar en su lugar un Papa Golen, un hombre capaz de imponerse a aquel Rey imberbe que se atrevía a desafiar a las Potencias de la Materia: desde el Trono de San Pedro, cuyo dominio Ellos habían ejercido casi ininterrumpidamente durante setecientos años, presentarían a Felipe IV una oposición como no se veía desde los días de Enrique IV, Federico I y Federico II. Sin embargo, no se atrevían a asesinar a Celestino por las repercusiones que ese hecho pudiese tener sobre el pueblo de Italia, que se hallaba impresionado con las virtudes espirituales del Papa. Surgió así la idea de convencer al Santo de que su Pontificado no convenía a la Iglesia, necesitada de un Papa que se ocupase de llevar adelante otros asuntos importantes aparte de los religiosos, como ser los administrativos, legislativos, jurídicos, y diplomáticos. El portavoz de esta idea, y quien ofrecía el asesoramiento legal para concretar la renuncia, era el Cardenal Benedicto Gaetani.

        Aquellas presiones hacían dudar a Celestino, pero podían más los consejos de quienes le solicitaban que permaneciese en su puesto pues la Iglesia requería de la Santidad de su presencia. Al acercarse los cinco meses de su reinado, Benedicto Gaetani llega a recurrir a la burda trama de comprar a su ayuda de cámara y hacer que se instalase desde el piso superior, un tubo portador de voz que daba atrás del Cristo del Altar, en una Capilla a la que Celestino concurría diariamente para orar: la voz que surgió de “Jesus”, dijo: “Celestino, descarga de tu espalda el feudo del papado, pues es peso superior a tus fuerzas”. En principio, el Santo lo tomó por aviso del Cielo, mas luego fue alertado sobre la patraña. Empero, se acercaba la fiesta navideña y Celestino se disponía a retirarse a un monasterio solitario de los Abruzos para orar en soledad, según era su costumbre de toda la vida. Por consejo del Rey de Nápoles, decide designar tres Cardenales facultados con amplios poderes a fin de que actuasen en su nombre durante las cuatro semanas de ausencia: fue entonces que un Cardenal Golen acusó al Papa de realizar una acción ilegal. La Iglesia, le dijo, no podía tener cuatro esposos, la dignidad papal no era delegable hasta ese punto. Esto decidió al Santo a renunciar, más asqueado por las intrigas que se desenvolvían en torno suyo que por el peso de los argumentos esgrimidos.

        Pero renunciar a la investidura papal, no es lo mismo que abdicar a una investidura real. En el Derecho Canónico vigente hasta entonces, la posibilidad no estaba contemplada y nunca se había presentado un caso desde que San Pedro nombrase sucesor suyo a San Lino, en el siglo I. Por el contrario, el Derecho Canónico afirmaba que la investidura era vitalicia, pues su aceptación tenía el carácter de un enlace matrimonial entre el Papa y la Iglesia, el cual era dogmáticamente indisoluble. Para salvar esta insalvable dificultad, los Cardenales canonistas Bianchi y Gaetani recurrieron a un pueril razonamiento lógico: el Derecho Canónico rige y formaliza la conducta de los Papas, pero, por sobre el Derecho Canónico, está el Papa mismo, el Vicario de Jesucristo; a él le corresponde el derecho evidente de modificar con su palabra infalible toda ley y todo dogma; incluido el tema de la renuncia a la investidura papal. El 13 de Diciembre de 1294, cinco meses y nueve días después de haber sido entronizado, Celestino V firmaba la Bula redactada por los canonistas de Benedicto Gaetani, en la que se confirmaba el derecho del Papa a renunciar si profundos y fundados cargos de conciencia, como por ejemplo, el creer que su modo de conducir la Iglesia podría redundar en graves daños para ella o, simplemente, la convicción de no ser apto para el cargo, lo justificaban. Acto seguido, se quitó la tiara, las sandalias de San Pedro y el anillo, y dimitió a su alto cargo.

        El 29 de Diciembre de 1294 el Cónclave eligió al Cardenal Benedicto Gaetani, natural de Anagni y miembro de las nobles familias que habían dado a la Iglesia los Papas Alejandro IV, Inocencio IV y Gregorio IX: tomó el nombre de Bonifacio VIII. Pedro de Murrone, que además de santo tenía fama de poseer el don de la profecía, antes de partir le hizo la siguiente advertencia: “Os habéis encaramado como un zorro, reinaréis como un león, y moriréis como un perro”.

        Sobre la legalidad de su actitud se suscitaron las más enconadas polémicas entre los canonistas, que duraron siglos, pues una opinión generalizada desde antiguo sostenía que a la investidura papal no podía renunciarse por ninguna decretal. Esta opinión, que compartían muchos teólogos y canonistas de Italia y Francia, era sostenida también por el pueblo, que seguía considerando a Celestino V como el legítimo Papa. Temiendo un cisma los Golen deciden eliminar a Pedro de Murrone: Bonifacio VIII lo hace prender en una cueva de las montañas de San Angel, en Apulia, adonde se había retirado, y lo confina en la Fortaleza de Fumona, en Campania; en Mayo de 1296 sería asesinado y su cuerpo enterrado a cinco metros de profundidad.

 

 

 

 

Trigesimoctavo Día

 

 

 

 La célebre querella de las investiduras, entablada entre Gregorio VII y Enrique IV, entre la Espada sacerdotal y la Espada volitiva, sería renovada ahora por Bonifacio VIII y Felipe IV: pero donde antes había triunfado la primera, ahora se impondría la segunda, con todo el peso que puede descargar la Verdad Absoluta sobre la mentira esencial. Los tiempos habían cambiado y no se trataba ya de un enfrentamiento entre el Sacerdote del Culto y el Rey de la Sangre, en el cual el primero llevaba las de ganar porque dominaba la Cultura a través de la Religión y la Iglesia organizada mientras que el segundo carecía de la orientación estratégica necesaria para hacer valer el poder carismático de la Sangre Pura. Con Felipe IV los Golen se hallaban frente a un Rey Iniciado que se oponía en el plano de las Estrategias, vale decir, en el contexto de la Guerra Esencial: el Sacerdote del Culto y el Pacto Cultural, contra el Rey de la Sangre y el Pacto de Sangre; la Cultura sinárquica contra el modo de vida estratégico; el Papa Golen Bonifacio VIII y el concepto teocrático del Gobierno Mundial, contra el Rey de la Sangre Pura Felipe IV y el concepto de la Nación Mística; los planes de la Fraternidad Blanca contra la Sabiduría Hiperbórea. Sí, Dr. Siegnagel, esta vez la querella se planteaba en el plano de dos Estrategias Totales, y su resolución implicaría la derrota total de uno de los adversarios, es decir, la imposibilidad de cumplir con sus objetivos estratégicos. Mas, como se trataba de la Estrategia de las Potencias de la Materia contra la Estrategia del Espíritu Eterno, representadas por Bonifacio VIII y Felipe IV, no sería difícil predecir quién saldría vencedor. Ello fue mejor sintetizado por Pierre Flotte, un Señor del Perro que era ministro de Felipe el Hermoso: cuando Bonifacio VIII afirmó: “Yo, por ser Papa, empuño las dos Espadas”, él le respondió: “Es verdad, Santo Padre; pero allí donde vuestras Espadas son sólo una teoría, las de mi Rey son una realidad.”

 

        Ya en Octubre de 1294 se reúnen numerosos sínodos provinciales franceses para tratar sobre la ayuda que el Rey reclamaba a fin de solventar la guerra contra Inglaterra. Muchos aprueban la transferencia, durante dos años, de un diezmo extraordinario, pero la mayoría de las Ordenes hacen llegar su protesta al Vaticano. Y aquí puede decirse que comienza una de las divisiones más fecundas en el seno de la Iglesia: los Obispos franceses, en gran número, van siendo ganados por la Mística nacional, y se sienten carismáticamente inclinados a apoyar a Felipe el Hermoso; por otra parte, la Iglesia Golen, representada en Francia por las Ordenes benedictinas, esto es, la Congregación de Cluny, la Orden Cisterciense y la Orden Templaria, se oponen furiosamente a las pretensiones de Felipe IV: es el Abad de Citeaux quien eleva a Bonifacio VIII los reclamos más virulentos, luego de la asamblea general de 1296 en la que se compara a los “Obispos serviles”, que aceptan pagar impuestos, con los “perros mudos” de la Sagrada Escritura, en tanto que al Rey se lo equipara al Faraón. Aquella diferencia, que por entonces estaba bastante acentuada, fue dividiendo en dos bandos a la Iglesia de Francia. En el bando del Rey, se alineaban los Obispos nacionalistas, algunos de los cuales eran Señores del Perro, aunque la mayoría se componía de simples patriotas que temían en el fondo un enfrentamiento con la Santa Sede: a ellos no los descuidaría Felipe IV, asegurándoles en todos los casos la protección real contra cualquier represalia que sus conductas les pudiesen ocasionar; también la Universidad de París, la más prestigiosa escuela de Derecho Canónico de Europa, se hallaba dividida: allí, aparte de la cuestión de la reforma impositiva, se debatía aún sobre la legalidad de la elección de Bonifacio VIII, siendo muchos los canonistas que consideraban a Celestino V como el verdadero Papa. Las siguientes medidas de Felipe IV, y los movimientos estratégicos de los Domini Canis, tenderían a consolidar la unidad de este bando, a aglutinarlos en torno del Rey de la Sangre, y a oponerlos a Bonifacio VIII.

        En el otro bando, el de la Iglesia Golen propiamente dicha, encabezada por Bonifacio VIII, se agrupaban los enemigos de la Nación Mística, es decir, los partidarios del “Enemigo exterior e interior”, las Ordenes Golen y su núcleo secreto: el Colegio de Constructores de Templos. Para Felipe IV, y así sería expuesto en el proceso a los Templarios, desde tales Sociedades Secretas se elaboraba un complot destinado a debilitar a las monarquías en favor de un Gobierno Mundial. Contra este bando satánico, aún lo suficiente-mente poderoso como para intentar la última defensa de los planes de la Fraternidad Blanca, Felipe IV debía golpear con toda la fuerza de su Espada Volitiva, tratando a la vez de que el golpe respondiese a la Más Alta Estrategia Hiperbórea.

        Bonifacio VIII no pierde más tiempo. Decide aplicar sobre el Rey de Francia, y en forma extensiva a todo aquel que osase imitarlo, el prestigio universal de la Iglesia Católica. De este prestigio surge el principio de obediencia a la autoridad papal, la que hasta entonces nadie osó desobedecer sin sufrir graves penas en su condición religiosa, cuando no castigos de orden más concreto. El llamado a una Cruzada para salvaguardar la Religión Católica convocaba las más fervorosas adhesiones, ponía en movimiento miles de fieles; y sólo se trataba de un mandato papal, de una orden obedecida por respeto a la Santa Investidura de su emisor. ¿No sería, acaso, el momento justo para aplicar aquel prestigio sobre ese reyezuelo rebelde, que se atrevía a interferir en los planes centenarios de la Iglesia Golen? Pero Bonifacio VIII no tomaba en cuenta, al evaluar la fuerza de aquel prestigio, la reciente pérdida de Tierra Santa, ni la frustrada Cruzada contra Aragón, ni la presencia aragonesa en Sicilia, ni la extrema debilidad que la guerra contra la Casa de Suabia había producido en el Reino alemán, ni la casi inexistencia del Imperio, salvo el título que aún se otorgaba a los Reyes alemanes, etc. Nada de esto tomó en cuenta y decidió pulsear a Felipe IV mediante la bula Clericis laicos del 24 de Febrero de 1296.

        En ella se prohibía, bajo pena de excomunión, a todos los príncipes seglares demandar o recibir subsidios extraordinarios del clero; los clérigos, por su parte, tenían prohibido pagarlos, salvo autorización en contrario de la Santa Sede, bajo la misma pena de excomunión. Se llegaba así al absurdo de que un Obispo corría el riesgo de ser excomulgado, no sólo por caer en herejía, sino también por pagar un impuesto. No se le escapará, Dr. Siegnagel, las connotaciones judaicas que hay detrás de tal mentalidad avara y codiciosa.

        La reacción de Felipe IV fue consecuente. Reunió en Francia una asamblea de Obispos para debatir la bula Clericis laicos, en la que acusó a quienes la obedeciesen de no contribuir a la defensa del Reino y ser, por lo tanto, pasibles del cargo de traición: el Derecho romano se oponía, ya, al Derecho canónico. Envió algunos Obispos leales y ministros a Roma a tratar la cuestión con el Papa, mientras secretamente alentaba a los Colonna para que fortaleciesen al partido gibelino. Pero, además de tomar estas medidas, hizo algo mucho más efectivo: el 17 de Agosto promulgó un edicto por el que se prohibía la exportación de oro y plata del Reino de Francia; otro edicto real prohibía a los banqueros italianos que operaban en Francia aceptar fondos destinados al Papa. De este modo el Papa quedaba privado de recibir las rentas eclesiásticas procedentes de la Iglesia de Francia, incluidos sus propios feudos.

        Bonifacio VIII, desde luego, no esperaba semejante golpe por parte del Rey francés. Felipe IV había expuesto la nueva situación al pueblo mediante bandos, libelos y asambleas convocadas al efecto; y la había expuesto hábilmente, de modo que la Iglesia de Roma aparecía como indiferente frente a la necesidad de la Nación francesa, como interesada solo egoístamente en sus rentas: mientras la Nación debía movilizar todos sus recursos para afrontar una guerra exterior, se pretendía que aceptase pasivamente, “bajo pena de excomunión”, que el clero derivase importantes rentas hacia Roma. Estos argumentos justificaban ante el pueblo y los estamentos el edicto real, y predisponían a todos contra la bula papal: en forma unánime se solicitaba a Felipe IV desobedecer la Clericis laicos, cuyo contenido, según los legistas seglares, era manifiestamente perverso pues obligaba al Rey a faltar a las leyes de su Reino. Para Bonifacio VIII, cuyo amor por el oro iba parejo con su fanatismo por la causa Golen, la privación de aquellas rentas significaba poco menos que una mutilación física, máxime cuando se tenían noticias de que el Rey inglés Eduardo I estaba imitando las medidas de Felipe en cuanto a exacción de diezmos eclesiásticos, y ahora se aprestaba a desobedecer también la Clericis laicos y a incautarse de la totalidad de las rentas de la Iglesia. Se comprenderá mejor el dolor de Bonifacio VIII si observamos los montos de las rentas en cuestión: Italia aportaba 500.000 florines oro en diezmos papales; Inglaterra 600.000; y Francia, que venía reteniendo una parte destinada a la Cruzada contra Aragón, 200.000. Se trataba de un filón al que por nada del mundo se podía renunciar.

        ¿Para qué necesitaba Bonifacio VIII tales cantidades? En parte para financiar la guerra con la que pensaba romper el cerco gibelino que se estaba desarrollando en Italia, donde aún quedaba pendiente la cuestión siciliana; y en parte para enriquecerse él y su familia, ya que Benedicto Gaetani estaba dotado con perfección de los rasgos del ambicioso ilimitado, del trepador inescrupuloso, del tirano corrupto; valgan estos ejemplos: cuando accedió al papado anuló inmediatamente las leyes y decretos de Nicolás IV y Celestino V que beneficiaban a los Colonna, transfiriendo los títulos en favor de sus propios familiares; del Rey Carlos II obtuvo para su sobrino el título de Conde de Caserta y varios feudos; para los hijos de éste, los de Conde de Palazzo y Conde de Fondí; para sí mismo, se apropió del viejo palacio del Emperador Octaviano, convertido entonces en la Fortaleza militar de Roma, al que restauró y reedificó magníficamente, empleando para ello dinero de la Iglesia; igual procedimiento siguió con otros castillos y fortalezas de Campania y Maremma, todos los cuales pasaron a integrar su patrimonio personal; poseía palacios, a cual más bello, en Roma, Rieti y Orvieto, sus residencias habituales, aunque el más bello y lujoso era sin dudas el de su ciudad natal de Anagni, donde pasaba la mayor parte del año; vivía pues en un ambiente de lujo y esplendor que en nada condecía con su condición de cabeza de una Iglesia que exalta la salvación del Alma por la práctica de la humildad y la pobreza; carecía de escrúpulos para conceder cargos y favores a cambio de dinero, es decir, era simoníaco; colocaba el dinero, suyo o de la Iglesia, indistintamente, en manos de los banqueros lombardos o Templarios para ser prestado a interés usurario; carecía de toda piedad cuando de alcanzar sus fines se trataba, cualidad que demostró de entrada al hacer asesinar a Celestino V, y confirmó luego con las sangrientas persecuciones de gibelinos que desató en Italia; y para completar este cuadro de su siniestra personalidad, quizá baste con un último ejemplo: como todo Golen, Bonifacio VIII era afecto a la sodomía ritual.

        Por supuesto, así como los Golen no habían dispuesto de un Rey de la talla de Felipe IV para oponer a éste, tampoco disponían de un San Bernardo para sentar en el solio pontificio: Benedicto Gaetani era lo mejor que tenían y a él confiaban la ejecución de su Estrategia. Y la mejor Estrategia parecía ser, frente a la dureza y valentía de Felipe IV, la de retroceder un paso y prepararse para avanzar dos. Con otras palabras, se procuraría calmar al Rey atemperando el sentido de la bula Clericis laicos, cosa que intentaría con otra bula, Ineffabilis amor, del 21 de Septiembre de 1296, y se dedicarían todos los medios disponibles por la Iglesia para acabar con la amenaza gibelina en Italia y Sicilia; y en cuanto al pretexto de la guerra con Inglaterra, esgrimido por el Rey de Francia para justificar sus exacciones, se lo neutralizaría obligando a las partes a pactar la paz; pura lógica: sin guerra, el Rey no tendría motivos para exigir impuestos ni contribuciones al clero.

        A Ineffabilis amor le siguen las bulas Romana mater ecclesia y Novertis, en las que ora amenaza al Rey con la excomunión, ora le manifiesta su total aprobación de los diezmos, siempre y cuando el Reino se hallase realmente en peligro; pero lo que se destaca en todas ellas es la soberbia con que se dirige al Rey, a quien considera un mero súbdito. Estas bulas levantarían una ola de indignación en Francia, puesto que eran leídas públicamente por orden del Rey, y predispondrían aún más a los Obispos franceses contra la intransigencia papal. Son ellos quienes se reúnen en una asamblea en París y solicitan al Papa, el 1 de Febrero de 1297, la autorización para subvencionar a Felipe IV, que enfrenta en ese momento la traición del Conde de Flandes. Este, en efecto, se había aliado al Rey de Inglaterra, que intentaba recuperar la Guyena, y amenazaba el Norte de Francia. Bonifacio VIII debe ceder ante los hechos y autorizar las contribuciones, quedando Clericis laicos en letra muerta.

        En Abril de 1297, Bonifacio envía a París a los Cardenales Albano y Preneste portando una nueva bula: en ella ordena a los monarcas en conflicto establecer una tregua de un año mientras se pacta el tratado de paz definitivo; la negociación estaría a cargo del Papa. Felipe los recibe, pero antes de permitir que lean el rescripto hace la siguiente advertencia: –“Decid al Papa que es nuestra convicción que sólo al Rey corresponde mandar en el Reino. Que Nos somos el Rey de Francia y no reconocemos competencia de nadie por arriba nuestro para intervenir en los asuntos del Reino. Que el Rey de Inglaterra y el Conde de Flandes son vasallos del Rey de Francia y que Nos no aceptamos otro consejo que la Voz del Honor para tratar a nuestros súbditos”.

        La bula fue leída, pero Felipe no respondió hasta Junio de 1298, cuando la suerte de las armas le era adversa ante las fuerzas unidas de Inglaterra y Flandes. Entonces aceptó el arbitraje de Bonifacio VIII pero no en calidad de Papa, sino sólo como “Benedicto Gaetani”: de esta manera evitaba admitir la jurisdicción papal en las cuestiones del Reino.

        A todo esto, la polémica sobre la legitimidad de Bonifacio VIII continuaba más viva que nunca. En Francia, los Señores del Perro se encargaban de actualizar el debate, mientras que en Italia la agitación corría por cuenta de los Colonna: la preferencia por Bonifacio VIII o Celestino V se había transformado allí en sinónimo de güelfo o gibelino. Los Colonna, recibiendo ayuda secreta de Felipe IV, y aliados ahora al Rey Fadrique de Sicilia, hijo de Pedro III de Aragón y Constanza de Suabia, se presentaban en la óptica del Papa como los candidatos más firmes para una vendetta Golen. Sólo necesitaban una oportunidad, y ésta se presentó cuando el encono de Esteban Colonna lo llevó a asaltar una caravana papal que transportaba el tesoro pontificio desde Anagni a Roma. Esteban Sciarra Colonna no había obrado con intención de robo sino con la certeza de rescatar los bienes de la Iglesia que estaban en poder de un usurpador; por eso condujo el tesoro a la luz del día a su Castillo de Palestrina.

        El escarmiento que Bonifacio VIII aplicaría a los Colonna, y a los gibelinos, sería ejemplar, aunque característico de la mentalidad Golen. Primero presentó al pueblo de Roma el acto de Sciarra Colonna como un crimen incalificable, por el que responsabilizó a toda su Estirpe: –“El Cardenal Pedro es el Jefe de los gibelinos y tanto él como el Cardenal Jacobo fueron los culpables de que la elección papal se retrasara dos años en Perusa. Ahora, otro miembro de esa familia osa alzarse contra la autoridad del Papa, la más elevada del Universo, y se atreve a robar su tesoro: ese linaje maldito debe ser proscripto de la Iglesia”. En vano fue que los Cardenales Colonna proclamasen la ilegalidad de Bonifacio VIII, que aportasen en favor de sus acusaciones las dudas que la Universidad de París sostenía sobre la renuncia de Celestino V, o que solicitasen la formación de un Concilio General de la Iglesia para expedirse sobre el caso: en menos de un mes, y con la aprobación del Sacro Colegio, los Cardenales Jacobo y Pedro son ex-comulgados y depuestos, así como Juan Colonna y sus hijos, Agapito, Jacobo y Esteban Sciarra. Además de apartarlos de la Iglesia y del cristianismo, en la bula se ordena confiscar sus bienes, propiedades y títulos. Naturalmente, los Colonna se resisten y Bonifacio les responde publicando una Cruzada: quienes participen de ella obtendrán las mismas dispensas que si hubiesen ido a Tierra Santa.

        Al paso de los cruzados las matanzas de gibelinos se renuevan en toda Italia. El Castillo de Sciarra, en Palestrina, es tomado y, por orden de Bonifacio, reducido a escombros, la tierra arada y cubierta de sal. Sciarra y el resto de los Colonna deben huir a Francia, completamente arruinados. Poco después les toca el turno a los Franciscanos Espirituales: según otra bula, el Santo Oficio encontraba herética sus doctrinas y ordenaba la disolución de la Orden.                      

 

       

 

 

Trigesimonoveno Día

 

 

 

 Sólo en 1299 conseguiría Felipe el Hermoso acabar la guerra con Inglaterra. La tregua acordada por Benedicto Gaetani se fue desenvolviendo morosamente sin que las Naciones en pugna cediesen sus intenciones de reanudar la contienda. Finalmente, mediante el tratado de Montreuil, se puso término a la misma gracias a condiciones propias de la Epoca: Eduardo I, Rey de Inglaterra, se casaría con Margarita, hermana de Felipe IV, en tanto que Eduardo II, hijo del inglés, se comprometía con Isabel, niña de cuatro años que era la única hija del francés; Isabel llevaría como dote el Ducado de Guyena pero los ingleses no pisarían por el momento el territorio francés. Al año siguiente, Felipe ocupa con sus tropas el Condado de Flandes y cierra el Cerco estratégico.

        Corre el año 1300, pues, cuando Felipe el Hermoso completa los dos primeros pasos del modo de vida estratégico desde la Función Regia: ha realizado el principio de la Ocupación del territorio del Reino y ha aplicado el principio del Cerco; y los campos se preparan para la explotación racional de la Agricultura y la Ganadería. La Estrategia Hiperbórea alcanza entonces su más alto grado de desarrollo y casi no existe poder sobre la Tierra capaz de oponerse al Rey de la Sangre y la Nación Mística. Ha sonado la hora del Estado carismático, en el que Rey y pueblo son una sola Voz y una sola Voluntad. La detención del Obispo de Pamiers, que desencadenará la última reacción de Bonifacio VIII, mostrará claramente la existencia real del Estado carismático.

        Bernard de Soisset, Obispo de Pamiers era en realidad un espía Golen. Se le había encomendado la misión de investigar en el Languedoc la existencia de una Sociedad Secreta a la que presuntamente pertenecerían los consejeros de Felipe el Hermoso. Luego de paciente trabajo, llegó a una asombrosa conclusión: “efectivamente, existía una impía conspiración contra la Iglesia Golen; en ella confluían los Cátaros, que reaparecían sorprendentemente organizados, los Franciscanos Espirituales, recientemente excomulgados, y algunos miembros de la Orden de Predicadores, especialmente españoles; las disputas entre inquisidores y herejes eran a todas luces simuladas y se advertía fácilmente que atrás del complot estaba la mano de Felipe el Hermoso, quien protegía personalmente a todos los imputados”. Antes de ser descubierto por los Señores del Perro, y ser detenido y acusado de Alta Traición, el Obispo de Pamiers alcanzó a enviar su informe a Bonifacio VIII quien exigió al Rey de Francia su inmediata libertad. Ello no era posible sin correr el riesgo de que se conociesen más detalles sobre los Domini Canis, de modo que se lo acusó formalmente de estar involucrado en un plan sedicioso al servicio de la Corona de Aragón. Iba a ser juzgado por un tribunal civil, lo que estaba en total contradicción con el Derecho canónico, que prohibía a los Obispos comparecer ante los tribunales seglares.

        La necesidad de contar con el Obispo de Pamiers para obtener testimonio contra Felipe el Hermoso, y el desafío que significaba en aquella Epoca el enjuiciamiento civil de un Obispo, causaron la ira de Bonifacio VIII. Su respuesta sería la bula Ausculta fili, despachada a Francia en Diciembre de 1301, junto con otras de menor importancia. En ella, Bonifacio criticaba violentamente la reforma jurídica y administrativa al Rey: “Volved, mi hijo muy amado, al sendero que lleva a Dios, y del cual vos os habéis apartado, ya sea por vuestra propia culpa o por la instigación de consejeros malévolos. Sobre todo, no os dejéis persuadir de que no tenéis un superior y de que vos no estáis sujeto al Papa, que es el jefe de la jerarquía eclesiática. Una opinión semejante es insensata, y quien la aliente es un infiel ya segregado del rebaño del Buen Pastor”. Aquellos “consejeros malévolos”, desde luego, no serían otros que los Domini Canis. A continuación, Bonifacio expresa que, con el fin de considerar los desórdenes causados por la mala conducta de Felipe, y hallarles justo remedio, convoca a todos los Obispos a un Concilio en Roma para Noviembre de 1302: durante el mismo, el Rey, al que se invita a comparecer, será enjuiciado por sus “delitos” y llamado a la corrección. Felipe IV, por supuesto, no sólo que no se presentaría, sino que prohibiría a los Obispos abandonar Francia sin su consentimiento.

        Los “delitos” que se imputaban al Rey en Ausculta fili hoy nos parecerían perfectamente soberanos: se lo acusaba de “haber cambiado el sistema monetario”; de “crear impuestos hasta entonces desconocidos”; de “gravar las rentas que la Iglesia de Francia remitía a Roma”; de “imponer a sus súbditos fronteras nacionales”; etc. Copias de esta bula fueron leídas y quemadas públicamente en toda Francia, generando un movimiento popular de indignación contra el despotismo teocrático del Papa.

        Como adelanté, Dr. Siegnagel, con Ausculta fili se presentó la oportunidad de exhibir la Nación Mística, con esa nueva estructura del Estado que pacientemente habían creado los legistas Domini Canis. Esa demostración se realizó exactamente el día 10 de Abril de 1302, en la Catedral de Notre Dame de París, y puede considerarse como la primera Constitución del moderno Estado francés. Allí se reunieron representantes de todas las provincias francesas, razón por la que se denominó “de los Estados Generales” a aquel congreso. Pero lo realmente nuevo consistía en los Tres Ordenes que componían la Asamblea; vale decir, los representantes de la Nobleza, del Clero, y de las Ciudades. Estos últimos, presentes por primera vez en un Consejo presidido por el Rey. Hay que situarse en aquel momento del siglo XIV para apreciar en su verdadera dimensión la innovación que significaba incluir junto a Nobles y Eclesiásticos a representantes de la clase plebeya; y ello no como un “derecho democrático”, arrancado por la fuerza a Tiranos sangrientos o a Reyes débiles, sino por el reconocimiento real de que el pueblo participa de la soberanía, tal como afirma la Sabiduría Hiperbórea. Naturalmente, en el tercer Orden, estaban representados los distintos estratos que integraban el pueblo de la Nación Mística: principalmente la nueva y pujante burguesía, formada por comerciantes, mercaderes y pequeños propietarios; los gremios de artesanos y constructores; los campesinos libres, etc.

        Destacada actuación en la organización de aquella primera Asamblea de los Tres Ordenes les cupo a los Señores del Perro, especialmente a los tres nombrados, Pierre Flotte, Robert de Artois y el Conde de Saint Pol. Pierre Flotte habló al parlamento en nombre del Rey, y sus palabras aún se recuerdan: –“El Papa nos ha enviado cartas en las que declara que debemos someternos a él en cuanto al gobierno temporal de nuestro Reino se refiere, y que debemos acatar no sólo la corona de Dios, como siempre se ha creído, sino también la de la Sede Apostólica. Conforme a esta declaración, el Pontífice convoca a los prelados de este Reino a un Concilio en Roma, para reformar los abusos que él dice han sido cometidos por nosotros y nuestros funcionarios en la administración de nuestros Estados. Vosotros sabéis, por otra parte, de qué modo el Papa empobrece la Iglesia de Francia al otorgar a su arbitrio beneficios cuyas recaudaciones pasan a manos extranjeras. Vosotros no ignoráis que las iglesias son abrumadas por demandas de diezmos; que los metropolitanos no tienen ya autoridad sobre sus sufragáneos; ni los Obispos sobre su clero; que, en una palabra, la corte de Roma, reduciendo a nada el episcopado, atrae todo hacia sí; poder y dinero. Hay que poner coto a estos desmanes. Os rogamos, por lo tanto, como Señores y como Amigos, que nos ayudéis a defender las libertades del Reino y las de la Iglesia. En lo tocante a nosotros, no dudaremos, de ser necesario, en sacrificar por este doble motivo nuestros bienes, nuestra vida y, de exigirlo las circunstancias, la de nuestros hijos”. La posición de Felipe el Hermoso fue apoyada en forma colectiva por los Estados Generales.

        Los Nobles y las Ciudades suscribieron sendas cartas en las que rechazaban con duros términos las acusaciones contra el Rey y denunciaban, a su vez, la intención del Papa de convertir al Reino en un feudo eclesiástico; las cartas fueron enviadas, no al Papa, sino al Sacro Colegio. Además, juraron defender con su sangre la independencia de Francia y declararon que, en relación a los asuntos del Reino, nadie había más Alto que el Rey, ni el Emperador ni el Papa. Los Cardenales, desde luego, desecharon considerar los cargos “por el modo descortés de referirse al Papa”; pero las relaciones se iban envenenando cada vez más. Durante la Asamblea, se habían hecho públicos los más atroces crímenes atribuidos a Bonifacio VIII: usurpación de investidura papal, asesinato, simonía, herejía, sodomía, etc; y aquella falta de autoridad moral, de quien pretendía erigirse en Soberano Supremo, fue divulgada en todos los rincones del Reino por los publicistas de Felipe el Hermoso. El pueblo estaba entonces con su Rey y no reaccionaría adversa-mente frente a cualquier iniciativa que tuviese por finalidad limitar las ambiciones de Bonifacio VIII.

        En cuanto a los Obispos, se encontraban con el siguiente dilema: si concurrían al Concilio, serían considerados “enemigos personales” del Rey; podrían ser acusados de traición y, tal como le ocurriera al Obispo de Pamier, juzgados por tribunales civiles. Mas, si no asistían, serían excomulgados por Bonifacio VIII. No obstante, pese a las terribles represalias que había prometido el Papa para los que no acudieran a Roma, la mayoría de los Obispos estaban de parte del Rey, a quien consideraban como un representante más digno de la Religión Católica: sólo los Golen y los espías de Felipe IV irían en Noviembre al Concilio; es decir, sólo irían 36 sobre un total de 78 Obispos franceses. Pero antes del Concilio, el 11 de Julio de 1302, un desgraciado suceso vino a enlutar la Corte Mística de Felipe el Hermoso: para sofocar la sublevación general que se había desatado en Flandes, Felipe envía un poderoso ejército de Caballeros, el que resulta aniquilado aquel día en la batalla de Courtrai; y en el campo de batalla quedan para siempre el invalorable Pierre Flotte, Robert de Artois, y el Conde de Saint Pol, tres Señores del Perro cuya actuación fue principal factor del éxito de la Estrategia de Felipe IV. Inmediatamente son pro-movidos otros Domini Canis aún más temibles que los tres difuntos: Guillermo de Nogaret, Enguerrand de Marigny y Guillermo de Plasian.

        Durante el Concilio no se toma ninguna resolución contra Felipe IV pues, como en la fábula, no existiría ningún ratón dispuesto a colocarle el cascabel al gato. Sin embargo, la furia de Bonifacio no tiene límites cuando le informan que en Francia se han confiscado los bienes de los Obispos presentes y se les ha promovido un juicio por alta traición. Así, el 18 de Noviembre publica la bula Unam Sanctam, que sería considerada como la más completa exposición jurídica jamás realizada en favor del absolutismo papal y sacerdotal. Imposibilitados de tomar otras medidas más efectivas contra Felipe el Hermoso, los Golen intentan entablar una polémica jurídica sobre el tema del “poder espiritual” y el “poder temporal”; por eso Bonifacio vuelve a insistir una vez más con la analogía de las Dos Espadas: la táctica consiste en conseguir que se acepte, como un silogismo, la verdad de que la Espada espiritual está por encima de la Espada temporal; admitido esto, se sigue con la identificación del Papa con la Espada espiritual y del Rey con la Espada temporal: la conclusión, evidente y lógica, es que el Rey se debe someter al Papa pues con ello se cumple “la Voluntad de Dios”. La idea no era nueva, pero ahora se la elevaba a Dogma oficial de la Iglesia y su rechazo explícito implicaría el pecado de herejía.

        Recordemos, Dr. Siegnagel, las principales conclusiones de la bula. Para empezar, afirma la existencia de una sola Iglesia, negando la reciente acusación de los Domini Canis de que, dentro de la Iglesia Católica, existe una Iglesia Golen, herética y satánica, de la cual Bonifacio VIII sería uno de los jefes; de allí el nombre de la bula: Unam Sanctam Ecclesiam... En esta única Iglesia “estamos obligados a creer porque fuera de ella no hay salvación ni perdón de los pecados”. Y esta única Iglesia es análoga a un cuerpo orgánico, en el cual la cabeza representa a Jesucristo y, también, al Papa, el Vicario de Jesucristo: “Por tanto, en esta sola y única Iglesia hay un solo cuerpo, una sola cabeza, y no dos cabezas como las que tiene un monstruo; a saber: Jesucristo y el Vicario de Jesucristo, Pedro y los sucesores de Pedro, son la cabeza de la Iglesia”. “Por esto, las Espadas espiritual y temporal están sujetas al poder de la Iglesia; la segunda debe ser usada para la Iglesia, y la primera por la Iglesia; la primera, por el Sacerdote; la segunda, por mano de los Reyes y Caballeros, pero a voluntad y conformidad del Sacerdote”. “Una espada, sin embargo, debe estar supeditada a la otra, y la autoridad temporal al poder espiritual”. El Rey no debe inmiscuirse en los asuntos de la Iglesia, así se trate de lo relativo a sus rentas, pues si tal hace comete un grave error, interfiere con el “poder espiritual”, y el Papa está obligado a juzgarlo y llamarlo al orden, sin que, por el contrario, exista nadie sobre la Tierra que pueda juzgar al Papa: “Vemos esto claramente en la aportación de diezmos, tanto en la glorificación como en la santificación, en la recepción de ese poder y en el gobierno de las cosas. Porque, como la verdad testifica, el poder espiritual debe instituir y juzgar el poder terrenal, de no ser éste correctamente ejercido”. “Por tanto, si el poder terrenal yerra, puede ser juzgado por el poder superior; pero si en verdad yerra el poder supremo, éste sólo puede ser juzgado por Dios, no por hombre alguno”.

        Vale decir, que todas las acusaciones contra Bonifacio VIII expuestas durante la Asamblea de los Estados Generales, y transcriptos en las cartas a los Cardenales, carecen de valor por provenir de quienes no tienen capacidad espiritual para juzgar los actos del Papa: sólo Dios puede hacerlo. Y creer lo contrario es manifiesta herejía: “Por tanto, quienquiera se resista a este poder así ordenado por Dios, se resiste a la ley de Dios, a menos que pretenda la existencia de dos principios, como los maniqueos... Por lo que declaramos, decimos y definimos que es enteramente necesario para la salvación, que todas las criaturas humanas estén sujetas al Sumo Pontífice Romano” (“Porro Subesse Romano Pontifici, omni humanae creaturae declaramus, decimus et diffinimus omnino esse, de necessitate salutis”). El guante estaba lanzado a la cara del Rey de Francia; y se advertía claramente, en las palabras de la bula, la intención de excomulgarlo.

 

        En los siguientes cuatro meses, Felipe el Hermoso y los Domini Canis celebran varias reuniones secretas. El prestigio de Bonifacio VIII ha caído más bajo que nunca en Francia, luego de la bula Unam Sanctam: es el momento, proponen los Señores del Perro, de deponer al Papa; una vez decapitado el Dragón Golen, será más fácil faenar su cuerpo. Empero, el argumento de la ilegitimidad de su investidura no cuenta con el respaldo unánime de la Universidad de París, requisito necesario para fundamentar el reclamo o la imposición de una nueva elección papal. Cobra fuerza, en cambio, la idea de presentar una acusación de herejía: la herejía, según el Derecho canónico, es causal de destitución del Papa y cuenta con antecedentes históricos. Claro que para probar semejante acusación, y derivar de ello la sustitución del Papa, se requeriría el marco de un Concilio general. Felipe IV se dispone entonces a forzar la convocatoria a un Concilio que juzgue la conducta “herética” del Papa: confía en hacer valer, allí, el número de sus obispos nacionales. Los Señores del Perro lo acompañarán instrumentando una campaña de denuncias de herejía contra Bonifacio VIII, como modo de influir moralmente sobre los Obispos y, también, sobre los Nobles y las Ciudades. Guillermo de Nogaret y Guillermo de Plasian, se ofrecen para oficiar de acusadores, siendo elegido el primero para desempeñar una misión secreta en Italia, lo que no le impediría iniciar la campaña de acusaciones “rogando públicamente al Rey que defienda a los cristianos de la maldad de Bonifacio VIII”, y el segundo para acusar públicamente al Papa.

        El 12 de Marzo de 1303, Guillermo de Nogaret, ante el Consejo de Ministros del Rey, lee y firma un manifiesto, el que enseguida es copiado y publicado en todo el Reino. Decía así: “El glorioso príncipe de los apóstoles, el bienaventurado Pedro, hablando en nombre del Espíritu, nos dijo que, al igual que en los tiempos pasados, así en los que han de venir, surgirán falsos profetas que habrán de empañar el camino de la verdad, y quienes, en su codicia, y por medio de sus engañosas palabras, traficarán con nosotros, siguiendo el ejemplo de ese Balaam que se satisfacía con el premio de la iniquidad. Para imponer sus castigos y hacer oír sus amenazas, Balaam contaba con una criatura bestial que, dotada de habla humana, proclamaba los desatinos del falso profeta... Estas cosas, que fue-ron anunciadas por el Padre y patriarca de la Iglesia, las vemos ahora con nuestros propios ojos realizadas letra por letra. En rigor a la verdad, allá está sentado en la silla del Bendito Pedro ese maestro de embustes, que a pesar de ser Maléfico (Malfaisant) en toda forma posible, es llamado aún Benéfico (Boniface). El no entró a través de la puerta, en el redil de Nuestro Señor como pastor y labrador, sino más bien como asaltante y ladrón… Pese a estar vivo el verdadero esposo de la Iglesia, Celestino V, osó agraviar a la esposa por medio de abrazos ilegítimos. El verdadero esposo no tuvo participación en este divorcio. De hecho, según dicen las leyes humanas, Nada más opuesto al consentimiento que el error… No puede casarse quien, mientras el digno esposo vive, ha mansillado el matrimonio con el adulterio. Ahora bien; como todo lo que se perpetúa contra Dios es un agravio y una injuria que se comete contra todos, y en lo que a un delito tan grande atañe, el testimonio del primero que llegue tiene que ser recibido, aunque sea el de la esposa, aunque sea el de una mujer infamante. –Yo, por consiguiente, al igual que la bestia que, mediante el poder de Dios fue dotada con la Voz de un hombre verdadero para que reprobase los desatinos del falso profeta, que llegó hasta a maldecir a la gente bendecida, dirijo a vos mi súplica, el más excelente de los príncipes, nuestro Señor Felipe, por gracia de Dios Rey de Francia, de que después del ejemplo del ángel que mostró la espada desnuda a ese maldiciente del Pueblo Elegido, vos, que habéis sido ungido para cumplir la justicia, habréis de oponer la espada a este otro y más fatal Balaam, e impedirle consumar el daño que está preparando contra el pueblo”.

        El daño consistía en la excomunión del Rey y la liberación de todos los cristianos franceses de cumplir con el juramento de fidelidad, con lo que el Reino quedaría en entredicho y podría ser conquistado legítimamente por aquel que el Papa autorizase: tales los planes que preparaba Bonifacio VIII y que los espías de Felipe IV le informaban periódicamente. Por otra parte, como efecto del manifiesto de Nogaret, no se tomó ninguna medida oficial, pero pronto el pueblo empezó a referirse al Papa como “Maléfico VIII, lo que explica por qué los gascones gozan en Francia de la misma fama que en España tienen los andaluces.

 

 

 

 

Cuadragésimo Día

 

 

 

El 13 de Junio de 1303 se celebra una Asamblea de Estados Generales en el Louvre, presidida por el Rey. En ella se renuevan las denuncias contra Bonifacio VIII y se plantea formalmente la necesidad de convocar a un Concilio que lo condene y nombre un nuevo Papa. Los Nobles, las Ciudades, y los Obispos nacionalistas aceptan. Guillermo de Plasian solicita ser el acusador de Bonifacio en el futuro Concilio; es aceptado también, y lee una declaración donde expone sus argumentos: “Yo, Guillaume de Plasian, Caballero, digo, anticipo y afirmo que Bonifacio, quien ahora ocupa la Santa Sede, será hallado un hereje perfecto, de acuerdo a las herejías, hechos prodigiosos y doctrinas perversas mencionadas a continuación: 1ro. no cree en la inmortalidad del Alma; 2do. no cree en la vida eterna, pues afirma que más bien desearía ser un perro, un asno o cualquier otro bruto antes que francés; cosa que no diría si creyera que un francés tiene un Alma eterna. No cree en la Presencia verdadera, pues adorna su trono con mayor magnificencia que el altar. Ha dicho que para humillar a su majestad y a los franceses trastocaría el Universo entero. Dio su aprobación al libro de Arnaud de Villenueve, el brujo protegido de los cistercienses, que había sido condenado por el Obispo y la Universidad de París. Hizo erigir estatuas de sí mismo en las Iglesias con el propósito de que se le rinda culto junto al Crucificado. Tiene un Demonio familiar, al que llama ‘Bafoel’ que le revela cuanto desea saber: por eso dijo que aunque toda la humanidad estuviese ubicada a un lado, y él solo en el otro, él no puede equivocarse, ya se trate de un aspecto de hecho o de derecho. Expresó en su prédica pública que el Sumo Pontífice, así ponga precio a todos los sacramentos y cargos eclesiásticos, no puede cometer simonía, lo que es una herejía afirmar. Al igual que un hereje confirmado, que sostiene que sólo la suya es la fe verdadera, calificó a los franceses –notoriamente uno de los pueblos más cristianos– de Cátaros. El es un repugnante sodomita, como lo prueban numerosos testimonios. Es también un asesino: en su presencia hizo dar muerte a muchos clérigos diciendo a sus guardias, cuando no llegaban a matarlos con el primer golpe: ‘Golpea, golpea, Dali, Dali’. Obligó a sacerdotes a violar los secretos del confesionario. No observa vigilias ni ayunos. Lanza filípicas contra el Colegio de Cardenales, contra la Orden de Caballeros Teutónicos, contra la Orden de Predicadores Domínicos, contra los hermanos menores y los Franciscanos Espirituales, repitiendo a menudo que arruinan el mundo, que son hipócritas y falsos, y que nada bueno habrá de suceder a quien se confiese ante ellos. Tratando de destruir la fe, ha concebido una vieja aversión contra el Rey de Francia, en su odio hacia la fe del verdadero Cristo, porque en Francia es donde está y estuvo el esplendor de la fe, el gran apoyo y ejemplo de la Cristiandad. Levantó a todos contra la Casa de Francia, a Inglaterra, a Germania, confirmando el título de Emperador al Rey de Germania, y proclamando que hacía eso para destruir el orgullo de los franceses, quienes se vanagloriaron de no estar sujetos a nadie en cuanto a las cosas temporales, que nadie había en la tierra arriba de su Rey, añadiendo que ellos mintieron a través de su gola, y declarando que así un Angel descendiese del cielo y dijese que los franceses no están sujetos ni a Bonifacio ni al Emperador, sería una anatema. Permitió que se perdiera la Tierra Santa… empleando en sus guerras personales y en sus lujos el dinero destinado a la defensa de ese sitio. Ha sido públicamente reconocido como simoníaco, y mucho más aún, como la fuente y la base de la simonía, vendiendo beneficios al mejor postor, imponiendo sobre la Iglesia y sobre el Obispo servidumbre y vasallaje, con objeto de enriquecer a su familia y a sus amigos con el patrimonio del crucificado, y para convertirlos en Marqueses, Condes, Barones. Disuelve matrimonios por Dinero… anula los votos de las monjas… en síntesis, Caballeros, dijo que, en breve, haría de todos los franceses mártires o apóstatas”.

        Impresionados por las acusaciones de Plasian, todas acompañadas de abundantes pruebas, los parlamentarios convienen en invitar a Bonifacio VIII a asistir al Concilio para que ejerza su defensa. Empero, Felipe IV no se conforma con la aprobación colectiva y redacta cartas personales a las numerosas diócesis de Francia; mientras Nogaret parte a Roma para notificar al Papa, Guillermo de Plasian, escoltado por disuasiva tropa real, visita personalmente cada ciudad, poblado o aldea, y recoge la firma de los estamentos. Como cabía esperar, casi todos firman al leer la carta del Rey y oír la exposición del acusador oficial; sólo se resisten los cistercienses y las otras Ordenes benedictinas, principales refugios de los Golen: Citeaux, el Cluny, y el Temple, desaprueban airadamente la conducta de Felipe el Hermoso y manifiestan que nada hay de reprochable en Bonifacio VIII. En cambio la Universidad de París, los domínicos de París y los franciscanos de Turena se declaran a favor del Rey.

        A mediados de Agosto, Bonifacio VIII publica una bula en la que afirma que sólo el Papa está autorizado a convocar un Concilio e intenta defenderse de las acusaciones de Plasian y Nogaret. Al final se pregunta: ¿cómo se ha llegado al absurdo que los Cátaros acusen de hereje al Papa? Pero los espías de Felipe IV le informan que se está redactando el decreto de excomunión del Rey y entredicho del Reino de Francia: a la bula se le ha puesto por adelantado la fecha de su emisión: 7 de Setiembre de 1303.

        Felipe IV decide dar un golpe de mano y capturar a Bonifacio antes que dé a conocer su infame resolución. Ya en Francia, sería juzgado por el Concilio y depuesto formalmente, nombrándose en su lugar un Obispo francés de su confianza. Para cumplir este plan concede carta blanca a Guillermo de Nogaret, a quien entrega su propia espada y dice estas históricas palabras:

        –“La Honra de Francia está en vuestras manos, Señor Caballero”.

        Guillermo de Nogaret se dirige a Italia acompañado sólo por Sciarra Colonna, el más temible enemigo personal de Bonifacio, y por Charles de Saint Félix, un Domini Canis que era nieto de Pedro de Creta y Valentina de Tharsis: Nogaret conocía a Charles de niño, pues éste era hijo de quien fuera el Señor de la familia de Saint Félix de Caramán. En Florencia, el banquero del Rey de Francia entrega a Nogaret una importante suma, pues tenía la orden de proveer al gascón de cuanto fuese necesario para su misión. Desde allí parten varios hombres adictos al partido gibelino para dar aviso a los Señores aliados de los Colonna, en las proximidades de Anagni, Alatri y Ferentino. El Papa se encuentra en su palacio de Anagni, su ciudad natal en el antiguo Estado pontificio de Frosinone; la vecina ciudad de Ferentino, rival gibelina de la güelfa Anagni, es el punto de reunión de los conspiradores; el día elegido: el 6 de Septiembre, es decir, un día antes de la emisión de la bula que excomulgaría a Felipe IV.

        El día señalado, en el máximo secreto, llegan una docena de Señores, enemigos jurados de Bonifacio VIII, que aguardaban desde hacía años una oportunidad semejante para tomar venganza: todos ansían íntimamente una ocasión para ejecutar a Bonifacio, pues consideran inútil su traslado a Francia; irónicamente, Guillermo de Nogaret deberá apelar a toda su autoridad para protegerlo y cumplir, así, con la Estrategia de Felipe el Hermoso. Cada Caballero había viajado por separado, acompañado de una pequeña escolta que no despertaría sospecha alguna; a estas tropas se sumaban los efectivos mercenarios aportados por el Capitán Reinaldo Supino, guardia de Ferentino que se vendió a Nogaret por 1.000 florines. En total se juntan 300 jinetes y 1.000 infantes: aquellas compañías serían realmente exiguas para la empresa que se proponían realizar, sino fuese que contaban a su favor con el principio de la sorpresa, ya que ni Bonifacio VIII, ni sus secuaces Golen, imaginaban remotamente que podían ser atacados en Anagni. Formado a pocos kilómetros de distancia, el batallón de Nogaret parecía surgido de la nada; y nadie en Italia pudo saber con antelación de su existencia como para advertir a los Golen.

        Uno de los Caballeros gibelinos era Nicolás, de la poderosa familia de los Conti, cuyo hermano Adenulfo, residente en Anagni, prestaría vital colaboración a los invasores. Por su intermedio, se logra comprar al comandante de la guardia papal, Godofredo Busso, por una buena bolsa de oro, mientras que el mismo Adenulfo se ocuparía de engañar a los anagneses durante el ataque.

        A medianoche llegan los guerreros de Kristos Lúcifer frente a la antigua capital de los Hérmicos; dos Caballeros portan los estandartes de Francia y de la Iglesia. Nicolás Conti los guía hasta una puerta en la muralla que ha sido abierta desde adentro y todos se precipitan al grito de: “¡Muera Bonifacio!¡Viva el Rey de Francia!”. Los jinetes, seguidos de la infantería, se despliegan en varios grupos por las angostas y empinadas calzadas. Van en derechura donde se yerguen los suntuosos palacios, pertenecientes a los Cardenales y al Papa, y varias Iglesias de espléndida ornamentación. El comandante de la guardia papal se une, junto con parte de los suyos, a las fuerzas intrusas y comienza el sitio al palacio de Bonifacio VIII, que apenas dispone de unos pocos hombres para resistir. Por una vez, la historia se invierte: el argumento es el mismo, los personajes semejantes; es la lucha del Espíritu contra las Potencias de la Materia, del Rey de la Sangre contra los Sacerdotes Golen, de los representantes del Pacto de Sangre contra los del Pacto Cultural; pero esta vez es el Rey de la Sangre quien triunfa sobre el Sacerdote Golen, sobre los exterminadores de la Sangre Pura, sobre los proclamadores de Cruzadas contra la Sabiduría Hiperbórea. Dentro de la suntuosa residencia, el orgullo de Bonifacio se desploma. ¡Vedlo allí, temblando y llorando como una mujer, al Demonio Golen que pretendía imperar sobre el carisma del Rey de la Sangre! Quizá no llora por la tragedia del momento sino por el futuro castigo que le impondrán su Señor, el Supremo Sacerdote Melquisedec, y los Maestros de la Fraternidad Blanca.

        Los pobladores de Anagni, a todo esto, despiertan con la sorpresa de que su ciudad está ocupada por tropas del Rey de Francia. Alguien hace tañir las campanas llamando a reunión y todas las familias corren hacia la plaza del mercado; las noticias son abrumadoras: Sciarra Colonna ha venido con un batallón provisto por el Rey de Francia y seguramente va a matar al Papa. Godofredo Busso se ha pasado al enemigo y la Ciudad ha quedado desguarnecida. Rápidamente, en medio de una gran confusión nombran como jefe a Adenulfo Conti. Este, acompañado de algunos vecinos, previa-mente escogidos entre los partidarios de los Colonna y de los Conti, se marcha a parlamentar con los asaltantes. Habla con Reinaldo Supino y regresa enseguida; asegura con vehemencia que será imposible resistir a los “franceses”, quienes ya están saqueando los palacios de los Cardenales: sólo queda la posibilidad de unirse a ellos y compartir el botín. Desesperados, los güelfos se entregan al pillaje, robando codo a codo con los gibelinos los palacios cardenalicios y papales. Así desaparecerán obras de arte de valor incalculable, tesoros de la antigüedad, y riquísima vajilla de oro y plata; cada uno toma cuanto le place y puede cargar. Algunos descubren las bodegas, encargadas de satisfacer los exquisitos paladares de los purpurados y calmar su inextinguible sed, y pronto las botellas circulan de mano en mano. Durante el día, pocos serán los anagnenses que no se hayan robado algo o embriagado; nadie se aventura por las calles y la ciudad queda bajo el control total de los escasos hombres de Nogaret.

 

        Mientras se efectúa el saqueo nocturno, y la población se halla entretenida en esa bárbara tarea, una febril actividad guerrera se desarrolla en torno al palacio de Bonifacio, quien, consciente que con su reducida guardia no podrá resistir mucho tiempo, trata de llegar a un acuerdo con los sitiadores; su legado recibe las condiciones: rendirse a discreción, levantar la excomunión a Felipe el Hermoso, rehabilitar a los Colonna, y concurrir prisionero a Francia para ser juzgado en el Concilio. Al conocerlas, Bonifacio se resiste a aceptarlas y queda sumido en la desesperación: sólo atina a vestir la indumentaria sacerdotal Golen y a aguardar a sus enemigos sentado en el Trono. Entre sollozos de amargura, ora fervorosamente al Dios Creador para que realice el milagro de salvarlo y salvar los planes de la Fraternidad Blanca. ¿Será posible, se pregunta a gritos, que los Señores de la Guerra triunfen sobre él, que es un representante del Creador del Universo? Si él, en quien se había confiado para que frenara a los Reyes temporales, fracasaba, ¿qué nuevas desventuras sobrevendrían después a las Ordenes Golen, que por tantos siglos desarrollaron los planes de la Fraternidad Blanca? Tras cada una de estas preguntas se convulsionaba y era evidente que no tardaría en perder la razón.

        Con excepción de dos Obispos, uno español y otro italiano, todos huyen de su lado como pueden; algunos son capturados y muertos por los hombres de Sciarra Colonna, en tanto que otros son conservados como rehenes pues se entregan voluntariamente, entre ellos su propio sobrino. Aquellas noticias terminan de deprimir a Bonifacio. Al fin, cede una ventana y penetran por ella Guillermo de Nogaret y Charles de Saint Félix, seguidos por media docena de soldados de Ferentino que se mantienen a prudente distancia para no ser reconocidos por el Papa. Nogaret y Charles se aproximan al Trono: luciendo la Tiara papal, réplica de la corona egipcia de los Sacerdotes Atlantes morenos; vistiendo la túnica blanca de los Sacerdotes levitas de Israel, en la que está bordado el Trébol de Cuatro Hojas de los Sacerdotes Golen, estilizado como cruz celta; en su mano derecha sosteniendo la Cruz, símbolo del Encadenamiento Espiritual, y en la izquierda las Llaves de San Pedro, símbolo de la Llave Kâlachakra con que los Dioses Traidores al Espíritu del Hombre consumaron su Traición Original; allí estaba sentado, con sus ojos llameantes de odio y de terror, uno de los hombres más perversos de la Tierra.

        –¡Cátaro, hijo de Cátaro! –exclamó desafiante al reconocer a Nogaret–. ¡Tu amo, el Rey de Francia, no podrá contra la Ley de Jehová Dios!

        –Caballero soy del Rey de Francia –respondió el gascón– y os puedo asegurar, detestable Sacerdote, que mi Señor sólo conoce y respeta la Ley del Honor, que es la Ley del Espíritu Santo, de la Voluntad del Dios Verdadero; sólo tu Dios Jehová, que es un Demonio llamado Satanás, al que obedeces servilmente, puede oponerse a esa Ley.

        –¡Maldito Golen! –ahora era Charles de Saint Félix, o Charles de Tharsis Valter, o Charles de Tarseval, el que hablaba– ¡Tened por seguro que el Rey de Francia acabará contigo y con las Ordenes diabólicas que os secundan! ¡Jamás podréis gobernar al Mundo mientras existan Iniciados como él o Federico II! ¡Pero tened por más seguro todavía que Nosotros, los Guerreros Eternos de Kristos Lúcifer, acabaremos algún día con los Jefes de tus Jefes, con la Jerarquía Oculta de Sacerdotes Supremos que mantienen al Espíritu Increado en la esclavitud de la materia creada!

        Bonifacio palideció y se estremeció de terror al oír al Hombre de Piedra. Uno como halo de hostilidad esencial se desprendía de aquel Caballero con una intensidad impresionante: ¿qué era la muerte de la Vida Cálida frente a esa otra Muerte que se intuía a través de su presencia? ¿qué la pérdida de la Vida, de los goces y riquezas efímeras, del Poder en este Mundo o el castigo del Supremo Sacerdote en el otro Mundo que tanto lo atemorizaba hasta entonces, frente al abismo de la Muerte eterna en que lo hundían los Ojos de Hielo del caballero francés?

        –¡Herejes! –gritó fuera de sí, en momentos en que una puerta saltaba hecha añicos y entraba a toda carrera una multitud precedida por Sciarra Colonna– ¡Respetad a quien, por disposición del Dios Unico, debe gobernar en todo el Orbe!

        Sciarra, aquel enemigo mortal de Bonifacio, alcanzó a oír sus últimas palabras y le propinó una violenta bofetada con la manopla de hierro, haciendo brotar sangre de su mejilla. Nogaret tuvo que contenerlo para que no lo atravesase allí mismo con su espada. El pueblo y los soldados, entre-tanto, echaban mano de cuanto objeto valioso tenían a su alcance.

 

        Con el palacio tomado, Bonifacio prisionero, y la Ciudad bajo control, la situación no se presentaba, sin embargo, promisoria. Una cosa era entrar en secreto en Italia, y preparar un ataque por sorpresa, y otra salir llevando al Papa prisionero. Ni siquiera en Anagni podrían mantenerse mucho tiempo si los pobladores descubrían cuán pequeño era el número de las tropas ocupantes. En el puerto de Ostia los esperaba un barco de la familia Annibaldi, aliados de los Colonna, mas, para llegar hasta allí, necesitarían un importante refuerzo. Los hermanos de Sciarra eran los encargados de concurrir con 5.000 hombres, pero se retrasaron y el día 7 de Septiembre transcurrió en tensa calma, mientras los anagneses iban despertando de la sorpresa. El 8, todo seguía igual pero comenzaron a circular rumores entre los pobladores de que habían sido víctimas de la traición y de un golpe de mano de unos pocos atacantes. La hostilidad comenzó a hacerse sentir en la forma de múltiples provocaciones a los soldados de Nogaret y enseguida se vio que habría que dejar Anagni cuanto antes. Guillermo de Nogaret, Charles de Saint Félix y Sciarra Colonna se hallaban deliberando sobre la conveniencia de matar a Bonifacio o arriesgarse a llevarlo con ellos cuando se enteran que Godofredo Busso se ha pasado nuevamente al bando del Papa y les ha cortado la entrada al Palacio. Inmediatamente se reinicia la batalla, ahora sangrienta, y los tres enviados de Felipe IV se ven obligados a huir dejando a Bonifacio VIII en manos de los güelfos. Días después se encuentran en Francia, siendo aprobado por el Gran Rey todo lo actuado en Anagni.

        Es que la vida de Bonifacio ya no serviría a los intereses Golen pues aquél había perdido irremediablemente la razón: un mes después de los sucesos de Anagni, el 11 de Octubre de 1303, moriría en Roma, concluyendo con él la Era de la dominación Golen medieval en la Santa Sede, y fracasando la inminente concreción de los planes de la Fraternidad Blanca, es decir, el Gobierno Mundial y la Sinarquía del Pueblo Elegido. La Alta Estrategia de los Señores de Tharsis y del Circulus Domini Canis estaban triunfando sobre las Potencias de la Materia: Felipe IV, quien aparecía como la causa exotérica del fracaso Golen, era un Iniciado Hiperbóreo que cumplía al pie de la letra las pautas esotéricas de la Sabiduría Hiperbórea. Pero la muerte de Bonifacio, Dr. Siegnagel, señalaba sólo el principio del fin. Faltaba aún desmantelar la infraestructura financiera de los Templarios, el germen de la Sinarquía del Pueblo Elegido.

        La crisis que quebró el Alma de Bonifacio se produjo cuando su diabólico orgullo se vio terriblemente humillado por los actos de sus enemigos: Primero el Cátaro Nogaret, tratándolo como un súbdito del Rey de Francia y haciéndolo prisionero en su nombre. Luego el misterioso Charles de Saint Félix, transmitiéndole su poder aterrador y predicando el fracaso de los planes más secretos de las Ordenes Golen: eso confirmaba las sospechas de Bernard de Soisset, el Obispo de Pamiers, de que en torno a Felipe el Hermoso existía una conspiración de los Hijos de las Tinieblas; rodeado de enemigos, capturado en su propio palacio de Anagni, bañado en sudores fríos, Bonifacio comprendía tarde ya que había subestimado a Felipe el Hermoso y que no tomó con suficiente seriedad los frecuentes avisos de alarma que enviaban los monjes del Cister y los Templarios. Presa entonces de una mezcla de odio y terror, sentía que su Alma se iba deprimiendo sin remedio. A continuación el Banditti Sciarra, atreviéndose a golpearlo y aún amenazándolo de muerte, mientras sus hombres lo cubrían de insultos. Y por último, la traición de su pueblo natal, saqueando sin pudor su palacio, aliándose a sus enemigos que eran los enemigos de la Iglesia Golen, la Iglesia del Dios Uno Creador del Universo, del Dios del cual él, el Sacerdote Maximus, era una manifestación viviente: ¡Oh Dios Uno, qué ingratitud la de su pueblo! quizás aquella agresión de los suyos, por ser menos importante pero más afectiva, dolía más que las anteriores ofensas. Y, naturalmente, dentro de ese dolor se destacaba en mayor grado la angustia de haber sido despojado del oro y la plata, de sus tesoros de arte de belleza sin par reunidos en toda una vida de adquisiciones, muchos de ellos heredados o pertenecientes a la familia Gaetani. El peso del fracaso se descargaba sin atenuantes, aplastando en unas horas a Bonifacio VIII. Demasiadas emociones juntas, aún para un Golen de legendaria crueldad, las que afligían al Papa de 69 años.

        Cuando fue rescatado por el pueblo de Anagni su conciencia se había situado fuera de la realidad y, aunque muchos prometían devolver lo robado, Bonifacio no estaba en condiciones de comprenderlo. Mecánicamente solicitó ser llevado al palacio de Letrán. Allí los Cardenales Orsini, al comprobar su estado demencial, lo mantuvieron apartado de los romanos. Con los ojos desorbitados exclamaba: ¡Bafoel! ¡Bafoel! ¡Aliquem ad astra fero! En algunos momentos de lucidez estallaba en pedidos de venganza contra sus enemigos y auguraba la ruina de quienes lo habían traicionado. Pero luego su mente se oscurecía y sufría raptos de ira continuados en los que aullaba, echaba espuma por la boca, e intentaba morder a quienes lo cuidaban. Al final, el 13 de octubre de 1303, murió convertido en una bestia furiosa, cumpliendo así la profecía de Celestino V. El santo había dicho: –“habéis subido como un zorro, reinaréis como un león, y moriréis como un perro”.

 

 

 

 

Cuadragesimoprimer Día

 

 

La forma en que murió Bonifacio VIII, y la certeza de que el Rey Carlos II permaneció indiferente frente a su caída, causó gran temor entre los Cardenales güelfos. Como nadie quería correr su misma suerte, o aún peor, nueve días después el Sacro Colegio se pone de acuerdo en la identidad del nuevo Papa: el 22 de Octubre de 1303 eligen al Cardenal Nicolás Boccasini, que toma el nombre de Benedicto XI y era General de los domínicos. El flamante Pontífice, que aunque no era Domini Canis estaba fuertemente influenciado por los Iniciados de su Orden, intenta llevar adelante una política conciliadora con el Rey de Francia e iniciar la reforma de las escandalosas costumbres Golen que reinaban en el alto clero, pero es envenenado con unos higos antes de cumplir el año. Como en el caso de Celestino V, el difunto había sido una solución de conveniencia entre los irreconciliables partidos eclesiásticos: ambos bandos confiaban íntimamente con dominar al Papa. Su muerte sumirá a los Cardenales en una larga discusión de 10 meses bajo la presión, ahora inevitable, de Felipe el Hermoso.

        El Rey de Francia ofrece oro, y protección contra la venganza de los Golen, y va consiguiendo que muchos Cardenales güelfos vendan su voto. Finalmente, se llega a un arreglo: será investido un clérigo no perteneciente al Sacro Colegio. Felipe el Hermoso se reúne con Bertrand de Got, Arzobispo de Burdeos, en Saint Jean d'Angely. El Arzobispo es un Señor del Perro y el Rey de Francia solicita su colaboración: quiere que acepte la investidura papal y tome ocho medidas que asegurarán la Estrategia del Reino; no le oculta que la misión será peligrosa en extremo pues los Golen intentarán asesinarlo por cualquier medio. Sin embargo, Bertrand de Got acepta. También cumplirá lo prometido: prueba de ello son las incontables calumnias que los historiadores sinárquicos han afirmado sobre su memoria; empero, como en el caso de Felipe el Hermoso, todas las calumnias pierden consistencia y se desintegran cuando se conoce la Estrategia que regía y daba sentido a sus actos. Sea como fuera, el Arzobispo conviene en cumplir con la misión que le propone el Rey: primero, condenar la obra de Bonifacio VIII; segundo, levantar la excomunión de Felipe IV; tercero, que la Iglesia no perciba durante cinco años, de gracia, sus rentas de Francia, a fin de sanear la economía del Reino; cuarto, rehabilitar a los Cardenales Colonna y a su familia; quinto, nombrar Cardenales a ciertos Domini Canis que oportunamente se le indicarían; sexto, aprobar las determinaciones que el Reino adopte contra el Pueblo Elegido; séptimo, incautar el oro acumulado clandestinamente por las Ordenes benedictinas cluniacense y cisterciense; octavo, contribuir eficazmente para lograr la extinción de la Orden del Temple y el desmembramiento de su infraestructura financiera.

 

        El 5 de Junio de 1305, los Cardenales eligen a Bertrand de Got, quien toma el Nombre de Clemente V. Inmediatamente solicita ser coronado en Lyon, capital del Condado de Provenza. ¿Por qué allí? Es otra larga historia, Dr. Siegnagel, que no podré narrar aquí; pero le daré una respuesta sintética. Lyon, es una ciudad edificada en un sitio conocido en la Antigüedad como Lugdunum, que en galocelta quería decir colina de Lug; el nombre se originó porque en aquella colina existía un Templo dedicado al Culto del Dios Lug. Ahora bien: tal Culto era, en verdad, antiquísimo, del tiempo de los Atlantes morenos, pero se mantuvo activo aún miles de años después que los Atlantes hubieron abandonado Europa; ¿cómo?: porque sus descendientes viajaban desde Egipto para que jamás faltasen Sacerdotes en la Colina de Lug o de Lyg, es decir, en Lyon. Cuando los Golen vinieron acompañando a la invasión celta del siglo V A.J.C., decidieron hacer de Lyon su santuario principal. Allí permanecieron en adelante, durante la dominación romana, borgoñona y franca, hasta los días de Felipe el Hermoso. Entonces, los Golen prácticamente ocupaban la región desde cientos de monasterios benedictinos, cluniacenses, y cistercienses, y extensas encomiendas Templarias: el Culto, desde luego, no había desaparecido sino que formaba parte de los ritos secretos Templarios, pues los Caballeros eran quienes custodiaban el sitio exacto del antiguo Templo. Para aportar sólo un ejemplo esclarecedor, diré que no fue casual que el papa Golen Inocencio IV convocase el XIII Concilio Ecuménico en la Ciudad de Lyon, en Junio de 1245: el mismo tenía por objeto decretar la excomunión del Emperador Federico II, lo que se concretó luego del violento discurso del Papa que versaba sobre “las cinco llagas de la Cristiandad”, de las cuales, la quinta, era el Emperador. Vale decir, que, para condenar a quien representaba al Emperador Universal del Pacto de Sangre, los Golen se habían situado en el Templo más sagrado del Pacto Cultural.

        Así, pues, el coronamiento de Clemente V tenía el carácter de un desafío planteado en el corazón mismo del Enemigo. Y el Enemigo no dejó pasar tan imprudente acción: un sabotaje en un tablado cargado de gente, en los momentos en que pasaba la comitiva real, causó un desmoronamiento; Felipe IV y Clemente V salvaron la vida por Voluntad de los Dioses, pero igual suerte no tuvieron doce príncipes que murieron en el acto, en tanto que muchos otros quedaron gravemente heridos, entre ellos Carlos de Valois, hermano del Rey; días después moría asesinado Gaillard de Got, hermano del Papa. Felipe IV juró entonces obtener Lyon para su Casa, cosa que efectivamente logró en 1307, y purgarla de Golen. Clemente V, por su parte, anunció que se dirigiría a Burdeos para poner en orden y entregar el Arzobispado, pero cayó por sorpresa en Cluny, adonde procedió a incautarse del oro; para evaluar el dolor, que aquella fulminante venganza habría causado a los Golen, basta pensar que la recolección del oro demandó cinco días debido a su extraordinaria cantidad. Pese a todo, Clemente V no huyó de Lyon sino que regresó y fijó allí su residencia, adonde permaneció hasta 1309, año en que se trasladó al palacio amurallado de Aviñón, propiedad de la Iglesia.

        En conclusión, Dr. Siegnagel, la Sabiduría Hiperbórea sugiere prestar atención a Lyon, especialmente en nuestros días, pues, así como el Pueblo Elegido se ha propuesto hacer oír su voz desde Jerusalén, cuando la obra nefasta de la Sinarquía esté consumada, así también los Golen se han propuesto hacer oír su voz desde Lyon en ese momento.

       

        Lógicamente, Clemente V tuvo que simular algún tipo de independencia inicial del Rey de Francia para evitar una reacción desesperada por parte de los Golen. Con ese fin aparentó ser afecto a los lujos y placeres mundanos y hasta se amancebó con la Condesa de Perigord, hija del Conde de Foix, quien no era más que una Iniciada Cátara que hacía de enlace con los Domini Canis de Tolosa. La exhibición de tales supuestas debilidades tranquilizó, hasta que fue demasiado tarde, a los Golen. Sin embargo, la fidelidad de Clemente V al Círculus Domini Canis, y su Honor inquebrantable, pueden comprobarse observando, no su conducta personal, sino la forma en que cumplió con la misión. Para mencionar algunos de sus decretos más notables comencemos recordando, por ejemplo, que en el año 1306 confirmó la ley de Felipe IV por la cual, en un mismo día, fueron expropiados todos los bienes de los judíos y conminados estos, sopena de ejecución, a abandonar Francia en un tiempo brevísimo. Según una bula, los Colonna volvían a ser católicos y se les debían restituir sus títulos y propiedades; según otra, la Iglesia se comprometía a no percibir ni un luis del Reino de Francia durante los años siguientes. A solicitud de Felipe el Hermoso sus legistas gestionaron un proceso eclesiástico post mortem a Bonifacio VIII, el que contó con la aprobación de Clemente V; a su término, el Papa emitió la bula Rex Gloriae, en Abril de 1311, donde se resumen las conclusiones: en esa bula, res visenda, se ordena que todas las bulas de Bonifacio VIII contra Felipe IV fuesen quemadas públicamente; Felipe IV era inocente y “católico fidelísimo”; como también serían inocentes del atentado de Anagni Nogaret, Sciarra, y Charles; Bonifacio VIII, por otra parte, no fue declarado hereje sino culpable de obstinatio extrema. Y agreguemos que en el curso de su pontificado acabó apoderándose de la mayor parte del oro acumulado por las Ordenes benedictinas, fingiendo siempre una insaciable ambición, y que hizo oídos sordos a los reclamos de los banqueros lombardos, víctimas de una ley de expropiación que confiscaba sus propiedades en Francia.

        Es evidente, pues, que Clemente V llevó a cabo todas las metas de su misión o dispuso los medios jurídicos para que las mismas se concretasen. Justamente en una entrevista celebrada en Poitiers, en 1306, con Felipe el Hermoso, los dos Iniciados acordaron el modo de disolver la Orden del Temple: para Clemente V, Señor del Perro, aquello representaba el octavo objetivo de la misión y constituiría el acto estratégico más importante de su pontificado; para Felipe IV, significaba la neutralización de la “II línea táctica” del Enemigo, tal como expliqué el Día Trigésimo. Naturalmente, no se comprenderá el por qué un Rey poderoso como Felipe IV, y un Papa que era el Superior General de la Orden, debían efectuar una planificación secreta para extinguirla, si no se realiza el esfuerzo de imaginar en qué consistía efectivamente la Orden del Temple en el siglo XIV, la magnitud de su potencia económica, financiera y militar. Mas, si se repara en ello, resultará claro que la Orden estaba en condiciones de presentar varios tipos de respuestas, militares o económicas, que podrían poner en serias dificultades a Felipe IV. Hay que tener presente que los planes de la Fraternidad Blanca se apoyaban, en gran medida, en esta Orden, y que la Estrategia del Circulus Domini Canis exigía su destrucción para asegurar el fracaso de esos planes: el golpe, entonces, tendría que ser contundente y sorpresivo.

        La Orden, en efecto, poseía más de 90.000 encomiendas repartidas en los países que actualmente se denominan Portugal, España, Francia, Holanda, Bélgica, Alemania, Hungría, Austria, Italia e Inglaterra. En la Francia de comienzos del siglo XIV, incluidas Auvernía, Provenza, Normandía, Aquitanía, el Condado de Borgoña, etc., donde estaban las haciendas más extensas, existían aproximadamente 10.000 propiedades templarias: de ellas, 3.000 eran encomiendas de 1.000 hectáreas de promedio cada una. En total, aquellas propiedades sumaban 3.500.000 hectáreas, lo que representaba el 10% de la superficie de Francia. Pero este porcentaje no reflejará la potencialidad del latifundio si no se advierte que aquel 10% de la superficie total de Francia, es decir, incluidos los ríos, montañas, bosques, y toda suerte de terreno inservible para el cultivo, constituía un 10% de la mejor tierra, escogida durante dos siglos con paciencia de monje benedictino y obtenida por medio de donaciones digitadas por la Iglesia. Y había más: aquellas encomiendas, que se componían de miles de granjas en plena explotación agrícola, estaban exentas de todo tipo de impuesto pues la Orden dependía directamente del Papa, privilegio que, hasta Bonifacio VIII, las convertía en propiedades inviolables para cualquier Señor temporal. Cambiar esta situación era, precisamente, uno de los objetivos estratégicos de Felipe el Hermoso, que lo había llevado a enfrentarse con Bonifacio VIII y a oponer el Derecho Civil nacional al Derecho Canónico.

        Mas no se trataba sólo de impuestos: los Templarios, desde el advenimiento de Felipe IV, venían desarrollando un plan destinado a quebrar la economía del Reino mediante el empobrecimiento de la nobleza feudal y el despoblamiento del campo. Sus productos alimenticios, ofrecidos en las ciudades a precios de dumping o simplemente regalados en los monasterios, tornaban inútil cualquier intento de planificación económica estatal o explotación racional de los recursos nacionales; en consecuencia, los Señores Feudales, que sólo tenían la tierra como fuente de ingresos, se empobrecían cada vez más a causa de la desvalorización de los frutos del campo mientras aceptaban como una solución que los campesinos, agobiados de impuestos y a quienes ya no podían alimentar, emigrasen a las ciudades. Por supuesto que semejante tarea subversiva estaba acorde con la Estrategia Golen: ésta requería la destrucción de la nobleza y el debilitamiento de la monarquía como paso previo a la instauración del Gobierno Mundial teocrático, el cual sería aún una etapa anterior a la Sinarquía del Pueblo Elegido. Ante la actitud gibelina de Felipe IV, la Orden del Temple no había hecho más que intensificar una política que estaba en la entraña de su razón de existir. Empero, según vemos, esa política iba a tener sorpresivo fin.

        Cabe agregar que la economía antinacional de los Templarios se complementaba en su capacidad destructiva con la ofensiva comercial lanzada sobre Francia por las ciudades italianas. Pero esto tiene otra explicación. Cuando Felipe IV recibió el Reino, era casi una aventura internarse en los caminos de Francia para practicar el comercio; el peligro radicaba en que el trayecto, por lo general, atravesaba numerosos feudos cuyos Señores, empobrecidos por las causas apuntadas, solían gravar con pesados y arbitrarios tributos a las mercaderías en tránsito: eso en el mejor de los casos, pues la más de las veces algún Señor, demasiado celoso de sus derechos, procedía a despojar a los mercaderes de la totalidad de su carga. Mas si esto no ocurría, el negocio era igualmente riesgoso debido a la acumulación de gravámenes que se sumaban al final del camino. Demás está decir que los Señores feudales, aparte de controlar los caminos, disponían de ejércitos propios con los que guerreaban entre ellos e imponían en cada región su propia ley. Felipe IV, al constituir la Nación Mística, se propuso solucionar este problema de entrada. En su nombre, Enguerrand de Marigny dio la solución: el Rey no debería recurrir jamás, salvo en caso de Guerra exterior, a las tropas de los Señores. Surgía así, de la Escuela de legistas seglares Domini Canis, el concepto de la seguridad interior, definido práctica-mente en base a la hipótesis del conflicto interior. La solución de Marigny consistía en crear una especie de cuerpo de policía real, la milicia del Rey, encargada de patrullar todos los caminos y hacer cumplir las leyes del Reino: junto a ellos irían, luego, los recaudadores de impuestos. Las tropas reales, habitualmente mercenarias, pronto hicieron entrar en razón a los Señores y en poco tiempo los caminos, no sólo se habían tornado seguros para el comercio, sino que se cobraba un único impuesto en cualquier región del Reino.

        Fue esa situación de seguridad y orden lo que atrajo la codicia de los comerciantes extranjeros. Las ciudades italianas, en particular, disponían de flotas que recorrían el mundo adquiriendo los artículos más variados y exóticos, frente a los cuales no había posibilidad de plantear competencia alguna. Las ciudades francesas se vieron así inundadas de productos importados que contribuían día a día a destruir aún más la economía del Reino: mientras los comerciantes y mercaderes extranjeros se enriquecían, a menudo vendiendo mercadería de contrabando, el Reino debía afrontar el enorme gasto que representaba garantizar militarmente aquella seguridad interior. Por eso la moneda se envilecía y surgía la inflación; y los gremios de artesanos, incapaces de competir con los productos extranjeros, caían en la miseria y arrastraban a la industria nacional en la peor depresión. Aparte del dumping Templario, un riguroso análisis de los Domini Canis, demostró a Felipe IV quiénes eran los culpables ocultos de aquella situación: los banqueros lombardos y los miembros del Pueblo Elegido. Los banqueros lombardos financiaban a las compañías italianas que operaban en Francia, cosa que también hacía la Banca Templaria. Y los miembros del Pueblo Elegido se contaban entre los principales apoyos interiores de las compañías y capitales extranjeros: muchos de ellos tenían lazos de parentesco con los banqueros judíos de Venecia o Milán, o con los dueños de grandes compañías, mientras que otros traicionaban a la Nación francesa por mero amor al lucro. Felipe IV sería inflexible con tales alimañas: a unos, sólo los expropió, pues radicaban en otros países; pero a otros los expropió y expulsó del Reino, ya que carecían de las virtudes éticas necesarias para merecer el derecho de residencia. 

        Regresando a los Templarios, espero que ahora, a la luz de su desmesurado patrimonio territorial y productivo, se tenga una visión más realista sobre el por qué el Rey de Francia y Clemente V debían avenirse a tratar con mucha cautela sobre el problema de la Orden del Temple. Aquellas 90.000 encomiendas, por seguir con el ejemplo, estaban atendidas por 30.000 monjes, tres mil Caballeros, y 270 mil laicos, lo que representaba una eventual fuerza guerrera muy superior al ejército nacional de Felipe el Hermoso: una reacción militar templaria difícilmente sería con-tenida en Francia a otro precio que el de grandes bajas en el ejército nacional, hecho que podría determinar el fin de la Estrategia Hiperbórea de la Nación Mística y el resurgimiento de la teocracia papal; podrían entonces, pese a todo, triunfar los planes de la Fraternidad Blanca. Por otra parte, baste recordar lo dicho el Día Decimoctavo sobre el poderío financiero de la Orden para comprender que si en cada una de las 90.000 encomiendas se podía obtener dinero a préstamo, depositarlo, o girarlo a cualquiera de las otras, se estaba en presencia de la más formidable red bancaria del mundo, sólo equiparable, pero no superada en volumen de infraestructura, a las modernas corporaciones financieras hebreas de Roquefeller, Rotschild, Kuhn-Loeb, u otros benefactores de la Humanidad. Será fácil deducir que tal organización debía contar con una afinada red de espías, dedicados a obtener la información económica y política necesaria para dirigir la marcha de los negocios. Se entenderá, así, que la más pequeña filtración de los proyectos diseñados por Felipe el Hermoso y Clemente V podría llegar rápidamente a oídos del Gran Maestre y de la Plana Mayor Golen y causar la consiguiente alarma. Mejor Estrategia sería exponer como temas de la entrevista otras preocupaciones diferentes: una discusión por la cuestión de las rentas eclesiásticas, por ejemplo; o la situación de la Cristiandad en Oriente; o la actitud del Rey de Inglaterra, etc. Pero el verdadero y secreto motivo de la entrevista de Poitiers, como la Historia se encargó de demostrarlo, fue proyectar la Estrategia que haría posible extinguir a la Orden del Temple y desmantelar su gigantesca infraestructura.

 

       

 

 

Cuadragesimosegundo Día

 

 

 

Todos los presentes en Poitiers, los Señores del Perro Guillermo Plasian, Guillermo de Nogaret, Guillermo Imbert de París, y Clemente V, el Hombre de Piedra Charles de Tharsis, y el Iniciado Hiperbóreo, y Rey de Francia, Felipe el Hermoso, coinciden en que las mayores posibilidades de triunfar sobre el Enemigo dependen del empleo de un arma secreta: la astucia. La astucia es el resultado evolutivo de un instinto animal y caracteriza la conducta del animal hombre u hombre anímico, es decir, el hombre dotado de cuerpo y Alma Creada. Pero también existen hombres que poseen Espíritu Increado, aunque en la mayoría de los casos éste se encuentra subsumido en el Alma Creada y por eso se dice que tales hombres están espiritualmente dormidos: ellos también pueden manifestar la astucia anímica pues el Espíritu dormido o estratégicamente confuso es incapaz de impedirlo. Pero algo muy diferente ocurre cuando el hombre es efectivamente espiritual, lo que sólo puede afirmarse si se trata de un Iniciado en la Sabiduría Hiperbórea: en ese caso su conducta está regida por el Honor y no sólo carece de astucia sino de cualquier otra característica del animal hombre, tal como la cobardía, la maledicencia, la infidelidad, la mentira, la envidia, la calumnia, la insidia, la traición, etc. Mas ¿qué es el Honor del Iniciado Hiperbóreo?: el acto de su Voluntad Graciosa, es decir, el acto de su Espíritu Eterno, que es pura Gracia. Ninguno de los presentes, por ejemplo, poseía astucia en la personalidad pues el Honor los había guiado a lo largo de sus vidas; y ahora demostraban un acto del Más Alto Honor al luchar con todas sus fuerzas por el triunfo del Pacto de Sangre.

        Pero los Golen conocían esto y contaban con la ingenuidad de los Iniciados Hiperbóreos para derrotarlos; Ellos, en cambio, eran pura astucia y su principal arma se llamaba engaño, pálido reflejo del Gran Engaño con que el Dios Uno disfrazó su miserable Creación. De allí que no esperasen jamás una reacción astuta procedente de los Iniciados, a quienes creían siempre dispuestos a ser engañados y traicionados. –“Ya fueron traicionados una vez, al Principio –se burlaban, torciendo la boca– y lo serán siempre. ¡Pretenden ser Gallos, y sólo son estúpidas gallinas de corral! Con su Honor de otro mundo, tarde o temprano nos ofrecerán la espalda; y entonces nuestros puñales de este mundo acabarán con ellos”–. Sin dudas, los Golen cometían un error de apreciación al confiar en el Honor de los Iniciados Hiperbóreos: según los principios de la guerra, las creencias del Enemigo son debilidades que pueden ser explotadas en provecho propio. Los Iniciados Hiperbóreos carecían de astucia pero sabían qué era la astucia; y podrían emplearla como arma estratégica para sorprender al Enemigo. He aquí el concepto que se definía en Poitiers: si los Golen creían que sus enemigos actuarían con Honor, y éstos estaban alertados, entonces los ingenuos serían ellos; luego, podrían ser engañados por medio de la astucia, que Ellos no esperaban, y conducidos a una trampa mortal. Y el Honor de los Iniciados quedaría a salvo porque nada en sus Espíritus cambiaría ni afectaría su orientación estratégica hacia el Origen: en medio de una acción de guerra, los Iniciados habrían jugado con la ilusión, aparentando ser lo que no eran; si los Golen, maestros en el arte de manipular la ilusión del Mundo Creado, caían en el simple encantamiento de los Iniciados, ello sólo se podría calificar como explotación del error del Enemigo, algo perfectamente legítimo de acuerdo a las leyes de guerra.

 

        Si los Templarios fuesen atacados desde todos los flancos a la vez, con seguridad se defenderían, con resultados imprevisibles; por el contrario, si el ataque provenía ostensiblemente del campo del Rey de Francia, mientras que por el lado del Papa, en quien deberían confiar, hallaban protección, descuidarían ese costado y serían fatalmente derrotados: la astucia estratégica consistiría en lograr esa confianza en el Papa para que éste los pudiese entregar, desarmados, al Rey de Francia. Con otras palabras, la Estrategia exigiría montar una escena con el suficiente realismo como para engañar a los Golen: al principio, no tendrían que sospechar el argumento de la comedia; luego del desenlace, ello ya no importaría. Los principales actores serían el Papa y el Rey de Francia: el Papa fingiría proceder de buena fe, pero demostraría estar temeroso de las represalias reales; haría promesas y trataría de ganar la confianza del Enemigo, que lo creería amigo; Felipe el Hermoso, por su parte, representaría al soberano intolerante y ambicioso, procurando atraer sobre sí toda la atención del Enemigo: esto ayudaría al papel de Clemente V. Cuando todo estuvo listo en Poitiers, se levantó el telón y comenzó el primer acto del drama: éste se inició con la publicación de una Cruzada contra Andrónico Paleólogo, Emperador de Constantinopla, a quien se acusó de mantener el cisma de la Iglesia griega. Desde la caída de San Juan de Acre, la Orden del Temple se había retirado a Chipre, donde sostenía una guarnición regular, en tanto, que la Orden de los Hospitalarios hacía lo propio en la isla de Rodas. Con el fin de establecer su participación en la Cruzada, Clemente V citó en Francia al Gran Maestre del Temple Jacobo de Molay. Una vez en su presencia, con total ingenuidad, el Papa manifestó su intención de concretar la vieja idea de Gregorio IX de fusionar todas las Ordenes militares: tal idea, por supuesto, causaba horror a los Templarios pues la integración con una Orden exotérica pondría sus secretos al descubierto. Sin sospechar la celada, el Gran Maestre intentaría persuadir al Papa sobre lo inconveniente de semejante medida: según su impresión, no sería difícil engañar a una mente simple como la de Clemente V.

        Luego de la demencial caída del Golen Bonifacio VIII, los Golen estaban alertados sobre la ofensiva de los Domini Canis, y sabían a qué atenerse con respecto a la elección de Clemente V. Sin embargo, consideraban a éste sólo un instrumento de Felipe el Hermoso y su entorno de “hijos de las tinieblas”: la impresión del Gran Golen Jacobo de Molay lo confirmaba; el Papa era permeable a la influencia afectiva. El Gran Maestre se entre-tendría, pues, en ganar la amistad del Pontífice, sin imaginar que en París, Nogaret y Guillermo Imbert preparaban su ruina. Y en pocos meses, Clemente V conseguiría que el Jefe Golen no desconfiase de su buena fe.

        Enguerrand de Marigny y Guillermo de Nogaret fueron elevados a los dos más importantes puestos de Francia: Coadjutor del Reino y Guarda-sellos del Rey, respectivamente. Con ese poder, pusieron en práctica una operación secreta que tenía por objetivo la ejecución de una acción simultánea y eficaz en todo el Reino: tal acción se concretó el 13 de Octubre de 1307, cuando todos los Caballeros Templarios de Francia, incluido su Gran Maestre, fueron detenidos bajo la acusación de herejía. En verdad, los cargos acumulados por Nogaret eran múltiples y variados, pero se hacía hincapié en la herejía para obtener la intervención del Tribunal de la Inquisición, que en Francia estaba presidido por Guillermo Imbert de París. Pronto se vio el éxito estratégico de los Domini Canis: mientras el Gran Maestre recibía solicitudes de los Caballeros para resistir el arresto, y vacilaba sobre la actitud a asumir, Guillermo de Plasian le entrega un mensaje donde el Papa le garantiza su ayuda y le aconseja que renuncie a defender a la Orden y se someta a su voluntad. Es así como el Gran Maestre ordena rendirse a todos los Caballeros, y él mismo confía en la intervención papal. Además, según creían los Golen, aún poseían bastante peso dentro de la Orden de Predicadores domínicos.

        Felipe el Hermoso no pierde el tiempo: sin resistencia, sus tropas ocupan todas las propiedades templarias. El terror cunde en la Orden enemiga; cientos de Caballeros y monjes son encarcelados. Por este firme procedimiento nadie duda de la seriedad de la acusación y pronto se consigue reunir suficientes testigos y pruebas como para asegurar su liquidación. Además de la Inquisición, Felipe el Hermoso convoca a los Concilios provinciales, a la Universidad de París y a los Estados Generales para juzgar a la Orden. De ese modo, al ir emergiendo de las tinieblas de su fundamento diabólico, todo el pueblo de Francia asistiría a la exhibición de la filosofía secreta templaria y conocería sus costumbres depravadas. Es lo que ocurre durante los tres años de público proceso, cuando el asombro, la repugnancia, y el horror de los franceses no conocen límites. Pero lo más asombroso quizá sea que durante ese lapso los Templarios continuasen creyendo que un acto salvador de parte del Papa los libraría de la condena.

        En el proceso se consigue probar que los Templarios profesaban las siguientes ideas y costumbres: I- los altos dignatarios de la Orden sostenían que Cristo, al que misteriosamente denominaban Navután, había sido un impostor y no el Dios verdadero; II- Cristo nunca fue crucificado para la redención del género humano; III- la cruz no sería, así, el instrumento de su pasión, sino una creación del propio Cristo Navután, a la que habría llamado Vruna; IV- todos los Caballeros, cualquiera fuese su grado o condición, debían escupir periódicamente aquel Símbolo del Mal, a fin de desagraviar al Dios Creador: por lo tanto, se probó que al menos una vez, todos los Templarios habían escupido el crucifijo; V- en consecuencia, renegaban de la Virgen Santa; VI- oficiaban la misa según un canon propio y en una lengua extraña, que después se comprobó era el hebreo; VII- adoraban un ídolo hermafrodita de espantosas facciones al que se referían bajo el apodo de Bafomet o Bafoel pero cuyo nombre, que jamás pronunciaban sin palidecer, era Bera; VIII- pretendían que aquel ídolo representaba a un Dios más poderoso que Cristo, quien, a diferencia del Mesías, se manifestaba con mayor frecuencia entre los hombres; IX- afirmaban que ese abominable Demonio les impuso, desde los días de San Bernardo, la obligación de practicar la sodomía, vicio al que se habían habituado y constituía una costumbre natural entre los superiores de la Orden; X- el Gran Maestre, y los Grandes Priores o Preceptores, realizaban una ceremonia secreta en la que ofrendaban sacrificios humanos a Bafomet, en especial niños; XI- el Ritual exigía la incineración de la víctima en un horno dispuesto para tal fin; XII- con las cenizas calcinadas los Templarios elaboraban una lejía humana, y la conservaban en secreto como el Bien más preciado; XIII- creían firmemente que aquella lejía tenía el poder de lavar la unción de los sacramentos cristianos: según confesaban, mediante dicha lejía habrían anulado los efectos del bautismo y de la comunión, a los que consideraban “conjuros de la Cruz”, etc.

 

        Desde un principio los Domini Canis decidieron distinguir entre “Templario” y “Golen”. En la Edad Media era normal que en un juicio por herejía se absolviese a los acusados que confesaban espontáneamente, se arrepentían, y aceptaban los sacramentos cristianos; en el proceso a los Templarios tal posibilidad fue ofrecida reiteradamente y muchos se avinieron a confesar lo que sabían. Sin embargo, los Domini Canis no estaban dispuestos a permitir que los Golen pudiesen zafar de la trampa: para Ellos, que jamás habían perdonado, no habría perdón; sólo a los “Templarios”, es decir, a los Caballeros no iniciados en el Culto a Bafomet, se les brindaría la oportunidad de salvar la vida a cambio de su testimonio. Fue así que se consiguió reunir una abrumadora cantidad de pruebas contra los Golen de la Orden aportadas por sus propios miembros, herejes confesos y arrepentidos. Y entonces el proceso se tornó irreversible, pues ni el Papa ni nadie podrían salvar a la Orden una vez que el pueblo y la Iglesia tomaran conocimiento de sus herejías y aberraciones: la Estrategia de Felipe el Hermoso y el Circulus Domini Canis había triunfado, ahora definitivamente, sobre los planes de la Fraternidad Blanca; los Golen no sos-pecharon la comedia representada por Clemente V hasta que fue demasiado tarde; la Orden del Temple, encargada de fundar la Sinarquía Universal, sería destruida.

 

        De ese modo, los Golen de la Orden del Temple fueron exterminados sin piedad, recibiendo en carne propia la medicina que en tantas ocasiones administraron a los partidarios del Pacto de Sangre: irónicamente, el Tribunal de la Inquisición, del que se valieron para terminar con los Cátaros, ahora los condenaba de manera inapelable a morir en la hoguera: como en el arte marcial del jiu jitsu, el Enemigo aprovechó sus propias fuerzas para derrotarlos.

        Jamás olvidarían los Golen el proceso a los Templarios. Especialmente recordada sería la fecha del 10 de Mayo de 1310: ese día, en el Concilio de Senz, cuyo obispado ejercía Philippe de Marigny, hermano de Enguerrand fueron quemados a fuego lento 56 Caballeros Templarios, la flor y nata de la Jerarquía Golen. Desde que los Señores de Tharsis incendiaron el Bosque Sagrado, e hicieron perecer a los 20 de Cartago, los Golen no habían tenido un día tan aciago como ese 10 de Mayo. Maniatados cada uno de espaldas a un robusto poste, el medio centenar de Golen de Senz formaba una larga fila de condenados, una procesión de espectros marchando hacia el Infierno; a los pies de cada poste, la leña apilada auguraba el próximo fin de los Sacerdotes del Dios Uno. Antes que los hermanos menores arrojasen la tea encendida, un Caballero del Rey Felipe, un monje guerrero de alguna Orden desconocida, se acercaba a los herejes y pronunciaba en voz baja unas palabras, que los presentes tomaban como una piadosa oración. Sin embargo, al oírla, el rostro de los Golen se descomponía de odio, y algunos prorrumpían en atroces maldiciones: aquellas palabras decían, simplemente: –¡Por Navután y la Sangre de Tharsis!

        Al completar la fila, mientras los Golen elevaban su Alma a Jehová Satanás y reclamaban un castigo indescriptible para el Hombre de Piedra, aquel Caballero, que no era otro más que Charles de Tharsis, hizo una señal a los Verdugos, y las hogueras comenzaron a arder. Pronto los Golen, y sus sueños sinárquicos, no fueron más que cenizas; un puñado de vil ceniza que no alcanzaría para lavar el daño causado a la Casa de Tharsis y a tantos otros que cayeron aniquilados por oponerse a esos sueños demenciales.

 

        Para completar la obra se requería legalizar el resultado de la Estrategia de Felipe el Hermoso. Con ese propósito el Papa convocó el Concilio Ecuménico de Viena, de Octubre de 1311 a Mayo de 1312. Aunque derrotados en todos los frentes, los Golen aún tuvieron fuerzas para presionar e intentar impedir que se acordase la extinción de la Orden. Hubo una conferencia secreta entre cinco Cardenales fieles a Felipe el Hermoso y seis delegados del Concilio, en la que se les informó a los últimos sobre las terribles consecuencias que traería oponerse al Rey de Francia y absolver a la Orden, pese a las irrefutables pruebas reunidas en su contra. Pero el terror desatado era muy grande, y, entre el castigo del Rey y la venganza de los Golen, muchos permanecieron indecisos. Los representantes del Rey ante el Concilio, Guillermo de Nogaret, Guillermo Plasian, Charles de Tharsis, Enguerrand de Marigny, etc., hicieron gala de su elocuencia para persuadir a los Obispos sobre la necesidad que tenía la Iglesia y la Cristiandad de suprimir aquel foco de herejía. Hubo, incluso, un momento, hacia el mes de Marzo de 1312, en que el Rey amenazó avanzar con sus tropas sobre Viena y ajustar las cuentas allí mismo con los partidarios de los Golen: a la sazón llegó hasta Lyon con su hermano Carlos, sus hijos, y un poderoso regimiento de Caballeros. Al fin, el 22 de Marzo de 1312, se votó la extinción de la Orden y la confiscación de todos sus bienes en favor de la Orden de Hospitalarios de San Juan, de la Iglesia, y del Reino de Francia. No obstante, existían tantas dudas sobre el acuerdo del Concilio, especialmente porque quienes habían votado en secreto, negaban en público haberlo hecho, que el Papa se vio obligado a zanjar la cuestión mediante un decreto: en la bula Considerantes Dudum declara abolida la Orden del Temple “de manera provisoria” hasta tanto no se expida de modo definitivo el Tribunal del Santo Oficio, cosa que éste ya había hecho: “non per modum definitivae sententiae, sed per modum provisionis… apostolicae”.

 

        La bula y el decreto del Concilio de Viena son remitidos a todos los países cristianos para su ejecución: la Orden local debe ser extinguida, sus miembros tomados prisioneros y procesados por herejía. En Aragón, los Caballeros se fortifican y resisten, debiendo ser sometidos por Jaime II en campañas militares. Los de Navarra, donde reinaba Felipe el Hermoso, se rinden sin chistar, al igual que los de Castilla y Portugal. En todos los casos, los que son absueltos, así como las propiedades de la Orden, que eran muchas, pasan a integrar la Orden del Hospital u otras Ordenes creadas para tal fin. En Huelva, el Castillo de Aracena es desalojado y reemplazada su guarnición con tropas portuguesas, pero más adelante sería entregado a la Orden de Santiago; antes de partir, los Golen sellan la entrada a la Caverna de Dédalo, donde un lago de betún recordaría por siglos los infernales poderes de Bera y Birsa.

        El Convento de la Rábida pasó entonces a la Orden de San Fran-cisco. Ello, sin embargo, no impidió que los Golen continuasen preparando la venida de Quiblón, de acuerdo a las Ordenes de Bera y Birsa. Por el contrario, los Golen, que consideraban a Rus Baal como el Santuario más sagrado de España, dispusieron que el Convento fuese lugar de retiro y clausura para su plana mayor. El Culto de la Virgen de los Milagros se había impuesto ya en una vasta región de Andalucía, pero el que más fervor despertaba en la feligresía, era el Culto a la Virgen de la Cinta, protectora de los marinos y propietarios de barcos, a quien se consideraba patrona de Huelva. Esta afirmación popular de la Gran Madre Binah se debía, sobre todo, a la incansable tarea de “purificación” efectuada por los Templarios, pero que ahora sería continuada con no menos dedicación por los frailes de San Francisco. Lo que habría de ceder, en cambio, sería la lucha abierta contra la Virgen de Agartha, dado que la momentánea pérdida de Poder de los Golen les impediría sostenerla adecuadamente.

        Estos cambios, como es natural, trajeron tranquilidad a los descendientes de Vrunalda, pues la Caverna Secreta se vio libre, por el momento, de las acechanzas Golen. Ya en 1312, un Noyo se había instalado de manera permanente frente a la Espada Sabia.

       

        Los principales jefes Templarios, el Gran Maestre Jacobo de Molay y otros tres Golen, continuaban prisioneros en la Casa del Temple de París. Durante tres años se les aplicó sistemáticamente el tormento con el propósito de hacerles confesar ciertos aspectos sutiles de la organización templaria; dos datos interesaban especialmente a los Domini Canis: deseaban conocer las vinculaciones con Oriente, con la Fraternidad Blanca, si existía una ruta segura hacia la Morada de los Inmortales; y saber si permanecían actual-mente en Francia, o en algún otro lugar de Europa, agentes de las Potencias de la Materia, Maestros de la Fraternidad Blanca, Inmortales Golen, etc. a los que se procuraría capturar de inmediato. Sin embargo, con todo lo terrible que puedan ser considerados, aquellos tormentos eran meras caricias frente a las refinadas torturas que los Golen aplicaron en más de una oportunidad a los Señores de Tharsis. De todos modos, un bando de Nogaret anunció que el 23 de Marzo de 1314 los herejes serían ajusticiados en la Isla de los Judíos, un islote frente al palacio real donde los domínicos solían quemar a los hijos del Pueblo Elegido.

        El día señalado, Jacobo de Molay, Godofredo de Charnay, Hugo de Payrand, y Godofredo de Gonneville, Sacerdotes que habían dominado los más secretos conocimientos del Pacto Cultural, eran amarrados a las estacas y entregados a la purificación del fuego. Felipe el Hermoso, el Circulus Domini Canis en pleno, y numerosos Señores de Tharsis venidos desde el Sur de Francia para la ocasión, contemplaron la ígnea escena que cerraba una etapa histórica, un período caracterizado por los innobles ataques contra la Sangre Pura y el Espíritu Eterno: la conspiración de los Demonios se consumía en esas cuatro hogueras, en la Isla de los Judíos, en la Ciudad de París, el 23 de Marzo de 1314.

        El triunfo de la Estrategia Hiperbórea estaba asegurado; los planes de la Fraternidad Blanca para instaurar la Sinarquía Universal, imposibilitados de realizarse durante siete siglos; y la venida a España de Quiblón, se retrasaría 180 años.

       

 

 

 

Cuadragesimotercer Día

 

 

 

Síntesis General de la Sabiduría Hiperbórea:

  La posibilidad de instaurar la Sinarquía Universal en la Edad Media se había esfumado en las Hogueras de la Inquisición. El Enemigo tardaría setecientos años antes de acertar, en la Epoca actual, con otra posibilidad semejante. Aquí sería, pues, el momento de abandonar el tema de la Sinarquía Medieval y continuar con la historia de la Casa de Tharsis que, como adelanté reiteradas veces, se trasladaría en parte a América y fundaría el linaje del cual desciendo. Sin embargo, Estimado y atento Dr. Siegnagel, es mi deseo que consiga Ud. comprender con la mayor profundidad posible la Sabiduría Hiperbórea, porque ella es la causa verdadera del drama de la Casa de Tharsis. Sé que en muchas partes la narración de la historia de la Casa de Tharsis ha quedado oscurecida por la ausencia de detalles, por lo desconocida que resulta al profano la Sabiduría Hiperbórea. Por eso, antes de continuar con el relato, me tomaré unos Días para exponer una “Síntesis General” de lo ya visto sobre la Sabiduría Hiperbórea: fundamentalmente, procuraré aclarar las principales ideas mencionadas o referidas hasta ahora. Creo que la mejor manera de lograr este objetivo será describir cuatro conceptos de la Sabiduría Hiperbórea y definirlos mediante un lenguaje accesible para Ud. Tales conceptos son: “La Cultura es un arma estratégica enemiga”, “El Yo, en el Hombre Creado, es un producto del Espíritu Increado”, “La Alegoría del Yo prisionero”, y “La Estrategia Odal de los Dioses Liberadores”. Mientras dure la exposición de estos temas subtitularé los Días: “Síntesis General de la Sabiduría Hiperbórea”.

        Desde luego, que tal síntesis causará la natural interrupción del relato sobre la historia de la Casa de Tharsis. Es por eso que, si está muy interesado en continuar con la narración básica, le sugiero saltearse al día 49. En ese día prosigue la historia y su expectativa quedará satisfecha, pero le advierto que es indispensable que al final lea los días pasados por alto, para completar su conocimiento general de la Sabiduría Hiperbórea.

 

        En la carta que escribí el Tercer Día, expliqué que “el principio para establecer la filiación de un pueblo aliado de los Atlantes consiste en la oposición entre el Culto y la Sabiduría: el sostenimiento de un Culto a las Potencias de la Materia, a Dioses que se sitúan por arriba del hombre y aprueban su miserable existencia terrenal, a Dioses Creadores o Determinadores del Destino del hombre, coloca automáticamente a sus cultores en el marco del Pacto Cultural, estén o no los Sacerdotes a la vista”. El primer concepto es fácil de comprender como consecuencia de esta definición. Para el Enemigo del Pacto de Sangre, es decir, los miembros del Pacto Cultural, “la Cultura es un arma estratégica”. A lo largo de toda mi carta, ya mostré sobradamente esa verdad en los múltiples ejemplos en los que se vio a los miembros del Pacto Cultural ir dominando las sociedades humanas mediante el control de las principales variables sociales. Sin embargo, la Sabiduría Hiperbórea afirma que el objetivo enemigo es más sutil y que su Estrategia apunta a controlar el Espíritu del Hombre, en el hombre, vale decir, se propone controlar su Yo.

        Cuando se realiza la crítica de la moderna cultura urbana del “Occidente cristiano” suelen detallarse los “males” que ésta provoca en algunos individuos: la alienación; la deshumanización; la esclavitud al consumo; la neurosis depresiva y su reacción: la dependencia a diversos vicios, desde la narcosis hasta la perversión del sexo; la competencia despiadada, motivada por oscuros sentimientos de codicia y ambición de poder; etc. La lista es interminable, pero todos los cargos omiten, deliberadamente, lo esencial, haciendo hincapié, en males “externos” al Alma del hombre, originados en “imperfecciones de la sociedad”. Como complemento de esta fa-lacia se argumenta que la solución, el remedio para todos los males, es “el perfeccionamiento de la sociedad”, su “evolución” hacia formas de organización más justas, más humanas, etc. La omisión radica en que el mal, el único mal, no es externo al hombre, no proviene del mundo sino que radica en su interior, en la estructura de una mente condicionada por la preeminencia de las premisas culturales que sustentan el raciocinio y que le deforman su visión de la realidad. La sociedad actual, por otra parte, ha logrado judaizar de tal modo al hombre corriente que le ha transformado –milagro que no puede ni soñar la biología-genética– a su vez en un miserable judío, ávido de lucro, contento de aplicar el interés compuesto y feliz de habitar un Mundo que glorifica la usura. Ni qué decir que esta sociedad, con sus millones de judíos biológicos y psicológicos, es para la Sabiduría Hiperbórea sólo una mala pesadilla, la cual será definitivamente barrida al fin del Kaly Yuga por el Wildes Heer.

        En las tradiciones germánicas se denomina Wildes Heer al “Ejército Furioso” de Wothan. De acuerdo a la Sabiduría Hiperbórea, el Ejército de Navután se hará presente durante la Batalla Final, junto al Gran Jefe de la Raza Blanca.

 

        Es conveniente resumir, ahora, varios conceptos complementarios de la Sabiduría Hiperbórea, algunos de ellos ya explicados. Para la Sabiduría Hiperbórea, el animal-hombre, creado por El Uno, es un ser compuesto de cuerpo físico y Alma. Como producto de una Traición Original, perpetrada por los Dioses Traidores, el Espíritu Increado, perteneciente a una Raza extracósmica, ha quedado encadenado a la Materia y extraviado sobre su verdadero Origen. El encadenamiento espiritual al animal hombre causa la aparición histórica del Yo, un principio de Voluntad inteligente: carente de Espíritu eterno, el animal hombre sólo poseía un sujeto anímico que le permitía adquirir cierta conciencia y efectuar primitivos actos psicológicos mecánicos, debido al contenido puramente arquetípico de tales actos mentales. Pero de pronto en la Historia, por causa de la Traición Original, aparece el Yo en medio del sujeto anímico, sumido en él. Así, el Yo, expresión del Espíritu, surge hundido en la entraña del Alma sin disponer de ninguna posibilidad de orientarse hacia el Origen, puesto que él ignora que se encuentra en tal situación, que hay un regreso posible hacia la Patria del Espíritu: el Yo está normalmente extraviado sin saber que lo está; y busca el Origen sin saber qué busca. Los Dioses Traidores lo encadenaron al Alma del animal hombre para que la fuerza volitiva de su búsqueda inútil sea aprovechada por el Alma para evolucionar hacia la Perfección Final. Sumido en el sujeto anímico, el Yo es incapaz de adquirir el control del microcosmos, salvo que pase por la Iniciación Hiperbórea, la que produce el efecto de aislar al Yo, del Alma, por medio de las Vrunas Increadas, reveladas al hombre por Navután. Por eso la Sabiduría Hiperbórea distingue entre dos clases de Yo: el Yo despierto, propio del Iniciado Hiperbóreo u Hombre de Piedra; y el Yo dormido, característico del hombre dormido u hombre “normal”, común y corriente, de nuestro días.

        Refiriéndose al hombre normal, se puede decir que el sujeto anímico, con su Yo perdido incorporado, se enseñorea de la esfera psíquica, a la que puede considerarse, grosso modo, como compuesta de dos regiones claramente diferenciables y distinguibles: la esfera de sombra y la esfera de luz; ambas regiones están separadas por una barrera llamada umbral de conciencia. La esfera de sombra guarda estrecha relación conceptual con la región de la psique denominada Inconsciente que define la Psicología Analítica del Dr. C. G. Jung. La esfera de luz, es básicamente, la esfera de conciencia, donde discurre la actividad del sujeto anímico consciente durante la vigilia. El Yo, que es esencialmente una fuerza volitiva, nada tiene que ver con la naturaleza temporal del sujeto anímico, pese a lo cual permanece sumido en éste, confundido en su historia, artificialmente temporalizado, en una palabra, dormido. Por eso la Sabiduría Hiperbórea distingue clara-mente entre dos formas del Yo: el Yo perdido y el Yo despierto. El Yo perdido es característico del hombre dormido, del hombre extraviado en el Laberinto de Ilusión del Gran Engaño: el hombre dormido es aquel animal hombre en cuya Alma está encadenado, sin saberlo, un Espíritu Increado.

        El Yo despierto, es propio del hombre despierto, es decir, del animal hombre cuyo Espíritu encadenado ha descubierto el Engaño y procura encontrar el camino hacia el Origen, la salida del Laberinto. El hombre despierto, el Iniciado Hiperbóreo es aquél capaz de actuar según el “modo de vida estratégico” que exige el Pacto de Sangre. Es decir, aquél capaz de aplicar los principios estratégicos de la Ocupación, del Cerco, y de la Muralla Estratégica. Con respecto al segundo principio, en lo que toca a la Función Regia, dije el Día Decimosexto: Felipe IV deberá “aplicar el principio del cerco en el espacio real ocupado”. Según esto, parecería que el principio del Cerco radicase exclusivamente en el hombre despierto, quien debería “aplicar” o “proyectar” tal principio en el área ocupada; empero, de acuerdo al principio hermético: “El microcosmos refleja al macrocosmos”, principio que, tal como se vio en la exposición de Bera y Birsa, es también cabalístico: Adam Harishón es el reflejo de Adam Kadmón; ¿quiere decir esto que el principio del Cerco ha de estar también presente en el macrocosmos, por ejemplo como una ley de la naturaleza? Si ocurriese así, tal vez se podría, al menos en teoría, detectar en algún fenómeno característico una cierta función cerco, que nos revelase por otra vía, esta vez externa, el principio estratégico mencionado. Aunque puedo adelantar que el resultado será negativo, es conveniente examinar tal posibilidad de búsqueda externa pues su análisis permitirá comprender diversos aspectos gnoseológicos y culturales que afectan al hombre.

 

        Si aceptamos el principio hermético de equivalencia entre macrocosmos y microcosmos nos resultará evidente que todas las leyes del macrocosmos se reflejan en leyes análogas del microcosmos. Pero tal correspondencia dista de ser un mero reflejo pasivo entre estructuras. El hombre, al descubrir y formular leyes, desequilibra esa relación y asume un papel destacado. Como consecuencia de esa actitud dominante aparece ahora, separando al Yo del macrocosmos, un modelo cultural elaborado por un sujeto cultural en base a principios y conceptos de una estructura cultural. En la Sabiduría Hiperbórea, Dr. Siegnagel, se definen y estudian estos tres elementos; sintéticamente, le diré  que el “sujeto cultural” es sólo el sujeto anímico al actuar dinámicamente sobre una “estructura cultural” constituida en la “esfera de sombra” de la psique; asimismo, cuando el sujeto anímico actúa en la “esfera racional”, se lo demonina “sujeto racional”; y si se manifiesta en la “esfera de conciencia”, “sujeto consciente”; pero siempre, el Yo se encuentra sumido en el sujeto anímico o Alma, sea racional, cultural o consciente su campo de acción.

        Así, es el “modelo cultural” el principal responsable de la visión deformada que el hombre tiene de sí mismo y del mundo, dado que se interpone entre el macrocosmos y el microcosmos. El modelo cultural es un contenido de la estructura cultural de carácter colectivo o sociocultural; por lo tanto, consiste en un conjunto sistemático de conceptos, propuestos por el sujeto cultural y traducido a uno o dos lenguajes habituales, por ejemplo, matemático y lingüístico. En resumen, el modelo cultural se compone, normalmente, de principios matemáticos y premisas culturales. El Yo del hombre cuando se encuentra confundido con el sujeto consciente, acepta solidariamente como representaciones de los entes externos, como su verdad, los objetos culturales que proceden del modelo cultural intermediario, objetos culturales cuyo significado ha sido propuesto por el sujeto cultural como premisa en lenguaje habitual.

        Examinemos ahora qué entiende el hombre por “ley de la naturaleza”. Sin entrar en complicaciones se puede afirmar que una ley de la naturaleza es la cuantificación matemática de una relación significativa entre aspectos o magnitudes de un fenómeno. Aclaramos esta definición. Dado un fenómeno es posible que por la observación y por la experimentación empírica se llegue a diferenciar ciertos “aspectos” del mismo. Si de entre los varios aspectos que se destacan, algunos de ellos resultan como “relacionados significativamente entre sí”, y si esa relación posee probabilidad estadística, es decir, se repite un número grande de veces o es permanente, entonces puede enunciarse una “ley de la naturaleza”. Para ello hace falta que los “aspectos” del fenómeno puedan reducirse a magnitudes de tal modo que la “relación significativa” se reduzca a “relación entre magnitudes” o sea, a función matemática. Las “Leyes” de la física se han deducido de manera semejante.

        El concepto de “ley de la naturaleza” que he expuesto es moderno y apunta a “controlar” el fenómeno antes que a explicarlo, siguiendo la tendencia actual que subordina lo científico a lo tecnológico. Se tienen así fenómenos “regidos” por leyes eminentes a las que no sólo se aceptan como determinantes sino que se las incorpora indisolublemente al propio fenómeno, olvidando, o simplemente ignorando, que se trata de cuantificaciones racionales. Es lo que pasa, por ejemplo, cuando se advierte el fenómeno de un objeto que cae y se afirma que tal cosa ha ocurrido por que “actuó la ley de gravedad”. Aquí la “ley de gravedad” es eminente, y aunque “se sabe que existen otras leyes” las que “intervienen también pero con menor intensidad”, se cree ciegamente que el objeto en su caída obedece a la ley de Newton y que esta “ley de la naturaleza” ha sido la causa de su desplazamiento. Sin embargo el hecho concreto es que el fenómeno no obedece a ley eminente alguna. El fenómeno simplemente ocurre y nada hay en él que apunte intencionalmente hacia una ley de la naturaleza, y menos aún una ley eminente. El fenómeno es parte inseparable de una totalidad que se llama “la realidad”, o “el mundo”, y que incluye, en ese carácter, a todos los fenómenos, los que ya han ocurrido y los que habrán de ocurrir. Por eso en la realidad los fenómenos simplemente ocurren, sucediendo, quizá, a algunos que ya han ocurrido, o simultáneamente con otros semejantes a él. El fenómeno es sólo una parte de esa “realidad fenoménica” que jamás pierde su carácter de totalidad: de una realidad que no se expresa en términos de causa y efecto para sostener el fenómeno; en fin, de una realidad en la cual el fenómeno acontece independientemente de que su ocurrencia sea o no significativa para un observador y cumpla o no con leyes eminentes.

             

        Antes de abordar el problema de la “preeminencia de las premisas culturales” en la evaluación racional de un fenómeno, conviene despojar a éste de cualquier posibilidad que lo aparte de la pura determinación mecánica o evolutiva, según el “orden natural”. Para ello estableceré, luego de un breve análisis, la diferencia entre fenómeno de “primer” o de “segundo” grado de determinación, aclaración indispensable dado que las leyes eminentes, corresponden siempre a fenómenos de primer grado.

 

        Para el gnóstico “el mundo” que nos rodea no es más que la ordenación de la materia efectuada por el Dios Creador, El Uno, en un principio, y a la cual percibimos en su actualidad temporal. La Sabiduría Hiperbórea, madre del pensamiento gnóstico va más lejos al afirmar que el espacio, y todo cuanto él contenga, se halla constituido por asociaciones múltiples de un único elemento denominado “quantum arquetípico de energía”, el cual constituye un término físico de la mónada arquetípica, es decir, de la unidad formativa absoluta del plano arquetípico.

        Estos quantum, que son verdaderos átomos arquetípicos, no conformadores o estructuradores de formas, poseen, cada uno, un punto indiscernible mediante el cual se realiza la difusión panteísta del Creador. Es decir que, merced a un sistema puntual de contacto polidimensional, se hace efectiva la presencia del Demiurgo en toda porción ponderable de materia, cualquiera que sea su calidad. Esta penetración universal, al ser comprobada por personas en distinto grado de confusión, ha llevado a la errónea creencia de que “la materia” es la propia substancia de El Uno. Tal las concepciones vulgares de los sistemas panteístas o de aquellos que aluden a un “Espíritu del Mundo” o “Anima Mundi”, etc. En realidad la materia ha sido “ordenada” por el Creador e “impulsada” hacia un desenvolvimiento legal en el tiempo de cuya fuerza evolutiva no escapa ni la más mínima partícula (y de la cual participa, por supuesto, el “cuerpo humano”).

        He hecho esta exposición sintética de la “Física Hiperbórea” porque es necesario distinguir dos grados de determinismo. El mundo, tal cual lo describí recién, se desenvuelve, mecánicamente, orientado hacia una finalidad; éste es el primer grado del determinismo. Con otras palabras: existe un Plan a cuyas pautas se ajusta, y a cuyos designios tiende, el “orden” del mundo; la materia librada a la mecánica de dicho “orden” se halla determinada en primer grado. Pero, como dicho plan, se halla sostenido por la Voluntad del Creador, y Su Presencia es efectiva en cada porción de materia, según vimos, podría ocurrir que El, anormalmente, influyese de otra manera sobre alguna porción de realidad, ya sea para modificar teleológicamente su Plan o para expresar semióticamente su intención, o por motivos estratégicos; en ese caso estamos ante el segundo grado del determinismo.

        Por “motivos estratégicos” se entiende lo siguiente: cuando el hombre despierto emprende el Regreso al Origen en el marco de una Estrategia Hiperbórea emplea técnicas secretas que permiten oponerse efectivamente al Plan. En estas circunstancias el Creador, anormalmente, interviene con todo Su Poder para castigar al intrépido.

 

        Podemos ahora distinguir entre un fenómeno de primer grado y un fenómeno de segundo grado, atendiendo al grado de determinación que involucra su manifestación. Debe comprenderse bien que en esta distinción el acento se pone sobre las diferentes maneras con que el Demiurgo puede actuar sobre un mismo fenómeno. Por ejemplo, en el fenómeno de una maceta cayendo desde un balcón a la vereda, no podemos ver otra cosa que una determinación de primer grado; decimos: “actuó la ley de gravedad”. Pero, si dicha maceta cayó sobre la cabeza del hombre despierto, podemos suponer una segunda determinación o, con rigor, una “segunda intención”; decimos: “actuó la Voluntad del Creador”.

        Al primer y segundo grado de determinación de un fenómeno se lo denomina también, desde otro punto de vista, Primera y Segunda intención del Creador.

        En general, todo fenómeno es susceptible de manifestarse en primer y segundo grado de determinación. Atendiendo a esta posibilidad convendremos lo siguiente: cuando no se indique lo contrario, por “fenómeno”, se entenderá aquél cuya determinación es puramente mecánica, es decir, de primer grado; en caso contrario se aclarará, “de segundo grado” .

        Sólo falta, ahora que distinguimos entre “los dos grados del fenómeno”, aclarar la afirmación que hice al comienzo de este análisis de que toda ley de la naturaleza, inclusive aquellas eminentes, describen el comportamiento causal de fenómenos de primer grado de determinación. Es fácil comprender y aceptar esto ya que cuando en un fenómeno interviene una determinación de segundo grado, el sentido natural del encadenamiento mecánico ha sido enajenado temporalmente en favor de una Voluntad irresistible. En ese caso el fenómeno ya no será “natural” aunque aparente serlo, sino que estará dotado de una intencionalidad superpuesta de neto carácter maligno para el hombre.

        Por otra parte, el fenómeno de primer grado, se manifiesta siempre completo en su funcionalidad, la cual es expresión directa de su esencia, y a la que siempre será posible reducir matemáticamente a un número infinito de “leyes de la naturaleza”. Cuando el fenómeno de primer grado es apreciado especialmente por una ley de la naturaleza, la cual es eminente para uno pues destaca cierto aspecto interesante, es evidente que no se está tratando con el fenómeno completo sino con dicho “aspecto” del mismo. En tal caso debe aceptarse el triste hecho de que del fenómeno sólo será percibida una Ilusión. Mutilado sensorialmente, deformado gnoseológicamente, enmascarado epistemológicamente, no debe extrañar que los indoarios calificaran de maya, Ilusión, a la percepción corriente de un fenómeno de primer grado.

 

        Plantearé ahora un interrogante, cuya respuesta permitirá encarar el problema de la “preeminencia de las premisas culturales”, basado en las últimas conclusiones: “si todo fenómeno de primer grado aparece necesaria-mente completo (por ejemplo: a las 6 A.M. ‘sale el sol’)”, ¿cuál es el motivo específico de que su aprehensión por intermedio del “modelo científico o cultural” impide tratar con el fenómeno en su integridad, y circunscribe en torno de aspectos parciales del mismo? (por ejemplo cuando decimos: “la rotación terrestre es la causa que ha producido el efecto de que a las 6 A.M. el sol se haya hecho visible en el horizonte Este”). En este último ejemplo es evidente que al explicar el fenómeno por una “ley eminente” no se hace más que referir a ciertos aspectos parciales (la “rotación terrestre”) dejando de lado –no viéndolo– al fenómeno mismo (“el Sol”). La respuesta a la pregunta planteada lleva a tocar un principio fundamental de la teoría epistemológica estructural: la relación que se advierte entre aspectos de un fenómeno, cuantificable matemáticamente como “ley de la naturaleza”, se origina en la preeminencia de premisas culturales a partir de las cuales la razón modifica la percepción del fenómeno en sí.

        Demás está decir que esto ocurre por el efecto “enmascaramiento” que la razón causa en toda imagen reflexionada por el sujeto consciente: la razón “responde a la interrogación”, es decir, a las flexiones del sujeto consciente, en el cual se halla sumido el Yo perdido. Como si se tratase de una fantasía, la razón interpreta y conforma un esquema racional de la re-presentación del ente fenoménico, esquema cuya imagen se superpone a la representación y la enmascara, dotándola del significado proposicional que determinan las premisas culturales preeminentes.

 

        Cuando se efectúa una observación “científica” de un fenómeno las funciones racionales se tornan preeminentes a cualquier percepción, “destacando” con eminencia aquellos aspectos interesantes o útiles y “desluciendo” el resto (del fenómeno). De este modo la razón opera como si enmascarara al fenómeno, previamente arrancado de la totalidad de lo real, y presentara de él una apariencia “razonable” y siempre comprensible en el ámbito de la cultura humana. Por supuesto que a nadie le importa que los fenómenos queden, a partir de allí, ocultos tras su apariencia razonable; no si es posible servirse de ellos, controlarlos, aprovechar su energía y dirigir sus fuerzas. Al fin y al cabo una civilización científicotecnológica se edifica sobre los fenómenos y aún contra ellos; ¿qué importa si una visión racional del mundo recorta los fenómenos percibidos y nos enfrenta con una realidad cultural, tanto más artificial cuanto más ciegos estemos? ¿qué importa, repito, cuando tal ceguera gnoseológica es el precio que se debe pagar para disfrutar de las infinitas variantes que, en términos de goce y confort, ofrece la civilización científica? ¿Acaso acecha algún peligro que no podemos conjurar técnicamente, nosotros que hemos eliminado muchas y antiguas enfermedades, que hemos prolongado la vida humana y creado un hábitat urbano con un lujo nunca visto?

        El peligro existe, es real, y amenaza a todos aquellos miembros de la humanidad que poseen ancestros hiperbóreos; la Sabiduría Hiperbórea lo denomina fagocitación psíquica. Es un peligro de género psíquico y de orden trascendente que consiste en la aniquilación metafísica de la conciencia, posibilidad que puede concretarse en este o en otro Mundo, y en cualquier tiempo. La destrucción de la conciencia sucede por fagocitación satánica, es decir, por asimilación del sujeto anímico a la substancia de Jehová Satanás. Cuando tal catástrofe ocurre se pierde completamente toda posibilidad de trasmutación y regreso al Origen.

        Sin embargo, conviene repetir que es la confusión el principal impedimento para la trasmutación del hombre dormido en Hombre de Piedra. Y, a la confusión permanente, contribuye la ceguera gnoseológica que mencionaba antes, producto de la moderna mentalidad racionalista. Se vive según las pautas de la “Cultura” occidental, la cual es materialista, racionalista, cientificotecnológica y amoral; el pensamiento parte de premisas culturales preeminentes y condiciona la visión del mundo tornándola pura apariencia, sin que se note o se tenga idea de ello. La Cultura, entonces, mantiene en la confusión e impide orientarse y marchar hacia el centro de la reintegración psíquica, trasmutando al hombre dormido en Hombre de Piedra. ¿Es por casualidad que tal cosa sucede? Lo he dicho muchas veces: la Cultura es un arma estratégica, hábilmente empleada por quienes desean la perdición de la Herencia Hiperbórea.

        Se comprueba, así, que el “modelo cultural intermediario”, entre el Yo y el macrocosmos, dificulta enormemente la posibilidad de encontrar el principio del cerco en el mundo, como ley de la naturaleza.

 

       

 

 

Cuadragesimocuarto Día

 

 

 

Síntesis General de la Sabiduría Hiperbórea:

  Los conceptos complementarios precedentes, han puesto de manifiesto el hecho de que una “ley de la naturaleza” se origina en ciertas relaciones que el juicio racional establece entre aspectos significativos. Mi propósito es dejar en claro que aunque dichos aspectos pertenecen verdaderamente al fenómeno, la relación que dio lugar a la ley eminente ha sido creada por la razón y de ningún modo puede atribuirse al fenómeno mismo. La razón, apoyada en premisas culturales preeminentes, utiliza al mundo como modelo proyectivo o de representación de modo tal que un fenómeno cualquiera exprese correspondencia con una concepción intelectual equivalente. De este modo el hombre se sirve de conceptos racionales del fenómeno que guardan una débil vinculación con el fenómeno en sí, con su verdad.

        Al efectuar razonamientos y análisis sobre la base de tales conceptos se suma el error y el resultado no puede ser otro que la paulatina inmersión en la irrealidad y la confusión. Este efecto es buscado por el Enemigo, lo he dicho. Se verá luego cuál es el modo de evitarlo que enseña la Sabiduría Hiperbórea.

        Al mencionar, anteriormente, el principio hermético dije que todas las leyes del macrocosmos se reflejan en leyes equivalentes del microcosmos. Pero “las leyes de la naturaleza” del macrocosmos no son sino representaciones de un modelo matemático originado en la mente humana, es decir, en el microcosmos, según he analizado. En el proceso que da lugar a la “idea científica” de un fenómeno concurren elementos de dos fuentes principales: los “principios matemáticos” y las “premisas culturales preeminentes”. Los “principios matemáticos” son arquetípicos, provienen de estructuras psicológicas hereditarias: cuando “aprendemos matemática”, por ejemplo, sólo actualizamos conscientemente un número finito de sistemas formales que pertenecen al ámbito de la Cultura, pero los “principios matemáticos” no son en verdad “aprendidos” sino “descubiertos” pues constituyen matrices básicas de la estructura del cerebro. Las “premisas culturales preeminentes” surgen de la totalidad de los elementos culturales, aprendidos a lo largo de la vida, que obran como contenido de los sistemas de la estructura cultural y a los cuales acude el sujeto cultural para formular los juicios.

        La distinción que he hecho entre “principios matemáticos” y “premisas culturales preeminentes”, como dos fuentes principales que intervienen en el acto mental de formular una “ley de la naturaleza”, va a permitir exponer una de las tácticas más efectivas que emplea el Creador para mantener a los hombres en la confusión y el modo cómo los Dioses Leales la contrarrestan, induciendo carismáticamente a estos a descubrir y aplicar la “ley del cerco”. Por eso he insistido tanto en el análisis: porque nos hallamos ante uno de los principios más importantes de la Sabiduría Hiperbórea y, también, uno de los secretos mejor guardados por el Enemigo.

        Cuando se conoce el principio que dice “para la Sinarquía, la Cultura es un arma estratégica” suele pensarse que el mismo se refiere a la “Cultura” como algo “externo”, propio de la conducta del hombre en la sociedad y de la influencia que ésta ejerce sobre él. Este error proviene de una incorrecta comprensión de la Sinarquía, a la cual se supone sea una mera “organización política”, y del papel que ella juega en el Plan del Demiurgo terrestre Jehová Satanás. La verdad es que el hombre procura orientarse hacia el Origen y no lo consigue por el estado de confusión en que se halla; a mantenerlo en ese estado contribuye la Cultura como arma estratégica enemiga; pero si este ataque proviniera solamente de lo exterior, es decir, de la sociedad, bastaría con alejarse de ella, con hacerse ermitaño, para neutralizar sus efectos. Sin embargo está suficientemente comprobado que la soledad no basta para evitar la confusión y que, por el contrario, ésta suele aumentar en el retiro más hermético, siendo muy problable que por ese camino se pierda la razón mucho antes de encontrar el Origen. Son los elementos culturales interiores los que confunden, desvían, y acompañan al hombre en todo momento. Es por eso que el Yo despierto debe liberarse previamente del obstáculo que imponen los elementos culturales si pretende salvar la distancia que lo separa del Origen.

        Un Yo despojado de toda moral, de todo dogma, indiferente a los engaños del mundo pero abierto a la memoria de sangre, podrá marchar gallardamente hacia el Origen y no habrá fuerza en el universo capaz de detenerlo.

        Es una bella imagen la del hombre que avanza intrépidamente, envuelto en el furor guerrero, sin que los Demonios consigan detenerlo. Siempre la presentaremos; pero, se preguntará: ¿cómo es posible adquirir tal grado de pureza? Porque el estado normal del hombre, en esta etapa del Kaly Yuga, es la confusión. Explicaré ahora, en respuesta a tan sensata pregunta, la táctica de los Dioses Leales para orientar a los hombres espirituales y neutralizar el efecto de la Cultura sinárquica.

        En el hombre dormido el Yo se halla sujeto a la razón. Ella es el timón que guía el rumbo de sus pensamientos del que por nada del mundo se apartaría; fuera de la razón están el miedo y la locura. Pero la razón opera a partir de elementos culturales; ya se vio de qué manera las “premisas culturales preeminentes” participan en la formulación de una “ley de la naturaleza”. De modo que el yugo que el Enemigo ha ceñido en torno al Yo es formidable. Se podría decir, en sentido figurado, que el Yo se encuentra prisionero de la razón y sus aliados, las premisas culturales; y todos comprenderían el sentido de esta figura. Ello se debe a que existe una clara correspondencia analógica entre el Yo, en el hombre dormido, y el concepto de “cautiverio”. Por esta razón desarrollaré a continuación una alegoría, en la cual se hará evidente la correspondencia apuntada, lo que permitirá luego, comprender la estrategia secreta que los Dioses Leales practican para contrarrestar el arma cultural de la Sinarquía.

 

        Comenzaré a presentar la alegoría fijando la atención en un hombre, a quien han tomado prisionero y condenado, de manera inapelable, a reclusión perpetua. El desconoce esta sentencia, así como cualquier información posterior a su captura procedente del mundo exterior, pues se ha decidido mantenerlo indefinidamente incomunicado. Para ello ha sido encerrado en una torre inaccesible la cual se halla rodeada de murallas, abismos y fosos, y donde resulta aparentemente imposible todo intento de fuga. Una guarnición de soldados enemigos, a los cuales no es posible dirigirse sin recibir algún castigo, se encargan de vigilar permanentemente la torre; son despiadados y crueles, pero terriblemente eficientes y leales: ni pensar en comprarlos o engañarlos. En estas condiciones no parecen existir muchas esperanzas de que el prisionero recobre alguna vez la libertad. Y, sin embargo, la situación real es muy otra. Si bien hacia afuera de la Torre la salida está cortada por murallas, fosos y soldados, desde adentro es posible salir directamente al exterior, sin tropezar con ningún obstáculo. ¿Cómo? Por medio de una salida secreta cuyo acceso se encuentra hábilmente disimulado en el piso de la celda. Naturalmente, el prisionero ignora la existencia de este pasadizo como tampoco lo conocen sus carceleros.

        Supongamos ahora que, sea porque se le ha convencido de que es imposible escapar, sea porque desconoce su calidad de cautivo, o por cualquier otro motivo, el prisionero no muestra predisposición para la fuga: no manifiesta ni valor ni arrojo y, por supuesto, no busca la salida secreta; simplemente se ha resignado a su precaria situación. Indudablemente es su propia actitud negativa el peor enemigo ya que, de mantener vivo el deseo de escapar, o aún, si experimentase la nostalgia por la libertad perdida, se revolvería en su celda donde existe, al menos, una posibilidad en un millón de dar con la salida secreta por casualidad. Pero no es así y el prisionero, en su confusión, ha adoptado una conducta apacible que, a medida que transcurren los meses y los años, se torna cada vez más pusilánime e idiota.

        Habiéndose entregado a su suerte, sólo cabría esperar para el cautivo una ayuda exterior, la cual sólo puede consistir en la revelación de la salida secreta. Pero no es tan simple de exponer el problema ya que el prisionero no lo desea o no sabe que puede huir, según he dicho. Se deben, pues, cumplir dos cosas: 1ro lograr que asuma su condición de prisionero, de persona a quien han quitado la libertad, y, en lo posible, que recuerde los días dorados cuando no existían celdas ni cadenas. Es necesario que tome conciencia de su miserable situación y desee ardientemente salir, previamente a: 2do revelarle la existencia de la única posibilidad de huir. Porque bastaría, ahora que el prisionero desea huir, sólo con que sepa de la existencia de la salida secreta; a ésta la buscará y hallará por sí mismo.

        Planteado así, el problema parece muy difícil de resolver: es necesario despabilarlo, despertarlo de su letargo, orientarlo, y luego revelarle el secreto. Por eso es hora ya de preguntarse: ¿hay alguien dispuesto a ayudar al miserable prisionero? Y si lo hubiese ¿cómo se las arreglaría para cumplir las dos condiciones del problema?

        Debo declarar que, afortunadamente, hay otras personas que aman y procuran ayudar al prisionero. Son aquellos que participan de su etnia y habitan un país muy, pero muy, lejano, el cual se encuentra en guerra con la Nación que lo aprisionó. Pero no pueden intentar ninguna acción militar para liberarlo debido a las represalias que el Enemigo podría tomar sobre los incontables cautivos que, además del de la torre, mantienen en sus terribles prisiones. Se trata pues de dirigir la ayuda de la manera prevista: despertarlo, orientarlo y revelarle el secreto.

        Para ello es preciso llegar hasta él, pero ¿cómo hacerlo si ha sido encerrado en el corazón de una ciudadela fortificada, saturada de enemigos en permanente alerta? Hay que descartar la posibilidad de infiltrar un espía debido a las diferencias étnicas insuperables: un alemán no podría infiltrarse como espía en el ejército chino del mismo modo que un chino no podría espiar en el cuartel de las SS. Sin poder entrar en la prisión y sin posibilidad de comprar o engañar a los guardianes sólo queda el recurso de hacer llegar un mensaje al prisionero.

        Sin embargo enviar un mensaje parece ser tan difícil como introducir un espía. En efecto; en el improbable caso de que una gestión diplomática con-siguiese la autorización para presentar el mensaje y la promesa de que éste sería entregado al prisionero, ello no serviría de nada porque el solo hecho de que tenga que atravesar siete niveles de seguridad, en donde sería censurado y mutilado, torna completamente inútil a esta posibilidad. Además, por tal vía legal (previa autorización), se impondría la condición de que el mensaje fuese escrito en un lenguaje claro y accesible al Enemigo, quien luego censuraría parte de su contenido y traspondría los términos para evitar un posible segundo mensaje cifrado. Y no nos olvidemos que el secreto de la salida oculta tanto interesa que lo conozca el prisionero, como que lo ignore el Enemigo. Y lo primero: ¿qué decir en un mero mensaje para lograr que el prisionero despierte, se oriente, comprenda que debe escapar? Por mucho que lo pensemos se hará evidente al final que el mensaje debe ser clandestino y que el mismo no puede ser escrito. Tampoco puede ser óptico debido a que el pequeño ventanuco de su celda permite observar solamente uno de los patios interiores, hasta donde no suelen llegar señales desde el exterior de la prisión.

 

        En las condiciones que he expuesto, no resulta evidente, sin duda, de qué manera pueden sus Kameraden dar solución al problema y ayudar al prisionero a escapar. Tal vez se haga la luz si se tiene presente que, pese a todas las precauciones tomadas por el Enemigo para mantener al cautivo desconectado del mundo exterior, no lograron aislarlo acústicamente. (Para ello hubiesen debido tenerlo, como a Kaspar Hauser, en una celda a prueba de sonidos).

        Mostraré ahora, como epílogo, el modo elegido por los Kameraden para brindar efectiva ayuda; una ayuda tal que 1ro: despierte y 2do: revele el secreto, al prisionero, orientándolo hacia la libertad.

 

        Al decidirse por una vía acústica para hacer llegar el mensaje los Kameraden comprendieron que contaban con una gran ventaja: el Enemigo ignora la lengua original del prisionero. Es posible entonces transmitir el mensaje simplemente, sin doble sentido, aprovechando que el mismo no será comprendido por el Enemigo. Con esta convicción los Kameraden hicieron lo siguiente: varios de ellos treparon a una montaña cercana y, munidos de una enorme caracola, la cual permite amplificar muchísimo el sonido de la voz, comenzaron a emitir el mensaje. Lo hicieron ininterrumpidamente, durante años, pues se habían juramentado a no abandonar el intento mientras el prisionero no estuviese nuevamente libre. Y el mensaje descendió de la montaña, cruzó los campos y los ríos, atravesó las murallas e invadió hasta el último rincón de la prisión. Los enemigos al principio se sorprendieron, pero, como ese lenguaje para ellos no significaba nada, tomaron el musical sonido por el canto de algún ave fabulosa y lejana, y al final acabaron por acostumbrarse a él y le olvidaron. Pero, ¿qué decía el mensaje?

        Constaba de dos partes. Primero los Kameraden cantaban una canción infantil. Era una canción que el prisionero había oído muchas veces durante su niñez, allá, en la patria dorada, cuando estaban aún lejanos los días negros de la guerra y el cautiverio perpetuo sólo podía ser una pesadilla imposible de soñar. ¡Oh, qué dulces recuerdos evocaba aquella melodía! ¿qué Espíritu, por más dormido que estuviese, no despertaría, sintiéndose eternamente joven, al oír nuevamente las canciones primordiales, aquellas que escuchara embelesado en los días felices de la infancia, y que, sin saber cómo, se transformaron en un sueño antiguo y misterioso? Sí; el prisionero, por muy dormido que estuviese su Espíritu, por más que el olvido hubiese cerrado sus sentidos, ¡acabaría por despertar y recordar! Sentiría la nostalgia de la patria lejana, comprobaría su situación humillante, y comprendería que sólo quien cuente con un valor infinito, con una intrepidez sin límites, podría realizar la hazaña de la fuga.

        Si tal fuera el sentir del prisionero, entonces la segunda parte del mensaje le dará la clave para hallar la salida secreta.

        Observe que he dicho la clave y no la salida secreta. Porque sucede que mediante la clave el prisionero deberá buscar la salida secreta, tarea que no ha de ser tan difícil considerando las reducidas dimensiones de la celda. Pero, luego que la encuentre, habrá de completar su hazaña descendiendo hasta profundidades increíbles, atravesando corredores sumidos en tinieblas impenetrables y subiendo, finalmente, a cumbres remotas: tal el complicado trayecto de la enigmática salida secreta. Sin embargo ya está salvado, en el mismo momento que inicia el regreso, y nada ni nadie logrará detenerlo.

        Sólo nos falta, para completar el epílogo de la alegoría, decir una palabra sobre la segunda parte del mensaje acústico, esa que tenía la clave del secreto. Era también una canción. Una curiosa canción que narraba la historia de un amor prohibido y sublime entre un Caballero y una Dama ya desposada. Consumido por una pasión sin esperanza el Caballero había emprendido un largo y peligroso viaje por países lejanos y desconocidos, durante el cual, se fue haciendo diestro en el Arte de la Guerra. Al principio trató de olvidar a su amada, pero pasados muchos años, y habiendo comprobado que el recuerdo se mantenía siempre vivo en su corazón, comprendió que debería vivir eternamente esclavo del amor imposible. Entonces se hizo una promesa: no importarían las aventuras que tuviese que correr en su largo camino, ni las alegrías e infortunios que ellas implicaran; interiormente él se mantendría fiel a su amor sin esperanzas con religiosa devoción, y ninguna circunstancia lograría apartarlo de su firme determinación.

        Y así terminaba la canción: recordando que en algún lugar de la Tierra, convertido ahora en un monje guerrero, marcha el Caballero valeroso, provisto de poderosa espada y brioso corcel, pero llevando colgada del cuello una bolsa que contiene la prueba de su drama, la clave de su secreto de amor: el Anillo de Bodas que jamás será lucido por su Dama.

                Contrariamente a la canción infantil de la primera parte del mensaje, ésta no producía una inmediata nostalgia sino un sentimiento de pudorosa curiosidad en el prisionero. Al escuchar, viniendo quién sabe de dónde, en su antigua lengua natal, la historia del galante Caballero, tan fuerte y valeroso, tan completo en la batalla, y sin embargo tan dulce y melancólico, tan desgarrado interiormente por el Recuerdo de A-mort, se sentía el cautivo presa de esa curiosidad pudorosa que experimentan los niños cuando presienten las promesas del sexo o intuyen los misterios del amor. ¡Podemos imaginar al prisionero cavilando, perplejo por el enigma de la canción evocadora! Y podemos suponer, también, que finalmente hallará una clave en aquel Anillo de Bodas... que según la canción jamás sería usado en boda alguna. Por inducción, la idea del anillo, le llevará a buscar y encontrar la salida secreta.

        Hasta aquí la alegoría. Debemos ahora destacar las relaciones ana-lógicas que ligan al prisionero con el Yo del hombre dormido.

 

 

 

 

Cuadragesimoquinto Día 

 

 

 

Síntesis General de la Sabiduría Hiperbórea:

  Con el fin de que la relación analógica quede claramente evidenciada procederé de acuerdo al siguiente método: primero afirmaré una premisa con respecto a la historia alegórica del “prisionero”; en segundo lugar afirmaré una premisa referida a una situación análoga en el hombre dormido; en tercer lugar, compararé ambas premisas y extraeré la conclusión, es decir, demostraré la analogía. Se comprende que no puedo exponer la totalidad de las correspondencias sin riesgo de extenderme indefinidamente. Por lo tanto sólo destacaré aquellas relaciones que son imprescindibles para mi exposición y dejaré, como ejercicio de imaginación, Dr. Siegnagel, la posibilidad de establecer muchas otras.

        Recuerde solamente que en el hombre dormido, el Yo perdido se encuentra sumido en el sujeto anímico consciente, es decir, confundido con el sujeto anímico evolutivo o Alma. Aquí he preferido considerar al Yo perdido ligado directamente a la razón, es decir, al sujeto anímico racional, en virtud de ser este sujeto quien más cerca se encuentra del Mundo y quien primero recibe las impresiones de los entes externos. Por “razón”, en todo caso, ha de entenderse, “el sujeto anímico evolutivo” propio del animal hombre, quien evoluciona por la acción confusa del Yo, esa manifestación del Espíritu encadenado.

 

- 1 -

a - El prisionero se encuentra a merced de sus guardianes, quienes lo mantienen en perpetuo cautiverio.

 

b -  El Yo, del hombre dormido, es prisionero perpetuo de la “razón”, vale decir, del sujeto anímico evolutivo.

 

c  - El “prisionero” y el Yo son análogos.

 

 

- 2 -

a - Los “guardianes” son los intermediarios dinámicos, mezquinos por cierto, entre el “prisionero” y el “mundo exterior”.

 

b - La “razón” es intermediaria dinámica, muy pobre, entre el Yo y el “mundo exterior” (en el hombre dormido).

 

c -  Los “guardianes” y la “razón” son análogos (recuerde que cuando la razón elabora una “ley de la naturaleza” intervienen los “principios matemáticos” y las “premisas culturales preeminentes”).

 

- 3 -

a - Los “guardianes” se valen de un “lenguaje propio”, diferente de la lengua del prisionero, a la que éste ha olvidado.

 

b - La “razón” emplea modalidades lógicas, diferentes de la “Lengua primordial Hiperbórea” original del hombre dormido a la que éste ha olvidado por su confusión estratégica.

 

c - El “lenguaje propio” de los guardianes es análogo a las modalidades lógicas de la estructura cultural.

La “lengua natal” del prisionero es análoga a la “Lengua Hiperbórea” del hombre dormido.      

 

 

- 4 -

a - El primer entorno del “prisionero” es su “celda” de la torre, que lo contiene casi completamente con la excepción de las aberturas (puerta y ventanuco) por donde sólo muy débilmente pueden extenderse los sentidos.

       

b -  El primer entorno del Yo es la “esfera de sombra”, que lo contiene casi completamente.

 

c -  La “celda” de la torre es análoga a la esfera de sombra del hombre dormido.

 

 

- 5 -

a - En la “celda” hay un “ventanuco enrejado” por medio del cual el  prisionero obtiene una imagen precaria pero “directa” del mundo exterior.

 

b - Estableciendo un contacto permanente con el Yo está la “esfera sensorial”, por medio de la cual éste obtiene una imagen precaria pero “directa” del mundo exterior.

 

c - El “ventanuco enrejado” es análogo a la “esfera sensorial” (o a “los sentidos”) en el hombre dormido.

 

 

- 6 -

a - En la celda hay una “puerta enrejada” por la cual ingresan los guardianes, y con ellos las noticias censuradas, es decir, por donde el prisionero obtiene una imagen “indirecta” del mundo externo.

 

b - El Yo puede formarse una imagen “indirecta” del mundo exterior mediante la “reflexión”, es decir, el acto por el cual se recibe la información “razonada”.

 

c -  La “puerta enrejada” es análoga al acto de reflexionar o apercibir.

 

 

- 7 -

a -  La celda del “prisionero” se halla en una “torre” y ésta en un “patio amurallado”. Rodeando a las murallas hay “fosos profundos”, y luego otras murallas, y otros fosos; y así sucesivamente hasta completar siete vueltas de muro y foso. Los siete circuitos de seguridad de esta formidable “prisión” se conectan entre sí por “puentes levadizos”, “corredores”, “portones”, “rejas levadizas”, etc. Más allá de la última muralla se extiende el “mundo exterior”, el país del Enemigo. En síntesis: es la “prisión” una estructura está-tica que se interpone entre el prisionero y el mundo exterior.

 

b - Entre el Yo y el mundo exterior se interpone una compleja estructura estática denominada “cultural”. La “razón”, para tornar “razonable” la información del mundo exterior, se apoya en ciertos elementos de dicha estructura estática o “cultural”, por ejemplo las “premisas culturales preeminentes”, que significan conceptos sobre las percepciones de los entes u objetos culturales externos.

 

c  - La “prisión” es análoga a la “estructura cultural”. También: ciertas partes de la “prisión”, murallas, fosos, puentes, etc., son análogos a ciertas partes de la “estructura cultural”, esto es, las “premisas culturales preeminentes”.

Tenga presente, Dr. Siegnagel, que, en la alegoría, tanto los “guardianes” como la “prisión” son intermediarios entre el prisionero y el mundo exterior. Pero los “guardianes” son intermediarios “dinámicos” (análogamente a la “razón” en el hombre dormido) en tanto que la “prisión” es intermediario “estático” (análogamente a la “estructura cultural” del hombre dormido).

 

 

- 8 -

a - Más allá de la última muralla de la prisión se extiende el “mundo exterior”, aquella realidad que nunca podrá ser vista por el “prisionero” debido a que la estructura de la “prisión” limita su movimiento y a que una “guardia” permanente cuida de que se mantenga tal situación.

 

b -  El Yo, en el hombre dormido, se halla habitualmente sumergido en las profundidades de la estructura cultural, flotando perdido entre sus artificiales y estáticos elementos y a merced de la tiranía implacable que ejerce la razón. La estructura cultural rodea completamente al Yo, salvo algunas rendijas, por donde asoma débilmente la “esfera sensorial”. Más allá de la estructura cultural, como objeto de las esferas instintiva y sensorial, se extiende el “mundo exterior”, la realidad que nunca podrá “ser vista” (en su verdad, “tal como es”) por el Yo perdido.

 

c - El “mundo exterior” más allá de la prisión es análogo al “mundo exterior” más allá de la “estructura cultural” que sujeta al Yo en el hombre dormido.

 

 

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a - En una montaña cercana, los Kameraden tratan de ayudar al “prisionero” a fugar de la “prisión”. Para ello envían un mensaje, en su lengua natal, valiéndose del medio acústico. En dicho mensaje hay una “canción infantil”, para “despertar” al prisionero, y una “canción de amor”, con la “clave del anillo”, para que busque la salida secreta y huya.

 

b - En un “centro” oculto llamado Agartha, los Dioses Leales tratan de ayudar a los hombres dormidos a romper las cadenas que los mantienen sujetos al mundo material del Demiurgo. Para ello envían carismáticamente un mensaje en la “lengua de los pájaros”, valiéndose de las Vrunas de Navután. En dicho mensaje hay un “recuerdo primordial”, para despertar y orientar al hombre, y una “Canción de A-mort”, con la “clave del anillo”, para que busque el centro, regrese al Origen, y abandone, como un Dios, el Infierno material de Jehová Satanás.

 

c - Se pueden establecer, entre “a” y “b”, muchas analogías. Sólo des-tacaré la más importante: Los Kameraden son análogos a los Dioses Liberadores.

 

        Creo que los nueve argumentos precedentes constituyen una eficaz demostración de la correspondencia analógica que existe entre la “alegoría” y la situación del hombre dormido. Pero esto no es todo. He reservado tres componentes de la alegoría, canción infantil, Canción de A-mort, salida secreta, para efectuar una última correspondencia analógica y extraer la conclusión final.

        Como la validez de la relación analógica existente ha quedado evidenciada en los argumentos precedentes, no será necesario recurrir al mismo método en el próximo comentario: daré por probadas las analogías que mencione.

       

        Recordaré ahora los motivos que me llevaron a desarrollar la alegoría. Me proponía mostrar, de manera analógica, el método empleado por los Dioses Leales para contrarrestar la acción de “la Cultura”, arma estratégica de la Sinarquía. Previamente aclaré que son los “elementos culturales interiores” el verdadero instrumento que la Sinarquía emplea para mantener al hombre “dormido”, es decir, en la confusión. En ese estado el Yo es sujeto a la razón por la estructura cultural, fuente de la cual se nutre, finalmente, toda la actividad mental. Así ocurre que el Yo, es decir, la conciencia presente del hombre, resulta “dirigido hacia” el mundo a través de la estructura cultural “por” la razón; el resultado, lo dije varias veces, es una imagen deformada del mundo y un estado de confusión psíquica que dificulta enormemente la “reorientación estratégica” del hombre. Contra esta situación los Dioses Leales, igual que los Kameraden de la alegoría, se disponen a acudir en auxilio “enviando un mensaje”.

        El principal objetivo es “sortear todas las murallas” y llegar hasta el prisionero, el Yo, con un mensaje de doble significado: 1ro. despertar; 2do. orientar. Para eso los Dioses Leales “transmiten el mensaje”, carismática-mente, desde hace muchos milenios; algunos lo oyen, despiertan y parten; otros, los más, continúan en la confusión. Claro, no resulta fácil reconocer el mensaje porque ha sido emitido en la lengua de los pájaros... y sus sonidos sólo pueden ser percibidos con la Sangre Pura.

        ¿Está claro entonces? El mensaje de los Dioses Leales permanente-mente resuena en la sangre de los hombres dormidos. Quien no lo oye es porque padece la confusión estratégica o desconoce su existencia, que viene a ser lo mismo. Pero ¿cómo debería cumplir su función el mensaje carismático? En dos pasos. En primer lugar los Dioses hablan, en la sangre del hombre, de un recuerdo primordial, de algo ocurrido al comienzo del Tiempo cuando el Espíritu aún no había sido capturado por los Dioses de la Materia. Cómo los Dioses logran hacerlo es un Misterio muy grande, del que sólo Ellos pueden responder. Este “recuerdo primor-dial”, la “canción infantil” de la alegoría, ha sido inducido con el propósito de que “active” el Recuerdo de Sangre propio del hombre dormido.

        Si tal cosa ocurre, entonces el hombre dormido experimentará una súbita “nostalgia de otro mundo”, un deseo de “dejarlo todo y partir”. Técnicamente significa que la Memoria de Sangre ha llegado “allí donde el Yo perdido se encontraba”: sobre el sujeto consciente. Un contacto tal, entre el Yo y la Memoria de Sangre, se realiza independientemente de la estructura cultural y la razón; y ese es el objetivo buscado por los Dioses Leales. Se ha podido pues llegar a la médula del Yo, por la vía de la sangre; será entonces, en ese fugaz momento cuando se dejará oír la “Canción de A-mort”.

 

        Hablaré ahora de la segunda parte del mensaje, al que he llamado alegóricamente, “Canción de A-mort”. Ante todo diré que tal nombre no es caprichoso pues la Sabiduría Hiperbórea enseña que, a partir de su Origen en el Universo físico, es decir, desde su sincronización con el Tiempo, el Espíritu permanece encadenado a la Materia por un Misterio de A-mort. Cuando el Recuerdo de Sangre, activado por la primera parte del mensaje, abre un camino (no racional; no cultural) hacia el Yo, entonces los Dioses Leales cantan la Canción de A-mort, hacen participar al hombre en el Misterio. Si su sangre es lo suficientemente pura como para que el mensaje carismático pueda ser conciencializado entonces el hombre tiene la posibilidad de “orientarse” hacia el Origen y mantenerse definitivamente “despierto”.

        El Misterio de A-mort sólo puede ser revelado por la Sangre Pura, interiormente, en un contacto trascendente con el Yo que se realiza sin intervención de categorías culturales o racionales. Es, por lo tanto, una experiencia absolutamente individual, única para cada hombre. Quien conoce los secretos del Misterio de A-mort es un Iniciado Hiperbóreo trasmutado, es decir, un Hombre de Piedra Inmortal.

        El Misterio de A-mort es un descubrimiento personal, repito, único para cada hombre sobre la Verdad de su propia Caída. Nadie puede conocer este secreto y continuar igual. Y nadie, mucho menos, se atrevería a hablar de ello una vez que la Suprema Experiencia ha tenido lugar. Por el contrario, muchas veces los labios quedan sellados para siempre, los ojos cegados, y los oídos cerrados. No son pocos los cabellos que se vuelven blancos ni menos las mentes que se hunden en las tinieblas de la locura. Porque sólo un valor infinito puede sostener, vivo y cuerdo, a aquel que ha visto el Engaño de los Orígenes y ha comprendido, por fin, la Verdad de su Caída. Siendo el peso del secreto tan terrible se comprende por qué digo que jamás puede haber en el mundo un indicio del Misterio de A-mort y sólo alguien irresponsable o loco afirmaría lo contrario. La Sabiduría Hiperbórea aporta técnicas de purificación sanguínea que tienen por fin aproximar al Misterio. Pero el Misterio, en sí, se descubre interiormente, es único para cada hombre y no conviene hablar de él. A lo sumo se pueden ofrecer algunas sugerencias, como las que expuse los Días Octavo y Noveno al narrar el Ritual del Fuego Frío.

 

        La alegórica historia del prisionero ha permitido exponer de manera sencilla el método empleado por los Dioses Leales para guiar a los hombres dormidos. El mensaje carismático consigue, si es escuchado, “despertar” al hombre poniéndolo en contacto con su Recuerdo de Sangre. A continuación le hace participar del Misterio de A-mort, Suprema Experiencia que anula, según dijimos, la Estrategia cultural de la Sinarquía. Pero no es posible saber en qué consiste el Misterio de A-mort hasta no haberlo vivido individualmente. Sólo se tienen los indicios generales que han dejado aquellos que se trasmutaron y partieron. En base a tales indicios se puede afirmar que el Misterio de A-mort es experimentado de siete maneras diferentes por el hombre y que, justamente, ésa es la razón por la cual la Sabiduría Hiperbórea prevee siete vías iniciáticas de liberación.

        De acuerdo al modo en que el Misterio de A-mort ha sido gnóstica-mente percibido será la Vía de Liberación adoptada y es por eso que suele hablarse de una “Vía de la Mutación” o “del Rayo”; de una “Vía Seca” o “Camino de la Mano Derecha”; de una “Vía Húmeda” o “Camino de la Mano Izquierda”; de una “Vía de la Oposición Estratégica” o “Vía de la Gnosis Guerrera para la Orientación Absoluta”; etc.

        No hablaré, desde luego, de todas las vías de liberación sino de aquella que tiene especial relación con esta historia, es decir, la “Vía de la Oposición Estratégica”, que era la seguida por la Casa de Tharsis. Pero la Vía de la Oposición Estratégica es la interpretación última del antiguo Misterio del Laberinto, fundado por Navután luego del hundimiento de la Atlántida: a la Casa de Tharsis, la segunda parte de la Canción de A-mort, que era “escuchada” durante el Ritual del Fuego Frío, le reveló el Misterio del Laberinto como vía de liberación individual. Vale decir que los Señores de Tharsis, siempre, comprendieron el Misterio del Laberinto al trasmutarse en Hombres de Piedra. Con respecto a la alegoría del Yo prisionero, hay que entender que la solución de Navután al Misterio del Laberinto, al Misterio del encadenamiento espiritual, al Misterio de la Muerte, es análoga a la solución de la Canción de A-mort: ella consiste en un modo para 1ro., despertar; 2do., orientar. Tal modo es lo que última-mente se denomina “Vía de la Oposición Estratégica” y que incluye, necesariamente, el empleo de las Vrunas y el principio del cerco.

        En la alegoría, la segunda parte del mensaje era bastante extensa porque se refería también a “las otras vías” de liberación que pueden “abrir” el Misterio de A-mort. Pero el prisionero ha encontrado la clave en el Anillo de Bodas y esto significa, analógicamente, que ha optado por la Vía de la Oposición Estratégica. El mensaje ha llegado a él “por vía acústica”, es decir, gnósticamente, y, al tomar conciencia de su contenido, por medio de la clave revelada, halla en la celda una anilla, la cual permite abrir la salida secreta.

        La “celda”, según el argumento 4, es análoga a la esfera de sombra. Pero, como substrato de la esfera de sombra, se encuentra la estructura cultural: una anilla “disimulada” en el piso de la celda corresponde sin duda a un principio matemático, a un símbolo arquetípico integrado, “disimulado”, en el esquema de una Relación.

        La alegoría nos permite comprender, entonces, que los Dioses Liberadores con su mensaje carismático, des-cubren un principio matemático que permanecía inconsciente en la estructura cultural, al que denominamos “principio del cerco”. De aquí que:

 

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c -  La “Anilla” en la celda del prisionero es análoga al “principio del cerco”, principio matemático, o Arquetipo Colectivo que permanecía inconsciente en el hombre dormido y que el mensaje de los Dioses Liberadores des-cubre.

 

        Demostré, Días atrás, que en el proceso mental que da lugar a la “idea científica” de un fenómeno concurren elementos de dos fuentes principales: los “principios matemáticos” y las “premisas culturales preeminentes”. Esto se verifica principalmente al formular una “ley de la naturaleza”, la cual explica el comportamiento de un fenómeno estableciendo relaciones causales entre aspectos del mismo. Pondré un ejemplo sencillo: se desea “medir” el lado de un poliedro regular. Aquí el fenómeno es un cuerpo con forma de poliedro regular, vale decir, un “ente fenoménico”. Se toma para ello la “regla graduada”, es decir, una superficie plana sobre la que se hallan grabadas las unidades de longitud y de la cual estamos seguros que uno de sus lados es perfectamente recto. Se hace coincidir el cero de la regla con el “comienzo” del lado que vamos a medir. Se observa ahora que el “fin” del lado coincide con el número cinco de la regla y se afirma sin más que “en el poliedro, el lado mide cinco centímetros”. Se ha realizado, como se verá, una serie de operaciones subjetivas cuyas conclusiones, sin embargo, pueden ser confirmadas por otros observadores; esta posibilidad de comprobación es lo que da peso de “ley de la naturaleza” al hecho mencionado.

        Pero ocurre que en la regla, que se cree numerada, en realidad hay signos grabados que representan números, no números en sí. Los números son principios matemáticos propios de la estructura cultural, o sea elementos subjetivos, que intervienen en el acto de “reconocer que el límite del lado coincide con el signo 5”. Si se dice “mide cinco centímetros” se está realizando la afirmación de una cualidad empírica: “existe una proporción (es decir, una relación matemática) entre la longitud del lado del poliedro y la longitud del meridiano terrestre”. Esta proporción es fija o constante (=5cm.) y constituye una “relación entre aspectos de un fenómeno”, o sea, una “ley de la naturaleza”.

        El centímetro equivale a la centésima parte de un metro y éste a la diezmillonésima parte de un cuarto de meridiano terrestre.

        El ente fenoménico se presentó completo, íntegro en su manifestación. Sin embargo no es posible aprehenderlo en su totalidad; a poco que se lo observe una parte del mismo se hace eminente, sobresaliendo y destacándose por sobre otros aspectos. La unidad del fenómeno ha quedado rota en favor de la pluralidad de cualidades que se es capaz de atribuirle. Se distinguen dos caras cuadradas, y en cada cara, cuatro aristas y cuatro ángulos, etc. Luego se practica la medición de una arista o lado y se establece una “ley de la naturaleza”: “la longitud del lado es proporcional a la longitud del meridiano terrestre y su razón es de 5 cm.”

        En esta operación que se acaba de describir han intervenido los “principios matemáticos” (cuando se distinguen dos caras, cuatro aristas, etc.) y las “premisas culturales preeminentes” (cuando se tornó “eminente” la cara, el lado, o cualquier otra cualidad). Las dos fuentes concurren en el acto racional de “relacionar” (medir) aspectos del fenómeno y postular una “ley de la naturaleza” (mide 5 cm.) que puede ser universalmente comprobada.

        Espero haber dejado en claro que los principios matemáticos (el uno, el dos, el cuadrado, etc.), por ser propiedades intrínsecas de la estructura mental, intervienen a priori en la formulación de una ley de la naturaleza. En cuanto a los “números” del mundo, esos que aparecen grabados en la regla graduada, sólo son signos culturales de representación a los que se distingue gracias al aprendizaje convencional. Hubo pueblos antiguos que representaban los números con nudos o ideogramas; es presumible que un instrumento de medición compuesto de una vara en la cual se han grabado jeroglíficos, no significaría, en principio, nada para nosotros si no logramos “leer” los signos, es decir, realizar las representaciones numéricas.

        El análisis epistemológico sobre el modo como el hombre establece una ley de la naturaleza ha de llevar fatalmente a la conclusión de que sería imposible que el principio del cerco fuese localizado en el mundo como propiedad de los entes y pudiese ser formulado en un lenguaje sociocultural. Por el contrario, lo que puede ocurrir, en todo caso, es que el principio del cerco sea proyectado, consciente o inconscientemente, sobre un fenómeno y sea luego descubierto en él como relación eminente entre cualidades; naturalmente, dependerá del tipo de fenómeno representado la complejidad con la que el principio del cerco sea empíricamente reconocido e introyectado en la estructura psíquica.

        En resumen, el “principio del cerco”, descubierto a la conciencia por el mensaje de los Dioses Leales, es también un principio matemático y como tal intervendrá “a priori” en toda percepción fenoménica. Los números naturales (que están en la mente) permiten “contar” (uno, dos) las mitades de esa manzana (que está en el mundo). El principio del cerco (que está en la mente) permite aplicar la “ley del cerco” sobre ese fenómeno (que está en el mundo). He recorrido un largo camino para arribar a esta conclusión. La expresaré ahora de manera general: el principio del cerco hará posible la determinación de la ley del cerco en todo fenómeno y en cualquier relación entre fenómenos.

        Pero el principio del cerco es, generalmente, inconsciente y sólo quienes logran oír el mensaje de los Dioses Leales pueden incorporarlo a la esfera consciente. Y sólo ellos, los hombres despiertos, serán capaces de aplicar la ley del cerco en una Estrategia guerrera que asegure el Regreso al Origen.

        Antes mencioné la solución de Navután al Misterio del Laberinto y dije que ella incluye el empleo de las Vrunas y el principio del cerco. Ahora agregaré que dicha solución, denominada Tirodinguiburr, se traduce en la técnica arquemónica de la Sabiduría Hiperbórea. Tal técnica, que es imprescindible dominar en el “modo de vida estratégico”, permite definir en el Universo un “Cerco estratégico”, al que me referí los Días Tercero y Trigesimosexto. Pues bien, según la Sabiduría Hiperbórea, todo Cerco estratégico es técnicamente un “Arquémona” o “Cerco infinito”. Con otras palabras, el hombre despierto descubre el principio del cerco y lo proyecta en el Mundo: ello no es suficiente para constituir un Cerco estratégico; el principio del cerco es un principio matemático y, por lo tanto, es un elemento arquetípico, es decir, creado por El Uno: mal podría utilizarse un elemento creado por El Uno para intentar aislarse de la Estrategia de El Uno; hay que modificar, pues, la ley del cerco para obtener el efecto aislador deseado; ¿en qué forma? indeterminando o convirtiendo en infinito el cerco real; ello se consigue con el empleo de las Vrunas Increadas: la inclusión de la Vruna Increada en la ley del cerco produce el “Cerco estratégico”, el Cerco infinito dentro del cual es posible practicar el modo de vida estratégico y desarrollar una Estrategia de Regreso al Origen.

        La Vía de la Oposición Estratégica es aplicable por todo hombre despierto que disponga de un Cerco estratégico y de un lapis oppositionis. Este último elemento es sólo una Piedra de Oposición, es decir, una Piedra que representa a El Uno y contra la cual se realiza la oposición estratégica que permite aproximarse, inversamente, al Origen. El lapis oppositionis se sitúa fuera del Arquémona, frente al punto infinito del Cerco estratégico: cuando el Iniciado Hiperbóreo efectúa la oposición estratégica, el interior del Arquémona se convierte en una plaza liberada, con un Espacio y un Tiempo propios, independientes del espacio-tiempo del Universo Creado; así aislado, sin abandonar en ningún momento la oposición estratégica, el Iniciado avanza sin obstáculo hacia el Origen, sale del Laberinto, se libera de la prisión material.

        Aclararé el significado etimológico de la palabra Arquémona y el sentido filosófico que denota en la Sabiduría Hiperbórea. Arquémona, ante todo, es una palabra compuesta por dos vocablos griegos, arke, principio y monas, unidad. La Iniciación por la técnica arquemónica permite arribar a un principio único de la psique, es decir, a la individuación egoica del Selbst, desde donde es factible experimentar la posibilidad absoluta del Espíritu en el Origen: tal es el sentido hiperbóreo del Arquémona.

        Para los Hombres de Piedra, Iniciados Hiperbóreos de la Casa de Tharsis, el “mundo” en el cual ocurre la vida cotidiana es simplemente un “campo de batalla”, una Palestra ocupada por enemigos mortales a los que se debe combatir sin tregua pues ellos “cortan el camino de Regreso al Origen”, “obstruyen la retirada” y pretenden “reducir al hombre a la más vil esclavitud” cual es “la sumisión del Espíritu Eterno a la materia”, su “encadenamiento al Plan evolutivo del Universo, creado por el Demiurgo y su corte de Demonios”. El mundo es, entonces, para los Hombres de Piedra, el Valplads.

        En la mitología nórdica y en los Eddas, el Valplads es el campo de batalla adonde Wothan elige a los que caen luchando por el Honor, la Verdad, en fin, por las Virtudes del Espíritu. La Casa de Tharsis, basándose en la Sabiduría Hiperbórea, extendía el concepto de Valplads a todo el “mundo”. Pero el “mundo” es el macrocosmos, dentro del cual subsiste el microcosmos potencial del hombre despierto; la realidad de ese “mundo”, que rodea como Valplads al hombre despierto, es Maya, la Ilusión del Gran Engaño. Cuando el hombre despierto se ha situado en su Arquémona y libera la plaza interior por la Oposición Estratégica, indeterminando o tornando infinito el cerco real, el lapis oppositionis que se encuentra en el Valplads, se dice que su lugar constituye la fenestra infernalis del Arquémona, el punto infinito del Cerco Estratégico: la fenestra infernalis es el punto de mayor aproximación entre la plaza liberada y el Valplads, y frente a ella se enfrentan el hombre despierto y el Demiurgo Cara a Cara, se confrontan dos Estrategias Totales, la Hiperbórea y la Satánica.

        Como última reflexión con respecto a la alegoría diré que cuando el prisionero “tira de la anilla” y descubre la salida secreta está efectuando una acción análoga a cuando “el hombre despierto” aplica la ley del cerco, según la técnica arquemónica, y “abre” unívoca e irreversiblemente una vía hacia el Origen.

        Ha quedado explicado entonces el método que los Dioses Leales emplean para contrarrestar a “la Cultura”, arma estratégica enemiga. Ellos envían Su mensaje que tiene por fin despertar en el hombre el Recuerdo de Sangre y orientarlo hacia el Origen, su “salida secreta”. Para esto último le inducen a descubrir el “principio del cerco” y a aplicar, luego, la “técnica arquemónica”.

.        El principio del cerco es infalible para los fines estratégicos propuestos y tanto puede ser aplicado individual como colectivamente. La Historia abunda en ejemplos de hombres que han aplicado técnicas basadas en la Sabiduría Hiperbórea para inmortalizarse como Dioses o para conducir a un pueblo de Sangre Pura hacia la mutación colectiva; como prueba de esas gloriosas acciones han quedado numerosas construcciones de piedra que nadie comprende en nuestros días porque para ello habría que poseer una visión fundada en el principio del cerco. Al hombre despierto, conocedor de la técnica arquemónica, una sola mirada sobre las construcciones megalíticas, o sobre Montsegur, o sobre los K.Z., le basta para interpretar correctamente la Estrategia Hiperbórea en la cual se basó su construcción.

        El Castillo de Montsegur, vale la pena aclararlo, fue construido por los Cátaros según la técnica arquemónica, así como los K.Z. o konzentrationslager, “Campos de Concentración” de la Orden Negra alemana SS, los cuales no eran siniestras prisiones como pretende la propaganda sinárquica sino maravillosas “máquinas mágicas” para acelerar la mutación colectiva y racial, basados en la técnica arquemónica de la Sabiduría Hiperbórea: dentro del área aislada del K.Z., los elementos raciales más nefastos de la sociedad, esto es, los degenerados, delincuentes, viciosos, e incluso los judíos, podían ser trasmutados y reorientados en favor de la Estrategia Nacional.

        Diré finalmente que quien es consciente del principio del cerco ha superado a la Estrategia cultural enemiga y puede realizar la doble aislación, del Yo y del microcosmos.

        El principio del cerco permitirá fijar los límites del sujeto consciente, aislando el Yo de las premisas culturales preeminentes, y trasladándolo hacia el “centro” o Selbst.

        La técnica arquemónica permitirá, entonces, aislar el microcosmos del macrocosmos, ganando un tiempo y un espacio propios, o sea, la inmortalidad: el microcosmos o cuerpo físico se habrá trasmutado en vajra la materia incorruptible.

 

 

 

 

Cuadragesimosexto Día

 

 

 

Síntesis General de la Sabiduría Hiperbórea:

  En el Día anterior mencioné “una Estrategia que los Dioses Leales emplean para contrarrestar a ‘la Cultura’, arma estratégica enemiga” y expliqué la misma, por medio de una alegoría, como consistente en un mensaje carismático. Dicho mensaje perseguía dos objetivos: 1ro.: despertar; 2do.: orientar hacia la “salida secreta”, “centro”, u “Origen”; y, en aquel ejemplo particular, la “salida” se hallaba luego de descubrir “la anilla”, o sea luego de haber hecho consciente el principio del cerco. Sin embargo la segunda parte del mensaje, la Canción de A-mort brindaba, a quien la escuchara, la posibilidad de “hallar la salida”, por otras seis vías diferentes a la Oposición Estratégica, que se basa en el principio del cerco. De cualquier manera esta Estrategia tal como la he descripto, con sus siete posibles vías de liberación, responde a objetivos puramente individuales, es decir, es dirigida exclusivamente hacia el hombre dormido. Por eso ahora me toca declarar que la misma forma parte, la parte “individual”, de una concepción mayor, a la que se denomina Estrategia Odal.

        La Estrategia Odal está dirigida fundamentalmente a obtener la liberación individual del hombre, pero, en ciertas ocasiones históricas favorables, los Dioses procuran “orientar” a la Raza en su conjunto para forzar la mutación colectiva. En ese caso los “líderes”, muchas veces “enviados” por los Dioses Leales y otras veces “inspirados” por Ellos, se encargan de proyectar carismáticamente en el pueblo las pautas estratégicas, buscando reintegrarlo a la Guerra esencial. Para que tal tarea pueda realizarse con probabilidades de éxito es necesario que los “Líderes” dispongan de un elemento externo, situado en el mundo, que represente de manera irrefutable el origen Divino de la Raza. Este elemento externo debe dar prueba también del compromiso asumido por los Dioses al “inducir” a los hombres a reemprender la guerra contra el Creador y de su resolución de “esperar” los Kalpas que sean necesarios mientras ellos ganan la libertad. Por estas condiciones puede comprenderse que dicho “elemento externo” sea una verdadera Piedra de Escándalo para el Creador y sus huestes demoníacas y que todo Su Poder, o sea el Gran Engaño, esté puesto en lograr su destrucción o en su defecto evitar que permanezca al alcance del hombre. Pero, a pesar de la contrariedad que tal acción causaría en el Enemigo, los Dioses han cumplido su parte del Pacto Primordial y, con un desprecio admirable hacia el Poder de las Potencias de la Materia, lo depositaron en el Mundo y lo resguardaron de cualquier ataque para que los hombres o sus líderes carismáticos lo descubran y se valgan de su significado.

 

        La Estrategia Odal de los Dioses se halla, entonces, dirigida a lo interno de cada hombre por los “Cantos carismáticos”, tratando de despertar en ellos el Recuerdo de Sangre y de inducirles a seguir algunas de las siete vías de liberación. Pero también procura impulsar a la Raza en su conjunto para que cese de marchar en el sentido “evolutivo” o “progresivo” de la Historia y, rebelándose al Plan del Uno, en un salto inverso, trasmute las “tendencias animales” del hombre y recupere su naturaleza Divina Hiperbórea. Para conseguir este segundo propósito, ya no individual sino racial, he dicho que se dispone de un “elemento externo”. ¿Qué será, concretamente este “elemento externo”, esta “cosa”, a la que he atribuido propiedades tan maravillosas?: Se trata de algo cuya sola descripción llevaría varios volúmenes y que, en Días anteriores, he llamado “Gral”. Siendo imposible revelar aquí un Misterio que ha sido impenetrable para millones de personas, trataré, como de costumbre, de “aproximar” al mismo por medio de algunos comentarios.

        Preguntaba qué será concretamente esa cosa maravillosa llamada Gral. Empezaré por allí. Concretamente el Gral es una Piedra, un Cristal, una Gema; de esto no caben dudas. Pero no es una Piedra terrestre; de esto tampoco caben dudas. Si no es una Piedra terrestre cabe preguntarse cuál es su origen: la Sabiduría Hiperbórea afirma que proviene de Venus pero no asegura que ése sea su origen. Se puede suponer, pues, a falta de otra precisión, que los Señores de Venus la trajeron a la Tierra, desde ese planeta verde. Pero los “Señores de Venus” no son originarios de Venus sino de Hiperbórea, un “centro original” que no pertenece al Universo material y cuyo “Recuerdo de Sangre” ha llevado a muchos hombres dormidos a identificarlo erróneamente con un “continente nórdico” o “polar desaparecido”. Según la Sabiduría Hiperbórea el Gral fue traído al Sistema Solar por los Dioses inmediatamente después de que irrumpieron por la Puerta de Venus para instalarse en K'Taagar, o sea en el Valhala. Sea como fuere, hay otro aspecto concreto que conviene tener en cuenta: el Gral es una Gema que reviste la mayor importancia para los Dioses, a tal punto que Ellos no están dispuestos a abandonarlo o perderlo. Por camaradería y solidaridad hacia los hombres dormidos lo han situado en el Mundo; pero al final del Tiempo, el Gral será recuperado y devuelto a su lugar de Origen.

        ¿A qué se debe este interés sin medida por conservar la misteriosa Gema? A que la misma ha sido quitada momentáneamente de La Más Bella Joya que se haya visto nunca en el Universo de El Uno, de aquella alhaja que nadie sería capaz de imitar en éste ni en otros Mundos: ni los Maestros Orfebres ni los Devas Constructores ni los Angeles Planetarios, Solares o Galácticos, etc. Porque el Gral es una Gema de la Corona de Kristos Lúcifer, Aquél que es más Puro que el más Puro de los Dioses Leales, el único que puede hablar Cara a Cara con el Incognoscible. Kristos Lúcifer es quien estando en el Infierno está más allá del Infierno. Pudiendo quedarse en Hiperbórea, a la luz del Incognoscible, Kristos Lúcifer ha querido acudir en rescate de los Espíritus cautivos protagonizando el incomprensible sacrificio de Su propia autocautividad. El se ha instalado como Sol Negro del Espíritu, “iluminando” carismáticamente, desde “atrás” de Venus, por intermedio del Paráklito, directamente en la sangre de los hombres dormidos.

        ¿Cómo una Gema del Gallardo Señor se ha mancillado cayendo aquí, a la Tierra, una de las cloacas más repugnantes de los Siete Infiernos? Porque El así lo ha dispuesto. Kristos Lúcifer ha entregado el Gral a los hombres como garantía de su compromiso, de su sacrificio, y como prueba material irrefutable del Origen Divino del Espíritu.

        El Gral es, en este sentido, un reflejo del Origen Divino, el cual habrá de guiar como un faro el rumbo vacilante de los Espíritus Rebeldes que decidan abandonar la esclavitud de Jehová Satanás.

        Ya ha visto lo que el Gral es: una Gema de la Corona de Kristos Lúcifer; verá ahora lo que el Gral representa para los Espíritus cautivos. Ante todo el Gral se halla ligado a la encarnación de los Espíritus y su significado primero debe buscarse en relación con tal Misterio. Ello se explica si tenemos en cuenta que hace millones de años, cuando los Siddhas Traidores se aliaron al Demiurgo Jehová Satanás para carnalizar a los Espíritus Hiperbóreos, Kristos Lúcifer entregó su Gema para que la Verdad del Origen Divino pudiera ser vista con ojos mortales. Por eso el Gral, puesto en el Mundo como prueba del Origen Divino del Espíritu, da sentido a todos los linajes hiperbóreos de la Tierra. Por él la sangre de los hombres, aún sumidos en la más tremenda confusión, reclamará siempre su herencia extraterrestre.

        La presencia del Gral, en principio, impide al Enemigo negar los ancestros hiperbóreos. Pero así como el Gral da un sentido cósmico a la Historia del hombre, conectándolo con la Raza eterna de los orígenes, y diviniza los linajes hiperbóreos de la Tierra, así también para el Demiurgo, por la presencia del Gral, dichos linajes pasan a ser “motivo de escándalo” y objeto de la persecución y el escarnio, del castigo y del dolor. Los Divinos linajes hiperbóreos serán, a partir del Gral, linajes heréticos “condenados para siempre” (un manvantara) por Jehová Satanás. El Gral ha venido a despertar recuerdos indeseables, a valorizar el pasado del hombre; será entonces el recuerdo y el pasado lo que más se atacará y a borrar su influencia apuntará en gran medida la Estrategia Sinárquica. Si se es capaz de advertir este ataque, que es evidente para la mirada gnóstica, se comprenderá con mayor profundidad la función histórica del Gral. A ponerlo en evidencia dedicaré los siguientes párrafos.

        El principal crimen del hombre ha sido negar la supremacía de “Dios”, es decir, del Demiurgo terrestre Jehová Satanás, y rebelarse a su esclavitud. Pero el hombre es un ser miserable, inmerso en un Infierno de Ilusión en el que se siente insensatamente “a gusto”, sin posibilidades de romper el hechizo por sí mismo. Si ha negado al Demiurgo y se ha “rebelado” ha sido en virtud de un agente exterior, pero: ¿qué “cosa” en el Mundo puede ser capaz de despertar al hombre, de abrir sus ojos a la divinidad olvidada? “Si tal cosa existe, dirán los Demonios, es el objeto más abominable de la Creación material”. Pero esa “cosa”, ese “objeto abominable”, no es de este Mundo y de él ha “comido” el hombre-Espíritu-cautivo. Ese “fruto verde”, que más tarde llamarán Gral, es un alimento que nutre con la gnosis primordial, es decir, con el conocimiento sobre la Verdad de los orígenes. Por el Gral, fruto prohibido por excelencia, el hombre sabrá que es Eterno, que posee un Espíritu Divino encadenado a la materia, que procede de un Mundo imposible de imaginar desde el Infierno terrestre pero por el que siente nostalgia y al que desea regresar.

        ¡Por el Gral el hombre ha recordado!

        He aquí su primer crimen. Recordar el Origen Divino será, en adelante, un terrible pecado y quienes lo han cometido deberán pagar por ello; esa es la Voluntad del Demiurgo, la “Ley de Jehová Satanás”. Serán sus Ministros, los Demonios de Chang Shambalá, quienes se encarguen de ejecutar la condena cobrando el castigo en una moneda que se llama: dolor y sufrimiento. El instrumento será, naturalmente, la encarnación, repetida mil veces en transmigraciones “controladas” por la “Ley” del Karma, declarando cínicamente que el dolor y el sufrimiento son “para bien” de los Espíritus, “para favorecer su evolución”. Si “el mal” radica en la sangre entonces se la debilitará favoreciendo la mezcla racial y se la tornará impura envenenándola con el temor del pecado. El resultado será la confusión estratégica del Espíritu y la completa oscuridad sobre el pasado del hombre. “En el pasado no hay nada digno de ser rescatado”, afirmarán durante milenios las gentes sensatas, a coro con los Demonios de la Fraternidad. La Teología, y aún la Mitología, hablará sobre el mal del hombre con el lenguaje del Demiurgo: el “pecado”, la “caída” y el “castigo”. La “Ciencia”, por otra parte, nos mostrará un panorama más desalentador: “probará”, echando mano de inmundicias fósiles, que el hombre desciende de un protosimio llamado “homínido” o sea de ese mísero y despreciable animal hombre que fue el antepasado del hombre dormido. La “Ciencia” ha llevado el pasado del hombre a su degradación más dramática vinculándolo “evolutivamente” con los reptiles y gusanos. Para el hombre moderno ya no habrá ancestros Divinos sino simios y trilobites. Realmente se necesita partir de un odio sobrehumano para desear que el hombre se humille de manera tan triste.

        Pero dejemos lo triste, seamos optimistas, ¿para qué mirar el pasado, dirá la Sinarquía con la Voz de la Ciencia y la Teología, si el hombre es “algo proyectado hacia el futuro”? En el pasado no hay nada digno de respeto: unos primitivos crustáceos marinos hundidos en el cieno tratando de ganar el medio terrestre, impulsados por la “evolución”; millones de años después unos simios deciden hacerse hombres: impulsados nuevamente por la milagrosa “ley de evolución” se vuelven bípedos, fabrican herramientas, se comunican hablando, pierden el pelo y entran en la Historia; y luego viene la Historia del hombre: los documentos, la Civilización, la Cultura. Y en la Historia continúa implacable la “evolución”, convertida ahora en una ley más inflexible llamada dialéctica: los desaciertos de la humanidad, las guerras, la intolerancia, el fascismo, son “errores”; los aciertos, la paz, la democracia, la O.N.U., la vacuna Sabín, son “éxitos”. De la puja entre éxitos y errores surge siempre un estadio superior, un beneficio para la Humanidad futura, confirmándose la tendencia evolutiva o progresista. ¿Acaso no es esa tendencia progresista de la Historia todo lo bueno que cabe esperarse del pasado?

        Por eso seamos optimistas; miremos al futuro; allí están todos los bienes, todas las realizaciones; el teólogo asegura que tras un juicio futuro a los buenos se les abrirán las puertas del paraíso, los rosacruces, masones y otros teosofistas, sitúan en el futuro el momento en que, concluida parcial-mente la “evolución espiritual”, el hombre se identifica con su mónada, o sea con su “Arquetipo Divino” y se incorpora a las Jerarquías Cósmicas dependientes del Demiurgo; y hasta los materialistas, ateos o cientificistas, presentan una imagen venturosa del futuro: nos muestran una sociedad perfecta, sin hambre ni enfermedades, en donde un hombre, tecnócrata y deshumanizado, reina feliz sobre legiones de androides y robots.

        No abundaré en detalles sobre un hecho por demás evidente: se ha intentado borrar el pasado del hombre desconectando a éste de sus raíces hiperbóreas; no se ha logrado borrar totalmente dicho pasado, pero, en compensación, se ha conseguido crear una fractura metafísica entre el hombre y sus ancestros Divinos, de modo tal que, en la actualidad, un abismo lo separa de los recuerdos primordiales; un abismo que tiene nombre: confusión. Paralelamente con tan siniestro propósito se ha “proyectado al hombre hacia el futuro” eufemismo utilizado para calificar a la ilusión del progreso que padecen los miembros de las Civilizaciones modernas. Tal “ilusión” es generada culturalmente por poderosas “ideas fuerza” empleadas hábilmente como arma estratégica: el “sentido de la Historia”, la “aceleración histórica”, el “progreso científico”, la “educación”, “civilización versus barbarie”, etc. Los hombres, condicionados de ese modo, creen ciegamente en el futuro, miran sólo hacia él, y aún los fatalistas, que avizoran un “negro futuro”, admiten que si una excepción imprevisible o un milagro ofrece una “salida” a la Civilización ella se encuentra, de todos modos, en el “futuro”; el pasado es en cualquier caso motivo de la indiferencia general.

        Este “hecho evidente” representa sin duda un importante triunfo para la Sinarquía; pero un triunfo que no es definitivo. En efecto, Dr.,Ud. ha visto que la máxima presión de la Estrategia Sinárquica, se aplica en borrar el pasado, en oscurecer el recuerdo del Origen Divino, y que tal ataque se produce como reacción a la acción gnóstica del Gral. Pero el Gral no es sólo un fruto prohibido, consumido por el hombre en los tiempos remotos, inmediatos a su esclavización.

        El Gral es una realidad que permanecerá en el mundo mientras el último Espíritu Hiperbóreo continúe cautivo. Por el Gral siempre es posible que el hombre despierte y recuerde.

        Mas, para gozar de su gnosis, es imprescindible comprender que el Gral, como reflejo del Origen, alumbra en la sangre desde el pasado. Su luz viene al revés del sentido del tiempo y por eso nadie que haya sucumbido a la Estrategia Sinárquica podrá recibir su influencia. Ya vio que una poderosa Estrategia cultural “proyecta al hombre hacia el futuro” e intenta borrar su pasado y confundir sus recuerdos. Pero el Gral no debe buscarse mirando al futuro pues así jamás será hallado. En rigor de la verdad el Gral no debe buscarse en absoluto, si con tal verbo, buscar, entendemos una acción que implique “movimiento”. Sólo “buscan” el Gral quienes no han comprendido su significado metafísico y creen, en su ignorancia, que se trata de un “objeto” que puede ser “encontrado”. Recordaré una de las historias medievales sobre el Gral que, aunque deformada por su adaptación judeocristiana, conserva bastantes elementos de la Tradición Hiperbórea. En ella Parsifal, el loco puro, sale a “buscar” el Gral. Por desconocimiento comete el desatino de emprender la búsqueda “viajando” caballerescamente por distintos países. Este “desplazamiento” apunta esencialmente hacia el futuro, porque en todo movimiento hay una temporalidad inmanente e inevitable, y, naturalmente, Parsifal jamás “encuentra” el Gral “buscándolo” en el mundo. Pasan así años de búsqueda inútil hasta que comprende esta simple verdad. Entonces un día, completamente desnudo, se presenta ante un castillo encantado y, una vez adentro, se le aparece el Gral (no lo encuentra) y sus ojos son abiertos; advierte entonces que el trono está vacante y decide reclamarlo, transformándose finalmente en Rey.

        Se debe ver en esa alegoría lo siguiente: Parsifal comprende que el Gral no debe ser buscado en el mundo (Valplads), a través del tiempo (Con-ciencia fluyente del Demiurgo), y decide valerse de una Vía Estratégica Hiperbórea. Para ello se sitúa “desnudo” (sin las premisas culturales preeminentes) en un castillo (“plaza” fortificada por la ley del cerco) desincronizándose del “tiempo del mundo” y creando un “tiempo propio”, inverso, que “apunta hacia el pasado”. Entonces aparece el Gral y “abre sus ojos” (Recuerdo de Sangre). Parsifal advierte que “el trono está vacante” (que el Espíritu puede ser recuperado) y decide reclamarlo (se somete a las pruebas de pureza de las Vías Secretas de Liberación) y se transforma en Rey (se trasmuta en Hombre de Piedra).

 

       

        Espero haber dejado en claro que el Gral no debe buscarse pues él aparece cuando la conciencia del hombre se ha desincronizado del tiempo del mundo y se ha despojado de la máscara cultural. Deseo mostrar ahora otro aspecto de la reacción enemiga que ha motivado la presencia del Gral.

        Por el Gral el hombre comete el crimen de despertar; ha pecado, y el castigo se cobra con la moneda del dolor y el sufrimiento, por la encarnación y la ley del Karma. Los encargados de velar por la Ley, y a quienes más ofende el recuerdo hiperbóreo de los hombres despiertos son los “ángeles guardianes”, es decir, los Demonios de Chang Shambalá y su Fraternidad Blanca. Hay, aparte de ésta, una reacción directa del Demiurgo que conviene conocer. Pero, como tal reacción se ha repetido muchas veces desde que los Espíritus Hiperbóreos han sido encadenados al yugo de la carne, una exposición completa debería abarcar un lapso de tiempo enorme, que va más allá de la Historia oficial y se pierde en la noche de Atlántida y Lemuria. Desde luego, no podré embarcarme en un relato semejante y por eso sólo me referiré a la reacción del Demiurgo en tiempos históricos, pero no debe olvidarse que todo cuanto se diga sobre este hecho no es exclusivo de una Epoca, sino que ya ha sido y seguramente volverá a ser. Una breve introducción le permitirá comprender tal reacción directa.

        Cuando se plantea la pregunta, ingenua, sobre ¿cómo son los mundos de donde procede el Espíritu cautivo?, creyendo que puede haber alguna imagen que represente a la inimaginable Hiperbórea, la Sabiduría Hiperbórea suele responder con una figura metafórica; dice así al ignorante aprendiz: “imagina que una mota de polvo recibe un débil reflejo de los Mundos Verdaderos, y supón que, luego, dicha mota es dividida y re-organizada en infinitas partículas. Haz otro esfuerzo de imaginación y supone ahora que el Universo material que conoces y habitas ha sido construido con los pedazos de aquella mota de polvo. La Sabiduría Hiperbórea te dice: si eres capaz de reintegrar en un acto de imaginación la inmensa multiplicidad del Cosmos en la mota original, entonces, viéndola en su totalidad, percibirás sólo un débil reflejo de los Mundos Verdaderos. Si eres capaz de reintegrar el Cosmos en una mota de polvo verás sólo una imagen deformada de la Patria del Espíritu. Eso es todo cuanto puede conocerse desde aquí”.

        La metáfora se torna transparente si se considera que el Demiurgo ha construido el Universo imitando una torpe y deformada imagen de los Mundos Verdaderos. Ha insuflado Su Aliento a la Materia y la ha ordenado con el propósito de “copiar” el débil reflejo que alguna vez recibió desde las Esferas Increadas. Pero ni la sustancia era la adecuada ni el Arquitecto estaba capacitado para ello y, sumado a esos males, debe considerarse la intención perversa de pretender reinar como Dios de la obra, a semejanza (?) del Incognoscible. El resultado está a la vista: un Infierno maligno y demencial, en el cual, muchísimo tiempo despúes de su creación, por un Misterio de A-mort incontables Espíritus Eternos fueron esclavizados, encadenados a la materia y sujetos a la evolución de la vida.

        La característica principal del Demiurgo es evidentemente la imitación, por medio de la cual ha intentado reproducir los Mundos Verdaderos y cuyo resultado ha sido este vil y mediocre Universo Material. Pero es en las distintas partes de Su Obra adonde se advierte la alucinante persistencia en imitar, repetir y copiar. En el Universo “el todo” es siempre copia de “algo”: los “átomos”, todos semejantes; las “células”, que se dividen en pares análogos; los “animales sociales”, cuyo instinto gregario se basa en la “imitación”; la “simetría”, presente en infinidad de fenómenos físicos y biológicos; etc. Sin extenderse en más ejemplos puede afirmarse que la abrumadora multiplicidad formal de lo real es sólo una ilusión producto del cruzamiento, intersección, combinación, etc., de unas pocas formas iniciales. En verdad el Universo ha sido hecho a partir de contados elementos diferentes, no más de veintidós, que soportan, por sus infinitas combinaciones, la totalidad de las formas existentes.

        Teniendo presente el principio imitativo que rige la obra del Demiurgo, se puede considerar ahora su reacción directa ante la presencia del Gral.

        Dije que el Gral diviniza los linajes hiperbóreos al probar de manera irrefutable la verdad del Origen y que la reacción de los Demonios ha sido considerar a los mismos como linajes heréticos, merecedores del castigo más terrible.

        Pero mientras los Demonios se ocupaban de castigar a los hombres con las pesadas cadenas del Karma, muy otra sería la actitud del Demiurgo. El, según su característica, ha querido imitar, y aún superar, a los linajes hiperbóreos fundando una Raza Sagrada que lo represente directamente, es decir, que canalice su voluntad, y, por intermedio de la misma, reinar sobre los Espíritus encarnados. Una “Raza Sagrada” que se levante en el medio mismo de los pueblos condenados al dolor y al sufrimiento de la vida y que, triunfando sobre ellos, acabe por infligirles la humillación final de someterlos a la Sinarquía de los Demonios. Entonces los linajes hiperbóreos, hundidos en el barro de la degradación espiritual, exhalarán sus últimos lamentos y esos gritos de dolor, esos alaridos de espanto, serán la dulce música con que la Raza Sagrada regalará a su “Dios” Jehová Satanás, el Demiurgo de la Tierra.

        Como ya he dicho el Demiurgo ha intentado muchas veces esta empresa; “los gitanos”, por ejemplo, son el remanente étnico de una “Raza Sagrada” que prosperó en la última Atlántida, cuando los Dioses Traidores sometieron a la Sinarquía del Horror a los linajes hiperbóreos. Los Espíritus encarnados se vieron allí precipitados a las más infames prácticas: la sangre Divina se degradó y confundió por medio de la mezcla indiscriminada de Razas, y, lo que es peor, se lograron realizar ayuntamientos fértiles entre hombres y animales con el concurso de la magia negra; se inmolaron miles de víctimas humanas para saciar la sed de sangre de Jehová Satanás, adorado allí en su Aspecto de “Dios de los ejércitos infernales”. La crueldad, la orgía colectiva, distintas formas de drogadicción, etc., eran todas “costumbres” que los linajes hiperbóreos habían adoptado mientras en los ojos de la “Raza Sagrada” brillaba de gozo la mirada del Demiurgo y la Sinarquía del Horror ejercía su tiranía de oricalco. En tal estado de degradación ya nadie era capaz de recibir la luz del Gral ni de escuchar el Canto de los Dioses. Por eso Kristos Lúcifer decidió manifestarse a la vista de los hombres. Lo hizo, acompañado por una guardia de Dioses Liberadores, y ello determinó el fin de la Atlántida...

        Pero esta es una historia antigua. En tiempos recientes el Demiurgo ha resuelto repetir nuevamente, a imitación de los linajes hiperbóreos, la creación de una “Raza Sagrada” que lo represente y a la cual le estará reservado el alto Destino de reinar sobre todos los pueblos de la Tierra. Con el Pacto de Sangre celebrado entre Jehová Satanás y Abraham queda fundada la “Raza Sagrada”, y sus descendientes, los hebreos, constituirán el “Pueblo Elegido”. Así como los Espíritus Hiperbóreos, divinizados por la presencia del Gral, representan el “linaje herético” por excelencia, los hebreos, frente a ellos, se presentarán como el “linaje más puro de la Tierra”.

        Israel, pueblo elegido por Jehová Satanás para que sea su representante en la Tierra, ¿qué títulos exhibirá como prueba irrefutable de que tal es Su Voluntad? El Demiurgo, siguiendo su habitual sistema de “imitar”, razona de este modo: “Si por la Gema de Kristos Lúcifer, el Gral, ha sido divinizado el linaje hiperbóreo, también por una ‘Piedra del Cielo’ será consagrada la Estirpe de Abraham. Pondré en el mundo una Piedra en la cual estará escrita Mi Ley como prueba irrefutable de que Israel es el Pueblo Elegido, ante el cual deberán humillarse las demás Naciones”.

        Tal es la reacción directa del Demiurgo. Elige de entre la hez de la humanidad al pueblo más miserable y luego de pactar con él le hace “crecer” a la sombra de Reinos poderosos. Cuando decide que a la “Raza Sagrada” le ha llegado el momento de cumplir su misión histórica “renueva el pacto” entregando a Moisés la clave del Poder. Entonces Israel, el linaje más puro de la Tierra, atraviesa los milenios y marcha hacia su futuro de gloria, mientras los Imperios y los Reinos se hunden en el polvo de la Historia. Sin duda ha sido efectiva la reacción del Demiurgo y poderosos han resultado los efectos de Su Piedra, la fuerza de Su Ley. Por eso cabe preguntarse ¿qué es en realidad lo que Jehová Satanás entrega a los hebreos como instrumento de poder y de dominación universal?; lo repetiré sintéticamente: las “Tablas de la Ley” contienen el secreto de las veintidós voces que el Demiurgo pronunció cuando ordenó la materia y por las cuales ha sido formado todo lo existente. El conjunto de símbolos contenidos en las Tablas de la Ley es lo que de antiguo se conoce como Cábala Acústica. En la Atlántida este conocimiento fue en principio patrimonio de otra “Raza Sagrada”, pero, más adelante, los Guardianes del Arte Lítico, antepasados del cromagnón y padres de la Raza Blanca, llegaron a dominarlo por completo.

        “Las Tablas de la Ley” son entonces “la Piedra” que el Demiurgo ha puesto en el Mundo como soporte metafísico de la “Raza Sagrada” a imitación del conjunto “linaje hiperbóreo/Gral”. Sin embargo, como en todas las “imitaciones” del Demiurgo, no debe verse aquí una equivalencia demasiado precisa. El Gral, desde el pasado, refleja para cada uno de los hombres el Origen Divino y constituye un intento de Kristos Lúcifer por acudir en ayuda de los Espíritus cautivos o, en otras palabras, la influencia del Gral apunta a lo individual y a lo espiritual. Las Tablas de la Ley por el contrario, apuntan a lo colectivo, entre Jehová Satanás y el pueblo hebreo, y, además, su contenido cabalístico revela las claves que permiten dominar todas las Ciencias materiales.

        Si la confusión estratégica, la encarnación, el encadenamiento a la Ley del Karma, etc., son males terribles que aquejan a los Espíritus Hiperbóreos, la convivencia terrestre con una “Raza Sagrada” de Jehová Satanás es sin duda la más espantosa pesadilla, peor aún que cualquiera de las desdichas mencionadas. Porque, a partir del “pacto renovado” con Moisés, la enemistad racial entre los linajes hiperbóreos (“heréticos”) y el linaje hebreo (“sagrado”) será permanente y eterna, con la desventaja irreversible para los primeros de que la Voluntad infernal del Demiurgo se expresará irresistiblemente a través de los segundos.

        Después de la “aparición” de Israel sólo le queda al hombre la alternativa dramática de regresar al Origen o sucumbir definitivamente.

        Escarbando en el mito hebreo de Abel y Caín, bajo un velo de calumnias, puede apreciarse una descripción acertada de la enemistad racial y teológica entre hebreos e hiperbóreos. En dicho mito, Abel, que es pastor de rebaños, representa el tipo básico del hebreo y Caín, el labrador, a la figura del hombre de linaje hiperbóreo. Cuenta la leyenda que a Jehová Satanás le resultaron agradables las ofrendas de sangre de Abel el pastor, consistentes en el sacrificio de los corderos primogénitos “con su grasa”, y en cambio despreció los “frutos de la tierra” que exhibía Caín. Tal actitud por parte del Dios de la Materia constituyó una revelación para Caín: el descubrimiento de las verdaderas intenciones del Creador y la esencia materialista y servil de los pastores. Entonces Caín decidió matar a Abel, el Alma creada, lo que motivó a Jehová para denunciar que era portador de una marca que delataba su condición de asesino. Dicho signo sería reconocido en todas las Epocas, por aquellos que fuesen “como Abel”, en quienes demostrasen ser “como Caín”.

        Aquel especial criterio afectivo de Jehová Satanás se ha perpetuado a través de los siglos en el odio que los hebreos sienten hacia los linajes hiperbóreos, odio que, no se olvide, proviene del Demiurgo puesto que “Israel es Jehová”. A los hombres mentecatos, es decir, a quienes se les ha lavado el cerebro para posteriormente convertirlos en fanáticos creyentes de la Biblia, siempre les resulta difícil justificar la predilección de Jehová “Dios” por el sacrificio sangriento de Abel y el desprecio de la producción agrícola de Caín. Empero, todo se aclara si se lee bajo el lenguaje cabalístico, cifrado, del Génesis, una interpretación antiquísima del Holocausto de Fuego. En efecto, “el holocausto del cordero primogénito con su grasa” [Génesis 4,4], representa al Holocausto de la Muerte Final de la Humanidad y su transformación  en la lejía que “lavará la Señal Abominable que está grabada en la Piedra Caliente”: la oblación de Abel sería luego quemada, tal como hacen hasta hoy los hebreos con los cuerpos de los animales sacrificados, y “la grasa”, mezclada con la ceniza, formaría el jabón, la lejía, que lavaría la mancha simbólica del “pecado de Caín”; tal “pecado” es, naturalmente, ser “agricultor”, sembrador de cereales, adorador de la Diosa Ama, o Ceres, o Deméter, o la Virgen de Agartha, la madre de Navután, es decir, quien entregó la semilla del trigo a los hombres, la Semilla del Niño de Piedra. La “marca de Caín” es, entonces, la Señal en la Piedra Caliente, el Símbolo del Origen que causa el encadenamiento del Espíritu eterno a la Materia; por eso Caín, al portar dicha marca, no podrá morir jamás: será “inmortal”, como lo son todos los hombres que poseen Espíritu, aunque lo ignoren por estar “dormidos”.

        Robert Graves, y el Rabino Raphael Patai, en el libro “Los Mitos Hebreos”, han extraído y sintetizado el Mito de Caín de numerosos midrash talmúdicos. He aquí una de las versiones oficiales hebreas, que demuestran el carácter espiritual luciférico de Caín y la naturaleza “creada” de Abel: “Caín respondió a la reprensión de Dios con un grito que todavía repiten los blasfemos: –¡No hay Ley ni Juez!–. Cuando poco después  encontró a Abel en un campo le dijo: –No hay Mundo futuro, ni recompensa para los justos, ni castigo para los malhechores. Este Mundo no fue creado con misericordia, ni es gobernado con compasión. ¿Por qué otra causa ha sido aceptada tu ofrenda y rechazada la mía? Abel respondió sencillamente: –La mía fue aceptada porque amo a Jehová Dios; la tuya fue rechazada porque le odias–. Entonces Caín decidió golpear y matar a Abel”.

        Es interesante profundizar más sobre la figura de Caín. Según la Biblia fue, además de agricultor, el primero que construyó ciudades amuralladas y el inventor de los pesos y medidas. Su descendiente Tubal-Caín (desdoblamiento mítico del mismo Caín) fue fabricante de armas y de instrumentos musicales.

        Si se observa ahora esta figura de Caín, a la luz de la Sabiduría Hiperbórea, se comprobará que posee muchos de los atributos característicos de los linajes hiperbóreos. Ante todo la asociación de la Agricultura con la construcción de ciudades amuralladas es una antiquísima fórmula estratégica hiperbórea que emplearon recientemente, por ejemplo, los etruscos y los romanos, y que ha sido expresada con perfección por el rey germano Enrique I, el Pajarero. Por otra parte el invento de los pesos y medidas, que los hebreos atribuyen a Caín, los griegos a Hermes y los romanos a Mercurio, permite identificar a Caín con esos dos Dioses hiperbóreos. Y por último: la acusación de asesino y la condición de fabricante de armas, revela claramente que la figura de Caín representa a unos guerreros temibles, a los Hombres de Piedra: a delatar o señalar esa calidad apunta claramente la denuncia de la famosa marca.

        En la Biblia, el libro sagrado del “Pueblo Elegido”, en el mito de Abel y Caín, se encuentran perfectamente reveladas las reglas de juego. En la “preferencia” de Jehová Satanás por los pastores hebreos, representados por Abel, y en el desprecio y castigo de los linajes hiperbóreos, simbolizados por Caín, aparece planteado el conflicto metafísico de los orígenes, pero actualizado ahora como confrontación cultural y biológica. La Raza Sa-grada hebrea ha venido a traer la Presencia de Jehová Satanás; (Presencia consciente, diferente del soplo panteísta con que el Demiurgo anima la materia) al plano de la vida humana, de la encarnación, del dolor y del sufrimiento. Por eso la antigua enemistad trascendente entre Espíritus cautivos y Demonios se transforma en enemistad inmanente entre los linajes hiperbóreos y el Universo material, dado que la Raza Sagrada es Malkhouth, el décimo Sephiroth, es decir, un Aspecto del Demiurgo. Esto último debe entenderse así: Israel es el Demiurgo. Vale la pena aclararlo. Según las enseñanzas secretas de la Cábala y tal como puede leerse en el Libro del Esplendor, Sepher Yetsirah, o en el Libro del Holocausto de Fuego, Sepher Icheh, es decir, acudiendo a las fuentes más confiables de la Sabiduría Hebrea, para la “creación” de la “Raza Sagrada” Jehová Satanás manifiesta uno de sus diez Aspectos o Sephiroth. El décimo sephiroth, Malkhouth (el Reino), es el propio pueblo de Israel, de acuerdo a los textos oficiales hebreos, el cual guarda un nexo metafísico con el primer Sephiroth, Kether (Corona), que es la Cabeza o Conciencia suprema del Demiurgo. En otras palabras: hay identidad metafísica entre Israel y Jehová Satanás o, si se quiere, “Israel es Jehová Satanás”.

        Como decía antes, la enemistad entre la Raza Sagrada y los linajes hiperbóreos, enemistad que se ha visto declarada en el mito de Abel y Caín, significa un enfrentamiento entre éstos y el Universo material, dado el carácter de Malkhouth, desdoblamiento del Demiurgo, que ostenta Israel. Con Malkhouth, el Demiurgo ha querido imponer la realeza del linaje sagrado hebreo a los restantes pueblos de la Tierra. Si estos pueblos gentiles han olvidado el pasado, y se han sometido al Plan que lleva adelante la Fraternidad Blanca, entonces aceptarán de buen grado la superioridad hebrea y el mundo marchará alegremente hacia la Sinarquía. Pero, ¡hay de aquellos Goym que no renuncien a su herencia hiperbórea y persistan en recordar el conflicto de los orígenes! No habrá lugar para ellos en la Tierra porque con la Presencia de Malkhouth, el linaje sagrado de Israel, el Demiurgo asegura su persecución e inmediato aniquilamiento. ¡Dramático destino el del Espíritu cautivo! Durante milenios recordar el Origen, es decir, exhibir un linaje herético, era castigado por los Demonios con un fuerte Karma, y el dolor, el sufrimiento, eran tan terribles que se acababa por olvidar. Pero, mientras esta degradación ocurría, en el fondo de su corazón, bullendo en su sangre, el condenado podía participar del Recuerdo de Sangre y acceder a la Gnosis; era su derecho: si lograba elevarse desde la ciénaga de la confusión espiritual nadie podía impedirle que recibiera la luz del Gral ni que escuchara el Canto de los Dioses. Con Israel ni esta miserable oportunidad de despertar sería ya posible pues el conflicto fue planteado en términos biológicos, raciales, culturales...: quien se comprometa en la con-tienda debe ahora arriesgarlo todo pues al enfrentar a Israel se está enfrentando al mismo Demiurgo. Israel avanza en la Historia con una fuerza irresistible. Sus grandes ideas van dominando poco a poco a la Cultura de Occidente paralelamente con el crecimiento de su potencia financiera. ¿Quién será capaz de oponerse a la fuerza conjunta del judeocristianismo, de la judeomasonería, del judeomarxismo, del sionismo, del Trilateralismo? ¿Quién podría hacer “saltar” las bancas de Rothschild, de Jacobo Schiff, de Kuhn and Loeb, de Rockefeller, etc.? ¿y quién competirá con los hebreos en los campos de la Ciencia o el Arte? Ya describí el fantástico Poder Material alcanzado por la Sinarquía Templaria en la Edad Media; piense, Dr. Siegnagel, lo que ha de representar tal Poder hoy día; contra estas fuerzas organizadas el hombre no tiene la mínima chance. Por eso, ante tan formidable Poder, la única alternativa estratégica válida es la confrontación racial: a la Raza Sagrada de Jehová Satanás oponer el linaje hiperbóreo de los Espíritus cautivos. Y en este choque de linajes, en esta guerra llevada al terreno de la sangre, el hombre despierto, aquel que recuerde y desee regresar, deberá escuchar el Canto de los Dioses y, siguiendo una vía secreta de liberación, hallar “la salida”, regresar al Origen, y trasmutarse en Hombre de Piedra. Habrá cumplido así con la primera parte de la Estrategia Odal. Pero si un Líder carismático, despierto y trasmutado, se pone al frente de una comunidad racial y decide guiar a los hombres en conjunto de Regreso al Origen, podrá aplicar en su totalidad la Estrategia Odal, aprovechando la presencia del Gral. En este caso el Líder planteará la Guerra Total contra las fuerzas demoníacas de la Sinarquía, pero especial-mente ejercerá su máxima presión sobre la Raza Sagrada pues ella representa directamente al Enemigo o sea al Demiurgo Cautivador. Sin embargo, sólo en Epocas modernas, cuando la presencia universal de la Sinarquía y el poder de la Raza Sagrada queden en evidencia, será posible que algún Gran Jefe identifique correctamente al Enemigo y declare contra Ellos la Guerra Total.

        La enemistad irreconciliable entre el linaje sagrado hebreo y el linaje herético hiperbóreo podría ser ejemplificada considerando las infinitas veces que se han producido enfrentamientos y describiendo los distintos resultados. Se puede asegurar que habría material para llenar varios tomos, razón por la cual debo ser prudente y referirme a lo estrictamente necesario para la comprensión de la Estrategia Odal de los Dioses Leales. Es con este criterio que voy a considerar tan sólo un ejemplo, pero un ejemplo que será altamente clarificador.

        Después del hundimiento de la Atlántida, y en virtud de las pautas del Pacto Cultural, los linajes hiperbóreos han coincidido siempre en que la sociedad humana debía organizarse en torno de tres funciones principales: Regia, Sacerdotal y Guerrera. La armonía y la independencia de las tres funciones garantizaría un cierto equilibrio apropiado para los tiempos de paz y de prosperidad, o sea cuando la sociedad progresa materialmente hacia el futuro. En distintas Epocas de su historia muchísimos pueblos de linaje hiperbóreo experimentaron breves períodos en que el equilibrio de las tres funciones permitió disfrutar de esa tranquilidad social, mediocre y cortesana, que ocultaba en realidad una ausencia total de contacto carismático entre la masa del pueblo y sus Líderes, situación típica que se caracteriza por la indiferencia general. Cuando una sociedad se estabiliza de esta manera la Fraternidad Blanca de Chang Shambalá afirma que “evoluciona” y que “progresa”. Es pues del interés de los Demonios llevar a la Humanidad  a un estado de equilibrio permanente de las tres funciones; ¿con qué objeto?: para preparar el advenimiento de la Sinarquía, es decir, la Concentración del Poder en manos de una Sociedad Secreta o cofradía oculta. ¿Qué fin tiene concentrar el poder en manos de seres que actúan en las sombras? La respuesta se halla relacionada con la manifestación por parte del Demiurgo de “Malkhouth”, la Raza Sagrada: el poder sobre las naciones pertenece (en esta etapa del Kaly Yuga) a Israel como herencia de Jehová Satanás y prueba de su linaje teológico. Mientras llega el tiempo de Israel la Sinarquía será el regente del poder concentrado por la Fraternidad Blanca.

        Se comprende que los Dioses Leales, frente a semejante conspiración, procuren desestabilizar el equilibrio sinárquico de las sociedades e influyan carismáticamente en los hombres con el fin de despertar a uno de ellos y trasmutarlo en Líder hiperbóreo. Tal es, fundamentalmente, el objetivo de la Estrategia Odal. Por eso el Canto de los Dioses llama sin cesar en la Sangre Pura y el Gral es una presencia permanente que muestra, a quien lo quiera ver, el reflejo del Origen Divino del Espíritu. Pero no debe creerse que la Estrategia Odal sólo tiene éxito cuando acontece una auténtica trasmutación del hombre dormido en Hombre de Piedra; ése es sin duda el más importante éxito, pero el mismo no es muy frecuente, especialmente en el caso de Líderes o Conductores de pueblos. Hay, en cambio, otros casos, no tan vistosos ni evidentes como una trasmutación, pero cuya influencia benéfica en la organización de las sociedades ha motivado que se los considere también como éxitos de la Estrategia Odal. Me refiero específicamente a aquellos Líderes que, con cierto grado de inconsciencia, escuchan el Canto carismático e intuyen algunos principios de la Sabiduría Hiperbórea. Como no se hallan completamente despiertos e ignoran el origen del “mensaje”, proceden a aplicar en el gobierno de sus pueblos los principios estratégicos tomándolos por invención propia. Podría abundar en ejemplos, pero tendrá particular interés para Ud., Dr., considerar el caso de quienes “han descubierto”, sin saberlo, el principio del cerco.

        Cuando en la estructura mental de un Líder se ha incorporado el “principio del cerco”, su Sangre Pura, y con ésta el Canto de los Dioses, le impulsa a aplicar la “ley del Cerco” en todos sus actos concretos. Surgen así desde sociedades particulares hasta teorías políticas, filosóficas, morales, etc., concebidas y ejecutadas de acuerdo a la ley del cerco, en el marco de la Estrategia Odal. Un ejemplo típico es la idea del “Imperio Universal”. Vale la pena comentarlo.

        Cuando la Estrategia Odal consigue despertar la naturaleza Divina en algún Líder, es factible que su posterior actividad provoque notables cambios sociales. Si es Rey, es decir, si ejerce la Función Regia, avanzará gibelina-mente sobre la Función Sacerdotal y, con el apoyo de la Función Guerrera, tratará de expandir los límites de su Estado. Si el Líder es un guerrero notable, no tardará en ceñirse la corona para después, aplastando a la Función Sacerdotal, abocarse a la tarea de organizar un Estado militar. En la mayoría de los casos el desequilibrio de las tres funciones se realiza a costa de la Función Sacerdotal que suele ser lunar y sinárquica. Lo importante es que el Líder, Rey o Guerrero, al aplicar la ley del cerco en su visión de la sociedad concluye generalmente por coincidir en la idea del Imperio Universal como la más apropiada para demostrar la superioridad de su Raza y para perpetuar el recuerdo de su Estirpe.

        El Estado universal de Accad; los Imperios de Asiria y Babilonia; el Gran Imperio Persa, destruido por Alejandro Magno; el Imperio Romano; etc., han sido concebidos del mismo modo: por la aplicación de la ley del Cerco, en el marco de la Estrategia Odal, que han hecho los Líderes hiperbóreos en el curso de los milenios. No puedo dejar de mencionar que muchas “ideas modernas” registran el mismo procedimiento en su concepción: tal las distintas variantes del “nacionalismo”; el “fascismo”; el “falangismo”; el “nacionalsocialismo”, las “federaciones” y “confederaciones”; etc. Estas y muchas otras teorías políticas son el producto de la aplicación de la ley del Cerco por parte de algunos Líderes modernos. En el caso del “fascismo”, “nacional-socialismo”, etc., es evidente que guardan un nexo bastante estrecho con la antiquísima idea del Imperio Universal lo que explica de manera elocuente el por qué tales ideologías han sido perseguidas hasta el aniquila-miento por el Pueblo Elegido y las fuerzas de la Sinarquía.

        Es que, justamente, la idea del “Imperio Universal”, que es hiperbórea y surge de la aplicación de la ley del Cerco, se opone irreductiblemente a la idea de la “Sinarquía Universal” propiciada por la Fraternidad Blanca de Chang Shambalá, y llevada adelante en favor del Pueblo Elegido.

        Me había propuesto dar un ejemplo de la enemistad irreconciliable entre el linaje herético hiperbóreo y el linaje sagrado hebreo y ello ha quedado de manifiesto en la oposición entre Imperio Universal y Sinarquía, es decir, entre sus respectivas concepciones ideales de la sociedad. Munido de estas claves cualquiera puede revisar la Historia y sacar sus propias conclusiones; no es pues necesario insistir más sobre ello.

 

 

        Dije anteriormente que la “Raza Sagrada” fue creada por el Demiurgo a imitación de los linajes hiperbóreos y mostré que “Las Tablas de la Ley”, y el terrible conocimiento con que estaban escritas, les fueron entregadas a los hebreos a semejanza del Gral. Puedo agregar ahora que la “imitación” no concluyó allí; por el contrario durante siglos se preparó una infernal falsificación histórica que en los hechos venía a significar un agravio infinitamente más ofensivo que la imitación de los linajes hiperbóreos o del Gral. Estoy hablando de la usurpación, vulgarización y degradación perpetrada contra la figura Divina de Kristos Lúcifer.

        Ya mencioné que, durante los días de mayor decadencia espiritual de la Atlántida, Kristos Lúcifer se manifestó a la vista de los hombres dormidos. Su Presencia tuvo la virtud de purificar y orientar a muchos hombres, quienes, gracias a este descenso a los Infiernos realizado por el Gallardo Señor, pudieron así emprender el sendero del Regreso. Sin embargo la reacción cobarde de los Dioses Traidores, que recurrieron al empleo de la magia negra para impedir el rescate, condujo finalmente a una guerra sin cuartel que sólo concluyó cuando hubo desaparecido la última Atlántida. Y aunque el continente atlante desapareció devorado por las aguas y miles de años de barbarie y confusión estratégica borraron estos hechos de la Historia, no es menos cierto que el drama vivido fue tan intenso que jamás se oscureció del todo en la memoria colectiva de los linajes hiperbóreos. Por eso cuando el Demiurgo concibió la siniestra idea de imitar, burdamente, la imagen redentora de “Kristos Lúcifer descendiendo entre los hombres” era inexorable que tal infamia desencadenaría cambios irreversibles y enfrentamientos definitivos.

        ¿Qué pretendía esta vez el Demiurgo? Aunque parezca increíble deseaba producir, a imitación de la trasmutación hiperbórea, un salto en la Humanidad. Pero no nos asombremos demasiado: lo que se buscaba era un salto hacia adelante, hacia el futuro, y por sobre todo, se intentaba ceñir a los miembros de la Humanidad, sin distinción alguna por su Raza o religión, a un “typo” psicológico universal o sea a un Arquetipo colectivo. Ese Arquetipo, por supuesto, era el de la Raza hebrea pues lo que se quería en definitiva era judaizar a la humanidad y prepararla para el Gobierno Mundial de la Sinarquía.

        Para llevar adelante un plan tan ambicioso se pondrían en movimiento numerosas fuerzas, las que concurrirían hacia la figura del Mesías y harían posible su Ministerio terrestre. Para la misión de “preparar el vehículo” mediante el cual Jehová Satanás se manifestaría a los hombres, fue comisionado uno de los Maestros de Sabiduría de la Fraternidad Blanca, quien sería conocido, luego de su encarnación, como Jesús de Nazareth. Tampoco se descuidó la cuestión del linaje y por eso el Maestro Jesús encarnó en el seno de una familia hebrea cuya genealogía podía remontarse hasta Abraham. Pero el cuerpo físico del Mesías poseería una constitución diferente a la de un simple hebreo: María sería preñada “con la mirada” por uno de los Demonios de la Jerarquía, el “Angel Gabriel”, quien en realidad emplea el método de “intersección de campos”, una de las tres formas de partenogénesis que existen: de este modo se imitaba también a la Virgen de Agartha, Ama, la Madre de Navután, que fue embarazada en Venus por otro “Angel”, el “Serafín Lúcifer”. El Maestro Jesús animaría durante treinta años ese cuerpo superior, pero sería la secta esenia la que durante todo ese tiempo se encargaría de desarrollar sus potencialidades esotéricas, entrenándolo en los secretos de la Cábala acústica. En esta tarea los esenios serían asistidos por los Maestros de la Jerarquía, y estos por los Dioses Traidores; todo Chang Shambalá se había concentrado en sostener al Mesías ya que del éxito de su misión dependería en gran medida la “evolución” futura de la Humanidad. Si la obra del Mesías triunfaba la Humanidad entera sería “civilizada”, es decir judaizada, y se acabaría la “barbarie”, es decir el recuerdo mitológico de los ancestros Divinos.

        Lo más horroroso de esta conjura era que el Demiurgo y sus Demonios contaban esta vez con el Recuerdo de la Sangre que los linajes hiperbóreos aún guardaban del Kristos de la Atlántida para “atraerlos” hacia su imitación, el Jesús Cristo, y mediante una fantástica confusión someterlos definitivamente. ¡Con qué colosal hipocresía se planificó y ejecutó la estafa! Luego de Jesús Cristo ¿quién sería ya capaz de distinguir entre el Kristos de la Atlántida y su caricatura? Sólo unos pocos han sospechado el engaño, Gnósticos, Maniqueos y Cátaros, y contra ellos ha caído el anatema de las Fuerzas Oscuras, la persecución y el aniquilamiento. Es que este Jesús Cristo, como Arquetipo judaico que es, permite muchas interpretaciones, todas “legales”, según la conveniencia de la Sinarquía: hay un Cristo redentor; un Cristo de piedad; un Cristo “que vendrá”; un Cristo-Dios, un Cristo-hombre; un Cristo-revolucionario social; un Cristo-Cósmico; un Cristo-Avatar, etc.

        Lo que jamás se permitirá concebir (o “recordar”) a nadie es un Kristos de Luz Increada, es decir, un Kristos Lúcifer. Después de Jesús Cristo ése será el mayor pecado, la más grande herejía y el castigo merecido será castigo ejemplar.

 

        “En el año 30 de la Era cristiana el Verbo se hizo carne y habitó entre los hombres”. Aquel por cuya Palabra fue creado el Mundo, se vistió con el ropaje de su Arquetipo Hebreo, Malkhouth, y se manifestó a los hombres en la persona de Jesús de Nazareth. Fenómeno de los fenómenos, Maravilla de las maravillas, ¡qué espectáculo prodigioso habrá sido ver al Demiurgo hecho hombre! Hay que reconocer que esta vez hubo una innegable calidad en su infernal idea de imitar al Kristos de la Atlántida y aprovecharse del Recuerdo de Sangre de los hombres. El resultado está a la vista. Poco a poco los pueblos salieron de la “barbarie” y la “Civilización” se extendió hasta los últimos rincones de la Tierra. Y los hombres lenta pero inexorablemente se han ido adaptando al patrón psicológico judío ¿cómo se logró este éxito? ¿por qué alquimia colectiva la efímera vida de Jesús Cristo consiguió influir sobre los pueblos durante milenios hasta desembocar en su completa judaización? ¿fue sólo el Recuerdo de Sangre del Kristos de la Atlántida lo que determinó tal resultado o hubo otros factores ocultos que contribuyeron a la confusión de la Humanidad y a su judaización actual? Sin entrar en demasiados detalles, dado que el tema da para largo, puedo decir que el Arquetipo Hebreo de Jesús Cristo, que se hallaba al igual que todos los Arquetipos en el Plano Arquetípico, fue precipitado al plano físico o actualizado durante la encarnación del Demiurgo en el cuerpo de Jesús de Nazareth. Tal actualización del Arquetipo Malkhouth significa que se ha establecido una fuerza permanente en la Tierra, la cual actúa de manera equivalente a la gravitatoria “empujando” al hombre hacia la forma judaica. Ello es debido a una razón que es también un terrible secreto: ¡Jesús Cristo no ha desencarnado! Por el contrario se ha situado desde entonces “en el centro de la Tierra”, junto al Rey del Mundo, irradiando desde allí su “potencia arquetípica” (hoy diríamos “información genética”) en infinitos ejes geotopocéntricos que parten del centro terrestre y atraviesan la columna vertebral de los hombres. Esta es la fuerza arquetípica permanente de Jesús Cristo. Pero no es la única: también actúa sobre el hombre una influencia judaica emocional, irradiada desde el propio “Pueblo Elegido” de Israel ya que la Raza Sagrada forma parte de la anatomía oculta de la Tierra cumpliendo la función de chakra corazón o anhata chakra.

        Con respecto a la última pregunta vale la pena destacar que el “animal-hombre” creado por el Demiurgo hace millones de años para que “evolucionase” de acuerdo al Plan que siguen los siete Reinos de la Naturaleza, tendía naturalmente a conformar un typo que respondía a algunos Arquetipos básicos. Sin embargo, desde el año 33 de la Era Cristiana, puede asegurarse que el Arquetipo judaico de Jesús Cristo es ahora el Arquetipo psicológico del hombre, es decir, el typo hacia el que tiende por evolución. Esto significa que en los hombres, quienes poseen por el antiguo Misterio de A-mort una herencia animal, las tendencias animales le impulsarán inconscientemente hacia el Arquetipo judaico. Sólo la pureza de sangre podrá evitar el predominio de las tendencias animales y el consiguiente peligro de corresponder psicológicamente con el Arquetipo judaico.

        He mostrado ya de qué manera el Demiurgo llevó el conflicto original al terreno del enfrentamiento racial, luego de crear la Raza Sagrada a imitación de los linajes hiperbóreos divinizados por el Gral. Ahora se acaba de ver cómo una nueva imitación, esta vez de Kristos Lúcifer, ha significado otro avance destructor contra los linajes hiperbóreos. La poderosa fuerza conformadora del Arquetipo judaico de Jesús Cristo, actuando desde el centro de la Tierra en todo tiempo y lugar ha aumentado tremendamente el sueño en que se encontraba desde antaño la “Conciencia de Sangre” de los hombres. En el campo de batalla de la sangre luchan sin cuartel ahora dos fuerzas esotéricas: el Canto de los Dioses y la tendencia arquetípica judaica de Jesús Cristo. Y el “despertar” se ha tornado, entonces, una lucha terrible y desesperada librada en el interior y en el exterior de cada uno, a menudo inconscientemente.

        Es por eso que, luego de Jesús Cristo, ya no será posible calificar ni a pueblos ni a organizaciones sino que habrá que atender específicamente al grado de confusión de los hombres. Debe ser así porque en muchos casos organizaciones sinárquicas enteras podrán caer bajo el mando de un hombre súbitamente consciente de algún principio hiperbóreo (producto de la lucha esotérica que se libra en su interior), quien hasta podría “torcer” momentáneamente el rumbo de ésta.

        Y, viceversa, en otros casos podrá ocurrir que un grupo calificado como “hiperbóreo” sea conducido por personajes más o menos judaizados. En el extremo tendremos hebreos (judíos de sangre) que se rebelan a Jehová e intentan dramáticamente recuperar su herencia hiperbórea, caso que puede ocurrir con más frecuencia de lo que suele imaginarse, así como hallaremos muchas veces personas que “por la Sangre” declaran ser perfectos “arios” pero que psicológicamente demuestran ser más judíos que el Talmud. Un ejemplo por demás elocuente lo obtendremos observando a la Iglesia Católica en la cual conviven los adoradores de Jesús Cristo y del Demiurgo junto a curas nacionalistas y patriotas que sirven a la causa de Kristos Lúcifer y de los Dioses Leales sin saberlo.

        Se debe pues ser prudente al calificar las organizaciones humanas y, aún en aquellas netamente sinárquicas, detenerse siempre a evaluar el grado de confusión de los hombres con los cuales se trata. Se considera una muestra de capacidad estratégica la habilidad para ubicar al “hombre justo”, aun dentro de una organización sinárquica como la Masonería, a quien se hablará luego tratando de aislarlo de la organización en la cual milita (apelando a la aplicación de la ley del cerco) para poder dirigirse mediante símbolos apropiados a su parte hiperbórea.

       

        Un ejemplo de cuanto vengo diciendo lo constituye el caso de la herejía soteriológica, de Pelagio, llamada también “pelagianismo”. A principios del siglo V este Obispo británico comenzó a defender la teoría de que el hombre, por sí mismo, es suficiente para protagonizar su salvación. Ello es posible, según Pelagio, porque “hay en el hombre un principio de perfección espiritual”. Es evidente, así, que en Pelagio predominaba el linaje hiperbóreo. Su Sangre Pura pronto le permitió advertir que la “salvación” del hombre (su “orientación”) dependía de “un principio espiritual”, el cual debería ser “descubierto” y “cultivado” interiormente. Pero donde la posición “herética” de Pelagio resultaba más clara era en lo referente al pecado original: el hombre no ha pecado en absoluto y “si Adán pecó, su pecado murió con él; no se transmitió a la descendencia humana”. En definitiva “el hombre es libre” y “nace sin pecado”; de allí a plantear la injusticia del dolor y del sufrimiento, o de cualquier otro castigo impuesto por Jehová Satanás, había solo un paso. En consecuencia la persecución contra Pelagio comenzó enseguida y no acabó hasta su eliminación, en Africa; fue llevada adelante por las más importantes autoridades eclesiásticas de su Epoca, lo que prueba el temor que producían sus ideas, entre quienes se destacaron los Papas Inocencio I y Zósimo, San Jerónimo y el apóstata gnóstico San Agustín.

        En el Sínodo de Cartago del año 411, fueron condenadas siete pro-posiciones, síntesis de su doctrina. Vale la pena que las recuerde ahora para comprobar que las mismas se derivan de la Sabiduría Hiperbórea.

        He aquí las siete proposiciones condenadas:

        1 - Adán, mortal por su creación, hubiera muerto con pecado o sin él. 2 - El pecado de Adán le dañó a él solo, no al linaje humano. 3 - Los niños recién nacidos se hallan en aquel estado en que se hallaba Adán antes de su prevaricación (es decir: antes de probar el fruto prohibido del Gral). 4 - Es falso, que ni por la muerte ni por la prevaricación de Adán tenga que morir todo el género humano y que haya de resucitar por la resurrección de Jesús Cristo. 5 - El hombre puede fácilmente vivir sin pecado. 6 - La vida correcta, de cualquier “hombre libre”, conduce al Cielo del mismo modo que el Evangelio. 7 - Antes de la venida de Jesús Cristo hubo hombres “impecables”, es decir, que de hecho no pecaron.

 

 

 

 

Cuadragesimoséptimo Día

 

 

 

Síntesis General de la Sabiduría Hiperbórea:

  Mientras los Golen marchaban con los Celtas hacia Europa el Reino de Judá, en medio Oriente, era destruido por Nabucodonosor y su población llevada en cautiverio a Babilonia en el año 597 A.J.C. Fueron liberados en el 536 y, veinte años después, en el 516, reconstruyeron el Templo de Salomón sin hallar el arca con las Tablas de la Ley. En el siglo IV fueron dominados por los griegos de Alejandro y en el siglo II se aliaron con los romanos contra los griegos (140 A.J.C.). Luego de la muerte de Julio César el Senado de Roma otorgó el título de Rey de Judea a Herodes I, en el año 37 A.J.C. y en el primer año de la Era cristiana (o en el 4 A.J.C. si se quiere) nació el Salvador, Jesús de Nazareth, el Cristo.

        Después de Herodes I los romanos quitaron al Pueblo Elegido la posibilidad de tener un Rey de su linaje y colocaron en el poder a una serie de procuradores que intentaron vanamente dominar la creciente agitación social. La “crucifixión de Jesús Cristo”, que no existió, o la “lucha contra los cristianos”, que suele darse como explicación de la actitud belicosa y suicida de los judíos, no son correctas, siendo la verdadera causa del malestar el hecho, presentido por todos los miembros de la Raza Sagrada, de que el Arquetipo Hebreo “sería arrojado a los Gentiles”. Era palpable para ellos, en virtud de compartir la substancia del Demiurgo, la acción judaizante que se realizaría de allí en adelante sobre todo el mundo. Lo que no les aparecía tan claro era: ¿de qué modo, luego de la presencia de Jesús Cristo podría cumplirse el antiguo pacto con Jehová Satanás, la promesa de que el linaje sagrado heredaría el poder sobre las demás naciones? Harían falta varios siglos y el trabajo de eminentes Rabinos cabalistas para que los hebreos recuperasen la fe sobre su papel en la Historia. Pero mientras ese tiempo llegaba la paciencia de los romanos se agotó mucho antes: en el año 70 D.J.C. el General Tito destruyó Jerusalén, el Templo de Salomón, y “dispersó” a los judíos por todos los rincones del Imperio Romano. Con la Diáspora del año 70 comienza la historia moderna del Pueblo Elegido, cuya culminación está por producirse en nuestros días, cuando la Sinarquía transfiera a sus manos la totalidad del poder mundial.

        Cuando en el 313, el Emperador Constantino el Grande reconoció al cristianismo como religión oficial del Imperio Romano, se inició una Epoca difícil para la Raza Sagrada. El motivo era que en los pueblos recientemente cristianizados predominaba más el Recuerdo de Sangre de Kristos Lúcifer que el Arquetipo judaico de Jesús Cristo, hecho que casi siempre desembocaba en un generalizado sentimiento antijudío. Aunque a la larga terminaría por triunfar la permanente influencia del “rayo geotopocéntrico” de Jesús Cristo, por sobre el recuerdo hiperbóreo, y las masas acabarían judaizadas, mientras tanto la Raza Sagrada correría el peligro de ser ex-terminada. Pero la “amenaza” pronto sería conjurada.

        Si existió realmente un peligro efectivo contra los hebreos es algo que habrá que dudar pues en el siglo V San Benito de Nurcia funda la Orden en la que ingresarán, en masa, los Golen “cristianos” quienes se abocarán, desde entonces, a la tarea de mediar entre la Iglesia y la Sinagoga.

        Según informé en Días anteriores, las Tablas de la Ley quedaron donde las había ocultado Salomón y recién fueron halladas por los Golen Templarios en la Edad Media. Aquellas Tablas han sido hechas por el Demiurgo Jehová Satanás para imitar la acción fundadora del Gral. Hay que indagar pues, ¿qué fue del Gral, el “modelo” metafísico de las Tablas?

        Al contrario de la pregunta por las Tablas de la Ley, que obligó a referirse a hechos de la Historia, la cuestión del Gral me llevará al terreno estrictamente esotérico. Pero en primer lugar conviene aclarar que la pregunta ha sido mal planteada. Ya aclaré que el Gral no debe ser buscado; agregaré ahora que se trata de un objeto del cual no es posible apropiarse y que, por lo tanto, debe aún estar donde siempre estuvo. Es un error, pues, tanto “buscar” el Gral como interrogar: ¿qué ha sido de él? Pero, se preguntará ¿cómo habrá que encarar ese Misterio, entonces, para obtener algún conocimiento adicional, libre de paradojas? La única manera, a mi juicio, de avanzar en el conocimiento del Misterio consiste en profundizar las analogías que ligan a la “función orientadora hacia el Origen” del Gral, función externa, con las “vías secretas de liberación espiritual” de la Sabiduría Hiperbórea, las que son funciones internas, “orientadoras hacia el Origen”.

        En ese sentido se puede establecer una analogía muy significativa entre la “Piedra Gral” de la Estrategia Odal y los “lapis oppositionis” empleados en la vía de la “Oposición Estratégica”.

        Ya expliqué, sintéticamente, que la Vía de la Oposición Estratégica consiste en el empleo de la técnica arquemónica, es decir, en la disposición de un Arquémona o Cerco Estratégico y de un lapis oppositionis fuera del cerco, en la fenestra infernalis que da al Valplads. Aplicando la ley del cerco al Arquémona se logra aislar la plaza del Valplads, es decir, se consigue liberar un área en el Mundo del Demiurgo. Pero ello no es suficiente: es necesario que los Iniciados se desincronicen del Tiempo del Mundo y generen un tiempo propio, inverso, que les permita dirigirse hacia el Origen. Para ello practican la Oposición Estratégica contra los lapis oppositionis, que se encuentran situados sobre una Runa en el Valplads, frente a la fenestra infernalis.

        Me toca ahora aproximarme al Mayor Secreto, aquel que explica el método empleado por los Dioses para mantener, permanentemente, eterna-mente si se quiere, el Gral en el Mundo. Comenzaré por indagar lo siguiente: ¿cuál es la Residencia de los Dioses Leales? Se puede partir de una respuesta conocida, que Yo he repetido muchas veces: los Dioses residen en K'Taagar, en el Valhala de Agartha. Tal respuesta es correcta, pero in-suficiente pues cabría preguntar a su vez ¿qué es el Valhala? ¿dónde se encuentra? Frente a estos interrogantes pueden adoptarse dos criterios: uno, recurrir a elementos de la mitología nórdica y decir, por ejemplo, que “en lo alto del Fresno Iggdrasill se encuentra el Valhala, sitio adonde van a residir los guerreros muertos en combate, regido por Wothan, etc.” Y un segundo criterio, que me parece más acertado, consistente en despojar a las respuestas de adornos folklóricos y expresarlas con símbolos de la Sabiduría Hiperbórea, los que podrán ser fácilmente interpretados mediante analogías.

        Con este criterio es posible afirmar inmediatamente que el Valhala es la plaza liberada por los Dioses (o Ases) en algún lugar del Universo de El Uno. Esta plaza, naturalmente, tiene las dimensiones de un país y se halla totalmente fortificada. En ella habitan los Señores de Venus y muchísimos Dioses y Walkirias, quienes se preparan permanentemente para la lucha mientras aguardan el fin del Kaly Yuga y el despertar de los Espíritus cautivos. Sus incontables Dioses guerreros, inmortalizados con sus cuerpos de vajra forman en las filas del Wildes Heer, el ejército furioso de Wothan, y vigilan las murallas del Valhala, aunque el Enemigo jamás se atrevería ante tan temible guarnición hiperbórea.

        Los Dioses han liberado la plaza fuerte del Valhala aplicando, con Sus Poderosas Voluntades, la ley del cerco a las murallas de piedra. La conquista del tiempo propio que reina en el Valhala, y que los independiza de cualquier “ciclo” o “ley” del Mundo del Demiurgo, procede de una maravillosa operación de Oposición Estratégica. Pero: ¿cuál habrá sido la piedra, el lapis oppositionis, que los Dioses emplearon en su Estrategia Hiperbórea?: Desde que ocurrió el Conflicto de los Orígenes, hace millones de años, los Dioses practican la Oposición Estratégica contra una preciosa Gema extraterrestre facilitada a tal efecto por el Gallardo Señor, Kristos Lúcifer. Esa piedra se llama Gral: “und dieser Stein ist Gral gennant”. (Wolfram Von Eschenbach).

        La relación analógica entre arquémona y Valhala se torna más evidente aún si se considera que éste posee una “porta infernalis”, equivalente a la “fenestra infernalis” de aquél. La porta infernalis es una abertura en la muralla que se encuentra permanentemente vigilada por atentos centinelas. Frente a la porta infernalis, pero fuera del Valhala, es decir, en “el mundo”, se halla situado el Gral, sobre una Vruna; contra él, según se ha dicho, los Dioses practican la oposición estratégica.

        Es necesario profundizar un poco más en la descripción de esta disposición debido a su extraordinaria importancia para la aproximación al Misterio del Gral.

        Ante todo, diré que el Gral, como un lapis oppositionis, fue depositado en el Origen, sobre una Vruna y aún sigue allí: sobre la Vruna y en el Origen. No se trata de un juego de palabras sino de una propiedad del Gral que debe ser examinada con detenimiento: el Gral, como reflejo del Origen no puede devenir en el tiempo a semejanza de las “cosas” materiales creadas por el Demiurgo; en otras palabras: el Gral no puede estar en el presente. En verdad el Gral se halla en el remoto pasado, en aquel tiempo y lugar en que fue colocado, y por eso no debe ser buscado empleando “movimiento” (y tiempo) para conseguirlo pues tal actitud apunta hacia el futuro, o sea en sentido contrario, tal como ya he explicado. Pero si el Gral se encuentra en el pasado, si el tiempo no lo arrastra hacia el presente con su incontenible fluencia como acontece con los objetos materiales, y siempre ha permanecido allí (en el pasado) ¿cómo es que hemos llegado a saber de él? y, lo más importante ¿cómo puede actuar en el presente, tal como lo exige la Estrategia Odal, prescindiendo del tiempo? es decir, ¿en virtud de qué “elemento” se conecta el Gral, “desde el pasado” con “el presente”, por ejemplo, con un Líder hiperbóreo? La solución a estos problemas ha constituido, desde antiguo, un peligroso Secreto... que ahora voy a tratar de revelar. El enigma se resuelve razonando de este modo: si bien el Gral ha permanecido siempre en el pasado, propiedad que únicamente posee en el Universo la Gema de Kristos Lúcifer, lo mismo no ha acontecido con la Vruna que lo sostenía (y que todavía lo sostiene). He aquí el Gran Secreto: mientras el Gral, reflejo del Origen Divino, permanece como tal “situado en el Origen”, la Vruna sobre la cual fue asentado ha atravesado los milenios y ha llegado hasta el presente. Por cierto que la Vruna “siempre está presente”, lo que significa: “en cualquier circunstancia histórica”. Hablaré un poco de la Vruna.

        Se la conoce como Vruna del Origen o Vruna de Oricalco, pero cabe aclarar que tales nombres no sólo designan al “símbolo” de la Vruna sino también a la Piedra terrestre que fue asiento primordial del Gral. Por eso cuando en la Sabiduría Hiperbórea se hace alusión a la “Vruna de Oricalco” de lo que en realidad se está tratando es de una piedra, muy antigua, color azul violeta, en la que los Dioses engastaron un signo vrúnico de oricalco. Se hace necesario, pues, conocer la procedencia de la misma y el motivo de su construcción.

        Ya mencioné en otras ocasiones que en un principio los Dioses ingresaron al Sistema Solar “por la puerta de Venus” y que un grupo de ellos, los “Dioses Traidores”, se “asoció al Plan del Demiurgo provocando luego, en combinación con éste, la catástrofe de los Espíritus cautivos”. Los Espíritus Hiperbóreos fueron encadenados a la Materia por haber caído en una celada cósmica, el Misterio de A-mort, pero no hablaré por ahora de ello. El efecto que se produjo en el Mundo evolutivo del Demiurgo al asimilar a los Espíritus confusos es lo que hoy llamaríamos: una mutación colectiva. Al mal de la ordenación imitativa de la materia, hecha por el Demiurgo, se sumó luego el mal de la mutación de su Obra y el encadena-miento de los Espíritus, es decir, la modificación del Plan realizada por los Dioses Traidores. Y para “controlar” tan maligna empresa los Dioses Traidores deciden fundar la Fraternidad Blanca, en la cual se deben organizar las diferentes manifestaciones dévicas del Demiurgo. La “sede central” del Poder, Chang Shambalá, es también la clave de la mutación colectiva de los siete Reinos de la naturaleza. En efecto: ¿de qué manera mantenía el Demiurgo la estabilidad de la forma sobre la Tierra y cómo se aseguraba, antes de la mutación, que los siete Reinos evolucionaran de acuerdo a su Plan? Hay dos principios que intervienen en la ejecución del Plan, uno estático y el otro dinámico. El Plan se apoya estáticamente en los Arquetipos y dinámicamente en el Aliento del Logos Solar. Es decir que era una fuerza procedente del Sol, vehículo físico del Logos Solar, la que mantenía el impulso evolutivo en los siete Reinos de la naturaleza terrestre. Bien: para provocar cualquier alteración permanente en el Plan del Demiurgo es imprescindible interceptar la corriente energética procedente del Sol que, atravesando el océano de prana, converge sobre la Tierra. Para cumplir con esta condición los Dioses Traidores se instalaron desde un principio entre el Sol y la Tierra, en una posición fija que jamás deja pasar ni un rayo de luz, es decir, ni un fotón, sin que antes haya sido interceptado. Esta afirmación puede parecer fantástica, y en verdad lo es, pero más fantástica e insensata ha sido la construcción de Chang Shambalá, ya que la que hemos descripto es la función “técnica” de la sede del Poder de los Dioses Traidores.

        He aquí otro “Secreto” que ya no es tal; la “ubicación” de Chang Shambalá se podrá ahora determinar a partir de este dato: siempre se encuentra entre la Tierra y el Sol. En realidad Chang Shambalá está muy cerca de la Tierra, lo que dará un idea de su enorme tamaño. Sin embargo aquí no se trata de un capricho sino que debió construirse así por exigencias de su función moduladora del plasma genético solar.

        Por supuesto, no faltará quien diga neciamente que todo esto es un disparate dado que “las tradiciones del Tíbet y de la India” afirman que Chang Shambalá “es un Reino situado en el Asia, entre las montañas Altai, el desierto de Gobi y los Himalayas”. Sin dudas un comentario de este tipo constituirá un disparate mayor que mis afirmaciones. En principio las mentadas “tradiciones del Tíbet y de la India” son productos de la desinformación estratégica que durante siglos ha desplegado la Fraternidad para que se ignore la verdad. Y en segundo lugar diré que los datos más serios de la Tradición, ya que hay algunos datos dignos de crédito, siempre mencionan la ubicación de “La Puerta de Chang Shambalá” y jamás al Reino en sí. Esta sutil distinción es sumamente sugestiva pues el hecho de que en un determinado lugar geográfico exista una puerta no implica que el Reino esté inmediatamente detrás. Podría entenderlo así una mente primitiva, condicionada por la creencia de que la línea recta es la distancia más corta entre dos puntos, y de hecho tal cosa ocurre frecuentemente. Pero aquí estoy manejando la información en otro nivel y por eso adelantaré cuatro versos del Canto de la Princesa Isa, que ya tendrá oportunidad de conocer cuando relate la historia de Nimrod, “El Derrotado”.

 

               “Pero aunque Dejung está lejos,

               sus puertas están en todas partes.

               Siete puertas  tiene Dejung,

               y siete muros la circundan”.

 

         A esas “puertas inducidas” se refieren las leyendas orientales, las cuales “están en todas partes” y conducen al Reino que, evidentemente, no ocupa un simple lugar geográfico.

 

        Una referencia a sucesos tan remotos, como la perversa asociación entre los Dioses Traidores y el Demiurgo, tenía como finalidad servir de introducción para un hecho que voy a destacar enseguida: cuando el Demiurgo conviene con los Dioses Traidores ceder a estos el control de la Jerarquía les entrega el signo Tifereth que representa a uno de los diez Sephiroth y permite un control total sobre los Aspectos formales de la Creación. El Signo Tifereth es la expresión simbólica de la “manifestación material de los Arquetipos Divinos”, Aspecto que suele sintetizarse como “Belleza del Demiurgo”. Por si no se ha comprendido bien conviene repetir que los Demonios de Chang Shambalá quedaron en posesión de un signo que representa todo el aspecto Tifereth del Demiurgo, permitiendo acceder a él y compartir su Poder. Naturalmente que el signo Tifereth es la clave de Maya, la Ilusión de lo Real, y por lo tanto: la más terrible herramienta de la hechicería. Quien observe el signo Tifereth, el cual es bastante complejo, “desde el mundo”, es decir, encarnado kármicamente, corre el riesgo de abismarse inmediatamente perdiendo todo punto de referencia y por consiguiente la razón. Por tal motivo la Sabiduría Hiperbórea recomienda aplicar la ley del cerco al signo Tifereth para poder observarlo sin peligro. No está de más señalar que en toda ofensiva hiperbórea contra los Demonios de Chang Shambalá tarde o temprano se produce una confrontación con el signo Tifereth dado que se confía en su nefasta influencia para vencer a los hombres despiertos.

        Luego que los Dioses Traidores recibieron el signo Tifereth y construyeron Chang Shambalá ya no fue posible para los Dioses Leales permanecer sobre la superficie terrestre. Pero tampoco deseaban abandonar el Sistema Solar dejando tras de sí a miles de millones de Espíritus cautivos. Y entonces planificaron la Estrategia Odal. Pero antes ¿qué cuadro presentaba un Espíritu cautivo?: básicamente la pérdida del Origen y la inconsciencia consiguiente, es decir, la pérdida del tiempo propio. El encadenamiento a la materia parte fundamentalmente del encadenamiento al “inmanente fluir de la Conciencia del Demiurgo”, o sea de la sincronización al Tiempo del Mundo. Los Espíritus cautivos, ligados al Tiempo, iban a tardar millones de años en recuperar su conciencia, si es que algún día lo lograban. En esas circunstancias los Dioses, en una maravillosa exhibición de valor e intrepidez, dan comienzo a la Estrategia Odal.

        El primer problema que debían afrontar era mantenerse “independientes” del Tiempo, pero no “fuera de él”, ya que tendrían que seguir de cerca las desventuras de los Espíritus cautivos para ayudarlos a evitar la confusión estratégica y, eventualmente, rescatarlos. Por otra parte la independencia del Tiempo era necesaria para que los Dioses pudieran conservar su propio tiempo, su conciencia del Origen, pues de otro modo correrían el riesgo de caer también en el Gran Engaño. Pero, en tanto se sucedieran los eones, los Dioses deberían disponer de un sitio agradable, apto para ser ocupado y defendido por una guarnición de terribles guerreros estelares. Estos eran los problemas principales; había otros, pero los pasaré por alto en homenaje a la brevedad.

        El procedimiento a seguir fue el siguiente. Los Dioses Leales buscaron un sitio de la Tierra conveniente para sus propósitos. Como tal sitio iba a desaparecer, luego de la Oposición Estratégica, no lo escogieron dentro de un continente pues ello habría ocasionado quizá un cataclismo, que re-trasaría aún más el destino de los Espíritus cautivos. En cambio buscaron entre las islas y eligieron una de ellas, situada en lo que hoy sería el extremo septentrión, pero que en aquellos días era una zona tropical, procediendo enseguida a cercarla. Siendo una isla enorme el trabajo a realizar, para construir una ciclópea muralla de piedra en todo su perímetro, parecería hoy una tarea imposible. Pero la Sabiduría Hiperbórea que disponían los Dioses les dio las soluciones para acabar rápidamente con tal trabajo y en poco tiempo un colosal muro transformaba a la paradisíaca isla en inexpugnable fortaleza. No es posible describir la arquitectura extraterrestre de los muros pues me perdería en explicaciones y no adelantaría mucho; sólo diré que, en algunos tramos la construcción era semejante a la fortaleza preincaica de Sacsahuamán cerca de Cuzco, en Perú, pero tal semejanza, debo decirlo también, era muy aproximada, ya que Sacsahuamán es aún demasiado humana.

        En la muralla practicaron una sola abertura, cosa que sorprenderá a quienes no conozcan los principios estratégicos de la Sabiduría Hiperbórea. Y fuera de esta abertura, que ya he nombrado con una denominación moderna: porta infernalis, se colocó la Vruna de Oricalco. Llegó el momento pues de volver sobre el Mayor Misterio.

        El Gran Jefe, Kristos Lúcifer, audazmente instalado en un lugar impensable, atrás de Venus, como Sol Negro o expresión del Origen, decidió responder a la vil conspiración de los Dioses Traidores con un acto de guerra. Para cumplir con Su Voluntad fue que los Dioses Liberadores ocuparon la isla y la amurallaron iniciando la Estrategia Odal. Pero la Estrategia Odal tenía por objeto “despertar” y “orientar” a los hombres, individual o racialmente, ya lo hemos dicho; entonces: ¿en qué consistía el “acto de guerra” con que respondía Kristos Lúcifer a la Traición de los Dioses de Chang Shambalá? Concretamente: el golpe de guerra estaba dado por el Gral.

        La Gema hiperbórea, quitada de la Frente del Gallardo Señor y asentada en el Mundo del Demiurgo, impediría a los Demonios negar el Origen Divino del Espíritu, ya que su inempañable brillo despediría en todo momento los reflejos de la Patria Primordial. El Gral, al Divinizar los linajes hiperbóreos, constituía el desafío mayor pues amenazaba con enviar al fracaso los planes infernales. El conflicto sería, desde entonces, eternamente planteado por todo aquel que lograse despertar, cualquiera fuese el Infierno en que se encontrase, ya que el Gral sería asentado en el plano físico, es decir, en la más baja de las regiones infernales, y su brillo sería visto desde todos los rincones del Mundo, incluido el plano astral y todos aquellos “purgatorios” que los Demonios preparan allí para engañar a los Espíritus; aún en aquellos planos tan sutiles de las mónadas emanadas por el Demiurgo, donde también hay Espíritus Hiperbóreos completamente idiotizados, a quienes se ha hecho creer que “deben permanecer allí mientras sus ‘otros cuerpos’, más densos, evolucionan”. Por último el Gral era, si se me permite la metáfora, un guante arrojado a la cara de los Demonios, para un desafío al cual estos, por su cobardía, no serían capaces de responder.

        Pero no era tan sencillo lograr que el Gral, una vez ingresado en el plano físico permaneciese simplemente ubicado en un lugar, por ejemplo en un altar. Por su carácter atemporal, como reflejo del Origen, el Gral cual verdadero diluyente universal lo atravesaría todo y se perdería de vista... especialmente si para quien le mirase transcurriese el Tiempo del Mundo. El Gral no puede ser asentado sobre ninguna substancia que fluya a impulso del Aliento del Logos, es decir, que fluya temporalmente, pues se perdería en el pasado, ya que su esencia está siempre en el Origen. ¿Qué hacer? Hay que “preparar” un asiento material de manera tal que soporte al Gral aunque éste permanezca en el pasado y aunque el Tiempo del Mundo transcurra efectivamente para dicho asiento. ¿Puede construirse algo así? Solamente si entre la substancia del asiento y el Gral se intercala un signo que neutralice la temporalidad. Esto significa que el signo debe representar el movimiento inverso al empleado por el Demiurgo para construir el Sistema Solar. Un signo así, que es el colmo de los símbolos heréticos, fue empleado por los Dioses para construir el asiento del Gral, al cual he llamado Vruna de Oricalco.

        Atención a esto porque lo diré una sola vez: de la Vruna de Oricalco, que es un signo muy complejo y de tremendo poder mágico, se deriva previa mutilación y deformación, la Runa Swástika, de la cual se han escrito tantos disparates.

        Para construir el asiento del Gral se optó por una piedra cristalina de color azul violeta, semejante a un ágata. En su parte superior, en una zona ligeramente cóncava, se engastó una Vruna de Oricalco hábilmente cincelada por los Dioses Leales. Y una vez concluido el asiento se lo depositó fuera de las murallas de la isla, en dirección a la porta infernalis, pero a muchas millas de allí, en una región continental.

        Será difícil que alguien pueda imaginar el maravilloso espectáculo del Gral descendiendo en los siete infiernos. Tal vez si se piensa en un Rayo Verde, de brillo cegador e influencia gnóstica sobre el vidente, ante quien los Demonios giran sus fieros rostros helados de espanto; un Rayo que, cual hoja segadora de invencible Espada, va rasgando los cuatrocientos mil mundos del Engaño buscando el Corazón del Enemigo; una Verde Serpiente Voladora que porta entre sus dientes el Fruto de la Verdad, hasta entonces negada y ocultada; si se piensa en el Rayo, en la Espada, en el Fruto, en la Serpiente, tal vez así sea posible intuir lo que ocurrió en aquel momento crucial cuando la Verdad fue puesta al alcance de los Espíritus cautivos. Sí porque desde que el Gral se asentó sobre la Vruna de Oricalco el Arbol de la Ciencia quedó plantado al alcance de aquellos que, completamente confusos, vivían en el Infierno creyendo habitar un Paraíso. ¡De ahora en adelante podrían comer su fruto y sus ojos serían abiertos!

        ¡Aleluya por Kristos Lúcifer, la Serpiente del Paraíso! ¡Aleluya por aquellos que comieron del Fruto prohibido: los hombres despiertos y trasmutados!

        ¿Cuál fue el siguiente paso de los Dioses? Previamente a la caída del Gral, pero cuando este fenómeno ya estaba ocurriendo en otros planos, aplicaron la ley del cerco a las murallas de la isla aislando el área interior de la exterior. Para comprender el efecto que tal acción estratégica produjo hay que tener presente que ésa era la primera vez que se liberaba una plaza en el Sistema Solar. Cuando un anillo de fuego pareció brotar de las imponentes murallas y ya no se vio más hacia el interior de la isla, envuelta en una extraña nube vibratoria y flamígera, el Demiurgo comenzó a sentir amputada su substancia. La Estrategia de los Dioses apuntaba a ganarle, no solamente el área plana de la isla sino también su relieve, sus montes y valles, sus lagos y bosques, sus vegetales y animales; la isla, país vasto, era también una gigantesca Arca de Noé que debería recibir durante milenios a los hombres que lograsen despertar y huir de las cadenas materiales y también a aquellos que se hubiesen trasmutado luchando a muerte en las batallas.

        Todo un país sustraído al control inmanente del Demiurgo era una experiencia nueva, pero, como quiera que esto hubiese sido posible, lo cierto es que la isla continuaba allí: oculta por una barrera de fuego pero en el mismo lugar. Es por eso que la reacción del Demiurgo hizo temblar la Tierra, buscando afectar de algún modo aquel fenómeno incomprensible y recuperar el dominio de la “plaza”. Terribles maremotos agitaron los mares adyacentes y vientos nunca vistos soplaron inútilmente contra las titánicas murallas; el cielo se oscureció por las nubes de ceniza de volcanes súbitamente despiertos y el fondo del océano amenazaba con partirse e intentar tragar a la isla “liberada”.

        El mundo parecía haber enloquecido, mostrando el espectáculo terrorífico de todas las fuerzas de la naturaleza “descontroladas”, cuando, “como si fuese el colmo de las abominaciones, el Gral descendió sobre la Tierra”.

        ¿Qué podría agregar para dar una idea de lo que sucedió allí? Ya dije que es muy difícil describir, y hasta mencionar, un suceso que generó una irritación perpetua en los Demonios. Tal vez este comentario le diga algo, Dr., si recuerda las explicaciones cabalísticas de Bera y Birsa: “al caer el Gral sobre la Tierra, más allá de los trescientos setenta veces diez mil Mundos, el Gran Rostro del Anciano lanzó un aullido de horror que aún se oye reverberar en los confines del Cosmos”.

        No bien el Gral se hubo asentado sobre la Runa de Oricalco los Dioses Leales practicaron la Oposición Estratégica logrando, ahora sí, que la isla amurallada se tornase invisible, desapareciendo para siempre de la superficie terrestre. De allí en adelante los hombres dormidos hablarían del Valhala, la morada de los Dioses, y también de Hiperbórea, la “isla tragada por el mar”, pues el Mito original, trasmitido carismáticamente por los Dioses ha sufrido distintas caídas en el exoterismo debido a la impureza de sangre de los hombres dormidos.

 

 

 

 

Cuadragesimoctavo Día

 

 

 

Síntesis General de la Sabiduría Hiperbórea:

  La pregunta que inició el precedente comentario esotérico decía ¿qué ha sido del Gral...? Como respuesta se obtuvo que es erróneo indagar sobre el Gral ya que éste es virtualmente El Origen, y jamás se ha movido de allí. Su asiento, en cambio, la Vruna de Oricalco, posee las dimensiones de un objeto material y es dado suponer que, en gran medida, éste sí resulta afectado por las leyes físicas. Se puede entonces replantear el problema: ¿qué ha sido de la Vruna de Oricalco? ¿Continúa aún sosteniendo la gema de Kristos Lúcifer? en este último caso la respuesta es afirmativa: la Vruna de Oricalco ha sido desde entonces el asiento del Gral, situación que no ha variado en absoluto en los tiempos modernos. En cuanto a la primera pregunta se debe comprender que sería una tarea imposible resumir aquí el itinerario completo seguido por la Vruna de Oricalco hasta nuestros días; ello obligaría a mencionar Civilizaciones desaparecidas y, muchas de ellas, completamente desconocidas para la Cultura oficial. Me remitiré entonces a los tiempos históricos, comenzando por establecer algunas pautas que permitirán encarar el problema de manera correcta, evitando así muchas supersticiones o desinformaciones.

        1ro. – La Vruna de Oricalco ha sido muchas veces confundida con el Gral. En efecto; ya he demostrado por qué el Gral no debe buscarse; sin embargo en algunas ocasiones realmente ha habido transporte y se ha pensado, con razón, que se trataba del Gral. Pero el Gral no es un objeto del cual pueda uno apropiarse, y menos aún manipular o transportar. Con toda verosimilitud lo que ha sido transportado es la Vruna de Oricalco, en el marco de una Estrategia racial. En ese caso no se puede achacar la confusión únicamente a la acción estratégica enemiga porque, en la degradación de los antiguos Mitos hiperbóreos, la mayor responsabilidad recae sobre la impureza sanguínea de los hombres.

 

        2do. – La presencia de la Vruna de Oricalco entre los miembros de una comunidad de linaje hiperbóreo tiene la virtud de favorecer la vinculación carismática y de legalizar la conducta de sus Líderes.

 

        3ro. – La presencia de la Vruna de Oricalco es la presencia del Gral y el pueblo a quien los Dioses hayan confiado su custodia es sin dudas, en ese momento, el Linaje hiperbóreo más puro de la Tierra.

 

        4to. – Para certificar si un determinado pueblo ha estado en posesión de la Vruna de Oricalco hay que estudiar su arquitectura hiperbórea de guerra:

        La posesión de la Vruna de Oricalco exige la construcción de estructuras de piedras con peculiares propiedades topológicas. Dichas construcciones pueden no parecer hechas para la guerra, pero tal apariencia obedece exclusivamente a la ignorancia que existe sobre la Estrategia Hiperbórea. Un ejemplo lo constituye el “castillo” de Montsegur, sobre el monte Pog, en el Languedoc francés. Esta construcción, que no es una fortaleza ni muchos menos, se levantó para permitir que la secta hiperbórea de los Cátaros pudiese recibir y conservar la Vruna de Oricalco. Los principios que allí predominan son los de la “ley del cerco” y de la “oposición Estratégica” siendo tarea inútil pretender hacer de Montsegur un observatorio astronómico o un templo solar. Pero como la arquitectura de Montsegur ha sido proyectada en función de la Vruna de Oricalco quien no atienda a esta clave jamás llegará a resultado positivo alguno.

 

        5to. – Hay que distinguir entre el asiento del Gral, al que llamamos Vruna de Oricalco, y el Signo del Origen, que la Vruna de Oricalco representa. Dije que en la piedra azul violeta los Dioses engastaron una figura de Oricalco y denominamos al conjunto, piedra y figura, Vruna de Oricalco. Pero el Signo del Origen, que fue cincelado en Oricalco y en-gastado, posee por sí mismo el poder de presentar “afinidad” con el Gral. Por eso muchos linajes hiperbóreos, que no alcanzaron el Alto Honor de custodiar la Vruna de Oricalco, recibieron en cambio el Signo del Origen como premio a su Sangre Pura y reconocimiento del esfuerzo empeñado en su Estrategia. Es así como el Signo del Origen tuvo, con el correr de la Historia, una particular proliferación entre ciertos linajes que orgullosamente lo incorporaron a sus estandartes. Naturalmente; los Líderes trataron en un principio de velar en parte su contenido simbólico simplificando la figura, es decir, quitando algunos elementos sugestivos, pero, luego de la caída en el exoterismo y la vulgarización, el verdadero aspecto del Signo del Origen fue olvidado; ya dije, por ejemplo, que la Swástika procede por mutilación y deformación de aquel Signo Primordial.

        Sin embargo en muchos casos, debido a la extraordinaria pureza sanguínea de algún linaje, el Signo del Origen fue exhibido completo, permitiendo a los Líderes emplear su enorme poder para proyectar la luz del Gral sobre la masa del pueblo. Podría dar varios ejemplos de comunidades asiáticas portadoras del Signo, pero tenemos a mano el caso de los sajones que habían grabado el Signo del Origen en un tronco de árbol al que consideraban columna del mundo, universalis columna. El fin de tan audaz determinación merece también un comentario. Cuando en el 772 Carlomagno conquistó Teutoburger Vald procedió rápidamente a destruir el tronco Irminsul y a ejecutar a cinco mil miembros de la nobleza sajona. No conforme con esto, luego de tres décadas de heroica resistencia, la Raza sajona, de purísimo linaje hiperbóreo, fue totalmente “cristianizada” (previa ejecución de sus más puros retoños). He sabido que muchos alemanes cultos consideran “afortunada” esta espantosa campaña carolingia. Así, por ejemplo, el profesor Haller opina sin rubor que “sin la sumisión de los sajones hoy no existiría una nación alemana” pues “para el devenir histórico de la nación alemana, tal cual hoy es, la incorporación de los sajones al Imperio de Carlomagno era una condición previa imprescindible”. Esta opinión generalizada se basa en el análisis “a posteriori” de los hechos históricos, y por eso, considerando que la extinción de la dinastía carolingia posibilitó que doscientos años más tarde la sangre sajona llegara con Otón I a ponerse al frente del mundo occidental, se da por sentado que la dominación y “con-versión” de los sajones fue “necesaria” y positiva. He aquí mi humilde opinión: la Judeocristianización de los sajones representa el más duro golpe que los Poderes Infernales asestaron a los linajes hiperbóreos en la Era cristiana, mayor aún que la conversión de los Vikingos, de los Celtas o la destrucción de los Cátaros, sólo comparable al aniquilamiento de los Reinos Godos. Y la destrucción del árbol Irminsul, con la pérdida para occidente del Signo del Origen, es una catástrofe muy difícil de evaluar.

 

        6to. – No es imprescindible, ni siquiera necesario, que la Vruna de Oricalco se encuentre en el seno de un pueblo para que la influencia del Gral actúe sobre éste. El Gral actúa sobre los hombres desde el Origen, propiedad que no puede ser afectada por ninguna variable física, se encuentre donde se encuentre la Vruna de Oricalco. Por eso es hasta cierto punto absurdo que se atribuya a tal o cual pueblo el haber alcanzado “un alto grado de Civilización” porque “se encontraba en posesión del Gral”, dado que el Gral no puede estar en posesión de nadie pues es, por disposición del Gallardo Señor, prueba de la Divinidad de todos los Espíritus cautivos. Lo que un pueblo puede tener en custodia es la Vruna de Oricalco, pero sólo como premio y reconocimiento a una pureza racial obtenida previamente. Es decir que el hecho de tener en custodia la Vruna de Oricalco no es la causa de la grandeza de un pueblo sino que inversamente, la pureza de su linaje lo hizo acreedor al Alto Honor de ser depositario del asiento del Gral.

        Pero, si bien la Vruna de Oricalco sólo es entregada a quienes merecen tenerla, es cierto que su cercana presencia afecta al medio ambiente creando un microclima mutante. Es por eso que los Dioses suelen depositar la Vruna de Oricalco, durante las Epocas oscuras, en sitios apropiados para influenciar a los linajes menos confusos.

 

        7mo. – De todo lo expuesto hasta aquí se desprende la importancia capital que tendría para una comunidad de linaje hiperbóreo conseguir la custodia de la Vruna de Oricalco. Se impone pues tratar con detenimiento sobre esta posibilidad. El problema puede resumirse en la pregunta: ¿para qué necesita un Rey, o quienquiera que ejerza la Función Regia, encontrar el Gral, o sea, la Vruna de Oricalco? A continuación, Dr. Siegnagel, lo invitaré a una breve reflexión sobre la actitud que se debe adoptar al tomar conocimiento de los hechos protagonizados por los Dioses Liberadores, y luego daré respuesta al problema profundizando un poco más sobre la simbología del Gral.

        Se requiere una profunda meditación en los símbolos que he presentado para captar su significado último, el cual debe ser percibido siempre como dramático y trágico, pletórico de urgencias espirituales. Nadie que haya tomado conciencia del increíble sacrificio realizado por los Dioses al mantener el Gral en el mundo durante millones de años mediante la Oposición Estratégica, es decir, por un constante y continuo acto de Voluntad, nadie que lo haya comprendido, repetimos, podrá permanecer impasible, en medio de la confusión, sin experimentar urgencia por liberarse de las cadenas del Demiurgo y partir, tratando de aliviar, de algún modo la tarea de los Dioses. Nadie que compruebe con su sangre la verdad de estos símbolos podrá evitar que el Honor, única moral del hombre, lo apremie con insistencia para “abandonarlo todo” y partir. Pero esa partida será “con las armas en la mano”, dispuesto a dar batalla sin cuartel a los Demonios y sintiendo que la sangre se ha encendido por el Furor del Guerrero; por la “hostilidad esencial” hacia la obra del Demiurgo, trasmutando la débil substancia orgánica del cuerpo físico en vajra, la materia incorruptible. Es lo menos que el hombre puede hacer para responder en alguna medida al auxilio que los Dioses han prestado a los linajes hiperbóreos, posibilitando con su Estrategia Hiperbórea que el Gral dé prueba del Origen Divino.

        Voy ahora a la pregunta pendiente.

        La Piedra-Gral, la Gema de Kristos Lúcifer, es sostenida en el Mundo por la Oposición de los Dioses, donde cumple su función de reflejar el Origen y Divinizar los linajes hiperbóreos, pero, por estar relacionada temporalmente con el Valhala, señala también, a todo hombre despierto, un camino hacia la morada de los Inmortales. Ese camino es el que siguen los Guerreros caídos en batalla, los Héroes, los Campeones, guiados por las mujeres hiperbóreas, aquellas que les fueron prometidas al comienzo de los tiempos y que durante miles de años, por el temor que les emponzoñaba la sangre, habían olvidado. Si el valor demostrado en la hazaña ha sido suficiente purga, indefectiblemente Ella estará allí, junto al Guerrero caído, para curar sus heridas con el A-mort Helado de Hiperbórea y guiarlo en el camino inverso que conduce al Valhala. Y ese camino se inicia en el Gral. A la Casa de Tharsis, por ejemplo, los Atlantes blancos prometieron que un día, cuando la Sangre de los Señores de Tharsis estuviese lo suficientemente purificada, un Noyo o una Vraya verían en la Piedra de Venus la señal Lítica de K'Taagar, que indicaría el momento de partir: tal Señal mostraría, según se va viendo, el camino hacia el Valhala, la Morada de los Dioses Leales.

        Pero no debe pensarse por esto que la Luz del Gral apunta a la salvación individual de los hombres dormidos, para ello se dispone del “Canto de los Dioses” y de las siete Vías secretas de liberación espiritual. Por el contrario, dentro de la Estrategia Odal el Gral debe cumplir el rol fundamental de restaurar la Función Regia, o sea: debe servir a un propósito racial o social. Por eso el Gral será requerido en todos los casos en que se intente instaurar el Imperio Universal o cualquier otro sistema de gobierno basado en la aplicación social de la ley del cerco: monarquía, fascismo, nacionalsocialismo, aristocracia del Espíritu, etc.

        Los hechos históricos que conducen a la “búsqueda del Gral”, siempre semejantes, pueden resumirse simbólicamente como sigue. En principio el Reino es “terra gasta” o el “Rey está enfermo” o simplemente el trono ha quedado acéfalo, etc. Pueden haber muchas interpretaciones, pero esencial-mente el símbolo se refiere a un agotamiento o decadencia en el liderazgo carismático y a un vacío de poder, sea que al Gobierno lo ejerza un Rey, Casta o Elite. Los mejores Caballeros parten a “buscar el Gral”, en un intento por poner fin a los males que aquejan al Reino y lograr que retorne el antiguo esplendor. Sólo uno consigue encontrar el Gral y devolver el bienestar al Reino, ya sea “curando al Rey” o “coronándose a sí mismo”. Curiosa-mente el Caballero triunfante siempre es presentado como “tonto”, “loco puro”, “ingenuo”, pero especialmente como “plebeyo”.

        Los “mejores Caballeros” equivalen aquí a cualquiera de las múltiples fuerzas sociales que se aprestan a lanzarse sobre la Función Regia cuando existe acefalía o vacío de poder. Finalmente “uno de ellos” triunfa y restablece el orden en el Reino; “era el plebeyo y ahora es Rey, con la aprobación y el consentimiento del pueblo”. En mi interpretación esto significa, evidentemente, que una “fuerza social” ha predominado sobre las restantes (los “otros Caballeros”) y ha reemplazado el orden existente (que estaba entre-dicho) por un Nuevo Orden, unánimemente aceptado por el pueblo. Pero si el problema se reduce a una mera lucha por el poder: para qué necesita el nuevo Rey (o nueva Elite, Aristocracia, Casta, etc.) encontrar el Gral?: porque el Gral confirma a la Función Regia.

        Cuando en tiempos de crisis una Elite o un Líder carismático accede al poder, con intenciones de restauración regia, debe apresurarse a legalizar su situación pues sino otra Elite o Líder vendrá a cuestionar sus títulos e intentará también ocupar el lugar vacante, sucediéndose así una interminable serie de batallas, políticas o militares. Pero si hay lucha por el Poder nadie tiene su control y puede ocurrir que al final el Reino acabe dividido entre varias facciones. Es necesario dirimir la cuestión, consultar a un juez infalible, a una autoridad indiscutida y trascendente. Aquí es donde se plantea la necesidad de recurrir al Gral. ¿Por qué el Gral? Porque el Gral es también la Tábula Regia, la “lista de Reyes”; él dice quién debe gobernar, a quién le corresponde regir, porque él revela quién tiene la Sangre Más Pura. Pero esta revelación no es simplemente oracular y arcana sino que por mediación del Gral la pureza del Líder, su derecho a la Conducción, será conocida por todos y reconocida por todos, carismáticamente. De allí que el loco puro, de linaje hiperbóreo pero de Estirpe plebeya, luego de “encontrar el Gral” sea “reconocido por el pueblo” como Rey indiscutido.

        Cuando un linaje hiperbóreo confía en la luz del Gral para la elección de sus Líderes puede decirse con propiedad que se sucederá una dinastía de “Reyes del Gral”. Durante el reinado de uno de estos puede pasar que el linaje alcance un grado tan elevado de pureza, que se haga digno de obtener la custodia de la Vruna de Oricalco. Es lo que ocurrió, por ejemplo, en el siglo XIII en el Condado francés de Toulouse cuando la Vruna de Oricalco fue confiada a los Perfectos Cátaros. Se alegará, contra esta afirmación, que los Cátaros eran maniqueos, es decir, herederos de una tradición gnóstica, y que ése es el motivo por el cual fueron aniquilados, existiendo sólo una relación circunstancial entre ellos, los Condes de Toulouse y la población occitana. Tal argumento, de origen Golen moderno, intenta desviar la atención del hecho más importante de la epopeya cátara: su relación con el Gral. El hecho de que fuesen gnósticos, cosa que nadie discute, y de que enseñasen una de las siete Vías secretas de liberación basada en la Canción de A-mort de los Dioses Leales, origen de la Cultura de los trovadores, cosa que pocos conocen, no explica para nada su relación con el Gral. El Gral, en el marco de la Estrategia Odal, tiene un sentido puramente racial. Si la Vruna de Oricalco fue confiada a los Cátaros, es porque estos participaban activamente en técnicas de trasmutación colectiva, las que no pueden excluir a la Función Regia, y no simplemente “porque eran de filiación gnóstica”.

       

        Un Tema conectado con la propiedad que posee el Gral de ser Tábula Regia es el del Mesías Imperial y su imitación: el Mesías Judío. En principio diré que se es Rey del Gral por la pureza de sangre, atributo absolutamente individual que no depende ni de la Raza, ni de la Estirpe, ni de ningún otro patrimonio material. Un Rey del Gral exhibe virtudes puramente personales tales como el Valor, la Intrepidez o el Honor y jamás fundamenta su prestigio en las posesiones materiales o en el valor del oro. La autoridad de un Rey del Gral, por estas razones, proviene exclusivamente de su carisma personal, el que se extiende al resto del pueblo merced a la “vinculación” que se establece entre el Rey y cada uno de ellos, en su sangre, por mediación del Gral: ése es el principio de la Mística psicosocial. Por eso un Rey del Gral, en su comunidad, es reconocido por el pueblo. Naturalmente que todos los pueblos tendrían su Rey del Gral si la acción de la Sinarquía y de la Raza hebrea, con su “Democracia”, “Socialismo”, “Comunismo”, etc., no hubiesen usurpado la Función Regia. De todos modos cabe preguntar: ¿habría, a nivel universal, para los linajes hiperbóreos, la posibilidad de que un Rey del Gral fuese reconocido por todos? Se trataría aquí de una persona de innegable pureza cuya majestad resultaría evidente para todos los linajes de la tierra, los que podrían aceptar o no su potestad pero a quien no podrían negar el derecho de regir. Bien; es fácil responder que el único Señor que acredita, para todos los linajes hiperbóreos, tal derecho, es Kristos Lúcifer. Si El se presentase ante los linajes hiperbóreos, su derecho a Regir por la Sangre, basado en su in-negable pureza, podrá ser aceptado o rechazado, pero jamás desconocido.

        Pero la idea de un Mesías Imperial no proviene de una mera especulación. Fue en los días negros de la Atlántida cuando, en respuesta al clamor de los Dioses, surgió la posibilidad de que la excelsa Presencia de Kristos Lúcifer se manifestase ante la vista de los hombres. En esos días la confusión de los Espíritus cautivos era tan completa que ya nadie respondía al Canto de los Dioses ni era capaz de percibir la Luz del Gral. Por eso se anunció durante siglos la venida del Mesías Imperial, el Rey de los Reyes del Gral, quien iba a restaurar la Función Regia para restablecer la Aristocracia espiritual de los Líderes hiperbóreos y destruir la Jerarquía sinárquica que imponían los Demonios. La profecía finalmente se cumplió con la llegada de Lúcifer, el Kristos de la Atlántida; pero su Divina Presencia fue cobardemente resistida por los Demonios de Chang Shambalá quienes recurrieron a la magia negra y abrieron una brecha entre las regiones infernales del plano astral y el plano físico. A partir de allí se generalizó una terrible contienda que sólo concluyó cuando el continente de la Atlántida “se hubo hundido en las aguas del Océano”. No viene al caso relatar aquí sucesos que hoy nadie recuerda y que, tal vez, no convenga recordar. Sólo agregaré que cuando el Demiurgo, según ya expuse antes, concibe la siniestra idea de copiar la Presencia del Kristos de la Atlántida, decide “anunciar” también la llegada de un “Mesías” imitando a su manera la figura del Mesías Imperial. Pero las diferencias son enormes. He aquí algunas:

        1ro. – El Mesías Imperial viene a restaurar la Función Regia; el Mesías hebreo viene a ejercer la Función Sacerdotal. 2do. – El Mesías Imperial acredita su derecho por la Sangre; el Mesías hebreo acredita su derecho por el Corazón. 3ro. – Y por eso el Mesías Imperial será re-conocido por el pueblo por la Sangre (carismáticamente); y por eso el Mesías hebreo será reconocido por el pueblo (judaizado) por el Corazón (emocionalmente).

 

 

 

 

Cuadragesimonoveno Día

 

 

 

A partir de hoy, Dr. Siegnagel, retomaré el relato interrumpido el Cuadragesimotercer Día. Creo que en los últimos cinco Días he aclarado bastante los conceptos fundamentales de la Sabiduría Hiperbórea y que valió la pena hacer un alto, para ello, en la historia de la casa de Tharsis. El gozne de la Historia se produjo cuando la Estrategia Hiperbórea de Felipe IV triunfó sobre los planes sinárquicos de la Fraternidad Blanca y la plana mayor de la Orden del Temple fue enviada a la hoguera. Y en esa hazaña, a la Casa de Tharsis no le cupo un papel menor, operando activamente en el Circulus Domini Canis, lo que atraería sobre ellos la Atenta Mirada de los Dioses Liberadores, de los Señores de Venus, quienes imprimirían a la Estirpe un inesperado rumbo. Pero no me adelantaré a los hechos.

        En las hogueras de la Inquisición Domini Canis, los planes de la Fraternidad Blanca se transformaron en cenizas. Dos hechos principales confirmaban ese fin: el desmembramiento efectuado por Felipe IV de la Sinarquía Financiera; y la huida a Escocia del Colegio de Constructores de Templos, donde siglos después daría nacimiento a la Francmasonería. Sobre este último hecho, conviene recordar lo dicho en el Día Decimosexto, cuando expliqué por qué el Colegio de Constructores de Templos necesitaba reencontrar las Tablas de la Ley: “Con esas Tablas en su poder, los Golen estarían en condiciones de levantar el Templo de Salomón en Europa, cumpliendo así con los planes de la Fraternidad Blanca y elevando al Pueblo Elegido al Trono del Mundo”. Felipe IV, advertido sobre estas intenciones por sus instructores Domini Canis, suspende la actividad de los tres gremios de masones no bien se inicia el proceso a los Templarios, bajo la acusación de complicidad y participación en los delitos de éstos: el golpe apunta al gremio de los Constructores de Salomón, que integran la Orden del Temple en calidad de frailes menores luego de recibir entrenamiento en el Cister; no hay que olvidar que el verdadero nombre de la Orden, designado por San Bernardo Golen, es “Orden del Templo de Salomón” u “Ordo Templum Salomonis”.

        Los Constructores de Salomón pasan enseguida a la clandestinidad y huyen de Francia, no sin antes perder varios miembros en las torturas y la hoguera; ¿qué información se esperaba obtener de ellos?: la identificación del Templo de Salomón, si éste ya había sido construido, o la revelación del lugar de su futuro emplazamiento y el avance de las obras. Hay que notar que los Golen construyeron en el siglo XIII Catedrales como Chartres, Reims, Amiens, Estraburgo, Metz, Narbona, etc., y que cualquiera de ellas podría ocultar el Templo buscado. No obstante, existían dos condiciones que eran tenidas en cuenta por los Domini Canis: una, la exigencia de que el Templo contuviese en su estructura el Secreto de la Serpiente, que estuviese proyectado en base a las veintidós letras del Alfabeto Sagrado de Jehová Satanás; y la otra, que el emplazamiento del Templo correspondiese al lugar más sagrado para los Golen. Mas esto ya se sabía: el sitio más sagrado era Lyon. Empero, aún conociendo el lugar sagrado, no era fácil descubrir el Templo pues los constructores de Salomón preferían morir sin hablar, y la Ciudad se negaba a revelar su secreto: de hecho, ni las Catedrales de Saint Jean o Saint Martin, ambas construidas con el método gáulico, tenían nada que ver con el Templo de Salomón pues en ella no aparecía el Secreto de la Serpiente ni los veintidós signos del Alfabeto Sagrado.

        Cuando al fin, en 1310, Felipe el Hermoso adquiere los derechos sobre Lyon, envía una partida de especialistas Domini Canis en Arquitectura Golen para inspeccionar palmo a palmo la región. Este intento tendría éxito recién un año después, al hallar en una encomienda Templaria sobre el monte Fourvieres, los cimientos de un Templo que se ajustaba en todas sus medidas a las proporciones arquetípicas del Universo: los Golen proyectaban acabar su edificación simultáneamente con la instauración del Gobierno Mundial, y todo estaba listo allí para ser armado como un “puzzle”; en depósitos cercanos se encontraban las piedras cortadas y señaladas, las vigas y muebles, el altar, las vidrieras, los instrumentos rituales, etc. Y todo fue minuciosa-mente destruido por orden expresa del Rey, quien además autorizó a los Domini Canis a ocupar aquel sitio “como si fuese una plaza liberada en el Universo”, y a fortificarlo “con una Muralla Estratégica de piedra”. Los restos de aquella construcción basada en la Sabiduría Hiperbórea aún se conservan.

 

 

 

        En 1314, pues, el Enemigo soportaba un desastre generalizado y desaparecía el peligro que obligó a la Casa de Tharsis a ocultarse cuarenta años: el terror Golen sería vencido por el Terror Domini Canis, en razón de que éste era dirigido por los Hombres de Piedra, que para el caso eran también Hombres Sin Miedo. Por supuesto, el peligro de la Muerte Final, representado por Bera y Birsa, no había desaparecido ni mucho menos; pero los Inmortales se hallaban en otra esfera de la Realidad y por el momento no regresarían para ocuparse de la Casa de Tharsis. En cambio los Golen estaban fuera de combate y no podrían detectar ya a los sobrevivientes de la Casa de Tharsis.

        Mas algo muy extraño ocurría ahora en la familia. Como con-secuencia, quizás, del progreso realizado por la Estirpe en el cumplimiento de la misión familiar; o tal vez, por efecto de una especie de “concentración genética” producida en los sobrevivientes luego del cuasi exterminio de la Estirpe; o fuere por otra causa desconocida, lo cierto era que los caracteres hereditarios familiares se habían diferenciado notablemente a partir de las dos ramas matrilineales fundadas por Vrunalda y Valentina. Entre los descendientes de ambas Damas advinieron Hombres de Piedra, pero sólo los hijos y nietos de Valentina demostraron vocación por el noyvrayado; los Hombres de Piedra que se originaban de la sangre de Vrunalda, por el contrario, detestaban montar guardia frente a la Espada Sabia y sólo tenían una meta: atacar al Enemigo cuanto antes. Mientras los valentininos aparecían dotados para interpretar los Grandes Planes de los Dioses Liberadores, y contribuir a su ejecución ordenada, los vrunaldinos pretendían pasar de inmediato a la acción; en el marco de la Guerra Esencial, podía asegurarse que los primeros eran estrategos puros, los segundos, tácticos perfectos.

        Todos los Hombres de Piedra, sin excepción, continuaban revistando en el Circulus Domini Canis. Sin embargo, durante el Reinado de Felipe IV, los valentininos se habían dedicado a proyectar la Estrategia de la Nación Mística y asesoraban al Rey en secreto sobre el modo de luchar contra los Golen, en tanto que los vrunaldinos se contaban entre los Caballeros más valientes y audaces que debieron enfrentar los ingleses y flamencos, y entre los inquisidores más terribles que soportaron los Templarios; además los vrunaldinos, por ser españoles, participaron en numerosos episodios de la Reconquista y de la represión al judaísmo y a la religión de los infieles. Alrededor de 1310, cuando ya se avizoraba el triunfo de la Estrategia del Pacto de Sangre, uno de los valentininos se apersonó en el Cerro Candelaria y localizó la Caverna Secreta. Luego de sepultar a la Vraya, cuyo cadáver aún permanecía sentado frente a la Espada Sabia, y restituir la Flama de la Lámpara Perenne, tomó el puesto de Noyo y restableció la guardia milenaria: los vrunaldinos lo abastecerían desde la fortaleza catalana que entonces existía en lugar de la Capilla, al pie del Cerro.

        Aquel Noyo era un Hombre de Piedra relativamente joven pero muy sabio; permaneció en la Caverna los cinco años siguientes, durante los cuales se completó la destrucción de la Orden del Temple y el poder Golen se derrumbó en Francia. Entre los miembros de la Casa de Tharsis, como es natural, la derrota de los Golen había causado un clima de general regocijo; pero nadie esperaba que ocurriera algo nuevo, algo referente a la Caverna Secreta, a la Espada Sabia, a la misión familiar, al Pacto de Sangre. Sin embargo, los primeros días de junio de 1315 todos recibieron idéntico mensaje cifrado: se trataba de una citación del Noyo para concurrir a una reunión familiar extraordinaria a realizarse el día 21 en San Félix de Caramán. Ese día, en el Castillo de Valentina, los Señores de Tharsis celebraron por primera vez en cuarenta años un Consejo de Familia.

 

 

        La reunión estaba programada para la hora 21, pero a las 19 ya se encontraban casi todos en la sala principal del Castillo: sólo faltaba el Noyo quien, según la Castellana, al llegar se había encerrado en una torre, sin descender en todo el día. Muchos no se conocían, y las presentaciones y saludos crearon un clima festivo. Mientras tomaban una cena fría y ligera no cesaban de transmitirse noticias y comentar los últimos acontecimientos de Francia: los nombres de Pierre Flotte, de Guillermo de Nogaret, de Guillermo Plasian, de Clemente V, y de otros Señores del Perro, se pronunciaban con mucho respeto y admiración; pero el de Felipe el Hermoso se hallaba en la cima de la veneración general. Y no era para menos: el Gran Rey, mediante la sanción de más de 350 leyes de origen Domini Canis, había transformado a Francia en la primera Nación de Occidente. Y también, y principalmente, había destruido en gran medida la infraestructura Golen, además de eliminar a la plana mayor templaria y obligar a huir al resto. Por eso, aquellos que eran virtuales sobrevivientes de la Lejía, reían gozosos de recordar las hogueras templarias.

        En el momento que levantaban sus copas en dirección al escudo de armas de la Casa de Tharsis, que dominaba la sala desde la pared superior del hogar, hizo su ingreso el Noyo, quien se unió al brindis.

        ¡Honor et Mortis! –gritó con voz de trueno.

        ¡Ad Inimicus! –respondieron con vehemencia los presentes.

 

        El belicoso grupo se componía de dieciocho Señores de Tharsis, diez Caballeros y ocho Damas, todos Hombres de Piedra. De ellos, doce eran vrunaldinos y seis valentininos. Los diecisiete quedaron en silencio, mirando expectantes al recién llegado. El Noyo comenzó a hablar de inmediato:

        –Damas y Caballeros: Debéis tener la seguridad de que si os cité con tanta premura no ha sido por capricho sino porque un asunto impostergable lo exigía. –A medida que iba hablando, imprimía a sus palabras un tono de gravedad tal que, algo impensable en un Hombre de Piedra, sugería la influencia de una fuerte impresión. Semejante efecto no podía ser causado por aquella asamblea; debía tratarse de otra cosa.

        –En verdad –continuó– esta reunión la solicitó El, a quien enseguida conoceréis. Yo, por mi parte, sé que la prudencia aconsejaba aguardar aún algunos años, antes de sostener un Consejo de Familia.

        Algún sonido brotó de cada garganta pues un murmullo se elevó y ganó la sala. A todos asombraba la revelación de que recibirían un visitante puesto que, en la dilatada historia de la Casa de Tharsis, jamás los Hombres de Piedra se habían congregado en presencia de un extraño. Una vez que la exclamación colectiva se disipó en el espacio, el Noyo retomó la palabra:

        –No os preocupéis, Hombres de Piedra, que el Secreto de la Casa de Tharsis quedará a salvo: nuestro huésped no es de este mundo; vendrá aquí desde K'Taagar y luego regresará a la Ciudad de los Dioses. Pero, es necesario que os relate las circunstancias de mi encuentro con El, uno de los Dioses Liberadores del Espíritu del Hombre, uno de los Señores de Venus. Como sabéis, desde hace cinco años estoy manteniendo la guardia de la Espada Sabia: en ese período de tiempo no cesé de contemplar la Piedra de Venus, mas nada diferente advertía en ella. Día tras día me concentraba en su contemplación, esperando observar el Signo del Origen, o la Señal Lítica de K'Taagar, pero nada nuevo ocurría: sólo los signos danzantes de la Ilusión, los Arquetipos Creados por el Dios Uno, que también están adentro nuestro, pasaban vanamente frente a mi vista. Sin embargo, un día sucedió algo diferente; fue en Mayo, poco antes de que enviara por Ustedes.

        El relato era seguido con atención superlativa.

        Sin dudas, el Noyo había tenido una experiencia maravillosa, pero ciertamente extraordinaria, fuera de lo común, irregular. Los Dioses Liberadores hacía miles de años que no se manifestaban a los hombres: desde la Epoca de los Atlantes Blancos.

        –Pues bien, ese día, luego de varias horas de meditación, me quedé adormecido frente a la Espada Sabia. Ignoro cuánto tiempo permanecí en ese estado. Recuerdo solamente que un sonido musical fue despertándome, hasta que distinguí con claridad la Palabra “Tirodinguiburr” modulada en la Lengua de los Pájaros; coincidentemente, al clavar los ojos en la Espada Sabia, vi a las Vrunas que forman esa palabra brillando perfectamente nítidas en el centro de la Piedra de Venus. Mi asombro no tenía límites, como os podéis imaginar, cuando oí, brotando a mis espaldas, una Voz, dotada de la Majestad del Espíritu Eterno, que pronunciaba mi nombre. Al volver el rostro me encontré ante un Ser pletórico de Luz, que me observaba sonriente junto al Angulo Recto de la Caverna Secreta: comprendí entonces que era El quien proyectaba el Signo Tirodinguiburr en la Piedra de Venus y procuraba llamar mi atención. Volví rápidamente a contemplar las Vrunas mas, creedme Hombres de Piedra, que me resultará difícil comunicar lo que ocurrió en ese instante.

        Un prolongado suspiro acompañó las últimas palabras del Noyo. Luego de un segundo de vacilación, durante el cual el brillo de sus ojos se apagó y la atención pareció dirigirse hacia adentro, prosiguió con firmeza.

        –En ese instante, Caballeros, comprendí el significado del Signo Tirodinguiburr. Y su comprensión me infundió el Más Alto Grado de la Sabiduría Hiperbórea. ¡Era el Espíritu Eterno quien se liberaba y aislaba, como nunca antes, de la Ilusión de las Formas Creadas! ¡Sí, mi propio Espíritu, fijo y plantado, como un meñir que permanece y se asoma en la corriente temporal del Alma, de pronto se sostenía en el Origen, en su instancia eterna e infinita! ¡Ya lo sabía todo! ¡Había regresado al Origen, me había liberado del encadenamiento en la Materia, y comprendía el por qué de la Caída! ¡De haberlo querido habría podido partir allí mismo hacia Hiperbórea! ¡Pero no podía hacerlo; no mientras la misión familiar no estuviese cumplida; no mientras Vosotros permanecieseis aquí, en medio de los Demonios; no mientras nos quedase por librar la Batalla Final contra las Potencias de la Materia! El Honor me impedía partir; y quizás esa decisión era lo que esperaba Aquel Ser pues recién entonces habló:

        ¡Oh, Noyo de Tharsis! –dijo– ¡No te sorprendas al sentir la Tierra Firme del Espíritu! ¡Los Dioses están contigo: es la Voluntad de Navután quien te sostiene ahora en el Universo, las Vrunas de Su Nombre! ¡Y la Gracia de Frya! ¡Y el Poder Kâlibur de la Vruna de la Muerte! ¡He venido hasta ti para confirmar tu existencia y la de tu Casa; para grabar en la Piedra Fría el Signo que la situará en el Origen y determinará que prevalezca sobre la Lejía de la Muerte Final! ¡Te diré lo que debes hacer, Oh Custodio de la Piedra de Venus! ¡Es necesario que los Iniciados de tu Casa coincidan conmigo en algún sitio del Universo, cualquiera que éste sea; una vez juntos, he de transmitirles el Mensaje de los Dioses! ¡Te dejaré esta Piedra: colócala del mismo modo frente al Angulo Recto, y Yo estaré allí en el momento preciso!

        Dicho esto, se desvaneció tan misteriosamente como había aparecido, y me encontré absolutamente solo en la Caverna Secreta. La Piedra de Venus ya no reflejaba el Signo Tirodinguiburr pero podía verlo si me lo proponía. En fin, luego de reflexionar cinco días, decidí acercarme a Turdes y enviar mensajeros para convocaros y concretar la reunión solicitada por el Señor de Venus.

        Transcurrieron unos minutos sin que nadie atinase a decir nada; todos habían quedado como hechizados por el relato del Noyo. Finalmente, uno de los Hombres de Piedra interrogó:

        –La Piedra; ¿Qué quiso decir el Señor de Venus cuando habló de dejaros una Piedra?

        –Pues, el caso es que cuando se desvaneció por el Angulo Recto –respondió el Noyo– una curiosa Piedra apareció donde El estaba, sin que Yo pueda explicar cómo llegó hasta ese lugar de la Caverna.

        –¿Y qué habéis hecho con ella?

        –¡La he transportado hasta aquí! –El Noyo desató una bolsa de cuero que traía sujeta a la cintura y extrajo de ella un rústico trozo de basalto negro. La Piedra era una pequeña columna de 8 ó 9 pulgadas de altura y base rectangular; sin dudarlo se la alargó al que había formulado las preguntas. Pronto circuló de mano en mano hasta retornar nuevamente al Noyo, quien entonces volvió a hablar.

        –Damas y Caballeros: os propongo intentar el contacto con los Dioses, tal como Ellos mismos lo han sugerido. He dispuesto una torre del Castillo para ese fin y creo que ya es hora de dirigirnos hacia allí.

        –¡Sí! –aprobaron al unísono varias voces– ¡No perdamos más tiempo!

 

       

 

 

Quincuagésimo Día

 

 

 

La Torre en cuestión consistía en un recinto cuadrado, construido con sólidos bloques de granito, cuyos cuatro ángulos estaban perfectamente alineados con los puntos cardinales. Se había hecho retirar todo el mobiliario a excepción de tres largos bancos sin respaldo, en los cuales se sentaron los Hombres de Piedra. La única vela de un candelabro de pared iluminaba tenuemente el ángulo Oeste. Frente a ese rincón, en el suelo, el Noyo depositó la diminuta columna de roca: después de orientarla convenientemente se unió a los Hombres de Piedra.

        –He colocado la Piedra en forma semejante a como la hallé en la Caverna Secreta –dijo–. Ahora sólo nos resta Aguardar y Observar.

 

        Al comienzo nadie notó nada porque el fenómeno se fue produciendo muy lentamente. Empero, en un momento dado, sin que los Hombres de Piedra pudiesen determinar cuándo, el vértice del rincón apareció ex-trañamente brillante. Entonces todos vieron una línea vertical de luz blanca donde los dos planos de las paredes se unían en el ángulo recto. Aquella luminosidad cubría completamente el vértice y causaba la sensación de surgir de una delgada hendidura, como si las paredes estuviesen separadas por una rendija infinitesimal, una ventana hacia otro mundo. Pero el vértice de luz era lo que se veía en relación a las paredes de la torre; porque si se alineaba el vértice con la Piedra, la imagen cambiaba súbitamente y el fenómeno adquiría su más curioso carácter: observando de ese modo, la Piedra parecía extrañamente incrustada en el ángulo recto; mas esa visión duraba sólo un momento, pues enseguida el ángulo avanzaba hacia adelante y la Piedra se perdía en la línea de luz. Esto sorprendía; sin embargo, al examinar el vértice de luz en relación a las paredes, la Piedra aparecía nuevamente donde la había colocado el Noyo.

        Como todos estaban contemplando el vértice de luz, todos vieron llegar al Señor de Venus. Y a nadie escapó que su entrada era el producto de un paso: el último paso de una marcha que nadie se atrevía a imaginar por qué camino se había realizado. Sí; el Señor de Venus llegaba caminando, atravesaba el ángulo recto, y se situaba sobre la Piedra; y ahora dominaba la torre y miraba a los Hombres de Piedra. El Noyo se puso inmediatamente de pie y anunció:

        –¡Damas y Caballeros: os presento al Capitán Kiev!

        ¡Gracia y Honor, Sangre de Tharsis! –saludó el Señor de Venus, expresando con su mano derecha el bala mudra.

        ¡Salve, Vale! –contestaron a coro los Hombres de Piedra.

        Aquel Ser, de clara apariencia humana, era en verdad resplandeciente: un halo violáceo se extendía varias pulgadas en torno suyo y permitía apreciar los detalles de la indumentaria. Esta no podía ser más simple, pues constaba sólo de tres prendas: una especie de cota de malla fina, escamada, que le cubría la totalidad del cuerpo a excepción de la cabeza y las manos; un par de botas de caña corta; y un cinto con hebilla octogonal, sobre la que estaban grabados un conjunto de signos indescifrables; las tres prendas habían sido elaboradas con materiales inimaginables. Comparado con los Hombres de Piedra, el Señor de Venus era un gigante: un codo más alto que los vrunaldinos, quienes se contaban entre los Caballeros de mayor estatura de Castilla. Tenía el cabello rubio, bastante corto, y facciones agradables en el rostro, de tez muy pálida. Pero lo que más impresionaba, pues le otorgaba el indudable aspecto de un ser de otro mundo, o perteneciente a una Raza desconocida, eran sus ojos carentes de pupila, sólo compuestos por un iris color verde esmeralda: esos ojos, desprovistos de expresión humana, testificaban la inquietante evidencia de que la Historia del hombre ha olvidado algo; algo que quizá sea inevitable recordar en nuestra Epoca, Dr. Arturo Siegnagel.

 

        Luego del saludo, el Capitán Kiev continuó hablando; aunque no movía los labios todos le oían perfectamente, y nadie se interrogó sobre el prodigio. Los Hombres de Piedra advirtieron enseguida que con Aquel Ser no habría ninguna clase de diálogo: el Señor de Venus había venido a traer un mensaje y luego de comunicarlo se iría.

        ¡Sangre de Tharsis: Os traigo el saludo de Navután, el Señor de la Guerra! ¡Y también Os traigo Su Palabra! ¡Prestad atención, abrid bien Vuestros sentidos, porque la presente es oportunidad única, tal vez irrepetible antes de la Batalla Final! En verdad, ha sido la hazaña que habéis protagonizado al contribuir a destruir los planes del Enemigo lo que ha motivado esta visita: ¡en la morada de los Dioses, el Señor de la Guerra y los Señores de Venus, han bebido el Hidromiel con Vuestros Antepasados! ¡Allí, en la Morada de los Dioses, Os habéis ganado un lugar junto a los Héroes de la Raza Hiperbórea! ¡Y en la Tierra, habéis conquistado el derecho a existir, aún en medio de la mayor Ilusión del Gran Engaño! ¡Es la Voluntad de Navután que Vuestra casa exista hasta el día de la Batalla Final y que sus miembros acompañen las filas de los Dioses portando el estandarte del Espíritu Eterno! Por eso Os ha revelado por mi intermedio a Tirodinguiburr, Su Nombre Olvidado, la Clave del Misterio del Laberinto: para que Vuestro Espíritu se reoriente hacia el Origen y jamás vuelva a extraviarse.

        Comprended, Señores de Tharsis, que el hombre dormido sólo es consciente de un Mundo, de una Tierra, de una Historia, a la que considera “real”, pero que el Espíritu cautivo comparte en la Ilusión millones de Mundos posibles, de Tierras semejantes, de Historias parecidas. Vosotros sois hombres despiertos, mas el hombre dormido vive, sin saberlo, en millones de Mundos a la vez: su conciencia, en ocasiones permanece toda la vida referida a un Mundo particular; o, eventualmente, pasa de un Mundo a otro sin notarlo; pero el hombre dormido es incapaz de distinguir un Mundo de otro pues la Ilusión es muy intensa, el sueño demasiado profundo. Diferente es el punto de vista del Espíritu cautivo, que subyace encadenado en el Alma del hombre dormido. Para el Espíritu Eterno cualquiera de esos Mundos puede ser “real”, puede vivirse como real, pero todos son igualmente ilusorios. Para el Espíritu, muchos de los hombres que creen existir, y muchas de las cosas que se cree que existen, no son reales, es decir, son pura ilusión. Para el Espíritu sólo es Real el Mundo que El mismo afirma como tal, sólo existe el hombre en el cual El se manifiesta con mejor orientación estratégica.

        ¡Así es, Señores de Tharsis!: Para el Espíritu, la Realidad depende de la orientación estratégica. Y el hombre despierto sólo existirá si dispone de orientación estratégica con respecto al Origen: porque es desde el Origen que el Espíritu ve al hombre despierto y dice –Está allí, ex sistit–.

        ¿Qué es, pues, la orientación estratégica?: En un instante dado, simultáneamente, ciertos hombres despiertan aquí y allá, en algunos de los Mundos posibles: es el Espíritu del Hombre quien los evoca y hacia quien ellos se dirigen. Cada uno de esos Mundos es “real” para el hombre despierto que lo habita y percibe. Y desde cada uno de esos Mundos “reales” un hombre despierto marcha hacia un punto que es común a todos los Mundos Posibles: el Origen del Espíritu cautivo. En un sitio está el hombre despierto y su Espíritu cautivo, en otro el Origen y el Espíritu absolutamente libre; ¿qué separa al hombre despierto del Origen?: Una distancia llamada “Laberinto”, que sólo puede allanarse mediante las Vrunas de Navután. El Espíritu despierta al hombre dormido; el hombre despierto adquiere la Sabiduría Hiperbórea; la Sabiduría Hiperbórea le revela las Vrunas de Navután; y las Vrunas de Navután constituyen a Tirodinguiburr, el Secreto del Laberinto. Con la Clave de las Vrunas, el hombre despierto se orienta en el Laberinto y encuentra el Origen, lo único verdaderamente Real para el Espíritu. El tiempo necesario para concretar la orientación se lo concede la Inmortalidad de la Semilla de Piedra, que la Gracia de la Virgen de Agartha siembra en el Corazón de los que buscan el Origen.

        La orientación debe ser estratégica porque en el Laberinto el Enemigo intentará torcer su rumbo hacia el Origen: tratará de confundir, de desviar, de detener, vale decir, de desorientar al hombre despierto; y el hombre despierto deberá emplear una Estrategia, para avanzar orientado, tendrá que desarrollar un modo de comportamiento que neutralice la acción enemiga y permita llegar concretamente al Origen.

        El Laberinto está integrado por los caminos de la Ilusión, que se bifurcan en todos los Mundos Posibles. Si la orientación estratégica es débil, la distancia entre el hombre despierto y el Origen puede ser muy extensa; y el Tiempo que insuma recorrerla análogamente prolongado. Empero, si la orientación estratégica es fuerte, el hombre despierto puede hallarse muy próximo al Origen y la liberación espiritual puede ser instantánea. Ocurre así porque la orientación estratégica y el Laberinto son contrarios: cuanto menor sea la orientación estratégica, tanto más complejo será el Laberinto; cuanto mayor sea la orientación estratégica, tanto más simple será el Laberinto; la máxima orientación estratégica, el Origen patente, disuelve la Ilusión del Laberinto. Además, si el movimiento se guía por la orientación estratégica, el Tiempo y el Espacio del Laberinto se tornan relativos; el Origen se sitúa lejos o cerca, de acuerdo a la actitud estratégica del hombre despierto. Entonces, la realidad del hombre despierto es relativa con respecto a la Realidad absoluta del Origen.

        La realidad del hombre despierto depende de la orientación estratégica. Hemos visto varios hombres despiertos, cada uno en su Mundo “real”, buscando simultáneamente el Origen; cada uno con diferente grado de extravío en el Laberinto, cada uno con distinta orientación estratégica. ¿Cuál es, entonces el Mundo Real, si todos son relativamente reales desde el Origen?: De todos los Mundos posibles, “reales” son los Mundos que afirma el Espíritu de los hombres despiertos; de todos los Mundos “reales”, Real es el Mundo donde los hombres despiertos poseen la mejor orientación estratégica y donde sostienen una Estrategia triunfante contra el Enemigo del Espíritu: y la Realidad de ese Mundo la afirma Navután, el Señor de la Guerra. Los Señores de Venus de K'Taagar, desde el Origen, desvinculados del Tiempo y del Espacio del Laberinto, escudriñan permanentemente los millones de Mundos de la Ilusión mientras aguardan que los últimos hombres dormidos retomen el Sendero del Espíritu y declaren la Guerra Esencial a las Potencias de la Materia. Ellos descubrieron Vuestro Mundo, Señores de Tharsis, y lo revelaron a Navután. Y el Señor de la Guerra, halagado por Vuestras Hazañas, decidió afirmarlo como Real. Desde el Origen, el Gran As distinguió Vuestro Mundo diciendo:

¡Allí está, ex sistit, el Mundo real de los Señores de Tharsis, quienes no cesan de luchar por la Libertad del Espíritu Eterno! ¡Existe, pues, un Mundo donde los hombres dormidos son capaces de despertar y enfrentar a las Potencias de la Materia! ¡Ja, ja, ja; y Buenos son: acaban de ganar una Batalla! ¡Con Ellos enviaré al Gran Jefe de la Raza Blanca! ¡Contando con la ayuda de estos Guerreros Sabios, y la de aquellos Héroes que se les unan, derrotarán a las Potencias de la Materia y pondrán término, en el Principio, a la Guerra Esencial!

 

        ¡Comprended esto, Señores de Tharsis, y sabréis por qué he venido y en qué consiste la Gracia que Os ha dispensado Navután al conceder existencia Real a Vuestro Mundo!

        ¡Porque así es! ¡El Mundo donde Vosotros vivís y donde el Enemigo ha sido recientemente derrotado, será el Mundo Real para los Señores de Venus y para Navután, el Señor de la Guerra! ¡En este Mundo comenzará la Batalla Final, cuando el Hombre se enfrente definitivamente a las Potencias de la Materia! ¡Y en este Mundo, el Mundo de los Señores de Tharsis, deberán realizarse todos los que intenten liberar su Espíritu Eterno y partir hacia el Origen, los Guerreros, los Héroes, los Iniciados Hiperbóreos, los verdaderos Gnósticos, los Hombres de Piedra! Oíd: ¡Los que busquen y encuentren la Sangre de Tharsis en su Mundo asentarán el Espíritu en la Piedra Fría que está en el Origen, en la Piedra que se sustenta fuera del Universo Creado y que estará aún en el Origen cuando el Universo Creado ya no exista! Contrariamente, los que pretendan ignorar la Sangre de Tharsis, o no sean capaces de encontrarla, fundarán su Mundo en la Ilusión y serán convertidos en Lejía al Final del Tiempo, cuando Todo Vuelva al Uno al Final de Su Día de Manifestación, cuando el Final sea igual al Principio, y la Ilusión se disuelva en la nada, y sólo exista el Uno en Su simple eternidad.

        ¡Porque sólo el Espíritu es Eterno! Quien no encuentre su Espíritu morirá de Muerte Final aunque crea ser Inmortal. Y quienes primero van a morir son las Almas que Más cerca están del Final, adonde se han aproximado buscando una quimérica y vana perfección arquetípica. Aquéllos cuyas Almas evolucionan imitando la Meta Final propuesta por el Dios Creador Uno, los que se engañan identificando el Bien con la “Paz Universal” y privan a su Espíritu de la oportunidad de luchar, los que adoran al Dios Creador Uno y aman el Universo Material, los que temen a Jehová Satanás y sirven a las Potencias de la Materia, los que persisten en afirmar que el Espíritu es Creado y quieren ponerlo de rodillas frente al supuesto Creador, los que se cobijan bajo la Paloma de Israel, los que integran la Jerarquía de la Fraternidad Blanca, los Sacerdotes de todos los Cultos y los que creen que se puede ser “Gnóstico” y Sacerdote a la vez: ¡Esos morirán de Muerte Final! ¡Esos serán reducidos a Lejía por Voluntad de su Creador!

        En síntesis: ¡Quienes participen del Pacto Cultural vivirán en la Ilusión del Alma y morirán de Muerte Final! Y quienes recuerden el Pacto de Sangre, y encuentren la Sangre de Tharsis, vivirán en la Realidad del Espíritu y se eternizarán Más Allá del Origen!

        ¿Comprendéis, Señores de Tharsis, qué significa para los demás Espíritus cautivos la Realidad de Vuestro Mundo?: Vuestra Casa ha contraído un compromiso con el hombre, a quien habéis demostrado que se puede triunfar sobre el Mal, que es posible vencer a los Demonios. En adelante, Vuestra misión será acompañar a la Historia sin entrar en la Historia. Porque antes del Final Vosotros contribuiréis a quebrar la Historia y dar comienzo a la Batalla Final. Tendréis que estar atentos a la Historia, y vigilar los movimientos del Enemigo en la Historia, para actuar en el momento oportuno. Un Gran Jefe Blanco vendrá entonces a Vuestro Mundo: El poseerá el Poder de plantear la Batalla Final contra el Enemigo del Espíritu. Será un Enviado del Señor de la Guerra y seguirá el camino señalado por Vosotros: diseñaréis, construiréis, y mantendréis despejado ese camino; y emplearéis para ello el Tiempo que fuese necesario, los Siglos que demande la Ilusión de la Historia.

        El Gran Jefe Blanco, el Señor de la Voluntad y del Valor Absolutos, vendrá una vez, dos veces, tres veces, a Vuestro Mundo. La primera vez, quebrará la Historia, pero se irá, y causará la insensata risa de los Demonios; la segunda planteará la Batalla Final, pero se irá, en medio del Rugido de Terror de los Demonios; la tercera guiará a la Raza del Espíritu hacia el Origen, pero se irá para siempre, dejando tras de sí el Holocausto de Fuego en que se consumirán los seguidores del Dios Uno, hombres, Almas, y Demonios. ¡Pero quienes sigan al Enviado del Señor de la Guerra serán Eternos!

        Vosotros tratabais de cumplir la misión familiar y guardabais la Espada Sabia. Ahora Os daré instrucciones para llevar a cabo otra misión: preparar en el Mundo el advenimiento del Enviado del Señor de la Guerra. ¡Es Su Voluntad que así sea! Pero esta misión no podréis realizarla obrando como hasta hoy: la Estrategia exige que se dividan los esfuerzos y que sólo una parte de Vosotros se ocupe de cada cosa. ¡Nos, pedimos que Os separéis una vez más, la penúltima! Es preciso que en los aprestos para la venida del Gran Jefe Blanco intervengan únicamente los Hijos de Vrunalda de Tharsis: con ese objetivo deberán trasladarse desde ya a sus heredades de Germania, donde las Damas serán cabeza de la Estirpe y sostendrán la ficción de su linaje germano y catalán. Allí se mantendrán alerta hasta la Epoca en que surja un Emperador alemán afecto a la Sabiduría Hiperbórea: El, con la colaboración de otras personas que en ese momento se unirán a Vosotros, será quien eche las bases de la futura Orden en la cual el Enviado recibirá la Más Alta Iniciación. Esa Estirpe de Tharsis ¡Qué Honor el suyo! estará junto al Gran Jefe Blanco cuando declare la Guerra Total a las Potencias de la Materia. ¡Porque la Sabiduría Hiperbórea de esa Estirpe, de esa Sangre de Tharsis, causará la Primera Venida del Enviado del Señor de la Guerra!

        Los Hijos de Valentina de Tharsis, en cambio, tendrán que regresar a España y asentarse permanentemente en Turdes. Allí se dedicarán a guardar la Espada Sabia y a cumplir la misión familiar, hasta la Epoca que surgirá un Hombre de Piedra que verá en la Piedra de Venus la Señal Lítica de K'Taagar. Tal imagen le indicará un camino, que deberá seguir sin vacilar. Tomará entonces la Espada Sabia y, acompañado por los restantes Hombres de Piedra del linaje de Valentina, partirá hacia un País lejano y desconocido donde será cabeza de una Estirpe nueva. ¡Sí, Señores de Tharsis! ¡A ese Iniciado se le permitirá iniciar la Estirpe transmitiendo la herencia familiar por la vía masculina! ¡Pero, después de El, su descendencia continuará la tradición iniciática matrilineal y se comprobará que los Hombres de Piedra proceden aún de esa vía! Y esa Estirpe de Tharsis ¡Qué Gloria la suya! participará activamente en la Batalla Final! ¡Porque la Sabiduría Hiperbórea de esa Estirpe, de esa Sangre de Tharsis, causará la Segunda Venida del Enviado del Señor de la Guerra!

        Por último, Os haré una advertencia. Al fracasar los planes de la Fraternidad Blanca en Europa, hay una parte de los mismos que también ha quedado neutralizada y de la cual Vosotros lo ignoráis todo: es la que se refiere a la misión de Quiblón, el Gran Sacrificador. El iba a venir para Anunciar la Gloria y la Victoria de Israel con la Sinarquía del Pueblo Elegido, e iba a ofrecer tres pueblos en Holocausto a El Uno. La Sinarquía no podrá concretarse por ahora debido a Vuestra resuelta acción, pero es posible que en una Epoca no muy lejana el Enemigo envíe de todos modos a Quiblón para forzar la marcha de la Historia: será entonces muy difícil detenerlo. Sólo podréis intentar un ataque generalizado contra el Pueblo Elegido, a cuya Raza El pertenecerá, mas lo más probable es que consiga cumplir su misión. Pero ello no impedirá que se cumpla el Destino de Gloria de la casa de Tharsis.

        Señores de Tharsis: He dicho cuanto tenía que decir y no conviene, por motivos estratégicos, agregar nada más. Os reitero el saludo de Navután y me despido hasta la Batalla Final. O hasta que Vosotros coincidais conmigo en otro kairos. ¡Gracia y Honor, Sangre de Tharsis! –les deseó el Señor de Venus, en tanto levantaba el brazo derecho para expresar el bala mudra.

        –¡Salve, Capitán Kiev! –respondieron los Hombres de Piedra, practicando también el bala mudra, que era el antiguo saludo secreto de la Casa de Tharsis.

 

 

 

 

Quincuagesimoprimer Día

 

 

 

Inmediatamente después del saludo, el Señor de Venus giró su cuerpo y penetró por el iluminado vértice del ángulo recto, dejando tras de sí a los Hombres de Piedra sumidos en profundas cavilaciones. El primero en reaccionar fue el Noyo, quien observó que la Piedra había desaparecido junto con el Capitán Kiev: mis antepasados, Dr. Siegnagel, pese a toda su Sabiduría Hiperbórea, no alcanzaron a comprender en ese momento que la Piedra era el Señor de Venus.

        Al día siguiente, el Consejo de Familia decidió cumplir exactamente las instrucciones recibidas.

        Aquel Noble, que aceptó a Vrunalda como hija legítima, al morir no dejó otros herederos para sus Señoríos austríacos que sus supuestos nietos. Los hijos y nietos de estos, entre los cuales se contaban los doce presentes, cuidaban de su patrimonio en el Este aunque sin abandonar la base familiar española de Turdes. Ahora se radicarían todos en Austria, en tanto que los valentininos abandonarían San Félix de Caramán para establecerse en España. A partir de aquí, Dr. Siegnagel, me referiré solamente a la rama de los valentininos, de los cuales desciendo, para continuar la historia. Sobre los vrunaldinos lo único que comentaré es que cumplieron su cometido a la perfección: se hicieron fuertes en Austria y cuando surgió el Emperador esperado, Rodolfo II Habsburgo, constituyeron con la colaboración inestimable del inglés John Dee y siete familias de la Nobleza alemana, la Sociedad Secreta Einherjar; tal Sociedad funcionó por más de trescientos años en la más absoluta clandestinidad, adquiriendo sus miembros la Más Alta Sabiduría Hiperbórea, tan Alta como jamás la poseyera antes la Casa de Tharsis; en los siglos XIX y XX dieron nacimiento a varias Ordenes externas que tenían por fin Anunciar a las masas de hombres dormidos la próxima Venida del Gran Jefe de la Raza Blanca y localizar a éste para administrarle la Iniciación Hiperbórea; la penúltima de esas Ordenes fue la Thulegesellschaft, encargada de guiar al Führer Adolfo Hitler, nacido a fines del siglo XIX, hasta los Hombres de Piedra de la Einherjar; y la última de las Ordenes formadas por Ellos fue la Orden Negra  SS  inspirada en secreto por la Thulegesellschaft, pero en realidad dirigida por los Hombres de Piedra de la supersecreta Einherjar; los vrunaldinos alcanzaron, pues, el Honor de acompañar al Gran Jefe Blanco, al Führer, en su Guerra Total contra las Potencias de la Materia, como había predicho tantos siglos antes el Señor de Venus.

 

 

        Los Valentininos quedaron entonces como únicos representantes de la Casa de Tharsis en España; especialmente, los únicos que se dedicarían a cumplir la misión familiar. Desde San Félix de Caramán los acompañaron diez de los descendientes de Arnaldo Tíber, que deseaban seguir viviendo cerca de sus primos. Se instalaron en la vieja Casa Señorial y trabaron excelentes relaciones con la población catalana de Turdes, a la que agradaba que aquellos nuevos Señores procediesen del Languedoc y comprendiesen su lengua nativa. El Noyo retomó la Guardia en la Caverna Secreta y pronto tuvo la compañía de otro Hombre de Piedra quien, impresionado aún por la experiencia con el Señor de Venus, había decidido consagrarse a la Custodia de la Espada Sabia. En situación semejante se encontraban los seis asistentes a la reunión de San Félix de Caramán, pero no sería posible que todos abandonasen el Mundo pues se debía dedicar atención a los intereses patrimoniales de la Casa. España se industrializaba rápidamente y se requerían, en las principales ciudades, toda suerte de materias primas; en Turdes, la nueva población de origen catalán reactivó la producción de minerales, completamente abandonada por los Señores de Tharsis en los últimos siglos. Así, como si los milenios no hubiesen transcurrrido, el oro y la plata volvían a ser extraídos de las sierras por los Señores de Tharsis. No obstante la atención que la nueva situación exigía, hacia mediados del siglo XIV todo estuvo bajo control: para entonces, cinco de aquellos seis iniciados ya se habían recluido en la Caverna Secreta.

        Cuando llegaron los valentininos a Huelva, el Condado pertenecía a Sevilla. Alfonso XI de Castilla lo cedió en 1338 al Gran Maestre de Santiago, con lo que reapareció el peligro Golen: además de ser una Orden céltica eminentemente Golen, muchos Templarios se habian refugiado en ella luego del proceso promovido por Clemente V, y entonces comenzaron a infestar la región. Sin embargo, catorce años después, el infante Don Pedro se lo quita al Gran Maestre para obsequiarlo a María Padilla. A fines del siglo XIV la Casa de las Cerdas, de los Reyes de Castilla lo entrega como dote de una de sus Damas y pasa a poder de los Duques de Medina Sidonia, hasta el fin de esta historia.

 

        La influencia de la Casa de Tharsis sobre la Orden de Predicadores se mantuvo en los años siguientes, ya que el Circulus Domini Canis prosiguió funcionando en secreto, tratando de dirigir la Inquisición contra los miembros del Pueblo Elegido y los Golen, procurando impulsar el modelo de Nación Mística perfeccionado jurídicamente durante el reinado de Felipe el Hermoso y concretado en parte por ese Gran Rey. Esta influencia se hizo sentir sobre todo en España, donde merced a las campañas de esclarecimiento popular de muchos predicadores, entre ellos Don Ferrán Martinez, provisor del Arzobispado de Sevilla y Señor del Perro, se desataron las violentas persecuciones contra judíos que culminaron en las matanzas de 1391 en Sevilla, Córdoba, Toledo, Ecija, Logroño, Burgos, Ocaña, y treinta comarcas más. De Castilla, aquel incendio pasó a Aragón; en Valencia el pueblo exterminó a cinco mil judíos y en Barcelona a unos once mil; hasta las Baleares llegó la furia popular contra los seguidores de Jehová Satanás. Corriendo peligro de ser aniquilados en Castilla y Aragón, hallaron seguro refugio en Portugal, donde el marrano Don Moisés Navarro, enquistado en el Gobierno, había conseguido dos bulas locales de los Papas Clemente VII y Bonifacio IX, que impedían la conversión compulsiva de los judíos; aquella invasión hebrea, sin embargo, habría de causar a corto plazo la hostilidad de los pobladores cristianos.

        El domínico Valenciano San Vicente Ferrer, quien poseía el carisma del don de lenguas y había predicado en todos los países de Europa en sus propios idiomas, participó activamente de la campaña antihebrea: él fue quien inspiró la bula de Benedicto XIII que prohibía a los israelitas la posesión del Talmud y los obligaba “a que traxesen tabardos con una señal vermeja para que así pudiesen ser conocidos de todos e se lograse evitar el daño que su trato trae a los cristianos”. Esto ocurría en 1412, cuando los persistentes israelitas comenzaban a regresar masivamente a España. Pronto se reiniciaron las persecuciones, las que fueron adquiriendo tal saña que en 1473 llevaron al Pueblo Elegido a proponer al Rey Enrique IV la venta o alquiler de la Ciudad de Gibraltar para establecerse en ella, solución muy hebrea que fue lógicamente rechazada.

        Tras la muerte de este Rey, recibe el Trono de Castilla su hermana, Isabel I, casada con Fernando de Aragón. En 1478 los Reyes Católicos se dirigen al Papa Sixto IV para solicitar el dictado de una bula que autorice el funcionamiento de la Inquisición en Castilla; el propósito: enjuiciar a los culpables de herejía, especialmente a los judíos. Rápidamente emitida, la bula permitió la formación de los Tribunales del Santo Oficio, confiados a la Orden de Predicadores domínicos. El promotor de aquella iniciativa de los Reyes Católicos fue el prior de los domínicos de Sevilla, fray Alfonso de Hojeda, Señor del Perro, quien supo convencer a la Reina Isabel sobre la conveniencia de hacer intervenir a la Inquisición en el combate contra las fuerzas satánicas. Al principio la bula sólo actuó como una amenaza mas, merced a la infatigable gestión de los Domini Canis, Fray Alfonso de Hojeda, el provisor Don Pedro de Solís, el asistente Don Diego de Merlo, y el secretario del Rey, Pedro Martínez Camaño, se consigue persuadir a los Reyes sobre la necesidad de instrumentar la Inquisición con todo su vigor para extirpar del cuerpo social al judaísmo y la herejía. Así, los Reyes nombran en Medina del Campo a los primeros inquisidores, los frailes domínicos Miguel Morillo y Juan de San Martín, quienes actuarán juridícamente secundados por fray Felipe de Turdes y Ricardo de Tharsis, tío y padre de Lito de Tharsis, respectivamente. Dos edictos redactados por éstos, concediendo un plazo para el arrepentimento de los herejes, pasado el cual serían juzgados, produjo numerosas conversiones, pero nada impidió que dos mil judíos fuesen quemados en menos de un año.

        Cuando en 1483 el prior del Convento de Santo Domingo de Segovia, fray Thomas de Torquemada, es nombrado Inquisidor General de la Corona de Castilla, fray Felipe de Turdes y Ricardo de Tharsis pasan a revistar como sus asesores jurisconsultos, a quienes se encarga la redacción del Manual de la Inquisición moderna. La aplicación de estas leyes demostraría claramente cuán inútil era pretender la conversión al cristianismo de los judíos, a la que ellos accedían falsamente mientras continuaban practicando el satanismo en secreto. Frente a la evidencia los Reyes católicos decretaron el 31 de Marzo de 1492 la expulsión de los judíos de los Reinos de Castilla y Aragón en el plazo de cuatro meses, medida más benigna que la de Felipe el Hermoso pero igualmente eficaz. El asilo se los brindó nuevamente Portugal pues su Rey, Juan II, había sido educado por instructores judíos y subestimaba completamente el peligro que aquellos representaban para la salud del Reino. Pero esta vez la protección duraría poco, pues en 1495 muere Juan II dejando como heredero de la corona a Manuel I: para infortunio de los hebreos este Rey estaba casado con una hija de los Reyes Católicos y sumamente esclarecido sobre los motivos de la Inquisición española. En 1497 firma un decreto semejante al castellano de 1492, por el cual se expulsa a los judíos del territorio portugués. El destino del Pueblo Elegido los llevaría ahora a Holanda, particularmente a Amsterdan, que ganó el apodo de “La Nueva Jerusalén”, y otras ciudades importantes, así como también los Países Bajos, donde pronto controlaron los resortes del poder, practicaron la especulación y convirtieron a esas naciones en las potencias bancarias y masónicas que conocemos en la actualidad.

        Atrás de todas estas persecuciones españolas contra el Pueblo Elegido, naturalmente, se encontraba la Casa de Tharsis, que procuraba frenar la llegada de Quiblón. Pero tal objetivo, como lo sugería el Capitán Kiev, sería muy difícil de realizar: en 1484 el Gran Mago Hebreo ya se encontraba en España y en 1492 consagraría las “nuevas tierras de la India”, habitadas por tres pueblos “sacrificables”, a la “Gloria de Jehová Dios”.

        Quiblón era un judío converso oriundo de Galicia, a los que en la Edad Media se denominaban ginoveses. Fue educado secretamente como Rabino y Cabalista. Para favorecer su Alta Misión, se le inventó luego una historia apócrifa, oscureciendo todos los datos que permitiesen conocer su origen y borrando las pistas de sus pasos. De ello se ocuparían durante los siglos siguientes sus hermanos de Raza. Tal como lo exige la Cábala para quien ha de recibir de la Shekhinah la Voz de Metatrón, el Rabbí debería poseer Setenta Nombres; de ellos conocemos sólo algunos: Scolnus, Scolvus, Scolvo, Skolvus, Skolvo, Kolonus, Scolom, Skolum, Colum, Colom, Colombo, Colón, etc. Vale decir, que me refiero a Cristóphoro Colombo o Cristóbal Colón, el célebre Almirante más conocido por el “descubrimiento” del continente americano que por sus actividades esotéricas.

        Quiblón venía para cumplir las profecías de Bera y Birsa, para ofrendar el Holocausto de Agua, Mem, a YHVH Sebaoth; y para ello se había preparado muchos años y pasado por muchas pruebas definitivas. En particular, Quiblón debió dar muestras de su dominio para abrir las Puertas del Paraíso y cerrar las Puertas del Infierno. Esta última prueba la demostró en 1477, cuando viajó a Groenlandia como piloto de una Armada danesa a cerrar las Puertas de Thule. Es conveniente remitirse a esta operación de Magia Mayor para comprender sus acciones posteriores.            

        Todo comienza con un inexplicable y perturbador hecho ocurrido en el siglo XIV: la población vikinga de Groenlandia, unas diez mil personas durante el siglo XIII, desaparece sin dejar rastros en el siglo siguiente. Para entender lo sucedido hay que remontarse al siglo X, a la Epoca en la que los Golen católicos controlan a los Normandos y avanzan hacia el Norte de Europa, sometiendo a sangre y fuego a los pueblos bárbaros y paganos de Dinamarca, Suecia y Noruega. Es entonces cuando una de las últimas Piedras de Venus que quedaban en poder de los pueblos del Pacto de Sangre se transporta a Groenlandia. Lo hace Erik el Rojo, un Guerrero Sabio de valor singular, cuya determinación le acarrea la imposibilidad de regresar a su patria: él sería quien daría su nombre actual, Tierra Verde, a la helada isla en el año 986. Y su familia formaría una Estirpe de Noyos y Vrayas que cuidarían de la Piedra en los siglos posteriores, cuando ya las relaciones culturales con los pueblos europeos se hubieron restablecido. Aquellas relaciones atraerían a los misioneros católicos hacia los asentamientos vikingos, pero la Piedra no caería en poder de los Golen pues los Custodios la ocultarían en Regiones sumamente agrestes del Noroeste groenlandés.

        En el 999, Leif Eriksson trae el primer sacerdote católico, al que siguen muchos más en los viajes sucesivos; no obstante, la resistencia de los norreses al Pacto Cultural se extendería durante todo el siglo XI. De cualquier manera, la próspera colonia de Erik el Rojo, con más de 200 granjas, tenía ya 12 iglesias y dos conventos en 1124. El Papa Pascual II nombra el primer Obispo, Erik Gnupsson en 1121, al que suceden dieciséis más hasta 1409. En 1290 llega a la isla el Primer Domini Canis, Thor Bjorn, quien se ocupa de combatir a los Golen y llama en su auxilio a un miembro de la Casa de Tharsis. Se funda así, en Gardhar, el famoso Monasterio de Nuestra Señora de Thule, donde se escribieron dos poemas de los Edda, el Atlakvidha y el Atlanmal. En Gardhar, justamente, existía el Monas-terio Golen de San Bernardo. Y en dicha Ciudad se centraría la oposición más encarnizada entre los Golen y los Domini Canis, debido a que aquéllos sospechaban que muy cerca se encontraba la Piedra de Venus y se resistían a abandonar el lugar sin haberla encontrado. Al fin, en 1312, gracias a una Bula de Clemente V, quien acababa de liquidar a la Sinarquía Templaria en combinación con Felipe el Hermoso, los Golen se ven obligados a abandonar Gardhar: es entonces cuando los Noyos Vikingos declaran a la población de Gardhar que han visto la Señal Lítica de K'Taagar en la Piedra de Venus, piedra que atribuyen a una herencia de Wothan e incluso denominan “el Ojo de Wothan”. Los Noyos proponen al pueblo de Gardhar partir hacia donde señala la Piedra y todos aceptan, preparándose inmediatamente para la guerra: ¿por qué? es lo que explicaré desde mañana, Dr. Siegnagel. Lo importante ahora es saber que no sólo la población de Gardhar, sino la totalidad de los Groenlandeses, a excepción de algunos Sacerdotes católicos que se ocultaron convenientemente para no ser ejecutados por los enfurecidos vikingos, decidieron partir “hacia el Valhala, la Morada de los Dioses”.

        Es que aquel pueblo de Sangre Pura, despertaba súbitamente a la Sabiduría Hiperbórea que surge del Espíritu Eterno y se libraba del hechizo del Pacto Cultural: se había trasmutado y sólo ansiaba partir hacia el Origen, sin importar la índole del Enemigo que se interpusiera en su camino. En 1354 el Rey de Noruega, Erik Magnusson, enterado de que la población de Groenlandia “había retornado al paganismo” y “se preparaba a abandonar los establecimientos”, envía su nave oficial “La Chirriante” al mando de Paul Knutsson a fin de averiguar lo ocurrido. Viaja en la expedición el Obispo Golen Arni, quien lleva la misión de “evangelizar” nuevamente a los colonos norreses: pero en Groenlandia no encuentran absolutamente a nadie, a pesar de que Arni los incita a explorar palmo a palmo la región hasta 1363, fecha en que fallece. Desde ese momento varias serían las expediciones que los Reyes de Noruega despacharían en los siguientes cien años para averiguar la suerte corrida por sus súbditos e intentar repoblar las colonias abandonadas: tales intentos resultarían inútiles, pues jamás se conseguiría saber lo ocurrido a los diez mil vikingos ni habría quien quisiera habitar las fantasmagóricas ciudades

        Empero, la acción de los vikingos de Groenlandia causaría una gran preocupación a los Demonios de la Fraternidad Blanca, los que, desde su Guarida en Chang Shambalá, impondrían a Quiblón la prueba de cerrar la Puerta de Thule como medio de acceder al Más Alto Sacerdocio de la Orden de Melquisedec. En 1486 Quiblón residía en Portugal, donde estudiaba las Artes Ocultas y desempeñaba un puesto de cartógrafo en la Tesouraria del Rey. Ese año el Rey Cristian de Dinamarca solicita a su primo, el Rey Alfonso V de Portugal, “un muy buen piloto y cartógrafo para guiar a su próxima expedición a Thule”, la cual tenía por fin “localizar a las colonias cristianas de quienes no se tenía noticias desde hacía más de cien años”. Era la oportunidad esperada por los Rabinos: las notables influencias que por entonces poseían los hebreos en la corte portuguesa se ponen en juego para facilitar el nombramiento de Quiblón como piloto del viaje a Groenlandia: lo consiguen fácilmente, figurando en la cédula real como Johannes Scolvus. En 1477, pues, Quiblón se presenta frente a las costas de Groenlandia, dispuesto a emplear toda su Ciencia, y su fe en el Creador Uno, para cerrar la Puerta de Thule: tiene éxito en su misión, y la Fratenidad Blanca, y la judeidad toda, comprenden que con Quiblón ha llegado a la Tierra uno de los Más Altos Sacerdotes de la Historia, uno que será capaz de hablar con el Verbo de Metatrón.

        La expedición de Scolvus, Colón, no halló a nadie en Groenlandia en 1477. Pero desde entonces la Puerta de Thule estará nuevamente cerrada. Es un gran Mago Hebreo, quizá tan grande como Salomón, el que ha llegado hasta las heladas tierras del Norte a cumplir el Ritual, a pronunciar las Palabras, a expresar los Gestos. Era necesario que así fuera pues la Puerta fue forzada por un bravo pueblo vikingo, de la más pura sangre hiperbórea, contra quienes nada puede la magia de los Golen. Pues siempre ha sido así: los Golen han dominado fácilmente a los celtas, iberos, ligures, vaskos, fenicios, cartagineses, y hasta latinos, pero, tratándose de germanos, es necesario que los más grandes Maestros de las artes infernales se ocupen de ellos.

 

        Entiendo, Dr. Siegnagel, que es casi imposible comprender en qué consistía la misión de Quiblón si no aclaro la naturaleza de ese “cerrar la Puerta de Thule” realizado en Groenlandia. Sin embargo, lo que corresponde es explicar cómo fue abierta la mencionada Puerta hacia K´Taagar, o Agartha, y qué otra acción efectuaron los vikingos antes de partir, acción de guerra que normalmente ejecutan todos los pueblos de Sangre Pura en situaciones semejantes, y que causó la preocupada reacción de los Demonios de la Fraternidad Blanca. Desde mañana, entonces, le narraré en pocas palabras la historia de Nimrod, el Derrotado, un Rey de la Antigüedad que supo abrir la Puerta y golpear al Enemigo antes de partir: su conocimiento aclarará completamente la cuestión.

 

 

 

 

Quincuagesimosegundo Día

 

 

 

En el II milenio A.J.C. una invasión trajo a los Hiperbóreos Kassitas a Asiria. Eran oriundos del Cáucaso y portaban una Piedra de Venus junto al estandarte del águila leontocéfala. El águila con cabeza de león y alas desplegadas, aprisionaba entre sus garras dos moruecos que eran el símbolo del Dios Enlil, Jehová Satanás, adorado en la Mesopotamia por todas las tribus, entre ellas los pastores hamitas o habiros que irían con Abraham a Palestina y Egipto. Este mismo estandarte sería llevado luego, miles de años más tarde, por otros pueblos “bárbaros”, también oriundos del Cáucaso, esta vez de Raza germánica, pero entre las garras del águila ya no se hallarían los moruecos sino el cordero, símbolo de ese Dios de los pastores que intentaba usurpar la milenaria figura hiperbórea de Kristos Lúcifer.

        Los Kassitas venían siguiendo los dictados de su Dios Arquero Kus quien había hecho pacto con sus Iniciados a fin de que dicho pueblo participara en la Guerra Esencial. En la Ciudad de Borsippa, al Norte de Nínive, el Rey Nimrod utilizando la técnica numérica de los Zigurat hizo construir una enorme Torre sobre un vórtice de energía telúrica. He aquí lo que se pretendía: “atacar la Morada de los Demonios Inmortales”, es decir, Chang Shambalá. Este propósito, que puede parecer hoy producto de una desenfrenada fantasía, es sin embargo perfectamente posible y la prueba de ello está en el éxito obtenido por Nimrod cuando su Elite de guerreros arqueros hizo blanco y derribó a varios de los “Demonios Inmortales”.

 

        En la Antigüedad, cuando la influencia del Kaly Yuga no era tan importante y en algunos remanentes Atlantes todavía se conservaban los recuerdos de la Sabiduría Hiperbórea y de la guerra contra el Demiurgo, la tarea de fundar pueblos y ciudades exigía el concurso de Iniciados especial-mente dotados. Lo mismo para la elevación de ídolos o efigies sagradas cuya utilidad, que no era la mera adoración, hoy se ha olvidado. El elemento más importante que se tomaba en cuenta para tales fundaciones era la ubicación de las corrientes de energía telúrica. En segundo lugar figuraban las coordenadas astrológicas a las que, sin embargo, la ceguera de los hombres suele otorgar preeminencia en algunas Epocas. Justamente el poderío o supervivencia de alguna ciudad dependen de la correcta situación geográfica en que se erijan y si, por ejemplo, ciudades como Roma o Jerusalén han durado milenios es porque están asentadas sobre grandes centros de fuerza. Hace miles de años los encargados de precisar el lugar de emplazamiento de una ciudad eran llamados cainitas, Iniciados sacrificadores que conocían la Magia de la Sangre Derramada. Estos homicidas sagrados, que eran zahoríes, es decir, “sensibles” a las fuerzas de la Tierra, luego de detectar un vórtice conveniente efectuaban el sacrificio humano destinado a “polarizar” la energía telúrica y obtener un fenómeno de “resonancia” con la Sangre de la Raza, de manera de que el lugar se convierta en “amigo” de sus habitantes y “enemigo” de futuros invasores. De tales asesinatos rituales con fines de fundación recordamos por ejemplo a Rómulo que para asegurar la inviolabilidad de las murallas de Roma debió ejecutar a su gemelo Remo, etc.

        Haré un breve paréntesis para consultar a la Sabiduría Hiperbórea sobre algunas pautas que es necesario tener en cuenta, a fin de interpretar correctamente la acción de guerra emprendida por el Rey Nimrod.

 

        Puede considerarse con toda propiedad que la potencia de un pueblo para liberarse del yugo satánico de la Sinarquía depende directamente de las condiciones esotérico-hiperbóreas de sus Iniciados. Si hay hombres despiertos, suficientemente capaces de localizar las corrientes y vórtices de energía telúrica, y no desprecian el combate que inevitablemente trae aparejado esta “toma de posición”, entonces la Raza va en camino de la mutación, se ha convertido en un “círculo cerrado” hiperbóreo. Por razones de pureza sanguínea son siempre los pueblos denominados “bárbaros” quienes más cerca se hallan de estas praxis hiperbóreas; pero esos mismos pueblos, en la medida que se civilizan, o sinarquizan, pierden potencia y, entonces, se debilita su posibilidad de mutación. La pureza racial hiperbórea de un pueblo se evalúa en la capacidad de sus hombres para despertar el Recuerdo de Sangre. La potencia racial hiperbórea de un pueblo es su capacidad de oposición a la ilusoria realidad del mundo material. Significa tomar parte activa en la Guerra Esencial y, por lo tanto, supone alguna concepción estratégica hiperbórea. La potencia se evalúa entonces por la claridad de los fines y objetivos estratégicos que son capaces de formular los hombres y por los pasos efectivos que se den en tal sentido. El resultado de la acción jamás se califica por alguna pauta material; más aún: la acción jamás se califica en absoluto. Para la Sabiduría Hiperbórea lo que importa es la Estrategia; esto es: la claridad de metas y objetivos y la forma de obtenerlos, o sea, la potencia. En todo caso la acción se califica a sí misma, independientemente de los “resultados”. El “éxito” o “fracaso” de una acción no tienen sentido en la Estrategia Hiperbórea pues tales palabras remiten a conceptos elaborados a partir de una incorrecta percepción del mundo, de Maya, la Ilusión. Puede ilustrar esto una antigua sentencia hiperbórea que dice: “para los Guerreros Sabios toda guerra perdida en la Tierra es una guerra ganada en otros Cielos”.

        Volviendo al concepto hiperbóreo de potencia racial puedo decir que, en general, un pueblo potente es aquel que habiendo identificado al Enemigo pasa a la acción de guerra en el marco de una “Estrategia Hiperbórea”. Y, en particular, que un pueblo de gran potencia es aquel capaz de atravesar el umbral y trasladar el teatro de operaciones al plano de los Inmortales.

        Existen muchas maneras de atravesar el umbral. Los hombres dormidos, los “Iniciados” en el satanismo sinárquico, por ejemplo, lo hacen durante su “Muerte Ritual”, arrastrándose abyectamente ante los siniestros “Guardianes del Umbral”, mal llamados a veces “Veladores”, “Vigilantes” o “Egrégoros”. Luego de demostrar su “evolución” mediante juramentos, pactos y alianzas reciben la “iluminación” o sea pierden todo contacto con el Origen y sufren el encadenamiento definitivo al Plan Universal del Demiurgo Jehová Satanás. Entonces pueden atravesar el Umbral y “participar” en mil ceremonias o aquelarres distintos, de acuerdo a la secta o religión que los haya “iniciado”, y que tienen la sorprendente característica de ocurrir sola-mente en la conciencia del adepto pues se trata de una miserable ilusión. Los “Inmortales” de Chang Shambalá jamás harán participar a nadie en sus reuniones como no sea para destruirlo, sin embargo, no son pocos los imbéciles que creen conocer el sancta sanctorum de la Fraternidad Blanca y a su “Instructor Planetario”, el Rey del Mundo.

        Pero hay otra manera de “atravesar el Umbral”, que no requiere de humillaciones ni promesas y que no implica la total confusión sanguínea del hombre como en el caso de la iniciación sinárquica. Es la que consiste en plantarse orgullosamente, con las armas en la mano, ante los Guardianes del Umbral… y destruirlos.

        Se dirá entonces ¿pero, dónde está el Umbral? ¿no se trata de un símbolo “iniciático”? No lo es. La Estrategia Sinárquica se basa en con-fundir, esto es, tornar oscuro lo que debería ser claro. Y una táctica muy utilizada es dar sentido irreal, simbólico, a aquello que se desea ocultar y, por otra parte, exaltar como real y concreto aquello que se desea “revelar”. Así, una realidad como la existencia de las “puertas inducidas” o “dimensionales” es considerada por las gentes sensatas una fantasía y, por ejemplo, utopías como el comunismo, el socialismo, la O.N.U. o el Gobierno Mundial, son tenidas fanáticamente como posibilidades reales.

        El Umbral, o sea, la entrada hacia el plano en que moran los Demonios Inmortales, puede ser fijado y abierto si se posee una técnica apropiada. La Sabiduría Hiperbórea enseña a abrir “puertas inducidas”, para su uso en tácticas ofensivas, de siete maneras diferentes. Una es utilizando la tecnología lítica. Otra es Vrúnica. Una tercera aprovecha las energías telúricas. Una cuarta es fonética, etc. Pero todas se basan en la distorsión del espacio, en la intersección de planos, y en el dominio del tiempo.

        Abierta la Puerta, por cualquier sistema, debe procederse con energía y decisión a causar el mayor número posible de bajas al Enemigo. Puede producir sorpresa esta posibilidad pero lo cierto es que los “Demonios Inmortales” de Chang Shambalá pueden morir. Estos “Inmortales”, “Maestros de Sabiduría”, Gurúes, Golen, Sabios de Sión, Black in Man, etc., están irremediablemente ligados al Demiurgo. Son Inmortales mientras dure la “Creación” material, es decir en tanto el Demiurgo mantenga su voluntad puesta en la manifestación. Su existencia es la suerte del animal hombre. Pero conviene tener presente que en la “Isla Blanca” de Chang Shambalá, junto con los “Demonios Inmortales”, coexisten, en una mayor jerarquía, los Doscientos Hiperbóreos venidos de Venus que causaron la mutación colectiva en la Tierra y encadenaron a los Espíritus Eternos en los animales-hombres que había creado el Demiurgo. Los Doscientos Hiperbóreos son los Dioses Traidores de la Atlántida y los Señores de la Llama de Lemuria. Ellos son verdaderamente Inmortales pero como han tomado cuerpo físico a fin de copular con la Raza humana, cumpliendo sus absurdos papeles de Manú, pueden ser desencarnados violentamente, acción que, aparte de trastornar sus planes, tiene la virtud de destruir la  matriz genética de las presuntas Razas raíces.

        Se puede, entonces, matar a los Inmortales, que sólo lo son si no se ejerce violencia contra Ellos pues habitan un pliegue del espacio en el que el tiempo transcurre de un modo diferente, de tal suerte que sus cuerpos se mantienen fisiológicamente estables en una “edad determinada”. Con esta terrible afirmación cerraré aquí el paréntesis doctrinario que abrí más atrás. Se está ya, en virtud de lo expuesto, en condiciones de interpretar la hazaña del Rey Hiperbóreo Nimrod. Por ejemplo, se puede ahora calificar a los Kassitas como gran potencia racial por haber llevado, de acuerdo a la definición anterior, el teatro de operaciones a la Guarida de los Demonios Inmortales. Proseguiré entonces, con el relato.

 

        Repetiré lo dicho al comienzo. Los Kassitas habían pactado con su Dios Arquero Kus para participar en la Contienda Esencial. Eran guerreros temibles, perfectamente capaces de hacer frente a bestias, hombres o Demonios.

        Peregrinaron durante años hasta que los Iniciados cainitas decidieron que “la Serpiente de Fuego” más poderosa, esto es: el vórtice de energía telúrica, se hallaba dentro de los límites de la ciudad de Borsippa, que ya existía y estaba habitada por una tribu de pastores habiros. Ello no representó ninguna dificultad para un pueblo decidido a librar combate a Demonios infernales. En breve tiempo los Kassitas dominaban la plaza y sus Iniciados cainitas realizaban los Rituales necesarios para “calmar” a la Serpiente de Fuego.

        Inmediatamente después pusieron en práctica una Estrategia adecuada para la inminente ofensiva. De ella debemos destacar dos tareas que demuestran la capacidad de los Iniciados cainitas. La primera consistió en entrenar a una Elite capaz de resistir a la poderosa magia que los “Demonios” emplearían al abrirse “la Puerta del Infierno”. Esta Elite hiperbórea, ancestro lejano de la SS , tendría la sagrada misión de exterminar a los Demonios, faena alucinante en la que seguramente perderían la vida o la razón.

        La otra tarea era quizá la más simple de ejecutar pero la que requeriría mayor destreza en el manejo de la Sabiduría Hiperbórea: construir la “Torre mágica” que, merced a la armonía de sus exactas dimensiones, su forma y su funcionalidad, canalice la energía telúrica dispersándola en torno al “Ojo de la Espiral” de energía. En la arquitectura de Templos lo más importante, desde el punto de vista de la “funcionalidad ritual”, es el plano de la base, su símbolo. Los más utilizados son: la base circular, en cruz u octogonal, aunque también se han construido con base rectangular, pentagonal, exagonal, etc. Pero en la arquitectura hiperbórea de guerra suelen construirse edificios semejantes a fortalezas cuyo plano de la base casi siempre es un “laberinto”. Debe utilizarse tal figura debido a exigencias técnicas de la canalización de energías telúricas y puedo agregar que la aplicación de la “técnica de los laberintos” es otra de las siete maneras de abrir puertas inducidas. Por supuesto, no cesaré de repetir, que los productos de estas técnicas hiperbóreas no son automáticos, es decir, incluyen en su funcionalidad la participación de hombres entrenados.

        El plan de guerra de Nimrod constaba, entonces, de tres pasos: 1ro.) abrir la puerta al plano de Chang Shambalá; 2do.) acceder al famoso Umbral de la iniciación sinárquica; 3ro.) atacar, atacar, atacar...

        Para complementar esta colosal Estrategia se contaban una serie de detalles logísticos como por ejemplo la elección de las armas o la posibilidad de emplear las antiquísimas “corazas mágicas” de la Atlántida. Con respecto a las armas los Iniciados cainitas decidieron que los guerreros emplearían flechas construidas según una antigua fórmula: las plumas serían de ibis; las varas, de acacia del Cáucaso; y las puntas, de piedra, serían pequeñas estalactitas perfectamente cónicas recogidas de unas cavernas profundas y misteriosas que una tradición chamán afirma se conecta con el Reino Hiperbóreo de Agartha.

        En cuanto a las “corazas mágicas” es fácil figurarse hoy, a la luz de la moderna tecnología electrónica, cómo sería un “campo electrostático precipitador de materia”, envolvente de todo el cuerpo. Sin embargo esta “coraza electrónica”, llamada mágica en la Epoca de Nimrod, era una defensa común en los días de la Atlántida, hasta unos 12.000 años atrás. Los Iniciados cainitas sólo lograron dotar por algunas horas de tal campo protector al Rey Nimrod y a su General Ninurta pues nadie más en el pueblo contaba con las condiciones de pureza necesarias para aplicar la antiquísima técnica. ¡Sólo dos guerreros cuando la Atlántida contaba con ejércitos enteros que empleaban el “abrigo de metal”! Esta técnica sufrió una lenta degradación hasta desaparecer completamente debido a la confusión sanguínea. En un principio, cuando los Dioses vinieron a la Tierra hace millones de años, revistieron su cuerpo físico con una “coraza de fuego”. Luego en la lejana Lemuria, los Iniciados, Reyes y guerreros, materializaban minerales por lo que solían llamarse “Hombres de Piedra”. Y, finalmente, en pleno Kaly Yuga Atlante, los Dioses Traidores materializaban corazas de metal en torno a su cuerpo las que los protegían de golpes de espada o lanza a la manera de nuestras medievales cotas de malla. La coraza atlante de metal materializado es, por otra parte, el origen de la leyenda judía según la cual Nimrod poseía las “vestimentas” que Adán y Eva lucieron en el Paraíso. Las habría obtenido de Cam, uno de los hijos de Noé y, más adelante, luego de luchar con Esaú, otro gran cazador, las habría perdido. Estas leyendas se hallan en los Midrash talmúdicos Sepher Hayashar (Siglo XII) y Pirque Rabli Eliezer (90-130 D.J.C.) y también en el Talmud Babilónico (500 D.J.C.), etc.

        Los Guardianes del Umbral cuentan también con corazas y armas poderosas, entre ellas, por ejemplo el “rayo Om” un arma atlante con la que los dulces “Maestros de Sabiduría” de Chang Shambalá suelen desintegrar a los discípulos que se muestran díscolos.

        Parece un enemigo terrible el así armado, pero eso es pura apariencia, sólo poderío material. Los guerreros de Nimrod portarían el Signo hiperbóreo de Hk, la Runa de Fuego que ningún “Demonio Inmortal” puede enfrentar. Y mucho menos los Doscientos Hiperbóreos Traidores. Ese Signo representa para Ellos la verdad, el recuerdo inevitable del Origen Divino abandonado. Y, como a la Gorgona, no les resulta posible mirarlo sin padecer grave riesgo.

 

        Cuando la Torre estuvo lista se dispuso, en la torrecilla de la cúspide, una columna metálica de hierro, cobre, plata y oro, rematada con una gigantesca Esmeralda. Dicha piedra había sido entregada a los Kassitas por el Dios Kus cuando los comprometió en la lucha con el Demiurgo Enlil, Jehová Satanás, cuya Morada estaba en Babilonia. Y según contaban los Iniciados entre susurros, la Piedra Sagrada había sido traída de Venus por los Dioses que acompañaban a Kus cuando llegaron a la Tierra, antes que el hombre existiera. Durante las muchas décadas que duró la travesía de los “bárbaros”, desde la ladera del monte Elbruz, en el Cáucaso, la posesión de este “Presente del Cielo” fue el estímulo que permitió afrontar todo tipo de penalidades. Era el Centro en torno al cual se formaba la Raza; era el Oráculo que posibilitaba oír la Voz de Dios y era la Tabula regia donde se podían leer los Nombres de los Reyes. Era también el Signo Primordial ante el cual los Demonios retrocederían aterrados y contra el cual ninguna potencia infernal tenía poder. Por su intermedio se abriría en el Cielo la Puerta del Infierno y podría entablarse el combate sin tregua contra los servidores de quien encadenó el Espíritu Eterno a la Materia. Muchos pueblos han sido llamados “bárbaros” por otros pueblos más “civilizados”, aludiendo a su “salvajismo” e “inconsciencia”. Pero se necesita ser “bárbaro” para pactar con los Dioses y tomar parte en la Guerra Esencial. Sólo la garantía de la pureza sanguínea de unos “bárbaros”, intrépidos e inmunes a las celadas satánicas, puede decidir a los Dioses a poner en el mundo la piedra angular de una Raza Sagrada. En otras palabras, las “celadas”, las tentaciones de la Materia, están tendidas en todas partes y por eso se necesita ser “bárbaro” o “fanático”, pero también ingenuo, “como niño”, o como Parsifal el loco puro de la leyenda artureana.

        Finalizada la construcción del Zigurat, se enviaron mensajeros a las restantes ciudades y aldeas Kassitas pues su Reino incluía a Nínive y otras urbes menores, así como numerosos campamentos septentrionales que llegaban hasta el lago Van e incluso alcanzaban las laderas del Ararat. Miles de Embajadores fueron llegando a Borsippa para apreciar la Torre de Nimrod y rendir homenaje a Ishtar la Diosa de Venus y a Kus su Dios racial, esposo de Ishtar. También llegaron del Sur, de Babilonia a la que acababan de conquistar, un pequeño número de sus primos Hititas, con quienes los Kassitas partieron juntos muchas décadas atrás, desde el Cáucaso.

        Todo se preparó para el solsticio de verano, el día en que Chang Shambalá está “más cerca” de nuestro plano físico. Ese día el pueblo de Borsippa estuvo reunido junto al gran Zigurat y un contraste de emociones se adivinaba en todos los rostros. Los invasores Kassitas, cazadores y agricultores, es decir, cainitas, demostraban abiertamente su salvaje alegría por culminar una empresa que les había absorbido varias generaciones. Y en esa alegría furiosa latía el anhelo del próximo combate. Dice un antiguo proverbio ario: “el furor del guerrero es sagrado cuando su causa es justa”. Pero si esa sed de justicia le lleva a enfrentar a un Enemigo mil veces superior, entonces necesariamente debe ocurrir un milagro, una mutación de la naturaleza humana que lo lleve más allá de los límites materiales, fuera del Karma y del Eterno Retorno. Leonidas en las Termophilas ya no es humano. Será un Héroe, un Titán, un Dios, pero jamás un hombre común. Por eso el pueblo de Nimrod en su furia santa presentía la próxima mutación colectiva; se sentía elevado y veía disolverse la realidad engañosa del Demiurgo Enlil. Hervían de valor y así purificaban drásticamente su sangre. Y esa Sangre Pura, bullente de furia y de valor, al agolparse en las sienes trae el Recuerdo del Origen y hace desfilar ante la vista interior las imágenes primigenias. Sustrae, en una palabra, de la miserable realidad del mundo y transporta a la verdadera esencia espiritual del hombre. En estas circunstancias mágicas no es extraño que todo un pueblo gane la inmortalidad del Valhala.

        Contrastando con dicha euforia guerrera se advertía una angustia terrible retratada en los rostros de numerosos ciudadanos. Eran quienes constituían la primitiva población habiro de Borsippa, pastores y comerciantes, que adoraban desde siempre al Demiurgo Enlil.

        Según sus tradiciones, Jehová Satanás había preferido al pastor Abel y despreciado al agricultor Caín lo que es coherente puesto que “pastor es el oficio del animal hombre”, hijo de Jehová, según enseña la Sabiduría Hiperbórea. Por estas razones experimentaban un odio profundo contra el Rey Nimrod y los Iniciados cainitas. Un odio como sólo pueden sentir los cobardes, aquellos que, en todo semejantes a los moruecos y ovejas que apacentan, se autodenominan “pastores”. Ese odio al guerrero es el que disfrazado hipócritamente exalta las “virtudes” del sentimentalismo, la caridad, la fraternidad, la igualdad, y otras falsedades que se conocen muy bien por sufrirlas en esta civilización de pastores en que nos ha hundido el judeocristianismo de la Sinarquía. Y ese odio, que estoy considerando, surge y se nutre de una fuente denominada miedo.

        Miedo y Valor: he aquí dos opuestos. Ya se vio el poder trasmutador del valor, cuya expresión es el Furor del Guerrero. El miedo en cambio se expresa por el odio pusilánime y refinado, el que después de múltiples destilaciones da la envidia, el rencor, la maledicencia y toda clase de sentimientos insidiosos. El miedo es pues un veneno para la pureza de sangre como el valor es un antídoto. La exaltación del valor eleva y trasmuta; disuelve la realidad. La exacerbación del temor, en cambio, hunde en la materia y multiplica el encadenamiento a las formas ilusorias. Por eso los pastores habiros de Borsippa murmuraban entre dientes las oraciones a Enlil mientras, como hipnotizados de terror, contemplaban la ceremonia cainita.

        A primera hora de la mañana, cuando Shamash, el Sol, recién había despertado, los tambores y las flautas ya estaban electrizando el aire con su ritmo monótono y ululante. En las distintas terrazas de la Torre las Iniciadas danzaban desenfrenadamente mientras repetían sin cesar Kus, Kus, invocando al Dios de la Raza. Los Hierofantes, en número de cincuenta, oficiaban los ritos previos a la batalla instalados en torno al enorme mandala laberíntico construido en el piso de la torrecilla superior con mosaicos de lapislázuli, réplica exacta del laberinto de la base del Zigurat. En todo el recinto predominaba el color azul destacándose con un intenso y titilante brillo la gran Esmeralda verde consagrada al Espíritu de Venus, la Diosa que los semitas llamaban Ishtar y los sumerios Imnina o Ninharsag.

        Mientras los Hierofantes permanecían bajo el techo de la torrecilla superior, afuera, en los pasillos laterales el Rey Nimrod y sus doscientos arqueros se preparaban para morir.

        El climax bélico iba “in crescendo” a medida que pasaban las horas. Cerca del medio día podía observarse un vapor ectoplasmático color ceniza que se colaba por las columnas de la torrecilla superior y giraba lánguida-mente alrededor de éste, envolviendo en sus caprichosas volutas a los imperturbables guerreros. Dentro de la torrecilla, el vapor cubría la totalidad del recinto pero no sobrepasaba la cintura del más alto de los Hierofantes.

        La muchedumbre que permanecía petrificada observando la cúspide de la enorme Torre asistió de pronto, atónita, a un fenómeno de corporización del vapor. Al principio, sólo algunos lo advirtieron, pero ahora era visible para todos: la nube adoptaba formas definidas que permanecían un momento para disolverse y volverse a corporizar nuevamente. El “motivo” principal de los misteriosos relieves del vapor lo constituían fundamentalmente figuras de “Angeles”. Angeles o Dioses; pero también Diosas y niños. Y animales: caballos, leones, águilas, perros, etc. Y carros de guerra. Era todo un Ejército Celeste el que se materializaba en la nube vaporosa y giraba lentamente alrededor de la torrecilla. Y al pasar los carros de combate, tirados por briosos corceles alados, los Angeles Guerreros alentaban claramente a Nimrod. También lo hacían las mujeres, pero conviene que nos detengamos un instante en Ellas porque la sola contemplación de su belleza hiperbórea basta para iluminar el corazón del hombre más pasivo y arrancarlo de las garras del Engaño. ¡Oh, las mujeres hiperbóreas! ¡Tan bellas! Lucían una corta falda ceñida en la cintura por delgado cordón del que pendía, al costado, la vaina de una graciosa y temible espada. El arco cruzado sobre el pecho y, a la espalda, el nutrido carcaj. Las trenzas de oro y plata de un cabello que se adivinaba tan suave y ligero como el viento. Y los Rostros. ¿Quién sería capaz de describir esos Rostros olvidados, tras milenios de engaño y decadencia; Rostros que, sin embargo, están grabados a fuego en el Alma del guerrero, casi siempre sin que él mismo lo sepa? ¿quién osaría hablar de esos ojos centellantes de frío coraje que irresistible-mente incitan a luchar por el Espíritu, a regresar al Origen, ojos de acero cuya mirada templará el Espíritu hasta el instante anterior al combate pero que, luego de la lucha, milagrosamente, serán como un bálsamo de Amor helado que curará toda herida, que calmará todo dolor, que resucitará eternamente al Héroe, aquel que se mantiene tenazmente en el Sendero del Regreso al Origen? ¿y quién, por último, se atrevería a mencionar siquiera sus sonrisas primordiales ante las cuales palidecen todos los gestos humanos; ante cuyos sonidos cantarinos se apagan las músicas y rumores de la tierra; risa trasmutadora que jamás podría resonar entre la miseria y el engaño de la realidad material y que, por eso, sólo puede ser oída por quien también sabe escuchar la Voz de la Sangre Pura? Imposible intentar esbozar la imagen purísima de aquellas mujeres hiperbóreas, eternas compañeras de los Hombres de Piedra, cuya proyección en el vapor ectoplasmático se producía gracias a la poderosa voluntad de los Iniciados cainitas. Sólo agregaré que dichas imágenes eran enormes. Mientras las otras figuras giraban a cierta distancia de los guerreros Kassitas, Ellas se desprendían para abrazarlos y acariciarlos, y entonces podía apreciarse su tamaño. Doblaban en altura al Rey Nimrod, el guerrero más alto de Borsippa.

        El pueblo veía claramente estas efusiones y, aunque era evidente que las Diosas hablaban a los guerreros en tono imperativo, mientras señalaban hacia el cielo, nadie, de entre ellos, hubiera podido oír si realmente aquellos fantasmas emitían algún sonido pues el ritmo frenético de las flautas, tambores, tímpanos y arpas, era ensordecedor. Pero tal vez las mujeres hiperbóreas estuviesen hablando directamente al Espíritu, tal vez sus voces se dejasen oír dentro de cada guerrero como dicen que sienten los Augures...

        Envueltos en ese frenesí, pero momentáneamente pasmados de asombro por las alteraciones de la blanca nube, los ciudadanos de Borsippa no advirtieron cuando una de las Iniciadas abandonó la danza. Subió corriendo los pisos que faltaban para llegar a la torrecilla, pero antes de entrar el vapor tomó la forma de una multitud de niños alados que revolotearon en torno a ella derramando sobre su cabeza etéricos líquidos de no menos etéricas ánforas. Sin embargo tales manifestaciones sobrenaturales no la detuvieron. Ungida de pies a cabeza por los graciosos querubes avanzó resueltamente e ingresó a la torrecilla. Los cincuenta Hierofantes, al advertir su irrupción, cesaron todo canto, toda invocación, y volviéndose hacia ella la miraban fijamente. Al fin la Iniciada detuvo su ligero paso adelante de la entrada al laberinto y, sin decir palabra, tiró de un cordón y dejó caer su túnica, quedando completamente desnuda... salvo las joyas. Estas eran sumamente extrañas: cuatro pulseras de oro serpentiformes, que llevaba arrolladas una en cada tobillo y una en cada muñeca; un collar semejante a las pulseras; una tiara tachonada de piedras lechosas y opacas; dos pendientes y dos anillos serpentiformes y una piedra roja en el ombligo.

        De todo el conjunto lo que más impresionaba, por el exquisito diseño y la habilidad de los orfebres, eran las pulseras. Cada una daba tres vueltas; las de la pierna y brazo izquierdo con la cola de la serpiente hacia afuera y la chata cabeza hacia el interior del cuerpo; las pulseras enrolladas en la pierna y brazo derecho mostraban a la serpiente como “saliendo” del cuerpo; en el collar, la serpiente apuntaba con su cola hacia la tierra y la cabeza, extrañamente bicéfala esta vez, quedaba justo bajo la barbilla. Todas las serpientes tenían unas pequeñas piedras verdes incrustadas en los ojos, y el cuerpo labrado y esmaltado de vivos colores. Al ver estas maravillosas piezas de orfebrería nadie habría sospechado que eran en realidad delicados instrumentos para canalizar energías telúricas. La muchacha es de una belleza que quita el aliento. Se la puede observar mientras recorre con paso seguro el laberinto, que parece conocer muy bien pues casi no se distingue el piso, bajo la densa nube de vapor ectoplasmático. Si llegase a equivocar el camino, si diese con una valla, sería tomado como un mal augurio y debería suspenderse la operación hasta el siguiente año. Pero la Iniciada no vacila, tiene abiertos los Mil Ojos de la Sangre y ve allá abajo, en la base de la Torre, cómo la energía telúrica, cual irresistible serpiente de fuego, también recorre el laberinto resonante. Y todos confían en Ella, en la terrible misión que ha emprendido, que comienza allí pero se prolonga en otros mundos. Confían porque es una Iniciada maga, nacida quinta en una familia de zahoríes, de sangre tan azul que las venas quedan dibujadas como árboles tupidos bajo la piel transparente. Todos piensan en ella mientras recorre el laberinto cantando el himno de Kus.

        Los Hierofantes contienen la respiración mientras las esbeltas piernas de la Iniciada recorren con destreza los últimos tramos del mosaico-laberinto: ya está por llegar a la “salida”. ¡Ha triunfado!

        Pero ese triunfo significa la muerte, según se verá enseguida. Justo al final del laberinto se halla la columna de piedra y metal adonde refulge con raro brillo la Esmeralda hiperbórea. La Iniciada se detiene frente a ella y, elevando los ojos al cielo, asciende los tres peldaños que conducen a la base de la columna, la cual es de baja estatura pues la Esmeralda apenas llega al nivel del pubis. Cosa curiosa: la Esmeralda ha sido tallada en forma de vagina, con una hendidura central, la cual es posible ver pues se halla en la faceta superior, la que se encuentra enfrentada con el techo del templo. Por el contrario, a la Iniciada, a pesar de hallarse desnuda, no es posible observarle sexo porque un pliegue de carne le cubre el bajo vientre, absolutamente lampiño. Esta característica física, que hoy en día sólo conservan las mujeres bosquimanas, es la prueba más evidente de su linaje atlante-hiperbóreo. Las mujeres cromagnón poseían una “pollera natural de piel” y las antiguas egipcias de las primeras dinastías también, como puede comprobarse en numerosos bajorrelieves.

 

        La Iniciada ha recorrido el laberinto, ha “guiado” a la serpiente hasta el templo superior y la ha conducido a través de la columna de piedra y metal. Ahora su ígnea cabeza comienza a presionar bajo la Esmeralda hiperbórea encendiéndola mágicamente y bañando de luz verde el enorme recinto y a todos sus ocupantes. Afuera el retumbar de tambores y flautas ha adquirido un ritmo tan rápido y una intensidad tal que resulta imposible pensar o hacer otra cosa que no sea contemplar el Zigurat, la torrecilla de la cima rodeada por Nimrod y sus arqueros. Estos últimos, mientras tanto, observan a través de las columnas la escena interior, invisible para el pueblo reunido en la base del Zigurat.

 

 

 

 

Quincuagesimotercer Día

 

 

 

Es ya el medio día, el momento preciso en que Shamash se halla en lo alto. La voz grave de uno de los cincuenta Hierofantes se dirige a la bella Iniciada, hablando con frases cortas, pronunciadas con la cadencia de una oración ritual:                                    

                     

               –Oh Princesa Isa:

               La suerte de la Raza está en tus manos.

               Hemos recorrido muchas tierras

               y atravesado incontables países,

               para llegar hasta aquí,

               buscando dar la Batalla Final.

               Años de caminos y penurias

               desde que abandonamos las montañas sagradas

               adonde nacimos dos veces

               y en cuya cima Kus nos reunía

               y nos hablaba de los Tiempos Primordiales.

               Conocimos en esos lejanos días

               que no somos de aquí.

               Y, luego de recordar nuestro Divino Origen,

               ¿Cómo podríamos permanecer allí,

               engañados por El, el “Anciano” Enlil?

               Sí, todo se envileció ante nuestra vista.

               Los campos se agostaron súbitamente.

               Las flores tornaron horrible su perfume,

               y el calor de Shamash ya no nos pareció bueno.

               De pronto vimos las espigas raquíticas

               y hasta las montañas perdieron su imponente altura.

               Todo eso ocrurrió cuando miramos el mundo

               luego de que el Sabio Kus

               nos hablara del Cielo olvidado

               llenándonos el pecho de nostalgia.

               Entonces fue cuando decidimos

               emprender el Sendero de Regreso al Origen.

               Y cobrar cara la traición de los Demonios

               que nos habían engañado con su magia.

               Muchos fuimos los que partimos

               desde la montaña sagrada,

               hacia distintas direcciones.

               Y muchos son los Reyes

               que con sus pueblos hiperbóreos

               buscan desde entonces

               el camino del Cielo.

               Pero Kus nos había advertido

               que algunos no llegarían pronto

               si volvían a ser engañados

               por los astutos Demonios.

               Mas a nosotros nos dirigió certeramente

               porque no tenemos otro fin

               que conquistar el Cielo.

               Nos guía el invencible Nimrod

               a quien El teme

               porque su Sangre es Pura

               tan azul como el mar

               y tan roja como el amanecer de Shamash.

               Somos un pueblo valeroso como el león

               y volamos alto como el águila,

               pero nuestro ojo es agudo

               y nuestras garras despedazan al Enemigo.

               Somos un pueblo duro

               que no conoce el perdón

               y no da tregua en la lucha.

               Nos conduce Nimrod

               arquero como no hay otro en la Tierra.

               Las estrellas lo dibujaron

               cazando en el cielo.

               Llevamos con nosotros

               la Piedra Verde de Kus

               para que no volvamos a perdernos

               ¿qué más podemos pedir?

               ¡Apártense, Demonios infernales!

               porque hay aquí un pueblo despierto

               a quien no podrán atemorizar

               ni engañar jamás.

               ¡En guardia, Demonios malditos!

               porque se ha levantado una Raza indómita

               que Os presentará combate a muerte.

               Hoy el camino ha llegado a su fin.

               Atrás ha quedado el gran mar Kash

               y el país de Kashshu;

               sepultados en las rutas holladas

               permanecen nuestras mujeres y niños,

               nuestros ancianos y los mejores guerreros.

               Muchos han caído por la gloria de Kus

               y por seguir al heroico Nimrod,

               el jefe que nos conducirá a la victoria

               en éste o en otros cielos.

               En Borsippa hemos acampado.

               Para construir la Torre más alta del mundo

               y domar la Serpiente de Fuego.

               Como nuestro Zigurat no hay otro

               ni en Babilonia ni en Assur,

               ni en el lejano Egipto,

               ni en la tierra de los arios.

               Desde que el Diluvio cubrió la Tierra

               y castigó a los Demonios

               que habitaban las islas de Ruta y Daitya

               no se ha visto otra Torre igual.

               Los Dioses se alegran por nosotros

                y los Demonios nos temen.

               ¡Cuánto hemos trabajado para construirlo!

               Oh Isa, este esfuerzo no debe ser en vano.

 

        La Iniciada se hallaba en el mismo sitio, parada frente a la Esmeralda de Kus, guardando respetuoso silencio mientras sus ojos, bellamente ras-gados se mantenían fijos en el Hierofante.

        Este continuó con su monólogo:

                                   

               Hemos venido aquí a morir luchando

               y tú, dulce Princesa

               has elegido morir primero

               para abrirnos la Puerta del Cielo.

               ¡Castigaremos a los Demonios

               y vengaremos tu muerte, divina Isa,

               hija de la Serpiente de Venus!

       

        Palideció visiblemente la hermosa Iniciada cainita; sin embargo sus ojos brillaron fieramente mientras de su boca brotaban estas valientes palabras:

                                  

               –El Constructor de Mundos de Ilusión,

               el infame Enlil,

               se ha hundido en un sueño eterno,

               mientras su cuerpo fecundado

               nace y renace en todo lo existente.

               El se ha aliado con los Demonios

               que habitan en Dejung,

               la ciudad mil veces maldita,

               la ciudad del Horror y del Engaño,

               cuya Séptima Muralla

               posee una entrada oculta

               en el país de los hombres amarillos.

               El ha confiado en los Demonios

               para que prosigan su obra perversa.

               Y Ellos nos han encadenado

               y nos impiden regresar al mundo de Kus,

               adonde se encuentra el Palacio

               del verdadero Dios HK,

               cuyo Nombre no puede ser pronunciado

                             sin morir.

               Pero aunque Dejung está lejos,

               sus Puertas están en todas partes.

               Siete Puertas tiene Dejung,

               y Siete Muros la circundan.

               La Demonia Dolma posee las llaves

               pero sólo los locos se dejarían guiar por Ella.

               ¿Cómo pondrán sitio entonces

               los valientes Kassitas

               a la fortaleza de Dejung?

               ¿Si los Demonios ya saben

               de nuestros santos propósitos

               y si su ojo está clavado en nosotros

               desde la torre Kampala?

               Lo haremos como nos enseñó

               nuestro Dios Kus, el Señor de Venus,

               despertando del sueño

               al miserable Enlil y obligándolo

               a abrir la Puerta del Cielo

               y a tender el puente

               sobre las lúgubres murallas

               de Dejung Kampala.

               Iniciados Kassitas: ¡Ved todos

               que Enlil ha despertado!

               El Dios Que Duerme es idiota,

               gusta de flautas y tambores,

               de danzas y de cantos

               y que adoren Su Nombre,

               pero también desea sangre

               pues padre es de sacerdotes,

               de sucios pastores y sacrificadores.

               Sólo la Sangre Pura

               hará brotar al monstruo

               de las profundidades.

               ¡Proceded Hierofantes!

               ¡Que Isa está dispuesta

               a morir en la guerra,

               de todos, la primera!

               Viajaré por los mundos

               donde los muertos velan

               los Demonios acechan

               y los Dioses esperan.

               Me acompañará Kus

               a quien todos respetan.

               Y en nombre de Nimrod

               obligaré a la Bestia

               a que abra las Puertas

               en bien de nuestra gesta.

               ¡Proceded Hierofantes

               que Isa está dispuesta!

 

        En ese momento tres cosas sucedieron simultáneamente: el Sol llegó a su zenit; la música cesó de golpe, inundando los oídos de silencio; y de una puñalada certera el Hierofante segó la vida de la bella Princesa Kassita. El cuchillo de jade degolló limpiamente el cuello níveo por encima del collar bicéfalo. Dos Iniciados sostuvieron el cuerpo exánime mientras la sangre caía a borbotones sobre la brillante gema y se introducía en su hendidura uterina, convertida ahora en ávida garganta. Entonces comenzaron a ocurrir las cosas más maravillosas que ojos humanos hubieran contemplado desde muchos siglos atrás.

        Quienes se hallaban dentro de la torrecilla pudieron contemplar una escena terrorífica: al caer la sangre se apagó por un instante la luz que emanaba de la Esmeralda, pero luego, como una saeta, una columna de fuego se elevó raudamente del piso de la torrecilla envolviendo al pedestal y a la gema. El cuerpo de la Princesa yacía en el suelo, imposible de ver bajo impenetrables nubes de vapor geoplasmático que, a cada instante, se hacían más densas. Sin embargo una imagen espectral, con su misma belleza des-nuda, podía observarse claramente junto a la columna de fuego entregada a una especie de forcejeo. El portento ígneo, que en un primer momento no superaba el espesor de una pata de elefante, era ahora tan ancho como un círculo de seis hombres. Inicialmente había serpenteado fieramente semejando un infernal ofidio, pero luego, al expandirse, fue adoptando lentamente la inconfundible figura del Dragón. Era un Dragón flamígero cuya espantosa imagen se hacía a cada instante más nítida, en la medida en que aumentaba el forcejeo con el fantasma de la Princesa Isa.

        Conviene aclarar que sólo habían transcurrido unos minutos desde que la Princesa expirara hasta el momento en que se materializara el monstruo de fuego. Conviene aclararlo porque a partir de allí todo sucedió demasiado rápido... o quizá los testigos perdieron la noción del tiempo.

        De pronto las fauces de aquella bestia primitiva, aquel Leviatan, Rahab, Behemoth, o Tehom-Tiamat exhalaron un rugido terrible, al tiempo que una enorme llamarada barría la estancia consumiendo y carbonizando a numerosos Hierofantes. Sólo los sobrevivientes pudieron observar el increíble espectáculo de aquella bestia de fuego jineteada por la Iniciada muerta. La Princesa Isa, su fantasma, había trepado a la cabeza del monstruo sentándose entre las aletas triangulares del escamado lomo. Esa audaz acción hizo que el monstruo emitiera el infernal rugido y la mortífera flama. No obstante tal reacción y las feroces sacudidas de la bestia, la Princesa repetía imperturbablemente estas palabras:               

                                   

               –Espíritu de Enlil, de El, de Yah y de Il

               que fecundas la Tierra

               y produces la vida

               y engañas a los hombres

               con tu falsa opulencia

               y esas ilusorias riquezas que ofreces.

               Dios que alguna vez estuviste en lo alto

               pero que ahora has caído

               y te has vuelto completamente idiota,

               no nos encadenes también a nosotros

               en este Universo infernal

               que has construido

               imitando el verdadero Cielo.

               Nosotros nos iremos

               porque ya estamos hartos de ti,

               de todas tus trampas,

               y de los Demonios que te secundan.

               ¡Abre la entrada del antro infernal

               donde moran tus cobardes secuaces!

               ¡Te conjuro a hacerlo El

               en nombre del verdadero Dios,

               padre de Kus

               a quien tú traicionaste!

                      ¡Por HK!

               ¡Te conjuro a abrir la Puerta

               en nombre de HK!

 

        Al oír este Bendito Nombre la fiera se replegó instantáneamente hacia el piso de la torrecilla, enrollándose en torno a la columna de piedra y metal. Su cabeza, sin embargo, se balanceaba amenazadora sin que este alarde afectara la prestancia de la espectral Iniciada, quien se mantenía firmemente tomada de su lomo. El Dragón telúrico no demostraba intenciones de obedecer, actitud que llevó a la valerosa Princesa a obrar de manera drástica. Inclinándose estiró la mano haciendo el gesto de tocar su propia sangre en la cuenca repleta de la Esmeralda hiperbórea. Acto seguido dijo:

       

               Esta sangre que hoy ha sido derramada

               y hacia la cual te has precipitado,

               Señor de todas las cosas,

               es mi sangre: una sangre sagrada

               del linaje de los Dioses de Venus.

               En ella está el recuerdo

               de nuestro Origen Divino

               y del verdadero Dios HK.

               Con su substancia he untado mis dedos

               y ahora trazaré en tu frente

               el Signo del Origen.

               Ante él no existe defensa.

               ¡Te conjuro a que abras la Puerta

               Enlil, rey de los Pastores,

               por el Nombre de HK

               y el Signo Sagrado!

 

        La Princesa dibujó rápidamente su símbolo en la frente del monstruo y he aquí que el prodigio mayor aún no había sido alcanzado. La horrible criatura de fuego se disparó hacia arriba, como un resorte, atravesando el techo de la torrecilla y llevando en su testa a la bella jinete.

        Quienes estaban afuera, en los pasillos del Zigurat y alrededor de su base, aún hacían silencio pues sólo habían transcurrido unos minutos desde que cesara la música y porque los terroríficos rugidos que emitía el monstruo, invisible para ellos, bastaban para silenciar cualquier garganta. En el momento que la Princesa dibujaba el Signo primordial y el Dragón se elevaba, un grito de espanto brotó de todas las bocas. Justo sobre la torrecilla, a no mucha distancia de su techo, el Cielo se corrió como si se hubiera rasgado una tela.

        Una negra abertura era ahora claramente visible para todos los que presenciaban el extraño fenómeno. Y lo más curioso y anormal era que el tenebroso agujero ocultaba totalmente al Sol, a pesar de que éste, por hallarse mucho más alto, debería verse desde algún ángulo lejano. Sin embargo nadie vio más al Sol, aunque su luz seguía iluminando el medio día como si estuviera en su zenit. Es comprensible que sometidos a tan intensas emociones nadie se preocupara por la suerte del Sol pues, en tanto que el terror había paralizado a los cobardes habiros, los Kassitas aullaban de furia elevando los puños hacia el cielo. Es que el espectáculo era impresionante y justificaba cualquier distracción. El monstruo de fuego, luego de que la Puerta del Cielo se abriera, se había transformado totalmente. En un primer momento pareció como si la espantosa cabeza se hubiese introducido en la tenebrosa abertura ya que sólo era visible un cilindro resplandeciente, como un haz de fuego, que surgía de la torrecilla y se internaba en las alturas. Pero pronto fue evidente que una metamorfosis estaba ocurriendo y al cabo de unos segundos un nuevo prodigio se ofrecía a la azorada vista de los habitantes de Borsippa. Primero se tornó bulboso y se cubrió de protuberancias, mientras cambiaba de color y se teñía de marrón; luego, muy rápidamente, los bulbos se extendieron hacia afuera y se transformaron en afiladas ramas cubiertas de agudas púas y de algunas hojas verdes; apenas unos segundos después era un gigantesco árbol de espino el que se erguía, insólitamente, sobre el Zigurat del Rey Nimrod.

        Desde la base de la Torre sólo se veía parte del tronco y del follaje superior, pues la copa parecía perderse adentro de la Puerta del Cielo mientras que la raíz permanecía oculta a la vista, en el interior de la torrecilla. Pero lo que vale la pena destacar es que, no bien se completó la metamorfosis, desapareció todo vestigio de fuego, energía o plasma, y el fenómeno se estabilizó no produciéndose más cambios. Parecía entonces como si el árbol espino hubiese estado siempre allí... si no fuera por la siniestra rasgadura del Cielo que sugería atrozmente todo tipo de anormalidades y alteraciones del orden natural.

        Pero nadie dispuso del tiempo suficiente como para horrorizarse. No bien se hubo abierto el Cielo dos figuras corrieron velozmente hasta la última rampa, la que conducía a la terraza de la torrecilla, y, ya allí, tensaron los arcos apuntando hacia el Umbral. Eran Nimrod y Ninurta, el Rey y el bravo General, los únicos guerreros que poseían la coraza de metal y que, por eso, avanzaban primero, protegidos  por la Elite de arqueros.

        El Rey y el General apuntaban sus arcos hacia las tinieblas de la abertura tratando de distinguir un blanco cuando, súbitamente, dos figuras emergieron blandiendo sendas espadas. Los Demonios, con aspecto de “hombre de raza blanca”, de cinco codos de alto, parecían flotar en el aire, pero de alguna manera obtenían punto de apoyo pues lograron descargar sus espadas sobre los heroicos arqueros. Las hojas relampaguearon al surcar el espacio pero rebotaron sin penetrar en las corazas de Nimrod y Ninurta. Sin embargo el impacto hizo a éstos rodar aturdidos por el techo de la torrecilla que hacía las veces de última terraza.

        Una lluvia de flechas se abatió entonces sobre los “Demonios In-mortales” y, aunque muchas de ellas rebotaron en sus corazas, otras tantas penetraron acribillándolos. Cayeron los gigantes malheridos junto al Rey Nimrod quien rápidamente los decapitó, enarbolando sus enormes cabezas ante la enfervorizada muchedumbre.

        Mientras el Rey Nimrod hacía esto y luego arrojaba hacia la multitud el sangriento trofeo, el General Ninurta, acompañado por parte de la Elite guerrera, comenzó a trepar por el árbol Enlil que unía el Cielo con la Tierra. ¡Por primera vez en miles de años un grupo de Guerreros Sabios se aprestaba a tomar por asalto a Chang Shambalá!

 

        Le ruego, Dr. Siegnagel, me permita hacer un breve alto en el relato para que pueda expresar en un poema lo que pasa por mi Espíritu al evocar la última gesta maravillosa de aquel pueblo hiperbóreo que sabía lo que hacía, en medio de un mundo que era pura confusión. Luego retomaré nuevamente el relato en el preciso momento en que los guerreros de Nimrod se aprestaban a invadir el Umbral de la iniciación sinárquica.

                                                                ¡Valerosos guerreros Kassitas!

Su hazaña iluminará eternamente

a todos los pueblos hiperbóreos

que decidan tomar el Cielo por asalto

y regresar al origen primordial

del que Jehová Satanás los ha privado.

Porque Ellos combatieron a los Demonios

y despertaron del Gran Engaño.

Pero hasta ahora nadie ha logrado

igualar la gloria de Nimrod, “el Derrotado”.

Por eso los que aquí quedamos

debemos intentarlo nuevamente

Junto a Kristos Lúcifer “el Enviado”.

El Dios de los que “pierden” durante el Kaly Yuga,

y los Dioses Leales al Espíritu del hombre

que esperan el momento designado

en que doce hombres

de la Sangre más Pura

y un Siddha

se reúnan al final del Kaly Yuga

en suelo Americano.

Entonces el Gral será encontrado

y luego de mil años de traiciones

caerá la venda de los ojos, despertando;

la Puerta nuevamente será abierta

y Chang Shambalá con sus Demonios

será definitivamente aniquilado.

Pero hasta ahora nadie ha logrado

igualar la gloria de Nimrod, “el Derrotado”.

Es cierto que pocos lo intentaron:

algunos iberos, algunos celtas,

troyanos, aqueos, dorios o romanos,

muchos godos y muchos germanos.

Pero nadie hasta ahora ha logrado

igualar la gloria de Nimrod “el Derrotado”.

Tal vez en Montsegur los Cátaros

o los Caballeros teutones

de Federico II Hohenstauffen,

o el más grande de todos,

nuestro Führer, con su Eje mágico

y un pueblo valeroso que ante nada retrocede;

acaso El como nadie lo ha buscado.                      Y así muchos la eternidad ganaron

y de este Infierno se han marchado.

Pero no definitivamente

pues una Batalla Final será librada

y volverá Nimrod

Junto a los grandes Héroes del pasado.

Odín, Wothan, y Wiracocha,

Heracles, Indra y Quetzacoatl,

desde el Valhala llegarán cantando,

rodeados de Walkirias primorosas

y música de antaño.

Y Ellos levantarán Ejércitos enormes

de Vivos, Inmortales y Resucitados.

Una sola virtud será exigida:

se llama honor y dignifica al hombre

que del Engaño ha despertado.

La Guerra será Esencial

y el Demiurgo y sus huestes, derrotado,

liberará al fin a los Espíritus Eternos

que de Venus llegaron

para que regresen adonde Dios espera,

en un Mundo que no se ha creado.

¡Y al  partir del Universo de Materia,

de la locura, del Mal y el Gran Engaño,

los que regresan cantarán a coro

las hazañas de Nimrod, “el Derrotado”!

 

        Proseguiré ahora con el relato. El árbol Enlil poseía ramas espaciadas y rectas, que en realidad eran enormes púas, de modo que podía treparse por ellas como si se tratase de una gigantesca escala. Esto fue justamente lo que hicieron los valientes Kassitas preparándose a ascender por el árbol y sitiar la “Puerta del Cielo”. No bien el General Ninurta y cincuenta guerreros hubieron trepado lo suficiente comprobaron que se hallaban frente a la entrada de una caverna, o a la imagen de ella. Saltaron audazmente del árbol, sin saber aún si podían hacer pie en el misterioso mundo al que entraban por la “Puerta del Cielo”, y se hallaron en un suelo claramente rocoso. Algunos se volvieron para mirar y vieron al árbol que se perdía en insondables alturas; y también el borde de un abismo, a pocos codos de donde estaban parados, por el cual se distinguía, a muchos pies de distancia: el techo de la torrecilla de donde emergía el gigantesco tronco; el Zigurat; los hombres del pueblo reunidos en torno; y el perímetro amurallado de la ciudad de Borsippa. Contrastando con la intensa luz exterior, adonde todavía seguía siendo medio día, una suave penumbra reinaba en aquel sitio. Sin embargo había suficiente luz como para distinguir los detalles de la siniestra caverna: se veían siete escalones de piedra y, a partir del último, un pasadizo que se perdía en la distancia. Pero sobre la entrada, siguiendo la curva de su arco, estaban clavados siete estandartes triangulares. Cada uno llevaba escrita una misma leyenda, en otras tantas lenguas diferentes. En su propio idioma kassita pudieron leer:

                                   

               No oséis poner los pies en este umbral

               si antes no habéis muerto a las pasiones

               y a las tentaciones del Mundo.

               Aquí sólo se llega para renacer

               como Iniciados en la Fraternidad Blanca,

               pero para obtener tal privilegio

               es necesario morir primero.

               ¡Adeptos: si aún estáis vivos,

               si la llama del deseo primordial

               aún arde en vuestros corazones,

               si conserváis el recuerdo

               y alimentáis el propósito,

               entonces huid, mientras estéis a tiempo!

 

        Evidentemente se trataba de una maniobra estratégica. La leyenda, aparentemente destinada a presuntos adeptos a la iniciación, tenía por objetivo desconcertar y provocar la duda a los intrusos. Sin embargo, lejos de lograr estos fines, el mensaje arrancó instantáneas carcajadas en los guerreros Kassitas.

        Por el árbol espino venían ya trepando Nimrod y Ninurta seguidos por otra escuadra de arqueros. Pronto estuvieron reunidos y como nada ocurría se dispusieron a ingresar en la infernal caverna.

 

        –¡Isa, Isa! –comenzó a llamar a gritos el Rey Nimrod, alarmado por la ausencia de la Iniciada a quien nadie había vuelto a ver desde que el Dragón se elevara hasta el Cielo. En ese momento alguien notó que los estandartes habían borrado su tentador mensaje y se reescribían solos, persistiendo en aquella táctica de dirigirse a los guerreros con palabras engañosa-mente espirituales:

 

               –Viajeros Kassitas,

               en este lugar sólo hallará la locura

               quien no posea un Corazón justo

               y un Alma dulce y devota

               capaz de adorar al Gran Arquitecto del Universo

               y servirle en su Gran Obra.

               Vosotros no poseéis totalmente estas virtudes.

               Sin embargo ¡Sois afortunados, Kassitas!

               Aunque equivocados en vuestro propósito

               el haber sabido llegar hasta aquí os favorece

               y es por ello que os haremos una oferta

               por esta única vez, ahora y para siempre:

               os ofrecemos servir, junto a Nosotros,

               a El Uno, Señor del Gran Aliento,

               Creador de la Tierra, del Cielo y de las Estrellas,

               de incontables Mundos semejantes a éste,

               y de otros lokas tan extraños y sutiles

               que resultan inconcebibles para cualquier mortal.

 

               Sois valientes y puros, Kassitas,

               pero habéis sido engañados por el Demonio Kus

               quien os mostró un Paraíso inexistente.

               Debéis abandonarlo, y aceptar el Plan de El Uno.

               Os ofrecemos ahora pasar las pruebas

               y servir al Dios Uno a Nuestro lado.

               Pensadlo bien Kassitas,

               habéis matado a dos de nuestros Hiwa Anakim

               los Sagrados Guardianes del Umbral

               y eso es grave falta por la cual deberéis purgar.

               Sin embargo aún os ofrecemos servir,

               en las filas de la Fraternidad, al único Dios.

               Si os decidís ahora, si aceptáis el trato,

               debéis dejar las armas en el Umbral

               y despojaros de toda intención agresora,

               y de los signos malditos que portáis.

               ¡Hacedlo pronto Kassitas!

               porque es oportunidad única la que os damos.

               Hacedlo y podréis atravesar sin peligros

               el pasillo que está ante vosotros.

               Pero tened presente que debéis cruzarlo

               con el arrepentimiento en el Alma

               porque enseguida arribaréis a un lugar Muy Santo

               llamado “El Templo de la Sapiencia”,

               adonde seréis Iniciados en los Misterios de El Uno.

 

        Se miraron vacilantes Nimrod y Ninurta; esperaban hallar enemigos formados para el combate pero allí sólo había estúpida magia. Los estandartes, con las palabras que se han visto, habían atraído misteriosamente la atención de los Kassitas. Entre los guerreros, algunos no sabían leer, pero, extrañamente, el mensaje llegaba igual a sus mentes. Y, aunque no entendían muchos de los conceptos empleados, sabían perfectamente que se intentaba comprarlos, toda vez que se les proponía una oferta; sobornarlos para que abandonasen la lucha y se rindiesen sin presentar batalla. ¿Los Kassitas derrotados, desarmados con “palabras”? ¿Y cuál sería el precio cobrado por tan cobarde claudicación? Nada menos que servir al odiado Enlil... Un murmullo se elevó desde la Elite guerrera: se intentaba engañarlos y aparte se había insultado a su Dios Kus. La sangre hervía en las venas de los heroicos Kassitas. Pero el mensaje proseguía:

 

               Si aceptáis Nuestra generosa oferta

               os convertiréis en los Guerreros de la Rosa,

               aprenderéis la Doctrina del Corazón

               y, merced a esta Sabiduría,

               descubriréis en vuestro propio Corazón

               a El, a Aquel por quien sois todo,

               al Anciano de los Días,

               al Señor de los Eternos Veranos,

               al Kumara Sanat.

               Si aceptáis, lucharéis siempre por El

               y por su Pueblo Elegido Habiro,

               cuya simiente se halla muy cerca de vosotros.

               Si aceptáis regresaréis al mundo

               como Adeptos Iniciados

               en el Misterio de la Kâlachakra

               la Ciencia más poderosa de la Tierra.

               Y gracias a sus secretos

               seréis los hombres más fuertes,

               no habrá enemigos que se os puedan enfrentar.

               Seréis Magos respetados,

               Generales victoriosos,

               Reyes invencibles,

               hombres riquísimos,

               depositarios de un Poder

               como nunca se ha visto.

               Compartiréis la gloria de reinar en el Mundo

               Junto al linaje elegido por El

               en el día no lejano en que El,

               como YHVH-Sebaoth

               se presentará ante unos pueblos numerosos,

               adoradores de la Materia,

               y los conducirá con brazo firme

               desde la Sinarquía de Su Poder...

 

        –¡Nooo! –Resonó como un trueno la voz de Nimrod–. ¡No miréis el maldito estandarte! Su voz está afuera, en el Mundo del Engaño. ¿Qué os dice vuestra Sangre Pura, guerreros Kassitas? ¿No aprendimos de Kus, el Hiperbóreo, que intentarían comprar nuestras armas? ¿Y no nos dijo Kus, allá en nuestras montañas lejanas, que ceder a los Demonios sería nuestro fin?

        Desenvainó su espada y con un rápido movimiento se infligió una herida en la mano izquierda.

        –Escuchad –prosiguió– Yo, Nimrod, quien os ha guiado victoriosa-mente en mil batallas, os digo que debemos combatir hasta la muerte a estos viles Demonios que no se atreven a enfrentarnos. Os digo que mienten y que con sus promesas sólo buscan perdernos –levantó su mano, de la cual manaba abundante sangre– ¡Aquí está mi sangre, que es la más pura del mundo! Con ella trazaré el Signo HK en este estandarte infernal y luego entraremos a matar a los Demonios. ¡Nuestro Signo es invencible!

       

        Con su dedo pulgar derecho, embebido en sangre, dibujó el Signo del Origen e instantáneamente pareció como si un fuego consumiese a los siete triángulos encantados.

        –¡Matemos a los Demonios! –gritaron a coro todos los guerreros.

        Sin embargo no alcanzaron a ingresar al túnel. Aún humeaban en el suelo los restos de los estandartes cuando los Demonios de Shambalá, que observaban ocultamente la reacción de los Kassitas, se dispusieron a emplear una de sus terribles armas atlantes: el “cañon OM”. Primero fue un sonido suave, penetrante y agudo, como el cantar de la cigarra. Luego comenzó a subir de tono y de volumen hasta hacerse irresistible.

        –¡Isa, Isa! –gritaron a dúo Nimrod y Ninurta. Efectivamente, descendiendo de lo alto por las espinas del árbol Enlil, estaba a la vista el espectro de la princesa Kassita. Los miraba fijamente y parecía hablar enérgicamente pero, en un primer momento, nadie oyó nada, pues el mono-sílabo de El emitido intensamente había aturdido a casi todos. Sin embargo era impresionante la fe que los Kassitas sentían por la Iniciada de Kus y quizá esta confianza hizo que pronto oyeran, o creyeran oír, sus instrucciones.

        –¡Poneos atrás de Nimrod y de Ninurta! Observad fijamente el Signo de HK que tienen grabado en sus espaldas y dejad que fluya en vosotros la Voz de la Sangre. Su rumor apagará cualquier cosa que os perturbe. Y vosotros, valientes Jefes: tenéis un arma poderosa; veréis que ella os protege. Miradme a mí y confiad, que pronto cesará vuestro dolor.

        Dando un salto hasta el Rey y el General la Iniciada puso sus manos en las cabezas de aquellos Héroes produciendo la exaltación de una como aura brillante en torno de sus cuerpos. Esta operación produjo evidente alivio pues un segundo después ambos estaban maldiciendo, aunque no lograban aún oír sus propios juramentos.

 

        Mientras en el Cielo ocurrían los sucesos que acabo de narrar, abajo, junto al Zigurat, el resto del pueblo vivía curiosas experiencias. Cuando Nimrod arrojó las cabezas de los Demonios la algarabía fue muy grande y poco tiempo después las mismas pendían ensartadas en sendas lanzas. Estas cabezas eran bastante más grandes que las de un hombre normal, aunque no llegaban a doblarla en volumen. Los cabellos rubios y largos enmarcaban un rostro cuadrado, de ojos rasgados y negros y enorme nariz ganchuda. La boca era de labios carnosos, detalle que se apreciaba perfectamente pues los Demonios carecían de barba.

        Las picas fueron clavadas ante la imagen de Kus mientras las Iniciadas transportaban los enormes cuerpos para proceder, ante el Dios de la Raza, a arrancar el corazón de los Demonios. Una Iniciada hizo la abertura en el blanco pecho y extrajo el corazón, que curiosamente se hallaba en el lado derecho. Luego quitó el órgano al otro Demonio y elevó las sangrientas vísceras en sus manos para que el pueblo las viera. Y aquí ocurrió un enésimo prodigio pues, al contacto con el aire, los corazones se transformaron en flores, con el consiguiente espanto por parte de la muchedumbre integrada por hombres y niños. Eran dos rosas rojas con un trozo de tallo espinoso cada una, pero nadie las reconoció como tales pues todavía no existían las rosas sobre la tierra, y es probable que aquellas eran las primeras que veían ojos humanos desde el hundimiento de la última Atlántida. La Iniciada las arrojó despectivamente a los pies de Kus y todos regresaron junto al Zigurat donde, en ese medio día interminable, se erguía el gigantesco espino.

        La Elite de doscientos arqueros habían ya trepado por el espino Enlil y penetrado en la negra abertura. Quedaba alrededor del Zigurat el resto del Ejército Kassita: la infantería, los zapadores, los lanceros y auxiliares, y numerosos arqueros que no pertenecían a la Elite. También estaban varias escuadras de guerreros de otras ciudades que habían venido a Borsippa como escoltas de Embajadores y Nobles. Y todos levantaban el puño hacia el Cielo y gritaban: –¡Kus, Nimrod; Kus, Nimrod! –alentando a su, ahora, invisible Rey y deseando íntimamente recibir la orden de trepar por el espino para colaborar en la lucha. Varios Príncipes y Jefes militares estaban junto a las tropas, pero nadie se hubiese atrevido a dar ninguna orden sin recibir antes señales de Nimrod o de Ninurta.

 

        Acompañaba a la gritería de las tropas un coro de mujeres y niños, que componían el resto del pueblo. Pero los pastores habiro, por supuesto, continuaban atemorizados, invocando en voz baja a Yah, El, Il, Enlil, su amado Demiurgo. Y las Iniciadas, que tímidamente primero, y luego con cierta urgencia, habían subido a la torrecilla superior para indagar sobre la suerte corrida por los Hierofantes, comprobaban que todos habían perecido. Y por eso lloraban a gritos y maldecían al siniestro espino. Pues los Iniciados que no murieron cuando la terrible lengua de fuego abrasó la torrecilla estaban ahora ensartados en gruesas y largas púas que cubrían la totalidad del recinto azul. ¡El pueblo Kassita había perdido a la Elite de Iniciados cainitas; su suerte estaba ahora solamente en manos del Rey Nimrod!

        Pero entonces, el sonido del cañón OM comenzó a invadir el ámbito de la ciudad y pronto se hizo tan insoportable que muchos cayeron al suelo desmayados de dolor. Una nueva nube de vapor geoplasmático, ahora brotando del suelo de Borsippa, se propagó rápidamente. La niebla subió hasta una altura igual a la mitad de un hombre y cubrió a los que se des-plomaron sin sentido. Los primeros en rodar, casi instantáneamente, fueron los habiros; hombres y mujeres; niños y ancianos; todos caían en el acto, fulminados por el penetrante sonido. Y a continuación ocurrió, quizá, el penúltimo gran fenómeno de ese día glorioso.

        De pronto, tan misteriosamente como se había formado, la niebla comenzó a disiparse dejando al descubierto a numerosos hombres y mujeres que yacían tendidos en el suelo o que intentaban levantarse. Pero el prodigio era que los habiros, en su totalidad, habían desaparecido. Y el sonido diabólico, el monosílabo de El, también cesó en ese momento.

        Los Kassitas, al comprobar que los habiros no estaban a la vista pensaron que habían huido pues muchos de ellos eran sus esclavos o sirvientes y esta presunción aumentaba su furor. Pero los habiros no habían huido: toda su comunidad experimentó los efectos selectivos del cañon OM cuyo sonido, convenientemente afinado, tiene la propiedad de producir la teletransportación. En lugares distintos, a muchas millas de distancia, se “encontraron” los pastores habiros al recobrar el conocimiento y si bien al principio maldecían a Nimrod y a su “magia”, atribuyendo a ésta la culpa de sus involuntarios viajes, al tener noticias de la suerte corrida por Borsippa, agradecieron a su Dios Yah por haberlos salvado. Muchos despertaron en Nínive o en Assur, pero otros fueron a parar a sitios tan lejanos como Ishbak, Peleg, Serug, Tadmor o Sinear. De hecho, muchas familias tardaron años en reunirse, separadas por distancias de doscientas o trescientas millas, lo que contribuyó a difundir, de manera distorsionada, la hazaña de Nimrod en el Oriente Medio. A todo esto, en Borsippa, un arquero se asomó por la negra abertura del cielo y gritó:

        –¡Guerreros, al ataque! ¡Nimrod vence!

       

        Este llamado era anhelado por el pueblo Kassita y causó que, un instante después, miles de guerreros se lanzaran al asalto del Cielo.

 

 

 

 

Quincuagesimocuarto Día

 

 

 

Cuando Nimrod y Ninurta se convencieron de que el rayo sónico OM no podía contra ellos se aprestaron a invadir el Umbral. El pasillo era lo suficientemente ancho como para que pudiesen avanzar de a cinco a la par, cosa que hicieron a la carrera. Al frente iba la espectral figura de la Princesa Isa, seguida por Nimrod, Ninurta y el resto de los arqueros, menos una docena que quedaron de guardia a la entrada. Aquella caverna, construida con el fin de atemorizar a los aspirantes a servir al Demiurgo, tenía las paredes cubiertas de bajos relieves monstruosos y leyendas misteriosas e impías. También existían puertas laterales que daban a ciertas “cámaras” en donde la Demonia Dolma suele presentarse en su lasciva desnudez, rodeada de una corte de Sacerdotisas prostitutas. Ella es la encargada de “guiar”, y “hechizar” a los adeptos que ignoran los peligros de la magia sexual.

        Estas y otras muchas trampas alucinantes, destinadas a confundir y someter la voluntad de los ingenuos aspirantes que suelen aventurarse a atravesar el Umbral, se hallaban montadas, acechantes, en toda la interminable longitud del siniestro pasillo. Pero ninguno de tales trucos podía detener a los que estaban más allá de los sentidos; a los que sólo oían la Voz de la Sangre Pura; a quienes su determinación los había llevado a luchar al Cielo.

        La vanguardia Kassita llevaba recorrida una longitud de dos estadios cuando el túnel concluyó abruptamente dando lugar a tres salas, una a continuación de la otra, en cuyas entradas grandes inscripciones en varios idiomas permitían saber que se hallaban en el “Templo de la Ignorancia y del Aprendizaje” o en el “Templo de la Fraternidad” o en el “Templo de la Sapiencia”. La primera sala se hallaba vacía, salvo un altar con los odiados símbolos de Enlil. La segunda poseía dos altares y dos enormes columnas de basalto a su entrada. La tercera ostentaba un suntuoso altar con un ataúd y, grabados en paredes y techos, los símbolos más obscenos y malditos que nadie podía concebir sin perder la razón. Y en todas las salas había ricas alfombras y tapices cubriendo pisos y paredes; y sahumerios aromáticos que impregnaban el espacio, suavemente iluminado por varias lámparas de aceite. Las tres salas, tan curiosamente decoradas, constituían sin duda un espectáculo inusitado para aquellos hombres aguerridos que minutos antes se encontraban en una humilde ciudad del desierto. Sin embargo, estos extraños ambientes no pudieron ser debidamente apreciados por los Kassitas pues la lucha comenzó tan pronto ingresaron en la primera sala. Allí un grupo de los “Guardianes del Umbral”, Hiwa Anakim, semejantes a los que Nimrod decapitara momentos antes, les cerraban el paso.

        A pesar de poseer aspecto fiero, y de ser bastante grandes en tamaño, esos engendros de la magia negra no son muy efectivos para la lucha. Han nacido de la cópula entre los Dioses Traidores y las hembras del animal hombre en la ceremonia del Sabbat, que es antiquísima, de la Epoca en que dichas prácticas destruyeron a la Atlántida. Muchos millares de tales seres demoníacos viven en Chang Shambalá (o Kampala o Dejung, etc.), son totalmente imbéciles y sirven en los “Ejércitos” de la Gran Fraternidad Blanca. Empero, hay personas más imbéciles que los Hiwa Anakim:, son quienes al verlos los toman por “Angeles” o “extraterrestres”.

        Los Guardianes rodeaban a un anciano calvo, semidesnudo, de raza amarilla, que parecía un habitante de las lejanas montañas Kuen Luen. Tenía en sus manos un Dordje o Cetro de Poder, esto es, un transductor poderosísimo que permite operar a modo de “llave” o “gatillo” en toda la gran maquinaria resonante que es el Universo material. El Cetro, una vara con cabeza esférica de piedra, emitió un rayo bermejo que golpeó secamente el pecho del General Ninurta arrojándolo fulminado en el piso. Pero el Enemigo no tuvo tiempo de alegrarse de este golpe pues una certera flecha atravesó el corazón del Demonio amarillo provocando, tan extraordinaria respuesta, gran confusión entre los Hiwa Anakim. Ahora el choque se hizo inevitable; mientras unos Demonios arrastraban el cadáver del viejo hasta el “Aula del Aprendizaje”, otros se dirigían, espada en mano, hacia los guerreros Kassitas. Una lluvia de flechas mágicas cayó sobre ellos, pero en ambiente tan reducido pronto la distancia se acortó y hubo que pelear cuerpo a cuerpo. Ya habían caído varios Demonios acribillados y algunos más no tardaron en seguirlos por el efecto de las espadas Kassitas. Nimrod abrió un claro entre los atacantes y, seguido de su escuadra, pasó a la siguiente sala. Allí la lucha se hizo encarnizada y se vio que el número de Demonios era elevado.

        Pero Nimrod estaba enfervorizado. Había distinguido, a través de la segunda sala, a un personaje resplandeciente, que dirigía el ataque. Se asomaba por momentos al Templo de la Sapiencia desde una puerta que parecía dar a un amplio patio, pero luego de gritar órdenes se apartaba para dar paso a otros torpes Hiwa Anakim. Era un Nefilim, uno de los “Dioses Traidores”, pero Nimrod, impresionado por su aspecto Divino y sus grandes alas blancas, le tomó por el mismo Enlil. Apuntó cuidadosamente y disparó cuando la imagen del Nefilim se dibujó en la puerta. La flecha trazó una suave curva en el espacio y fue a dar directamente al pecho del Demonio, rebotando como si hubiese pegado contra una roca.

        –¡Perro Nimrod! –gritó el Nefilim con el rostro desfigurado por el odio–. ¿Así respondes a nuestra oferta? Ahora morirás, tú y todos los tuyos. Serán pasto de nuestros Hiwa Anakim que, por cierto, tienen buen apetito.

        Dicho esto se apartó de la puerta, mientras un tropel de Demonios irrumpían hacia Nimrod mientras éste observaba horrorizado cómo muchos Hiwa Anakim se entregaban a devorar ferozmente a los guerreros caídos. Esta visión arrancó un grito de espanto al Rey Kassita y mientras su espada mantenía a raya a los atacantes, observaba que las bajas eran terribles entre su Elite de arqueros. Ese fue el momento en que dio la orden de buscar refuerzos. Unos momentos después miles de guerreros irrumpían en los malditos Templos de la iniciación sinárquica.

        Pronto los Hiwa Anakim fueron sobrepasados y Nimrod tuvo tiempo de reunir a sus arqueros sobrevivientes. Quedaban menos de la mitad pero los refuerzos llegados eran impresionantes, al extremo que amenzaban saturar los tres Templos que ya habían sido tomados. Había que intentar una salida hacia el patio exterior. Nimrod espió por la puerta en que viera al Nefilim y comprobó que daba al patio de un enorme Palacio, en medio de una ciudad ciclópea. Un cuadro que quitaba el aliento.

        Es que estaban en el corazón de Chang Shambalá, muy cerca del Palacio del Rey del Mundo. El conjuro de los Iniciados cainitas había sido tan efectivo, apoyado, desde luego, por el Misterio de la Sangre Pura, que la Serpiente de Fuego les había allanado las Siete Murallas. El túnel de la iniciación sinárquica las atraviesa, para que los discípulos del Demiurgo puedan llegar hasta los Maestros de Sabiduría. Pero conviene que haga algunas aclaraciones. A pesar de todo lo que se ha visto hacer a los Iniciados cainitas y a Nimrod, no se trata de magia la clave para llegar a Chang Shambalá, sino de Estrategia. De nada valdría que alguien pudiera “abrir la puerta” si su Espíritu se encuentra dogmatizado o es víctima de cualquiera de las tácticas psicológicas que emplea la Fraternidad Blanca para lograr la Sinarquía Universal. Por eso la verdadera hazaña de Nimrod fue atravesar el túnel y los tres Templos con las armas en la mano, lo que habla, y hablará para siempre, de la Sangre Más Pura de la Tierra. Porque esos lugares son las cámaras de engaño más poderosas que existen en el mundo. Nada se les puede igualar, ni los tratamientos con drogas que puedan emplear los Servicios Secretos de Occidente, completados con hipnosis, ni cualquier otro sistema de “programación psíquica”. Quienes van a parar allí, personas útiles a la Sinarquía, Jefes de Estado, religiosos, Reyes, personas ricas e influyentes, presidentes de corporaciones, etc., “retornan completamente hechizados, dispuestos a trabajar de lleno para cumplir su misión”. Son los “Iniciados” de la Sinarquía, han “muerto” y “vuelto” a “nacer”; pero lo que en realidad ha muerto en ellos es el Espíritu, el Recuerdo de Sangre, que ahora, sumidos en una total confusión estratégica, ya nunca sentirán.

 

        En el patio exterior al Templo de la Sapiencia, donde se habían atrincherado los valientes kassitas, toda una legión de Hiwa Anakim espada en mano y varias escuadras de Sheidim, los enanos de piel terrosa, esperaban inquietos. Estos enanos, de enorme cabeza, son el producto de la cópula ritual entre los hombres y ciertos animales, durante las orgías de magia negra atlante. Transportados en masa a Chang Shambalá, luego de la hecatombe, habitan en lóbregas cavernas y realizan toda suerte de tareas para los “Maestros”. Ultimamente han sido “re-descubiertos” en Occidente como acompañantes de tripulantes de O.V.N.I.S., pero, en verdad, se trata de una especie terrestre milenaria. Dominan un arma antipersonal paralizante que da sensación de frío y puede producir desmayos pero que no es mortal. Se muestran agresivos y son de temer si no se les conoce y no se poseen los conocimientos necesarios para neutralizarlos. Pero cuando llevan las de perder son cobardes y huyen en desbandada. Son feroces carnívoros pero no gustan la carne humana como los feroces Hiwa Anakim. Ellos son los responsables del robo de reses, mutilaciones de animales y succiones de sangre, así como los Hiwa Anakim suelen desayunarse con desprevenidos ciudadanos que jamás vuelven a “aparecer”.

 

        La vista del patio exterior no podía ser más espeluznante, pero Nimrod deseaba enfrentarse al cobarde Nefilim y vengar las horrorosas bajas producidas entre sus hombres por los gigantes antropófagos. Para ello trazó una simple Estrategia. Enviaría a la infantería en horda seguidos de una vanguardia de lanceros. Atrás quedaría la Elite de arqueros protegiendo la retaguardia y disparando permanentemente a los blancos más seguros. En la confusión Nimrod intentaría llegar hasta el Nefilim.

        El Emin Nefilim cuyo nombre era Kokabiel, uno de los doscientos Dioses Traidores que vinieron de Venus, siguieron el Sendero de la Mano Derecha y fundaron la Fraternidad Blanca o Jerarquía Oculta de la Tierra, se hallaba dirigiendo a sus huestes de pesadilla escudado tras una enorme fuente de surtidor. Su aspecto era deslumbrante pues estos Demonios son orgullosos y sienten placer por mostrar una apariencia bella, tratando vanamente de competir con Kristos Lúcifer, Señor de la Belleza Increada.

        Nimrod dio la orden de atacar y una horda de guerreros Kassitas se precipitó contra la cerrada formación de los Demonios. Los enanos dispararon sus armas de “cinturón” y produjeron algunos tropiezos entre los primeros guerreros, pero pronto se vio que el ímpetu que llevaban haría imposible detenerlos de ese modo. Comenzaron a llover docenas de flechas al tiempo que chocaban las dos vanguardias generándose una tremenda refriega. En ese momento Nimrod, que se había dirigido aparentemente en sentido contrario, cayó de dos saltos sobre Kokabiel intentando degollarlo con un filoso puñal de Jade. Esa arma, procedente de China, la había recomendado Isa como muy efectiva para abatir a los Demonios.

        Rodando en mortal abrazo dos Hiperbóreos enemigos, el blanco Nimrod y el tenebroso Kokabiel, jugaban sus inmortales e ilusorias vidas tratando de apuñalarse mutuamente. Era algo que no se veía desde 8.000 años atrás.

        Pero sus cuerpos pertenecían a dos Razas distintas. Kokabiel era enorme, casi el doble de tamaño que el valeroso Nimrod, y esa ventaja física, sumada a su odio que constituía una energía casi palpable, abrasadora, ponían en aprietos al Rey Kassita.

        –¡Muere, Perro Nimrod! –gritó el Nefilim mientras presionaba el cuello del Rey Kassita, sorprendido en mortal llave de lucha.

        –¡Muere y regresa al mundo infernal de los humanos mortales! –comenzaron a crujir los huesos del infortunado Rey.

        –¡Imbécil Nimrod! ¿Querías conquistar el Cielo? El castigo será terrible. Te encadenaremos de tal forma que regresarás a la conciencia mineral o, peor aún, al mundo elemental de las larvas etéricas. Y tardarás milenios en quitarte la rueda del Karma, maldito Nimrod. Y con tu pueblo haremos un escarmiento definitivo. ¡Será borrado de la faz de la Tierra! Pero tu derrota será recordada siempre por el linaje habiro de YHVH. –¡Crack!, sonó lúgubremente el espinazo de Nimrod al partirse.

        –Ja, Ja, Ja, –reía cínicamente Kokabiel–. Sí que te va bien ese nombre: “Nimrod, el Derrotado”. Así serás recordado, perro Nimrod. Ja, Ja, Ja. ¡Ahhaha! –aulló horriblemente el Nefilim al advertir que el cuchillo de jade había penetrado hasta la empuñadura en su cintura.

        En todo momento de la lucha había tratado Nimrod de hundir el arma pero ésta resbalaba en la coraza electrostática con precipitación mineral que lo protegía. Al fin, cuando se sintió morir, difundió su conciencia en la Sangre, a la manera hiperbórea, y dejó que el último esfuerzo de su brazo fuese guiado por los impulsos primordiales. Y entonces la mano, temiblemente armada, se disparó directamente a un punto de la cintura del Nefilim, justo sobre el hígado, adonde un vórtice de chakra generaba un punto débil en la armadura.

        Ahora Kokabiel estaba muerto, y nunca más viviría en este Universo, tal es el misterio que tratan de ocultar los Demonios Nefilim de Chang Shambalá. Pero Nimrod agonizaba junto al gigantesco cadáver…

        Al caer Kokabiel un súbito desconcierto se generó entre las huestes demoníacas. Sin embargo las voces de otros cobardes Nefilim los incitaban a luchar sin retroceder. La matanza era terrible y la sangre cubría ya gran parte del patio, sembrado con cientos de cadáveres. Una escuadra de zapadores comenzó a incendiar los corredores adyacentes y pronto ardió el Palacio que se hallaba, evidentemente, evacuado. En medio de la confusión, algunos guerreros sentaron al Rey arquero contra la rumorosa fuente y le vieron sonreír mientras el titilar de las voraces lenguas de fuego proyectaba sombras danzantes sobre su rostro. También le vieron hablar con el espectro de Isa. Algunos hasta pudieron oír con claridad lo que decían:

        –Oh, Isa. ¿Dónde has estado Princesa?

        –Muy lejos, Valeroso Nimrod –respondió la Iniciada muerta–. El monstruo de fuego Enlil me transportó fuera del mundo terrestre, hasta la Casa de su Amo Shamash, el Sol. Allí vi una Ciudad de Fuego, con los Demonios más infernales que nadie puede imaginar. Había once “Dioses” semejantes a Enlil. Y uno, Oh Nimrod, que no puede ser descripto por ningún mortal sin correr el riesgo de perder la cordura. El monstruo más espantoso y abominable que imaginarse pueda en una eternidad de locura. ¡Y habitaba en Shamash! ¡Y todo, Oh Nimrod, todo lo existente, todo cuanto vimos aquí, en este Infierno, y en otros muchos mundos que atravesó el monstruo, todo estaba vivo, palpitaba, y era parte de El!

        Pero debes alegrarte, Oh Nimrod, porque ni El pudo con el signo primordial de HK. –¡Tórnate árbol! –le ordenó Shamash al Dragón Enlil– y confunde en la gnosis primordial de tus frutos a ese Signo que nos recuerda al Incognoscible!

        –De pronto, intrépido Nimrod, me hallé en la copa de un árbol espino, un Manzano, un Rosal, un Almendro, un árbol que los era todos a la vez, un árbol cuyos frutos contenían el Secreto de la Serpiente, la Sabiduría del Creador Enlil, el Conocimiento que cuidan los Demonios porque es la heredad de los animales hombres y de los Pueblos Elegidos por El. Ese árbol colgaba de negros abismos y llegaba hasta Shamash. Comencé a descender y muchas criaturas infernales me acechaban, pero todas huían al comprobar que portaba el Signo. Me encontraba muy preocupada pues debía cumplir la misión de hallar el Sendero de Regreso al Origen, tal como nos fue encomendado por los Sabios cainitas. Toda la esperanza de la Raza estaba puesta en mí y no podía fracasar. Y para colmo de apremios percibía la Voz de Shamash que hablaba al Perro del Cielo y decía:

        –¡Oh Sirio! ¡Oh Sión! ¡Oh Divino Can! Tu nunca mancillada Faz debe contemplar como los seguidores de Kristos Lúcifer, el enviado del Incognoscible, se alzan contra el Plan de El Uno, desafían las leyes cósmicas y buscan abandonar el Universo de los Soles. ¿Permitiremos nosotros, los Arquitectos de Todos los Mundos, que los Espíritus esclavos se liberen del yugo de los ciclos, de los manvantaras y de los pralayas? Responde, Oh Tú, que vives en la Paz del Uno. Dinos si podemos aceptar que el ungido Lúcifer, el Kristos, revele el Misterio del Vril a los Espíritus atados a la evolución de nuestras Santas Voluntades. Pues he aquí que El Enviado se ha instalado en nuestra Mansión, y desde allí alienta la Redención de la Sangre Pura. Ilumina el interior de los hombres con un nuevo Sol que nadie ve, un Sol Negro que recuerda al Origen Divino del Espíritu y despierta la Nostalgia del Regreso. ¿Permitiremos esta abominación, Oh Sirio? Si ellos descubren el camino de Regreso a los Mundos Increados ¿qué será de nuestras cadenas planetarias, confiadas al desenvolvimiento dudoso de las mónadas? ¡Debemos impedirlo! ¡Oh Sirio-Sión, Perro del Pastor Uno que cuidas del Rebaño Cósmico, hunde tus dientes en la Serpiente Redentora y líbranos de la amenaza de liberación espiritual para que continúe eternamente la esclavitud de aquellos que son semejantes al Incognoscible sin saber qué son!

        –¡Oh Nimrod, no temas! –exclamó la Princesa al comprobar que el rostro del moribundo Rey Kassita se ensombrecía–. ¡Hemos triunfado, Oh Tú, el vencedor de Kokabiel! Mientras los Demonios hacían oír sus blasfemas voces por todo el orbe yo trataba de cumplir con la misión de la Raza y hallar el Sendero de Regreso. Para ello concentraba mi atención en el Sol Negro, pues ésa es la única manera de conservar la ventaja estratégica obtenida por la pureza de sangre, cuando una luz vivísima partió desde atrás de ese Centro Racial. Era un rayo verde, de una pureza inefable, que atravesaba el Centro Increado y revelaba, para nuestra Estirpe, la Puerta Original de las Mansiones Perdidas. ¡Oh Nimrod, en un instante todo se tornó claro, toda confusión se disipó! Ya no podría perderme jamás porque ahora sabía que nunca nos habíamos extraviado, ni confundido, ni pecado, ni caído. Ni siquiera nos habíamos movido nunca. ¡Oh, Nimrod! Al disiparse la totalidad del Gran Engaño he tenido la certeza de que ya no tendríamos que regresar porque estábamos allí sin saberlo. ¡Hemos con-quistado la Libertad del Espíritu, Valiente Nimrod! Y la posibilidad absoluta de ser nosotros mismos nuestra propia creación, de ser nosotros la matriz de nuestro propio parto. ¡Es la Voluntad del Incognoscible, Divino Nimrod, que lo podamos todo!

        Pronunció las últimas palabras la Princesa Isa, acompañando el suspiro final del Rey Hiperbóreo: –Ya poseía el Secreto del Regreso al descender del espino, cuando os vi en la entrada de la infame caverna iniciática, pero era bueno para dar prueba de la pureza alcanzada por el linaje de Kus que se librara la Batalla Final entre los Kassitas de Nimrod y los Demonios de Chang Shambalá. Para que perdure en la memoria racial de los hombres aún encadenados el recuerdo de esta hazaña y sea evocada al fin de la Era del Pez, cuando los Trece Dioses recuperen la Corona de Lúcifer y despierten definitivamente a los pueblos hiperbóreos. Entonces caerá Chang Shambalá con sus Demonios, y en un Holocausto de Fuego sin fin sucumbirá la maldita obra del Demiurgo Jehová Satanás.

 

        Nimrod yacía muerto en Chang Shambalá. Junto a él, con una mueca de horror indecible en el crispado rostro, estaba el cadáver del Nefilim Kokabiel, quien había sido Maestro de hechiceros y magos. Su Ciencia había resultado inútil ante la tenaz decisión de los puros Kassitas y dicho fracaso demostró que para el hombre, trasmutado en Hombre de Piedra, siempre es posible luchar contra los Demonios y vencer. Claro que esa victoria espiritual puede ser también una derrota, si es medida con la vara del animal hombre. Porque, de hecho, es considerado como “derrota” toda victoria que no trae aparejado un éxito material comprobable con las pautas morales de las sociedades “sinarquizadas”. Pues la moral de una sociedad es función de su Cultura y, ya se vio, “la Cultura es un arma estratégica” para la Sinarquía. Por eso quienes luchan contra las fuerzas satánicas, los hombres despiertos, serán siempre tildados de “derrotados”. Y por eso el Gran Ser que ilumina el Sendero Interior de los hombres, Kristos Lúcifer, es llamado el Dios de los Perdedores: porque todos sus seguidores siempre “pierden” durante el Kaly Yuga.

 

        Yacía pues Nimrod, el Derrotado, muerto en Chang Shambalá. Sus bravos Kassitas habían sido completamente exterminados en una vasta área de la Ciudad Maldita, hasta donde los condujo su furor guerrero. A la luz reverberante de los últimos fuegos podía observarse el osario espantoso en que se tornaron los Templos y los patios. El primer Palacio, llamado “Mansión de los Manúes”, adonde se depositaban los anales de las Razas Raíces y que era utilizado por los Maestros de Sabiduría para entrenar a sus enviados, fue reducido a cenizas. Un enorme Monasterio y varios templetes dedicados a “divinidades menores”, siempre destinados a entrenar “enviados” o sea a engañarlos tácticamente, también sufrieron los efectos del fuego. Comparado con estas importantes pérdidas, la resistencia ofrecida por los Demonios había sido mínima. Sólo arriesgaron su pellejo el vil Kokabiel y el Maestro Chino que empleó el Dordje, limitándose a enviar contra los guerreros Kassitas legiones de gigantes Hiwa Anakim y de enanos Sheidim. Como se diría ahora, utilizaron una “masa táctica” compuesta de “robots” o “androides”. Es que ellos no pueden arriesgar sus vidas pues son muy pocos. Hace millones de años eran doscientos. Nimrod liquidó a uno… Seguramente cueste creer que tan pocos sean capaces de tanto. Pero debe pensarse que Ellos poseen el “apoyo” de miles de “Maestros”, o sea de “Iniciados” animales hombres, Almas de grado evolutivo superior, y cuentan con el dominio estratégico de la conciencia planetaria.

 

        Aquel “medio día” interminable permaneció inalterado durante toda la Batalla de Nimrod y se puede considerar su extensión aproximada como de unas doce horas. En el momento en que el Rey Kassita expiraba y se extinguía el combate en Chang Shambalá, el último prodigio sacudía a Borsippa. Habían ya subido al Cielo todos los guerreros disponibles, más de cuatro mil, incluyendo algunos visitantes, y la ciudad presentaba entonces un extraño aspecto. Con esa muchedumbre compuesta mayormente por mujeres y niños que no cesaba de gritar, superponiéndose sus protestas a un fondo de música guerrera tañida por la Iniciadas cainitas. Y esa torre imponente, erguida hasta el Cielo en abierto desafío. Y ese árbol espino en su cúspide, ese árbol rosáceo que simboliza la sublimación de la materia por parte de El y su encaje en las Jerarquías Cósmicas cuyo supremo regente es aquel que se autodenomina “Uno”. Y ese medio día interminable, sin la imagen de Shamash... ¡Verdad que Borsippa presentaba un raro aspecto en ese, su último día!

 

        Ya no había esclavos en Borsippa; el linaje de Yah, la sangre de Abram, los pastores habiro, serían salvados. Pero tampoco había cobardes para huir cuando la lenteja plateada apareció en el cielo. Todos quedaron mudos de asombro mientras el gran ojo de plata emergía de una sospechosa nube. Y todos murieron en sus puestos cuando el rayo atómico dio de lleno en la Torre de Nimrod. El calor desarrollado fue tan tremendo que la arena se fundía y chorreaba como el agua. Un huracán mortal, un círculo expansivo de fuego, partió de Borsippa matando a cualquier ser viviente en diez millas a la redonda.

        Se empleó otra de las armas tácticas atlantes dando así cumplimiento al ruego que Enlil y Shamash hicieran al Perro del Cielo, Sirio-Sión, y que la Princesa Isa presenciara. Y una vez consumado el ataque, la lentícula de plata desapareció de toda vista física para retornar al centro de donde había sido proyectada, en Chang Shambalá.

 

        Al disiparse el humo sólo se sostenía en pie la séptima parte de la Torre de Nimrod; Shamash continuaba su viaje hacia el Occidente y el árbol espino y la Puerta del Cielo ya no existían. La pesadilla había terminado: el Umbral estaba a salvo para continuar prestando sus servicios a las iniciaciones sinárquicas y los Hijos del Sol de Medianoche habían fracasado nuevamente.

        Sólo quedaría el recuerdo racial de la gran hazaña de Nimrod y los restos calcinados de su Torre, tal como pueden verse aún hoy en la Torre de Borsippa, con la arena vitrificada por el calor nuclear adherida todavía, tras los milenios, a sus muros. Y también perdurarían las calumnias inventadas por los pastores habiros y recogidas por la tradición árabe y judía. En el Talmud y en diversos escritos rabínicos puede leerse, convenientemente alterada, parte de esta historia. Se menciona allí a la Torre de Nimrod “desde la cual sus arqueros disparaban flechas al Cielo”, el “orgullo luciférico” del Rey Kassita, su Torre “confundida” con la de Babel, etc. También se han hallado tablillas de arcilla grabadas en escritura cuneiforme, que cuentan más objetivamente los hechos, y numerosos Kudurros, piedras grabadas que solían colocarse en Templos o como límites territoriales, con referencias a la hazaña de Nimrod.

        Quizá de todas las falsificaciones hechas en torno a esta gesta hiperbórea, la más insidiosa sea la referencia de H.P. Blavatsky en la Doctrina Secreta, adonde se escribe que “una élite de sacerdotes asirio-babilónicos descubrió la manera de escapar al Plan de Evolución del Logos Solar y abandonó la Cadena Planetaria, junto con su pueblo, rumbo a las ‘estrellas’, donde continúan su evolución”. Es decir que la mencionada agente de la Sinarquía pretende capitalizar la hazaña de Nimrod en favor de las teorías sinárquicas.

        El resto del pueblo Kassita continuó dominando durante un tiempo pero finalmente se fundió con sus primos Hititas pues, ya se ha dicho, “una Raza que pierde sus Iniciados cainitas es una Raza moribunda” y, junto con Nimrod, habían partido para siempre la Elite de Iniciados cainitas. Sin embargo la expansión Hitita llevó a habitar nuevamente Borsippa, la cual fue en parte reconstruida, pero nadie se atrevió a tocar las ruinas de la terrible Torre.

        En Chang Shambalá siempre está presente la historia de Nimrod y con la consigna de evitar futuros intentos de ese tipo es que muchos “enviados” se han ocupado durante siglos de eliminar pruebas al respecto y de confundir sobre la metodología táctica empleada en el ataque. Bera y Birsa han sido dos de los Inmortales de la Fraternidad Blanca que más han trabajado en este sentido. Sin embargo varios pueblos hiperbóreos imitaron, en mayor o menor medida, la hazaña de Nimrod: uno de ellos fue el pueblo vikingo de Groenlandia, que “abrió la Puerta”, cerrada luego por Quiblón-Colón. Otro, más reciente, es el pueblo alemán del Tercer Reich que contaba con la Sabiduría Hiperbórea de la Elite de Iniciados cainitas de la Orden Negra d: el Führer de Alemania pudo así, con perspectivas de éxito, emprender nuevamente la mutación colectiva de la Raza e intentar la conquista del Cielo. Pero los resultados de esta nueva gesta hiperbórea seguramente aparecerán, a quienes se hallan bajo los efectos de la Magia Sinárquica, como una “derrota”.

 

        Para concluir este resumen de la historia de Nimrod diré que el Rey Kassita, su bravo General Ninurta, sus Iniciados, y todo el pueblo que murió en Borsippa, emprendieron el definitivo Regreso al Origen guiados por la indómita Princesa Isa.

        Mientras tanto los Demonios idiotas Hiwa Anakim devoraban sus cuerpos en Chang Shambalá y el Rey del Mundo pronunciaba su Oración vespertina, retrasada doce horas ese día por la hazaña imborrable de Nimrod.

        En un Museo de La Plata, en Buenos Aires, se halla el famoso Kudurru de Kashshu, descubierto en Susa, donde formaba parte del botín del Rey elomita Shutruk-Nakhunte del siglo XII A.J.C. En él está grabada la regia figura de Nimrod pisando a la Luna y al Sol, y con una estrella de ocho puntas, símbolo del planeta Venus, sobre su cabeza. A su lado, un Zigurat, recuerda a su famosa Torre. Abajo de esta imagen hay dos columnas de escritura cuneiforme en lengua Hitita adonde se menciona la muerte del Rey y se advierte que nadie debe olvidar su hazaña. Transcribiré parte de dicho texto según la erudita versión del Profesor Ramirez de la Universidad de Salta, considerada universalmente como la más exacta:

 

                                                                             

           La Muerte de Nimrod

                                                                                               Desde una famosa Torre

          cuyas ruinas aquí están

          el Rey Nimrod al Cielo ha partido.

          ¡Un día volverá!

          Mas él no ha ido

          a los Dioses su rodilla a hincar.

          Con el arco tensado ha subido

          dispuesto a matar.

          Sus flechas a Shamash han herido

          mas pronto ha logrado sanar.

          Pero Nimrod se ha ido

          aunque algún día volverá.

          Una Diosa lo guía,

          Isa se llama,

          es la misma Ishtar,

          y un pueblo lo acompaña,

          son los bravos Kassitas

          que junto a él lucharán.

          Pues Nimrod ha partido

          y con nosotros ya no está

          aunque dicen las leyendas

          que un día volverá

             con su arco tensado

             dispuesto a matar.

 

Quincuagesimoquinto Día

 

 

 

De manera muy semejante a los Kassitas del Rey Nimrod, se comportaron los vikingos de Groenlandia en el siglo XIV, Dr. Siegnagel. Fue por eso que los Demonios de Chang Shambalá enviaron allí a Quiblón en el año 1447, a cerrar la Puerta de Thule que ellos habían abierto. De regreso a Lisboa, luego de cumplir con éxito su misión, Quiblón se prepara para el siguiente gran paso: navegar hacia el Oeste, en dirección de las Puertas del Paraíso Terrenal y de K'Taagar. A la primera la debería abrir y disimular para que sólo fuese empleada por los miembros del Pueblo Elegido y sus aliados, los Golen. A la segunda, “otra puerta de Thule”, la debería cerrar definitivamente: la Puerta de K'Taagar, o de Agartha, era la misma que los Atlantes Blancos alcanzaron miles de años atrás marchando hacia el Este y que en los mapas medievales figuraba como “País de Catigara”, el Reino del Gran Khan o del Preste Juan; aquella “Tierra de Catigara”, sería ahora abordada inversamente desde el Oeste, y su entrada sellada mediante el uso Cabalístico de los Sephiroth. Después de la misión de Quiblón, Catigara desaparecería para siempre de la Cultura Occidental. O, lo que es lo mismo, desaparecería K'Taagar: la Casa de Tharsis tenía, pues, los días contados para percibir la Señal Lítica en la Piedra de Venus y partir hacia la Morada de los Dioses Liberadores.

       

        Sobre las Puertas de K'Taagar, situadas en el Extremo Occidente, le diré que existían cuatro “abiertas” en la Epoca de Quiblón: tres en América y una en la Antártida. De las tres americanas, Quiblón sólo consiguió cerrar la Puerta del Centro, la más directa y la que tomaron los Atlantes Blancos, que se encontraba situada en el Triángulo de las Bermudas. La del Norte fue luego buscada infructuosamente por los miembros del Pueblo Elegido, pero jamás pudo ser hallada, pues los Pieles Rojas, Raza custodia, se encargaron de disimularla y protegerla muy bien. Análogamente ocurrió con la Puerta del Sur, guardada por los Atumurunas ingas, quienes emplearon la Sabiduría Lítica a fin de evitar que los Golen la encontrasen. Y la antártica, ignorada durante varios siglos por el Enemigo, recién sería utilizada en el Siglo XX por la Orden Negra SS para conducir al Führer hacia la Morada de los Dioses Leales del Espíritu del hombre.

 

        El Duque de Medinacelli, Don Luis de la Cerda, era, además de descendiente directo del Rey Alfonso X, el Sabio, un fiel Iniciado de la Fraternidad Blanca. En su Castillo se aloja Quiblón en 1484, cuando abandona definitivamente Portugal para radicarse en España y llevar a cabo la misión más importante de su vida: recibir el Verbo de Metatrón, la Shekhinah, y realizar el Holocausto de Agua, Mem; y, con ese Poder, sacrificar a YHVH los Tres Imperios paganos existentes mas allá del Mar Tenebroso. En esos días, los Golen se hallaban fuertemente infiltrados en la Orden de San Francisco, que en Huelva ocupaba el Santuario de Nuestra Señora de la Cinta, en Palos el Convento de Nuestra Señora de la Rábida, en Moguer el Monasterio de Nuestra Señora de la Granada, etc. Desde esas iglesias alentaban en secreto el funcionamiento de una logia masónica Templaria a la que estaban adheridos numerosos laicos de la nobleza andaluza, entre ellos el Duque de Medinacelli: los Iniciados de la logia ostentaban el título de “Caballero Templario” y repetían los antiguos Ritos de adoración a Bafomet de la Orden extinguida en 1307. Esta logia es la que concede a Quiblón la última iniciación  y lo prepara esotéricamente para recibir la Shekhinah. Permanece entregado a esa empresa en el Castillo de Medinacelli hasta 1486, fecha en la que el mismo Duque anuncia a los Reyes Católicos la presencia del hombre que descubrirá para España los extensos y ricos países del Oeste.

        Los soberanos están dedicados a completar la Reconquista y ello causará, inevitablemente, que tarde o temprano caiga Granada en manos cristianas: ésa sería la señal esperada por Quiblón. Entonces recibirá el Verbo de Metatrón y su Poder será incomparable. Hasta ese momento se mostrará como un humilde explorador, sólo deseoso de servir al Reino; luego de la caída de Granada, tal como lo profetizaran Bera y Birsa, su voz será la Voz de YHVH y sus ambiciones irán parejas con su Poder; y nadie, ni los Reyes, podrán resistir a las solicitudes de quien va a viajar hasta las Puertas del Paraíso Terrenal. Pero es necesario hacer conocer previamente los planes de Quiblón, familiarizar a los Reyes y a la Corte con el futuro Almirante de la Mar Océana. Y es por eso que ya en 1486 los Golen arreglan la primera entrevista de Quiblón con Don Fernando y Doña Isabel, que se hallaban a la sazón en Córdoba.

        Como es lógico los Domini Canis también integraban la Corte y estaban dispuestos a detener a cualquier judío o converso que intentase pro-poner un plan que derivase en “la Gloria y la Victoria del Pueblo Elegido”, o en “el Triple Holocausto de unos pueblos desconocidos a Jehová Satanás”. El Capitán Kiev, El Señor de Venus, había revelado 180 años antes que ello sería anunciado por un hebreo “Quiblón”, al que sería difícil detener. Así, pues, los Domini Canis se mantenían alerta, pero ignoraban completamente que el Poder de Quiblón se manifestaría al final, luego de la simbólica caída de Granada. Y en consecuencia no sospecharon que Colón, un hombre insignificante y alucinado, pudiese ser Quiblón, el Representante Mayor de las Potencias de la Materia. De cualquier manera, Fray Hernando de Talavera, el Domini Canis que los Reyes nombraron para estudiar la propuesta de exploración de Colón, dio un fallo adverso y procuró desprestigiar al visionario enviado de los Golen.

        Empero, la Corte estaba infectada por Caballeros Templarios o Golen, que apoyaron durante años a Colón: el Cardenal Pedro González de Mendoza; el Contador Mayor del Reino, Don Alonso de Quintillana; el preceptor domínico del príncipe Don Juan, Fray Diego de Daza; el Camarero del Rey, Don Juan Cabrero; el Comendador Don Gutierrez de Cárdenas; el astrónomo franciscano Fray Antonio de Marchena; etc. Y, la ayuda más efectiva: la de Luis Santangel, el Escribano de Ración de la Corona aragonesa, especie de secretario del Rey de Aragón; quien era poderoso banquero y pertenecía a una familia hebrea recientemente convertida al cristianismo. Este personaje siniestro, en combinación con un grupo de banqueros judíos de Génova, sería el financista de la expedición de Colón, en 1492: ofrecería entonces un préstamo de un millón de maravedises a tan bajo interés, 1,5%, que prácticamente decidiría a la Reina a autorizar el viaje de Quiblón.

        En 1491 los Reyes se encuentran frente a Granada, en un vivaque muy grande que dará lugar a la población de Santa Fe. Hasta allí llega Colón, ansioso por contemplar la toma de Granada y emprender su misión. Sin embargo será nuevamente Fray Hernando de Talavera, quien se prepara para desempeñar el cargo de Arzobispo, el que frustre sus planes e impida que se entreviste con sus Majestades. Mas la caída de la ciudad está muy próxima y Quiblón presiente la manifestación de YHVH. Se dirige, pues, directamente al Convento de la Rábida, en Rus Baal, lugar consagrado a la Gran Madre Binah: espera que el Amor de la Diosa, la Virgen de los Milagros, lo auxilie ante la inminencia de los acontecimientos del Destino. Y en la Rábida lo está aguardando la plana mayor Golen para desarrollar el Ritual del Sepher Iche, la Ceremonia que permite a la Inteligencia de Binah depositar en el corazón del Iniciado la Semilla de Barro del hombre arquetípico: sólo que esta vez el Amor de Binah facilitará la expresión del Niño Metatrón, un Aspecto Reflejo de Kether, la Corona de El Uno.

        El jefe máximo de los Golen es Fray Juan Perez, superior del Convento de Nuestra Señora de la Rábida y Supremo Sacerdote de la Orden de Melquisedec. Lo secundarán en el Ritual, los laicos, y los Caballeros Templarios, Pedro Velazco y García Fernandez, así como el franciscano Antonio de Marchena. El 2 de Enero de 1492 Boabdil entrega Granada a Don Fernando y a Doña Isabel; a continuación, el Arzobispo Domini Canis Hernando de Talavera conmina a los herejes, árabes y judíos, a convertirse al cristianismo: en caso contrario deberán abandonar España; quince días después, en La Rábida, se cumple la profecía de Bera y Birsa.

 

        Quiblón, luciendo el hábito franciscano, se halla frente a la magnífica escultura de la Milagrosa: esa obra se atribuye generalmente al Apóstol San Lucas pero en verdad, según se vio el Día Trigésimo, fue tallada por un monje Templario del siglo XIII. Los Golen acaban de oficiar el Ritual y el Gran Sacrificador ha recibido la Shekhinah. Quiblón se siente entonces como poseído por el Alma Universal de YHVH y cae de rodillas ante la imagen de la Madre de Dios, a quien ve como si estuviera viviente y cuyo Amor sin límites le consume el corazón. Un prodigio se produce y la Granada de Su Báculo comienza a sangrar; pero Quiblón no lo nota: oye en cambio a la Gran Madre Binah hablarle en el más puro idioma hebreo:

 

                                    –Santo Quiblón, Gran Sacrificador,

                                    Hijo del Anciano de los Ancianos

                                    ¡Su Verbo creativo es tu sagrada Voz!

                                    El Logos Seminal del Padre

                                    está en la Razón de tu Mente;

                                    pero el dulce Amor de la Madre

                                    te quema de pasión el Corazón.

                                    Yo Soy Binah, la Madre del Meshiah,

                                    Yo Soy Binah, la Madre de Metatrón.

                                    Yo Soy Binah, La Inteligencia de Dios.

                                    Yo Soy quien guiará tu Rumbo

                                    en el oscuro Mar del Terror.                                                                               ¿Quién podrá, entonces, detenerte,

                                    Santo, Santo, Santo, Quiblón?

                                    Por Mí entiendes el Misterio del Templo,

                                    por Mí recibes la Vida de Rimón.

                                    Al Padre regálale la Sangre.

                                    Para Mí, quiero el Amor.

                                    Hay tres Imperios que esperan

                                    su pronta destrucción.

                                    Ríos de Sangre Cálida,

                                    derramará el Español.

                                    Esta Raza arrogante,

                                                    de albina distinción,

                                                      será el puñal filoso del Sacrificador.

                                    Como Raza, la Sangre

                                    de los Pueblos Paganos

                                    ofrendarán a Dios.                                 

                                    Mas, de a uno apareados

                                    con los sobrevivientes

                                    procrearán sin freno

                                    los Hijos del Horror.

                                    Esta será Mi recompensa

                                    Santo, Santo, Santo, Quiblón.

                                    Al Padre, regálale la Sangre.

                                    Para Mí, quiero el Amor.

                                    Y esa Raza soberbia,

                                    del valiente español,

                                    se hundirá en la marisma

                                    de la Baja Pasión.

                                    ¿Qué quedará de ella,

                                    Santo, Santo, Santo, Quiblón?:

                                    Millares y Millares de Hijos del Horror.

                                    Y en esos Hombres Nuevos

                                    mis Semillas de Barro germinarán mejor.

                                    Yo no quiero la Raza;

                                    Yo requiero el Amor.

                                    Muchos Hijos Yo Tengo.

                                    De los Hombres Mortales, Madre Soy.

                                    Mas mi Hijo Primogénito

                                    es el Pueblo Elegido,

                                    el Pueblo del Señor.

                                    Sobre los Hombres de Barro

                                    a él le corresponde

                                    Gobernar sin Temor.

                                    Porque suyo es el Reino

                                    Malkhouth, de YHVH Sebaoth.

                                    Es bello como un Angel,

                                    es duro como Dios,

                                    es Shekhinah, la Esposa,

                                    es el Meshiah, es Metatrón.

                                    Tiene mi Inteligencia.

                                    Puede obrar con Rigor.

                                    Mas si acaso desciende

                                    a la Baja Pasión:

                                    no hay pecado en sus actos;

                                    para él hay Perdón.

                                    Es la Alegría del Padre,

                                    es la Comprensión de la Madre,

                                    es el Pueblo Elegido,

                                    el Pueblo del Señor.

                                    Mi hijo primogénito,

                                    de todos el Mejor.

                                    Sus hermanos erraron

                                    enfriando el Corazón;

                                    recibiendo la Semilla de Piedra

                                    de la Enemiga del Amor;

                                    de la Negrura Infinita

                                    tras la Muerte del Alma;

                                    de la Negrura Helada

                                    tras la Muerte del Cuerpo;

                                    de la Negra Nada sin Creador;

                                    de la Negrura Eterna

                                    tras la Muerte Final;

                                    de la Verdad Desnuda

                                    tras la Muerte Kâlibur;

                                    del Negro Abismo del Fondo de Sí Mismo.

                                    Por ella tronará el Castigo.

                                    Por ella punzará el Dolor:

                                    la Tiranía del Pueblo Elegido,

                                    el Juicio de las Naciones,

                                    el Holocausto de Fuego,

                                    la Lejía, el Terror.

                                    Ella es el Mal sobre la Tierra,

                                    es la Muerte del Alma,

                                    ha enfriado la Piedra,

                                    es la Enemiga del Amor.

                                    Muchos Hijos Yo tengo.

                                    Del Hombre de Barro Madre Soy.

                                    Yo Soy Binah, quien llora

                                    sobre la Piedra Fría

                                    que la Virgen de Agartha

                                    puso en su Corazón.

                                    Yo Soy Binah, la Madre de Metatrón

                                    Yo Guiaré tu Rumbo, Santo Quiblón,

                                    adonde Tres Reinos esperan

                                    su pronta destrucción.

                                    Dad al Padre la Sangre

                                    Gran Sacrificador;

                                    Y reserva a la Madre

                                    el Calor del Amor.

                                    Abre pronto El Camino

                                    para el Pueblo Elegido,

                                    el Pueblo Redentor;

                                    y cierra los sentidos

                                    a la Negrura Eterna

                                    que enfría el Corazón.

                                    Yo Soy Binah; de tu Alma

                                    Madre Soy; Yo Soy Binah,

                                    quien te dará la Iluminación.

                                    Yo Soy Binah, quien te bendice ahora.

                                    Hijo del Anciano de los Días,

                                    jamás olvides tu Ascendencia,

                                    Santo, Santo, Santo, Quiblón.

 

        Sólo el Gran Sacrificador ha escuchado este mensaje, pero todos los presentes comprenden que la Virgen del Milagro ha hablado internamente con él. Y Quiblón, presa del éxtasis místico, permanece de rodillas durante horas, absorto en la contemplación de la Madre Cósmica. Los Golen se retiran al fin prudentemente, dejando al Rabino Almirante sumido en la intimidad de sus visiones celestes; Ellos, por su parte, han visto a la Madre de Dios llorar por Sus Hijos apartados de la Ley del Amor, y a Su Granada sangrar de Pasión; y han recogido sus lágrimas y su Sangre, para Gloria y Victoria de la Iglesia Golen y de la Sinagoga de YHVH Sebaoth, para dar Testimonio de la Shekhinah del Pueblo Elegido, el descenso del Reino Malkhouth.

 

        Días después, los Golen se disponen a mostrar su jugada secreta, una auténtica “carta en la manga”: Fray Juan Perez es confesor de la Reina Isabel; él puede allanar todos los obstáculos para que Quiblón se exprese ante los Reyes; y entonces, como si interrogara la Milagrosa, “¿quién podrá detenerte Santo Quiblón?” Así, el Golen Juan Perez se dirige a Granada y concierta la famosa entrevista; Luis Santangel y los banqueros judíos genoveses se aprestan para financiar la empresa que será una vía de escape infalible para sus hermanos de Raza; y los Domini Canis, tomados completamente por sorpresa, nada pueden hacer esta vez para sabotear los planes de la Fraternidad Blanca. En Abril de 1492, Quiblón, el miserable judío converso, quien poco antes carecía hasta de indumentaria y alimentos, reclama para sí y su descendencia el Almirantazgo de la Mar Océana por la Corona de Castilla, el virreinato de todas las tierras descubiertas y los países por conquistar, el diezmo sobre todos los productos que se trajesen a España, ya sea botín o mercancía, etc. Y a tan desmesuradas exigencias acceden los Reyes en la capitulación del 17 de Abril de 1492, firmada en el campamento de Santa Fe, frente a Granada. Es que nadie, ni los Reyes Católicos, pueden oponerse al Verbo de Metatrón: Granada, la Ciudad de los Judíos, ha caído en poder de los gentiles, análogamente a lo ocurrido con Jerusalén, destruida por el General Tito mil cuatrocientos años antes; y como entonces, ahora sobrevendrá la diáspora del Pueblo Elegido. Pero esta vez la dispersión no durará mucho tiempo; el Pueblo Elegido será prontamente reunificado y orientado hacia su Destino de Gloria: para eso la Orden de Melquisedec ha enviado a Quiblón, el Santo Anciano le ha confiado su Verbo, y la Madre de Dios guiará sus pasos.

        El 3 de Agosto de 1492, exactamente en el 1422 aniversario de la toma de Jerusalén, parte Quiblón del Puerto de Palos, en Huelva, con tres Carabelas que ostentan la Cruz con la Orden del Temple. La tripulación se integra mayoritariamente de judíos conversos y lleva un Ladino, el Rabino Luis de Torres, que traduce hebreo, arameo y árabe. Contrariamente, no viajan sacerdotes cristianos en las Naos. A su  regreso, el 15 de Marzo de 1493, tras haber cerrado la puerta de K'Taagar, haber abierto la Puerta del Paraíso para sus hermanos Golen y judíos, y haber iniciado el Gran Sacrificio de los Pueblos Paganos, Quiblón se dirige directamente al Santuario de Nuestra Señora de la Cinta: debe agradecer a la Madre de Dios Su Guía y Protección.

 

        Los Señores de Tharsis comprendieron muy tarde que Cristóbal Colón era en realidad “Quiblón”, el Supremo Sacerdote de la Fraternidad Blanca del cual los advirtiera el Capitán Kiev. Cuando todo estuvo claro para ellos ya no hubo remedio: España entera, ciega como Perseo, se aprestaba a arrojarse sobre el triple cuello de Medusa. Los derrotó un hombre al que subestimaron desde el principio, un hombre que, irónicamente, jamás ocultó demasiado sus intenciones, un hombre, Dr. Siegnagel, que firmaba S.A.M., es decir, Samekh, Aleph, y Mem, las iniciales de Quiblón que significan “S”hekhinah, “A”vir, y “M”etatrón, el triple principio inmanente del Arbol cabalístico Rimmón. Observe, Dr. Siegnagel, el facsímil de la firma de Colón, que le adjunto, y comprobará que a la izquierda se encuentra un monograma formado por las letras hebreas Beth y He, iniciales del saludo tradicional Borush Hasheim, y luego S.A.M., en columna vertical.

        Los puntos corresponden a una indicación en arameo de “palabra”, y las restantes letras completan una “tabla mágica”, o Kadisch, que puede ser leída en varios sentidos, según las formas cabalísticas: las “S”, a ambos lados de la “A”, quieren decir “Shaddai”; la “Y” es la inicial de YHVH; y la “X” significa “Cristo”, que era sinónimo de Messiah entre los judíos españoles. En el último renglón, bien claro, se lee “Cristo Ferens” que no significa “Cristoforo”, como pretenden los Golen, sino “Heredero del Messiah”, pues ferens equivalía a herencia en la Edad Media. Aquellas iniciales S.A.M., de Quiblón, también se hallaban en el manto de la Virgen de la Cinta, según las instrucciones que Bera y Birsa dieran a los cuatro Sacerdotes, y tal como pueden verse hoy día en su Santuario.

 

 

 

 

Quincuagesimosexto Día

 

 

 

El terrible Inquisidor que fue Ricardo de Tharsis estaba casado con una dulce Dama que era nieta del Conde de Tarseval, es decir, que era su sobrina segunda. De esa unión, nació en 1502 Lito de Tharsis, a quien el padre pensaba reservar como su sucesor en la tarea de exterminar a los judíos y Golen españoles. Con ese fin, desde pequeño lo sometió a una instrucción rigurosa en varios Conventos domínicos y en la Facultad de Teología en la Universidad de Salamanca. Allí se recibió de Bachiller y Doctor en Leyes, egresando a los diecisiete años e incorporándose de inmediato al Tribunal de la Inquisición. Durante su paso por la Universidad, el joven Lito había dado muestras de una preclara inteligencia que lo conducía incluso a superar a sus propios profesores, mas, como además era noble y humilde, tal virtud lejos de causar el resentimiento de sus pares y superiores producía general admiración. Lo que más asombraba a todos era su prodigiosa capacidad para asimilar las lenguas más dispares: aparte del latín y del griego, y de los dialectos españoles tales como el castellano, el catalán y el vasko, hablaba fluidamente en árabe, portugués, francés y alemán.

        En  1522, comprendiendo Ricardo que aquella predisposición para el conocimiento debía ser encaminada, lo envió a Turdes para que los Hombres de Piedra lo iniciasen en la Sabiduría Hiperbórea. Los Noyos habían restituido la Virgen de la Gruta en la Capilla Privada de la Casa Señorial, aunque el Niño de Piedra carecía ahora de la mano derecha, extrañamente mutilada la Noche de la Lejía. Lito de Tharsis, que al decir de los Hombres de Piedra estaba experimentando la trasmutación más profunda de que se tuviera memoria en la Casa de Tharsis, solía pasar todo su tiempo libre en la Capilla, penetrando como nadie en el Misterio de la Vida Increada y de la Muerte Kâlibur de Pyrena. Cuando recibió la Iniciación Hiperbórea, ahora con el concurso del Signo Vrúnico Tirodinguiburr, advirtió a los Hombres de Piedra que además de depositar la Semilla del Niño de Piedra en su Corazón, la Virgen le había revelado una Estrella Interior, un Astro verde al que podría arribar siempre que quisiera: tomando por un íntimo camino espiritual y situando su Yo en aquella Estrella, la antigua Ciencia Lítica de los Atlantes Blancos no tenía Secretos para él. Era, decía, como ascender a la cima de una montaña y contemplar un vasto paisaje contextual que descubría el significado estratégico de las construcciones megalíticas. Y junto con la Sabiduría perdida, en el Astro interior, había reencontrado a su Amada del Origen, quien le aguardaba desde su Extravío y Caída, más allá del Infierno y del Paraíso, para regresar con él a la Patria del Espíritu Increado.

        Indudablemente, Lito de Tharsis poseía entonces el segundo grado de la Iniciación Hiperbórea, vale decir, era un Pontífice Hiperbóreo, un Constructor de Piedra capaz de tender un puente entre lo Creado y lo Increado. En la Casa de Tharsis comenzó a fundarse la sospecha de que estaban en presencia del Iniciado anunciado por el Capitán Kiev, aquél que vería la Señal Lítica de K'Taagar en la Piedra de Venus. Esa presunción comenzó a afirmarse cuando Lito manifestó su vocación por el Noyvrayado y decidió tomar la Guardia de la Espada Sabia: en 1525, sin dificultad alguna, ingresó en la Caverna Secreta  y permaneció allí por el término de cinco años, en Compañía de dos Noyos que custodiaban la Espada desde varios años antes.

        Las facultades iniciáticas del Noyo Lito se fueron desarrollando intensamente durante los años que duró su retiro, proceso que se aceleró aún más cuando la imagen comenzó a surgir de la Piedra, es decir, hacia el cuarto año de Guardia. Inicialmente borrosa, meses después la estampa de una escena megalítica aparecía sobre la Piedra de Venus, a punto tal que los otros Noyos también la percibían, aunque sin detalles. Al Noyo Lito, en cambio, luego de ser clara con sólo posar la vista sobre la Piedra de Venus, la imagen le comunicó también en varias ocasiones unas palabras que todo su poder filológico no conseguía interpretar, a pesar de que era evidente la presencia de numerosas raíces indoeuropeas. Las palabras eran:

 

        –¡Apachicoj Atumuruna!

        –¡Apachicoj Atumuruna!

        –¡Purihuaca Voltan guanancha unanchan huañuy!          ¡Pucara Tharsy!

       

        Y he aquí lo que representaba la imagen. Como fondo, se apreciaba una cadena de montañas o sierras carentes de vegetación; de ellas, dos se destacaban porque sus laderas formaban una profunda abra en medio de la figura, de donde se veía surgir un hilo de agua que regaba un igualmente árido valle. Pero estos elementos constituían el fondo; lo que realmente dominaba la escena era una loma de suave declive, sobre cuya aplanada cumbre se erigía un enorme meñir color negro, rodeado por un círculo de ocho meñires de menor tamaño. Y eso era todo, salvo los detalles menores: el cielo celeste, sólo empañado por algunas níveas nubes, y el suelo donde se asentaban los meñires, compuesto por una tierra marrón rojiza de la que brotaban ralos algunos pastos bajos y espinosos.

        El misterio de aquella inmutable visión se fue aclarando con el correr del tiempo y hacia fines de 1529 Lito de Tharsis ya se había formado una idea general de su significado; sueños y mensajes telepáticos le aportaron la información complementaria que necesitaba. Según su convicción, la Piedra de Venus estaba revelando aquel lugar situado “en un país lejano y desconocido” que mencionara el Capitán Kiev; un país que existía “más allá del Mar Occidental”, agregaban ahora los Mensajes de los Dioses, y que no podía quedar más que en la recientemente descubierta América. Los meñires habían sido puestos por los Atlantes blancos mediante una técnica especial que tornaba el área invulnerable frente a los posibles ataques de los agentes de la Fraternidad Blanca: en aquella plaza liberada, como en la Caverna Secreta, los Hombres de Piedra podrían resistir indefinidamente la presión de las Potencias de la Materia. Justamente, la siguiente tarea de Lito de Tharsis, y los Hombres de Piedra valentininos, sería la de hallar ese rastro y refugiarse junto a sus meñires hasta los días de la Batalla Final, única manera de sobrevivir para entonces, puesto que los Demonios los buscarían por todo el Mundo con ahínco creciente a medida que tales días se aproximaran.

        De acuerdo a lo que advertían los Dioses en sus Mensajes, el peligro no sería despreciable pues la persecución se iniciaría en el mismo momento en que extrajesen la Espada Sabia de la Caverna Secreta, y posiblemente fuera llevada a cabo por Bera y Birsa en persona. La Fraternidad Blanca, aseguraban los Dioses Liberadores, había concedido fundamental importancia al “descubrimiento” de América para sus futuros planes sinárquicos y no estaba dispuesta a arriesgarlos nuevamente; cuando la Espada Sabia saliese a la Luz del Sol, Yod, el Ojo de Jehová Satanás Que Todo lo Ve, observaría en el acto a sus portadores y la Fraternidad Blanca sabría de inmediato que aún quedaban Señores de Tharsis con vida en este Mundo: la reacción de los Demonios sería previsible; Ellos, que habían propiciado el “descubrimiento”, cultural, de América por medio de sus agentes, el judío Cristóbal Colón y cientos de judíos marranos al servicio de los Golen, harían todo lo posible para detenerlos y robar la Piedra de Venus; el Circulus Domini Canis, por el excesivo celo puesto en reprimir la acción judaica y Golen, en España y Europa, se dejó sobrepasar estratégicamente y descuidó la cuestión del Nuevo Mundo: ahora ocurría que la Orden de Predicadores estaba infiltrada por cientos de domínicos marranos que sólo ambicionaban dirigirse a América en compañía de miles de sus hermanos de Raza, a quienes se permitía abandonar las cárceles y sus lóbregos guetos para participar de la “conquista”. Ante esta realidad, el juicio de los Dioses sugería obrar con extrema cautela en todas las etapas de la operación. ¿Cómo irían a América? Los Dioses lo habían previsto, pronto lo comprobarían.

 

        Lito de Tharsis y uno de los Noyos, de nombre Roque, se reunieron en Turdes con Ricardo de Tharsis y los restantes Hombres de Piedra de la familia de Valentina. Todos estuvieron de acuerdo en que se había cumplido la profecía del Señor de Venus y que el ansiado momento de partir se hallaba próximo: a Lito de Tharsis le correspondería el Alto Honor de transportar la Espada Sabia al sitio dispuesto por los Dioses. Pero no todos podrían partir; Ricardo de Tharsis estaba viejo para emprender semejante viaje, y en situación análoga se encontraban otros dos Caballeros y dos Damas; una Dama más joven, sin embargo, podría acompañarlos pero sólo hasta algún poblado, porque sería difícil que se le permitiese integrar una expedición militar. Y aparte de los tres Noyos, también estaban en condiciones de ir dos frailes domínicos, que oficiaban de inquisidores junto a Ricardo de Tharsis. Si todo salía bien, los viajeros mandarían a buscar a los que se quedaban; en caso contrario, éstos se unirían a la Estrategia de la rama alemana de la familia.

        El problema del viaje, como dije, se resolvió fácilmente gracias a la providencia de los Dioses, pues un joven explorador alemán, al servicio de la Casa Welser, era un pariente lejano de los Señores de Tharsis. Nicolaus de Federmann, en efecto, ostentaba el linaje de los Señores de Tharsis austríacos por la línea materna y estaba entonces en América. El Rey Carlos I, y Emperador Carlos V de Alemania, contrajo una deuda de 150.000 ducados con la Casa Welser de Augsburgo firmando, como una suerte de garantía real, una capitulación en Burgos por la que se autorizaba a dicha Banca a establecerse y explotar una región de América. Tal región era la comprendida por el actual territorio de Venezuela, desde el Cabo de la Vela hasta Maracapana, y la Compañía se imponía la obligación de fundar dos ciudades y tres fortalezas, en las que podría nombrar un Gobernador o Adelantado con la anuencia real. En el año 1527 Juan Ampúes fundó allí la ciudad de la Vela de Santa Ana de Coro, donde se instaló en 1528 Ambrosius de Alfinger, el primer Gobernador nombrado por los Welser, quien llevó como lugarteniente a Nicolaus Federmann. En 1530, luego de aquella reunión de Lito de Tharsis con los Hombres de Piedra para decidir el viaje a América, descubren por medio de noticias provenientes de la rama vrunaldina la existencia de aquel pariente, y se ponen en contacto con él a través de la lenta correspondencia que los domínicos mantenían con los frailes misioneros. Se procuraba, en todo caso, no arriesgar información de ese modo y por eso las misivas sólo se referían a la necesidad de sostener una entrevista personal con el explorador “por motivos vitales que entonces se aclararían”. Algo difícil de concretar en esos días debido a que Federmann concurría en peligrosísima exploración al corazón de la selva venezolana en busca del oro de los indios.

        De todos modos, los Señores de Tharsis se trasladaron al puerto de Sevilla y comenzaron a preparar su propia expedición, descontando la ayuda de Federmann. En este caso la suerte sonrió a los Señores de Tarsis en 1532, aunque no así a Ambrosius de Alfinger, al que una flecha con curare envió a mejor vida. Porque fue la muerte del Gobernador lo que trajo a Nicolaus de Federmann a Europa, con el propósito de reclamar para sí aquel puesto que justamente había ganado. Los Welser, sin embargo, otorgaron el cargo a Georg de Spira, un hombre de prestigio que contaba con notables influencias y amigos poderosos, nombrando en compensación a Federmann Teniente General del Gobernador. Y fue en 1533, mientras el alemán se ocupaba de equipar la flota de los Welser, que todos se juntaron en Sevilla.

        Nicolaus de Federmann no era Iniciado ni tenía conocimientos de magia o esoterismo, pero llevaba en sus venas la Sangre de Tharsis. En-seguida comprendió que la misteriosa causa que llevaba a sus parientes a América debía ser apoyada y accedió en todos sus puntos a efectuar el plan que éstos le proponían; un secreto instinto le decía que no se equivocaba, que algo superior al oro, por el cual estaba dispuesto a morir, guiaba a aquellos aventureros: lo podía percibir en el aire cuando estaba en su presencia; y por si fuera poco, ellos también pagaban con oro: con buen oro español, pues sus parientes resultaban ser muy ricos. Sí, Nicolaus de Federmann se jugaría por los Señores de Tharsis. El plan parecía simple: habría que transportar a seis de ellos; tres eran Caballeros y sería fácil contratarlos; otros dos, frailes domínicos, ya disponían de la dispensa eclesiástica, y además, para satisfacción de los Welser, eran expertos mineros y especialistas en metales finos, un arte altamente apreciado en esos días en que se requería fundir las insólitas aleaciones de los objetos indígenas para rescatar el oro y la plata que contenían; el único problema lo representaba la Dama, quien tendría que aguardar en Coro hasta el regreso de sus hermanos y tíos; y los de Tharsis ofrecían sufragar, asimismo, los gastos de diez soldados catalanes de su propia tropa de infantería, lo que no ofrecía inconveniente alguno ya que en cada expedición americana se requerían ingentes cantidades de efectivos militares. Ya en América, Nicolaus trataría de orientarlos en la búsqueda de una extraña construcción de piedra que ellos aseguraban existía “hacia el Sur”. Cómo lo sabían era cosa que pronto desistió de averiguar debido al cerrado hermetismo de los españoles. Pero otra cosa era segura: a éstos no interesaba el oro, piedras preciosas o perlas, que pudiesen hallar en esa búsqueda; cualquier objeto de valor le pertenecería puesto que ellos sólo querían encontrar aquel lugar.

 

        La primera Nao enviada por Francisco Pizarro con una muestra del rescate de Atahualpa llegó a Sevilla el 5 de Diciembre de 1533 y la segunda, con Hernando Pizarro a bordo, el 9 de Enero de 1534; transportaban 100.000 castellanos de oro, unos 450 kilogramos, que sólo constituía una tercera parte de lo que le correspondía al Rey: en el Perú, Francisco Pizarro se había apoderado para ese entonces de nueve toneladas (9.000 kg.) de oro puro y cincuenta (50.000 kg.) de plata. Tales hechos pusieron en estado frenético a los ávidos Welser, que pretendían obtener un rédito semejante de su colonia americana, y aceleraron la partida de  Georg de Spira y Nicolaus de Federmann. A fines de Enero de 1534 zarpaba del Guadalquivir de Sevilla la flota que traía a América a Lito de Tharsis y a los cinco Hombres de Piedra que lo secundaban.

        Los Señores de Tharsis se habían aprovisionado de abundantes víveres, ropa y equipo militar, además de veinte caballos, tres perros dogos españoles y tres docenas de pollos de Castilla. Una semana antes de partir, Lito de Tharsis retiró la Espada Sabia de la Caverna Secreta, cubrió la Piedra de Venus con una cinta de moño cruzada en el arriaz, y ciñéndosela en la cintura, emprendió el sendero sin regreso hacia el puerto de Sevilla y Amé-rica: por primera vez en 1.800 años, desde la caída de Tharsis a manos de los fenicios y Golen, la antigua Espada de los Reyes iberos abandonaba la Caverna Secreta. Tres Noyos la custodiarían ahora en aquel incierto viaje, uno de ellos el Hombre de Piedra más perfecto que jamás produjera la Casa de Tharsis. Mas ¿alcanzaría su Sabiduría para librarlos de los diabólicos poderes de Bera y Birsa, quienes saldrían inmediatamente en su persecución? Sólo en el futuro cercano comprobarían la respuesta afirmativa.

 

 

        Ni bien la proa de la fragata de los Welser ingresó en el Océano Atlántico, la mirada de los Hombres de Piedra se dirigió hacia la Costa de la Luz, que dejaban atrás: setenta kilómetros al N.E. se hallaba Onuba, uno de los antiguos puertos del Imperio Tartesio, y también Rus Baal, la Peña de Saturno, donde Quiblón recibiera la Shekhinah. Los seis estaban apoyados sobre una barandilla de la amurada de estribor, pero sus mentes viajaban hacia Onuba, en la confluencia de los Ríos Tinto y Odiel; y luego subían por el Odiel, hasta Turdes, y se detenían en la ciudadela de Tharshish, ahora nuevamente viva y poderosa en el escenario de la imaginación; veían a sus antepasados, los Reyes iberos Señores de Tharsis, sostener con el compromiso de sus vidas las pautas del Pacto de Sangre; en soledad, aquella Estirpe se había enfrentado a Todo y a todos para cumplir con la misión encomendada por los fundadores Atlantes blancos, para mantener la lealtad a los Dioses Liberadores; una soledad que es el precio a pagar por quienes son en verdad Extranjeros en el Universo, por aquellos que exhiben la Intrepidez de Nimrod y el Valor de sus guerreros kassitas, por quienes poseen o buscan la Sangre de Tharsis: la Soledad Absoluta, que en la Tierra deben padecer los Guerreros Sabios, los Iniciados Hiperbóreos, los Hombres de Piedra, los Espíritus Increados; y la mente se dirigía entonces al Cerro Char, frente al Rostro de Piedra de Pyrena, en la Epoca en que el Misterio del Fuego Frío se oficiaba libremente y los Elegidos concurrían de todas partes del Mundo para morir o encontrar la Verdad Desnuda de Sí Mismo; la Fraternidad Blanca, la Orden de Melquisedec, los Atlantes morenos, los Sacerdotes de todos los Cultos, los Golen, los Inmortales Bera y Birsa, los Templarios, los miembros del Pueblo Elegido, los partidarios de la Sinarquía Universal, Siervos de las Potencias de la Materia, Adoradores de Jehová Satanás, Enemigos Terribles de la Casa de Tharsis: Ellos los persiguieron durante milenios, causaron la destrucción de Tharshish y la desaparición pública del Misterio del Fuego Frío, procuraron extinguir la Estirpe de Tharsis y ocultar la Sabiduría Hiperbórea, e intentaron por todos los medios apoderarse de la Espada Sabia y su Piedra de Venus; y la mente volaba en el acto a la Caverna Secreta, y apreciaba con orgullo el silencioso sacrificio de decenas de Noyos y Vrayas custodiando la Espada Sabia, purificando la Sangre  y aguardando con la paciencia del cazador la Señal Lítica de K'Taagar, la llamada racial que autorizaba a dirigirse hacia la Morada de los Dioses Leales al Espíritu del Hombre; ahora los Señores de Tharsis podrían realizar el milenariamente ansiado viaje si lo deseaban: un Noyo, el Más Grande de Todos, Lito de Tharsis, había visto la Señal y conocía el Secreto del Regreso; pero los Señores de Tharsis no partirían aún; aguardarían todavía un tiempo más, un instante de la Historia, hasta la Batalla Final; el Capitán Kiev, un Señor de Venus, les comunicó que Navután, el Señor de la Guerra, consideraba a su Mundo como el más Real de todos los Mundos posibles: y en ese Mundo, en este Mundo, ellos habrían de contribuir a protagonizar la última Batalla de la Guerra Esencial, junto a Su Enviado, el Gran Jefe Blanco, el Señor de la Voluntad y el Valor Absolutos; y hacia allí iban los Señores de Tharsis, hacia una plaza liberada megalítica-mente por la Sabiduría Hiperbórea de los Atlantes blancos, un lugar donde resistirían con la Espada Sabia hasta los días de la Batalla Final; y la mente regresaba así, nutrida de Determinación y Valor, hasta los Hombres de Piedra que se alejaban de la costa española en una fragata de la flota de los Welser.

 

 

       

 

Quincuagesimoséptimo Día

 

 

 

Apenas internados en el mar, los barcos de Georg de Spira y Nicolaus de Federmann fueron azotados por terribles tempestades; parecía como si la naturaleza entera, como si el mismo Creador, se hubiesen pro-puesto echar a pique aquella flota. Al fin, un milagro, y la no menos milagrosa pericia de los capitanes, impidió el naufragio e hizo posible que atracasen en las Canarias, donde aguardaron mejores vientos para completar la travesía. Ya en Coro, Spira, cuya ambición por el oro iba pareja con su valor sin límites, organizó una expedición improvisada de cuatrocientos hombres y partió de inmediato rumbo al Sur del Lago Maracaibo, lugar en el que ciertas leyendas locales situaban a una riquísima, e inexistente, ciudad. Dejó a su Teniente General con el encargo de viajar hasta Santo Domingo a traer lo que faltaba y darle alcance en las serranías de Carora. Mas Nicolaus de Federmann, que estaba complotado con los Señores de Tharsis, lejos de cumplir estas órdenes se dispuso también a marchar en dirección al Sur, pero tomando una ruta mucho más al Oeste, siguiendo la indicación de unos indios que aseguraban haber visto construcciones de piedra.

        Con este propósito, se trasladó a Cabo de la Vela, sobre la costa del Mar de las Antillas, y embarcó a Santo Domingo, quedando los Señores de Tharsis con el Capitán Antonio de Chavez y los soldados catalanes. Pronto regresó Federmann acompañado de ochenta hombres, treinta caballos, pertrechos y víveres frescos, se unió a ellos, y partieron hacia el Sur Oeste, en abierta contradicción a las instrucciones de Spira: en lugar de dos frailes domínicos iban ahora tres, pues la Dama, Violante de Tharsis, había insistido en viajar disfrazada de ese modo, alegando que “los peligros que la acecharían sola en Coro no serían, seguramente, menores que los que padeciesen sus familiares en la expedición”, argumento que convenció a los imprevisibles Hombres de Piedra.

        Si la excursión de Spira podía considerarse improvisada, y escasa de hombres y medios, la empresa de Federmann era simplemente exigua: poco podían hacer sus cien hombres y cincuenta caballos contra los indecibles peligros que acechaban en esas tierras agrestes y desconocidas; tampoco alivió la situación la pequeña tropa de veteranos de Santa Marta al mando del Capitán Rivera que se les unió en medio del camino: aquellos hombres estaban perdidos en la selva, descontentos de marchar inútilmente tras una riqueza que no aparecía por ninguna parte. Luego de padecer las mil penurias que ofrecen los bosques tropicales, con sus ofidios ponzoñosos, arañas, insectos, tigres feroces, y su vegetación intrincada a la que había que abrir en picada, los invasores experimentaron el cierzo helado de las altas cumbres que rodean el valle Dupar. Y después del descanso, nuevamente la selva caliente, las plagas, y los indios salvajes, que ahora los hostilizaban sin cesar. Sin embargo, continuaron impertérritamente hacia el Sur, atravesaron los Ríos Apure y Meta, aparte de mil torrentes menores, y se internaron en el territorio de la actual Colombia. Pero aquel país quedaba fuera de la con-cesión de los Welser y Federmann no tenía ningún derecho a su exploración.

        Y hasta entonces no había indicios de que estuviesen en el camino correcto; los pocos indios que consiguieron capturar daban indicaciones imprecisas sobre las ciudades de piedra: al Sur, siempre al Sur; pero hacia el Sur sólo hallaban aldeas miserables e indios de salvajismo sin par, antropófagos y cazadores de cabeza, aborígenes que envenenaban sus flechas y lanzas y los seguían sin descanso, emboscándolos permanentemente, atacándolos por la retaguardia al marchar y en los campamentos al descansar. Tras un año y medio de avanzar en aquel sentido, diezmados, convertidos la mayoría de los hombres en esqueletos vivientes cubiertos de harapos, se imponía a criterio de Federmann la decisión de regresar; en caso contrario no podría impedir ya el amotinamiento de los sobrevivientes o su deserción: de los cien hombres de su tropa sólo quedaban vivos cincuenta, y la mayoría en estado deplorable.

        Los Señores de Tharsis, por su parte, soportaron con estoicismo la campaña y sólo perdieron tres soldados catalanes; pretendían seguir hacia el Sur, pero no encontraban forma de persuadir al alemán. Finalmente, ante su irrevocable determinación, optaron por una solución heroica, a la que Nicolaus no se pudo tampoco negar: se quedarían allí y continuarían solos con la búsqueda. El plan era poco menos que suicida, pero como ninguna de las partes estaba dispuesta a ceder, Nicolaus de Federmann aceptó dejarlos ir en secreto, simulando un extravío que evitaría problemas con los Welser o el cargo de deserción. Así fue como un día, se separó de la columna cansina la vanguardia española de Tharsis y se perdió para siempre, pues ni los alemanes de la Casa Welser, ni los españoles del Reino, los volvieron a ver jamás.

        Nicolaus de Federmann prosiguió con sus exploraciones, siempre desobedeciendo las órdenes de Georg de Spira. En 1539, junto con Jiménez de Quesada y Sebastián de Belalcazar, Gobernadores de Santa Marta y de Quito respectivamente, con quienes se encontró en plena selva, fundó la ciudad de Santa Fe de Bogotá. Luego emprendió con los mencionados capitanes un viaje a Cartagena de Indias y de allí pasó a España con Quesada. Aunque descubridor y explorador de tierras, no consiguió riqueza alguna y volvía prácticamente arruinado. No obstante, cuando llevó a los Señores de Tharsis las noticias sobre la suerte corrida por Lito y los Hombres de Piedra, aquéllos lo recompensaron generosamente y lo emplearon en la Villa de Turdes, adonde terminó sus días.

 

        ¿Y qué había ocurrido con los Señores de Tharsis en América? Al separarse de Nicolaus Federmann se hallaban del lado Oeste de la Cordillera Oriental, a unos mil kilómetros del punto de partida y a otros trescientos de la ciudad de Quito, a la altura en que se origina el Río Napo. Era una región de páramo frío y desolado, donde soplaba un cierzo gélido que hacía crujir los dientes y se calaba hasta los huesos. Habían dado con un sendero escarpado que parecía hecho por la mano del hombre, ya que a ciertos trechos podían observarse apilamientos de piedras que hacían las veces de muros de contención para los derrumbes aluvionales de tierra, y los seguían con renovada esperanza: no imaginaban ni remotamente que aún recorrerían cinco mil kilómetros hasta llegar a destino. Todo lo que les pudo dejar Nicolaus eran diez caballos y muy pocas provisiones: con cuatro caballos alcanzaba para cargar todo, los escasos víveres, las jaulas con los pollos, y hasta las armas, ahora inútiles por no tener ni un gramo de pólvora. A la vanguardia avanzaba Lito de Tharsis, que iba montado y seguido de tres indios comprados en Coro, valiosos por lenguaraces y baqueanos; más atrás, cabalgaban los otros cinco Hombres de Piedra; y a la retaguardia, marchaba la tropa de infantería compuesta por los siete soldados catalanes, cuya fidelidad por sus amos españoles los impulsaba a seguirlos hasta la muerte; los dogos españoles, de proverbial fiereza, presidían el paso de toda la columna explorando el camino cincuenta metros adelante.

        Siete días transitaron por aquella escarpa, que ahora descendía en franco declive hacia un pequeño valle situado, no obstante, entre altas montañas. Sin saberlo, se estaban acercando a una fortaleza septentrional del imperio in-caico, que servía de Marca fronteriza con el imperio muisca: una guarnición de dos mil indios, de uno u otro imperio, se relevaban cada seis meses para ocupar aquel bastión. Al doblar un recodo, los Señores de Tharsis divisaron las murallas y el caserío de piedra, mientras se acercaban hacia allí a través de una serie de terrazas escalonadas, dispuestas inteligentemente para tal fin. Un silencio sepulcral reinaba en el lugar y no se veía movimiento alguno; la puerta carecía de resguardo y afianzaba la impresión de estar frente a una ciudadela despoblada y abandonada. Sin embargo, no bien hubieron tras-puesto la muralla, el silencio se hundió bajo un ensordecedor concierto de atroces alaridos y una lluvia de flechas comenzó a caer sobre los intrusos. Cubriendo a Violante, y seguidos por los infantes, los cinco Señores de Tharsis cargaron con la caballería sobre la masa de indios que penetraba a chorros por las puertas de la fortaleza; empero, aunque las hojas sevillanas causaban gran mortandad entre los aborígenes, su cantidad era tan grande que pronto tuvieron que retroceder hacia las casas centrales. Ante las órdenes de Lito, los Señores de Tharsis desmontaron y corrieron más que de prisa a buscar refugio.

        En una vivienda carente de defensa alguna, rodeada sólo de un tapial de dos codos de altura, se encontraban Lito de Tharsis, Violante, Roque, los dos frailes, un indio, y los cinco caballos. Por una abertura trapezoidal observaban cómo un número escalofriante de indígenas los había acorralado en una trampa sin salida. A gritos llamaron al otro Noyo, Guillermo, quien al fin respondió desde una casa contigua, adonde buscara protección con el resto de la tropa. Estaba herido en una pierna, algo que podía ser mortal debido a la ponzoña que los indios ponían en la punta de sus flechas, y avisaba que tres de los soldados habían muerto, así como los dos sirvientes indios, y dos caballos. Nadie imaginaba cómo iban a salir de tan apretada situación, cuando un brusco silencio se hizo en el bando aborigen. Los Señores de Tharsis aguzaron la vista y observaron cómo los indios se apartaban con respeto para dar paso a un personaje ataviado con telas de lana de brillantes colores y tocada su cabeza con un gorro en forma de bonete, del que colgaban plumas blancas y rojas. Venía sentado sobre una litera cargada por ocho hombres y traía en la mano un hacha de piedra; un grupo de indios, que también se distinguían por la indumentaria, y gozaban de evidente autoridad sobre los guerreros, caminaban a los costados del vehículo.

        A prudente distancia del asilo de los invasores, se detuvo la curiosa caravana y el ocupante de la litera echó pie a tierra, disponiéndose a deliberar con sus acompañantes: sin duda discutían el modo de acabar lo más pronto posible con los españoles. En eso estaban cuando tronó el grito de Lito de Tharsis y dejó a todos clavados en su sitio. Se había precipitado afuera en un instante, sin yelmo, con la rubia cabeza descubierta y la Espada Sabia, a la que quitara la cinta para exhibir la Piedra de Venus, enarbolada en alto, mientras profería con voz estruendosa:

       –¡Apachicoj Atumuruna!

        –¡Apachicoj Atumuruna!

        –¡Purihuaca Voltan guanancha unanchan huañuy!

         ¡Pucará Tharsy!

 

        Callaron sorprendidos los recién llegados, pero luego de mirarse entre ellos enseguida gritaron a su vez:

–¡Huancaquilli Aty!

–¡Huancaquilli Aty!

y luego, echándose a temblar, como presa de un escalofrío de terror, el de la litera exclamó:

        –¡Huancaquilli Aty unanchan huañuy!

        –¡Huancaquilli Aty unanchan huañuy!

        Al oír estas palabras todos los indios retrocedieron unos pasos, ensanchándose el claro formado frente al refugio de los españoles. Lito de Tharsis había regresado a la casa tan sorpresivamente como irrumpió en la escena y observaba, a buen resguardo, la reacción de los nativos.

        –¿Qué le habéis dicho? –interrogó uno de los frailes.

        –No lo sé exactamente –respondió Lito–. Son palabras que me ha dicho la Piedra de Venus en la Caverna Secreta. Creo que se refieren al sitio al que debemos ir. De pronto, tuve la convicción de que debía comunicarlas a nuestros atacantes. Y ya veis el resultado: parecen conocer su significado.

        En ese momento, la litera, con el extraño ocupante, se alejaba a paso rápido, mientras los guechas, puesto que de guerreros muiscas se trataba, se sentaban en el suelo en su gran mayoría. No dejaban de mirar hacia el refugio de los españoles ni por un instante, las lanzas y flechas prontas para atacar; y en sus inexpresivos rostros, serios y achinados, era imposible adivinar las intenciones. Lo único seguro que indicaba la actitud de los indios es que se disponían a esperar; mas, ¿esperar qué, a quién?

        Así, sitiados en las precarias casas de piedra, fueron pasando las horas sin que nada turbara la impasible vigilancia. Pero los Señores de Tharsis estaban dotados en alto grado de la virtud de la paciencia: no en vano habían hecho guardia durante 1.700 años frente a la Espada Sabia. Se sentaron, pues, a su vez, para aguardar los futuros movimientos de los sitiadores. En pocas horas oscureció sin que los indios se movieran de su sitio, aunque se distinguía tras sus filas que diversas hogueras comenzaban a encenderse: pronto un grupo de mujeres se ocupó de distribuir a cada guecha una torta de maíz y una escudilla de cerámica con un líquido humeante. La noche se hizo cerrada y los españoles decidieron descansar y vigilar por turnos. Todos consiguieron dormir pues el amanecer los encontró en la misma situación del día anterior. No obstante, aún transcurriría la mañana y parte de la tarde antes de que se notase algún cambio.

        El número de guerreros, en lugar de decrecer, había ido aumentando con el correr de las horas, y ahora prácticamente no existía sitio donde no se divisara uno de ellos: cubrían la plaza y las callejuelas que corrían entre las casas, estaban subidos en los techos, pilares y murallas, y, en fin, hasta donde alcanzaba la vista, se los podía ver en actitud expectante pero francamente hostil. Se advertía sin mucho esfuerzo que acechaban por millares, y que sería muy difícil zafar el cerco. Al promediar la tarde, los Hombres de Piedra comprobaron que algo nuevo ocurría: los guechas, se pusieron súbitamente de pie y se apartaron dificultosamente para dejar pasar a una caravana que avanzaba desde la puerta exterior de la fortaleza. Esta vez eran tres literas que llegaban; en una regresaba el enigmático personaje del día anterior; y en las otras dos, venían sentados unos hombres de facciones del todo diferentes a las de los indígenas: mientras aquéllos presentaban caracteres indudablemente asiáticos, los recién llegados mostraban los rasgos inconfundibles del hombre occidental europeo. Inclusive su tez, evidentemente bronceada por las exposiciones solares, era bastante pálida, y contrastaba notablemente con la piel amarilla de los muiscas. Empero, sus indumentarias delataban que se trataba de indígenas, de otra etnia pero indígenas al fin: vestían unos hábitos negros de lana de llama, muy semejantes a la saya de los Cátaros, y cubrían sus cabezas con bonetes negros del mismo material. Pero lo que más atrajo la atención de los Señores de Tharsis, lo más increíble, eran los escudos redondos y emplumados que portaban: en su centro, claramente visible, llevaban pintada una de las Vrunas de Navután. A su paso, arrancaron un murmullo de temor de parte de los muiscas y los españoles observaron con asombro que la mayoría de los guerreros evitaba mirarlos.

        Al detenerse, el jefe al que Lito había dirigido las palabras de la Piedra de Venus se abocó a llamar a los dos insólitos personajes que lo acompañaban. Luego de descender, los tres se aproximaron hacia la casa ocupada por los intrusos. A cierta distancia, se pararon y conferenciaron durante unos minutos; finalmente, el de la víspera, se acercó resueltamente y gritó:

–¡Huancaquilli Aty! ¡Huancaquilli Aty!

 

Lito de Tharsis vaciló un instante, en tanto todos los ojos de los Hombres de Piedra estaban clavados en él, pero enseguida salió y se enfrentó con el indio. Como la primera vez, enarbolaba ahora también la Espada Sabia. Al verlo, los dos de negro sin dudarlo, avanzaron a su encuentro. Sin embargo, su interés no radicaba en Lito sino en la Espada Sabia: ambos dijeron al unísono:

¡Coyllor Sayana! –que en quechua significa: “Piedra de la Estrella”.

       

        Desde la ventana trapezoidal, los Hombres de Piedra seguían atentamente los acontecimientos, aprestados para correr en ayuda de Lito de Tharsis. No alcanzaban a oír las palabras que pronunciaban, pero era indudable que tanto Lito como los Amautas del Bonete Negro hablaban a intervalos regulares. Transcurrieron los minutos en la misma forma, hasta que el intercambio de palabras y frases adquirió el inequívoco tono del diálogo. Al fin, el Señor de Tharsis giró y se encaminó sin problemas hacia el albergue de sus parientes; el jefe muisca, por su parte, dio una orden y de inmediato los guechas se desconcentraron sin protestar: sólo la guardia real que acompañaba a las literas se mantuvo en las cercanías de la casa.

        –¿Qué ha sucedido? –Indagó Violante sin poderse contener, apenas Lito traspuso la puerta–. ¿Habéis logrado haceros entender por los naturales?

        –Aparentemente el peligro ha pasado –afirmó Lito, cuyo semblante reflejaba aún la estupefacción que lo embargaba–. Señores de Tharsis: nos enfrentamos a un Gran Misterio. Según lo que he logrado comprender, estos seres de túnica negra nos estaban aguardando desde hace muchos meses, quizás un año o más. Las palabras que Yo he pronunciado ayer, pertenecen a una lengua más bien profana, propia del Imperio que ha conquistado Pizarro. Por eso, al principio no pudimos entendernos. Pero luego, y oíd bien lo que os voy a decir porque aunque parezca fantasía no lo es, ellos hablaron en un idioma que es exclusivo de los Amautas del Bonete Negro, especie de Iniciados del Culto a la Luna Fría, o decreciente, Aty, es decir, a la Muerte Fría; y aquí viene lo incomprensible: esa lengua, es una variante antigua del bajo alemán o del danés. Aún no lo sé con certeza por la forma bárbara en que lo hablan, pero creedme que no será difícil aprenderlo. Naturalmente, que vosotros estaréis tan sorprendidos como Yo: ¿cómo puede ser que nos estuviesen esperando, cuando sólo los Dioses sabían que vendríamos? y ¿quiénes son estos Iniciados, que en tierras tan lejanas y desconocidas hablan una lengua germánica? Por el momento no tengo las respuestas.

        –Pero ¿qué haremos ahora? –preguntó Roque.

        –Pues, parece que los Amautas del Bonete Negro deben conducirnos hacia algún sitio. Supongo que los custodios de esta fortaleza estarán con-formes con que nos vayamos cuanto antes, dado que la presencia de los nombrados no les agrada en absoluto, y las nuestras, después de la matanza que hemos hecho, no ha de caerles nada simpática. Propongo que salgamos a la plaza, y nos mantengamos lo más cerca posible de los Amautas.

        Así recogieron el equipaje, y, tomando a los caballos por la brida, fueron saliendo lentamente hacia el extenso patio donde los Amautas se hallaban esperando, acomodados en los asientos de las literas. Lito fue a la otra casa, y comprobó con pesar que el Noyo ardía de fiebre y que la pierna herida estaba gravemente hinchada. Llevándolo en sus brazos, se unió a los Hombres de Piedra y les dijo:

        –No podemos partir sin curar a Guillermo. Lavaremos su herida con agua caliente y vinagre, del cual todavía nos quedan unas gotas.

        Procedió, entonces, a solicitar agua, tratando de hacerse comprender por los Amautas, pero éstos, no bien advirtieron el estado del Noyo, dieron varias instrucciones a los muiscas y aquéllos se dedicaron a la curación: en un brasero de piedra, colocaron un recipiente con agua al que agregaron las enormes hojas de una planta muy verde; luego de hacer hervir el potaje, lavaron con su jugo, la herida, a la que cubrieron con hojas de la misma clase; y después de vendar cuidadosamente, trajeron una especie de camilla compuesta de dos largas varas y tela transversal, acostaron al Noyo, y dos guerreros de la guardia real lo cargaron rumbo a la puerta de la fortaleza: los muiscas no disimulaban la urgencia que tenían por ver a los extranjeros fuera de sus murallas.

 

 

 

 

Quincuagesimoctavo Día

 

 

 

Los Amautas iban custodiados por dieciséis guerreros que se alternaban, de a ocho, para cargar las literas. A ellos se sumaron los seis Señores de Tharsis y los cuatro catalanes sobrevivientes: al indio baqueano no se le permitió viajar y hubo que dejarlo con los muiscas. De la última escaramuza habían salvado ocho caballos y dos de los dogos españoles, además de las jaulas con los pollos de Castilla y la totalidad del equipaje.

        Seguían a los Amautas por una estrecha senda que se dirigía en línea recta hacia el Este, ascendiendo permanentemente por la Cordillera Oriental. Un día después, luego de pernoctar en una gélida caverna a 3.500 metros de altitud, ganaron la cumbre de una sierra que partía como brazo de la cadena principal. Todo indicaba que allí se iniciaría el descenso, pero los sucesos inmediatos desmentirían aquella presunción. De pronto, a la vuelta de un recodo, el camino concluyó bruscamente frente a una impenetrable pared de piedra: la montaña se levantaba ante la caravana impidiendo su paso. Cualquier europeo, en situación semejante, habría dado media vuelta y buscado otro camino que franqueara el obstáculo: eso sería lo lógico. Pero estaba visto que los Amautas del Bonete Negro, como los Señores de Tharsis, no se regían por los principios de la Lógica. Aquéllos, sin inmutarse, bajaron de sus asientos y se entregaron a unos extraños preparativos. Los Hombres de Piedra, asombrados aún por la detención, observaron con más detenimiento la pared montañosa y entonces, casi simultáneamente, comprendieron lo que ocurría: se encontraban en presencia de una entrada sellada por las Vrunas de Navután, una entrada similar a la de la Caverna Secreta del Cerro Candelaria, en la lejana Huelva. Ahora las Vrunas eran claramente perceptibles para ellos y hubiesen podido atravesar la pared en un instante, con sólo aproximarse estratégica-mente a la abertura oculta. Mas, no se les escapaba que sólo los Iniciados Hiperbóreos son capaces de efectuar aquella operación: en la Casa de Tharsis sólo unos pocos entre miles de descendientes habían conseguido hacerlo y eso les valió el ser considerados Noyos o Vrayas. ¿Qué harían entonces? ¿Dejarían abandonados a los cuatro catalanes?; y, lo más intrigante: ¿cómo pasarían aquellos rudos guerreros, que a todas luces se veía no eran Iniciados ni mucho menos?

        Las respuestas no tardarían en llegar. Uno de los Amautas tomó un recipiente de porongo y, destapándolo, procedió a dar de beber a cada uno de los guerreros de su guardia. Minutos después el brebaje había hecho efecto y los indios estaban como hipnotizados, mirando sin pestañear pero conservando el equilibrio. Evidentemente, la droga les había privado momentáneamente de la conciencia, pues los Amautas los tomaban por los hombros y los empujaban hasta las rocas de la montaña; y éstos se dejaban conducir dócilmente. Pero lo más admirable para los Señores de Tharsis era el observar cómo los Amautas introducían al guerrero en la entrada secreta y desaparecían en el interior de las enormes piedras, para regresar enseguida a buscar al siguiente.

        –¡Dioses! –exclamó Lito de Tharsis–. Si nuestra Casa hubiese poseído la fórmula de esa substancia…

        Al fin sólo quedaron los españoles de ese lado de la montaña, y los Amautas ofrecieron el porongo haciéndoles señas para que bebiesen. Los seis Hombres de Piedra desistieron de probar la droga, pero forzaron a que lo hiciesen los escépticos catalanes. Cada uno de ellos sorbió un trago y experimentó, minutos después, un efecto fulminante: cayeron al suelo profunda-mente dormidos. Hubo, así, que arrastrarlos hasta la entrada secreta, pero inexplicablemente era ahora posible introducirlos en ella.

        Aquella entrada secreta no daba, como en Huelva, a una caverna sino a un túnel de unos cien metros de longitud, en cuyo extremo surgió un nuevo motivo de sobresalto para los Señores de Tharsis. En efecto, a la salida del túnel se encontraron en medio de una calzada de piedra con murillos a los costados y perfectamente alineadas de Norte a Sur, que se perdía en la distancia hacia ambos puntos cardinales. Sobre los murillos laterales, grabados con signos del alfabeto rúnico futark, se veían a ciertos trechos inscripciones y señales.

        –No hay dudas que se trata de una lengua germánica. Empero –comentó Lito– este camino tiene todo el aspecto de haber sido construido por los Atlantes blancos. ¡Observad esas piedras! ¡la forma en que están talladas! ¡se trata de auténticos meñires, que sólo Ellos pueden haber plantado!

        La observación de Lito fue prontamente confirmada por los Amautas: cuando ellos llegaron a esas tierras, muchos siglos atrás, aquel sendero ya estaba. Pero sólo los Iniciados podían acceder a él y por eso se lo llamaba “El Camino de los Dioses”. Los invasores blancos jamás podrían hallarlo, aunque seguramente utilizarían las dos calzadas paralelas que los ingas construyeron imitando El Camino de los Dioses. Pero ellos, los dos Amautas del Bonete Negro, no deberían hablar de esos temas con los Huancaquilli pues tal misión les estaba reservada a los “Atumurunas”, que los aguardaban al final del Camino.

 

       

        La capital, Cuzco, se hallaba en el centro de las cuatro regiones en que se dividía el Imperio incaico: al Oeste, el Kontisuyu; al Este, el Antisuyu; al Norte, de donde procedían los Señores de Tharsis, estaba el Chinchasuyu; y al Sur, hacia donde se orientaba el Camino de los Dioses, se encontraba el Kollasuyu. Los dos Caminos Reales hallados por los conquistadores de Pizarro, iban de Norte a Sur, siguiendo un trazado paralelo al Camino de los Dioses: la ruta costera, nacía en Tumbes y llegaba hasta Talca, en Chile, 4.000 kilómetros después; la central, mil kilómetros más extensa, partía desde Quito y concluía en el lago Titicaca, a orillas del Río Desaguadero. El Camino de los Dioses, mucho más oriental, también terminaba su recorrido en el lago Titicaca. Pero la diferencia radicaba en que los Caminos Reales eran sendas por las que se canalizaba toda la actividad del Imperio: el Camino de los Dioses, por el contrario, era un camino secreto, sólo conocido y empleado por los Amautas del Bonete Negro, los temidos Iniciados de la Muerte Fría Atyhuañuy.

        El Camino de los Dioses mostraba un perfecto estado de conservación, rivalizando en algunos tramos de excepcional belleza con las mejores carreteras europeas: ello se conseguía por la distribución permanente de cientos de hombres a lo largo de su recorrido, quienes se encargaban del mantenimiento de la calzada, del servicio de chasqui, y del sostenimiento de los tambos que existían cada tres o cuatro leguas. Justamente, a poco de andar por el ciclópeo camino de piedra, los viajeros dieron con un tambo de amplias dimensiones: según supieron luego los Señores de Tharsis, aquellos “Tambos Grandes” se edificaban en las cercanías de las salidas laterales, y secretas, del Camino de los Dioses. El lugar estaba atendido por miembros de la misma Raza morena que servía a los Amautas; unos niños corrieron a descargar las llamas que estos traían y a conducirlas a un corral, pero demostraron gran temor por los caballos españoles, que debieron ser atendidos por los catalanes. Allí comieron las infaltables tortillas de maíz, tamales, bebieron el api caliente, y descansaron medio día. Un chasqui, entre tanto, partió a la carrera para adelantar la noticia sobre la llegada de los Señores de Tharsis.

 

        A pesar de las agotadoras jornadas, durante las cuales marchaban todo el día y sólo se detenían por las noches en los tambos más cercanos, el tiempo pasaba sin que el Camino de los Dioses pareciese terminar nunca. Y semana tras semana, el frío, el viento, y la nieve, los castigaban sin cesar, puesto que el Camino rara vez descendía por debajo de los 3.000 metros, obligándolos a estar permanentemente abrigados. Un motivo de alegría lo constituyó la rápida mejoría de Guillermo de Tharsis: dos días después de la cura la fiebre cedió notablemente y la pierna comenzó a desinflamarse; a los quince días ya podía caminar casi normalmente. Pero sesenta días después, aún se hallaban transitando por la misma carretera rectilínea, cuyos accidentes mil veces repetidos, escalones, rampas, túneles y puentes colgantes, se les antojaban ahora monótonos y aburridos. La presencia de las inscripciones rúnicas en la misma lengua germánica fue constante durante los miles de kilómetros recorridos, aunque tendía a aumentar en variedad y perfección a medida que se apoximaban a destino. Pero aquellas leyendas y señales eran evidentemente posteriores a la construcciones megalíticas que se encontraban diseminadas a lo largo del Camino de los Dioses: tales piedras exhibían el antiquísimo e inconfundible Signo de las Vrunas de Navután, de las cuales las runas sólo reflejan un simbolismo superficial.

        Una semana antes de llegar al lago Titicaca, arribaron a un tambo donde los esperaban ocho Amautas del Bonete Negro y un extraño personaje. Era éste un anciano de cabellos grises y facciones de tipo europeo nórdico, cuyos ojos celestes y piel clara confirmaban su pertenencia a la Raza Blanca. Como los dos primeros Amautas que conocieran los Señores de Tharsis, el anciano blanco y sus acompañantes sólo querían ver la Piedra de Venus. Lito de Tharsis, que interpretaba correctamente sus deseos, accedió pacientemente a ello, desenvainando la Espada Sabia y quitando la cinta del arriaz. Una exclamación de asombro y aprobación brotó de las nueve gargantas. Y recién entonces dieron muestra de reparar en los Hombres de Piedra. Todos habían desmontado y se hallaban atrás de Lito de Tharsis, admirados a su vez por la reacción de sus anfitriones. El anciano, hablando el mismo dialecto germánico que los Amautas, pero en forma mucho más clara, preguntó:

        –¿Y la Princesa? ¿Habéis traído a la Princesa?

        Semejante cuestión desconcertó a Lito, que se volvió para cruzar una mirada con sus parientes. Descubrió así los ojos de Violante de Tharsis, irreconocible como Dama bajo el hábito domínico, y súbitamente lo comprendió todo. Golpeándose la frente con la palma de la mano dijo sonriente:

        –Sin dudas os referís a mi prima Violante. Pero tenéis razón Noble Anciano: ¡Ella es una Princesa de Tharsis! –Y acto seguido bajó la capucha y dejó al descubierto el hermoso rostro de la Dama. Al verla el anciano, y los diez Amautas, sonrieron a su vez y se golpearon la frente con la palma de la mano, imitando el gesto de Lito de Tharsis.

 

        El anciano era uno de los Atumurunas, a los que las frases en quechua, pronunciadas por Lito de Tharsis habían invocado. Mas ¿quiénes eran los Atumurunas? Según respondió el anciano, que luego del recibimiento narra-do se tornó tan parco y lacónico como los Amautas, los Atumurunas pertenecían a una Familia: eran miembros de la Casa “Inga Kollman”; “Inga”, quería decir “descendiente”, vale decir, que los Atumurunas eran los “descendientes” de Kollman.

        Eso era comprensible, explicó Lito a los Hombres de Piedra, pues la partícula “ing” significa descendiente en las lenguas germánicas, como en Merovingio o Carolingio; pero ¿y quién era Kollman? El anciano se negaba a responder alegando que sus parientes se lo explicarían “cuando llegasen a Koaty, la Isla de la Luna”. ¿Dónde quedaba la “Isla de la Luna”?: “en el lago Titicaca, al que llegarían tras una semana de marcha”. “El sendero lateral que conduce desde el Camino de los Dioses hasta Cuzco hacía días que lo habían dejado atrás; ahora se encontraban en una región todavía no explorada por los españoles; pero había que apurarse pues los ‘ingas’ tenían noticias de que se preparaba una expedición hacia el Sur; los Huancaquilli blancos llegaron justo a último momento, cuando los Atumurunas ya desesperaban de que se cumpliese la advertencia de los Dioses”. Y nada más que esto se le podía sacar al anciano Atumuruna.

 

 

        Siete días después divisaban una colosal fortaleza de piedra en lo que debía ser el extremo Sur del Camino de los Dioses. El Camino, en efecto, terminaba frente a la fortaleza, y ésta, cuyas murallas tenían forma de media luna, se recortaba contra una montaña de inaudita altura. Sin embargo el Camino no estaba totalmente interrumpido: una salida secreta, sólo apta para Iniciados Hiperbóreos, permitía atravesar el obstáculo. Pernoctaron allí y fueron persuadidos por el anciano para que dejasen los animales y equipaje, ya que no podrían transportarlo a la Isla. Al día siguiente pasaron por la salida secreta, previa libación del misterioso brebaje por parte de los cuatro catalanes y los cincuenta guerreros que ahora los acompañaban: los Señores de Tharsis, en cambio, sólo tenían que situarse frente a la Piedra y escuchar las Vrunas de Navután en la Lengua de los Pájaros; ellas les indicaban qué movimientos estratégicos deberían hacer para aproximarse correctamente a la salida secreta y traspasar el Velo de la Ilusión. Del otro lado de la montaña se encontraron a sólo cinco leguas de la orilla del lago, en dirección al puerto de Carabuco. Corría entonces junio de 1535.

        Embarcar en las piraguas de totora constituyó una experiencia original para los españoles, aunque los desconfiados catalanes temían irse a pique en cualquier momento. Sin embargo, seis horas después recalaban sin problemas en la Isla de la Luna. Bajaron sobre una pequeña playa, de no más de diez pies de Castilla de ancho, bordeada por un prominente barranco de 200 varas de altura: un angosto y visible camino en zigzag permitía subir hasta la cumbre del despeñadero, desde donde se extendía la superficie habitable de la Isla. De acuerdo a las explicaciones de los Amautas, sobre la Isla Koaty existía un poblado fortificado y un Templo. Pero ellos no iban a la superficie.

        Cuando todos hubieron descendido en la playa, el Atumuruna les reveló que habrían de atravesar otra entrada secreta, que se hallaba allí mismo en la pared del barranco. Nuevamente, los Hombres de Piedra localizaron las Vrunas y los catalanes tuvieron que ser drogados. Más allá de la Ilusión del Barranco, había un penumbroso túnel, revestido íntegra-mente de bloques de piedra, que declinaba en rampa y se hundía en las entrañas de la Isla. Durante veinte minutos continuaron bajando, hasta que el túnel se estabilizó y los condujo al umbral de una puerta custodiada por dos Amautas del Bonete Negro: al ver a los recién llegados, uno de ellos golpeó un enorme gong de plata con una maza que portaba entre sus manos. Un espectáculo inusitado se ofreció de pronto ante la azorada mirada de los españoles. Comprendieron así, que se hallaban frente a una caverna de titánicas dimensiones, tan grande que todo un poblado cabía en ella: y el sonido del gong había alertado a todos los pobladores, que ahora salían masivamente de las viviendas para observarlos con curiosidad. Casi todos, notaron los Señores de Tharsis, pertenecían a la misma Raza mestiza de los Amautas. La salida del túnel daba a un pasillo elevado desde el cual se dominaba gran parte de la caverna, la que no estaba mejor iluminada que el corredor anterior: bajo sus pies se desplazaban cientos de modestas casas de piedra, separadas por calles y plazas, distinguiéndose de tanto en tanto unos edificios más grandes, que debían ser Palacios y Templos. El Atumuruna les hizo indicaciones para que lo siguieran y tomó por el pasillo, desde el cual partían de a trechos unas escaleras talladas en la roca para descender al poblado.

        El pasillo dio una curva abierta y los situó adelante de un edificio que quizá fuese el mayor de la ciudad: una amplia escalera, flanqueada por dos tigres de piedra, permitía llegar hasta él. En la puerta los aguardaban un grupo de hombres de diversas edades, pero de vestimenta y Raza semejante al anciano Atumuruna. Todos demostraban una intensa alegría por la presencia de los Señores de Tharsis, y algunos, sin poderse contener, se adelantaban y les estrechaban el antebrazo, en una especie de saludo romano. Allí se retiraron los Amautas del Bonete Negro y los Atumurunas los hicieron pasar al Palacio, a una sala semicircular con gradas que daba toda la impresión de constituir un anfiteatro o un foro. Los Hombres de Piedra debieron acomodarse en torno a una mesa central con forma de media luna, en tanto que una docena de Atumurunas se distribuían en los peldaños.

        Un anciano Atumuruna, al que llamaban Tatainga y que era muchísimo más viejo que quien los guiara hasta allí, tomó la palabra y se dirigió hacia los Señores de Tharsis:

        –Sé que hay uno de vosotros que comprende nuestra lengua sagrada. Eso me halaga enormemente. Nosotros, en cambio, no conocemos la vuestra y habréis de disculparnos por ello. Empero, sabemos sí de dónde provenís: del mismo Mundo del que vinieron nuestros Antepasados, hace ya más de seiscientos años.

        Asintió Lito de Tharsis, con un gesto, y Tatainga continuó:

        –Ahora, Huancaquillis blancos, ¿nos haréis la Gracia de mostrarnos la Piedra de la Estrella Verde?

        Extrajo, Lito, la Espada Sabia de su vaina y, quitando la cinta, expuso la Piedra de Venus a la contemplación de los Atumurunas. Un murmullo de aprobación acompañó la exhibición, pero Tatainga se aproximó para examinarla de cerca. Se volvió luego e hizo una seña a unas bellas Iniciadas que guardaban la puerta; éstas salieron y regresaron al instante trayendo una base cuadrada sobre la que descansaba un objeto, al que no se podía ver por estar cubierto por una tela blanca con guarda de esvásticas negras. Las Iniciadas depositaron su carga con gran delicadeza sobre la mesa medialunada y se retiraron a sus puestos. El anciano Atumuruna quitó, entonces, la tela y los Hombres de Piedra pudieron observar, en el colmo del asombro, una corona germánica de hierro, en la que estaba engarzada una Piedra de Venus exactamente igual a la de la Espada Sabia.

        ¡Esta es la Corona del Rey Kollman! –afirmó Tatainga con voz respetuosa.   

 

 

 

 

 

 

 

 

Quincuagesimonoveno Día

 

 

 

La historia del pueblo de los Atumurunas era notablemente parecida a la de la Casa de Tharsis. El anciano Tatainga se la refirió a los Hombres de Piedra con mucho detalle; pero Yo, Dr. Siegnagel, trataré de resumirla aquí con pocas palabras.

        Los antepasados de los Atumurunas, y la lengua que aquellos hablaban, procedían de la región de Schleswig, en el Sur de Dinamarca. En el siglo X existía allí el Reino de Skioldland, que tenía ocho siglos de antigüedad y había resistido a las huestes cristianizadoras de Carlomagno ciento cincuenta años antes. Su población, de Sangre Pura, conservaba la religión de Odín, o Navután, y había logrado preservar la Piedra de Venus, herencia de los Atlantes blancos. Por tales “herejías”, los Golen habían decretado la pena de exterminio para toda la Casa real. Contrariamente a los Señores de Tharsis, los bravos vikingos no ocultaron la Piedra de Venus, sino que la engarzaron en la Corona de sus Reyes, situación que los obligaba, cuando menos, a exhibirla en cada ceremonia de coronación de Rey, o a presentar la Corona frente a cada nuevo Señor Territorial con el cual estaban enfeudados. No obstante tal comportamiento imprudente, los skioldanos consiguieron mantenerse libres hasta los tiempos del Rey de Alemania Enrique I, el Pajarero. En el siglo X, este Rey, que era también Iniciado Hiperbóreo, derrotó al Rey de Dinamarca, Germondo, y conquistó el Schleswig; según su costumbre, estableció una marca fronteriza en la región y para tal fin nombró Margrave al Rey de Skioldland, sin importarle si sus súbditos eran o no cristianos. Pero el Reino alemán sí lo era y los Golen no tardaron en iniciar una campaña de agitación para forzar la conversión en masa de los vikingos y obligar a su Rey a entregar “los instrumentos del Culto pagano”, entre ellos la Corona con la Piedra de Venus. Sin embargo, nada consiguieron en vida de Enrique I.

        Muerto el Rey en el año 936, le sucede su hijo Otón, quien, a pesar de descender del legendario Vitikind por parte de su madre Matilde, tenía el cerebro lavado por obra de sus instructores Golen benedictinos. Otón I deseaba en un todo imitar a Carlomagno y comienza por hacerse coronar Rey en Aquisgrán, por el Arzobispo de Maguncia, a lo que seguirían luego varias expediciones a Italia para conocer a los Papas, y su investidura imperial en Roma, en el 962. La fortísima liga entre la Iglesia alemana y el Imperio, que durará hasta el exterminio de los Hohenstaufen en 1250, puede afirmarse que comienza con las extraordinarias concesiones de Otón I. Es comprensible, pues, que con semejante Emperador la suerte del pequeño Reino de Skioldland estuviese echada. En el 965, las intrigas de los Golen surten efecto y una expedición marcha sobre el Schleswig: la componen tropas imperiales al mando del General Zähringer y llevan la misión de convertir al Reino pagano al cristianismo o destruirlo, y, de cualquier modo, secuestrar la Corona real. Esta vez no hay salvación para los vikingos y es así que su Rey, Kollman, les propone abandonar ese país que pronto caerá en poder de los Demonios: –¡Odín guió a nuestros abuelos y les entregó estas tierras; y El nos manda ahora partir hacia otro Reino allende los mares!

        El setenta por ciento de la población aceptó la oferta y se hizo a la vela en 220 drakkares, pero quienes se quedaron fueron pasados a cuchillo por los enfurecidos evangelizadores. La numerosa flota cruzó el Mar Tenebroso y llegó hasta el Golfo de México. Allí, florecía la civilización de los toltecas, quienes recibieron a los vikingos como “hijos de los Dioses”, es decir, como descendientes de los Atlantes blancos.

        La Casa de Skiold era tan antigua como la de Tharsis. Pero en la misión familiar ambas Estirpes diferían notablemente: en lugar de un Fuego Frío en el Corazón, los Señores de Skiold debían profundizar en el secreto de la Agricultura Mágica hasta dar con la esencia del cereal; incorporada en la Sangre Pura, aquella esencia causaría la precipitación de una Semilla de Piedra en el Corazón de los Iniciados. Los Atlantes blancos les habían aconsejado que formasen un cuerpo permanente de Noyos y Vrayas, cuya tarea sería contemplar la Piedra de Venus y aguardar que en ella se presentase “la Señal Lítica del Valhala”: cuando ello ocurriese, sería el momento de viajar a la Morada de los Dioses. Y la Señal había aparecido, pocos días antes del ataque a Skioldland. En la Piedra de Venus, una Vraya consiguió ver un paisaje megalítico a orillas de un enorme lago: aquel lugar, decían los Dioses Leales, se hallaba más allá del Mar Tenebroso; pero hacia allí debían ir, pues un Gran Imperio sería de la Casa de Skiold por Voluntad de los Dioses. Y fue por eso que se hicieron a la mar en los 220 drakkares. En síntesis, la Casa de Skiold constituía una familia de Iniciados Hiperbóreos, y no debe extrañar que al partir, tanto el Rey Kollman, como su Reina y numerosos Noyos y Vrayas, fuesen Hombres de Piedra.

 

        A pesar de haberse impuesto sin problemas a los toltecas y de contribuir profundamente a mejorar su civilización, diez años después el pueblo de Kollman continuó viaje hacia el Sur, quedándose con los toltecas aquellos que habían cometido el “pecado racial” de aparearse con ellos. Navegarían hasta Venezuela. Marcharían luego en dirección al Oeste, atravesando Venezuela, Colombia y Ecuador, y llegarían hasta Quito, desde donde navegarían nuevamente con rumbo al Sur. Desembarcarían en Tacna, y subirían las montañas del Este, hasta ganar la meseta de Tiahuanaco y el lago Titicaca. Era ése el lugar que indicaba la Piedra de Venus.

        En Tiahuanaco los skioldanos encontraron una ciclópea ciudad de piedra a medio construir, una especie de obrador de los Atlantes blancos. Junto a las ruinas, edificaron una población que sería cabeza de un Imperio. Y en la Isla del Sol, levantaron un Templo a la Deidad local, ya que ellos mismos se habían presentado a los collas, aimaraes y otros indios, como “Hijos del Sol”. El Imperio vikingo de Tiahuanaco prosperó y se expandió hasta el siglo XIV, hasta que se desató la segunda parte del drama racial de la Casa de Skiold. En aquel siglo, en efecto, los skioldanos, a quienes ya se denominaba “Atumurunas” por su piel blanca y su predilección por la Luna Fría, habían dominado a todos los pueblos de indios que habitaban en las cercanías. Uno solo se resistía, y no por sus propios méritos sino porque los Atumurunas dudaban entre saberlos libres y lejos, o someterlos a vasallaje y tener que tratar con ellos. Ese pueblo era el de los Diaguitas, y la aprehensión de los vikingos procedía de un rechazo casi epidérmico, esencial a las costumbres y cultura de aquéllos. El caso era que, si bien la masa de indios pertenecía efectivamente a las etnias americanas, la casta noble y sacerdotal que los regía tenía origen mediterráneo o, con más precisión, provenía de Medio Oriente: en los museos de Santiago del Estero, Catamarca, Salta, Tucumán, o Tilcara, pueden verse hoy día cientos de cerámicas y torteros escritos en arameo y hebreo, que aseveran esta afirmación.

        Así es, Dr. Siegnagel. La nobleza diaguita ostentaba la más rancia prosapia hebrea y, sus Sacerdotes, se consideraban como los más celosos defensores del Pacto Cultural y del Sacrificio Uno. Profesaban un odio mortal contra los vikingos y vivían permanentemente hostilizando las fronteras del Imperio. Pero siempre se los había controlado; por lo menos hasta el fatídico año 1315. Ese año, un alzamiento generalizado de tribus diaguitas se produjo desde la Quebrada de Humauaca hasta Atacama, en Chile, sin que hubiese un motivo justificable por parte del Imperio. Las noticias que llegaban indicaban que el Gran Cacique Cari había recibido la visita de dos Enviados del Dios Uno, Berhaj y Birchaj, quienes los incitaron a la guerra contra Tiahuanaco; Ellos le aseguraron el Triunfo porque los Diaguitas, decían, pertenecían al Pueblo Elegido por El, y no podían perder. Motivados de esa forma, los feroces indígenas avanzaron irresistiblemente tras los límites del Imperio, y sitiaron Tiahuanaco. Los vikingos, finalmente, buscaron refugio en la Isla del Sol, mientras que los Atumurunas Iniciados, es decir, los Hombres de Piedra, se introducían en la Caverna Secreta Atlante de la Isla de la Luna, Koaty.

        Los vikingos nada pudieron hacer contra la Alta Estrategia aplicada por los Demonios Berhaj y Birchaj, que guiaban a los Diaguitas y acabaron cayendo en el cerco que el Enemigo cerró en torno de la Isla del Sol. Tomados prisioneros por miles, los skioldanos fueron pacientemente degollados uno por uno a manos de los Sacerdotes hebreos-diaguitas. Al llegar a esta parte del relato, el Atumuruna Tatainga señaló un relieve rúnico en la pared y preguntó:

       

        –¿“Molay”, “Quiblón”? ¿Significan algo esas palabras para Ustedes? Porque los Sacerdotes Diaguitas, cada vez que degollaban un prisionero de oreja a oreja, procurando que la sangre cayese en el lago, gritaban: –¡Por Molay! ¡Por Quiblón! Nuestros antepasados escribieron con runas esos nombres, que para ellos no tenían sentido, pues deseaban que algún día sus descendientes aclarasen el enigma.

        Los Hombres de Piedra quedaron mudos, clavados en su sitio. Pero pensaban: ¡Qué terrible es la Ilusión del Gran Engaño! ¡Qué diferente es la misma realidad vista desde otra perspectiva! Aquél, de 1315, había sido un buen año para la Casa de Tharsis: se presentó el Sr. de Venus y aprobó todo lo actuado contra los planes de la Fraternidad Blanca; la acción de la Casa de Tharsis, y del Circulus Domini Canis, causó la destrucción de la Orden del Temple; y con ellos, con la hoguera de Jacques de Molay, desapareció por el momento el peligro de la Sinarquía Universal del Pueblo Elegido. También la venida de Quiblón se retrasaría 180 años. Y en ese año los Valentininos se radicaron en Turdes. Sí; 1315 fue un año fasto que aún recordaban con simpatía los Señores de Tharsis: inclusive se llegó a decir que era uno de los mejores años en la historia de la Casa de Tharsis. ¡Y ahora comprendían que para sus hermanos skioldanos aquél fue un año nefasto, el peor de su historia! El Enemigo tomó entonces contra ellos una venganza atroz: ¡intentó extinguir su Estirpe en represalia por la destrucción de la Orden del Temple! De allí que dijeran, tras cada ejecución “–¡Por Molay, por Quiblón!–”, remedando a Charles de Tharsis, cuando decía a los Golen que iban a morir en las hogueras de Senz: “–¡Por Navután y la Sangre de Tharsis!–” ¡Malditos Golen; malditos miembros del Pueblo Elegido; malditos Bera y Birsa: una nueva cuenta para saldar en la Batalla Final!

 

        Continuaré con el relato resumido, Dr. Siegnagel. Sólo agregaré que, desde entonces, 1315 sería considerado año de luto para la Casa de Tharsis.

        Los Hombres de Piedra del linaje de Skiold permanecieron refugiados en la Isla de la Luna durante treinta y cinco años, antes de atreverse a realizar una nueva acción estratégica. En ese lapso, la vigilancia de los indios hebreos fue constante sobre el lago Titicaca, pues numerosas leyendas locales hablaban de las cavernas y túneles que los Atlantes blancos construyeran miles de años atrás: ellos sospechaban que algunos Atumurunas podrían haberse ocultado allí. Sin embargo, las Vrunas de Navután constituían un obstáculo insalvable, aún para los poderes de los Demonios Berhaj y Birchaj, seres carentes de Espíritu Increado; y casi nadie que no fuese un Iniciado Hiperbóreo volvería a ver jamás a los Atumurunas. En verdad, los sobrevivientes eran muy pocos, aunque los acompañaban un número mayor de miembros de la Raza mestiza a la que pertenecían los Amautas del Bonete Negro: esa Raza se había formado por la mezcla de la sangre vikinga y los indios que habitaban en Tiahuanaco a la llegada del Rey Kollman. Empero, no obstante el mestizaje mencionado, los vikingos trataron siempre de conservar la Sangre Pura e impusieron una ley por la cual sólo eran Nobles aquellos que descendiesen del linaje de Skiold. De ese modo, la pertenencia a la Nobleza exigía el casamiento entre integrantes de la Raza conquistadora: los mestizos, aunque eran parientes de los vikingos, quedaban excluidos de la Nobleza pero no así del derecho a participar del Misterio de la Sangre Pura. Vale decir, que los mestizos podían acceder a la Iniciación Hiperbórea, facultad que acabó dividiéndolos a su vez en Iniciados, es decir, Amautas del Bonete Negro, y Quillarunas, o sea Hombres Lunares o Pueblo de la Luna.

        Los sobreviventes de la matanza diaguita se componían de una docena de Atumurunas y un centenar de Quillarunas. Cuando creen disminuido el peligro, treinta y cinco años después, los Atumurunas deciden ocupar el Camino de los Dioses, una antiquísima ruta del Imperio Atlante que iba desde Tiahuanaco hasta el Mar Caribe. En una primera etapa, se expanden por el Camino secreto hasta la altura de Cuzco, donde existía una salida lateral hacia aquella ciudad. Es entonces que deciden enviar a dos Iniciados Atumurunas para que formen una nueva Estirpe real en los pueblos de la región de Cuzco, quienes habían sido vasallos de los vikingos de Tiahuanaco durante siglos. Uno de los Iniciados era el inga Manco Kapac, y el otro, su pareja hiperbórea, su Esposa y Hermana, Mama Ocllo. Ambos realizaron su misión y fundaron una casta que duró hasta el fin del Imperio inga, y a la cual pertenecía el Emperador Atahualpa, el inga asesinado por Pizarro. Empero, pese a los esfuerzos efectuados, pese a que los descendientes de Manco Kapac sólo se casaban entre ellos, nada pudieron hacer los ingas de Cuzco para evitar la degradación de la Sangre Pura. En un siglo ya no surgían Iniciados de la familia real y los ingas dependían de los Amautas del Bonete Negro para cualquier oficio esotérico. Mas no concluyó allí la caída de los cuzqueños: la expansión territorial del Imperio los puso en contacto con pueblos del Pacto Cultural y sufrieron la influencia de Sacerdotes que transformaron el Misterio de Viracocha, o Navután, en un mero Culto al Dios Creador. Hubo entonces “otros” Amautas, es decir, Sacerdotes que usurparon la función de los Iniciados Hiperbóreos.

        El mayor daño, en este sentido, lo produjo la llegada en el siglo XIV de un conjunto de misioneros católicos procedentes del Brasil, adonde habían desembarcado luego de cruzar el Atlántico. Los guiaba un Sacerdote de fuerte personalidad al que los indios paraguayos dieron el nombre de Pay Zumé o Pay Tumé, nombre legendario que los posteriores jesuitas de las “Misiones” identificaron con el Apóstol Santo Tomás o Santo Tomé. Los ingas, en cambio, aceptaron su prédica y la equipararon con su Dios Tunupa, uno de los Aspectos de Viracocha. Las certeras medidas que tomó para destruir la religión de los Atumurunas indican que no había arribado al Cuzco por mero azar sino que era un Enviado de la Fraternidad Blanca. Aquel Sacerdote logró imponer el culto a la Cruz, al Crucificado, a la Madre de Dios y a la Trinidad de Dios, creencias que aún se mantenían más o menos deformadas en los tiempos de la conquista española. Esto fue sin dudas nefasto para la vitalidad espiritual de los ingas, pero el mal más grande provino de la introducción del sacrificio ritual y del cambio de significado de la Apacheta.

        En la Epoca del Imperio de Tiahuanaco, un Atumuruna llamado Sinchiruca enseñó a los indios una variante del Culto del Fuego Frío. En tal Culto las piedras de la Apacheta representaban a los Grandes Antepasados, Achachila Apacheta, mientras que un peñasco especial era la Piedra Fría, la Piedra poseedora del Signo Huañuy o Signo de la Muerte. La Rumi Huañuy estaba también en el Corazón del hombre, en su Alma, y a ella permanecía encadenado el Espíritu Increado: por eso en la Ceremonia Tocanca, al escupir el acuyico de coca sobre el Rumi Huañuy, se expresaba el deseo de separación de lo anímico y lo espiritual, la transferencia de lo anímico a la Piedra. Pero, por sobre todo, la Apacheta era un altar, un “lugar alto”, consagrado a la Madre de Navután, la Diosa Ama, la Virgen de Agartha, la Diosa que entregó la Semilla del Cereal a los hombres, es decir, la Diosa que los indios conocían como Pachamama. Cuando el indio transitaba por un sendero, y llegaba a un cruce o encrucijada de caminos, depositaba una piedra en la Apacheta y dejaba su acuyico de coca, o simplemente colocaba un guijarro mojado con su saliva: la Pacha-mama, entonces, “mataba” su cansancio, “destruía” su fatiga, “quitaba” el dolor, aquello que es propio de la condición humana, vale decir, “liberaba” al Espíritu de la naturaleza anímica o animal; y “orientaba” al viajero en el Laberinto de Ilusión que reflejaba la encrucijada. Pero cuando el indio escuchaba las Vrunas de Navután, la Voz de Viracocha, en cualquier lugar que fuese, caía como fulminado y se decía que estaba apunado: entonces era el momento de levantar un altar a la Pachamama y allí mismo se depositaban las piedras de la Apacheta.

        Como dije, la Doctrina de Pay Zumé alteró el significado estratégico de la Apacheta, coincidiendo en esto con los Diaguitas hebreos, que habían introducido modificaciones semejantes en los territorios conquistados a los Atumurunas. El cambio consistió en transformar el Culto del Fuego Frío en Culto del Fuego Caliente y en identificar a la Pachamama con la Gran Madre Binah. Se convirtió de ese modo, al estilo de la decadencia romana, la Apacheta en un altar de Dioses Lares, o de un Dios Supremo, Creador del Mundo, representado por el Fuego Caliente, el Fuego Creador que nunca se extingue, el Logos Solar, el Sol. Y sobre la Apacheta reinaba ahora una Pachamama-Binah, Madre Tierra, Shakty, Matriz Creadora de las cosas; Diosa del Amor a la que convenía sacrificar para que interviniese ante su Esposo, el Creador Uno. La Apacheta perdió desde entonces su carácter estratégico y orientador hacia el Origen y fue, para los ingas de Cuzco, un objeto del Pacto Cultural, un instrumento de idolatría de los Sacerdotes de la Fraternidad Blanca, los nuevos “Amautas”.

        Tal proceso de decadencia espiritual resultó catastrófico para los Atumurunas del lago Titicaca, que igualmente no lograban preservar la Sangre Pura y se enfrentaban día a día con el peligro de la extinción racial. Su presencia se reducía ahora al ámbito del Camino de los Dioses, al que terminaron ocupando casi por completo, y a la “Ciudad de la Luna”, en la caverna secreta de la Isla de la Luna. Rara vez se hacían ver por los pobladores del Imperio de Cuzco, como no fuese para transmitir alguna información esotérica a los ingas, mas sus apariciones eran temidas, pues se los consideraba como “anunciadores de males”, “presagiadores de desastres”, etc. Sus “enviados” eran los Amautas del Bonete Negro, quienes tampoco se hacían ver demasiado e inspiraban idéntico temor.

        Conviene aclarar, Dr. Siegnagel, que una vez ocupado el Camino de los Dioses, sólo fue utilizado para desplazarse por los Amautas del Bonete Negro: los Atumurunas empleaban en cambio un sendero subterráneo que atravesaba la Cordillera de los Andes de extremo a extremo, y tenía el mismo trazado que el Camino de los Dioses, es decir, que se extendía por debajo de éste. Existían entradas secretas verticales que comunicaban el Camino de los Dioses con el túnel cordillerano, por las cuales “aparecían” los misteriosos Atumurunas. Y, según afirmaban las leyendas ingas, aquel túnel, construido por los Atlantes blancos, poseía vehículos de piedra que permitían viajar a velocidades fantásticas.

        Finalmente, dos años antes de la llegada de Francisco Pizarro a Cajamarca, la situación de los Atumurunas se tornó desesperada: sólo disponían de la Princesa Quilla para mantener la sucesión matrilineal de la Estirpe, pero no acertaban a determinar su matrimonio pues los doce Atumurunas vivientes eran todos parientes demasiado cercanos y cuyos padres y abuelos habían sido también primos y hermanos entre sí; cualquier enlace con ellos degradaría con seguridad la Sangre Pura, causaría la degeneración de los descendientes. Fue en esas circunstancias que los Noyos observaron “una Señal Lítica en la Piedra de Venus” y recibieron la visita “del Dios Küv”.

 

        La Corona del Rey Kollman descansaba desde hacía siglos sobre un altar de piedra con forma de sector circular recto: los extremos del arco exterior se unían con un arco interior en relieve, paralelo al primero, para simbolizar la imagen de la Luna en cuarto menguante; y sobre esa media luna se ubicaba la Corona Sagrada, con la Piedra de Venus enfrentando el borde circular. Los Noyos se sentaban normalmente frente a la Corona, alineando con la vista la Piedra de Venus y el vértice del ángulo recto del altar. A diferencia de lo ocurrido con los señores de Tharsis, quizá a causa de la endogamia, los doce Noyos Atumurunas fueron capaces de proyectar la Señal Lítica en la Piedra de Venus. Reconocieron así un paisaje megalítico que, si bien quedaba a miles de kilómetros del lago Titicaca, no implicaba travesías marítimas y selváticas como las protagonizadas por los Iniciados españoles. Lo que se veía, en efecto, era una réplica de las rocas del Externsteine, la montaña sagrada de los germanos situada en el bosque Teutoburger Wald. En verdad, existen varios Externsteine en el mundo, todos semejantes al de Alemania, y todos poseedores de las Vrunas de Navután. El que se observaba en la “Piedra del Valhala”, de la Corona del Rey Kollman, se encontraba cerca de la Quebrada de Humahuaca, en el actual territorio de la República Argentina, en un lugar llamado hoy día “Valle Magno”, al pie del Cerro Kâlibur. De eso los Atumurunas no abrigaban ninguna duda. Lo que faltaba determinar era ¿qué significaba esa imagen? ¿acaso tendrían que viajar hasta el Externsteine jujeño? Podría ser: cerca de allí, según afirmaba una tradición familiar, había una entrada secreta que conducía al Valhala, o K'Taagar, previo paso por la Puerta del Sur. Las respuestas las ofrecería el “Dios Küv”.

     

 

 

 

Sexagésimo Día

 

 

 

Cuando el Señor de Venus apareció por el ángulo recto del altar de piedra, los doce Atumurunas y la Princesa Quilla lo vieron simultáneamente.

        ¡Gracia y Honor, Sangre de Skiold! –saludó el Señor de Venus, expresando con su mano derecha el Bala Mudra.

        ¡Sieg Heil! –contestaron a coro los Hombres de Piedra.

        –¡Sangre de Skiold: os traigo el saludo de Wothan, el Señor de la Guerra! ¡Y también os traigo Su Palabra! ¡Prestad atención, abrid bien vuestros sentidos, porque la presente es oportunidad única, tal vez irrepetible antes de la Batalla Final! Dos veces se ha intentado destruir vuestra Estirpe: una en Skioldland y otra en la Isla del Sol. Sabéis pues que el Enemigo es implacable. Ahora os anuncio un nuevo peligro de destrucción. Pero no se trata del que a vosotros os preocupa: la extinción de la Estirpe por la falta de descendencia. Será una vez más el puñal del Sacrificador Uno quien intentará derramar la Sangre Pura de Skiold. ¡Sí, Atumurunas; el Gran Sacrificador ha abierto una Puerta por la que los hombres dormidos se arrojarán sobre vuestras gargantas! Malas y buenas noticias os traigo. Las malas consisten en que el Imperio inga de Cuzco, dividido por la mezquindad y locura de sus Reyes, será prontamente destruido por los hombres dormidos que llegarán en hordas incontenibles. Vosotros deberéis huir de Koaty para siempre: sólo actuando con decisión y rapidez, a último momento, evitaréis un tercero y definitivo intento de aniquilación de la Estirpe.

        Y he aquí las buenas nuevas: si obedecéis eficazmente mis órdenes, no sólo salvaréis la Estirpe de Skiold sino que el Señor de la Guerra os tomará en consideración para participar destacada-mente en la Batalla Final. Y éstas son mis órdenes: desde ahora no intervendréis jamás en los pleitos del Imperio, ni aún viendo cómo el Enemigo lo desintegra sin piedad. Conservaréis la calma hasta último momento. Entonces llegarán unos Enviados del Señor de la Guerra. Los reconoceréis porque traerán una Piedra semejante a la de la Corona del Rey Kollman. Con Ellos vendrá una Princesa de la Sangre más Pura de la Tierra: Ella os será confiada para que la desposéis con un Príncipe de la Casa de Skiold; su descendencia preservará la Estirpe y constituirá la raíz de un pueblo poderoso al Final de los Tiempos. Pero en retribución, Atumurunas, conservaréis Virgen a la Princesa Quilla y se la entregaréis a Ellos, para que su propia Estirpe se prolongue en la Sangre Pura de Skiold.

        Ellos vienen de un país muy lejano, aunque no tanto como aquél del que vosotros procedéis. Estarán guiados por Nosotros y tarde o temprano se aproximarán al Camino de los Dioses. Daréis instrucciones, pues, a los Amautas del Bonete Negro, para que se distribuyan en los confines del Camino y los aguarden y conduzcan a Koaty. Los Amautas deberán dar parte a los Scyris de los pueblos locales de que serán castigados con las penas más severas si causan algún daño a los Extranjeros portadores de la Piedra: ¡Hacedles saber que Ellos, al igual que vosotros, son Señores de la Muerte, Huancaquilli Huañuy!

        Estaréis preparados para evacuar Koaty apenas lleguen los Huancaquilli y hayáis intercambiado las Princesas. Vosotros iréis al Valle Grande Kâlibur, al sitio que habéis visto en la Piedra de la Corona. Allí atravesaréis la puerta secreta que conduce a un valle protegido por las Runas de Wothan, adonde forjaréis, un terrible pueblo guerrero que regresará a este Mundo en los días de la Batalla Final. Pero los Huancaquilli deben viajar más al Sur, a la Fortaleza o Pucará de Tharsy, o Thafy, donde se encuentra el Gran Meñir de Tharsy plantado por los Atlantes blancos hace miles de años. ¡Sí, Atumurunas; cuando nosotros fundamos una Estirpe, siempre plantamos Su Meñir! Y sólo con el correr de las generaciones, sólo si la Sangre se conserva Pura, los Miembros de la Estirpe se reencuentran con Su Meñir. Ello ocurre al concretarse la Misión Familiar: por eso vosotros hallaréis vuestro Meñir en el Valle Grande y los Huancaquilli encontrarán el suyo en el Valle Thafy. Y el Enemigo no podrá penetrar en las Murallas Estratégicas de los Grandes Cromlech que rodean y aíslan los Meñires Fundamentales de la Raza.

        Los Antepasados blancos, los Atlantes blancos, dejaron un pueblo al cuidado del Meñir de Tharsy, en el Tucumán: Ellos celebraban el Culto al Señor de la Guerra, al que llamaban Vultan o Voltan, en una Apacheta, o altar, junto al Meñir; purihuaca Voltan guanancha unanchan huañuy. Aquellos guardianes hace miles de años que fueron exterminados por los indios diaguitas, miembros del “Pueblo Elegido” por el Dios Creador de este Infierno, quienes todavía habitan en la región. Brindaréis, pues, una escolta a los Huancaquilli para que arriben sin peligros al antiguo Pucará del Valle Thafy, adonde habitarán también hasta los Días de la Batalla Final.

        Atumurunas de la Casa de Skiold: he dicho cuanto tenía que decir y no conviene, por motivos estratégicos, agregar nada más. Os reitero el saludo de Wothan y me despido hasta la Batalla Final. O hasta que vosotros coincidáis conmigo en otro kairos. ¡Gracia y Honor, Sangre de Skiold! –les deseó el Señor de Venus, en tanto levantaba el brazo derecho para expresar el Bala Mudra.

        ¡Sieg Heil, Gott Küv! –respondieron los Atumurunas, efectuando igualmente el bala mudra que, era el antiguo saludo secreto de la Casa de Skiold.

 

 

        Los Atumurunas cumplieron al pie de la letra las directivas del Señor de Venus. Desde ese momento, un aceitado mecanismo destinado a detectar a los viajeros se montó en el extremo Norte del Imperio ingaico. Y fue su funcionamiento, tal como relaté, lo que permitió a los Señores de Tharsis zafar el sitio muisca, que constituía una segura trampa mortal. Con la llegada de los Señores de Tharsis a Koaty, haciendo realidad los anuncios del Señor de Venus, concluía el relato de Tatainga. A continuación, Lito de Tharsis narró lo mejor que pudo la historia de la Casa de Tharsis, despertando mucho interés en los Atumurunas el conocimiento de las maniobras asesinas de los Inmortales Bera y Birsa, y la identidad y misión de Quiblón. Deberían ahora partir juntos hacia el Sur, y marchar hasta una fortaleza o Pucará, llamada Humahuaca, en la que se separarían: no se verían más en esa vida, pero se reencontrarían durante la Batalla Final, cuando el Señor de la Guerra convocase a los Hombres de Honor para luchar contra las Potencias de la Materia.

        La Princesa Quilla tenía cabellos rubios y ojos celestes, en tanto que Violante contrastaba con su cabello negro y ojos verdes; pero ambas exhibían una piel tan blanca como la nieve. Quilla ya estaba preparada para con-vertirse en esposa de uno de los Señores de Tharsis, pero la noticia de que tendría que abandonarlos por disposición de los Dioses sorprendió y entristeció a Violante de Tharsis. Sin embargo no renegó de su misión, aunque expuso claramente su descontento. De allí que los dos frailes domínicos decidiesen quedarse junto a ella y ligar su suerte a la Estirpe de Skiold: con la compañía de sus parientes, Violante podría sobrellevar mejor la separación. Pero además, Lito ordenó a los cuatro catalanes que siguiesen a su Ama y jamás la abandonasen; les dijo sin rodeos que nunca regresarían a España si cumplían tales órdenes, pero que de obedecerlas, serían tratados como integrantes de la Nobleza por el Pueblo de la Luna. Los Atumurunas deseaban llevar consigo a los catalanes y les ofrecían, por esa única vez, la posibilidad de tomar esposas de entre las Vírgenes de la Luna. A todo se avinieron los recios soldados españoles, a quienes entusiasmaba la perspectiva de convertirse en Señores de aquel pueblo misterioso y velar por la seguridad de su Reina, Violante de Tharsis.

        Llegados a un mutuo acuerdo, sólo faltaba ponerse en marcha y evacuar Koaty, dando así cumplimiento a las directivas del Dios Küv. En tales preparativos estaban, cuando los espías que permanentemente les informaban sobre la situación en el Imperio, transmitieron una noticia que los obligó a apurar la partida: el Capitán Diego de Almagro acababa de salir de Cuzco al mando de 500 hombres con dirección al Sur. Entre Francisco Pizarro y Diego de Almagro había surgido una agria disputa sobre los límites que a cada uno correspondía en el reparto del Imperio ingaico: Diego de Almagro pretendía que la Ciudad de Cuzco se encontraba comprendida en sus dominios. El astuto Pizarro consiguió dilatar la definición del conflicto persuadiendo a su socio de que existía hacia el Sur un país aún más rico que el Reino de los Ingas, un botín que tornaría carente de sentido la discusión sobre el Cuzco. Fue así que el iluso Almagro armó aquel poderoso ejército y marchó hacia el Sur dispuesto a conquistar la Ciudad de los Césares, Trapalanda o Elelín.

        El mismo pesar, acompañado de heroica resolución, que los Señores de Tharsis experimentaran al abandonar la península ibérica en el barco de los Welser, cuando la mente volaba hacia Huelva y revivía los días de gloria de la Casa de Tharsis, debían sentir entonces los Atumurunas al atravesar el lago Titicaca rumbo al puerto de Copacabana, dejando atrás la Isla Koaty donde vivieron tantos años y alcanzaron la Más Alta Sabiduría Hiperbórea. La Casa de Skiold había sido poderosa siglos antes en Tiahuanaco, hasta que la demencial venganza de la Orden de Melkisedec casi extinguiera su Estirpe: entonces, al abandonar la región para siempre, los corazones de los Atumurunas se estremecían por efecto de sentimientos encontrados. El Alma, creada y apegada a la historia y al suelo, al Tiempo y al Espacio, se desgarraba de dolor por el alejamiento definitivo del solar natal; pero el Espíritu Increado, que descubre y sostiene en la Sangre del Iniciado el Recuerdo del Origen, desbordaba cada instante anímico de dolor con la nostalgia infinita del Regreso a la Patria Primordial, a la Hiperbórea Original; y frente a la nostalgia de Hiperbórea, al deseo de abandonarlo todo y partir hacia el Origen del Espíritu, nada pueden las garras del dolor, ningún efecto tienen los apegos sentimentales a las regiones infernales y a los objetos materiales de la Tierra.

        Almagro sale de Cuzco en 1535 y a fines de Agosto, después de atravesar las hostiles altiplanicies del Sur, arriba a la meseta del Titicaca. Va pisando los talones a los Atumurunas y al Pueblo de la Luna, que a duras penas logran adelantarse a la vanguardia de los aguerridos españoles. Los fugitivos pasan por el poblado de Chuquiabo, hoy La Paz, casi sin detenerse, y sólo hacen un alto de tres días en Sucre, o ciudad de la Plata, antes de descender a los valles de la Gran Quebrada de Humahuaca. A todo esto, Almagro, que recogía a su paso la sorprendente nueva de que todo un pueblo se desplazaba en su misma dirección, apuraba las jornadas con la intención de darles alcance y conocer su destino, quizás el rico país del Sur, la Ciudad de los Césares. Lo afirmaba en esta idea el hecho de que aquel pueblo iba, según coincidían todos sus informantes, guiados por hombres blancos y barbados, semejantes a los españoles, pero magníficamente vestidos con la indumentaria de los Reyes inga. Para Almagro, era altamente probable que aquel pueblo procediese de la Ciudad del Oro y la Plata, y que hacia ella se dirigían.

        Sin embargo, jamás lograría alcanzarlos. La caravana llegó al poblado de Humahuaca con treinta días de adelanto sobre Almagro. Allí los Hombres de Piedra vertieron una terrible amenaza sobre los nativos, apoyada por demostraciones de magia de los Atumurunas, con el fin de que diesen una falsa pista a la expedición de Almagro sobre la dirección tomada por ellos: debían desviar a los españoles hacia Chile, asegurándoles que allí se encontraba la ciudad de sus sueños. Ellos, mientras tanto, tomarían por rumbos muy distintos: los Atumurunas hacia el Este, hacia el Valle Grande del Cerro Kâlibur, cerca de El Ramal jujeño; los Señores de Tharsis continuarían hacia el Sur, hacia el Pucará de Tilcara, desde donde, por oposición estratégica, podrían orientarse hacia el Pucará de Andalgalá y, desde éste, hasta el Pucará de Tharsy, su objetivo.

        En Humahuaca, pues, se separaron “para siempre” los Señores de Tharsis y los Atumurunas: volverían a encontrarse durante la Batalla Final, cuando todos regresasen al frente de sus pueblos para ajustar las cuentas a los representantes de las Potencias de la Materia, a los discípulos de la Fraternidad Blanca, al Pueblo Elegido; de la Fraternidad Blanca y de los Dioses Traidores, naturalmente, se ocuparían los Dioses Leales al Espíritu del Hombre, quizás el mismo Lúcifer en Persona. Violante y los dos frailes se confundieron en expresivos abrazos y se prodigaron de besos con Lito, Roque y Guillermo: ninguno pudo evitar que las lágrimas surcaran sus duros rostros, aunque simultáneamente reían con salvaje alegría; las órdenes de los Dioses se cumplían y eso era lo importante. Por escena semejante pasaban los Atumurunas, que debían despedir a su única pariente, la Princesa Quilla; pero ella era una ruda vikinga y no requirió la compañía de nadie; por el contrario, exigió que todos sus familiares se trasladasen cuanto antes al Externsteine del Valle Magno. Con los Señores de Tharsis, para custodiarlos y guardar el Pucará de Tharsy, irían  en cambio 50 familias del Pueblo de la Luna. Una semana después de haber llegado, y en momentos en que Almagro se hallaba en Tarija, los viajeros retomaron la marcha.

 

        Todo sucedió según lo deseaban los Señores de Tharsis. Almagro fue despistado por los Indios y perdió el rastro de los fugitivos. Luego de una infructuosa búsqueda en territorio argentino pasó a Chile, tras diez meses de penosa marcha, comprobando que en ninguna parte aparecía el rico Imperio descripto por Pizarro. En setiembre de 1536 regresó, por fin, a Cuzco, con sus tropas diezmadas y cansadas de tan inútiles travesías. Se consumaba entonces una insurrección general que había puesto sitio a Cuzco y amenazaba con reducir a desastre la conquista española. La presencia de Diego de Almagro puso en fuga a miles de indios y salvó de una muerte segura a Francisco y Hernando Pizarro, lo que no impidió que este último le aplicase el garrote en 1538, luego que perdiese la batalla de las Salinas.

 

        La custodia de los Señores de Tharsis y la Princesa Quilla se componía de 5 Amautas del Bonete Negro y 45 Quillarunas, con sus familias. Los Amautas gozaban de gran autoridad en el Imperio ingaico y por eso no hubo inconvenientes para que las guarniciones de los Pucará cumpliesen sus órdenes: todos recibieron la consigna de abandonar sus puestos y regresar a Cuzco, evitando cruzarse por el camino con los españoles ya que éstos los reducirían a la esclavitud. Y los españoles, carentes de la Sabiduría Hiperbórea, nada podrían hacer con aquellas fortalezas cuya construcción se basaba en el principio del Cerco y la Muralla Estratégica; de hecho, aunque las ocupasen militarmente, jamás podrían advertir los meñires exteriores, las piedras referenciales, que permanecerían invisibles aún cuando estuviesen parados junto a ellas. Lito de Tharsis, siempre guiado por los Amautas, dejó atrás el Pucará de Andalgalá y soportó con los suyos las heladas inclemencias de los Nevados del Aconquija: del otro lado de esa sierra se abre el Valle de Thafy. Al aproximarse al Pucará, una mirada en torno le bastó para confirmar que aquél era el lugar buscado, la imagen Lítica que la Piedra de Venus le mostrase en la Caverna Secreta de Huelva. Claramente se divisaba la fortaleza, de forma Vrúnica, y fuera de ella el cromlech, o castro, en cuyo interior se elevaba el poderoso meñir de Tharsy; al fondo, el hilo de agua de un pequeño río regaba las estériles piedras del Valle, procedente de un abra entre las montañas lejanas.

        Los recién llegados ocuparon la plaza y se abocaron a preparar una eventual Defensa Mágica: proyectarían sobre la muralla de piedra el principio del Cerco y, sobre él, plasmarían una de las Vrunas de Navután; obtendrían así la Muralla Estratégica, invulnerable frente a la Estrategia espacial y temporal de los españoles dormidos; luego realizarían la oposición estratégica contra la piedra referencial, contra el meñir de Tharsy, y toda el área se tornaría culturalmente invisible: entonces nunca podrían ser descubiertos por los hombres dormidos. ¿Cómo conseguir que tal protección fuese permanente?: practicando la Agricultura Mágica, herencia de los Atlantes blancos, en el área exterior de la Muralla Estratégica. Al germinar, crecer y madurar, las semillas cuya información genética ha sido alterada por el poder trasmutador del Espíritu Increado, no responden a su fin arquetípico, al modelo que se encuentra en el Cielo actual, sino a un Paradigma propio de otro Cielo, a un molde de otro Mundo: y ese Cielo desconocido es el que rige luego el Microclima de la Plaza Liberada, sosteniéndola fuera del alcance visual o físico del Enemigo.

        Tales precauciones no estaban de más pues, si bien Diego de Almagro no representó peligro alguno, y obtuvo el triste fin que mencioné, ocho años más tarde se presentaría otro Enemigo, quien venía con la intención manifiesta de localizar el refugio de los Señores de Tharsis. En 1543, en efecto, el Gobernador del Perú, Cristóbal Vaca de Castro, sabedor de la infructuosa persecución llevada a cabo por Almagro, decide intentar mejor suerte mediante una nueva expedición. Oficialmente, se intentará explorar y ocupar el territorio del Tucumán, pero secretamente el objetivo principal consistirá en la búsqueda de los “otros blancos” y de la Ciudad de los Césares. El hombre de confianza de Vaca de Castro es el Capitán Diego de Rojas, español de Burgos que participara en la conquista de Nicaragua y que entonces se encontraba, a la sazón, en La Plata, o Sucre. Desde 1542 hasta 1543 se prepara la expedición, que al final sólo contaría con 200 hombres, aunque bien pertrechados, y se recogen datos sobre los pueblos de la Quebrada de Humahuaca y el país del Tucumán. Rojas, al igual que Vaca de Castro, sospecha que Almagro fue engañado por los indios y que “el Rey Blanco” huyó hacia el Sur, en dirección al Tucumán. Por eso, a pesar de que, siempre “oficialmente”, envía una flota desde el Perú a aguardarlo en Chile frente al puerto de Arauco, Diego de Rojas se propone adentrarse lo más posible hacia el Sur, siguiendo el rastro de los fugitivos. Asciende así hasta la meseta del Titicaca y baja a la Quebrada de Humahuaca, debiendo sostener permanentes combates contra los indios, que han sido alertados por los Amautas del Bonete Negro sobre las intenciones conquistadoras de los españoles: los ocloyas, humahuacas, pulares, jujuyes, etc., los atacaron sin cesar durante toda la travesía de la puna jujeña. Sin embargo, consiguieron llegar a Chicoana, hoy Molinos, y allí quiso la suerte que descubriesen unas gallinas de Castilla en poder de los indios Quilmes, gallinas que habían sido obsequiadas por la Princesa Quilla, lo que determinó que el rumbo de los expedicionarios se aproximase peligrosamente al Pucará Tharsy. La presencia de las gallinas convenció a Diego de Rojas de que en aquella región habitaban “otros blancos”, tal cual lo creyera Almagro, y lo impulsó a atravesar el Valle Calchaquí a lo largo, es decir, de Norte a Sur, hasta Tolombón y luego, por Fuerte Quemado, hasta Punta de Balasto, cruzando entonces los Nevados del Aconquija para salir a la altura de Concepción del Valle Thafy. Afortunadamente, aquella ruta llevó a los españoles demasiado al Sur y no hubo necesidad de poner a prueba las defensas mágicas del Pucará de Tharsy, ahora convertido en residencia permanente de los Señores de Tharsis.

        Diego de Rojas se enfrentó valientemente a los juríes del Tucumán, sin conseguir noticia alguna sobre el “Rey Blanco”, y continuó luego su marcha errónea hacia el Sur, explorando tierras que fueron denominadas por la Raza de sus habitantes: “juríes” o Santiago del Estero; “diaguitas” o Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, San Juan, y Noroeste de Córdoba; y “comechingones” o Córdoba. A su regreso de estos estériles recorridos, a la altura de Salavina, en Santiago del Estero, el valeroso Diego de Rojas halló la muerte a causa de la ponzoña que una flecha diaguita depositó en su pierna. Tres años después de su partida, regresó aquella expedición a Perú, al mando de Nicolás de Heredia, quien no obstante la pérdida de Rojas hubo de pasar un año recorriendo el Valle de Thafy en busca de la Ciudad de los Césares.

        Pronto se realiza otro intento, en 1549, cuando Juan Núñez del Prado se dirige a Tucumán con setenta hombres, algunos de ellos Golen, entusiasmado por los relatos de varios miembros de la expedición de Rojas: tampoco hallarían la Ciudad de los Césares o el Pucará de Tharsis. Durante veinte años, desde la excursión de Diego de Rojas hasta la venida a Tucumán de Francisco de Aguirre, se realizan en vano intentos semejantes que, sin embargo, tienen la virtud de ir sembrando la región de poblados y ciudades españolas. San Miguel de Tucumán es fundada el 29 de Septiembre de 1565 por Diego de Villarroel, sobrino de Francisco Aguirre. Al igual que El Barco, hoy Santiago del Estero, San Miguel de Tucumán cambió su asentamiento original, en 1680, por obra del Gobernador Fernando Mendoza Mate de Luna y con autorización del Rey Carlos II. El progreso económico de la provincia, no basado en el oro y la plata que buscaban los primitivos exploradores sino en la explotación de la tierra y en la esclavitud de los indios, hizo olvidar muy pronto las historias de la Ciudad de los Césares y la existencia del Rey Blanco. En torno al Pucará de Tharsy surgió un poblado habitado por los descendientes de los Quillaruna, pero la fortaleza jamás fue descubierta por los españoles ni por los posteriores gobernantes criollos. En su sitio se estableció una enorme chacra, o estancia, que contenía al invisible Pucará, y que fue finalmente legalizada por los nietos de Lito de Tharsis, quienes se infiltraron en la Gobernación y compraron las capitulaciones con el buen oro inga que conservaban de su paso por Koaty. Y en el interior del cromlech, junto al meñir de Tharsy, sobre la antiquísima Apacheta de Voltan, purihuaca Voltan, descansaba la Espada Sabia aguardando la Señal Lítica de la Batalla Final.

 

 

       

       

Sexagesimoprimer Día

 

 

 

Llegamos, pues, al siglo XX, Dr. Siegnagel! Y llegamos no porque el paso implacable del tiempo nos haya conducido a él, sino porque he decidido saltear 400 años de la historia americana de nuestra Estirpe. Procederé de este modo para apurar el final de la carta, pues supongo que Ud. ha de haberse cansado de la lectura y creo que puede ya comprender el drama de la Casa de Tharsis y sacar sus propias conclusiones. Como sabe, Yo desciendo de Lito de Tharsis y de la Princesa Quilla, quienes formaron una familia que siempre permaneció en el lugar del Pucará de Tharsy, en Thafy del Valle, Provincia de Tucumán: durante esos cuatro siglos hubo muchos Noyos y Vrayas que custodiaron la Espada Sabia; Yo misma fui Vraya por diez años, los últimos cinco en compañía de mi hijo Noyo. Pues bien, Dr. Siegnagel, para acabar la narración de manera clara sólo cabe agregar una palabra sobre la reacción del Enemigo, que en estos siglos no olvidó ni por un instante a los Señores de Tharsis y a la Espada Sabia; ni tampoco a la Estirpe de Skiold.

        Al parecer, explorando pacientemente los Registros Culturales de miles de Mundos de Ilusión semejantes a éste, la Fraternidad Blanca consiguió reconstruir con bastante aproximación los pasos dados por Lito de Tharsis en América. Supo que el linaje de Skiold se había dirigido a un Valle Secreto de la Provincia de Jujuy, cuya entrada estaba sellada con las Vrunas de Navután, y que Lito de Tharsis prosiguió en cambio hacia Tucumán, perdiendo empero todo rastro de su ulterior destino. Ante tal certeza, la Orden de Melquisedec dispuso que decenas de sus mejores agentes se distribuyesen en las zonas donde pudiesen estar ocultos los Hombres de Piedra o en los sitios por donde podrían emerger en el Futuro. La Espada Sabia, y la Corona del Rey Kollman, con sus malditas Piedras de Venus, constituirían una ventaja estratégica en la Batalla Final que de ningún modo los Demonios de Chang Shambalá podrían permitir. Pero los Mundos de la Ilusión son millones y, en todos, los argumentos arquetípicos, las historias de la Historia, se desarrollan simultáneamente. Sólo en uno de tales Mundos sucede la trama que será Real al Final, cuando el Señor de la Guerra la afirme desde el Principio, según predijera el Capitán Kiev en San Félix de Caramán. La Fraternidad Blanca sabe que así ocurrirá pero no puede conocer a priori cuál será el Mundo Real de los Señores de Tharsis; y por eso, mientras tanto, se ve obligada a desplegar sus agentes infernales, sus Maestros, Sacerdotes, e Iniciados, en torno de la antigua ruta que Lito de Tharsis tomara en América; y en muchos Mundos a la Vez. Pero esta vez procurarán evitar “cometer errores”: para eso han determinado que cualquier señal de los Señores de Tharsis, o de Skiold, sea comunicada a Chang Shambalá, con el fin de que Bera y Birsa en persona se ocupen de tan vital asunto. Y así será, Dr. Siegnagel: en pleno Siglo XX, pero al igual que hace miles de años en Tharsis, los Demonios Inmortales se acercarán a los hombres despiertos para consumar su atroz venganza. Y a Ellos, como antaño, sólo los salvará la Sangre Pura, el Recuerdo del Origen que libera al Espíritu Increado. Los que tengan su Espíritu orientado quizás mueran ahora a manos de los Demonios, como Yo misma seguramente moriré; pero entonces sólo conseguirán matar el cuerpo animal en un Mundo, sólo obtendrán un pellejo vacío, vana victoria; al final, cuando sobrevenga la Batalla Final, y el Señor de la Guerra afirme la Realidad del Mundo del Espíritu, todos los que hemos muerto por la causa del Espíritu estaremos Vivos para marchar fuera del Universo de El Uno, pasando por sobre las Potencias de la Materia, mientras a nuestras espaldas se desencadena el Holocausto Final de los Demonios del Alma.

        Y así llegamos al Siglo XX, Dr. Siegnagel, rodeados por todas partes de agentes de la Fraternidad Blanca. Sin embargo, mientras la Espada Sabia o la Corona del Rey Kollman permaneciesen tras los cromlech, los Demonios no podrían relacionarlas con el Tiempo y no sabrían en qué mundo actuar. Podíamos, pues, movernos relativamente sin ser notados, pero las cosas cambiarían en los últimos años, cuando el Capitán Kiev se hiciese presente para adelantar instrucciones sobre la Batalla Final.

       

        De la Estirpe de Lito de Tharsis surgieron los troncos de varias familias que aún existen en la Argentina y en otros países. Algunas se protegían de los Golen disfrazando su origen o negando las conexiones genealógicas que las ligaban con la Casa de Tharsis, pero todas son más o menos conscientes de esta historia. Empero, esa misma distancia las alejó del Noyvrayado y de la Iniciación Hiperbórea. Fue así que en este siglo sólo los miembros de mi familia, que siempre habitaron en la Chacra de Tharsy, mantenían el Culto del Fuego Frío y custodiaban la Espada Sabia. Y en la década del sesenta, aunque la Estirpe no corría riesgo de extinguirse ni mucho menos, sólo quedaba un Iniciado Hiperbóreo capaz de llevar adelante la Estrategia de los Dioses Liberadores: Yo, Belicena Villca. Era viuda y tenía un solo hijo, al que había enviado a Buenos Aires a cursar la carrera militar, pero no vacilé en tomar el Noyvrayado cuando mi abuelo, que permanecía desde hacía treinta años junto al Meñir, falleció en 1967. Se había producido entonces una nueva situación: aunque la Estirpe poseía muchos miembros, la cadena iniciática amenazaba con cortarse inexorable-mente. Felizmente, en el 72, mi hijo Noyo regresó en mi auxilio dispuesto a recibir la Iniciación Hiperbórea y a convertirse en un auténtico Noyo, Guardián de la Espada Sabia. En cuatro meses fue preparado, de Junio a Octubre, y luego murió, y renació como Hombre de Piedra, y se situó a mi lado, frente al Meñir de Tharsy y frente a la Espada Sabia. Había solicitado la baja de las Fuerzas Armadas para consagrarse a la misión familiar, pero sus contactos con cierto grupo nacionalista, integrante de los Servicios de Inteligencia del Ejército, le impidieron dedicarse a la Guardia de manera permanente. El caso era que Noyo no deseaba renunciar a lo que consideraba una cuestión de Honor: la lucha contra la subversión marxista que en esos días agitaba el país todo y nuestra Provincia en particular.

        Por su excepcional conocimiento del terreno, y por su acertado criterio para evaluar la Estrategia del Enemigo y recoger información, él fue uno de los cerebros grises que ayudó desde las sombras a desbaratar la guerrilla comunista que pretendía hacerse fuerte en los montes tucumanos. Sus valiosos informes, comunicados a los camaradas de Buenos Aires, contribuyeron en buena medida a trazar los planes de Estado Mayor que acabaron con la amenaza guerrillera. Naturalmente, Yo me oponía a esta actividad aparente-mente ajena a la misión iniciática, pero Noyo repetía siempre que aquel movimiento subversivo en las inmediaciones del Centro Carismático era señal segura del cercano comienzo de la Batalla Final. Y no se equivocaba, como muy pronto lo vino a confirmar el Señor de Venus.

 

        Todo comenzó en 1975, en los días que el Ejército al mando del General Adel Edgardo Vilas se dedicaba a terminar con los últimos focos de la guerrilla suburbana y comenzaba la ardua tarea de desmantelar la infraestructura urbana de las organizaciones subversivas. La enérgica acción del Ejército, que ejecutaba con precisión matemática sus planes de aniquilación, le brindó a Noyo suficiente tiempo para dedicar a la misión y hacía entonces varios meses que se encontraba conmigo en el milenario cromlech. Un día, a fines de ese año, estábamos ambos profundamente concentrados, meditando sobre la Piedra de Venus y el Misterio del Fuego Frío; teníamos la vista fijada en la Espada Sabia y ninguno de los dos notó que un cambio substancial se producía en el Meñir de Tharsis, situado exactamente atrás de la Apacheta con la Espada Sabia. Una, como niebla lechosa, había invadido a la enorme Piedra que, al notar nosotros el fenómeno, ya no era posible distinguir. No obstante, poco a poco se fue plasmando, en lugar del Meñir, la imagen corpórea de un Gigante de Otro Mundo. En verdad, se trataba de un doble fenómeno, pues, en la Piedra de Venus, iba surgiendo nítidamente, también la imagen de un lugar des-conocido: era igualmente un Valle, pero en nada semejante al de Thafy que viera Lito de Tharsis cuatrocientos años antes; éste poseía dos Ríos que lo surcaban longitudinalmente, igual que los Ríos Tinto y Odiel al Valle de Tharsis, en Huelva; y en un extremo, hacia el Oeste de la figura, se podía apreciar claramente un cerro que ostentaba en su ladera la entrada a una caverna de forma vrúnica.

        ¡Gracia y Honor, Sangre de Tharsis! –dijo el Gigante, al tiempo que levantaba el brazo derecho para expresar el Bala Mudra; y ambos comprendimos que se trataba del Capitán Kiev, uno de los Señores de Venus. ¡El Capitán Kiev, quien se había despedido de nuestra Estirpe “hasta la Batalla Final”! ¿Acaso había llegado el momento, anhelado por tantos siglos, de que los Dioses acompañasen nuevamente a los hombres en su Enfrentamiento Total contra las Potencias de la Materia? Nos apresuramos a responder al saludo, aguardando con expectación Sus sabias palabras:

        –¡Salve, Vale, Capitán Kiev!

        Y el Señor de Venus se dirigió a nosotros de esta forma:

        ¡Sangre de Tharsis, os traigo el saludo de Navután, el Señor de la Guerra! ¡Y también os traigo Su Palabra! ¡Prestad atención, abrid bien vuestros sentidos porque la presente es oportunidad única, el Kairos de la Batalla Final! Como siempre ha ocurrido, y como no podría ser de otro modo dado el sitio infernal en que os halláis, soy portador de buenas y malas noticias para vosotros. Las buenas consisten en la orden del Señor de La Guerra que ahora os transmito: ¡es la Voluntad de Navután que la Espada Sabia sea transportada al sitio que habéis visto en la Piedra de Venus! Tal sitio es un Valle que se halla en las regiones del Corazón de la Argentina, muy cerca del Cerro Uritorco, el Cerro de Parsifal, donde el Señor de la Guerra, en un pasado remoto, depositó su Bastón de Mando junto a una Fortaleza construida por Guerreros Sabios que lo conocían como “Cacique Vultan”. En otro Cerro, de ese valle que habrá que localizar, se encuentra una Caverna Secreta construida por los Atlantes blancos y protegida por las Vrunas de Navután: ¡Allí debe ser llevada la Espada Sabia! Os preguntaréis por qué debe hacerse esto y os responderé que se trata de uno de los actos fundamentales de la Batalla Final: se trata, en verdad, del enlace entre los Dioses y los hombres dormidos. Los Señores de Tharsis, como los Señores de Skiold y otras Estirpes semejantes, son hombres despiertos que siempre han contado con un Misterio Revelado y una Piedra de Venus para obtener la orientación hacia el Origen y la Iniciación Hiperbórea. Incluso a vuestra Estirpe le fue encomendado iniciar de ese modo al Señor de la Voluntad y el Valor Absolutos, al Führer de la Raza Blanca. Por eso se os hará difícil imaginar a un Iniciado de la Orientación Absoluta, a un Pontífice Hiperbóreo capaz de construir en todo tiempo y lugar el puente indestructible entre lo Creado y lo Increado, entre la Ilusoria Actualidad y la Realidad del Origen. Tal Iniciado no requiere otra referencia que Sí Mismo para orientarse hacia el Origen, él es su propia “Piedra de Venus”, y no puede ser desorientado, ni engañado, ni desviado de ninguna forma de su Misión Estratégica.

        ¡Y tal Iniciado, Sangre de Tharsis, ya está en la Tierra! ¡Sí. El Señor de la Orientación Absoluta se encuentra aguardando que la Espada Sabia sea puesta en la Caverna Secreta, para conducir hacia la Piedra de Venus a los hombres dormidos, a los hombres que, no obstante su inmersión en la Ilusión, manifiestan la voluntad de liberar al Espíritu Eterno de su prisión material! ¡Si tal enlace llegase a ocurrir, el contacto entre los hombres dormidos y los Dioses, entonces, inevitablemente, habrá comenzado la Batalla Final en la Tierra!

        ¡Sí! Este Iniciado fundará una Orden de Constructores e instruirá a sus miembros en la Sabiduría Lítica de los Atlantes blancos. Luego, como os he dicho, les enseñará las técnicas necesarias para que encuentren la Piedra de Venus, aún cuando la misma se halle tras las Vrunas de Navután. Muchos serán los Elegidos que anhelarán la Piedra de Venus, la Puerta del Otro Mundo, pero sólo uno de entre ellos será Noyo. Y ese Noyo, que escuchará la Lengua de los Pájaros, será capaz de hallar la entrada de la Caverna Secreta y unirse a uno de vosotros y a la Espada Sabia. A partir de ese momento se librará la Batalla Final sobre la Tierra. ¡La orden de Navután significa, pues, que debéis aproximar la Espada Sabia al Pontífice que la está aguardando, cumpliendo así la última etapa de la Estrategia de los Dioses Liberadores!

        Sangre de Tharsis: sé que cumpliréis sin vacilar la Orden del Señor de la Guerra mas, para mejor hacer, recomiendo prestar atención a las malas noticias que os traigo. Ante todo, tened presente que el Mundo actual donde os movéis, fuera del cromlech, está bajo observación permanente por parte del Enemigo. No resultará fácil, en estas condiciones, retirar la Espada Sabia del Centro para llevarla al Valle de Avalón. Aunque la distancia en kilómetros aparente ser muy corta: en verdad, si no tomáis precauciones apropiadas, nunca podríais llegar a destino, por muy breve que sea el camino a recorrer. No bien la Espada Sabia sea puesta fuera del cromlech, su Poder distorsionador del Espacio y del Tiempo revelará al Enemigo en qué Mundo se encuentra el Mal, la Muerte del Alma, y hacia allí correrán los Demonios Inmortales para impedir el sacrilegio a la Ley de El Uno. ¡No! ¡Si no procedéis de acuerdo a la Más Alta Estrategia de la Guerra Esencial, jamás llegaréis al Valle de los Tres Picos con la Espada Sabia!

        En segundo término, y ahora os anunciaré las malas nuevas, debéis contar con que la situación se agravará a medida que transcurren los años, hasta tornarse totalmente imposible la reunión entre la Espada Sabia y la Orden de Odín. Habrá que obrar, pues, en el tiempo justo: la Orden buscará la Espada Sabia y coincidirá con Ella en el Kairos de la Batalla Final. Pero, para que esto se concrete, sólo uno de vosotros irá con la Espada al Valle de los dos Ríos; el otro no tendrá más alternativa que cubrir la retirada de su Hermano y Camarada. No disminuiré los riesgos que implica semejante táctica: quien se quede, deberá atraer sobre sí toda la atención del Enemigo, estando preparado para soportar una presión física y astral cuya intensidad supera de lejos la resistencia humana normal. Pero vosotros sois Iniciados Hiperbóreos, Hombres de Piedra, vuestro Yo se halla aislado del Alma por la Vruna de Navután, vuestro Espíritu Eterno ya vislumbra el Origen, tenéis la posibilidad de resistir y vencer. Quien de vosotros se quede, y enfrente al Enemigo, tal vez muera en este Mundo. Sin embargo su ausencia se extenderá por poco tiempo, hasta la Batalla Final.

        Os dije que la situación se agravará. Os digo ahora que ya ha comenzado a agravarse. Las fuerzas militares que apoyaban a Noyo pronto serán debilitadas por una ofensiva de la Sinarquía Internacional. En los próximos años operarán aún fuerzas patrióticas, mas carecerán de Poder Político. La guerrilla apátrida será derrotada militarmente pero la subversión sinárquica que la generó, por el contrario, acabará apoderándose del Gobierno de esta Nación, subordinando de inmediato el Poder Político al Poder Económico Internacional. Se llegará entonces a un estado de dependencia financiera irreversible entre la Nación y la Alta Banca Mundial. La conspiración apuntará a convertir a la Nación en una Colonia moderna, una Colonia cuyos colonos serán invariablemente miembros del Pueblo Elegido. ¡Sí! ¡Aunque parezca fantástico, millones de judíos planean asentarse en este suelo! Ello no es casual: la elección obedece a que se procura detener, o retrasar lo más posible, la Batalla Final, dando tiempo a la formación del Gobierno Mundial del Pueblo Elegido. Y porque el Pueblo Elegido sospecha que, de algún modo, esta Nación jugará un papel fundamental durante la Batalla Final, es que se ha decidido a ocuparla y destruirla.

        ¡En ese contexto diabólico os tocará actuar, Sangre de Tharsis! ¿Qué ocurrirá si tenéis éxito? En el mejor de los casos sucedería una triple coincidencia: aparte de encontraros con el Pontifex Maximus, el Señor de la Orientación Absoluta, causado por este mismo hecho, puede suceder que surja como un trueno la Voz del Pueblo, el Líder carismático de la Sangre Pura. En coincidencia con vosotros y el Pontífice, en el mismo momento que los hombres dormidos comienzan a despertar a la realidad del Origen que revela la Piedra de Venus, el Líder carismático sería reconocido por todos como único representante de la Función Regia y se pondría al frente de esta Nación, levantándola de entre la ruinas morales y materiales en que la hundió la conspiración sinárquica. Entonces sobrevendrían días de esplendor nunca vistos. La Nación se erigiría como una de la Potencias Espirituales de la Tierra. Los Guerreros Sabios y la Sabiduría Hiperbórea, como en los tiempos de la Atlántida, se exhibirían a la luz del día, mientras en el resto del Mundo los hombres espirituales se apresurarían a llegar hasta aquí, en tanto que la Sinarquía Universal y el Pueblo Elegido se prepararían para librar la Batalla Final. No debéis olvidar, pues, en la Estrategia a seguir, la Función del Líder carismático. ¡El será reconocido por todos y El os reconocerá! Si Os lo reclama en su momento: ¡A El debéis brindar el auxilio de la Sabiduría Hiperbórea, para que realice con éxito la misión de extremar al máximo la tensión dramática del Fin de la Historia!

        Empero, si el Líder carismático no coincide en el Kairos, y no se presenta, la Batalla Final será igualmente inevitable desde el momento que los hombres dormidos encuentren la Piedra de Venus y se reencuentren con su Origen Extraterrestre, y reclamen a los Dioses por la Liberación del Espíritu. Entonces los Dioses Leales al Espíritu del Hombre, como lo tienen decidido desde los días del hundimiento de la Atlántida, acudirán por última vez en rescate del Hombre Hiperbóreo. Y ese descenso, esa Batalla Final con-ducida por Navután, el Señor de la Guerra, y supervisada por Ama, la Virgen de Agartha, señalará el Final de la Fraternidad Blanca y de su infernal Morada Solar, la Llave Kâlachakra de Chang Shambalá.

        Resumiendo, vuestra misión consistirá en transportar la Espada Sabia a la Caverna Secreta, en el Valle sobre el Soto. La Epoca se presenta como la menos propicia para ejecutar tal operación, y por eso habréis de desarrollar tácticas separadas: uno de vosotros llevará la Espada Sabia, en tanto que el otro servirá de señuelo para distraer la atención del Enemigo. Quien realice lo primero, deberá emplear con maestría la Vía de la Oposición Estratégica para desplazarse con su valiosa carga. Vale decir, que primero dispondrá de una alforja con un surtido suficiente de lapis oppositionis, o sea, de piedras arquetípicamente indeterminadas, de piedras poseedoras de una dimensión ilimitada, infinita, obtenida por la plasmación del Signo del Origen que vosotros proyectaréis sobre ellas. El Iniciado que tal haga, se moverá sobre un camino estratégico, impredecible para el Enemigo, aún cuando El sepa que La Piedra de Venus se está desplazando entre los Mundos de Ilusión. Irá siempre aislado por el Arquémona Vrúnico Infinito, y colocará, tras cada tramo de distancia estratégica del Laberinto, un lapis oppositionis en el camino: dejará así un obstáculo in-salvable para el Enemigo, una Piedra de Tropiezo y Desviación, una prueba del Infinito Actual del Espíritu Eterno. El Principio Increado del obstáculo, del lapis oppositionis, causará el desconcierto absoluto del Enemigo: frente a él no hay referencia posible, todos los Mundos se confunden, la Ilusión se torna Uno. Y mientras que el Enemigo se recupera, e intenta localizar el rastro, el Iniciado Hiperbóreo avanzará en oposición a las Potencias de la Materia un nuevo meandro del Laberinto, situando entonces otro lapis oppositionis tras de sí. Sólo así, si se mueve en oposición estratégica, y cuenta con el concurso de otro Iniciado que se des-place simultáneamente hacia una dirección diferente, atrayendo sobre sí el interés del Enemigo, conseguirá llevar la Espada Sabia al Valle de la Candelaria.

        El segundo Iniciado Hiperbóreo también llevará algunos lapis oppositionis, pero los irá plantando en distancias más extensas, dando tiempo al Enemigo para que siga su rastro y crea que la maniobra es llevada a cabo por un solo Hombre de Piedra, al que tarde o temprano se conseguirá capturar. Por supuesto que si ello ocurre, si el Enemigo logra apoderarse del Segundo Iniciado, la operación estará cumplida de todos modos, pero nadie lo salvará de las represalias de los Demonios Inmortales. Estos son los riesgos que habréis de correr para cumplir con la orden del Señor de la Guerra. ¡A vosotros os toca decidir quién llevará la Espada Sabia y quién distraerá al Enemigo, y descubrir la oportunidad, el kairos, para actuar!

        Señores de Tharsis: He dicho cuanto tenía que decir y no conviene, por motivos estratégicos, agregar nada más. Os reitero el saludo de Navután y me despido hasta la próxima coincidencia en el Kairos de la Batalla Final. ¡Gracia y Honor, Sangre de Tharsis! –nos deseó nuevamente el Señor de Venus, levantando el brazo derecho para expresar el Bala Mudra.

        –¡Salve, Capitán Kiev! –respondimos, practicando también el Bala Mudra, que siempre fue el saludo secreto de la Casa de Tharsis.

 

       

 

 

                             Sexagesimosegundo Día

 

 

 

La niebla se había disipado y estábamos nuevamente frente al Meñir de Tharsy. Ambos nos miramos con la interrogación pintada en el rostro, conscientes de que afrontábamos el mismo dilema. ¿Quién respondería a la orden de transportar la Espada Sabia al Valle de Córdoba? ¿Y quién asumiría la misión suicida de distraer al Enemigo? Para mí la cuestión no ofrecía dudas: Yo me ocuparía de la táctica de distracción. Pero supuse, y supuse bien, que Noyo se opondría a esa decisión: él, me decía, estaba mejor dotado para ofrecer al Enemigo la mayor resistencia; jamás se rendiría. Yo debería viajar con la Espada Sabia mientras él desviaba tras sus pasos la atención del Enemigo.

        Mucho me costó, Dr. Siegnagel, persuadirlo de que mi plan era estratégicamente superior. Y lo era porque el mismo no apuntaba solamente a poner a buen resguardo la Espada Sabia sino que contemplaba la muy probable posibilidad de que el Señor de la Orientación Absoluta y su Orden de Constructores Sabios requiriesen también el apoyo de la Sabiduría Hiperbórea de la Casa de Tharsis, especialmente la valiosa experiencia recogida en milenios de luchar contra las Potencias de la Materia: ¿quién conocía mejor que los Señores de Tharsis la conspiración sinárquica de los Golen, hoy afirmados en todas las Iglesias Cristianas, y su modo de actuar? ¿y sobre Bera y Birsa? ¿quién tiene más derecho que los Señores de Tharsis para descubrir sus sentencias de exterminio? Según mi criterio, que al final se impuso, sería Noyo quien localizaría la Caverna Secreta y se instalaría en ella como Noyo de la Piedra de Venus, manteniendo la Custodia hasta el día en que el Pontífice Hiperbóreo construyese el puente metafísico y un Noyo de su Orden de Constructores se lanzase por él para conectarse con los Dioses Liberadores.

        Puestos de acuerdo sobre quién ejecutaría cada rol, nos abocamos a planificar la Estrategia particular que nos permitiría cumplir con las órdenes de los Dioses. La Estrategia ideal, según convinimos, consistiría en crear un clima caótico en torno a la Chacra de Tafí, dando lugar a situaciones lógicamente impredecibles que favoreciesen nuestra operación. Así, en medio de una situación de alto valor estratégico para nosotros, pero totalmente ajena a tales fines para cualquier observador extraño a la Casa de Tharsis, Noyo se filtraría sorpresivamente con la Espada Sabia y emprendería el camino hacia la Caverna Secreta. Simultáneamente, Yo me desplazaría en sentido contrario, ostensiblemente, para distraer al Enemigo. Sería rápida-mente detectada, pero el riesgo estaba calculado: lo importante era ganar tiempo, durar lo suficiente como para que Noyo llegase al Valle de Córdoba. Con estos propósitos, preparamos al detalle todas las fases de la empresa.

        Dieciocho meses después, en Abril de 1977, ya disponíamos de todo lo necesario y nos hallábamos ajustando los pasos finales. Teníamos las dos alforjas con las piedras indeterminadas, los lapis oppositionis, aptos para practicar la oposición estratégica. Y todo estaba listo para crear el clima de caos que las circunstancias requerían. Esto se lograría con la colaboración involuntaria del Ejército. Me explico mejor: para sistematizar la lucha contra la guerrilla, el Ejército había dividido al país en seis Zonas; la zona III comprendía a las Provincias de Córdoba, La Rioja, Catamarca, Salta, Jujuy, Santiago del Estero y Tucumán; en Tucumán, la subzona 113 abarcaba la región de nuestra Chacra y a su mando se encontraba el Capitán Diego Fernández, fiel Camarada de mi hijo. En combinación con éste, Noyo consiguió que se montase un gigantesco operativo de rastrillaje y cerrojo, en la subzona de Tafí del Valle, para mediados del mes de Abril de 1977: el objetivo de la operación procuraba aniquilar a una columna del E.R.P., Ejército Revolucionario del Pueblo, que actuaba en la subzona contando con el apoyo de algunos pobladores pertenecientes al P.R.T., Partido Revolucionario de los Trabajadores. En esa noche negra para los comunistas, el Ejército obtendría varias horas de zona libre, durante las cuales se interrumpiría el sumistro eléctrico, y sus comandos se desplegarían en toda la ciudad de Tafí del Valle y pueblos aledaños a fin de capturar a los subversivos. Irían sobre blancos seguros, verdaderos agentes de la subversión y combatientes irregulares, la mayoría de los cuales habían sido señalados por Noyo. Fue por eso que Noyo solicitó como cobertura táctica que se allanase nuestro domicilio y se simulase su detención: “eso alejaría las sospechas del Enemigo”, alegó. Cuando todo estuvo listo para la acción, se acordó que Diego Fernández en persona se ocuparía de su falsa captura, con el fin de evitar los imponderables o confusiones que pudiesen surgir si intervenían otros militares y así asegurar su inmediata libertad. Libertad que Noyo aprovecharía para desaparecer “por un tiempo”.

        Naturalmente, nada de esto ocurriría pues Noyo partiría con la Espada Sabia dispuesto a no regresar jamás a Tafí del Valle; pero eso no lo sabían sus Camaradas del Ejército. De acuerdo a la particular metodología represiva que empleaban las Fuerzas Armadas en la lucha antisubversiva, nunca utilizaban órdenes de allanamiento o siquiera daban parte a la Justicia en las redadas nocturnas del tipo que llevaron a cabo en Tafí del Valle: los sospechosos eran simplemente secuestrados, pasando en adelante a revistar en la aún más sospechosa categoría de “desaparecido”. De ese modo, al día siguiente de la redada, Noyo figuraba como uno de los “200 desaparecidos de Tafí del Valle”. Para comenzar a representar entonces mi papel, Yo me apersoné en los Tribunales y presenté el inútil habeas corpus, junto con los restantes familiares de los desaparecidos. El recurso legal, como era ya costumbre, fue rechazado, puesto que los Jueces compartían la metodología oficial o bien temían engrosar ellos también la fatídica lista de desaparecidos. Y sucedió así que, al no poseer una respuesta oficial razonable sobre el paradero de mi hijo, empecé a moverme por mi cuenta, al principio de manera muy lenta y disimulada, pero luego, al valerme de la oposición estratégica, más rápidamente, hasta desaparecer por completo.

        Para desesperación del Enemigo, que pronto estuvo sobre mi pista, solía esfumarme por completo, en determinado sitio, y aparecer como “por arte de magia”, en lugares a veces muy distantes. Avanzaba y volvía sobre mis pasos, desconcertando permanentemente a quienes me vigilaban; ora estaba en Jujuy, ora en Tafí del Valle; luego en Bolivia y luego nuevamente en Tucumán, en cuestión de horas, si es que el tiempo sirve de alguna referencia en la guerra mágica que había emprendido. Además, el Enemigo era incapaz de determinar el Mundo en que me hallaba en todo momento: si tropezaba con un lapis oppositionis, por ejemplo, podía ocurrir que al seguir por el camino que supuestamente Yo habría tomado se encontrase con un Tafí del Valle en el que jamás había habitado la familia Villca; o con una Belicena Villca que nunca se había casado ni tenido hijos; o con un Mundo en el que no se libraba la lucha antisubversiva; etc. Pero, no obstante, Yo me dejaba detectar nuevamente para atraer al Enemigo, cada vez con más violencia, sobre mí y conseguir el efecto de distracción buscado. A todo esto, Noyo avanzaría tranquilo hacia el Valle de Córdoba.

 

        Durante uno de los regresos sorpresivos a Tucumán, Segundo, el indio descendiente del Pueblo de la Luna que nos sirve de Mayordomo en la Chacra, me informó que el Capitán Diego Fernández deseaba localizarme antes de partir de la Zona III, puesto que le habían conferido un nuevo destino. Le llamé por teléfono al Regimiento y arreglamos una cita en el parque del Dique El Cadillal. Allí se suscitó el siguiente diálogo:

        –Buen día, Señora –saludó el Capitán.

        –Igualmente –respondí lacónicamente.

        –Ud. y su hijo, mi buen Camarada Noyo, me tienen muy preocupado, Señora Belicena. Tendría que decirme Ud. dónde se halla. O advertirle a él que se ponga de inmediato en contacto con nosotros. Las cosas han cambiado mucho en estos años y es urgente que él esté al tanto de los acontecimientos.

        Me encogí de hombros por toda respuesta, dispuesta a no negar ni confirmar nada, pero atenta a la información que pudiese obtener del Oficial: Yo también me encontraba “en operaciones”, ejecutando una maniobra tremendamente peligrosa de una Guerra Esencial que aquel soldado no podía ni soñar; y la disciplina propia de esta Guerra exigía desconfiar de todos y de Todo, aún del Camarada de mi hijo: todos los hombres no Iniciados podrían ser traicionados por su Alma, dominados anímicamente y convertidos en un instrumento del Demiurgo Jehová Satanás. Yo no podía correr ningún riesgo innecesario. Sin embargo, Dr. Siegnagel, viendo las cosas a la distancia, puedo asegurarle hoy que el Capitán Diego Fernández era sincero en cuanto decía, y que Noyo no se había equivocado al confiar en él.

        Comprobando que Yo nada decía, el Capitán continuó con energía:

        –Debería conceder más importancia a mis palabras, Señora Belicena. Creo que está Ud. informada de que la desaparición de su hijo fue simulada: Yo conduje el Grupo de Tareas que allanó su Chacra y lo llevó detenido; y Yo fui quien le permitió huir pocas horas después. El era uno de nuestros agentes secretos, además de Oficial del Ejército en Retiro, y el caso quedó bien documentado en el área de Inteligencia: existe mi informe al Coman-dante G-2 sobre lo ocurrido esa noche y, además, están los documentos previos a la operación, donde consta que Noyo era uno de los nuestros. La desaparición era necesaria para brindar cobertura táctica a su posición, pero no había por qué exagerar las cosas prolongando innecesariamente la ausencia. Señora Belicena: él ya debería haber regresado hace bastante tiempo, o comunicado con nosotros; no le ocultaré que ahora su situación se ha complicado de manera increíble. ¡Ud. misma, Señora Belicena, está corriendo peligro mortal con su asombrosa decisión de iniciar una búsqueda personal de su hijo desaparecido! ¿No comprende que con tal actitud se coloca en el bando de los subversivos, que puede ser señalada abiertamente como tal?

        Frente a la expresión inmutable de mi rostro, suspiró el Capitán y prosiguió con sus advertencias:

        –No crea Ud. que todos conocen la suerte corrida esa noche por su hijo. La verdad sólo la saben un grupo de Oficiales de Inteligencia. Pero ellos no han hablado, ni pueden hablar, porque si lo hiciesen expondrían a Noyo a una muerte segura a manos de las organizaciones subversivas, ya que incluso nuestro Servicio de Inteligencia está infiltrado por ellas. Pero Ud., con sus absurdos actos, ha caído bajo el ojo de otros Servicios de Inteligencia, e incluso es vigilada y seguida por miembros de nuestra propia fuerza que ignoran la verdad de los hechos. Y observe Ud. ahora qué endiablada trama se ha formado: si guardamos silencio para proteger a Noyo, nuestro Camarada, arriesgamos la vida de su madre, pues de continuar la confusión nadie sabe qué medidas podrían tomar los restantes Grupos de Tareas que reprimen en el Norte; y si hablamos, salvamos a su madre pero descubrimos peligrosamente la función de Noyo, lo que requerirá, al final, de una verdadera desaparición para lograr recuperar la seguridad perdida, quizá un cambio permanente de identidad, o la radicación prolongada en otro país ¿Comprende ahora el problema, Señora Belicena? Queremos saber qué hacer pues, lo que hagamos, debemos realizarlo pronto, con urgencia, como le dije antes, ya que las cosas han cambiado desfavorablemente para los que profesamos la ideología nacionalsocialista, entre los que se cuenta, desde luego, el Camarada Noyo.

        Sí. Entonces me dispuse a darle una respuesta concreta al Capitán. Su elocuencia me había permitido evaluar la situación desde otro punto de vista y comprendía que sería catastrófico para nuestra Estrategia que los Camaradas de Noyo aclarasen la situación y revelasen lo sucedido la noche de su desaparición. Yo venía afirmando invariablemente, en cuanta ocasión se me presentaba y ante cualquier público, que mi hijo Noyo “había sido asesinado por las Fuerzas de Represión”: el Enemigo no podía comprobarlo con certeza ni negarlo, por cuanto en esos días existían miles de casos semejantes, de personas que desaparecían como Noyo sin dejar rastros. Pero una Piedra de Venus se había movido, según percibían los Dioses Traidores, y simultáneamente comenzaba mi desplazamiento errático por los distintos Mundos del Norte Argentino y otros países de Sud América: y ello sólo se podía tratar de una Estrategia contra los planes de la Fraternidad Blanca, Estrategia que los Demonios esperaban contrarrestar desde cuatrocientos años antes. Hasta el momento así lo habían creído pues ignoraban total-mente la maniobra de Noyo. Empero, todo se derrumbaría si los militares aclaraban el caso y el Enemigo se enteraba de lo sucedido luego del secuestro: sin abandonar mi persecución, reorientarían la búsqueda hacia Noyo y pondrían en peligro el objetivo estratégico de su misión. Tenía que evitar, pues, que los militares hablasen. Mas bien, tenía que ganar tiempo, porque de las palabras del Capitán se infería que la urgencia se debía a un cambio que luego tornaría imposible cualquier aclaración. Seguramente, sería el cambio político anunciado por el Capitán Kiev, el que sumiría a la Nación en la ruina económica y moral, y la pondría atada y amordazada en manos de la Sinarquía Internacional.

        Tratando de disipar la preocupación del Capitán sobre mi suerte o el estado de Noyo, le respondí, súbitamente locuaz:     

        –Experimentan ustedes temores infundados por lo que me pueda pasar o sobre el futuro de Noyo –afirmé–. Ciertamente que he exagerado mi papel, ahora lo veo claro –mentí– y le prometo que a partir de hoy cesaré de representarlo. En cuanto a Noyo, le aseguro que se encuentra bien aunque ignoro su paradero. El se comunica conmigo a través de un buzón secreto y no vacilaré en escribirle inmediatamente sobre todo lo que Ud. me ha dicho: habrá que esperar un tiempo, pero estoy persuadida que al saber que se lo requiere con urgencia no tardará en aparecer. Así, pues, le sugiero no innovar en la situación y aguardar el resultado de estas medidas. No obstante, me agradaría saber algo concreto acerca de los cambios desfavorables para nuestra causa que me ha mencionado, a fin de fundamentarle a Noyo la importancia de la convocatoria.

        –Veo que es Ud. razonable, Señora Belicena –se esperanzó el Capitán– y por eso le suministraré la información que me solicita. La cuestión es muy simple: las fuerzas nacionalistas y patriotas que se habían movilizado en defensa de la Nación, han sido traicionadas desde la cúpula del Gobierno. Los Jefes máximos de las Fuerzas Armadas han pactado con las organizaciones ocultas partidarias del Gobierno Mundial y han decidido entregar el país para un saqueo financiero que destruirá las bases económicas de la sociedad. Mientras este siniestro plan se elaboraba y llevaba a cabo, las únicas fuerzas nacionales capaces de reaccionar fueron entretenidas en una estéril lucha contra organizaciones insurgentes cuyos auténticos cabecillas jamás dieron la cara. Con esto se consiguió sólo desprestigiar a las Fuerzas Armadas y neutralizar su futura reacción. Hemos vencido militarmente pero seremos inexorablemente derrotados en el terreno político, ya que los problemas económicos que surgirán de la política monetarista y sinárquica que desarrolla el Gobierno causarán que la sociedad olvide el objetivo honorable de nuestra lucha y nos acuse de la miseria subsiguiente, una realidad que los obsesionará porque tocará diariamente sus bolsillos y sus estómagos. –El Capitán Fernández se hallaba evidentemente inspirado y, por momentos, me recordaba a las palabras del Capitán Kiev. Estábamos entonces a fines de 1979, sólo dos años después de su aparición en el Cromlech de Tafí del Valle, y no sólo sus anuncios se estaban cumpliendo al pie de la letra, sino que existían mentes esclarecidas capaces de comprender la realidad y descubrir también los planes del Enemigo.

        –Pero esto no es todo –prosiguió el Capitán Fernández–. Lo más grave es que, concluida la lucha antisubversiva en el terreno militar, único campo en el que se nos permitió intervenir, el Gobierno considera que los grupos nacionalistas de las Fuerzas Armadas representan un peligro potencial para los planes sinárquicos y ha decretado su inapelable destrucción. Y esta ofensiva ya ha comenzado con la selección ideológica de los mejores expertos en lucha antisubversiva de los Servicios de Inteligencia, su aislación con vistas a presentes y futuras purgas, e inclusive con su asesinato, ejecutado por miembros de Servicios Secretos extranjeros convocados especialmente para tal efecto. Así, poco a poco, han surgido grupos sinárquicos en los Servicios de Inteligencia, con personal entrenado, o directamente a su servicio, por agentes de Israel (del Mossad o el Shin Beth); de E.E.U.U. (la C.I.A o el F.B.I.); de Inglaterra (el MI-5, MI-6, I.S.); de la Unión Soviética (K.G.B., G.R.U.) etc. Y son estas organizaciones las que la están persiguiendo a Ud. Señora Belicena. Es por eso que urge aclarar las cosas mientras podamos, pues es probable que a muy breve plazo nuestros Camaradas sean completamente neutralizados y radiados del Servicio activo, para después ser vendidos vilmente a las mismas fuerzas subversivas contra las que combatimos durante años. Creemos que el Gobierno planea transferir el Poder a políticos socialdemócratas o socialistas, que permitirán a la izquierda adquirir la libertad y el poder suficiente como para destruir a las reservas morales de la Nación, que estaban especialmente concentradas en las Fuerzas Armadas. Sin embargo estos hombres, que en el fondo son cipayos al servicio de la Sinarquía, mantendrán la política económica monetarista liberal que someterá a la Nación a la dependencia moral y a la disolución social. En el mismo caso que Yo, que soy retirado sin explicaciones de la lucha anticomunista, con la evidente intención de ser pasado a retiro en poco tiempo, o algo peor, se encuentran mis restantes Camaradas. Se impone pues la necesidad de actuar ahora o correr el riesgo de que la situación de Noyo no sea aclarada nunca o que pueda ser Ud. atacada por alguno de los nuevos grupos de Inteligencia que actúan ya con total impunidad y repugnante falta de honor, y que habitualmente persiguen y ejecutan a personas de antecedentes nacionalistas antes que a los conocidos agentes de la subversión marxista. Espero haber sido claro, Señora Belicena, y consiga establecer un pronto contacto con el camarada Noyo, de quien requerimos también, en esta hora clave, su valioso asesoramiento estratégico.

        –Ha sido Ud. extremadamente claro, Capitán Fernández –aseguré– y tenga la seguridad que transmitiré textualmente sus palabras a mi hijo Noyo, quien descuento que no vacilará en acudir hacia ustedes.

        Y así concluyó aquella conversación con el Capitán Diego Fernández, quien partió dispuesto a aguardar, y hacer aguardar a sus Camaradas, toda posible declaración sobre el desaparecido de Tafí del Valle.

        El resto de la historia ya es conocida por Ud., Dr. Siegnagel. Yo, lejos de cumplir lo prometido al Capitán Diego Fernández, continué realizando movimientos estratégicos en el Norte Argentino, en Bolivia y en Perú. Recorrí en varias oportunidades la ruta de Lito de Tharsis y los Atumurunas, consciente de que ello despertaría aún más el interés de la Fraternidad blanca y la afirmaría en la certeza de que era portadora de la Espada Sabia. Es por eso, también, que tomaba el camino de Tatainga en Jujuy y me dirijía a las proximidades del Cerro Kâlibur. En dos oportunidades, inclusive, descendí al Valle grande y contemplé el Externsteine, aunque sin atreverme a atravesar la Puerta Vrúnica. Pues bien, fue durante una de estas excursiones que caí en una celada Golen e ingerí el veneno que debilitó mi voluntad y me impidió seguir desarrollando la Estrategia. Luego fui rápidamente capturada por un comando del Shin Beth, integrado por Rabinos Iniciados en la Alta Cábala, Sacerdotes que habían contemplado en Israel el Sepher Icheh y conocían todo lo referente al Holocausto de Fuego. Pertenecían, tal como lo anticipara el Capitán Fernández, a un Servicio de Inteligencia paralelo, que contaba con miembros en los Servicios del Ejército, Marina, Fuerza Aérea, Policía Federal, Secretaría de Seguridad de Estado, Ministerio de Defensa, etc. Su poder de movilización era entonces absoluto.

        Yo me encontraba descansando momentáneamente en una mísera posada del pueblo Kâlypampa, que se halla frente al Parque Nacional del mismo nombre, junto al Cerro Kâlibur. Allí me fue suministrada la droga, mezclada en un pote de melaza de caña que ofrecieron para endulzar el café. El efecto que instantáneamente produjo en mi cuerpo de Iniciada Hiperbórea fue indescriptible, siendo improbable que Ud. pueda siquiera imaginarlo, pues desconoce cómo se comporta una mente capaz de poseer conciencia en varios Mundos a la vez. Lo más que le diré es que la droga, una forma perfecta de miel arquetípica de abejas, produjo un acelerado proceso de fortalecimiento anímico, una formidable inyección de energía para la voluntad instintiva del Alma, que en los Iniciados Hiperbóreos se halla habitualmente dominada por la irresistible voluntad del Espíritu Increado. Y esa evolución súbita del Alma causó como una degradación sanguínea, como un debilitamiento del Símbolo del Origen, presente en la sangre Pura, y como una actualización del cuerpo físico, que perdió así su capacidad de moverse independientemente del Tiempo y sincronizó todos sus relojes biológicos con el tiempo de este Mundo. Quedé, pues, presa del con-texto cultural, sujeta a la realidad de aquel pueblito de Jujuy. Naturalmente intenté huir de todos modos: los lapis oppositionis ya no me servían porque había perdido la orientación externa hacia el Origen y me resultaba imposible practicar la oposición estratégica. Pero no llegué muy lejos. Antes de salir de la Provincia ya estaba en manos de los agentes del Shin Beth. Estos me condujeron al Monasterio Franciscano de Nuestra Señora del Milagro, en Salvador de Jujuy, donde la mayoría de los curas parecían estar bajo sus órdenes. En una sórdida mazmorra, de los tiempos de la colonia, fui sometida a un refinado interrogatorio durante el cual se me administraron diferentes tipos de drogas. Las preguntas eran pocas y exactas; siempre las mismas: ¿Dónde estaba la Piedra Extraterrestre? ¿Qué había pasado con mi hijo Noyo? ¿Hacia dónde me dirigía? ¿Cuáles eran mis órdenes? ¿Tenía algún contacto terrestre, un Iniciado que compartiera la operación, u obraba por mi cuenta?

        Abreviando, Dr. Siegnagel, creo que acabé por confesar casi todo, imposibilitada de resistir el efecto de las drogas que me impedían hasta la representación del Signo de la Muerte, con lo que hubiese podido, en otra ocasión, haber desencarnado allí mismo. De todos modos Noyo ya estaba a salvo en la Caverna Secreta: eso lo presentía desde hacía tiempo y había recibido señales confirmadoras de los Dioses. ¡Yo caía, pero la Estrategia triunfaba!¡La orden del Señor de la Guerra se había cumplido impecablemente y nada, de parte de la Casa de Tharsis, impediría la Batalla Final! Sólo faltaba ahora que el Pontífice Hiperbóreo, el Señor de la Orientación Absoluta y su Orden de Constructores Sabios, hallasen la Espada Sabia: y eso quedaba totalmente fuera de nuestras manos.

        Como comprenderá, estas reflexiones pertenecen al presente. En aquel terrible momento, cuando mi voluntad resultaba impotente para dominar la lengua, una angustia inenarrable me embargaba: estaba siendo humillada en mi dignidad de Iniciada Hiperbórea y sentía como una traición, como una falta de honor imperdonable, la involuntaria confesión que me estaban arrancando. A pesar de que la posibilidad de aquel final ya fuera contemplado por nosotros. Pero en esos momentos Yo sólo quería morir, a pesar de que los malditos Rabinos nada deseaban más que conservarme con vida: apenas si fui torturada físicamente, pues toda su acción se concentró en doblegar y destruir mi estructura psíquica. No iban a matarme, y esto me lo dijeron claramente, porque mi cuerpo era intocable, como el de Rudolph Hess. Sí, Dr. Siegnagel: Yo estaba reservada para un Sacrificio Ritual que efectuarían Bera y Birsa en persona.

 

 

 

 

 

Sexagesimotercer Día

 

 

 

Se interrogará Ud., Dr. Siegnagel, ¿cómo fue que mis captores me enviaron al Hospital Dr. Patrón Isla, de la Ciudad de Salta? La respuesta es tristemente sencilla, no muy difícil de imaginar. Los Agentes Infernales, que conocían el secreto de sus drogas sobre el cuerpo humano, sabían que a mí me resultaría imposible huir de cualquier lugar: la voluntad de resistir estaba completamente enervada y, como dije, había perdido totalmente la orientación externa. No podría moverme del sitio en que estuviera, esto lo tenían bien claro. Pero entonces Yo había decidido morir.

        Lo explicaré mejor: si bien Ellos habían quebrado mi voluntad de librarme externamente, Yo comprobaba a cada instante que conservaba intactas las facultades espirituales interiores. La voluntad de mi Espíritu, Dr., no estaba quebrada en el reducido ámbito de la conciencia. Quizás Ellos destruyeran parte de la estructura psíquica, pero el daño sólo podía reducirse al campo del Alma o al cerebro físico, es decir, al terreno exclusiva-mente material. Desde luego, Ellos no podían saber con exactitud qué había ocurrido con el Espíritu Eterno porque los Iniciados de la Fraternidad Blanca carecen de capacidad para percibir a los Seres Increados; pero consideraban un triunfo de sus técnicas de lavado de cerebro el comprobar que Ya no existían manifestaciones espirituales. Concretamente, se referían al “Yo”, la manifestación del Espíritu, como un piloto indicador del estado del prisionero: si el tratamiento culminaba con la desintegración del Yo, ello significaba que un proceso irreversible impediría el re-encadenamiento espiritual. Aunque el Símbolo del Origen continuase presente en la Sangre Pura, la destrucción de la estructura psíquica tornaba imposible que el Yo se pudiese concentrar nuevamente en la esfera de conciencia. Pero en mi caso esto no había ocurrido. Como comprenderá, Ellos esperaban que la ingestión de las psicodrogas diese por resultado un estado de esquizofrenia aguda, esperanza que en mi caso se vio reforzada por las confesiones que habían logrado arrancarme. Mas la verdadera situación consistía en que todo cuanto consiguieron obtener en el interrogatorio no era voluntario ni involuntario sino mecánico: sus drogas actuaron sobre el sujeto consciente del Alma, no sobre el Yo, y lo forzaron a volcar el contenido de la formidable memoria racial de los Señores de Tharsis, una cualidad propia de la especialización biológica de mi familia con la que presumiblemente los Rabinos no estaban habituados a tratar. Creyeron así que mi Yo estaba fragmentado o desintegrado y que jamás volvería a producirse un estado de conciencia espiritual estable: la confesión demostraba, para Ellos, la fractura irreversible de la voluntad espiritual.

        Pero aquella confesión era sólo una estúpida traición del alma, cuyo sujeto leía los contenidos de las memorias psíquicas. En una esfera profunda, la voluntad de mi Yo resistió en todo momento la violación sin poder impedir que los contenidos mnémicos se exteriorizacen mecánicamente: surgieron entonces, para deleite de los Rabinos, los recuerdos que las memorias conservaban sobre la Estrategia propia y su ejecución. Se enteraron de lo ocurrido con Noyo y partieron en el acto sobre sus pasos, suponiendo dejar tras de sí un despojo humano. Sin embargo, está visto que, como siempre, no les resultaría tan sencillo acabar con los Señores de Tharsis.

        ¿Qué había ocurrido? Pues, que Yo alcancé a comprender qué con-secuencias se esperaban del lavado de cerebro y atiné a simular con gran convicción la demencia esquizofrénica prevista por Ellos. Finalmente, con-vencidos de que mi locura no tenía remedio, decidieron evacuarme del comprometido Monasterio Franciscano e internarme momentáneamente, hasta la llegada de Bera y Birsa, en un Hospital Neuropsiquiátrico. Para eso tenían que “legalizarme”, es decir, concederme el status jurídico de prisionera política, a fin de obtener el asentamiento burocrático en el Hospital y aventar toda futura investigación. Comenzaron entonces por convocar a un tal “Coronel Víctor Perez”, militar de raza hebrea que trabajaba para el Shin Beth. Este tomó a su cargo el caso y elaboró un expediente inflado de falsedades, en el que constaba la supuesta actividad subversiva de mi hijo Noyo y el apoyo que Yo le brindaría, tanto a él como a la organización en la que militaba. Fraguó la descripción de las circunstancias de la detención, los interrogatorios y el tenor de las confesiones; y obtuvo de un Médico militar el diagnóstico de demencia y de un Juez la orden de internación en el Hospital Neuropsiquiátrico Dr. Javier Patrón Isla. Y de este modo llegué hasta aquí, Dr. Arturo Siegnagel. Pero entonces Yo había decidido morir.

        Sí, estimado Dr. En esos días, mi único deseo era morir con Honor, suicidarme antes de caer en las garras fatales de Bera y Birsa, quitarles a los Malditos Inmortales el placer de su venganza, el cumplimiento de la sentencia de exterminio que trataban de ejecutar desde la Epoca de los Reyes iberos. Sólo necesitaba una mínima recuperación física y un pequeño descuido de la vigilancia médica para quitarme la vida por cualquier medio. Sin dudas, Dr., que ésto hubiese podido hacerlo sin problemas en todo este tiempo que llevo internada. Huir ya no representaba salida para mí sin orientación externa y, de todos modos, la misión estaba realizada: Noyo guardaba en la Caverna Secreta de Córdoba la Espada Sabia; y aunque Yo no pudiese encontrarlo, aunque quisiera, la orden del Señor de la Guerra se había cumplido y eso era lo importante. Entonces, morir no representaba más que un pequeño intervalo hasta la Batalla Final: iría astralmente a K'Taagar y regresaría pronto, para ajustar las cuentas al Enemigo del Espíritu Eterno. Mientras tanto, eludiría la última persecución de Bera y Birsa. Este era mi pensamiento al llegar aquí, Dr. Siegnagel.

        Empero, algo me hizo cambiar de idea no bien llegué; y fue por eso que, a pesar de que continué simulando estar demente, inicié la redacción de esta extensa carta. Para ser clara, “ese algo” por el cual troqué mis intenciones suicidas fue Ud., Dr. Siegnagel. En verdad, apenas le vi, comprendí que tenía Ud. manifestado en alto grado el Símbolo del Origen; pero aprecié también que era inconsciente de ello, que desconocía hasta en sus menores detalles la Sabiduría Hiperbórea: es Ud. un Hombre de Sangre Pura, Dr. Siegnagel. Pero la memoria de la Sangre se halla bloqueada por su Alma. No conoce Ud. la existencia de su Espíritu Eterno ni sabe cómo orientarse hacia el Origen. Padece de una amnesia metafísica que es producto de la Edad Oscura en que actualmente vivimos, propia del encantamiento con que las Potencias de la Materia sumen al hombre en el Gran Engaño, característica de la decadencia espiritual del hombre y de su atracción por la cultura materialista: en fin, es Ud., Dr. Siegnagel, un hombre dormido. Pero es un Hombre. Un ser dotado de Espíritu Increado que puede despertar. Su presencia aquí, en este oscuro nosocomio, la he tomado como una señal de los Dioses, como un mensaje del Señor de la Guerra y del Capitán Kiev, tal vez como una revelación del Pontifex, Señor de la Orientación Absoluta. Al verlo, Dr., comprendí a qué se refería el Capitán Kiev cuando anunciaba que “hombres dormidos restablecerían el nexo antiguo con los Dioses”: tales hombres dormidos son, sin dudas, semejantes a Ud. Lo tienen todo en la Sangre Pura, pero en forma potencial: sólo requieren la Iniciación Hiperbórea para que esa potencia racial se desarrolle y aflore en la conciencia. Y la Iniciación Hiperbórea, Dr. Siegnagel, hoy por hoy, sólo es capaz de concederla en esta parte del mundo el Pontifex Maximus de la Orden de Odín, el Señor de la Orientación Absoluta, o los Constructores Sabios que lo secundan. Para transmitirle esta verdad fue que cambié mi decisión de morir voluntariamente. Debe tener presente, Dr. Siegnagel, el punto de vista ético de los Señores de Tharsis: para la Estrategia de liberación espiritual de los Dioses Leales al Espíritu del Hombre, implica mucho más Honor el que Yo trate de despertarle a Ud. que el suicidio para huir de las infames represalias de los Demonios Inmortales. ¿Acaso ese castigo, la posibilidad de ese terrible final, no estaba previsto de entrada en la Estrategia sugerida por el Capitán Kiev?

        Sí. Decidí despertarle, o al menos intentarlo, ¿pero cómo? No hablan-do con Ud. pues un prejuicio profesional le hubiese impedido dar crédito a las palabras de una enferma mental. Tal vez escribiendo nuestra historia en una carta, como la presente, pero no se me escapaba que me encontraría en situación semejante: su incredulidad sería también inevitable. No obstante existe la posibilidad de que un hecho concreto, ajeno a mí pero suficientemente efectivo, torne consciente la historia de la Casa de Tharsis: y ese hecho no puede ser otro más que mi propia muerte a manos de los Inmortales Bera y Birsa. Vale decir, debo conseguir que los Demonios Golen dejen suficientes rastros de su inmenso poder como para convencerle a Ud. de que en algún grado la historia narrada en la carta es verdadera; y debo lograr que la carta llegue a sus manos después de mi muerte. Es lo que intentaré hacer, Dr. Siegnagel. Por lo pronto, ya he concluido la carta y he comenzado, desde hace tiempo, a realizar la Estrategia que creo dará los resultados esperados: con los últimos restos de mi voluntad graciosa luciférica, he tratado de dirigirme telepáticamente hacia Chang Shambalá, hacia los miembros de la Orden de Melquisedec, y he desafiado a los Demonios Inmortales. Los he desafiado en nombre de la Casa de Tharsis, que es la más grande ofensa para su infernal orgullo, y ahora espero, no sin temor, la respuesta de Bera y Birsa. Ya los siento, Dr. Arturo Siegnagel, avanzando entre los Mundos de Ilusión, aproximándose ciegos de odio hacia mi humilde celda, salvando el Espacio y el Tiempo, dislocando la Realidad, Pachachutquiy, Pachachutquiy.

 

 

 

 

Sexagesimocuarto Día

 

 

 

Este será mi último día con vida, Dr. Siegnagel, estoy segura de ello. En pocas horas entregaré esta carta a la Enfermera que he sobornado, para que se la haga llegar después de mi muerte. Sólo me queda tiempo para solicitarle el favor postrero que le había mencionado el Primer Día y ofrecerle algunas recomendaciones.

        En primer lugar, quiero pedirle, Dr., que intente localizar a mi hijo Noyo. Sé que, después de cuanto Ud. ha leído en esta carta sobre la Sa-biduría Hiperbórea, las técnicas de la oposición estratégica de la Sabiduría Lítica, y el carácter de la misión emprendida por Noyo, le parecerá poco menos que imposible cumplir este pedido. Pero es que no le exijo que vaya directamente tras sus pasos, lo que sería descabellado, sino le ruego trate de hallar a la Orden de Constructores Sabios del Señor de la Orientación Absoluta: Ellos lo pondrán en la dirección justa. Además le concederán la Iniciación Hiperbórea, le despertarán, y le incluirán en la Estrategia de la Batalla Final. Y, lo descuento, mucho le agradecerán el hacerles conocer esta carta. Si no me he equivocado con Ud., si su Sangre es Pura y presiente Ud. la Nostalgia del Origen, sé que no vacilará en cumplir mi postrer deseo.

        En segundo término, si algún día llega a conocer a mi hijo, quiero que le narre la última parte de esta historia, que le haga saber que he muerto segura del triunfo de la Causa del Espíritu, que he visto con claridad el Final de la Historia y la inminencia de la Batalla Final. No crea que requiero esto por sentimentalismo, por un tonto interés en tranquilizar a mi hijo: he tratado de liberarlo a Ud. por todos los medios a mi alcance y, si Ud. responde y despierta, llegará de todos modos a ver al Noyo Guardián de la Espada Sabia. Entonces, como un favor especial, en recuerdo de Belicena Villca, quien le reveló a Ud. el Camino, le dará mi mensaje. Conozco perfectamente la conducta que debe sostener la madre de un Guerrero Sabio. Una madre hiperbórea, es siempre Hija de la Gran Madre Ama y no puede, así, ser esclava de la Materia, de la Madre Tierra, de la Shakti, de Binah, es decir, no puede sucumbir al instinto maternal, ciego e irresponsable. ¡Oh Madre Pura Ama, Virgen de Agartha, he escuchado tu Voz!:

 

                                    “Mis Hijos,

                                    los Hombres de Piedra,

                                    son Guerreros Sabios,

                                    y nada debe aplacar su Furor.

                                    Destruido será

                                    el Indigno de Espíritu.

                                    El Cobarde, el Traidor,

                                    y maldita la Matriz que los Forjó.

                                    Mi Semilla de Piedra

                                    enciende el Fuego Frío

                                    en el Corazón.

                                    Llenos de Ira,

                                    cargados de Valor,

                                    marchan a la Batalla Final

                                    los Guerreros del A-mort.

                                    Y la Madre del Espíritu,

                                    y las madres del dolor,

                                    expresan la Gracia y la Alegría

                                    si Ellos mueren con Honor.”

 

        Así habla tu Voz, Celosa Madre Ama, y no seré Yo quien te contradiga. Mi hijo es tu Guerrero, y su Destino, Tu Voluntad. En nada afecto su Valor enviando mi último saludo con el médico hiperbóreo, pues si él llega hasta Noyo, también será entonces un Guerrero sabio.

       

       

        Y ahora vamos a las recomendaciones: Dr. Siegnagel, no puedo dejar de advertirle que el “Secreto Mortal” guardado por nosotros entraña un terrible peligro, extensible a todo aquel que intervenga en su protección. Supongo que no sabrá por dónde comenzar la búsqueda. Pues bien, para empezar vaya a Tafí del Valle, a la vieja Chacra familiar; allí vive Segundo, el indio que solía visitarme, quien le aclarará muchas cosas prácticas, aunque no tantas como Ud. podrá desear. El le dará algo del oro de los ingas, que aún queda, para afrontar los gastos que surjan, pero deberá ser muy cauto al reducirlo. ¡Manejar oro es siempre peligroso!

 

        Recuerde que embarcada en un movimiento semejante al que Ud. emprenderá fui descubierta por los Demonios de la Fraternidad Blanca y, por medio de su Ciencia Maldita, llevada a la locura con la que Ud. me conoció. Sólo pude salir de ese estado de alucinación gracias a los restos de mi voluntad graciosa luciférica, como dije, y a la ayuda tranquilizante de la planta ayu huasca que me traía Segundo. Pero la lucidez sólo me duraba algunas horas, que aproveché para escribir esta carta, ya que no se trataba de un antídoto totalmente eficaz. La droga de los Demonios permite la hipnosis a la distancia, pero la enredadera ayu huasca, o caapi, posee un alcaloide que me sacaba transitoriamente de su control: así pude completar el presente manuscrito y desafiarlos en sus Infernales Moradas, y es por eso que ellos no tardarán en venir a ejecutarme.

       

 

        Hasta siempre Dr. Siegnagel. Quisiera que esta carta la leyera con los Ojos del Espíritu. Mis mejores deseos van para Ud. cumpla o no mi pedido, crea o no en lo que aquí he narrado. Si se decide a complacerme, significará que es Ud. un Kshatriya y entonces nos volveremos a ver en el Valhala o durante la Batalla Final. Que Navután lo Guíe y Frya lo A-me.

 

                                                                                                                                                                                                                  Siempre suya, Belicena Villca.