Sabiduría Hiperbórea | Quinta Domínica | Volver al principio |
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LIBRO SEGUNDO
2° Parte
Trigesimoséptimo Día
Nos acercamos,
Estimado Dr. Siegnagel, al desenlace de la historia de Felipe IV, es decir, al momento en que fracasan los planes de la
Fraternidad Blanca, desarrollados durante los setecientos años anteriores por
los Golen.
Ya
indiqué por dónde habría de comenzar la Estrategia del Rey iniciado: Ocupación del espacio real y Cercado. A continuación se debía
eliminar el enemigo interno para salvaguardar la Mística nacional, que es el
efectivo campo de acción de la Función Regia. Los conceptos de la Sabiduría
Hiperbórea que he expuesto en los últimos Días, y que de manera análoga fueron
asimilados por Felipe IV en el Siglo XIII, permitían acceder a un punto de vista estratégico
diferente, desde el cual los actos de su reinado adquirían su verdadero
sentido. Felipe IV recibe la Corona
de Francia en 1285: hereda de Felipe III, en ese momento,
el desastre militar de la Cruzada contra Aragón y la obligación contraída por
el Reino de investir a su hermano Carlos con las Coronas de Pedro III. Pero a Felipe IV no interesa
continuar la contienda y sólo se limita a parar los golpes de audacia de los aragoneses, que, envalentonados con
sus triunfos, realizan periódicas incursiones y desembarcos en territorio francés.
La paz de Tarascón, concertada en 1291, y el tratado de Anagni de 1295, ponen término
a la desafortunada campaña y eclipsan la esperanza papal Golen de acabar con la
influencia de las Casas de Suabia y Aragón sobre los asuntos de Italia.
¿A
qué se debió aquel cambio político de la Casa de Francia? A la aplicación del
principio del Cerco y a la comprensión de la verdadera naturaleza del Enemigo:
Felipe IV, aunque los aragoneses, al igual que todos en su
tiempo, tardasen en advertirlo, era más gibelino que Pedro III; jamás podría ser Aragón el enemigo esencial de un
Rey de la Sangre Pura como Felipe el Hermoso: a lo sumo sería un caballeresco
adversario, otra Nación luchando por imponer su Mística. Por eso Aragón no
figuraba en la lista de los seis enemigos principales del Reino de Francia.
Al
aplicar el principio del Cerco, Felipe IV determina
inmediatamente las fronteras estratégicas de Francia: hacia el Este, el país
termina en la orilla del Rin; hacia el Norte, en el Océano Atlántico y el Canal
de la Mancha; y rumbo al Oeste, los Pirineos señalaban el límite del Reino de
Aragón. Para Felipe IV, y para sus
instructores Domini Canis, era
estratégicamente erróneo intentar expandirse a costa de Aragón, una Nación
dotada de poderosa Mística, sin haber aplicado previamente el principio de la
Ocupación en el territorio propio: de allí el fracaso de la Cruzada. En
consecuencia, dedicaría un gran esfuerzo diplomático a pactar la paz con Aragón,
cosa que efectivamente lograría, como se adelantó, en un Congreso celebrado en
Anagni en 1295. Con las manos libres, el Rey acometería la empresa de expulsar
a los ingleses del territorio francés.
La
Guyena era la provincia de Francia más extensa después del Languedoc; de su
capital, Burdeos, procedía Bertrand de Got, un Señor del Perro que fue Papa
bajo el nombre de Clemente V y de quien se
hablará más adelante. Pero aquel enorme Ducado se encontraba en poder de
Eduardo I Plantagenet desde
1252, aunque rodeado por los Condados franceses de Poitou, Guyena y Gascuña, y
el Reino de Navarra, cuyo Rey era también Felipe IV. La oportunidad de ocupar las plazas inglesas de
Guyena la brindaría un conflicto entre marinos ingleses y normandos en el
puerto de Bayona en 1292. Los Corsarios ingleses se apoderaron de una
escuadrilla francesa y saquearon La Rochele: nada más necesitaba el francés
para tomar numerosas plazas fuertes y castillos e intentar cerrar el cerco. Dos
años después, Inglaterra y Francia estaban trabadas en una guerra naval
encarnizada.
La guerra contra el Enemigo exterior inglés no
sólo significaba un cambio de frente de la política francesa sino que además
aportaba un buen pretexto para iniciar la reforma administrativa del Reino.
Esta reforma, largamente planeada por los legistas Domini Canis, debía comenzar necesariamente con la separación financiera de la Iglesia y
el Estado: esencialmente, habría que controlar las rentas eclesiásticas, que
habitualmente se giraban a Roma fuera de toda fiscalización. Paralelamente, se
sancionaría un sistema impositivo que asegurase la continuidad de las rentas
reales. El pretexto consistía en la autorización que los Papas habían
con-cedido a Felipe III y Felipe IV para gravar con un
diezmo las rentas de la Iglesia de Francia a fin de costear la Cruzada contra
Aragón: si bien en 1295 la paz con Aragón estaba concertada, un año antes
estallaba la guerra con Inglaterra dando ocasión a Felipe de proseguir con las exacciones.
Aquello no era legal; sin embargo pronto lo sería merced a una ley real de
fines de 1295 que imponía al clero de Francia la contribución forzosa de un “impuesto
de guerra” sobre sus rentas.
Antes
de ver la reacción de la Iglesia Golen, merece un comentario aparte la actitud
que había asumido el Papa Golen Martín IV cuando puso en
entredicho los Reinos de Pedro III: en ella se
aprecia claramente el gran odio que alimentaba hacia la Casa de Suabia. El caso
es que aquel imponente ejército, que Felipe III llevó hasta
Cataluña, no sólo se financió con el diezmo de la Iglesia de Francia: Martín IV suspendió la Cruzada que por entonces planeaba
Eduardo I de Inglaterra a Tierra Santa, para derivar contra Aragón
el diezmo del clero inglés. Pero además gastó íntegras las sumas con que Cerdeña,
Hungría, Suecia, Dinamarca, Eslavonia y Polonia, habían contribuido para
auxiliar a los Cristianos de Palestina. Esperando vanamente los socorros de
Europa, las plazas de Oriente no tardarían en caer en poder de los sarracenos:
en 1291, San Juan de Acre, el último bastión cristiano, cedía frente al Emir de
Egipto Melik-el-Ascraf. De esta manera, dos siglos después de la primer
Cruzada, y dejando ríos de sangre tras de sí, concluía la existencia del Reino
Cristiano de Jerusalén. La Orden del Temple, sin la necesidad ya de simular el
sostenimiento del “ejército de Oriente”, quedaba libre para dedicarse a su
verdadera misión: afirmarse como la primera potencia financiera de Europa,
mantener una milicia de Caballeros como base de un futuro ejército europeo único,
y propiciar la destrucción de las monarquías en favor del Gobierno Mundial y la
Sinarquía del Pueblo Elegido.
Luego
de las muertes de Martín IV y Felipe III, el Papa Honorio IV prosiguió otorgando
diezmos a Felipe el Hermoso con la esperanza de que éste diese cumplimiento a
la Cruzada contra Aragón. Igual criterio adoptaría Nicolás IV, desde 1288 hasta 1292, que era partidario de los
angevinos pese a pertenecer a una familia gibelina; no obstante, favoreció a la
familia Colonna, nombrando Cardenal a Pedro Colonna; fundó la Universidad de
Montpellier, donde enseñaría leyes Guillermo de Nogaret; y puso bajo la
jurisdicción directa del Trono de San Pedro a la Orden de los Franciscanos
menores; la caída de San Juan de Acre le produjo gran consternación y publicó
una Cruzada para enviar socorro a los Cristianos e intentar la reconquista; se
encontraba trazando esos planes cuando falleció a causa de una epidemia que
diezmó la ciudad de Roma. Al morir aquel Papa, que representaba una alentadora
promesa en los proyectos del Rey de Francia, los Cardenales huyeron en su mayoría
hacia Rieti, en Perusa, dejando abandonada la Santa Sede por más de dos años:
durante ese intérvalo el solio pontificio quedaría vacante. Aparentemente, los doce Cardenales, seis roma-nos,
cuatro italianos, y dos franceses, no lograban ponerse de acuerdo para elegir a
un nuevo Papa, pero, en realidad, la demora obedecía a una hábil maniobra de
Felipe IV y los Señores del Perro.
Los
Golen habían favorecido la presencia francesa en Italia porque tenían a la Casa
de Francia por incondicionalmente güelfa: jamás previeron que de su seno saldría
un Rey gibelino. Tal confianza se vio recompensada en principio por la terrible
represión que Carlos de Anjou descargó sobre el partido gibelino y los miembros
de la Casa de Suabia. Y estos “servicios” tuvieron el efecto de aumentar la
influencia francesa en los asuntos de Roma. Felipe IV sabría aprovecharse de esa situación para preparar
secretamente la resurreción del partido gibelino. Sus principales aliados serían
los miembros de la familia Colonna, y el cardenal Hugo Aicilin, quienes se
comunicaban con él por medio de Pierre de Paroi, Prior de Chaise, que era Señor
del Perro y agente secreto francés: a todos se les habían ofertado ricos
Condados franceses a cambio de apoyo en el Sacro Colegio. El apoyo consistía,
desde luego, en impedir que fuese elegido un Papa Golen o, en el mejor de los
casos, nombrar un domínico.
La de los Colonna era una familia de
nobles romanos que durante varios siglos tuvieron mucho peso en el Gobierno de
Roma y en la Iglesia Católica. Poseían una serie de Señoríos en la región montañosa
que va desde Roma a Nápoles, de suerte que casi todos los caminos hacia el Sur
de Italia pasaban por sus tierras. En esos días, había dos Cardenales Colonna:
el anciano Jacobo Colonna, patrono de la Orden de los Franciscanos
Espirituales, y su sobrino, Pedro Colonna. El hermano mayor de Pedro, Juan
Colonna, en el mismo período, fue Senador y Gobernador de Roma. Ocioso es decir
que esta familia constituía un Clan poderoso, que formaba partido con otros Señores,
Caballeros y Obispos; tal partido se hallaba enfrentado, con mucha fuerza,
contra el segundo Clan importante, el de los Orsini o Ursinos, quienes eran
decididamente güelfos y estaban controlados por los Golen. Ambos grupos
dominaban a los restantes Cardenales que debían decidir en la elección papal;
hasta ese momento, las posiciones se hallaban empatadas, optando los Colonna
por trabar todos los intentos de los Golen y proponer, a su vez, a miembros de
su propio Clan.
Pero la Iglesia Católica era en esa
Epoca, una organización extendida por todo el Orbe, poseedora de miles de
Iglesias y Señoríos vasallos que canalizaban hacia Roma cuantiosas sumas de
dinero y valiosas mercancías; su administración no podía quedar mucho tiempo a
la deriva. Así las cosas, luego de dos años y tres meses de discusiones, la
situación se tornó lo suficientemente insostenible como para exigir la elección
sin más dilaciones. Entonces, visto que no iba a surgir acuerdo para nombrar
Papa alguno de los Cardenales presentes, se conviene en designar a un no
purpurado. Los dos grupos piensan en un testaferro, un Papa débil cuya voluntad
pueda ser dirigida en secreto. Y entonces, el 5 de Julio de 1294, se alcanza la
unanimidad de los votos, optando todos por Pedro de Murrone, un Santo ermitaño
de ochenta y cinco años que vivía retirado en una caverna de los Abruzos.
Los Franciscanos Espirituales, dirigidos
por Jacobo Colonna, habían retomado la antigua tradición monástica inspirados
en la Regla de San Francisco y en la visión apocalíptica de Joaquín de Fiore.
Treinta años antes, Pedro era guía de varias comunidades de Franciscanos
Espirituales, mas, no satisfecho aún con el extremo rigor de la Orden, fundó la
suya propia, que luego sería recordada como la “Orden de los Celestinos”. Sin
embargo, pese a que los monasterios Celestinos se extendían continuamente por
la región de los Abruzos y la Italia meridional, Pedro se había retirado a una
cueva del Monte Murrone para dedicarse a la vida contemplativa; se hallaba en
aquel retiro cuando tuvo noticias de su nombramiento para el cargo de Papa:
dudaba sobre la conveniencia de aceptar pero fue convencido por Carlos II el Cojo, hijo de Carlos de Anjou, quien, liberado de
la prisión catalana reinaba entonces en Nápoles. Al fin, Pedro aceptó la
investidura papal y tomó el nombre de Celestino V: toda la
cristiandad saludó alborozada la entronización del Santo, de quien esperaban
que pusiese freno al materialismo y la inmoralidad reinante en la jerarquía
eclesiástica y abriese la Iglesia a una reforma espiritual. Se entiende pues,
que para los Colonna, y para Felipe IV, aquella elección
tuviese sabor a triunfo.
Pero Pedro de Murrone carecía de toda
instrucción y de los cono-cimientos necesarios para administrar una institución
de las dimensiones de la Iglesia Católica; su única experiencia de gobierno
provenía de la conducción de pequeñas comunidades de Frailes. Además, al Santo
no le interesaban esos asuntos mundanos sino las cuestiones relativas a la
religión práctica: la evangelización, la oración, la salvación del Alma. Delegó,
así, en los Cardenales, y en un grupo de Obispos legistas, las cuestiones
temporales, formándose un entorno corrupto e interesado que en cuatro meses
sumió a la Iglesia en un gran desorden económico.
Los
Golen, como es lógico, también esperaban controlar a Pedro de Murrone;
confiaban sobre todo en el Rey de Nápoles, a quien Pedro profesaba especial
afecto: suponían que Carlos II no respaldaría
las intrigas de su primo Felipe el Hermoso y proseguiría la política güelfa de
Carlos de Anjou; con la ayuda del Rey sería fácil conseguir que el Papa
sancionase como propias las medidas propuestas por Ellos. Y contaban, aparte,
con un sorprendente secreto: un Cardenal, Benedicto Gaetani, procedente de una
familia gibelina y abiertamente enrolado en la causa de Francia, era uno de los
suyos. Este Golen, Doctor en Derecho Canónico, Teólogo y experto en Diplomacia,
se situaría cerca del Santo sin despertar las sospechas de los Colonna, contra
quienes alimentaba en su interior mortales deseos.
Conviene destacar ahora dos de los
cambios introducidos por Celestino V a instancias de Carlos II. Aumentó el número
de Cardenales nombrando otros doce, la mayoría italianos y franceses, y
restableció la ley del Cónclave, que obligaba a reemplazar los miembros
vacantes del Sacro Colegio. Y confirió a los Franciscanos Espirituales la
autorización para funcionar independientemente de la Orden de Frailes menores.
Tales disposiciones favorecieron la influencia francesa en la Iglesia y al
partido de los Colonna.
Los Golen no llegarían a controlar a
Celestino V. Y con el correr
de los meses cayeron en la cuenta que la guerra entre Francia e Inglaterra no sólo
fortalecía a Felipe IV sino que
amenazaba con paralizar los planes de la Fraternidad Blanca. No había tiempo ya
para sutilezas: urgía acabar con el Santo y colocar en su lugar un Papa Golen,
un hombre capaz de imponerse a aquel Rey imberbe que se atrevía a desafiar a
las Potencias de la Materia: desde el Trono de San Pedro, cuyo dominio Ellos
habían ejercido casi ininterrumpidamente durante setecientos años, presentarían
a Felipe IV una oposición como
no se veía desde los días de Enrique IV, Federico I y Federico II. Sin embargo, no se atrevían a asesinar a Celestino
por las repercusiones que ese hecho pudiese tener sobre el pueblo de Italia,
que se hallaba impresionado con las virtudes espirituales del Papa. Surgió así
la idea de convencer al Santo de que su Pontificado no convenía a la Iglesia,
necesitada de un Papa que se ocupase de llevar adelante otros asuntos
importantes aparte de los religiosos, como ser los administrativos,
legislativos, jurídicos, y diplomáticos. El portavoz de esta idea, y quien
ofrecía el asesoramiento legal para concretar la renuncia, era el Cardenal
Benedicto Gaetani.
Aquellas presiones hacían dudar a
Celestino, pero podían más los consejos de quienes le solicitaban que
permaneciese en su puesto pues la Iglesia requería de la Santidad de su
presencia. Al acercarse los cinco meses de su reinado, Benedicto Gaetani llega
a recurrir a la burda trama de comprar a su ayuda de cámara y hacer que se
instalase desde el piso superior, un tubo portador de voz que daba atrás del
Cristo del Altar, en una Capilla a la que Celestino concurría diariamente para
orar: la voz que surgió de “Jesus”, dijo: “Celestino, descarga de tu espalda el
feudo del papado, pues es peso superior a tus fuerzas”. En principio, el Santo
lo tomó por aviso del Cielo, mas luego fue alertado sobre la patraña. Empero,
se acercaba la fiesta navideña y Celestino se disponía a retirarse a un
monasterio solitario de los Abruzos para orar en soledad, según era su
costumbre de toda la vida. Por consejo del Rey de Nápoles, decide designar tres
Cardenales facultados con amplios poderes a fin de que actuasen en su nombre
durante las cuatro semanas de ausencia: fue entonces que un Cardenal Golen acusó
al Papa de realizar una acción ilegal. La Iglesia, le dijo, no podía tener
cuatro esposos, la dignidad papal no era delegable hasta ese punto. Esto decidió
al Santo a renunciar, más asqueado por las intrigas que se desenvolvían en torno
suyo que por el peso de los argumentos esgrimidos.
Pero renunciar a la investidura papal,
no es lo mismo que abdicar a una investidura real. En el Derecho Canónico
vigente hasta entonces, la posibilidad no estaba contemplada y nunca se había
presentado un caso desde que San Pedro nombrase sucesor suyo a San Lino, en el
siglo I. Por el
contrario, el Derecho Canónico afirmaba que la investidura era vitalicia, pues
su aceptación tenía el carácter de un enlace matrimonial entre el Papa y la
Iglesia, el cual era dogmáticamente indisoluble. Para salvar esta insalvable
dificultad, los Cardenales canonistas Bianchi y Gaetani recurrieron a un pueril
razonamiento lógico: el Derecho Canónico rige y formaliza la conducta de los
Papas, pero, por sobre el Derecho Canónico, está el Papa mismo, el Vicario de
Jesucristo; a él le corresponde el derecho evidente de modificar con su palabra
infalible toda ley y todo dogma; incluido el tema de la renuncia a la
investidura papal. El 13 de Diciembre de 1294, cinco meses y nueve días después
de haber sido entronizado, Celestino V firmaba la Bula
redactada por los canonistas de Benedicto Gaetani, en la que se confirmaba el
derecho del Papa a renunciar si profundos y fundados cargos de conciencia, como
por ejemplo, el creer que su modo de conducir la Iglesia podría redundar en
graves daños para ella o, simplemente, la convicción de no ser apto para el
cargo, lo justificaban. Acto seguido, se quitó la tiara, las sandalias de San
Pedro y el anillo, y dimitió a su alto cargo.
El 29 de Diciembre de 1294 el Cónclave
eligió al Cardenal Benedicto Gaetani, natural de Anagni y miembro de las nobles
familias que habían dado a la Iglesia los Papas Alejandro IV, Inocencio IV y Gregorio IX: tomó el nombre de Bonifacio VIII. Pedro de Murrone, que además de santo tenía fama de
poseer el don de la profecía, antes de partir le hizo la siguiente advertencia:
“Os habéis encaramado como un zorro,
reinaréis como un león, y moriréis como un perro”.
Sobre la legalidad de su actitud se
suscitaron las más enconadas polémicas entre los canonistas, que duraron
siglos, pues una opinión generalizada desde antiguo sostenía que a la
investidura papal no podía renunciarse por ninguna decretal. Esta opinión, que
compartían muchos teólogos y canonistas de Italia y Francia, era sostenida
también por el pueblo, que seguía considerando a Celestino V como el legítimo Papa. Temiendo un cisma los Golen
deciden eliminar a Pedro de Murrone: Bonifacio VIII lo hace prender en una cueva de las montañas de San
Angel, en Apulia, adonde se había retirado, y lo confina en la Fortaleza de
Fumona, en Campania; en Mayo de 1296 sería asesinado y su cuerpo enterrado a
cinco metros de profundidad.
Trigesimoctavo Día
|
La célebre querella de las investiduras, entablada
entre Gregorio VII y Enrique IV, entre la Espada
sacerdotal y la Espada volitiva, sería renovada ahora por Bonifacio VIII y Felipe IV: pero donde antes había triunfado la primera, ahora
se impondría la segunda, con todo el peso que puede descargar la Verdad
Absoluta sobre la mentira esencial. Los tiempos habían cambiado y no se trataba
ya de un enfrentamiento entre el Sacerdote del Culto y el Rey de la Sangre, en
el cual el primero llevaba las de ganar porque dominaba la Cultura a través de
la Religión y la Iglesia organizada mientras que el segundo carecía de la orientación estratégica necesaria para
hacer valer el poder carismático de la
Sangre Pura. Con Felipe IV los Golen se hallaban frente a un Rey Iniciado que se
oponía en el plano de las Estrategias, vale decir, en el contexto de la Guerra
Esencial: el Sacerdote del Culto y el Pacto Cultural, contra el Rey de la
Sangre y el Pacto de Sangre; la Cultura sinárquica contra el modo de vida
estratégico; el Papa Golen Bonifacio VIII y el concepto teocrático del Gobierno Mundial, contra
el Rey de la Sangre Pura Felipe IV y el concepto de la Nación Mística; los planes de la
Fraternidad Blanca contra la Sabiduría Hiperbórea. Sí, Dr. Siegnagel, esta vez
la querella se planteaba en el plano de dos Estrategias Totales, y su resolución
implicaría la derrota total de uno de los adversarios, es decir, la
imposibilidad de cumplir con sus objetivos estratégicos. Mas, como se trataba
de la Estrategia de las Potencias de la Materia contra la Estrategia del Espíritu
Eterno, representadas por Bonifacio VIII y Felipe IV, no sería difícil
predecir quién saldría vencedor. Ello fue mejor sintetizado por Pierre Flotte,
un Señor del Perro que era ministro de Felipe el Hermoso: cuando Bonifacio VIII afirmó: “Yo, por
ser Papa, empuño las dos Espadas”, él le respondió: “Es verdad, Santo Padre;
pero allí donde vuestras Espadas son sólo una teoría, las de mi Rey son una
realidad.”
Ya en Octubre de 1294 se reúnen
numerosos sínodos provinciales franceses para tratar sobre la ayuda que el Rey
reclamaba a fin de solventar la guerra contra Inglaterra. Muchos aprueban la
transferencia, durante dos años, de un diezmo extraordinario, pero la mayoría
de las Ordenes hacen llegar su protesta al Vaticano. Y aquí puede decirse que
comienza una de las divisiones más fecundas en el seno de la Iglesia: los
Obispos franceses, en gran número, van siendo ganados por la Mística nacional,
y se sienten carismáticamente inclinados a apoyar a Felipe el Hermoso; por otra
parte, la Iglesia Golen, representada en Francia por las Ordenes benedictinas,
esto es, la Congregación de Cluny, la Orden Cisterciense y la Orden Templaria,
se oponen furiosamente a las pretensiones de Felipe IV: es el Abad de Citeaux quien eleva a Bonifacio VIII los reclamos más
virulentos, luego de la asamblea general de 1296 en la que se compara a los “Obispos
serviles”, que aceptan pagar impuestos, con los “perros mudos” de la Sagrada Escritura,
en tanto que al Rey se lo equipara al Faraón. Aquella diferencia, que por
entonces estaba bastante acentuada, fue dividiendo en dos bandos a la Iglesia
de Francia. En el bando del Rey, se alineaban los Obispos nacionalistas,
algunos de los cuales eran Señores del Perro, aunque la mayoría se componía de
simples patriotas que temían en el fondo un enfrentamiento con la Santa Sede: a
ellos no los descuidaría Felipe IV, asegurándoles en
todos los casos la protección real contra cualquier represalia que sus
conductas les pudiesen ocasionar; también la Universidad de París, la más
prestigiosa escuela de Derecho Canónico de Europa, se hallaba dividida: allí,
aparte de la cuestión de la reforma impositiva, se debatía aún sobre la
legalidad de la elección de Bonifacio VIII, siendo muchos
los canonistas que consideraban a Celestino V como el verdadero
Papa. Las siguientes medidas de Felipe IV, y los
movimientos estratégicos de los Domini
Canis, tenderían a consolidar la unidad de este bando, a aglutinarlos en
torno del Rey de la Sangre, y a oponerlos a Bonifacio VIII.
En el otro bando, el de la Iglesia Golen
propiamente dicha, encabezada por Bonifacio VIII, se agrupaban los
enemigos de la Nación Mística, es decir, los partidarios del “Enemigo exterior
e interior”, las Ordenes Golen y su núcleo secreto: el Colegio de Constructores
de Templos. Para Felipe IV, y así sería
expuesto en el proceso a los Templarios, desde tales Sociedades Secretas se
elaboraba un complot destinado a debilitar a las monarquías en favor de un
Gobierno Mundial. Contra este bando satánico, aún lo suficiente-mente poderoso
como para intentar la última defensa de los planes de la Fraternidad Blanca,
Felipe IV debía golpear con toda la fuerza de su Espada
Volitiva, tratando a la vez de que el golpe respondiese a la Más Alta
Estrategia Hiperbórea.
Bonifacio VIII no pierde más
tiempo. Decide aplicar sobre el Rey de Francia, y en forma extensiva a todo
aquel que osase imitarlo, el prestigio universal de la Iglesia Católica. De
este prestigio surge el principio de obediencia a la autoridad papal, la que
hasta entonces nadie osó desobedecer sin sufrir graves penas en su condición
religiosa, cuando no castigos de orden más concreto. El llamado a una Cruzada
para salvaguardar la Religión Católica convocaba las más fervorosas adhesiones,
ponía en movimiento miles de fieles; y sólo se trataba de un mandato papal, de
una orden obedecida por respeto a la Santa Investidura de su emisor. ¿No sería,
acaso, el momento justo para aplicar aquel prestigio sobre ese reyezuelo
rebelde, que se atrevía a interferir en los planes centenarios de la Iglesia
Golen? Pero Bonifacio VIII no tomaba en
cuenta, al evaluar la fuerza de aquel prestigio, la reciente pérdida de Tierra
Santa, ni la frustrada Cruzada contra Aragón, ni la presencia aragonesa en
Sicilia, ni la extrema debilidad que la guerra contra la Casa de Suabia había
producido en el Reino alemán, ni la casi inexistencia del Imperio, salvo el título
que aún se otorgaba a los Reyes alemanes, etc. Nada de esto tomó en cuenta y
decidió pulsear a Felipe IV mediante la bula Clericis laicos del 24 de Febrero de
1296.
En ella se prohibía, bajo pena de excomunión, a todos los príncipes
seglares demandar o recibir subsidios extraordinarios del clero; los clérigos,
por su parte, tenían prohibido pagarlos, salvo autorización en contrario de la
Santa Sede, bajo la misma pena de
excomunión. Se llegaba así al absurdo de que un Obispo corría el riesgo de
ser excomulgado, no sólo por caer en herejía, sino también por pagar un
impuesto. No se le escapará, Dr. Siegnagel, las connotaciones judaicas que hay
detrás de tal mentalidad avara y codiciosa.
La reacción de Felipe IV fue consecuente. Reunió en Francia una asamblea de
Obispos para debatir la bula Clericis
laicos, en la que acusó a quienes la obedeciesen de no contribuir a la
defensa del Reino y ser, por lo tanto, pasibles del cargo de traición: el
Derecho romano se oponía, ya, al Derecho canónico. Envió algunos Obispos leales
y ministros a Roma a tratar la cuestión con el Papa, mientras secretamente
alentaba a los Colonna para que fortaleciesen al partido gibelino. Pero, además
de tomar estas medidas, hizo algo mucho más efectivo: el 17 de Agosto promulgó
un edicto por el que se prohibía la exportación de oro y plata del Reino de
Francia; otro edicto real prohibía a los banqueros italianos que operaban en Francia
aceptar fondos destinados al Papa. De este modo el Papa quedaba privado de
recibir las rentas eclesiásticas procedentes de la Iglesia de Francia,
incluidos sus propios feudos.
Bonifacio VIII, desde luego, no
esperaba semejante golpe por parte del Rey francés. Felipe IV había expuesto la
nueva situación al pueblo mediante bandos, libelos y asambleas convocadas al
efecto; y la había expuesto hábilmente, de modo que la Iglesia de Roma aparecía
como indiferente frente a la necesidad de la Nación francesa, como interesada
solo egoístamente en sus rentas: mientras la Nación debía movilizar todos sus
recursos para afrontar una guerra exterior, se pretendía que aceptase
pasivamente, “bajo pena de excomunión”, que el clero derivase importantes
rentas hacia Roma. Estos argumentos justificaban ante el pueblo y los
estamentos el edicto real, y predisponían a todos contra la bula papal: en
forma unánime se solicitaba a Felipe IV desobedecer la Clericis
laicos, cuyo contenido, según los legistas seglares, era manifiestamente
perverso pues obligaba al Rey a faltar a las leyes de su Reino. Para Bonifacio VIII, cuyo amor por el oro iba parejo con su fanatismo por
la causa Golen, la privación de aquellas rentas significaba poco menos que una
mutilación física, máxime cuando se tenían noticias de que el Rey inglés
Eduardo I estaba imitando las medidas de Felipe en cuanto a
exacción de diezmos eclesiásticos, y ahora se aprestaba a desobedecer también
la Clericis laicos y a incautarse de
la totalidad de las rentas de la Iglesia. Se comprenderá mejor el dolor de
Bonifacio VIII si observamos los montos de las rentas en cuestión:
Italia aportaba 500.000 florines oro en diezmos papales; Inglaterra 600.000; y
Francia, que venía reteniendo una parte destinada a la Cruzada contra Aragón,
200.000. Se trataba de un filón al que por nada del mundo se podía renunciar.
¿Para qué necesitaba Bonifacio VIII tales cantidades?
En parte para financiar la guerra con la que pensaba romper el cerco gibelino
que se estaba desarrollando en Italia, donde aún quedaba pendiente la cuestión
siciliana; y en parte para enriquecerse él y su familia, ya que Benedicto
Gaetani estaba dotado con perfección de los rasgos del ambicioso ilimitado, del
trepador inescrupuloso, del tirano corrupto; valgan estos ejemplos: cuando
accedió al papado anuló inmediatamente las leyes y decretos de Nicolás IV y Celestino V que beneficiaban a los Colonna, transfiriendo los títulos
en favor de sus propios familiares; del Rey Carlos II obtuvo para su sobrino el título de Conde de Caserta
y varios feudos; para los hijos de éste, los de Conde de Palazzo y Conde de
Fondí; para sí mismo, se apropió del viejo palacio del Emperador Octaviano,
convertido entonces en la Fortaleza militar de Roma, al que restauró y reedificó
magníficamente, empleando para ello dinero de la Iglesia; igual procedimiento
siguió con otros castillos y fortalezas de Campania y Maremma, todos los cuales
pasaron a integrar su patrimonio personal; poseía palacios, a cual más bello,
en Roma, Rieti y Orvieto, sus residencias habituales, aunque el más bello y
lujoso era sin dudas el de su ciudad natal de Anagni, donde pasaba la mayor
parte del año; vivía pues en un ambiente de lujo y esplendor que en nada condecía
con su condición de cabeza de una Iglesia que exalta la salvación del Alma por
la práctica de la humildad y la pobreza; carecía de escrúpulos para conceder
cargos y favores a cambio de dinero, es decir, era simoníaco; colocaba el
dinero, suyo o de la Iglesia, indistintamente, en manos de los banqueros
lombardos o Templarios para ser prestado a interés usurario; carecía de toda
piedad cuando de alcanzar sus fines se trataba, cualidad que demostró de
entrada al hacer asesinar a Celestino V, y confirmó luego
con las sangrientas persecuciones de gibelinos que desató en Italia; y para
completar este cuadro de su siniestra personalidad, quizá baste con un último
ejemplo: como todo Golen, Bonifacio VIII era afecto a la sodomía ritual.
Por supuesto, así como los Golen no habían
dispuesto de un Rey de la talla de Felipe IV para oponer a éste,
tampoco disponían de un San Bernardo para sentar en el solio pontificio:
Benedicto Gaetani era lo mejor que tenían y a él confiaban la ejecución de su
Estrategia. Y la mejor Estrategia parecía ser, frente a la dureza y valentía de
Felipe IV, la de retroceder un paso y prepararse para avanzar
dos. Con otras palabras, se procuraría calmar al Rey atemperando el sentido de
la bula Clericis laicos, cosa que
intentaría con otra bula, Ineffabilis amor,
del 21 de Septiembre de 1296, y se dedicarían todos los medios disponibles por
la Iglesia para acabar con la amenaza gibelina en Italia y Sicilia; y en cuanto
al pretexto de la guerra con Inglaterra, esgrimido por el Rey de Francia para
justificar sus exacciones, se lo neutralizaría obligando a las partes a pactar
la paz; pura lógica: sin guerra, el Rey no tendría motivos para exigir
impuestos ni contribuciones al clero.
A Ineffabilis
amor le siguen las bulas Romana
mater ecclesia y Novertis, en
las que ora amenaza al Rey con la excomunión, ora le manifiesta su total
aprobación de los diezmos, siempre y cuando el Reino se hallase realmente en
peligro; pero lo que se destaca en todas ellas es la soberbia con que se dirige
al Rey, a quien considera un mero súbdito. Estas bulas levantarían una ola de
indignación en Francia, puesto que eran leídas públicamente por orden del Rey,
y predispondrían aún más a los Obispos franceses contra la intransigencia
papal. Son ellos quienes se reúnen en una asamblea en París y solicitan al
Papa, el 1 de Febrero de 1297, la autorización para subvencionar a Felipe IV, que enfrenta en ese momento la traición del Conde de
Flandes. Este, en efecto, se había aliado al Rey de Inglaterra, que intentaba
recuperar la Guyena, y amenazaba el Norte de Francia. Bonifacio VIII debe ceder ante
los hechos y autorizar las contribuciones, quedando Clericis laicos en letra muerta.
En Abril de 1297, Bonifacio envía a París
a los Cardenales Albano y Preneste portando una nueva bula: en ella ordena a los monarcas en conflicto
establecer una tregua de un año mientras se pacta el tratado de paz definitivo;
la negociación estaría a cargo del Papa. Felipe los recibe, pero antes de
permitir que lean el rescripto hace la siguiente advertencia: –“Decid al Papa
que es nuestra convicción que sólo al Rey corresponde mandar en el Reino. Que
Nos somos el Rey de Francia y no reconocemos competencia de nadie por arriba
nuestro para intervenir en los asuntos del Reino. Que el Rey de Inglaterra y el
Conde de Flandes son vasallos del Rey de Francia y que Nos no aceptamos otro
consejo que la Voz del Honor para tratar a nuestros súbditos”.
La bula fue leída, pero Felipe no
respondió hasta Junio de 1298, cuando la suerte de las armas le era adversa
ante las fuerzas unidas de Inglaterra y Flandes. Entonces aceptó el arbitraje
de Bonifacio VIII pero no en calidad de Papa, sino sólo como “Benedicto
Gaetani”: de esta manera evitaba admitir la jurisdicción papal en las
cuestiones del Reino.
A todo esto, la polémica sobre la
legitimidad de Bonifacio VIII continuaba más viva que nunca. En Francia, los Señores
del Perro se encargaban de actualizar el debate, mientras que en Italia la
agitación corría por cuenta de los Colonna: la preferencia por Bonifacio VIII o Celestino V se había transformado allí en sinónimo de güelfo o
gibelino. Los Colonna, recibiendo ayuda secreta de Felipe IV, y aliados ahora al Rey Fadrique de Sicilia, hijo de
Pedro III de Aragón y Constanza de Suabia, se presentaban en la
óptica del Papa como los candidatos más firmes para una vendetta Golen. Sólo necesitaban una oportunidad, y ésta se presentó
cuando el encono de Esteban Colonna lo llevó a asaltar una caravana papal que
transportaba el tesoro pontificio desde Anagni a Roma. Esteban Sciarra Colonna no había obrado con
intención de robo sino con la certeza de rescatar los bienes de la Iglesia que
estaban en poder de un usurpador; por eso condujo el tesoro a la luz del día a
su Castillo de Palestrina.
El escarmiento que Bonifacio VIII aplicaría a los
Colonna, y a los gibelinos, sería ejemplar, aunque característico de la
mentalidad Golen. Primero presentó al pueblo de Roma el acto de Sciarra Colonna
como un crimen incalificable, por el que responsabilizó a toda su Estirpe: –“El
Cardenal Pedro es el Jefe de los gibelinos y tanto él como el Cardenal Jacobo
fueron los culpables de que la elección papal se retrasara dos años en Perusa.
Ahora, otro miembro de esa familia osa alzarse contra la autoridad del Papa, la
más elevada del Universo, y se atreve a robar su tesoro: ese linaje maldito
debe ser proscripto de la Iglesia”. En vano fue que los Cardenales Colonna
proclamasen la ilegalidad de Bonifacio VIII, que aportasen en
favor de sus acusaciones las dudas que la Universidad de París sostenía sobre
la renuncia de Celestino V, o que
solicitasen la formación de un Concilio General de la Iglesia para expedirse
sobre el caso: en menos de un mes, y con la aprobación del Sacro Colegio, los
Cardenales Jacobo y Pedro son ex-comulgados y depuestos, así como Juan Colonna
y sus hijos, Agapito, Jacobo y Esteban Sciarra. Además de apartarlos de la
Iglesia y del cristianismo, en la bula se ordena confiscar sus bienes, propiedades
y títulos. Naturalmente, los Colonna se resisten y Bonifacio les responde
publicando una Cruzada: quienes participen de ella obtendrán las mismas
dispensas que si hubiesen ido a Tierra Santa.
Al paso de los cruzados las matanzas de
gibelinos se renuevan en toda Italia. El Castillo de Sciarra, en Palestrina, es
tomado y, por orden de Bonifacio, reducido a escombros, la tierra arada y
cubierta de sal. Sciarra y el resto de los Colonna deben huir a Francia,
completamente arruinados. Poco después les toca el turno a los Franciscanos
Espirituales: según otra bula, el Santo Oficio encontraba herética sus
doctrinas y ordenaba la disolución de la Orden.
Trigesimonoveno Día
|
Sólo en 1299
conseguiría Felipe el Hermoso acabar la guerra con Inglaterra. La tregua
acordada por Benedicto Gaetani se fue desenvolviendo morosamente sin que las
Naciones en pugna cediesen sus intenciones de reanudar la contienda.
Finalmente, mediante el tratado de Montreuil, se puso término a la misma gracias
a condiciones propias de la Epoca: Eduardo I, Rey de Inglaterra, se casaría con Margarita, hermana
de Felipe IV, en tanto que
Eduardo II, hijo del inglés, se comprometía con Isabel, niña de
cuatro años que era la única hija del francés; Isabel llevaría como dote el
Ducado de Guyena pero los ingleses no pisarían por el momento el territorio
francés. Al año siguiente, Felipe ocupa con sus tropas el Condado de Flandes y
cierra el Cerco estratégico.
Corre el año 1300, pues, cuando Felipe
el Hermoso completa los dos primeros pasos del modo de vida estratégico desde
la Función Regia: ha realizado el principio
de la Ocupación del territorio del Reino y ha aplicado el principio del Cerco; y los campos se
preparan para la explotación racional de la Agricultura y la Ganadería. La
Estrategia Hiperbórea alcanza entonces su más alto grado de desarrollo y casi
no existe poder sobre la Tierra capaz de oponerse al Rey de la Sangre y la Nación
Mística. Ha sonado la hora del Estado carismático, en el que Rey y pueblo son
una sola Voz y una sola Voluntad. La detención del Obispo de Pamiers, que
desencadenará la última reacción de Bonifacio VIII, mostrará
claramente la existencia real del Estado carismático.
Bernard de Soisset, Obispo de Pamiers era
en realidad un espía Golen. Se le había encomendado la misión de investigar en
el Languedoc la existencia de una Sociedad Secreta a la que presuntamente
pertenecerían los consejeros de Felipe el Hermoso. Luego de paciente trabajo,
llegó a una asombrosa conclusión: “efectivamente, existía una impía conspiración
contra la Iglesia Golen; en ella confluían los Cátaros, que reaparecían
sorprendentemente organizados, los Franciscanos Espirituales, recientemente
excomulgados, y algunos miembros de la Orden de Predicadores, especialmente
españoles; las disputas entre inquisidores y herejes eran a todas luces
simuladas y se advertía fácilmente que atrás del complot estaba la mano de
Felipe el Hermoso, quien protegía personalmente a todos los imputados”. Antes
de ser descubierto por los Señores del Perro, y ser detenido y acusado de Alta
Traición, el Obispo de Pamiers alcanzó a enviar su informe a Bonifacio VIII quien exigió al
Rey de Francia su inmediata libertad. Ello no era posible sin correr el riesgo
de que se conociesen más detalles sobre los Domini Canis, de modo que se lo acusó formalmente de estar
involucrado en un plan sedicioso al servicio de la Corona de Aragón. Iba a ser
juzgado por un tribunal civil, lo que estaba en total contradicción con el
Derecho canónico, que prohibía a los Obispos comparecer ante los tribunales
seglares.
La necesidad de contar con el Obispo de
Pamiers para obtener testimonio contra Felipe el Hermoso, y el desafío que significaba
en aquella Epoca el enjuiciamiento civil de un Obispo, causaron la ira de
Bonifacio VIII. Su respuesta sería
la bula Ausculta fili, despachada a
Francia en Diciembre de 1301, junto con otras de menor importancia. En ella,
Bonifacio criticaba violentamente la reforma jurídica y administrativa al Rey: “Volved, mi hijo muy amado, al sendero que
lleva a Dios, y del cual vos os habéis apartado, ya sea por vuestra propia
culpa o por la instigación de consejeros
malévolos.
Sobre todo, no os dejéis persuadir de que no tenéis un superior y de que vos no
estáis sujeto al Papa, que es el jefe de la jerarquía eclesiática. Una opinión
semejante es insensata, y quien la aliente es un infiel ya segregado del rebaño
del Buen Pastor”. Aquellos “consejeros
malévolos”, desde luego, no serían otros que los Domini Canis. A continuación, Bonifacio expresa que, con el fin de
considerar los desórdenes causados por la mala conducta de Felipe, y hallarles
justo remedio,
convoca
a todos los Obispos a un Concilio en Roma para Noviembre de 1302: durante el mismo, el Rey, al que se invita a
comparecer, será enjuiciado por sus “delitos” y llamado a la corrección. Felipe IV, por supuesto, no sólo que no se presentaría, sino
que prohibiría a los Obispos abandonar Francia sin su consentimiento.
Los “delitos” que se imputaban al Rey en
Ausculta fili hoy nos parecerían
perfectamente soberanos: se lo acusaba de “haber cambiado el sistema monetario”;
de “crear impuestos hasta entonces desconocidos”; de “gravar las rentas que la
Iglesia de Francia remitía a Roma”; de “imponer a sus súbditos fronteras
nacionales”; etc. Copias de esta bula fueron leídas y quemadas públicamente en
toda Francia, generando un movimiento popular de indignación contra el
despotismo teocrático del Papa.
Como adelanté, Dr. Siegnagel, con Ausculta fili se presentó la
oportunidad de exhibir la Nación Mística, con esa nueva estructura del Estado
que pacientemente habían creado los legistas Domini Canis. Esa demostración se realizó exactamente el día 10 de
Abril de 1302, en la Catedral de Notre Dame de París, y puede considerarse como
la primera Constitución del moderno
Estado francés. Allí se reunieron representantes de todas las provincias francesas, razón por la que se denominó “de
los Estados Generales” a aquel congreso. Pero lo realmente nuevo consistía en
los Tres Ordenes que componían la
Asamblea; vale decir, los representantes de la Nobleza, del Clero, y de las Ciudades. Estos últimos,
presentes por primera vez en un Consejo presidido por el Rey. Hay que situarse
en aquel momento del siglo XIV para apreciar en
su verdadera dimensión la innovación que significaba incluir junto a Nobles y
Eclesiásticos a representantes de la clase plebeya; y ello no como un “derecho
democrático”, arrancado por la fuerza a Tiranos sangrientos o a Reyes débiles,
sino por el reconocimiento real de que el
pueblo participa de la soberanía, tal como afirma la Sabiduría Hiperbórea.
Naturalmente, en el tercer Orden, estaban representados los distintos estratos
que integraban el pueblo de la Nación Mística: principalmente la nueva y
pujante burguesía, formada por comerciantes, mercaderes y pequeños
propietarios; los gremios de artesanos y constructores; los campesinos libres,
etc.
Destacada actuación en la organización
de aquella primera Asamblea de los Tres Ordenes les cupo a los Señores del
Perro, especialmente a los tres nombrados, Pierre Flotte, Robert de Artois y el
Conde de Saint Pol. Pierre Flotte habló al parlamento en nombre del Rey, y
sus palabras aún se recuerdan: –“El Papa
nos ha enviado cartas en las que declara que debemos someternos a él en cuanto
al gobierno temporal de nuestro Reino se refiere, y que debemos acatar no sólo la
corona de Dios, como siempre se ha creído, sino también la de la Sede Apostólica.
Conforme a esta declaración, el Pontífice convoca a los prelados de este Reino
a un Concilio en Roma, para reformar los abusos que él dice han sido cometidos
por nosotros y nuestros funcionarios en la administración de nuestros Estados.
Vosotros sabéis, por otra parte, de qué modo el Papa empobrece la Iglesia de
Francia al otorgar a su arbitrio beneficios cuyas recaudaciones pasan a manos
extranjeras. Vosotros no ignoráis que las iglesias son abrumadas por demandas
de diezmos; que los metropolitanos no tienen ya autoridad sobre sus sufragáneos;
ni los Obispos sobre su clero; que, en una palabra, la corte de Roma,
reduciendo a nada el episcopado, atrae todo hacia sí; poder y dinero. Hay que
poner coto a estos desmanes. Os rogamos, por lo tanto, como Señores y como
Amigos, que nos ayudéis a defender las libertades del Reino y las de la
Iglesia. En lo tocante a nosotros, no dudaremos, de ser necesario, en
sacrificar por este doble motivo nuestros bienes, nuestra vida y, de exigirlo
las circunstancias, la de nuestros hijos”. La posición de Felipe el Hermoso
fue apoyada en forma colectiva por los Estados Generales.
Los Nobles y las Ciudades suscribieron
sendas cartas en las que rechazaban con duros términos las acusaciones contra
el Rey y denunciaban, a su vez, la intención del Papa de convertir al Reino en
un feudo eclesiástico; las cartas fueron enviadas, no al Papa, sino al Sacro
Colegio. Además, juraron defender con su sangre la independencia de Francia y
declararon que, en relación a los asuntos del Reino, nadie había más Alto que
el Rey, ni el Emperador ni el Papa. Los Cardenales, desde luego, desecharon
considerar los cargos “por el modo descortés de referirse al Papa”; pero las
relaciones se iban envenenando cada vez más. Durante la Asamblea, se habían
hecho públicos los más atroces crímenes atribuidos a Bonifacio VIII: usurpación de investidura papal, asesinato, simonía,
herejía, sodomía, etc; y aquella falta de autoridad moral, de quien pretendía
erigirse en Soberano Supremo, fue divulgada en todos los rincones del Reino por
los publicistas de Felipe el Hermoso. El pueblo estaba entonces con su Rey y no
reaccionaría adversa-mente frente a cualquier iniciativa que tuviese por
finalidad limitar las ambiciones de Bonifacio VIII.
En cuanto a los Obispos, se encontraban
con el siguiente dilema: si concurrían al Concilio, serían considerados “enemigos
personales” del Rey; podrían ser acusados de traición y, tal como le ocurriera
al Obispo de Pamier, juzgados por tribunales civiles. Mas, si no asistían, serían
excomulgados por Bonifacio VIII. No obstante,
pese a las terribles represalias que había prometido el Papa para los que no
acudieran a Roma, la mayoría de los Obispos estaban de parte del Rey, a quien
consideraban como un representante más digno de la Religión Católica: sólo los
Golen y los espías de Felipe IV irían en
Noviembre al Concilio; es decir, sólo irían 36 sobre un total de 78 Obispos
franceses. Pero antes del Concilio, el 11 de Julio de 1302, un desgraciado
suceso vino a enlutar la Corte Mística de Felipe el Hermoso: para sofocar la
sublevación general que se había desatado en Flandes, Felipe envía un poderoso
ejército de Caballeros, el que resulta aniquilado aquel día en la batalla de
Courtrai; y en el campo de batalla quedan para siempre el invalorable Pierre
Flotte, Robert de Artois, y el Conde de Saint Pol, tres Señores del Perro cuya
actuación fue principal factor del éxito de la Estrategia de Felipe IV. Inmediatamente son pro-movidos otros Domini Canis aún más temibles que los
tres difuntos: Guillermo de Nogaret, Enguerrand de Marigny y Guillermo de
Plasian.
Durante el Concilio no se toma ninguna
resolución contra Felipe IV pues, como en la
fábula, no existiría ningún ratón dispuesto a colocarle el cascabel al gato.
Sin embargo, la furia de Bonifacio no tiene límites cuando le informan que en
Francia se han confiscado los bienes de los Obispos presentes y se les ha
promovido un juicio por alta traición. Así, el 18 de Noviembre publica la bula Unam Sanctam, que sería considerada
como la más completa exposición jurídica jamás realizada en favor del
absolutismo papal y sacerdotal. Imposibilitados de tomar otras medidas más
efectivas contra Felipe el Hermoso, los Golen intentan entablar una polémica
jurídica sobre el tema del “poder espiritual” y el “poder temporal”; por eso
Bonifacio vuelve a insistir una vez más con la analogía de las Dos Espadas: la
táctica consiste en conseguir que se acepte, como un silogismo, la verdad de
que la Espada espiritual está por encima de la Espada temporal; admitido esto,
se sigue con la identificación del Papa con la Espada espiritual y del Rey con
la Espada temporal: la conclusión, evidente y lógica, es que el Rey se debe
someter al Papa pues con ello se cumple “la Voluntad de Dios”. La idea no era
nueva, pero ahora se la elevaba a Dogma oficial de la Iglesia y su rechazo explícito
implicaría el pecado de herejía.
Recordemos, Dr. Siegnagel, las principales
conclusiones de la bula. Para empezar, afirma la existencia de una sola Iglesia, negando la reciente
acusación de los Domini Canis de
que, dentro de la Iglesia Católica, existe una Iglesia Golen, herética y satánica,
de la cual Bonifacio VIII sería uno de los
jefes; de allí el nombre de la bula: Unam
Sanctam Ecclesiam... En esta única Iglesia “estamos obligados a creer porque fuera de ella no hay salvación ni
perdón de los pecados”. Y esta única Iglesia es análoga a un cuerpo orgánico,
en el cual la cabeza representa a Jesucristo y, también, al Papa, el Vicario de
Jesucristo: “Por tanto, en esta sola y única
Iglesia hay un solo cuerpo, una sola cabeza, y no dos cabezas como las que
tiene un monstruo; a saber: Jesucristo y el Vicario de Jesucristo, Pedro y los
sucesores de Pedro, son la cabeza de la Iglesia”. “Por esto, las Espadas
espiritual y temporal están sujetas al poder de la Iglesia; la segunda debe ser
usada para la Iglesia, y la primera por la Iglesia; la primera, por el Sacerdote; la segunda, por mano de los Reyes y
Caballeros, pero a voluntad y conformidad del Sacerdote”. “Una espada, sin
embargo, debe estar supeditada a la otra, y la autoridad temporal al poder
espiritual”. El Rey no debe
inmiscuirse en los asuntos de la Iglesia, así se trate de lo relativo a sus
rentas, pues si tal hace comete un grave error, interfiere con el “poder
espiritual”, y el Papa está obligado a juzgarlo
y llamarlo al orden, sin que, por el
contrario, exista nadie sobre la Tierra que pueda juzgar al Papa: “Vemos esto claramente en la aportación de
diezmos, tanto en la glorificación como en la santificación, en la recepción de
ese poder y en el gobierno de las cosas. Porque, como la verdad testifica, el
poder espiritual debe instituir y juzgar el poder terrenal, de no ser éste
correctamente ejercido”. “Por tanto, si el poder terrenal yerra, puede ser
juzgado por el poder superior; pero si en verdad yerra el poder supremo, éste sólo
puede ser juzgado por Dios, no por hombre alguno”.
Vale decir, que todas las acusaciones
contra Bonifacio VIII expuestas durante la Asamblea de los Estados
Generales, y transcriptos en las cartas a los Cardenales, carecen de valor por
provenir de quienes no tienen capacidad espiritual para juzgar los actos del
Papa: sólo Dios puede hacerlo. Y creer lo contrario es manifiesta herejía: “Por tanto, quienquiera se resista a este
poder así ordenado por Dios, se resiste a la ley de Dios, a menos que pretenda
la existencia de dos principios, como los maniqueos... Por lo que declaramos,
decimos y definimos que es enteramente necesario para la salvación, que todas
las criaturas humanas estén sujetas al Sumo Pontífice Romano”
(“Porro
Subesse Romano Pontifici, omni humanae creaturae declaramus, decimus et
diffinimus omnino esse, de necessitate salutis”). El guante estaba lanzado a la cara del Rey de
Francia; y se advertía claramente, en las palabras de la bula, la intención de
excomulgarlo.
En los siguientes cuatro meses, Felipe
el Hermoso y los Domini Canis celebran
varias reuniones secretas. El prestigio de Bonifacio VIII ha caído más bajo que nunca en Francia, luego de la
bula Unam Sanctam: es el momento,
proponen los Señores del Perro, de deponer al Papa; una vez decapitado el Dragón
Golen, será más fácil faenar su cuerpo. Empero, el argumento de la ilegitimidad
de su investidura no cuenta con el respaldo unánime de la Universidad de París,
requisito necesario para fundamentar el reclamo o la imposición de una nueva
elección papal. Cobra fuerza, en cambio, la idea de presentar una acusación de
herejía: la herejía, según el Derecho canónico, es causal de destitución del
Papa y cuenta con antecedentes históricos. Claro que para probar semejante
acusación, y derivar de ello la sustitución del Papa, se requeriría el marco de
un Concilio general. Felipe IV se dispone
entonces a forzar la convocatoria a un Concilio que juzgue la conducta “herética”
del Papa: confía en hacer valer, allí, el número de sus obispos nacionales. Los
Señores del Perro lo acompañarán instrumentando una campaña de denuncias de
herejía contra Bonifacio VIII, como modo de
influir moralmente sobre los Obispos y, también, sobre los Nobles y las
Ciudades. Guillermo de Nogaret y Guillermo de Plasian, se ofrecen para oficiar
de acusadores, siendo elegido el primero para desempeñar una misión secreta en
Italia, lo que no le impediría iniciar la campaña de acusaciones “rogando públicamente
al Rey que defienda a los cristianos de la maldad de Bonifacio VIII”, y el segundo para acusar públicamente al Papa.
El 12 de Marzo de 1303, Guillermo de
Nogaret, ante el Consejo de Ministros del Rey, lee y firma un manifiesto, el
que enseguida es copiado y publicado en todo el Reino. Decía así: “El glorioso príncipe de los apóstoles, el
bienaventurado Pedro, hablando en nombre del Espíritu, nos dijo que, al igual
que en los tiempos pasados, así en los que han de venir, surgirán falsos
profetas que habrán de empañar el camino de la verdad, y quienes, en su
codicia, y por medio de sus engañosas palabras, traficarán con nosotros,
siguiendo el ejemplo de ese Balaam que se satisfacía con el premio de la
iniquidad. Para imponer sus castigos y hacer oír sus amenazas, Balaam contaba
con una criatura bestial que, dotada de habla humana, proclamaba los desatinos
del falso profeta... Estas cosas, que fue-ron anunciadas por el Padre y
patriarca de la Iglesia, las vemos ahora con nuestros propios ojos realizadas
letra por letra. En rigor a la verdad, allá está sentado en la silla del
Bendito Pedro ese maestro de embustes, que a pesar de ser Maléfico (Malfaisant)
en toda forma posible, es llamado aún Benéfico (Boniface).
El
no entró a través de la puerta, en el redil de Nuestro Señor como pastor y
labrador, sino más bien como asaltante y ladrón… Pese a estar vivo el verdadero
esposo de la Iglesia, Celestino V, osó agraviar a
la esposa por medio de abrazos ilegítimos. El verdadero esposo no tuvo
participación en este divorcio. De hecho, según dicen las leyes humanas, Nada más opuesto al consentimiento que el error… No puede casarse
quien, mientras el digno esposo vive, ha mansillado el matrimonio con el
adulterio. Ahora bien; como todo lo que se perpetúa contra Dios es un agravio y
una injuria que se comete contra todos, y en lo que a un delito tan grande atañe,
el testimonio del primero que llegue tiene que ser recibido, aunque sea el de la esposa, aunque sea el de una mujer
infamante. –Yo,
por consiguiente, al igual que la bestia que, mediante el poder de Dios fue
dotada con la Voz de un hombre verdadero para que reprobase los desatinos del
falso profeta, que llegó hasta a maldecir a la gente bendecida, dirijo a vos mi
súplica, el más excelente de los príncipes,
nuestro Señor Felipe, por gracia de Dios Rey de Francia, de que después del
ejemplo del ángel que mostró la espada desnuda a ese maldiciente del Pueblo
Elegido, vos, que habéis sido ungido para cumplir la justicia, habréis de
oponer la espada a este otro y más fatal Balaam, e impedirle consumar el daño
que está preparando contra el pueblo”.
El daño consistía en la excomunión del
Rey y la liberación de todos los cristianos franceses de cumplir con el
juramento de fidelidad, con lo que el Reino quedaría en entredicho y podría ser
conquistado legítimamente por aquel que el Papa autorizase: tales los planes
que preparaba Bonifacio VIII y que los espías
de Felipe IV le informaban periódicamente. Por otra parte, como
efecto del manifiesto de Nogaret, no se tomó ninguna medida oficial, pero
pronto el pueblo empezó a referirse al Papa como “Maléfico VIII”, lo que explica
por qué los gascones gozan en Francia de la misma fama que en España tienen los
andaluces.
Cuadragésimo Día
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El 13 de Junio de 1303
se celebra una Asamblea de Estados Generales en el Louvre, presidida por el
Rey. En ella se renuevan las denuncias contra Bonifacio VIII y se plantea
formalmente la necesidad de convocar a un Concilio que lo condene y nombre un
nuevo Papa. Los Nobles, las Ciudades, y los Obispos nacionalistas aceptan.
Guillermo de Plasian solicita ser el acusador de Bonifacio en el futuro
Concilio; es aceptado también, y lee una declaración donde expone sus
argumentos: “Yo, Guillaume de Plasian,
Caballero, digo, anticipo y afirmo que Bonifacio, quien ahora ocupa la Santa
Sede, será hallado un hereje perfecto, de acuerdo a las herejías, hechos
prodigiosos y doctrinas perversas mencionadas a continuación: 1ro. no cree en
la inmortalidad del Alma; 2do. no cree en la vida eterna, pues afirma que más
bien desearía ser un perro, un asno o cualquier otro bruto antes que francés;
cosa que no diría si creyera que un francés tiene un Alma eterna. No cree en la
Presencia verdadera, pues adorna su trono con mayor magnificencia que el altar.
Ha dicho que para humillar a su majestad y a los franceses trastocaría el
Universo entero. Dio su aprobación al libro de Arnaud de Villenueve, el brujo
protegido de los cistercienses, que había sido condenado por el Obispo y la
Universidad de París. Hizo erigir estatuas de sí mismo en las Iglesias con el
propósito de que se le rinda culto junto al Crucificado. Tiene un Demonio
familiar, al que llama ‘Bafoel’ que le revela cuanto desea saber: por eso dijo
que aunque toda la humanidad estuviese ubicada a un lado, y él solo en el otro,
él no puede equivocarse, ya se trate de un aspecto de hecho o de derecho.
Expresó en su prédica pública que el Sumo Pontífice, así ponga precio a todos
los sacramentos y cargos eclesiásticos, no puede cometer simonía, lo que es una
herejía afirmar. Al igual que un hereje confirmado, que sostiene que sólo la
suya es la fe verdadera, calificó a los franceses –notoriamente uno de los
pueblos más cristianos– de Cátaros. El es un repugnante sodomita, como lo prueban
numerosos testimonios. Es también un asesino: en su presencia hizo dar muerte a
muchos clérigos diciendo a sus guardias, cuando no llegaban a matarlos con el
primer golpe: ‘Golpea, golpea, Dali, Dali’. Obligó a sacerdotes a violar los
secretos del confesionario. No observa vigilias ni ayunos. Lanza filípicas
contra el Colegio de Cardenales, contra la Orden de Caballeros Teutónicos,
contra la Orden de Predicadores Domínicos, contra los hermanos menores y los
Franciscanos Espirituales, repitiendo a menudo que arruinan el mundo, que son
hipócritas y falsos, y que nada bueno habrá de suceder a quien se confiese ante
ellos. Tratando de destruir la fe, ha concebido una vieja aversión contra el
Rey de Francia, en su odio hacia la fe del verdadero Cristo, porque en Francia
es donde está y estuvo el esplendor de la fe, el gran apoyo y ejemplo de la
Cristiandad. Levantó a todos contra la Casa de Francia, a Inglaterra, a
Germania, confirmando el título de Emperador al Rey de Germania, y proclamando
que hacía eso para destruir el orgullo de los franceses, quienes se
vanagloriaron de no estar sujetos a nadie en cuanto a las cosas temporales, que
nadie había en la tierra arriba de su Rey, añadiendo que ellos mintieron a través
de su gola, y declarando que así un Angel descendiese del cielo y dijese que
los franceses no están sujetos ni a Bonifacio ni al Emperador, sería una
anatema. Permitió que se perdiera la Tierra Santa… empleando en sus guerras
personales y en sus lujos el dinero destinado a la defensa de ese sitio. Ha
sido públicamente reconocido como simoníaco, y mucho más aún, como la fuente y
la base de la simonía, vendiendo beneficios al mejor postor, imponiendo sobre
la Iglesia y sobre el Obispo servidumbre y vasallaje, con objeto de enriquecer
a su familia y a sus amigos con el patrimonio del crucificado, y para
convertirlos en Marqueses, Condes, Barones. Disuelve matrimonios por Dinero…
anula los votos de las monjas… en síntesis, Caballeros, dijo que, en breve, haría
de todos los franceses mártires o apóstatas”.
Impresionados por las acusaciones de
Plasian, todas acompañadas de abundantes pruebas, los parlamentarios convienen
en invitar a Bonifacio VIII a asistir al
Concilio para que ejerza su defensa. Empero, Felipe IV no se conforma con
la aprobación colectiva y redacta cartas personales a las numerosas diócesis de
Francia; mientras Nogaret parte a Roma para notificar al Papa, Guillermo de
Plasian, escoltado por disuasiva tropa real, visita personalmente cada ciudad,
poblado o aldea, y recoge la firma de los estamentos. Como cabía esperar, casi
todos firman al leer la carta del Rey y oír la exposición del acusador oficial;
sólo se resisten los cistercienses y las otras Ordenes benedictinas,
principales refugios de los Golen: Citeaux, el Cluny, y el Temple, desaprueban
airadamente la conducta de Felipe el Hermoso y manifiestan que nada hay de
reprochable en Bonifacio VIII. En cambio la
Universidad de París, los domínicos de París y los franciscanos de Turena se
declaran a favor del Rey.
A mediados de Agosto, Bonifacio VIII publica una bula
en la que afirma que sólo el Papa está autorizado a convocar un Concilio e
intenta defenderse de las acusaciones de Plasian y Nogaret. Al final se
pregunta: ¿cómo se ha llegado al absurdo que los Cátaros acusen de hereje al
Papa? Pero los espías de Felipe IV le informan que se está redactando el decreto de
excomunión del Rey y entredicho del Reino de
Francia: a la bula se le ha puesto por adelantado la fecha de su emisión:
7 de Setiembre de 1303.
Felipe IV decide dar un golpe de mano y capturar a Bonifacio
antes que dé a conocer su infame resolución. Ya en Francia, sería juzgado por
el Concilio y depuesto formalmente, nombrándose en su lugar un Obispo francés
de su confianza. Para cumplir este plan concede carta blanca a Guillermo de Nogaret, a quien entrega su propia
espada y dice estas históricas palabras:
–“La Honra de Francia está en vuestras
manos, Señor Caballero”.
Guillermo de Nogaret se dirige a Italia
acompañado sólo por Sciarra Colonna, el más temible enemigo personal de
Bonifacio, y por Charles de Saint Félix, un Domini Canis que era nieto de Pedro de Creta y Valentina de
Tharsis: Nogaret conocía a Charles de niño, pues éste era hijo de quien fuera
el Señor de la familia de Saint Félix de Caramán. En Florencia, el banquero del
Rey de Francia entrega a Nogaret una importante suma, pues tenía la orden de
proveer al gascón de cuanto fuese necesario para su misión. Desde allí parten
varios hombres adictos al partido gibelino para dar aviso a los Señores aliados
de los Colonna, en las proximidades de Anagni, Alatri y Ferentino. El Papa se
encuentra en su palacio de Anagni, su ciudad natal en el antiguo Estado
pontificio de Frosinone; la vecina ciudad de Ferentino, rival gibelina de la güelfa
Anagni, es el punto de reunión de los conspiradores; el día elegido: el 6 de
Septiembre, es decir, un día antes de la emisión de la bula que excomulgaría a
Felipe IV.
El día señalado, en el máximo secreto,
llegan una docena de Señores, enemigos jurados de Bonifacio VIII, que aguardaban desde hacía años una oportunidad
semejante para tomar venganza: todos ansían íntimamente una ocasión para
ejecutar a Bonifacio, pues consideran inútil su traslado a Francia; irónicamente,
Guillermo de Nogaret deberá apelar a toda su autoridad para protegerlo y
cumplir, así, con la Estrategia de Felipe el Hermoso. Cada Caballero había
viajado por separado, acompañado de una pequeña escolta que no despertaría
sospecha alguna; a estas tropas se sumaban los efectivos mercenarios aportados
por el Capitán Reinaldo Supino, guardia de Ferentino que se vendió a Nogaret
por 1.000 florines. En total se juntan 300 jinetes y 1.000 infantes: aquellas
compañías serían realmente exiguas para la empresa que se proponían realizar,
sino fuese que contaban a su favor con el principio de la sorpresa, ya que ni
Bonifacio VIII, ni sus secuaces
Golen, imaginaban remotamente que podían ser atacados en Anagni. Formado a
pocos kilómetros de distancia, el batallón de Nogaret parecía surgido de la
nada; y nadie en Italia pudo saber con antelación de su existencia como para
advertir a los Golen.
Uno de los Caballeros gibelinos era
Nicolás, de la poderosa familia de los Conti, cuyo hermano Adenulfo, residente
en Anagni, prestaría vital colaboración a los invasores. Por su intermedio, se
logra comprar al comandante de la guardia papal, Godofredo Busso, por una buena
bolsa de oro, mientras que el mismo Adenulfo se ocuparía de engañar a los
anagneses durante el ataque.
A medianoche llegan los guerreros de
Kristos Lúcifer frente a la antigua capital de los Hérmicos; dos Caballeros
portan los estandartes de Francia y de la Iglesia. Nicolás Conti los guía hasta
una puerta en la muralla que ha sido abierta desde adentro y todos se
precipitan al grito de: “¡Muera Bonifacio!¡Viva el Rey de Francia!”. Los
jinetes, seguidos de la infantería, se despliegan en varios grupos por las
angostas y empinadas calzadas. Van en derechura donde se yerguen los suntuosos
palacios, pertenecientes a los Cardenales y al Papa, y varias Iglesias de espléndida
ornamentación. El comandante de la guardia papal se une, junto con parte de los
suyos, a las fuerzas intrusas y comienza el sitio al palacio de Bonifacio VIII, que apenas dispone de unos pocos hombres para
resistir. Por una vez, la historia se invierte: el argumento es el mismo, los
personajes semejantes; es la lucha del Espíritu contra las Potencias de la
Materia, del Rey de la Sangre contra los Sacerdotes Golen, de los
representantes del Pacto de Sangre contra los del Pacto Cultural; pero esta vez
es el Rey de la Sangre quien triunfa sobre el Sacerdote Golen, sobre los
exterminadores de la Sangre Pura, sobre los proclamadores de Cruzadas contra la
Sabiduría Hiperbórea. Dentro de la suntuosa residencia, el orgullo de Bonifacio
se desploma. ¡Vedlo allí, temblando y llorando como una mujer, al Demonio Golen
que pretendía imperar sobre el carisma del Rey de la Sangre! Quizá no llora por
la tragedia del momento sino por el futuro castigo que le impondrán su Señor,
el Supremo Sacerdote Melquisedec, y los Maestros de la Fraternidad Blanca.
Los pobladores de Anagni, a todo esto,
despiertan con la sorpresa de que su ciudad está ocupada por tropas del Rey de
Francia. Alguien hace tañir las campanas llamando a reunión y todas las
familias corren hacia la plaza del mercado; las noticias son abrumadoras:
Sciarra Colonna ha venido con un batallón provisto por el Rey de Francia y
seguramente va a matar al Papa. Godofredo Busso se ha pasado al enemigo y la
Ciudad ha quedado desguarnecida. Rápidamente, en medio de una gran confusión
nombran como jefe a Adenulfo Conti. Este, acompañado de algunos vecinos,
previa-mente escogidos entre los partidarios de los Colonna y de los Conti, se
marcha a parlamentar con los asaltantes. Habla con Reinaldo Supino y regresa
enseguida; asegura con vehemencia que será imposible resistir a los “franceses”,
quienes ya están saqueando los palacios de los Cardenales: sólo queda la
posibilidad de unirse a ellos y compartir el botín. Desesperados, los güelfos
se entregan al pillaje, robando codo a codo con los gibelinos los palacios
cardenalicios y papales. Así desaparecerán obras de arte de valor incalculable,
tesoros de la antigüedad, y riquísima vajilla de oro y plata; cada uno toma
cuanto le place y puede cargar. Algunos descubren las bodegas, encargadas de
satisfacer los exquisitos paladares de los purpurados y calmar su inextinguible
sed, y pronto las botellas circulan de mano en mano. Durante el día, pocos serán
los anagnenses que no se hayan robado algo o embriagado; nadie se aventura por
las calles y la ciudad queda bajo el control total de los escasos hombres de
Nogaret.
Mientras se efectúa el saqueo nocturno,
y la población se halla entretenida en esa bárbara tarea, una febril actividad
guerrera se desarrolla en torno al palacio de Bonifacio, quien, consciente que
con su reducida guardia no podrá resistir mucho tiempo, trata de llegar a un
acuerdo con los sitiadores; su legado recibe las condiciones: rendirse a
discreción, levantar la excomunión a Felipe el Hermoso, rehabilitar a los
Colonna, y concurrir prisionero a Francia para ser juzgado en el Concilio. Al
conocerlas, Bonifacio se resiste a aceptarlas y queda sumido en la desesperación:
sólo atina a vestir la indumentaria sacerdotal Golen y a aguardar a sus
enemigos sentado en el Trono. Entre sollozos de amargura, ora fervorosamente al
Dios Creador para que realice el milagro de salvarlo y salvar los planes de la
Fraternidad Blanca. ¿Será posible, se pregunta a gritos, que los Señores de la
Guerra triunfen sobre él, que es un representante del Creador del Universo? Si él,
en quien se había confiado para que frenara a los Reyes temporales, fracasaba, ¿qué nuevas
desventuras sobrevendrían después a las Ordenes Golen, que por tantos siglos
desarrollaron los planes de la Fraternidad Blanca? Tras cada una de estas
preguntas se convulsionaba y era evidente que no tardaría en perder la razón.
Con excepción de dos Obispos, uno español
y otro italiano, todos huyen de su lado como pueden; algunos son capturados y
muertos por los hombres de Sciarra Colonna, en tanto que otros son conservados
como rehenes pues se entregan voluntariamente, entre ellos su propio sobrino.
Aquellas noticias terminan de deprimir a Bonifacio. Al fin, cede una ventana y
penetran por ella Guillermo de Nogaret y Charles de Saint Félix, seguidos por
media docena de soldados de Ferentino que se mantienen a prudente distancia
para no ser reconocidos por el Papa. Nogaret y Charles se aproximan al Trono:
luciendo la Tiara papal, réplica de la corona egipcia de los Sacerdotes
Atlantes morenos; vistiendo la túnica blanca de los Sacerdotes levitas de
Israel, en la que está bordado el Trébol de Cuatro Hojas de los Sacerdotes
Golen, estilizado como cruz celta; en su mano derecha sosteniendo la Cruz, símbolo
del Encadenamiento Espiritual, y en la izquierda las Llaves de San Pedro, símbolo
de la Llave Kâlachakra con que los Dioses Traidores al Espíritu del Hombre
consumaron su Traición Original; allí estaba sentado, con sus ojos llameantes
de odio y de terror, uno de los hombres más perversos de la Tierra.
–¡Cátaro, hijo de Cátaro! –exclamó
desafiante al reconocer a Nogaret–. ¡Tu amo, el Rey de Francia, no podrá contra
la Ley de Jehová Dios!
–Caballero soy del Rey de Francia –respondió
el gascón– y os puedo asegurar, detestable Sacerdote, que mi Señor sólo conoce
y respeta la Ley del Honor, que es la Ley del Espíritu Santo, de la Voluntad
del Dios Verdadero; sólo tu Dios Jehová, que es un Demonio llamado Satanás, al
que obedeces servilmente, puede oponerse a esa Ley.
–¡Maldito Golen! –ahora era Charles de
Saint Félix, o Charles de Tharsis Valter, o Charles de Tarseval, el que hablaba–
¡Tened por seguro que el Rey de Francia acabará contigo y con las Ordenes diabólicas
que os secundan! ¡Jamás podréis gobernar al Mundo mientras existan Iniciados
como él o Federico II! ¡Pero tened por
más seguro todavía que Nosotros, los Guerreros Eternos de Kristos Lúcifer,
acabaremos algún día con los Jefes de tus Jefes, con la Jerarquía Oculta de
Sacerdotes Supremos que mantienen al Espíritu Increado en la esclavitud de la
materia creada!
Bonifacio palideció y se estremeció de
terror al oír al Hombre de Piedra. Uno como halo de hostilidad esencial se
desprendía de aquel Caballero con una intensidad impresionante: ¿qué era la
muerte de la Vida Cálida frente a esa otra Muerte que se intuía a través de su
presencia? ¿qué la pérdida de la Vida, de los goces y riquezas efímeras, del
Poder en este Mundo o el castigo del Supremo Sacerdote en el otro Mundo que
tanto lo atemorizaba hasta entonces, frente al abismo de la Muerte eterna en
que lo hundían los Ojos de Hielo del caballero francés?
–¡Herejes! –gritó fuera de sí, en
momentos en que una puerta saltaba hecha añicos y entraba a toda carrera una
multitud precedida por Sciarra Colonna– ¡Respetad a quien, por disposición del
Dios Unico, debe gobernar en todo el Orbe!
Sciarra, aquel enemigo mortal de
Bonifacio, alcanzó a oír sus últimas palabras y le propinó una violenta
bofetada con la manopla de hierro, haciendo brotar sangre de su mejilla.
Nogaret tuvo que contenerlo para que no lo atravesase allí mismo con su espada.
El pueblo y los soldados, entre-tanto, echaban mano de cuanto objeto valioso
tenían a su alcance.
Con el palacio tomado, Bonifacio
prisionero, y la Ciudad bajo control, la situación no se presentaba, sin
embargo, promisoria. Una cosa era entrar en secreto en Italia, y preparar un
ataque por sorpresa, y otra salir llevando al Papa prisionero. Ni siquiera en
Anagni podrían mantenerse mucho tiempo si los pobladores descubrían cuán pequeño
era el número de las tropas ocupantes. En el puerto de Ostia los esperaba un
barco de la familia Annibaldi, aliados de los Colonna, mas, para llegar hasta
allí, necesitarían un importante refuerzo. Los hermanos de Sciarra eran los
encargados de concurrir con 5.000 hombres, pero se retrasaron y el día 7 de
Septiembre transcurrió en tensa calma, mientras los anagneses iban despertando
de la sorpresa. El 8, todo seguía igual pero comenzaron a circular rumores
entre los pobladores de que habían sido víctimas de la traición y de un golpe
de mano de unos pocos atacantes. La hostilidad comenzó a hacerse sentir en la
forma de múltiples provocaciones a los soldados de Nogaret y enseguida se vio
que habría que dejar Anagni cuanto antes. Guillermo de Nogaret, Charles de
Saint Félix y Sciarra Colonna se hallaban deliberando sobre la conveniencia de
matar a Bonifacio o arriesgarse a llevarlo con ellos cuando se enteran que
Godofredo Busso se ha pasado nuevamente al bando del Papa y les ha cortado la
entrada al Palacio. Inmediatamente se reinicia la batalla, ahora sangrienta, y
los tres enviados de Felipe IV se ven obligados a huir dejando a Bonifacio VIII en manos de los güelfos.
Días después se encuentran en Francia, siendo aprobado por el Gran Rey todo lo
actuado en Anagni.
Es que la vida de Bonifacio ya no serviría
a los intereses Golen pues aquél había perdido irremediablemente la razón: un
mes después de los sucesos de Anagni, el 11 de Octubre de 1303, moriría en
Roma, concluyendo con él la Era de la dominación Golen medieval en la Santa
Sede, y fracasando la inminente concreción de los planes de la Fraternidad
Blanca, es decir, el Gobierno Mundial y la Sinarquía del Pueblo Elegido. La Alta
Estrategia de los Señores de Tharsis y del Circulus
Domini Canis estaban triunfando
sobre las Potencias de la Materia: Felipe IV, quien aparecía
como la causa exotérica del fracaso Golen, era un Iniciado Hiperbóreo que cumplía
al pie de la letra las pautas esotéricas de la Sabiduría Hiperbórea. Pero la
muerte de Bonifacio, Dr. Siegnagel, señalaba sólo el principio del fin. Faltaba
aún desmantelar la infraestructura financiera de los Templarios, el germen de
la Sinarquía del Pueblo Elegido.
La crisis que quebró el Alma de
Bonifacio se produjo cuando su diabólico orgullo se vio terriblemente humillado
por los actos de sus enemigos: Primero el Cátaro Nogaret, tratándolo como un súbdito
del Rey de Francia y haciéndolo prisionero en su nombre. Luego el misterioso
Charles de Saint Félix, transmitiéndole su poder aterrador y predicando el
fracaso de los planes más secretos de las Ordenes Golen: eso confirmaba las
sospechas de Bernard de Soisset, el Obispo de Pamiers, de que en torno a Felipe
el Hermoso existía una conspiración de los Hijos de las Tinieblas; rodeado de
enemigos, capturado en su propio palacio de Anagni, bañado en sudores fríos,
Bonifacio comprendía tarde ya que había subestimado a Felipe el Hermoso y que
no tomó con suficiente seriedad los frecuentes avisos de alarma que enviaban
los monjes del Cister y los Templarios. Presa entonces de una mezcla de odio y
terror, sentía que su Alma se iba deprimiendo sin remedio. A continuación el Banditti Sciarra, atreviéndose a
golpearlo y aún amenazándolo de muerte, mientras sus hombres lo cubrían de
insultos. Y por último, la traición de su pueblo natal, saqueando sin pudor su
palacio, aliándose a sus enemigos que eran los enemigos de la Iglesia Golen, la
Iglesia del Dios Uno Creador del Universo, del Dios del cual él, el Sacerdote Maximus, era una manifestación
viviente: ¡Oh Dios Uno, qué ingratitud la de su pueblo! quizás aquella agresión
de los suyos, por ser menos importante pero más afectiva, dolía más que las
anteriores ofensas. Y, naturalmente, dentro de ese dolor se destacaba en mayor
grado la angustia de haber sido despojado del oro y la plata, de sus tesoros de
arte de belleza sin par reunidos en toda una vida de adquisiciones, muchos de
ellos heredados o pertenecientes a la familia Gaetani. El peso del fracaso se
descargaba sin atenuantes, aplastando en unas horas a Bonifacio VIII. Demasiadas emociones juntas, aún para un Golen de
legendaria crueldad, las que afligían al Papa de 69 años.
Cuando fue rescatado por el pueblo de
Anagni su conciencia se había situado fuera de la realidad y, aunque muchos
prometían devolver lo robado, Bonifacio no estaba en condiciones de
comprenderlo. Mecánicamente solicitó ser llevado al palacio de Letrán. Allí los
Cardenales Orsini, al comprobar su estado demencial, lo mantuvieron apartado de
los romanos. Con los ojos desorbitados exclamaba: ¡Bafoel! ¡Bafoel! ¡Aliquem ad astra fero! En algunos
momentos de lucidez estallaba en pedidos de venganza contra sus enemigos y
auguraba la ruina de quienes lo habían traicionado. Pero luego su mente se
oscurecía y sufría raptos de ira continuados en los que aullaba, echaba espuma
por la boca, e intentaba morder a quienes lo cuidaban. Al final, el 13 de
octubre de 1303, murió convertido en una bestia furiosa, cumpliendo así la
profecía de Celestino V. El santo había
dicho: –“habéis subido como un zorro,
reinaréis como un león, y moriréis como un perro”.
Cuadragesimoprimer Día
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La forma en que
murió Bonifacio VIII, y la certeza de
que el Rey Carlos II permaneció
indiferente frente a su caída, causó gran temor entre los Cardenales güelfos.
Como nadie quería correr su misma suerte, o aún peor, nueve días después el
Sacro Colegio se pone de acuerdo en la identidad del nuevo Papa: el 22 de
Octubre de 1303 eligen al Cardenal Nicolás Boccasini, que toma el nombre de
Benedicto XI y era General de
los domínicos. El flamante Pontífice, que aunque no era Domini Canis estaba fuertemente influenciado por los Iniciados de
su Orden, intenta llevar adelante una política conciliadora con el Rey de
Francia e iniciar la reforma de las escandalosas costumbres Golen que reinaban
en el alto clero, pero es envenenado con unos higos antes de cumplir el año.
Como en el caso de Celestino V, el difunto había
sido una solución de conveniencia entre los irreconciliables partidos eclesiásticos:
ambos bandos confiaban íntimamente con dominar al Papa. Su muerte sumirá a los
Cardenales en una larga discusión de 10 meses bajo la presión, ahora inevitable,
de Felipe el Hermoso.
El Rey de Francia ofrece oro, y protección
contra la venganza de los Golen, y va consiguiendo que muchos Cardenales güelfos
vendan su voto. Finalmente, se llega a un arreglo: será investido un clérigo no
perteneciente al Sacro Colegio. Felipe el Hermoso se reúne con Bertrand de Got,
Arzobispo de Burdeos, en Saint Jean d'Angely. El Arzobispo es un Señor del
Perro y el Rey de Francia solicita su colaboración: quiere que acepte la
investidura papal y tome ocho medidas que asegurarán la Estrategia del Reino;
no le oculta que la misión será peligrosa en extremo pues los Golen intentarán
asesinarlo por cualquier medio. Sin embargo, Bertrand de Got acepta. También
cumplirá lo prometido: prueba de ello son las incontables calumnias que los
historiadores sinárquicos han afirmado sobre su memoria; empero, como en el
caso de Felipe el Hermoso, todas las calumnias pierden consistencia y se
desintegran cuando se conoce la Estrategia que regía y daba sentido a sus
actos. Sea como fuera, el Arzobispo conviene en cumplir con la misión que le
propone el Rey: primero, condenar la obra de Bonifacio VIII; segundo, levantar la excomunión de Felipe IV; tercero, que la Iglesia no perciba durante cinco años,
de gracia, sus rentas de Francia, a fin de sanear la economía del Reino;
cuarto, rehabilitar a los Cardenales Colonna y a su familia; quinto, nombrar
Cardenales a ciertos Domini Canis
que oportunamente se le indicarían; sexto, aprobar las determinaciones que el
Reino adopte contra el Pueblo Elegido; séptimo, incautar el oro acumulado
clandestinamente por las Ordenes benedictinas cluniacense y cisterciense;
octavo, contribuir eficazmente para lograr la extinción de la Orden del Temple
y el desmembramiento de su infraestructura financiera.
El 5 de Junio de 1305, los Cardenales
eligen a Bertrand de Got, quien toma el Nombre de Clemente V. Inmediatamente solicita ser coronado en Lyon,
capital del Condado de Provenza. ¿Por qué allí? Es otra larga historia, Dr.
Siegnagel, que no podré narrar aquí; pero le daré una respuesta sintética.
Lyon, es una ciudad edificada en un sitio conocido en la Antigüedad como Lugdunum, que en galocelta quería decir
colina de Lug; el nombre se originó
porque en aquella colina existía un Templo dedicado al Culto del Dios Lug. Ahora
bien: tal Culto era, en verdad, antiquísimo, del tiempo de los Atlantes
morenos, pero se mantuvo activo aún miles de años después que los Atlantes
hubieron abandonado Europa; ¿cómo?: porque sus descendientes viajaban desde
Egipto para que jamás faltasen Sacerdotes en la Colina de Lug o de Lyg, es
decir, en Lyon. Cuando los Golen vinieron acompañando a la invasión celta del
siglo V A.J.C., decidieron hacer de Lyon su santuario
principal. Allí permanecieron en adelante, durante la dominación romana, borgoñona
y franca, hasta los días de Felipe el Hermoso. Entonces, los Golen prácticamente
ocupaban la región desde cientos de monasterios benedictinos, cluniacenses, y
cistercienses, y extensas encomiendas Templarias: el Culto, desde luego, no había
desaparecido sino que formaba parte de los ritos secretos Templarios, pues los
Caballeros eran quienes custodiaban el sitio exacto del antiguo Templo. Para
aportar sólo un ejemplo esclarecedor, diré que no fue casual que el papa Golen
Inocencio IV convocase el XIII Concilio Ecuménico en la Ciudad de Lyon, en Junio de
1245: el mismo tenía por objeto decretar la excomunión del Emperador Federico II, lo que se concretó luego del violento discurso del
Papa que versaba sobre “las cinco llagas de la Cristiandad”, de las cuales, la
quinta, era el Emperador. Vale decir, que, para condenar a quien representaba
al Emperador Universal del Pacto de Sangre, los Golen se habían situado en el
Templo más sagrado del Pacto Cultural.
Así, pues, el coronamiento de Clemente V tenía el carácter de un desafío planteado en el corazón
mismo del Enemigo. Y el Enemigo no dejó pasar tan imprudente acción: un
sabotaje en un tablado cargado de gente, en los momentos en que pasaba la
comitiva real, causó un desmoronamiento; Felipe IV y Clemente V salvaron la vida
por Voluntad de los Dioses, pero igual suerte no tuvieron doce príncipes que
murieron en el acto, en tanto que muchos otros quedaron gravemente heridos,
entre ellos Carlos de Valois, hermano del Rey; días después moría asesinado
Gaillard de Got, hermano del Papa. Felipe IV juró entonces
obtener Lyon para su Casa, cosa que efectivamente logró en 1307, y purgarla de
Golen. Clemente V, por su parte,
anunció que se dirigiría a Burdeos para poner en orden y entregar el
Arzobispado, pero cayó por sorpresa en Cluny, adonde procedió a incautarse del
oro; para evaluar el dolor, que aquella fulminante venganza habría causado a
los Golen, basta pensar que la recolección del oro demandó cinco días debido a
su extraordinaria cantidad. Pese a todo, Clemente V no huyó de Lyon sino que regresó y fijó allí su
residencia, adonde permaneció hasta 1309, año en que se trasladó al palacio
amurallado de Aviñón, propiedad de la Iglesia.
En conclusión, Dr. Siegnagel, la Sabiduría
Hiperbórea sugiere prestar atención a Lyon, especialmente en nuestros días,
pues, así como el Pueblo Elegido se ha propuesto hacer oír su voz desde Jerusalén, cuando la obra nefasta de la
Sinarquía esté consumada, así también los Golen se han propuesto hacer oír su voz desde Lyon en ese
momento.
Lógicamente, Clemente V tuvo que simular algún tipo de independencia inicial
del Rey de Francia para evitar una reacción desesperada por parte de los Golen.
Con ese fin aparentó ser afecto a los lujos y placeres mundanos y hasta se
amancebó con la Condesa de Perigord, hija del Conde de Foix, quien no era más
que una Iniciada Cátara que hacía de enlace con los Domini Canis de Tolosa. La exhibición de tales supuestas
debilidades tranquilizó, hasta que fue demasiado tarde, a los Golen. Sin
embargo, la fidelidad de Clemente V al Círculus Domini Canis, y su Honor inquebrantable, pueden comprobarse
observando, no su conducta personal, sino la forma en que cumplió con la misión.
Para mencionar algunos de sus decretos más notables comencemos recordando, por
ejemplo, que en el año 1306 confirmó la ley de Felipe IV por la cual, en un mismo día, fueron expropiados
todos los bienes de los judíos y conminados estos, sopena de ejecución, a
abandonar Francia en un tiempo brevísimo. Según una bula, los Colonna volvían a
ser católicos y se les debían restituir sus títulos y propiedades; según otra,
la Iglesia se comprometía a no percibir ni un luis del Reino de Francia durante
los años siguientes. A solicitud de Felipe el Hermoso sus legistas gestionaron
un proceso eclesiástico post mortem
a Bonifacio VIII, el que contó con
la aprobación de Clemente V; a su término, el
Papa emitió la bula Rex Gloriae, en
Abril de 1311, donde se resumen las conclusiones: en esa bula, res visenda, se ordena que todas las
bulas de Bonifacio VIII contra Felipe IV fuesen quemadas públicamente;
Felipe IV era inocente y “católico fidelísimo”; como también
serían inocentes del atentado de Anagni Nogaret, Sciarra, y Charles; Bonifacio VIII, por otra parte, no fue declarado hereje sino
culpable de obstinatio extrema. Y
agreguemos que en el curso de su pontificado acabó apoderándose de la mayor
parte del oro acumulado por las Ordenes benedictinas, fingiendo siempre una
insaciable ambición, y que hizo oídos sordos a los reclamos de los banqueros
lombardos, víctimas de una ley de expropiación que confiscaba sus propiedades
en Francia.
Es evidente, pues, que Clemente V llevó a cabo todas las metas de su misión o dispuso
los medios jurídicos para que las mismas se concretasen. Justamente en una
entrevista celebrada en Poitiers, en 1306, con Felipe el Hermoso, los dos
Iniciados acordaron el modo de disolver la Orden del Temple: para Clemente V, Señor del Perro, aquello representaba el octavo
objetivo de la misión y constituiría el acto estratégico más importante de su
pontificado; para Felipe IV, significaba la
neutralización de la “II línea táctica” del
Enemigo, tal como expliqué el Día Trigésimo. Naturalmente, no se comprenderá el
por qué un Rey poderoso como Felipe IV, y un Papa que
era el Superior General de la Orden, debían efectuar una planificación secreta
para extinguirla, si no se realiza el esfuerzo de imaginar en qué consistía
efectivamente la Orden del Temple en el siglo XIV, la magnitud de
su potencia económica, financiera y militar. Mas, si se repara en ello,
resultará claro que la Orden estaba en condiciones de presentar varios tipos de
respuestas, militares o económicas, que podrían poner en serias dificultades a
Felipe IV. Hay que tener presente que los planes de la
Fraternidad Blanca se apoyaban, en gran medida, en esta Orden, y que la
Estrategia del Circulus Domini Canis exigía su destrucción para
asegurar el fracaso de esos planes: el golpe, entonces, tendría que ser
contundente y sorpresivo.
La Orden, en efecto, poseía más de
90.000 encomiendas repartidas en los países que actualmente se denominan
Portugal, España, Francia, Holanda, Bélgica, Alemania, Hungría, Austria, Italia
e Inglaterra. En la Francia de comienzos del siglo XIV, incluidas Auvernía, Provenza, Normandía, Aquitanía,
el Condado de Borgoña, etc., donde estaban las haciendas más extensas, existían
aproximadamente 10.000 propiedades templarias: de ellas, 3.000 eran encomiendas
de 1.000 hectáreas de promedio cada una. En total, aquellas propiedades sumaban
3.500.000 hectáreas, lo que representaba el 10% de la superficie de Francia.
Pero este porcentaje no reflejará la potencialidad del latifundio si no se
advierte que aquel 10% de la superficie total
de Francia, es decir, incluidos los ríos, montañas, bosques, y toda suerte de
terreno inservible para el cultivo, constituía un 10% de la mejor tierra,
escogida durante dos siglos con paciencia de monje benedictino y obtenida por
medio de donaciones digitadas por la Iglesia. Y había más: aquellas
encomiendas, que se componían de miles de granjas en plena explotación agrícola,
estaban exentas de todo tipo de impuesto
pues la Orden dependía directamente del Papa, privilegio que, hasta Bonifacio VIII, las convertía en propiedades inviolables para
cualquier Señor temporal. Cambiar esta situación era, precisamente, uno de los
objetivos estratégicos de Felipe el Hermoso, que lo había llevado a enfrentarse
con Bonifacio VIII y a oponer el Derecho Civil nacional al Derecho Canónico.
Mas no se trataba sólo de impuestos: los
Templarios, desde el advenimiento de Felipe IV, venían
desarrollando un plan destinado a quebrar la economía del Reino mediante el
empobrecimiento de la nobleza feudal y el despoblamiento del campo. Sus
productos alimenticios, ofrecidos en las ciudades a precios de dumping o simplemente regalados en los
monasterios, tornaban inútil cualquier intento de planificación económica
estatal o explotación racional de los recursos nacionales; en consecuencia, los
Señores Feudales, que sólo tenían la
tierra como fuente de ingresos, se empobrecían cada vez más a causa de la
desvalorización de los frutos del campo mientras aceptaban como una solución
que los campesinos, agobiados de impuestos y a quienes ya no podían alimentar, emigrasen
a las ciudades. Por supuesto que semejante tarea subversiva estaba acorde con
la Estrategia Golen: ésta requería la destrucción de la nobleza y el
debilitamiento de la monarquía como paso previo a la instauración del Gobierno
Mundial teocrático, el cual sería aún una etapa anterior a la Sinarquía del
Pueblo Elegido. Ante la actitud gibelina de Felipe IV, la Orden del Temple no había hecho más que
intensificar una política que estaba en la entraña de su razón de existir.
Empero, según vemos, esa política iba a tener sorpresivo fin.
Cabe agregar que la economía
antinacional de los Templarios se complementaba en su capacidad destructiva con
la ofensiva comercial lanzada sobre Francia por las ciudades italianas. Pero
esto tiene otra explicación. Cuando Felipe IV recibió el Reino,
era casi una aventura internarse en los caminos de Francia para practicar el
comercio; el peligro radicaba en que el trayecto, por lo general, atravesaba
numerosos feudos cuyos Señores, empobrecidos por las causas apuntadas, solían
gravar con pesados y arbitrarios tributos a las mercaderías en tránsito: eso en
el mejor de los casos, pues la más de las veces algún Señor, demasiado celoso
de sus derechos, procedía a despojar a los mercaderes de la totalidad de su
carga. Mas si esto no ocurría, el negocio era igualmente riesgoso debido a la
acumulación de gravámenes que se sumaban al final del camino. Demás está decir
que los Señores feudales, aparte de controlar los caminos, disponían de ejércitos
propios con los que guerreaban entre ellos e imponían en cada región su propia
ley. Felipe IV, al constituir la
Nación Mística, se propuso solucionar este problema de entrada. En su nombre,
Enguerrand de Marigny dio la solución: el Rey no debería recurrir jamás, salvo en
caso de Guerra exterior, a las tropas de los Señores. Surgía así, de la Escuela
de legistas seglares Domini Canis,
el concepto de la seguridad interior,
definido práctica-mente en base a la hipótesis del conflicto interior. La solución de Marigny consistía en crear una
especie de cuerpo de policía real, la milicia del Rey, encargada de patrullar
todos los caminos y hacer cumplir las leyes del Reino: junto a ellos irían,
luego, los recaudadores de impuestos. Las tropas reales, habitualmente
mercenarias, pronto hicieron entrar en razón a los Señores y en poco tiempo los
caminos, no sólo se habían tornado seguros para el comercio, sino que se
cobraba un único impuesto en cualquier región del Reino.
Fue esa situación de seguridad y orden
lo que atrajo la codicia de los comerciantes extranjeros. Las ciudades
italianas, en particular, disponían de flotas que recorrían el mundo
adquiriendo los artículos más variados y exóticos, frente a los cuales no había
posibilidad de plantear competencia alguna. Las ciudades francesas se vieron así
inundadas de productos importados que contribuían día a día a destruir aún más
la economía del Reino: mientras los comerciantes y mercaderes extranjeros se
enriquecían, a menudo vendiendo mercadería de contrabando, el Reino debía afrontar
el enorme gasto que representaba garantizar militarmente aquella seguridad
interior. Por eso la moneda se envilecía y surgía la inflación; y los gremios
de artesanos, incapaces de competir con los productos extranjeros, caían en la
miseria y arrastraban a la industria nacional en la peor depresión. Aparte del dumping Templario, un riguroso análisis
de los Domini Canis, demostró a
Felipe IV quiénes eran los
culpables ocultos de aquella situación: los banqueros lombardos y los miembros
del Pueblo Elegido. Los banqueros lombardos financiaban a las compañías
italianas que operaban en Francia, cosa que también hacía la Banca Templaria. Y
los miembros del Pueblo Elegido se contaban entre los principales apoyos
interiores de las compañías y capitales extranjeros: muchos de ellos tenían
lazos de parentesco con los banqueros judíos de Venecia o Milán, o con los dueños
de grandes compañías, mientras que otros traicionaban a la Nación francesa por
mero amor al lucro. Felipe IV sería inflexible con tales alimañas: a unos, sólo los
expropió, pues radicaban en otros países; pero a otros los expropió y expulsó
del Reino, ya que carecían de las virtudes éticas necesarias para merecer el
derecho de residencia.
Regresando a los Templarios, espero que
ahora, a la luz de su desmesurado patrimonio territorial y productivo, se tenga
una visión más realista sobre el por qué el Rey de Francia y Clemente V debían avenirse a tratar con mucha cautela sobre el
problema de la Orden del Temple. Aquellas 90.000 encomiendas, por seguir con el
ejemplo, estaban atendidas por 30.000 monjes, tres mil Caballeros, y 270 mil
laicos, lo que representaba una eventual fuerza guerrera muy superior al ejército
nacional de Felipe el Hermoso: una
reacción militar templaria difícilmente sería con-tenida en Francia a otro
precio que el de grandes bajas en el ejército nacional, hecho que podría
determinar el fin de la Estrategia Hiperbórea de la Nación Mística y el
resurgimiento de la teocracia papal; podrían entonces, pese a todo, triunfar
los planes de la Fraternidad Blanca. Por otra parte, baste recordar lo dicho el
Día Decimoctavo sobre el poderío financiero de la Orden para comprender que si
en cada una de las 90.000 encomiendas se podía obtener dinero a préstamo,
depositarlo, o girarlo a cualquiera de las otras, se estaba en presencia de la
más formidable red bancaria del mundo, sólo equiparable, pero no superada en
volumen de infraestructura, a las modernas corporaciones financieras hebreas de
Roquefeller, Rotschild, Kuhn-Loeb, u otros benefactores de la Humanidad. Será fácil
deducir que tal organización debía contar con una afinada red de espías,
dedicados a obtener la información económica y política necesaria para dirigir
la marcha de los negocios. Se entenderá, así, que la más pequeña filtración de
los proyectos diseñados por Felipe el Hermoso y Clemente V podría llegar rápidamente a oídos del Gran Maestre y
de la Plana Mayor Golen y causar la consiguiente alarma. Mejor Estrategia sería
exponer como temas de la entrevista otras preocupaciones diferentes: una
discusión por la cuestión de las rentas eclesiásticas, por ejemplo; o la
situación de la Cristiandad en Oriente; o la actitud del Rey de Inglaterra,
etc. Pero el verdadero y secreto motivo de la entrevista de Poitiers, como la
Historia se encargó de demostrarlo, fue proyectar la Estrategia que haría
posible extinguir a la Orden del Temple y desmantelar su gigantesca
infraestructura.
Cuadragesimosegundo Día
|
Todos los presentes
en Poitiers, los Señores del Perro Guillermo Plasian, Guillermo de Nogaret,
Guillermo Imbert de París, y Clemente V, el Hombre de
Piedra Charles de Tharsis, y el Iniciado Hiperbóreo, y Rey de Francia, Felipe
el Hermoso, coinciden en que las mayores posibilidades de triunfar sobre el
Enemigo dependen del empleo de un arma secreta: la astucia. La astucia es el resultado evolutivo de un instinto animal
y caracteriza la conducta del animal hombre u hombre anímico, es decir, el
hombre dotado de cuerpo y Alma Creada. Pero también existen hombres que poseen
Espíritu Increado, aunque en la mayoría de los casos éste se encuentra
subsumido en el Alma Creada y por eso se dice que tales hombres están
espiritualmente dormidos: ellos también pueden manifestar la astucia anímica
pues el Espíritu dormido o estratégicamente confuso es incapaz de impedirlo.
Pero algo muy diferente ocurre cuando el hombre es efectivamente espiritual, lo
que sólo puede afirmarse si se trata de un Iniciado en la Sabiduría Hiperbórea:
en ese caso su conducta está regida por el Honor y no sólo carece de astucia
sino de cualquier otra característica del animal hombre, tal como la cobardía,
la maledicencia, la infidelidad, la mentira, la envidia, la calumnia, la
insidia, la traición, etc. Mas ¿qué es el Honor del Iniciado Hiperbóreo?: el acto de su Voluntad Graciosa, es
decir, el acto de su Espíritu Eterno, que es pura Gracia. Ninguno de los presentes, por ejemplo, poseía astucia
en la personalidad pues el Honor los había guiado a lo largo de sus vidas; y
ahora demostraban un acto del Más Alto Honor al luchar con todas sus fuerzas
por el triunfo del Pacto de Sangre.
Pero los Golen conocían esto y contaban
con la ingenuidad de los Iniciados Hiperbóreos para derrotarlos; Ellos, en
cambio, eran pura astucia y su
principal arma se llamaba engaño, pálido
reflejo del Gran Engaño con que el Dios Uno disfrazó su miserable Creación. De
allí que no esperasen jamás una reacción astuta procedente de los Iniciados, a
quienes creían siempre dispuestos a ser engañados y traicionados. –“Ya fueron
traicionados una vez, al Principio –se burlaban, torciendo la boca– y lo serán
siempre. ¡Pretenden ser Gallos, y sólo son estúpidas gallinas de corral! Con su
Honor de otro mundo, tarde o temprano nos ofrecerán la espalda; y entonces
nuestros puñales de este mundo acabarán con ellos”–. Sin dudas, los Golen cometían
un error de apreciación al confiar
en el Honor de los Iniciados Hiperbóreos: según los principios de la guerra, las creencias del Enemigo son debilidades
que pueden ser explotadas en provecho propio. Los Iniciados Hiperbóreos
carecían de astucia pero sabían qué era la astucia; y podrían emplearla como
arma estratégica para sorprender al Enemigo. He aquí el concepto que se definía
en Poitiers: si los Golen creían que sus enemigos actuarían con Honor, y éstos
estaban alertados, entonces los ingenuos serían ellos; luego, podrían ser engañados
por medio de la astucia, que Ellos no esperaban, y conducidos a una trampa
mortal. Y el Honor de los Iniciados quedaría a salvo porque nada en sus Espíritus
cambiaría ni afectaría su orientación estratégica hacia el Origen: en medio de
una acción de guerra, los Iniciados habrían jugado con la ilusión, aparentando
ser lo que no eran; si los Golen, maestros en el arte de manipular la ilusión
del Mundo Creado, caían en el simple encantamiento de los Iniciados, ello sólo
se podría calificar como explotación del error del Enemigo, algo perfectamente
legítimo de acuerdo a las leyes de guerra.
Si los Templarios fuesen atacados desde
todos los flancos a la vez, con seguridad se defenderían, con resultados
imprevisibles; por el contrario, si el ataque provenía ostensiblemente del
campo del Rey de Francia, mientras que por el lado del Papa, en quien deberían confiar, hallaban protección,
descuidarían ese costado y serían fatalmente derrotados: la astucia estratégica
consistiría en lograr esa confianza en el Papa para que éste los pudiese
entregar, desarmados, al Rey de
Francia. Con otras palabras, la Estrategia exigiría montar una escena con el
suficiente realismo como para engañar a los Golen: al principio, no tendrían
que sospechar el argumento de la comedia; luego del desenlace, ello ya no
importaría. Los principales actores serían el Papa y el Rey de Francia: el Papa
fingiría proceder de buena fe, pero demostraría estar temeroso de las
represalias reales; haría promesas y trataría de ganar la confianza del Enemigo, que lo creería amigo; Felipe el Hermoso, por su parte, representaría al
soberano intolerante y ambicioso, procurando atraer sobre sí toda la atención
del Enemigo: esto ayudaría al papel de Clemente V. Cuando todo
estuvo listo en Poitiers, se levantó el telón y comenzó el primer acto del
drama: éste se inició con la publicación de una Cruzada contra Andrónico Paleólogo,
Emperador de Constantinopla, a quien se acusó de mantener el cisma de la
Iglesia griega. Desde la caída de San Juan de Acre, la Orden del Temple se había
retirado a Chipre, donde sostenía una guarnición regular, en tanto, que la
Orden de los Hospitalarios hacía lo propio en la isla de Rodas. Con el fin de
establecer su participación en la Cruzada, Clemente V citó en Francia al
Gran Maestre del Temple Jacobo de Molay. Una vez en su presencia, con total
ingenuidad, el Papa manifestó su intención de concretar la vieja idea de
Gregorio
IX de fusionar todas las Ordenes militares: tal idea,
por supuesto, causaba horror a los Templarios pues la integración con una Orden
exotérica pondría sus secretos al descubierto. Sin sospechar la celada, el Gran
Maestre intentaría persuadir al Papa sobre lo inconveniente de semejante
medida: según su impresión, no sería difícil engañar a una mente simple como la
de Clemente V.
Luego de la demencial caída del Golen
Bonifacio VIII, los Golen estaban
alertados sobre la ofensiva de los Domini
Canis, y sabían a qué atenerse con respecto a la elección de Clemente V. Sin embargo,
consideraban a éste sólo un instrumento de Felipe el Hermoso y su entorno de “hijos
de las tinieblas”: la impresión del Gran Golen Jacobo de Molay lo confirmaba;
el Papa era permeable a la influencia afectiva. El Gran Maestre se entre-tendría,
pues, en ganar la amistad del Pontífice, sin imaginar que en París, Nogaret y
Guillermo Imbert preparaban su ruina. Y en pocos meses, Clemente V conseguiría que el
Jefe Golen no desconfiase de su buena fe.
Enguerrand de Marigny y Guillermo de
Nogaret fueron elevados a los dos más importantes puestos de Francia: Coadjutor del Reino y Guarda-sellos del Rey, respectivamente.
Con ese poder, pusieron en práctica una operación secreta que tenía por
objetivo la ejecución de una acción simultánea y eficaz en todo el Reino: tal
acción se concretó el 13 de Octubre de 1307, cuando todos los Caballeros Templarios de Francia, incluido su Gran Maestre,
fueron detenidos bajo la acusación de herejía. En verdad, los cargos
acumulados por Nogaret eran múltiples y variados, pero se hacía hincapié en la
herejía para obtener la intervención del Tribunal de la Inquisición, que en
Francia estaba presidido por Guillermo Imbert de París. Pronto se vio el éxito
estratégico de los Domini Canis:
mientras el Gran Maestre recibía solicitudes de los Caballeros para resistir el
arresto, y vacilaba sobre la actitud a asumir, Guillermo de Plasian le entrega
un mensaje donde el Papa le garantiza su ayuda y le aconseja que renuncie a
defender a la Orden y se someta a su voluntad. Es así como el Gran Maestre
ordena rendirse a todos los Caballeros, y él mismo confía en la intervención
papal. Además, según creían los Golen, aún poseían bastante peso dentro de la
Orden de Predicadores domínicos.
Felipe el Hermoso no pierde el tiempo:
sin resistencia, sus tropas ocupan todas las propiedades templarias. El terror
cunde en la Orden enemiga; cientos de Caballeros y monjes son encarcelados. Por
este firme procedimiento nadie duda de la seriedad de la acusación y pronto se
consigue reunir suficientes testigos y pruebas como para asegurar su liquidación.
Además de la Inquisición, Felipe el Hermoso convoca a los Concilios
provinciales, a la Universidad de París y a los Estados Generales para juzgar a
la Orden. De ese modo, al ir emergiendo de las tinieblas de su fundamento diabólico,
todo el pueblo de Francia asistiría a la exhibición de la filosofía secreta
templaria y conocería sus costumbres depravadas. Es lo que ocurre durante los
tres años de público proceso, cuando el asombro, la repugnancia, y el horror de
los franceses no conocen límites. Pero lo más asombroso quizá sea que durante
ese lapso los Templarios continuasen creyendo que un acto salvador de parte del
Papa los libraría de la condena.
En el proceso se consigue probar que los
Templarios profesaban las siguientes ideas y costumbres: I- los altos
dignatarios de la Orden sostenían que Cristo, al que misteriosamente
denominaban Navután, había sido un
impostor y no el Dios verdadero; II- Cristo nunca fue
crucificado para la redención del género humano; III- la cruz no sería,
así, el instrumento de su pasión, sino una creación del propio Cristo Navután,
a la que habría llamado Vruna; IV- todos los Caballeros, cualquiera fuese su grado o
condición, debían escupir periódicamente aquel Símbolo del Mal, a fin de
desagraviar al Dios Creador: por lo tanto, se probó que al menos una vez, todos
los Templarios habían escupido el crucifijo; V- en consecuencia,
renegaban de la Virgen Santa; VI- oficiaban la
misa según un canon propio y en una lengua extraña, que después se comprobó era
el hebreo; VII- adoraban un ídolo
hermafrodita de espantosas facciones al que se referían bajo el apodo de Bafomet o Bafoel pero cuyo nombre, que jamás pronunciaban sin palidecer, era Bera; VIII- pretendían que
aquel ídolo representaba a un Dios más poderoso que Cristo, quien, a diferencia
del Mesías, se manifestaba con mayor frecuencia entre los hombres; IX- afirmaban que ese abominable Demonio les impuso,
desde los días de San Bernardo, la obligación de practicar la sodomía, vicio al
que se habían habituado y constituía una costumbre natural entre los superiores
de la Orden; X- el Gran Maestre,
y los Grandes Priores o Preceptores, realizaban una ceremonia secreta en la que
ofrendaban sacrificios humanos a Bafomet, en especial niños; XI- el Ritual exigía la incineración de la víctima en un horno dispuesto para tal fin; XII- con las cenizas calcinadas los Templarios elaboraban
una lejía humana, y la conservaban
en secreto como el Bien más preciado; XIII- creían
firmemente que aquella lejía tenía el poder de lavar la unción de los
sacramentos cristianos: según confesaban, mediante dicha lejía habrían anulado
los efectos del bautismo y de la comunión, a los que consideraban “conjuros de
la Cruz”, etc.
Desde un principio los Domini Canis decidieron distinguir
entre “Templario” y “Golen”. En la Edad Media era normal que en un juicio por
herejía se absolviese a los acusados que confesaban espontáneamente, se
arrepentían, y aceptaban los sacramentos cristianos; en el proceso a los
Templarios tal posibilidad fue ofrecida reiteradamente y muchos se avinieron a
confesar lo que sabían. Sin embargo, los Domini
Canis no estaban dispuestos a permitir que los Golen pudiesen zafar de la
trampa: para Ellos, que jamás habían perdonado, no habría perdón; sólo a los “Templarios”,
es decir, a los Caballeros no iniciados en el Culto a Bafomet, se les brindaría
la oportunidad de salvar la vida a cambio de su testimonio. Fue así que se
consiguió reunir una abrumadora cantidad de pruebas contra los Golen de la
Orden aportadas por sus propios miembros, herejes confesos y arrepentidos. Y
entonces el proceso se tornó irreversible, pues ni el Papa ni nadie podrían
salvar a la Orden una vez que el pueblo y la Iglesia tomaran conocimiento de
sus herejías y aberraciones: la
Estrategia de Felipe el Hermoso y el Circulus
Domini Canis había triunfado, ahora definitivamente, sobre los
planes de la Fraternidad Blanca; los Golen no sos-pecharon la comedia
representada por Clemente
V hasta que fue
demasiado tarde; la Orden del Temple, encargada de fundar la Sinarquía
Universal, sería destruida.
De ese modo, los Golen de la Orden del
Temple fueron exterminados sin piedad, recibiendo en carne propia la medicina
que en tantas ocasiones administraron a los partidarios del Pacto de Sangre: irónicamente,
el Tribunal de la Inquisición, del que se valieron para terminar con los Cátaros,
ahora los condenaba de manera inapelable a morir en la hoguera: como en el arte marcial del jiu jitsu, el Enemigo aprovechó sus propias fuerzas
para derrotarlos.
Jamás olvidarían los Golen el proceso a
los Templarios. Especialmente recordada sería la fecha del 10 de Mayo de 1310:
ese día, en el Concilio de Senz, cuyo obispado ejercía Philippe de Marigny,
hermano de Enguerrand fueron quemados a fuego lento 56 Caballeros Templarios,
la flor y nata de la Jerarquía Golen. Desde que los Señores de Tharsis
incendiaron el Bosque Sagrado, e hicieron perecer a los 20 de Cartago, los
Golen no habían tenido un día tan aciago como ese 10 de Mayo. Maniatados cada
uno de espaldas a un robusto poste, el medio centenar de Golen de Senz formaba
una larga fila de condenados, una procesión de espectros marchando hacia el
Infierno; a los pies de cada poste, la leña apilada auguraba el próximo fin de
los Sacerdotes del Dios Uno. Antes que los hermanos menores arrojasen la tea
encendida, un Caballero del Rey Felipe, un monje guerrero de alguna Orden
desconocida, se acercaba a los herejes y pronunciaba en voz baja unas palabras,
que los presentes tomaban como una piadosa oración. Sin embargo, al oírla, el
rostro de los Golen se descomponía de odio, y algunos prorrumpían en atroces
maldiciones: aquellas palabras decían, simplemente: –¡Por Navután y la Sangre de Tharsis!
Al completar la fila, mientras los Golen
elevaban su Alma a Jehová Satanás y reclamaban un castigo indescriptible para
el Hombre de Piedra, aquel Caballero, que no era otro más que Charles de
Tharsis, hizo una señal a los Verdugos, y las hogueras comenzaron a arder.
Pronto los Golen, y sus sueños sinárquicos, no fueron más que cenizas; un puñado
de vil ceniza que no alcanzaría para lavar el daño causado a la Casa de Tharsis
y a tantos otros que cayeron aniquilados por oponerse a esos sueños
demenciales.
Para completar la obra se requería
legalizar el resultado de la Estrategia de Felipe el Hermoso. Con ese propósito
el Papa convocó el Concilio Ecuménico de Viena, de Octubre de 1311 a Mayo de
1312. Aunque derrotados en todos los frentes, los Golen aún tuvieron fuerzas
para presionar e intentar impedir que se acordase la extinción de la Orden.
Hubo una conferencia secreta entre cinco Cardenales fieles a Felipe el Hermoso
y seis delegados del Concilio, en la que se les informó a los últimos sobre las
terribles consecuencias que traería oponerse al Rey de Francia y absolver a la
Orden, pese a las irrefutables pruebas reunidas en su contra. Pero el terror
desatado era muy grande, y, entre el castigo del Rey y la venganza de los
Golen, muchos permanecieron indecisos. Los representantes del Rey ante el
Concilio, Guillermo de Nogaret, Guillermo Plasian, Charles de Tharsis, Enguerrand
de Marigny, etc., hicieron gala de su elocuencia para persuadir a los Obispos
sobre la necesidad que tenía la Iglesia y la Cristiandad de suprimir aquel foco
de herejía. Hubo, incluso, un momento, hacia el mes de Marzo de 1312, en que el
Rey amenazó avanzar con sus tropas sobre Viena y ajustar las cuentas allí mismo
con los partidarios de los Golen: a la sazón llegó hasta Lyon con su hermano
Carlos, sus hijos, y un poderoso regimiento de Caballeros. Al fin, el 22 de
Marzo de 1312, se votó la extinción de la Orden y la confiscación de todos sus
bienes en favor de la Orden de Hospitalarios de San Juan, de la Iglesia, y del
Reino de Francia. No obstante, existían tantas dudas sobre el acuerdo del
Concilio, especialmente porque quienes habían votado en secreto, negaban en público
haberlo hecho, que el Papa se vio obligado a zanjar la cuestión mediante un
decreto: en la bula Considerantes Dudum
declara abolida la Orden del Temple “de manera provisoria” hasta tanto no se
expida de modo definitivo el Tribunal del Santo Oficio, cosa que éste ya había
hecho: “non per modum definitivae
sententiae, sed per modum provisionis… apostolicae”.
La bula y el decreto del Concilio de
Viena son remitidos a todos los países cristianos para su ejecución: la Orden local
debe ser extinguida, sus miembros tomados prisioneros y procesados por herejía.
En Aragón, los Caballeros se fortifican y resisten, debiendo ser sometidos por
Jaime II en campañas militares. Los de Navarra, donde reinaba
Felipe el Hermoso, se rinden sin chistar, al igual que los de Castilla y
Portugal. En todos los casos, los que son absueltos, así como las propiedades
de la Orden, que eran muchas, pasan a integrar la Orden del Hospital u otras
Ordenes creadas para tal fin. En Huelva, el Castillo de Aracena es desalojado y
reemplazada su guarnición con tropas portuguesas, pero más adelante sería
entregado a la Orden de Santiago; antes de partir, los Golen sellan la entrada
a la Caverna de Dédalo, donde un lago de betún recordaría por siglos los
infernales poderes de Bera y Birsa.
El Convento de la Rábida pasó entonces a
la Orden de San Fran-cisco. Ello, sin embargo, no impidió que los Golen
continuasen preparando la venida de Quiblón, de acuerdo a las Ordenes de Bera y
Birsa. Por el contrario, los Golen, que consideraban a Rus Baal como el
Santuario más sagrado de España, dispusieron que el Convento fuese lugar de
retiro y clausura para su plana mayor. El Culto de la Virgen de los Milagros se
había impuesto ya en una vasta región de Andalucía, pero el que más fervor
despertaba en la feligresía, era el Culto a la Virgen de la Cinta, protectora
de los marinos y propietarios de barcos, a quien se consideraba patrona de
Huelva. Esta afirmación popular de la Gran Madre Binah se debía, sobre todo, a
la incansable tarea de “purificación” efectuada por los Templarios, pero que
ahora sería continuada con no menos dedicación por los frailes de San
Francisco. Lo que habría de ceder, en cambio, sería la lucha abierta contra la
Virgen de Agartha, dado que la momentánea pérdida de Poder de los Golen les
impediría sostenerla adecuadamente.
Estos cambios, como es natural, trajeron
tranquilidad a los descendientes de Vrunalda, pues la Caverna Secreta se vio
libre, por el momento, de las acechanzas Golen. Ya en 1312, un Noyo se había
instalado de manera permanente frente a la Espada Sabia.
Los principales jefes Templarios, el
Gran Maestre Jacobo de Molay y otros tres Golen, continuaban prisioneros en la
Casa del Temple de París. Durante tres años se les aplicó sistemáticamente el
tormento con el propósito de hacerles confesar ciertos aspectos sutiles de la
organización templaria; dos datos interesaban especialmente a los Domini Canis: deseaban conocer las
vinculaciones con Oriente, con la Fraternidad Blanca, si existía una ruta
segura hacia la Morada de los Inmortales; y saber si permanecían actual-mente
en Francia, o en algún otro lugar de Europa, agentes de las Potencias de la
Materia, Maestros de la Fraternidad Blanca, Inmortales Golen, etc. a los que se
procuraría capturar de inmediato. Sin embargo, con todo lo terrible que puedan
ser considerados, aquellos tormentos eran meras caricias frente a las refinadas
torturas que los Golen aplicaron en más de una oportunidad a los Señores de
Tharsis. De todos modos, un bando de Nogaret anunció que el 23 de Marzo de 1314
los herejes serían ajusticiados en la Isla de los Judíos, un islote frente al
palacio real donde los domínicos solían quemar a los hijos del Pueblo Elegido.
El día señalado, Jacobo de Molay,
Godofredo de Charnay, Hugo de Payrand, y Godofredo de Gonneville, Sacerdotes
que habían dominado los más secretos conocimientos del Pacto Cultural, eran
amarrados a las estacas y entregados a la purificación del fuego. Felipe el
Hermoso, el Circulus Domini Canis en pleno, y numerosos Señores
de Tharsis venidos desde el Sur de Francia para la ocasión, contemplaron la ígnea
escena que cerraba una etapa histórica, un período caracterizado por los
innobles ataques contra la Sangre Pura y el Espíritu Eterno: la conspiración de
los Demonios se consumía en esas cuatro hogueras, en la Isla de los Judíos, en
la Ciudad de París, el 23 de Marzo de 1314.
El triunfo de la Estrategia Hiperbórea
estaba asegurado; los planes de la Fraternidad Blanca para instaurar la Sinarquía
Universal, imposibilitados de realizarse durante siete siglos; y la venida a España de Quiblón, se
retrasaría 180 años.
Cuadragesimotercer Día
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Síntesis General de
la Sabiduría Hiperbórea:
La
posibilidad de instaurar la Sinarquía Universal en la Edad Media se había
esfumado en las Hogueras de la Inquisición. El Enemigo tardaría setecientos años
antes de acertar, en la Epoca actual, con otra posibilidad semejante. Aquí sería,
pues, el momento de abandonar el tema de la Sinarquía Medieval y continuar con
la historia de la Casa de Tharsis que, como adelanté reiteradas veces, se
trasladaría en parte a América y fundaría el linaje del cual desciendo. Sin
embargo, Estimado y atento Dr. Siegnagel, es mi deseo que consiga Ud.
comprender con la mayor profundidad posible la Sabiduría Hiperbórea, porque
ella es la causa verdadera del drama de la Casa de Tharsis. Sé que en muchas
partes la narración de la historia de la Casa de Tharsis ha quedado oscurecida
por la ausencia de detalles, por lo desconocida que resulta al profano la
Sabiduría Hiperbórea. Por eso, antes de continuar con el relato, me tomaré unos Días para exponer una “Síntesis
General” de lo ya visto sobre la Sabiduría Hiperbórea: fundamentalmente,
procuraré aclarar las principales ideas mencionadas o referidas hasta ahora.
Creo que la mejor manera de lograr este objetivo será describir cuatro
conceptos de la Sabiduría Hiperbórea y definirlos mediante un lenguaje
accesible para Ud. Tales conceptos son: “La
Cultura es un arma estratégica enemiga”, “El Yo, en el Hombre Creado, es un producto del Espíritu Increado”,
“La Alegoría del Yo prisionero”, y “La Estrategia Odal de los Dioses
Liberadores”. Mientras dure la exposición de estos temas subtitularé los Días:
“Síntesis General de la Sabiduría Hiperbórea”.
Desde luego, que tal síntesis causará la
natural interrupción del relato sobre la historia de la Casa de Tharsis. Es por
eso que, si está muy interesado en continuar con la narración básica, le
sugiero saltearse al día 49. En ese día prosigue la historia y su expectativa
quedará satisfecha, pero le advierto que es indispensable que al final lea los días pasados por alto,
para completar su conocimiento general de la Sabiduría Hiperbórea.
En la carta que escribí el Tercer Día,
expliqué que “el principio para
establecer la filiación de un pueblo aliado de los Atlantes consiste en la oposición entre el Culto y la Sabiduría: el sostenimiento de un Culto a las Potencias de la Materia,
a Dioses que se sitúan por arriba del hombre y aprueban su miserable existencia
terrenal, a Dioses Creadores o Determinadores del Destino del hombre, coloca
automáticamente a sus cultores en el marco del Pacto Cultural, estén o no los
Sacerdotes a la vista”. El primer concepto es fácil de comprender como
consecuencia de esta definición. Para el Enemigo del Pacto de Sangre, es decir,
los miembros del Pacto Cultural, “la
Cultura es un arma estratégica”. A lo largo de toda mi carta, ya mostré
sobradamente esa verdad en los múltiples ejemplos en los que se vio a los
miembros del Pacto Cultural ir dominando las sociedades humanas mediante el
control de las principales variables sociales. Sin embargo, la Sabiduría Hiperbórea
afirma que el objetivo enemigo es más sutil y que su Estrategia apunta a
controlar el Espíritu del Hombre, en el hombre, vale decir, se propone
controlar su Yo.
Cuando se realiza la crítica de la
moderna cultura urbana del “Occidente cristiano” suelen detallarse los “males”
que ésta provoca en algunos individuos: la alienación; la deshumanización; la
esclavitud al consumo; la neurosis depresiva y su reacción: la dependencia a
diversos vicios, desde la narcosis hasta la perversión del sexo; la competencia
despiadada, motivada por oscuros sentimientos de codicia y ambición de poder;
etc. La lista es interminable, pero todos los cargos omiten, deliberadamente,
lo esencial, haciendo hincapié, en males “externos”
al Alma del hombre, originados en “imperfecciones de la sociedad”. Como
complemento de esta fa-lacia se argumenta que la solución, el remedio para
todos los males, es “el perfeccionamiento de la sociedad”, su “evolución” hacia
formas de organización más justas, más humanas, etc. La omisión radica en que
el mal, el único mal, no es externo
al hombre, no proviene del mundo sino que radica en su interior, en la
estructura de una mente condicionada por la preeminencia de las premisas
culturales que sustentan el raciocinio y que le deforman su visión de la
realidad. La sociedad actual, por otra parte, ha logrado judaizar de tal modo
al hombre corriente que le ha transformado –milagro que no puede ni soñar la
biología-genética– a su vez en un miserable judío, ávido de lucro, contento de
aplicar el interés compuesto y feliz de habitar un Mundo que glorifica la
usura. Ni qué decir que esta sociedad, con sus millones de judíos biológicos y
psicológicos, es para la Sabiduría Hiperbórea sólo una mala pesadilla, la cual
será definitivamente barrida al fin del Kaly Yuga por el Wildes Heer.
En las tradiciones germánicas se
denomina Wildes Heer al “Ejército Furioso” de Wothan. De acuerdo a la Sabiduría
Hiperbórea, el Ejército de Navután se hará presente durante la Batalla Final,
junto al Gran Jefe de la Raza Blanca.
Es conveniente resumir, ahora, varios
conceptos complementarios de la Sabiduría Hiperbórea, algunos de ellos ya
explicados. Para la Sabiduría Hiperbórea, el animal-hombre, creado por El Uno,
es un ser compuesto de cuerpo físico y Alma. Como producto de una Traición Original,
perpetrada por los Dioses Traidores, el Espíritu Increado, perteneciente a una
Raza extracósmica, ha quedado encadenado a la Materia y extraviado sobre su
verdadero Origen. El encadenamiento espiritual al animal hombre causa la
aparición histórica del Yo, un principio de Voluntad inteligente: carente de Espíritu eterno, el animal hombre
sólo poseía un sujeto anímico que le
permitía adquirir cierta conciencia y efectuar primitivos actos psicológicos
mecánicos, debido al contenido puramente arquetípico de tales actos mentales.
Pero de pronto en la Historia, por causa de la Traición Original, aparece el Yo en medio del sujeto anímico,
sumido en él. Así, el Yo, expresión
del Espíritu, surge hundido en la entraña del Alma sin disponer de ninguna
posibilidad de orientarse hacia el Origen, puesto
que él ignora que se encuentra en tal situación, que hay un regreso posible
hacia la Patria del Espíritu: el Yo está normalmente extraviado sin
saber que lo está; y busca el Origen sin saber qué busca. Los Dioses Traidores
lo encadenaron al Alma del animal hombre para que la fuerza volitiva de su búsqueda
inútil sea aprovechada por el Alma para evolucionar hacia la Perfección Final. Sumido en el sujeto anímico, el Yo es incapaz de
adquirir el control del microcosmos, salvo que pase por la Iniciación Hiperbórea,
la que produce el efecto de aislar al
Yo, del Alma, por medio de las Vrunas Increadas, reveladas al hombre por Navután.
Por eso la Sabiduría Hiperbórea distingue entre dos clases de Yo: el Yo despierto, propio del Iniciado
Hiperbóreo u Hombre de Piedra; y el Yo
dormido, característico del hombre dormido u hombre “normal”, común y
corriente, de nuestro días.
Refiriéndose al hombre normal, se puede
decir que el sujeto anímico, con su Yo perdido incorporado, se enseñorea de la
esfera psíquica, a la que puede considerarse, grosso modo, como compuesta de dos regiones claramente
diferenciables y distinguibles: la esfera
de sombra y la esfera de luz;
ambas regiones están separadas por una barrera llamada umbral de conciencia. La esfera de sombra guarda estrecha relación
conceptual con la región de la psique denominada Inconsciente que define la Psicología
Analítica del Dr. C. G. Jung. La
esfera de luz, es básicamente, la esfera de conciencia, donde discurre la actividad
del sujeto anímico consciente durante la vigilia. El Yo, que es esencialmente
una fuerza volitiva, nada tiene que
ver con la naturaleza temporal del sujeto anímico, pese a lo cual permanece
sumido en éste, confundido en su historia, artificialmente temporalizado, en una palabra, dormido.
Por eso la Sabiduría Hiperbórea distingue clara-mente entre dos formas del Yo:
el Yo perdido y el Yo despierto. El Yo perdido es característico
del hombre dormido, del hombre
extraviado en el Laberinto de Ilusión del Gran Engaño: el hombre dormido es aquel animal
hombre en cuya Alma está encadenado, sin saberlo, un Espíritu Increado.
El Yo despierto, es propio del hombre despierto, es decir, del animal
hombre cuyo Espíritu encadenado ha descubierto el Engaño y procura encontrar el
camino hacia el Origen, la salida del Laberinto. El hombre despierto, el
Iniciado Hiperbóreo es aquél capaz de actuar según el “modo de vida estratégico”
que exige el Pacto de Sangre. Es decir, aquél capaz de aplicar los principios
estratégicos de la Ocupación, del Cerco, y de la Muralla Estratégica. Con respecto al segundo principio, en lo que
toca a la Función Regia, dije el Día Decimosexto: Felipe IV deberá “aplicar el principio del cerco en el
espacio real ocupado”. Según esto, parecería que el principio del Cerco
radicase exclusivamente en el hombre despierto, quien debería “aplicar” o “proyectar” tal principio en el área ocupada; empero, de acuerdo al
principio hermético: “El microcosmos
refleja al macrocosmos”, principio que, tal como se vio en la exposición de
Bera y Birsa, es también cabalístico: Adam
Harishón es el reflejo de Adam Kadmón; ¿quiere decir esto que el principio
del Cerco ha de estar también presente en el macrocosmos, por ejemplo como una ley de la naturaleza? Si ocurriese así,
tal vez se podría, al menos en teoría, detectar en algún fenómeno característico
una cierta función cerco, que nos
revelase por otra vía, esta vez externa, el principio estratégico mencionado.
Aunque puedo adelantar que el resultado
será negativo, es conveniente examinar tal posibilidad de búsqueda externa pues
su análisis permitirá comprender diversos aspectos gnoseológicos y culturales
que afectan al hombre.
Si aceptamos el principio hermético de
equivalencia entre macrocosmos y microcosmos nos resultará evidente que todas las leyes del macrocosmos se
reflejan en leyes análogas del microcosmos. Pero tal correspondencia dista de
ser un mero reflejo pasivo entre estructuras. El hombre, al descubrir y formular leyes, desequilibra
esa relación y asume un papel destacado. Como consecuencia de esa actitud
dominante aparece ahora, separando al Yo del macrocosmos, un modelo cultural
elaborado por un sujeto cultural en
base a principios y conceptos de una estructura
cultural. En la Sabiduría Hiperbórea, Dr. Siegnagel, se definen y estudian
estos tres elementos; sintéticamente, le diré
que el “sujeto cultural” es sólo el sujeto anímico al actuar dinámicamente
sobre una “estructura cultural” constituida en la “esfera de sombra” de la
psique; asimismo, cuando el sujeto anímico actúa en la “esfera racional”, se lo
demonina “sujeto racional”; y si se manifiesta en la “esfera de conciencia”, “sujeto
consciente”; pero siempre, el Yo se encuentra sumido en el sujeto anímico o
Alma, sea racional, cultural o consciente su campo de acción.
Así, es el “modelo cultural” el principal responsable de la visión deformada
que el hombre tiene de sí mismo y del mundo, dado que se interpone entre el macrocosmos y el microcosmos. El modelo cultural
es un contenido de la estructura cultural de carácter colectivo o
sociocultural; por lo tanto, consiste en un conjunto sistemático de conceptos,
propuestos por el sujeto cultural y traducido a uno o dos lenguajes habituales,
por ejemplo, matemático y lingüístico. En resumen, el modelo cultural se
compone, normalmente, de principios matemáticos y premisas culturales. El Yo
del hombre cuando se encuentra confundido con el sujeto consciente, acepta
solidariamente como representaciones de los entes externos, como su verdad, los
objetos culturales que proceden del modelo cultural intermediario, objetos
culturales cuyo significado ha sido propuesto por el sujeto cultural como
premisa en lenguaje habitual.
Examinemos ahora qué entiende el hombre
por “ley de la naturaleza”. Sin entrar en complicaciones se puede afirmar que
una ley de la naturaleza es la cuantificación matemática de una relación
significativa entre aspectos o magnitudes de un fenómeno. Aclaramos esta
definición. Dado un fenómeno es posible que por la observación y por la
experimentación empírica se llegue a diferenciar ciertos “aspectos” del mismo.
Si de entre los varios aspectos que se destacan, algunos de ellos resultan como
“relacionados significativamente entre sí”, y si esa relación posee
probabilidad estadística, es decir, se repite un número grande de veces o es
permanente, entonces puede enunciarse una “ley de la naturaleza”. Para ello
hace falta que los “aspectos” del fenómeno puedan reducirse a magnitudes de tal
modo que la “relación significativa” se reduzca a “relación entre magnitudes” o
sea, a función matemática. Las “Leyes” de la física se han deducido de manera
semejante.
El concepto de “ley de la naturaleza”
que he expuesto es moderno y apunta a “controlar” el fenómeno antes que a
explicarlo, siguiendo la tendencia actual que subordina lo científico a lo
tecnológico. Se tienen así fenómenos “regidos” por leyes eminentes a las que no sólo se aceptan como determinantes sino que
se las incorpora indisolublemente al propio fenómeno, olvidando, o simplemente
ignorando, que se trata de cuantificaciones racionales. Es lo que pasa, por
ejemplo, cuando se advierte el fenómeno de un objeto que cae y se afirma que
tal cosa ha ocurrido por que “actuó la ley de gravedad”. Aquí la “ley de
gravedad” es eminente, y aunque “se sabe que existen otras leyes” las que “intervienen
también pero con menor intensidad”, se cree ciegamente que el objeto en su caída
obedece a la ley de Newton y que
esta “ley de la naturaleza” ha sido la causa
de su desplazamiento. Sin embargo el hecho concreto es que el fenómeno no obedece a ley eminente alguna. El
fenómeno simplemente ocurre y nada hay en él que apunte intencionalmente hacia
una ley de la naturaleza, y menos aún una ley eminente. El fenómeno es parte
inseparable de una totalidad que se llama “la realidad”, o “el mundo”, y que
incluye, en ese carácter, a todos
los fenómenos, los que ya han ocurrido y los que habrán de ocurrir. Por eso en
la realidad los fenómenos simplemente ocurren,
sucediendo, quizá, a algunos que ya han ocurrido, o simultáneamente con otros
semejantes a él. El fenómeno es sólo una parte de esa “realidad fenoménica” que
jamás pierde su carácter de totalidad: de una realidad que no se expresa en términos de causa y efecto para sostener el fenómeno;
en fin, de una realidad en la cual el fenómeno acontece independientemente de que su ocurrencia sea o no
significativa para un observador y cumpla o no con leyes eminentes.
Antes de abordar el problema de la “preeminencia
de las premisas culturales” en la evaluación racional de un fenómeno, conviene
despojar a éste de cualquier posibilidad que lo aparte de la pura determinación
mecánica o evolutiva, según el “orden natural”. Para ello estableceré, luego de
un breve análisis, la diferencia entre fenómeno de “primer” o de “segundo”
grado de determinación, aclaración indispensable dado que las leyes eminentes,
corresponden siempre a fenómenos de primer grado.
Para el gnóstico “el mundo” que nos
rodea no es más que la ordenación de la materia efectuada por el Dios Creador,
El Uno, en un principio, y a la cual percibimos en su actualidad temporal. La
Sabiduría Hiperbórea, madre del pensamiento gnóstico va más lejos al afirmar
que el espacio, y todo cuanto él contenga, se halla constituido por
asociaciones múltiples de un único elemento denominado “quantum arquetípico de energía”, el cual constituye un término físico de la mónada arquetípica,
es decir, de la unidad formativa absoluta del plano arquetípico.
Estos quantum, que son verdaderos átomos arquetípicos, no conformadores o estructuradores de
formas, poseen, cada uno, un punto
indiscernible mediante el cual se realiza la difusión panteísta del
Creador. Es decir que, merced a un sistema puntual de contacto polidimensional,
se hace efectiva la presencia del Demiurgo en toda porción ponderable de
materia, cualquiera que sea su calidad. Esta penetración universal, al ser
comprobada por personas en distinto grado de confusión, ha llevado a la errónea
creencia de que “la materia” es la propia substancia de El Uno. Tal las
concepciones vulgares de los sistemas panteístas o de aquellos que aluden a un “Espíritu
del Mundo” o “Anima Mundi”, etc. En
realidad la materia ha sido “ordenada” por el Creador e “impulsada” hacia un
desenvolvimiento legal en el tiempo
de cuya fuerza evolutiva no escapa ni la más mínima partícula (y de la cual
participa, por supuesto, el “cuerpo humano”).
He hecho esta exposición sintética de la
“Física Hiperbórea” porque es necesario distinguir dos grados de determinismo.
El mundo, tal cual lo describí recién, se desenvuelve, mecánicamente, orientado
hacia una finalidad; éste es el primer
grado del determinismo. Con otras palabras: existe un Plan a cuyas pautas
se ajusta, y a cuyos designios tiende, el “orden” del mundo; la materia librada
a la mecánica de dicho “orden” se halla determinada
en primer grado. Pero, como dicho plan, se halla sostenido por la Voluntad
del Creador, y Su Presencia es efectiva en cada porción de materia, según
vimos, podría ocurrir que El, anormalmente,
influyese de otra manera sobre
alguna porción de realidad, ya sea para modificar
teleológicamente su Plan o para expresar semióticamente su intención, o por motivos estratégicos; en ese caso estamos ante el segundo grado del determinismo.
Por “motivos estratégicos” se entiende
lo siguiente: cuando el hombre despierto emprende el Regreso al Origen en el
marco de una Estrategia Hiperbórea emplea técnicas secretas que permiten
oponerse efectivamente al Plan. En estas circunstancias el Creador, anormalmente, interviene con todo Su
Poder para castigar al intrépido.
Podemos ahora distinguir entre un fenómeno de primer grado y un fenómeno de segundo grado, atendiendo
al grado de determinación que involucra su manifestación. Debe comprenderse
bien que en esta distinción el acento se pone sobre las diferentes maneras con que el Demiurgo puede actuar sobre un mismo fenómeno. Por ejemplo, en el
fenómeno de una maceta cayendo desde un balcón a la vereda, no podemos ver otra
cosa que una determinación de primer grado; decimos: “actuó la ley de gravedad”.
Pero, si dicha maceta cayó sobre la cabeza del hombre despierto, podemos
suponer una segunda determinación o, con rigor, una “segunda intención”;
decimos: “actuó la Voluntad del Creador”.
Al primer y segundo grado de determinación
de un fenómeno se lo denomina también, desde otro punto de vista, Primera y
Segunda intención del Creador.
En general, todo fenómeno es susceptible
de manifestarse en primer y segundo grado de determinación. Atendiendo a esta
posibilidad convendremos lo siguiente: cuando no se indique lo contrario, por “fenómeno”,
se entenderá aquél cuya determinación es puramente mecánica, es decir, de
primer grado; en caso contrario se aclarará, “de segundo grado” .
Sólo falta, ahora que distinguimos entre
“los dos grados del fenómeno”, aclarar la afirmación que hice al comienzo de
este análisis de que toda ley de la naturaleza, inclusive aquellas eminentes,
describen el comportamiento causal de fenómenos de primer grado de determinación.
Es fácil comprender y aceptar esto ya que cuando en un fenómeno interviene una
determinación de segundo grado, el sentido natural del encadenamiento mecánico
ha sido enajenado temporalmente en favor de una Voluntad irresistible. En ese
caso el fenómeno ya no será “natural” aunque aparente serlo, sino que estará
dotado de una intencionalidad superpuesta de neto carácter maligno para el hombre.
Por otra parte, el fenómeno de primer
grado, se manifiesta siempre completo en
su funcionalidad, la cual es expresión directa de su esencia, y a la que
siempre será posible reducir matemáticamente a un número infinito de “leyes de
la naturaleza”. Cuando el fenómeno de primer grado es apreciado especialmente
por una ley de la naturaleza, la
cual es eminente para uno pues destaca
cierto aspecto interesante, es evidente que no se está tratando con el fenómeno
completo sino con dicho “aspecto”
del mismo. En tal caso debe aceptarse el triste hecho de que del fenómeno sólo
será percibida una Ilusión. Mutilado sensorialmente, deformado gnoseológicamente,
enmascarado epistemológicamente, no debe extrañar que los indoarios calificaran
de maya, Ilusión, a la percepción
corriente de un fenómeno de primer grado.
Plantearé ahora un interrogante, cuya
respuesta permitirá encarar el problema de la “preeminencia de las premisas
culturales”, basado en las últimas conclusiones: “si todo fenómeno de primer
grado aparece necesaria-mente completo (por ejemplo: a las 6 A.M. ‘sale el sol’)”,
¿cuál es el motivo específico de que su aprehensión por intermedio del “modelo
científico o cultural” impide tratar con el fenómeno en su integridad, y
circunscribe en torno de aspectos parciales del mismo? (por ejemplo cuando
decimos: “la rotación terrestre es la causa
que ha producido el efecto de que a
las 6 A.M. el sol se haya hecho visible en el horizonte Este”). En este último
ejemplo es evidente que al explicar el fenómeno por una “ley eminente” no se
hace más que referir a ciertos aspectos parciales (la “rotación terrestre”)
dejando de lado –no viéndolo– al fenómeno mismo (“el Sol”). La respuesta a la
pregunta planteada lleva a tocar un principio fundamental de la teoría
epistemológica estructural: la relación
que se advierte entre aspectos de un fenómeno, cuantificable matemáticamente
como “ley de la naturaleza”, se origina en la preeminencia de premisas
culturales a partir de las cuales la razón modifica la percepción del fenómeno
en sí.
Demás está decir que esto ocurre por el
efecto “enmascaramiento” que la razón causa en toda imagen reflexionada por el
sujeto consciente: la razón “responde a la interrogación”, es decir, a las flexiones
del sujeto consciente, en el cual se
halla sumido el Yo perdido. Como si se tratase de una fantasía, la razón
interpreta y conforma un esquema racional de la re-presentación del ente fenoménico,
esquema cuya imagen se superpone a la representación y la enmascara, dotándola
del significado proposicional que determinan las premisas culturales
preeminentes.
Cuando se efectúa una observación “científica”
de un fenómeno las funciones racionales se tornan preeminentes a cualquier
percepción, “destacando” con eminencia aquellos aspectos interesantes o útiles
y “desluciendo” el resto (del fenómeno). De este modo la razón opera como si
enmascarara al fenómeno, previamente arrancado de la totalidad de lo real, y
presentara de él una apariencia “razonable” y siempre comprensible en el ámbito
de la cultura humana. Por supuesto que a nadie le importa que los fenómenos
queden, a partir de allí, ocultos tras su apariencia razonable; no si es
posible servirse de ellos, controlarlos, aprovechar su energía y dirigir sus
fuerzas. Al fin y al cabo una civilización científicotecnológica se edifica sobre los fenómenos y aún contra ellos; ¿qué importa si una visión
racional del mundo recorta los fenómenos percibidos y nos enfrenta con una realidad cultural, tanto más artificial
cuanto más ciegos estemos? ¿qué importa, repito, cuando tal ceguera gnoseológica
es el precio que se debe pagar para disfrutar de las infinitas variantes que,
en términos de goce y confort, ofrece la civilización científica? ¿Acaso acecha
algún peligro que no podemos conjurar técnicamente, nosotros que hemos
eliminado muchas y antiguas enfermedades, que hemos prolongado la vida humana y
creado un hábitat urbano con un lujo nunca visto?
El peligro existe, es real, y amenaza a
todos aquellos miembros de la humanidad que poseen ancestros hiperbóreos; la
Sabiduría Hiperbórea lo denomina fagocitación
psíquica. Es un peligro de género psíquico y de orden trascendente que
consiste en la aniquilación metafísica de la conciencia, posibilidad que puede
concretarse en este o en otro Mundo, y en cualquier tiempo. La destrucción de
la conciencia sucede por fagocitación
satánica, es decir, por asimilación del sujeto anímico a la substancia de Jehová Satanás. Cuando tal catástrofe
ocurre se pierde completamente toda posibilidad de trasmutación y regreso al
Origen.
Sin embargo, conviene repetir que es la confusión el principal impedimento para la trasmutación del hombre dormido en Hombre de Piedra. Y, a la confusión permanente, contribuye la ceguera gnoseológica que mencionaba antes, producto de la moderna mentalidad racionalista. Se vive según las pautas de la “Cultura” occidental, la cual es materialista, racionalista, cientificotecnológica y amoral; el pensamiento parte de premisas culturales preeminentes y condiciona la visión del mundo tornándola pura apariencia, sin que se note o se tenga idea de ello. La Cultura, entonces, mantiene en la confusión e impide orientarse y marchar hacia el centro de la reintegración psíquica, trasmutando al hombre dormido en Hombre de Piedra. ¿Es por casualidad que tal cosa sucede? Lo he dicho muchas veces: la Cultura es un arma estratégica, hábilmente empleada por quienes desean la perdición de la Herencia Hiperbórea.
Se comprueba, así, que el “modelo
cultural intermediario”, entre el Yo y el macrocosmos, dificulta enormemente la
posibilidad de encontrar el principio del cerco en el mundo, como ley de la
naturaleza.
Cuadragesimocuarto Día
|
Síntesis General de
la Sabiduría Hiperbórea:
Los
conceptos complementarios precedentes, han puesto de manifiesto el hecho de que
una “ley de la naturaleza” se origina en ciertas relaciones que el juicio
racional establece entre aspectos significativos. Mi propósito es dejar en
claro que aunque dichos aspectos pertenecen verdaderamente al fenómeno, la
relación que dio lugar a la ley eminente ha sido creada por la razón y de ningún
modo puede atribuirse al fenómeno mismo. La razón, apoyada en premisas culturales
preeminentes, utiliza al mundo como modelo
proyectivo o de representación de modo tal que un fenómeno cualquiera
exprese correspondencia con una
concepción intelectual equivalente. De este modo el hombre se sirve de
conceptos racionales del fenómeno que guardan una débil vinculación con el fenómeno
en sí, con su verdad.
Al efectuar razonamientos y análisis
sobre la base de tales conceptos se suma el error y el resultado no puede ser
otro que la paulatina inmersión en la irrealidad y la confusión. Este efecto es
buscado por el Enemigo, lo he dicho. Se verá luego cuál es el modo de evitarlo
que enseña la Sabiduría Hiperbórea.
Al mencionar, anteriormente, el
principio hermético dije que todas las leyes del macrocosmos se reflejan en
leyes equivalentes del microcosmos. Pero “las leyes de la naturaleza” del
macrocosmos no son sino representaciones de un modelo matemático originado en
la mente humana, es decir, en el microcosmos, según he analizado. En el proceso
que da lugar a la “idea científica” de un fenómeno concurren elementos de dos
fuentes principales: los “principios matemáticos” y las “premisas culturales
preeminentes”. Los “principios matemáticos” son arquetípicos, provienen de
estructuras psicológicas hereditarias: cuando “aprendemos matemática”, por
ejemplo, sólo actualizamos conscientemente un número finito de sistemas
formales que pertenecen al ámbito de la Cultura, pero los “principios matemáticos”
no son en verdad “aprendidos” sino “descubiertos” pues constituyen matrices básicas
de la estructura del cerebro. Las “premisas culturales preeminentes” surgen de
la totalidad de los elementos
culturales, aprendidos a lo largo de la vida, que obran como contenido de los
sistemas de la estructura cultural y a los cuales acude el sujeto cultural para
formular los juicios.
La distinción que he hecho entre “principios
matemáticos” y “premisas culturales preeminentes”, como dos fuentes principales
que intervienen en el acto mental de formular una “ley de la naturaleza”, va a
permitir exponer una de las tácticas más efectivas que emplea el Creador para
mantener a los hombres en la confusión y el modo cómo los Dioses Leales la
contrarrestan, induciendo carismáticamente a estos a descubrir y aplicar la “ley
del cerco”. Por eso he insistido tanto en el análisis: porque nos hallamos ante
uno de los principios más importantes de la Sabiduría Hiperbórea y, también,
uno de los secretos mejor guardados por el Enemigo.
Cuando se conoce el principio que dice “para
la Sinarquía, la Cultura es un arma estratégica” suele pensarse que el mismo se
refiere a la “Cultura” como algo “externo”, propio de la conducta del hombre en
la sociedad y de la influencia que ésta ejerce sobre él. Este error proviene de
una incorrecta comprensión de la Sinarquía, a la cual se supone sea una mera “organización
política”, y del papel que ella juega en el
Plan del Demiurgo terrestre Jehová Satanás. La
verdad es que el hombre procura orientarse hacia el Origen y no lo consigue por
el estado de confusión en que se halla; a mantenerlo en ese estado contribuye
la Cultura como arma estratégica enemiga; pero si este ataque proviniera
solamente de lo exterior, es decir, de la sociedad, bastaría con alejarse de
ella, con hacerse ermitaño, para neutralizar sus efectos. Sin embargo está
suficientemente comprobado que la soledad no basta para evitar la confusión y
que, por el contrario, ésta suele aumentar en el retiro más hermético, siendo
muy problable que por ese camino se pierda la razón mucho antes de encontrar el
Origen. Son los elementos culturales interiores los que confunden, desvían, y
acompañan al hombre en todo momento. Es por eso que el Yo despierto debe
liberarse previamente del obstáculo
que imponen los elementos culturales si pretende salvar la distancia que lo
separa del Origen.
Un Yo despojado de toda moral, de todo
dogma, indiferente a los engaños del mundo pero abierto a la memoria de sangre,
podrá marchar gallardamente hacia el Origen y no habrá fuerza en el universo
capaz de detenerlo.
Es una bella imagen la del hombre que
avanza intrépidamente, envuelto en el furor guerrero, sin que los Demonios
consigan detenerlo. Siempre la presentaremos; pero, se preguntará: ¿cómo es
posible adquirir tal grado de pureza? Porque el estado normal del hombre, en
esta etapa del Kaly Yuga, es la confusión. Explicaré ahora, en respuesta a tan
sensata pregunta, la táctica de los Dioses Leales para orientar a los hombres espirituales y neutralizar el efecto de la
Cultura sinárquica.
En el hombre dormido el Yo se halla
sujeto a la razón. Ella es el timón que guía el rumbo de sus pensamientos del
que por nada del mundo se apartaría; fuera de la razón están el miedo y la
locura. Pero la razón opera a partir de elementos culturales; ya se vio de qué
manera las “premisas culturales preeminentes” participan en la formulación de
una “ley de la naturaleza”. De modo que el yugo que el Enemigo ha ceñido en
torno al Yo es formidable. Se podría decir, en sentido figurado, que el Yo se
encuentra prisionero de la razón y sus
aliados, las premisas culturales; y todos comprenderían el sentido de esta
figura. Ello se debe a que existe una clara correspondencia analógica entre el
Yo, en el hombre dormido, y el concepto de “cautiverio”. Por esta razón
desarrollaré a continuación una alegoría,
en la cual se hará evidente la correspondencia apuntada, lo que permitirá
luego, comprender la estrategia secreta que los Dioses Leales practican para
contrarrestar el arma cultural de la
Sinarquía.
Comenzaré a presentar la alegoría fijando
la atención en un hombre, a quien han tomado prisionero y condenado, de manera
inapelable, a reclusión perpetua. El desconoce esta sentencia, así como
cualquier información posterior a su captura procedente del mundo exterior,
pues se ha decidido mantenerlo indefinidamente incomunicado. Para ello ha sido
encerrado en una torre inaccesible la cual se halla rodeada de murallas,
abismos y fosos, y donde resulta aparentemente imposible todo intento de fuga.
Una guarnición de soldados enemigos, a los cuales no es posible dirigirse sin
recibir algún castigo, se encargan de vigilar permanentemente la torre; son
despiadados y crueles, pero terriblemente eficientes y leales: ni pensar en
comprarlos o engañarlos. En estas condiciones no parecen existir muchas esperanzas
de que el prisionero recobre alguna vez la libertad. Y, sin embargo, la situación
real es muy otra. Si bien hacia afuera
de la Torre la salida está cortada por murallas, fosos y soldados, desde adentro es posible salir
directamente al exterior, sin tropezar con ningún obstáculo. ¿Cómo? Por medio
de una salida secreta cuyo acceso se
encuentra hábilmente disimulado en el piso de la celda. Naturalmente, el
prisionero ignora la existencia de este pasadizo como tampoco lo conocen sus
carceleros.
Supongamos ahora que, sea porque se le
ha convencido de que es imposible escapar, sea porque desconoce su calidad de
cautivo, o por cualquier otro motivo, el prisionero no muestra predisposición
para la fuga: no manifiesta ni valor ni arrojo y, por supuesto, no busca la
salida secreta; simplemente se ha resignado a su precaria situación.
Indudablemente es su propia actitud negativa el peor enemigo ya que, de
mantener vivo el deseo de escapar, o aún, si experimentase la nostalgia por la libertad perdida, se revolvería
en su celda donde existe, al menos, una posibilidad en un millón de dar con la
salida secreta por casualidad. Pero no es así y el prisionero, en su confusión, ha adoptado una conducta
apacible que, a medida que transcurren los meses y los años, se torna cada vez
más pusilánime e idiota.
Habiéndose entregado a su suerte, sólo
cabría esperar para el cautivo una ayuda exterior, la cual sólo puede consistir
en la revelación de la salida secreta.
Pero no es tan simple de exponer el problema ya que el prisionero no lo desea o
no sabe que puede huir, según he dicho. Se deben, pues, cumplir dos cosas: 1ro
lograr que asuma su condición de prisionero, de persona a quien han quitado la libertad, y, en lo posible,
que recuerde los días dorados cuando
no existían celdas ni cadenas. Es necesario que tome conciencia de su miserable
situación y desee ardientemente salir, previamente a: 2do revelarle la
existencia de la única posibilidad de
huir. Porque bastaría, ahora que el prisionero desea huir, sólo con que sepa de la existencia de la
salida secreta; a ésta la buscará y hallará por sí mismo.
Planteado así, el problema parece muy
difícil de resolver: es necesario despabilarlo, despertarlo de su letargo, orientarlo,
y luego revelarle el secreto. Por
eso es hora ya de preguntarse: ¿hay alguien dispuesto a ayudar al miserable
prisionero? Y si lo hubiese ¿cómo se las arreglaría para cumplir las dos
condiciones del problema?
Debo declarar que, afortunadamente, hay
otras personas que aman y procuran ayudar al prisionero. Son aquellos que
participan de su etnia y habitan un país muy, pero muy, lejano, el cual se
encuentra en guerra con la Nación que lo aprisionó. Pero no pueden intentar
ninguna acción militar para liberarlo debido a las represalias que el Enemigo podría
tomar sobre los incontables cautivos que, además del de la torre, mantienen en
sus terribles prisiones. Se trata pues de dirigir la ayuda de la manera
prevista: despertarlo, orientarlo y revelarle el secreto.
Para ello es preciso llegar hasta él, pero
¿cómo hacerlo si ha sido encerrado en el corazón de una ciudadela fortificada,
saturada de enemigos en permanente alerta? Hay que descartar la posibilidad de
infiltrar un espía debido a las diferencias
étnicas insuperables: un alemán no podría infiltrarse como espía en el ejército
chino del mismo modo que un chino no podría espiar en el cuartel de las SS.
Sin poder entrar en la prisión y sin posibilidad de comprar o engañar a los
guardianes sólo queda el recurso de hacer
llegar un mensaje al prisionero.
Sin embargo enviar un mensaje parece ser
tan difícil como introducir un espía. En efecto; en el improbable caso de que
una gestión diplomática con-siguiese la autorización para presentar el mensaje
y la promesa de que éste sería entregado al prisionero, ello no serviría de
nada porque el solo hecho de que tenga que atravesar siete niveles de
seguridad, en donde sería censurado y mutilado, torna completamente inútil a
esta posibilidad. Además, por tal vía
legal (previa autorización), se impondría la condición de que el mensaje
fuese escrito en un lenguaje claro y accesible al Enemigo, quien luego censuraría
parte de su contenido y traspondría los términos para evitar un posible segundo
mensaje cifrado. Y no nos olvidemos que el secreto de la salida oculta tanto
interesa que lo conozca el prisionero, como que lo ignore el Enemigo. Y lo
primero: ¿qué decir en un mero mensaje para lograr que el prisionero despierte, se oriente, comprenda que debe
escapar? Por mucho que lo pensemos se hará evidente al final que el mensaje debe ser clandestino y que el mismo no puede ser escrito. Tampoco puede ser
óptico debido a que el pequeño
ventanuco de su celda permite observar solamente uno de los patios interiores,
hasta donde no suelen llegar señales desde el exterior de la prisión.
En las condiciones que he expuesto, no
resulta evidente, sin duda, de qué manera pueden sus Kameraden dar solución al problema y ayudar al prisionero a
escapar. Tal vez se haga la luz si se tiene presente que, pese a todas las precauciones
tomadas por el Enemigo para mantener al cautivo desconectado del mundo
exterior, no lograron aislarlo acústicamente.
(Para ello hubiesen debido tenerlo, como a Kaspar
Hauser, en una celda a prueba de sonidos).
Mostraré ahora, como epílogo, el modo
elegido por los Kameraden para brindar efectiva ayuda; una ayuda tal que 1ro: despierte y 2do: revele el secreto, al prisionero, orientándolo hacia la libertad.
Al decidirse por una vía acústica para
hacer llegar el mensaje los Kameraden comprendieron que contaban con una gran
ventaja: el Enemigo ignora la lengua
original del prisionero. Es posible entonces transmitir el mensaje
simplemente, sin doble sentido, aprovechando que el mismo no será comprendido por el Enemigo. Con esta convicción los
Kameraden hicieron lo siguiente: varios de ellos treparon a una montaña cercana
y, munidos de una enorme caracola, la cual permite amplificar muchísimo el
sonido de la voz, comenzaron a emitir el mensaje. Lo hicieron
ininterrumpidamente, durante años, pues se habían juramentado a no abandonar el
intento mientras el prisionero no estuviese nuevamente libre. Y el mensaje
descendió de la montaña, cruzó los campos y los ríos, atravesó las murallas e
invadió hasta el último rincón de la prisión. Los enemigos al principio se
sorprendieron, pero, como ese lenguaje para ellos no significaba nada, tomaron
el musical sonido por el canto de algún ave fabulosa y lejana, y al final
acabaron por acostumbrarse a él y le olvidaron. Pero, ¿qué decía el mensaje?
Constaba de dos partes. Primero los
Kameraden cantaban una canción infantil.
Era una canción que el prisionero había
oído muchas veces durante su niñez, allá, en la patria dorada, cuando estaban aún lejanos los días negros de la
guerra y el cautiverio perpetuo sólo podía ser una pesadilla imposible de soñar.
¡Oh, qué dulces recuerdos evocaba aquella melodía! ¿qué Espíritu, por más
dormido que estuviese, no despertaría, sintiéndose eternamente joven, al oír
nuevamente las canciones primordiales, aquellas que escuchara embelesado en los
días felices de la infancia, y que, sin saber cómo, se transformaron en un sueño
antiguo y misterioso? Sí; el prisionero, por muy dormido que estuviese su Espíritu,
por más que el olvido hubiese cerrado sus sentidos, ¡acabaría por despertar y
recordar! Sentiría la nostalgia de la patria lejana, comprobaría su situación
humillante, y comprendería que sólo quien cuente con un valor infinito, con una
intrepidez sin límites, podría realizar la hazaña de la fuga.
Si tal fuera el sentir del prisionero,
entonces la segunda parte del mensaje le dará la clave para hallar la salida secreta.
Observe que he dicho la clave y no la salida secreta. Porque sucede que mediante la clave el
prisionero deberá buscar la salida
secreta, tarea que no ha de ser tan difícil considerando las reducidas
dimensiones de la celda. Pero, luego que la encuentre, habrá de completar su
hazaña descendiendo hasta
profundidades increíbles, atravesando corredores sumidos en tinieblas
impenetrables y subiendo,
finalmente, a cumbres remotas: tal el complicado trayecto de la enigmática
salida secreta. Sin embargo ya está
salvado, en el mismo momento que inicia
el regreso, y nada ni nadie logrará detenerlo.
Sólo nos falta, para completar el epílogo
de la alegoría, decir una palabra sobre la segunda parte del mensaje acústico,
esa que tenía la clave del secreto. Era también una canción. Una curiosa canción
que narraba la historia de un amor prohibido y sublime entre un Caballero y una
Dama ya desposada. Consumido por una pasión sin esperanza el Caballero había
emprendido un largo y peligroso viaje por países lejanos y desconocidos,
durante el cual, se fue haciendo diestro en el Arte de la Guerra. Al principio
trató de olvidar a su amada, pero pasados muchos años, y habiendo comprobado
que el recuerdo se mantenía siempre vivo en su corazón, comprendió que debería
vivir eternamente esclavo del amor imposible. Entonces se hizo una promesa: no
importarían las aventuras que tuviese que correr en su largo camino, ni las
alegrías e infortunios que ellas implicaran; interiormente él se mantendría
fiel a su amor sin esperanzas con religiosa devoción, y ninguna circunstancia
lograría apartarlo de su firme determinación.
Y así terminaba la canción: recordando
que en algún lugar de la Tierra, convertido ahora en un monje guerrero, marcha
el Caballero valeroso, provisto de poderosa espada y brioso corcel, pero
llevando colgada del cuello una bolsa que contiene la prueba de su drama, la clave de su secreto de amor: el Anillo de Bodas que jamás será
lucido por su Dama.
Contrariamente
a la canción infantil de la primera parte del mensaje, ésta no producía una
inmediata nostalgia sino un sentimiento de pudorosa curiosidad en el
prisionero. Al escuchar, viniendo quién sabe de dónde, en su antigua lengua
natal, la historia del galante Caballero, tan fuerte y valeroso, tan completo en la batalla, y sin embargo
tan dulce y melancólico, tan desgarrado
interiormente por el Recuerdo de A-mort, se sentía el cautivo presa de esa
curiosidad pudorosa que experimentan los niños cuando presienten las promesas
del sexo o intuyen los misterios del amor. ¡Podemos imaginar al prisionero
cavilando, perplejo por el enigma de la canción evocadora! Y podemos suponer,
también, que finalmente hallará una clave
en aquel Anillo de Bodas... que según
la canción jamás sería usado en boda alguna. Por inducción, la idea del anillo, le llevará a buscar y encontrar
la salida secreta.
Hasta aquí la alegoría. Debemos ahora
destacar las relaciones ana-lógicas que ligan al prisionero con el Yo del
hombre dormido.
Cuadragesimoquinto Día
|
Síntesis General de
la Sabiduría Hiperbórea:
Con el
fin de que la relación analógica quede claramente evidenciada procederé de
acuerdo al siguiente método: primero afirmaré una premisa con respecto a la
historia alegórica del “prisionero”; en segundo lugar afirmaré una premisa
referida a una situación análoga en el hombre dormido; en tercer lugar, compararé ambas premisas y extraeré la conclusión, es decir, demostraré la analogía. Se comprende
que no puedo exponer la totalidad de
las correspondencias sin riesgo de extenderme indefinidamente. Por lo tanto sólo
destacaré aquellas relaciones que son imprescindibles para mi exposición y
dejaré, como ejercicio de imaginación, Dr. Siegnagel, la posibilidad de
establecer muchas otras.
Recuerde solamente que en el hombre
dormido, el Yo perdido se encuentra sumido en el sujeto anímico consciente, es
decir, confundido con el sujeto anímico evolutivo o Alma. Aquí he preferido
considerar al Yo perdido ligado directamente a la razón, es decir, al sujeto anímico racional, en virtud de ser este sujeto quien más cerca se encuentra
del Mundo y quien primero recibe las impresiones de los entes externos. Por “razón”,
en todo caso, ha de entenderse, “el sujeto anímico evolutivo” propio del animal
hombre, quien evoluciona por la acción confusa del Yo, esa manifestación del
Espíritu encadenado.
- 1 -
a - El prisionero se encuentra a merced de sus guardianes, quienes lo mantienen en perpetuo cautiverio.
b - El Yo, del
hombre dormido, es prisionero perpetuo de la “razón”, vale decir, del sujeto anímico
evolutivo.
c - El “prisionero”
y el Yo son análogos.
- 2 -
a - Los “guardianes” son los intermediarios dinámicos,
mezquinos por cierto, entre el “prisionero” y el “mundo exterior”.
b - La “razón” es intermediaria dinámica, muy pobre,
entre el Yo y el “mundo exterior” (en el hombre dormido).
c - Los “guardianes”
y la “razón” son análogos (recuerde que cuando la razón elabora una “ley de la
naturaleza” intervienen los “principios matemáticos” y las “premisas culturales
preeminentes”).
- 3 -
a -
Los “guardianes” se valen de un “lenguaje propio”, diferente de la lengua del
prisionero, a la que éste ha olvidado.
b - La “razón” emplea modalidades lógicas, diferentes
de la “Lengua primordial Hiperbórea” original del hombre dormido a la que éste
ha olvidado por su confusión estratégica.
c - El “lenguaje propio” de los guardianes es análogo
a las modalidades lógicas de la estructura cultural.
La “lengua
natal” del prisionero es análoga a la “Lengua Hiperbórea” del hombre dormido.
- 4 -
a - El primer entorno del “prisionero” es su “celda” de
la torre, que lo contiene casi completamente con la excepción de las aberturas
(puerta y ventanuco) por donde sólo muy débilmente pueden extenderse los
sentidos.
b - El primer
entorno del Yo es la “esfera de sombra”, que lo contiene casi completamente.
c - La “celda”
de la torre es análoga a la esfera de sombra del hombre dormido.
- 5 -
a - En la “celda” hay un “ventanuco enrejado” por
medio del cual el prisionero obtiene
una imagen precaria pero “directa” del mundo exterior.
b - Estableciendo un contacto permanente con el Yo está
la “esfera sensorial”, por medio de la cual éste obtiene una imagen precaria
pero “directa” del mundo exterior.
c - El “ventanuco enrejado” es análogo a la “esfera
sensorial” (o a “los sentidos”) en el hombre dormido.
- 6 -
a - En la celda hay una “puerta enrejada” por la cual
ingresan los guardianes, y con ellos las noticias censuradas, es decir, por
donde el prisionero obtiene una imagen “indirecta” del mundo externo.
b - El Yo puede formarse una imagen “indirecta” del
mundo exterior mediante la “reflexión”, es decir, el acto por el cual se recibe
la información “razonada”.
c - La “puerta
enrejada” es análoga al acto de reflexionar o apercibir.
- 7 -
a - La celda
del “prisionero” se halla en una “torre” y ésta en un “patio amurallado”.
Rodeando a las murallas hay “fosos profundos”, y luego otras murallas, y otros
fosos; y así sucesivamente hasta completar siete vueltas de muro y foso. Los
siete circuitos de seguridad de esta formidable “prisión” se conectan entre sí
por “puentes levadizos”, “corredores”, “portones”, “rejas levadizas”, etc. Más
allá de la última muralla se extiende el “mundo exterior”, el país del Enemigo.
En síntesis: es la “prisión” una estructura está-tica que se interpone entre el
prisionero y el mundo exterior.
b - Entre el Yo y el mundo exterior se interpone una
compleja estructura estática denominada “cultural”. La “razón”, para tornar “razonable”
la información del mundo exterior, se apoya en ciertos elementos de dicha
estructura estática o “cultural”, por ejemplo las “premisas culturales
preeminentes”, que significan conceptos sobre las percepciones de los entes u
objetos culturales externos.
c - La “prisión” es análoga a la “estructura
cultural”. También: ciertas partes de la “prisión”, murallas, fosos, puentes,
etc., son análogos a ciertas partes de la “estructura cultural”, esto es, las “premisas
culturales preeminentes”.
Tenga presente, Dr. Siegnagel, que, en la
alegoría, tanto los “guardianes” como la “prisión” son intermediarios entre el
prisionero y el mundo exterior. Pero los “guardianes” son intermediarios “dinámicos”
(análogamente a la “razón” en el hombre dormido) en tanto que la “prisión” es
intermediario “estático” (análogamente a la “estructura cultural” del hombre
dormido).
- 8 -
a -
Más allá de la última muralla de la prisión se extiende el “mundo exterior”,
aquella realidad que nunca podrá ser vista por el “prisionero” debido a que la
estructura de la “prisión” limita su movimiento y a que una “guardia”
permanente cuida de que se mantenga tal situación.
b
- El Yo, en el hombre dormido, se halla
habitualmente sumergido en las profundidades de la estructura cultural,
flotando perdido entre sus artificiales y estáticos elementos y a merced de la
tiranía implacable que ejerce la razón. La estructura cultural rodea
completamente al Yo, salvo algunas rendijas, por donde asoma débilmente la “esfera
sensorial”. Más allá de la estructura cultural, como objeto de las esferas
instintiva y sensorial, se extiende el “mundo exterior”, la realidad que nunca
podrá “ser vista” (en su verdad, “tal como es”) por el Yo perdido.
c -
El “mundo exterior” más allá de la prisión es análogo al “mundo exterior” más
allá de la “estructura cultural” que sujeta al Yo en el hombre dormido.
- 9 -
a -
En una montaña cercana, los Kameraden tratan de ayudar al “prisionero” a fugar
de la “prisión”. Para ello envían un mensaje, en su lengua natal, valiéndose
del medio acústico. En dicho mensaje hay una “canción infantil”, para “despertar”
al prisionero, y una “canción de amor”, con la “clave del anillo”, para que
busque la salida secreta y huya.
b -
En un “centro” oculto llamado Agartha, los Dioses Leales tratan de ayudar a los
hombres dormidos a romper las cadenas que los mantienen sujetos al mundo
material del Demiurgo. Para ello envían carismáticamente un mensaje en la “lengua
de los pájaros”, valiéndose de las Vrunas de Navután. En dicho mensaje hay un “recuerdo
primordial”, para despertar y orientar al hombre, y una “Canción de A-mort”,
con la “clave del anillo”, para que busque el centro, regrese al Origen, y
abandone, como un Dios, el Infierno material de Jehová Satanás.
c -
Se pueden establecer, entre “a” y “b”, muchas analogías. Sólo des-tacaré la más
importante: Los Kameraden son análogos a los Dioses Liberadores.
Creo que los nueve argumentos
precedentes constituyen una eficaz demostración de la correspondencia analógica
que existe entre la “alegoría” y la situación del hombre dormido. Pero esto no
es todo. He reservado tres componentes de la alegoría, canción infantil, Canción
de A-mort, salida secreta, para efectuar una última correspondencia analógica y
extraer la conclusión final.
Como la validez de la relación analógica
existente ha quedado evidenciada en los argumentos precedentes, no será
necesario recurrir al mismo método en el próximo comentario: daré por probadas
las analogías que mencione.
Recordaré ahora los motivos que me llevaron
a desarrollar la alegoría. Me proponía mostrar, de manera analógica, el método
empleado por los Dioses Leales para contrarrestar la acción de “la Cultura”,
arma estratégica de la Sinarquía. Previamente aclaré que son los “elementos
culturales interiores” el verdadero instrumento que la Sinarquía emplea para
mantener al hombre “dormido”, es decir, en la confusión. En ese estado el Yo es
sujeto a la razón por la estructura cultural, fuente de la cual se nutre,
finalmente, toda la actividad mental. Así ocurre que el Yo, es decir, la
conciencia presente del hombre, resulta “dirigido hacia” el mundo a través de
la estructura cultural “por” la razón; el resultado, lo dije varias veces, es
una imagen deformada del mundo y un estado de confusión psíquica que dificulta
enormemente la “reorientación estratégica” del hombre. Contra esta situación
los Dioses Leales, igual que los Kameraden de la alegoría, se disponen a acudir
en auxilio “enviando un mensaje”.
El principal objetivo es “sortear todas
las murallas” y llegar hasta el prisionero, el Yo, con un mensaje de doble
significado: 1ro. despertar; 2do. orientar. Para eso los Dioses Leales “transmiten
el mensaje”, carismática-mente, desde hace
muchos milenios; algunos lo oyen, despiertan y parten; otros, los más,
continúan en la confusión. Claro, no resulta fácil reconocer el mensaje porque
ha sido emitido en la lengua de los pájaros... y sus sonidos sólo pueden ser
percibidos con la Sangre Pura.
¿Está claro entonces? El mensaje de los
Dioses Leales permanente-mente resuena en la sangre de los hombres dormidos.
Quien no lo oye es porque padece la confusión estratégica o desconoce su
existencia, que viene a ser lo mismo. Pero ¿cómo debería cumplir su función el mensaje carismático? En dos pasos. En
primer lugar los Dioses hablan, en
la sangre del hombre, de un recuerdo primordial, de algo ocurrido al comienzo del Tiempo cuando el Espíritu aún
no había sido capturado por los Dioses de la Materia. Cómo los Dioses
logran hacerlo es un Misterio muy grande, del que sólo Ellos pueden responder.
Este “recuerdo primor-dial”, la “canción infantil” de la alegoría, ha sido
inducido con el propósito de que “active” el Recuerdo de Sangre propio del
hombre dormido.
Si tal cosa ocurre, entonces el hombre
dormido experimentará una súbita “nostalgia de otro mundo”, un deseo de “dejarlo
todo y partir”. Técnicamente significa que la Memoria de Sangre ha llegado “allí
donde el Yo perdido se encontraba”: sobre el sujeto consciente. Un contacto
tal, entre el Yo y la Memoria de Sangre, se realiza independientemente de la
estructura cultural y la razón; y ese es el objetivo buscado por los Dioses
Leales. Se ha podido pues llegar a la médula del Yo, por la vía de la sangre;
será entonces, en ese fugaz momento cuando se dejará oír la “Canción de A-mort”.
Hablaré ahora de la segunda parte del
mensaje, al que he llamado alegóricamente, “Canción de A-mort”. Ante todo diré
que tal nombre no es caprichoso pues la Sabiduría Hiperbórea enseña que, a partir de su Origen en el Universo físico,
es decir, desde su sincronización con el Tiempo, el Espíritu permanece encadenado a la Materia por un Misterio de A-mort.
Cuando el Recuerdo de Sangre, activado por la primera parte del mensaje, abre un camino (no racional; no
cultural) hacia el Yo, entonces los
Dioses Leales cantan la Canción de
A-mort, hacen participar al hombre en el Misterio. Si su sangre es lo
suficientemente pura como para que el mensaje carismático pueda ser
conciencializado entonces el hombre tiene la posibilidad de “orientarse” hacia
el Origen y mantenerse definitivamente “despierto”.
El Misterio de A-mort sólo puede ser
revelado por la Sangre Pura, interiormente, en un contacto trascendente con el
Yo que se realiza sin intervención de categorías culturales o racionales. Es,
por lo tanto, una experiencia absolutamente
individual, única para cada hombre. Quien conoce los secretos del Misterio
de A-mort es un Iniciado Hiperbóreo trasmutado,
es decir, un Hombre de Piedra Inmortal.
El Misterio de A-mort es un
descubrimiento personal, repito, único para cada hombre sobre la Verdad de su propia Caída. Nadie puede conocer este
secreto y continuar igual. Y nadie, mucho menos, se atrevería a hablar de ello
una vez que la Suprema Experiencia ha tenido lugar. Por el contrario, muchas
veces los labios quedan sellados para siempre, los ojos cegados, y los oídos
cerrados. No son pocos los cabellos que se vuelven blancos ni menos las mentes
que se hunden en las tinieblas de la locura. Porque sólo un valor infinito
puede sostener, vivo y cuerdo, a aquel que ha visto el Engaño de los Orígenes y
ha comprendido, por fin, la Verdad de su Caída. Siendo el peso del secreto tan
terrible se comprende por qué digo que jamás puede haber en el mundo un indicio
del Misterio de A-mort y sólo alguien irresponsable o loco afirmaría lo
contrario. La Sabiduría Hiperbórea aporta técnicas
de purificación sanguínea que tienen por fin aproximar al Misterio. Pero el Misterio, en sí, se descubre
interiormente, es único para cada hombre y no
conviene hablar de él. A lo sumo se pueden ofrecer algunas sugerencias,
como las que expuse los Días Octavo y Noveno al narrar el Ritual del Fuego Frío.
La alegórica historia del prisionero ha
permitido exponer de manera sencilla el método empleado por los Dioses Leales
para guiar a los hombres dormidos. El mensaje carismático consigue, si es
escuchado, “despertar” al hombre poniéndolo en contacto con su Recuerdo de
Sangre. A continuación le hace participar del Misterio de A-mort, Suprema
Experiencia que anula, según
dijimos, la Estrategia cultural de la Sinarquía. Pero no es posible saber en qué consiste el Misterio de A-mort hasta no
haberlo vivido individualmente. Sólo se tienen los indicios generales que han dejado aquellos que se trasmutaron y partieron. En base a tales indicios
se puede afirmar que el Misterio de A-mort es experimentado de siete maneras diferentes por el hombre
y que, justamente, ésa es la razón por la cual la Sabiduría Hiperbórea prevee
siete vías iniciáticas de liberación.
De acuerdo al modo en que el Misterio de
A-mort ha sido gnóstica-mente percibido será la Vía de Liberación adoptada y es
por eso que suele hablarse de una “Vía de la Mutación” o “del Rayo”; de una “Vía
Seca” o “Camino de la Mano Derecha”; de una “Vía Húmeda” o “Camino de la Mano
Izquierda”; de una “Vía de la Oposición Estratégica” o “Vía de la Gnosis
Guerrera para la Orientación Absoluta”; etc.
No hablaré, desde luego, de todas las vías
de liberación sino de aquella que tiene especial relación con esta historia, es
decir, la “Vía de la Oposición Estratégica”,
que era la seguida por la Casa de Tharsis. Pero la Vía de la Oposición Estratégica
es la interpretación última del antiguo Misterio del Laberinto, fundado por Navután luego del hundimiento de la Atlántida: a la
Casa de Tharsis, la segunda parte de la Canción de A-mort, que era “escuchada” durante el Ritual del Fuego Frío, le reveló el
Misterio del Laberinto como vía de liberación individual. Vale decir que los Señores
de Tharsis, siempre, comprendieron
el Misterio del Laberinto al trasmutarse en Hombres de Piedra. Con respecto a
la alegoría del Yo prisionero, hay que entender que la solución de Navután al Misterio del Laberinto, al Misterio del
encadenamiento espiritual, al Misterio de la Muerte, es análoga a la solución de la Canción de A-mort: ella
consiste en un modo para 1ro., despertar; 2do., orientar. Tal modo es lo que última-mente
se denomina “Vía de la Oposición Estratégica” y que incluye, necesariamente, el
empleo de las Vrunas y el principio del cerco.
En la alegoría, la segunda parte del
mensaje era bastante extensa porque se refería también a “las otras vías” de
liberación que pueden “abrir” el Misterio de A-mort. Pero el prisionero ha
encontrado la clave en el Anillo de
Bodas y esto significa, analógicamente, que ha optado por la Vía de la
Oposición Estratégica. El mensaje ha llegado a él “por vía acústica”, es decir,
gnósticamente, y, al tomar conciencia de su contenido, por medio de la clave
revelada, halla en la celda una anilla,
la cual permite abrir la salida secreta.
La “celda”, según el argumento 4, es análoga
a la esfera de sombra. Pero, como substrato de la esfera de sombra, se encuentra
la estructura cultural: una anilla “disimulada”
en el piso de la celda corresponde sin duda a un principio matemático, a
un símbolo arquetípico integrado, “disimulado”, en el esquema de una Relación.
La alegoría nos permite comprender,
entonces, que los Dioses Liberadores con su mensaje carismático, des-cubren un principio matemático que
permanecía inconsciente en la estructura cultural, al que denominamos “principio del cerco”. De aquí que:
- 10 -
c
- La “Anilla” en la celda del prisionero
es análoga al “principio del cerco”, principio matemático, o Arquetipo
Colectivo que permanecía inconsciente en el hombre dormido y que el mensaje de
los Dioses Liberadores des-cubre.
Demostré, Días atrás, que en el proceso
mental que da lugar a la “idea científica” de un fenómeno concurren elementos
de dos fuentes principales: los “principios matemáticos” y las “premisas
culturales preeminentes”. Esto se verifica principalmente al formular una “ley
de la naturaleza”, la cual explica el comportamiento de un fenómeno
estableciendo relaciones causales entre aspectos del mismo. Pondré un ejemplo
sencillo: se desea “medir” el lado de un poliedro regular. Aquí el fenómeno es
un cuerpo con forma de poliedro regular, vale decir, un “ente fenoménico”. Se
toma para ello la “regla graduada”, es decir, una superficie plana sobre la que
se hallan grabadas las unidades de longitud y de la cual estamos seguros que
uno de sus lados es perfectamente recto. Se hace coincidir el cero de la regla
con el “comienzo” del lado que vamos a medir. Se observa ahora que el “fin” del
lado coincide con el número cinco de la regla y se afirma sin más que “en el
poliedro, el lado mide cinco centímetros”. Se ha realizado, como se verá, una
serie de operaciones subjetivas cuyas conclusiones, sin embargo, pueden ser
confirmadas por otros observadores; esta posibilidad de comprobación es lo que
da peso de “ley de la naturaleza” al hecho mencionado.
Pero ocurre que en la regla, que se cree
numerada, en realidad hay signos grabados que representan números, no números en sí. Los números son principios
matemáticos propios de la estructura cultural, o sea elementos subjetivos, que
intervienen en el acto de “reconocer que el límite del lado coincide con el signo
5”. Si se dice “mide cinco centímetros” se está realizando la afirmación de una
cualidad empírica: “existe una proporción (es decir, una relación matemática)
entre la longitud del lado del poliedro y la longitud del meridiano terrestre”.
Esta proporción es fija o constante
(=5cm.) y constituye una “relación entre aspectos de un fenómeno”, o sea, una “ley
de la naturaleza”.
El centímetro
equivale a la centésima parte de un metro y éste a la diezmillonésima parte de
un cuarto de meridiano terrestre.
El ente fenoménico se presentó completo, íntegro en su manifestación.
Sin embargo no es posible aprehenderlo en su totalidad; a poco que se lo
observe una parte del mismo se hace
eminente, sobresaliendo y destacándose por sobre otros aspectos. La unidad
del fenómeno ha quedado rota en favor de la pluralidad de cualidades que se es capaz de atribuirle. Se
distinguen dos caras cuadradas, y en
cada cara, cuatro aristas y cuatro ángulos, etc. Luego se practica
la medición de una arista o lado y
se establece una “ley de la naturaleza”: “la longitud del lado es proporcional
a la longitud del meridiano terrestre y su razón es de 5 cm.”
En esta operación que se acaba de
describir han intervenido los “principios matemáticos” (cuando se distinguen dos caras, cuatro aristas, etc.) y las “premisas culturales preeminentes”
(cuando se tornó “eminente” la cara, el lado, o cualquier otra cualidad). Las
dos fuentes concurren en el acto racional de “relacionar” (medir) aspectos del
fenómeno y postular una “ley de la naturaleza” (mide 5 cm.) que puede ser
universalmente comprobada.
Espero haber dejado en claro que los principios matemáticos (el uno, el dos,
el cuadrado,
etc.), por ser propiedades intrínsecas de
la estructura mental, intervienen a
priori en la formulación de una ley de la naturaleza. En cuanto a los “números”
del mundo, esos que aparecen grabados en la regla graduada, sólo son signos culturales de representación a
los que se distingue gracias al aprendizaje convencional. Hubo pueblos antiguos
que representaban los números con nudos o ideogramas; es presumible que un
instrumento de medición compuesto de una vara en la cual se han grabado jeroglíficos,
no significaría, en principio, nada para nosotros si no logramos “leer” los
signos, es decir, realizar las representaciones numéricas.
El análisis epistemológico sobre el modo
como el hombre establece una ley de la naturaleza ha de llevar fatalmente a la
conclusión de que sería imposible que el principio del cerco fuese localizado
en el mundo como propiedad de los entes y pudiese ser formulado en un lenguaje
sociocultural. Por el contrario, lo que puede ocurrir, en todo caso, es que el
principio del cerco sea proyectado, consciente o inconscientemente, sobre un
fenómeno y sea luego descubierto en él como relación eminente entre cualidades;
naturalmente, dependerá del tipo de fenómeno representado la complejidad con la
que el principio del cerco sea empíricamente reconocido e introyectado en la
estructura psíquica.
En resumen, el “principio del cerco”,
descubierto a la conciencia por el mensaje de los Dioses Leales, es también un
principio matemático y como tal intervendrá “a priori” en toda percepción fenoménica. Los números naturales
(que están en la mente) permiten “contar” (uno, dos) las mitades de esa manzana
(que está en el mundo). El principio del cerco (que está en la mente) permite
aplicar la “ley del cerco” sobre ese fenómeno (que está en el mundo). He
recorrido un largo camino para arribar a esta conclusión. La expresaré ahora de
manera general: el principio del cerco
hará posible la determinación de la ley del cerco en todo fenómeno y en
cualquier relación entre fenómenos.
Pero el principio del cerco es,
generalmente, inconsciente y sólo quienes logran oír el mensaje de los Dioses
Leales pueden incorporarlo a la esfera consciente. Y sólo ellos, los hombres
despiertos, serán capaces de aplicar la ley del cerco en una Estrategia
guerrera que asegure el Regreso al Origen.
Antes mencioné la solución de Navután al Misterio del Laberinto y dije que ella
incluye el empleo de las Vrunas y el principio del cerco. Ahora agregaré que
dicha solución, denominada Tirodinguiburr,
se traduce en la técnica arquemónica de
la Sabiduría Hiperbórea. Tal técnica, que es imprescindible dominar en el “modo
de vida estratégico”, permite definir en el Universo un “Cerco estratégico”, al
que me referí los Días Tercero y Trigesimosexto. Pues bien, según la Sabiduría
Hiperbórea, todo Cerco estratégico es técnicamente
un “Arquémona” o “Cerco infinito”. Con otras palabras, el hombre despierto
descubre el principio del cerco y lo proyecta en el Mundo: ello no es suficiente para constituir un Cerco estratégico; el
principio del cerco es un principio matemático y, por lo tanto, es un elemento arquetípico, es decir, creado por El Uno: mal podría utilizarse un
elemento creado por El Uno para intentar aislarse de la Estrategia de El Uno;
hay que modificar, pues, la ley del
cerco para obtener el efecto aislador deseado; ¿en qué forma? indeterminando o convirtiendo en infinito el cerco real; ello se
consigue con el empleo de las Vrunas Increadas: la inclusión de la Vruna Increada en la ley del cerco produce el “Cerco
estratégico”, el Cerco infinito dentro del cual es posible practicar el modo de
vida estratégico y desarrollar una Estrategia de Regreso al Origen.
La Vía de la Oposición Estratégica es
aplicable por todo hombre despierto que disponga de un Cerco estratégico y de
un lapis oppositionis. Este último
elemento es sólo una Piedra de Oposición,
es decir, una Piedra que representa a El Uno y contra la cual se realiza la oposición estratégica que permite
aproximarse, inversamente, al Origen. El lapis oppositionis se sitúa fuera
del Arquémona, frente al punto
infinito del Cerco estratégico: cuando el Iniciado Hiperbóreo efectúa la
oposición estratégica, el interior del Arquémona se convierte en una plaza
liberada, con un Espacio y un Tiempo propios, independientes del
espacio-tiempo del Universo Creado; así aislado,
sin abandonar en ningún momento la oposición estratégica, el Iniciado avanza sin obstáculo hacia el Origen, sale del Laberinto, se libera de la prisión material.
Aclararé el significado etimológico de
la palabra Arquémona y el sentido filosófico que denota en la Sabiduría Hiperbórea.
Arquémona, ante todo, es una palabra compuesta por dos vocablos griegos, arke, principio y monas, unidad. La Iniciación por la técnica
arquemónica permite arribar a un principio
único de la psique, es decir, a la individuación egoica del Selbst, desde
donde es factible experimentar la posibilidad absoluta del Espíritu en el
Origen: tal es el sentido hiperbóreo del Arquémona.
Para los Hombres de Piedra, Iniciados
Hiperbóreos de la Casa de Tharsis, el “mundo” en el cual ocurre la vida
cotidiana es simplemente un “campo de batalla”, una Palestra ocupada por enemigos mortales a los que se debe combatir
sin tregua pues ellos “cortan el camino de Regreso al Origen”, “obstruyen la
retirada” y pretenden “reducir al hombre a la más vil esclavitud” cual es “la
sumisión del Espíritu Eterno a la materia”, su “encadenamiento al Plan
evolutivo del Universo, creado por el Demiurgo y su corte de Demonios”. El
mundo es, entonces, para los Hombres de Piedra, el Valplads.
En la mitología nórdica y en los Eddas, el Valplads es el campo de
batalla adonde Wothan elige a los que caen luchando por el Honor, la Verdad, en
fin, por las Virtudes del Espíritu. La Casa de Tharsis, basándose en la Sabiduría
Hiperbórea, extendía el concepto de Valplads a todo el “mundo”. Pero el “mundo”
es el macrocosmos, dentro del cual subsiste el microcosmos potencial del hombre
despierto; la realidad de ese “mundo”, que rodea como Valplads al hombre
despierto, es Maya, la Ilusión del Gran Engaño. Cuando el hombre despierto se
ha situado en su Arquémona y libera la plaza interior por la Oposición Estratégica,
indeterminando o tornando infinito el cerco real, el lapis oppositionis que se encuentra en el Valplads, se dice que su
lugar constituye la fenestra infernalis
del Arquémona, el punto infinito del Cerco Estratégico: la fenestra infernalis
es el punto de mayor aproximación entre la plaza liberada y el Valplads, y
frente a ella se enfrentan el hombre despierto y el Demiurgo Cara a Cara, se
confrontan dos Estrategias Totales, la Hiperbórea y la Satánica.
Como última reflexión con respecto a la
alegoría diré que cuando el prisionero “tira de la anilla” y descubre la salida
secreta está efectuando una acción análoga a cuando “el hombre despierto”
aplica la ley del cerco, según la técnica arquemónica, y “abre” unívoca e
irreversiblemente una vía hacia el Origen.
Ha quedado explicado entonces el método
que los Dioses Leales emplean para contrarrestar a “la Cultura”, arma estratégica
enemiga. Ellos envían Su mensaje que tiene por fin despertar en el hombre el Recuerdo de Sangre y orientarlo hacia el Origen, su “salida secreta”. Para esto último
le inducen a descubrir el “principio del cerco” y a aplicar, luego, la “técnica
arquemónica”.
. El principio del cerco es infalible para los fines estratégicos
propuestos y tanto puede ser aplicado individual como colectivamente. La
Historia abunda en ejemplos de hombres que han aplicado técnicas basadas en la
Sabiduría Hiperbórea para inmortalizarse como Dioses o para conducir a un
pueblo de Sangre Pura hacia la mutación colectiva; como prueba de esas
gloriosas acciones han quedado numerosas construcciones de piedra que nadie
comprende en nuestros días porque para ello habría que poseer una visión
fundada en el principio del cerco. Al hombre despierto, conocedor de la técnica
arquemónica, una sola mirada sobre las construcciones megalíticas, o sobre
Montsegur, o sobre los K.Z., le basta para interpretar correctamente la
Estrategia Hiperbórea en la cual se basó su construcción.
El Castillo de Montsegur, vale la pena
aclararlo, fue construido por los Cátaros según la técnica arquemónica, así
como los K.Z. o konzentrationslager,
“Campos de Concentración” de la Orden Negra alemana SS, los cuales no eran
siniestras prisiones como pretende la propaganda sinárquica sino maravillosas “máquinas
mágicas” para acelerar la mutación colectiva y racial, basados en la técnica
arquemónica de la Sabiduría Hiperbórea: dentro del área aislada del K.Z., los
elementos raciales más nefastos de la sociedad, esto es, los degenerados,
delincuentes, viciosos, e incluso los judíos, podían ser trasmutados y
reorientados en favor de la Estrategia Nacional.
Diré finalmente que quien es consciente
del principio del cerco ha superado a
la Estrategia cultural enemiga y puede
realizar la doble aislación, del Yo y del microcosmos.
El principio del cerco permitirá fijar
los límites del sujeto consciente, aislando el Yo de las premisas culturales
preeminentes, y trasladándolo hacia el “centro” o Selbst.
La técnica arquemónica permitirá, entonces, aislar el microcosmos del
macrocosmos, ganando un tiempo y un espacio propios, o sea, la inmortalidad: el
microcosmos o cuerpo físico se habrá trasmutado en vajra la materia incorruptible.
Cuadragesimosexto Día
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Síntesis General de
la Sabiduría Hiperbórea:
En el
Día anterior mencioné “una Estrategia que los Dioses Leales emplean para
contrarrestar a ‘la Cultura’, arma estratégica enemiga” y expliqué la misma, por
medio de una alegoría, como consistente en un mensaje carismático. Dicho mensaje
perseguía dos objetivos: 1ro.: despertar;
2do.: orientar hacia la “salida
secreta”, “centro”, u “Origen”; y, en aquel ejemplo particular, la “salida” se
hallaba luego de descubrir “la anilla”, o sea luego de haber hecho consciente
el principio del cerco. Sin embargo
la segunda parte del mensaje, la Canción
de A-mort brindaba, a quien la escuchara, la posibilidad de “hallar la
salida”, por otras seis vías diferentes a la Oposición Estratégica, que se basa
en el principio del cerco. De cualquier manera esta Estrategia tal como la he
descripto, con sus siete posibles vías de liberación, responde a objetivos puramente
individuales, es decir, es dirigida exclusivamente hacia el hombre dormido. Por
eso ahora me toca declarar que la misma forma parte, la parte “individual”, de
una concepción mayor, a la que se denomina Estrategia Odal.
La Estrategia Odal está dirigida
fundamentalmente a obtener la liberación individual del hombre, pero, en
ciertas ocasiones históricas favorables, los Dioses procuran “orientar” a la
Raza en su conjunto para forzar la mutación colectiva. En ese caso los “líderes”,
muchas veces “enviados” por los Dioses Leales y otras veces “inspirados” por
Ellos, se encargan de proyectar carismáticamente en el pueblo las pautas estratégicas,
buscando reintegrarlo a la Guerra
esencial. Para que tal tarea pueda realizarse con probabilidades de éxito es
necesario que los “Líderes” dispongan de un elemento externo, situado en el
mundo, que represente de manera irrefutable el origen Divino de la Raza. Este
elemento externo debe dar prueba también del compromiso asumido por los Dioses
al “inducir” a los hombres a reemprender la guerra contra el Creador y de su
resolución de “esperar” los Kalpas que sean necesarios mientras ellos ganan la
libertad. Por estas condiciones puede comprenderse que dicho “elemento externo”
sea una verdadera Piedra de Escándalo
para el Creador y sus huestes demoníacas y que todo Su Poder, o sea el Gran
Engaño, esté puesto en lograr su destrucción o en su defecto evitar que
permanezca al alcance del hombre. Pero, a pesar de la contrariedad que tal acción
causaría en el Enemigo, los Dioses han cumplido su parte del Pacto Primordial
y, con un desprecio admirable hacia el Poder de las Potencias de la Materia, lo
depositaron en el Mundo y lo resguardaron de cualquier ataque para que los
hombres o sus líderes carismáticos lo
descubran y se valgan de su significado.
La Estrategia Odal de los Dioses se
halla, entonces, dirigida a lo interno de cada hombre por los “Cantos carismáticos”,
tratando de despertar en ellos el Recuerdo de Sangre y de inducirles a seguir
algunas de las siete vías de liberación. Pero también procura impulsar a la
Raza en su conjunto para que cese de marchar en el sentido “evolutivo” o “progresivo”
de la Historia y, rebelándose al Plan del Uno, en un salto inverso, trasmute
las “tendencias animales” del hombre y recupere su naturaleza Divina Hiperbórea.
Para conseguir este segundo propósito, ya no individual sino racial, he dicho
que se dispone de un “elemento externo”. ¿Qué será, concretamente este “elemento
externo”, esta “cosa”, a la que he atribuido propiedades tan maravillosas?: Se
trata de algo cuya sola descripción llevaría varios volúmenes y que, en Días
anteriores, he llamado “Gral”.
Siendo imposible revelar aquí un Misterio que ha sido impenetrable para
millones de personas, trataré, como de costumbre, de “aproximar” al mismo por
medio de algunos comentarios.
Preguntaba qué será concretamente esa cosa maravillosa llamada Gral. Empezaré por allí. Concretamente el Gral es una Piedra, un
Cristal, una Gema; de esto no caben dudas. Pero no es una Piedra terrestre; de esto tampoco caben dudas. Si no es
una Piedra terrestre cabe preguntarse cuál es su origen: la Sabiduría Hiperbórea
afirma que proviene de Venus pero no
asegura que ése sea su origen. Se puede suponer, pues, a falta de otra precisión,
que los Señores de Venus la trajeron a la Tierra, desde ese planeta verde. Pero
los “Señores de Venus” no son originarios de Venus sino de Hiperbórea, un “centro
original” que no pertenece al Universo material y cuyo “Recuerdo de Sangre” ha
llevado a muchos hombres dormidos a identificarlo erróneamente con un “continente
nórdico” o “polar desaparecido”. Según la Sabiduría Hiperbórea el Gral fue traído
al Sistema Solar por los Dioses inmediatamente
después de que irrumpieron por la Puerta de Venus para instalarse en K'Taagar,
o sea en el Valhala. Sea como fuere, hay otro aspecto concreto que conviene
tener en cuenta: el Gral es una Gema que reviste la mayor importancia para los
Dioses, a tal punto que Ellos no están
dispuestos a abandonarlo o perderlo. Por camaradería y solidaridad hacia
los hombres dormidos lo han situado en el Mundo; pero al final del Tiempo, el
Gral será recuperado y devuelto a su lugar de Origen.
¿A qué se debe este interés sin medida
por conservar la misteriosa Gema? A que la misma ha sido quitada momentáneamente
de La Más Bella Joya que se haya visto nunca en el Universo de El Uno, de
aquella alhaja que nadie sería capaz de imitar en éste ni en otros Mundos: ni
los Maestros Orfebres ni los Devas Constructores ni los Angeles Planetarios,
Solares o Galácticos, etc. Porque el Gral es una Gema de la Corona de Kristos Lúcifer,
Aquél que es más Puro que el más Puro de los Dioses Leales, el único que puede
hablar Cara a Cara con el Incognoscible. Kristos Lúcifer es quien estando en el Infierno está más allá del
Infierno. Pudiendo quedarse en Hiperbórea, a la luz del Incognoscible,
Kristos Lúcifer ha querido acudir en rescate de los Espíritus cautivos
protagonizando el incomprensible sacrificio de Su propia autocautividad. El se ha instalado como Sol Negro del Espíritu, “iluminando”
carismáticamente, desde “atrás” de Venus, por intermedio del Paráklito,
directamente en la sangre de los hombres dormidos.
¿Cómo una Gema del Gallardo Señor se ha
mancillado cayendo aquí, a la Tierra, una de las cloacas más repugnantes de los
Siete Infiernos? Porque El así lo ha dispuesto. Kristos Lúcifer ha entregado el
Gral a los hombres como garantía de
su compromiso, de su sacrificio, y como
prueba material irrefutable del Origen Divino del Espíritu.
El Gral es, en este sentido, un reflejo del Origen Divino, el cual habrá
de guiar como un faro el rumbo vacilante de los Espíritus Rebeldes que decidan
abandonar la esclavitud de Jehová Satanás.
Ya ha visto lo que el Gral es: una Gema
de la Corona de Kristos Lúcifer; verá ahora lo que el Gral representa para los Espíritus cautivos. Ante todo el Gral se halla
ligado a la encarnación de los Espíritus y su significado
primero debe buscarse en relación con tal Misterio. Ello se explica si tenemos en
cuenta que hace millones de años, cuando los Siddhas Traidores se aliaron al
Demiurgo Jehová Satanás para carnalizar a los Espíritus Hiperbóreos, Kristos Lúcifer
entregó su Gema para que la Verdad del
Origen Divino pudiera ser vista con ojos mortales. Por eso el Gral, puesto
en el Mundo como prueba del Origen Divino del Espíritu, da sentido a todos los linajes hiperbóreos de la Tierra. Por él la
sangre de los hombres, aún sumidos en la más tremenda confusión, reclamará
siempre su herencia extraterrestre.
La presencia del Gral, en principio, impide al Enemigo negar los ancestros
hiperbóreos. Pero así como el Gral da un sentido cósmico a la Historia del
hombre, conectándolo con la Raza eterna de los orígenes, y diviniza los linajes hiperbóreos de la Tierra, así también para el
Demiurgo, por la presencia del Gral, dichos linajes pasan a ser “motivo de escándalo”
y objeto de la persecución y el escarnio, del castigo y del dolor. Los Divinos linajes hiperbóreos serán, a
partir del Gral, linajes heréticos “condenados
para siempre” (un manvantara) por Jehová Satanás. El Gral ha venido a despertar
recuerdos indeseables, a valorizar el pasado del hombre; será entonces el
recuerdo y el pasado lo que más se atacará y a borrar su influencia apuntará en
gran medida la Estrategia Sinárquica. Si se es capaz de advertir este ataque,
que es evidente para la mirada gnóstica, se comprenderá con mayor profundidad
la función histórica del Gral. A
ponerlo en evidencia dedicaré los siguientes párrafos.
El principal crimen del hombre ha sido
negar la supremacía de “Dios”, es decir, del Demiurgo terrestre Jehová Satanás,
y rebelarse a su esclavitud. Pero el hombre es un ser miserable, inmerso en un
Infierno de Ilusión en el que se siente insensatamente “a gusto”, sin posibilidades
de romper el hechizo por sí mismo. Si ha negado al Demiurgo y se ha “rebelado”
ha sido en virtud de un agente exterior, pero: ¿qué “cosa” en el Mundo puede
ser capaz de despertar al hombre, de
abrir sus ojos a la divinidad
olvidada? “Si tal cosa existe, dirán los Demonios, es el objeto más abominable
de la Creación material”. Pero esa “cosa”, ese “objeto abominable”, no es de
este Mundo y de él ha “comido” el hombre-Espíritu-cautivo. Ese “fruto verde”,
que más tarde llamarán Gral, es un alimento que nutre con la gnosis primordial, es decir, con el
conocimiento sobre la Verdad de los orígenes. Por el Gral, fruto prohibido por
excelencia, el hombre sabrá que es Eterno, que posee un Espíritu Divino
encadenado a la materia, que procede de un Mundo imposible de imaginar desde el Infierno terrestre pero por el
que siente nostalgia y al que desea regresar.
¡Por
el Gral el hombre ha recordado!
He aquí su primer crimen. Recordar el
Origen Divino será, en adelante, un terrible pecado y quienes lo han cometido
deberán pagar por ello; esa es la Voluntad del Demiurgo, la “Ley de Jehová
Satanás”. Serán sus Ministros, los Demonios de Chang Shambalá, quienes se
encarguen de ejecutar la condena cobrando el castigo en una moneda que se llama:
dolor y sufrimiento. El instrumento será, naturalmente, la encarnación,
repetida mil veces en transmigraciones “controladas” por la “Ley” del Karma,
declarando cínicamente que el dolor y el sufrimiento son “para bien” de los Espíritus,
“para favorecer su evolución”. Si “el mal” radica en la sangre entonces se la
debilitará favoreciendo la mezcla racial y se la tornará impura envenenándola
con el temor del pecado. El
resultado será la confusión estratégica
del Espíritu y la completa oscuridad sobre el pasado del hombre. “En el pasado
no hay nada digno de ser rescatado”, afirmarán durante milenios las gentes
sensatas, a coro con los Demonios de la Fraternidad. La Teología, y aún la
Mitología, hablará sobre el mal del hombre con el lenguaje del Demiurgo: el “pecado”,
la “caída” y el “castigo”. La “Ciencia”, por otra parte, nos mostrará un
panorama más desalentador: “probará”, echando mano de inmundicias fósiles, que
el hombre desciende de un protosimio llamado “homínido” o sea de ese mísero y
despreciable animal hombre que fue el antepasado del hombre dormido. La “Ciencia”
ha llevado el pasado del hombre a su degradación más dramática vinculándolo “evolutivamente”
con los reptiles y gusanos. Para el hombre moderno ya no habrá ancestros
Divinos sino simios y trilobites. Realmente se necesita partir de un odio
sobrehumano para desear que el hombre se humille de manera tan triste.
Pero dejemos lo triste, seamos
optimistas, ¿para qué mirar el pasado, dirá la Sinarquía con la Voz de la
Ciencia y la Teología, si el hombre es “algo proyectado hacia el futuro”? En el
pasado no hay nada digno de respeto: unos primitivos crustáceos marinos
hundidos en el cieno tratando de ganar el medio terrestre, impulsados por la “evolución”;
millones de años después unos simios deciden hacerse hombres: impulsados
nuevamente por la milagrosa “ley de evolución” se vuelven bípedos, fabrican
herramientas, se comunican hablando, pierden el pelo y entran en la Historia; y
luego viene la Historia del hombre: los documentos, la Civilización, la
Cultura. Y en la Historia continúa implacable la “evolución”, convertida ahora
en una ley más inflexible llamada dialéctica: los desaciertos de la humanidad,
las guerras, la intolerancia, el fascismo, son “errores”; los aciertos, la paz,
la democracia, la O.N.U., la vacuna Sabín, son “éxitos”. De la puja entre éxitos
y errores surge siempre un estadio superior, un beneficio para la Humanidad futura, confirmándose la tendencia evolutiva
o progresista. ¿Acaso no es esa tendencia progresista de la Historia todo lo bueno que cabe esperarse del pasado?
Por eso seamos optimistas; miremos al
futuro; allí están todos los bienes, todas las realizaciones; el teólogo
asegura que tras un juicio futuro a
los buenos se les abrirán las puertas del paraíso, los rosacruces, masones y
otros teosofistas, sitúan en el futuro el momento en que, concluida
parcial-mente la “evolución espiritual”, el hombre se identifica con su mónada,
o sea con su “Arquetipo Divino” y se incorpora a las Jerarquías Cósmicas
dependientes del Demiurgo; y hasta los materialistas, ateos o cientificistas,
presentan una imagen venturosa del futuro: nos muestran una sociedad perfecta,
sin hambre ni enfermedades, en donde un hombre, tecnócrata y deshumanizado,
reina feliz sobre legiones de androides y robots.
No abundaré en detalles sobre un hecho
por demás evidente: se ha intentado borrar
el pasado del hombre desconectando a éste de sus raíces hiperbóreas; no se ha logrado borrar totalmente
dicho pasado, pero, en compensación, se ha conseguido crear una fractura metafísica
entre el hombre y sus ancestros Divinos, de modo tal que, en la actualidad, un
abismo lo separa de los recuerdos primordiales; un abismo que tiene nombre:
confusión. Paralelamente con tan siniestro propósito se ha “proyectado al
hombre hacia el futuro” eufemismo utilizado para calificar a la ilusión del progreso que padecen los
miembros de las Civilizaciones modernas. Tal “ilusión” es generada
culturalmente por poderosas “ideas fuerza” empleadas hábilmente como arma
estratégica: el “sentido de la Historia”, la “aceleración histórica”, el “progreso
científico”, la “educación”, “civilización versus barbarie”, etc. Los hombres,
condicionados de ese modo, creen ciegamente en el futuro, miran sólo hacia él,
y aún los fatalistas, que avizoran un “negro futuro”, admiten que si una
excepción imprevisible o un milagro ofrece una “salida” a la Civilización ella
se encuentra, de todos modos, en el “futuro”; el pasado es en cualquier caso
motivo de la indiferencia general.
Este “hecho evidente” representa sin
duda un importante triunfo para la Sinarquía; pero un triunfo que no es
definitivo. En efecto, Dr.,Ud. ha visto que la máxima presión de la Estrategia
Sinárquica, se aplica en borrar el
pasado, en oscurecer el recuerdo del Origen Divino, y que tal ataque se produce
como reacción a la acción gnóstica del Gral. Pero el Gral no es sólo un fruto prohibido,
consumido por el hombre en los tiempos remotos, inmediatos a su esclavización.
El Gral es una realidad que permanecerá en el mundo mientras el
último Espíritu Hiperbóreo continúe cautivo. Por el Gral siempre es posible que
el hombre despierte y recuerde.
Mas, para gozar de su gnosis, es
imprescindible comprender que el Gral, como reflejo del Origen, alumbra en la sangre desde el pasado. Su luz viene al
revés del sentido del tiempo y por eso nadie que haya sucumbido a la
Estrategia Sinárquica podrá recibir su influencia. Ya vio que una poderosa
Estrategia cultural “proyecta al hombre hacia el futuro” e intenta borrar su
pasado y confundir sus recuerdos. Pero el Gral no debe buscarse mirando al futuro pues así jamás será hallado. En
rigor de la verdad el Gral no debe
buscarse en absoluto, si con tal verbo, buscar, entendemos una acción que implique “movimiento”. Sólo “buscan”
el Gral quienes no han comprendido su significado metafísico y creen, en su
ignorancia, que se trata de un “objeto” que puede ser “encontrado”. Recordaré
una de las historias medievales sobre el Gral que, aunque deformada por su
adaptación judeocristiana, conserva bastantes elementos de la Tradición Hiperbórea.
En ella Parsifal, el loco puro, sale a “buscar” el Gral. Por desconocimiento
comete el desatino de emprender la búsqueda “viajando” caballerescamente por
distintos países. Este “desplazamiento” apunta esencialmente hacia el futuro, porque en todo movimiento hay una
temporalidad inmanente e inevitable, y, naturalmente, Parsifal jamás “encuentra”
el Gral “buscándolo” en el mundo. Pasan así años de búsqueda inútil hasta que
comprende esta simple verdad. Entonces un día, completamente desnudo, se
presenta ante un castillo encantado y, una vez adentro, se le aparece el Gral (no lo encuentra) y sus ojos son abiertos;
advierte entonces que el trono está
vacante y decide reclamarlo, transformándose finalmente en Rey.
Se debe ver en esa alegoría lo
siguiente: Parsifal comprende que el Gral no
debe ser buscado en el mundo (Valplads), a través del tiempo (Con-ciencia
fluyente del Demiurgo), y decide valerse de una Vía Estratégica Hiperbórea. Para ello se sitúa “desnudo” (sin las premisas culturales preeminentes) en un
castillo (“plaza” fortificada por la ley del cerco) desincronizándose del “tiempo
del mundo” y creando un “tiempo propio”, inverso, que “apunta hacia el pasado”.
Entonces aparece el Gral y “abre sus
ojos” (Recuerdo de Sangre). Parsifal advierte que “el trono está vacante” (que
el Espíritu puede ser recuperado) y decide reclamarlo (se somete a las pruebas
de pureza de las Vías Secretas de Liberación) y se transforma en Rey (se
trasmuta en Hombre de Piedra).
Espero haber dejado en claro que el Gral
no debe buscarse pues él aparece cuando la conciencia del hombre se ha
desincronizado del tiempo del mundo y se ha despojado de la máscara cultural.
Deseo mostrar ahora otro aspecto de la reacción enemiga que ha motivado la
presencia del Gral.
Por el Gral el hombre comete el crimen
de despertar; ha pecado, y el castigo se cobra con la moneda del dolor y el
sufrimiento, por la encarnación y la ley del Karma. Los encargados de velar por
la Ley, y a quienes más ofende el recuerdo hiperbóreo de los hombres despiertos
son los “ángeles guardianes”, es decir, los Demonios de Chang Shambalá y su
Fraternidad Blanca. Hay, aparte de ésta, una reacción directa del Demiurgo que conviene conocer. Pero, como tal reacción
se ha repetido muchas veces desde que los Espíritus Hiperbóreos han sido
encadenados al yugo de la carne, una exposición completa debería abarcar un
lapso de tiempo enorme, que va más allá de la Historia oficial y se pierde en
la noche de Atlántida y Lemuria. Desde luego, no podré embarcarme en un relato
semejante y por eso sólo me referiré a la reacción del Demiurgo en tiempos históricos, pero no debe
olvidarse que todo cuanto se diga sobre este hecho no es exclusivo de una Epoca, sino que ya ha sido y seguramente
volverá a ser. Una breve introducción le permitirá comprender tal reacción directa.
Cuando se plantea la pregunta, ingenua,
sobre ¿cómo son los mundos de donde procede el Espíritu cautivo?, creyendo que
puede haber alguna imagen que represente a la inimaginable Hiperbórea, la
Sabiduría Hiperbórea suele responder con una figura metafórica; dice así al
ignorante aprendiz: “imagina que una mota de polvo recibe un débil reflejo de
los Mundos Verdaderos, y supón que, luego, dicha mota es dividida y
re-organizada en infinitas partículas. Haz otro esfuerzo de imaginación y supone
ahora que el Universo material que conoces y habitas ha sido construido con los
pedazos de aquella mota de polvo. La Sabiduría Hiperbórea te dice: si eres
capaz de reintegrar en un acto de imaginación la inmensa multiplicidad del
Cosmos en la mota original, entonces, viéndola en su totalidad, percibirás sólo
un débil reflejo de los Mundos Verdaderos. Si
eres capaz de reintegrar el Cosmos en una mota de polvo verás sólo una imagen
deformada de la Patria del Espíritu. Eso es todo cuanto puede conocerse desde aquí”.
La metáfora se torna transparente si se
considera que el Demiurgo ha construido el Universo imitando una torpe y
deformada imagen de los Mundos Verdaderos. Ha insuflado Su Aliento a la Materia
y la ha ordenado con el propósito de “copiar” el débil reflejo que alguna vez
recibió desde las Esferas Increadas. Pero ni la sustancia era la adecuada ni el
Arquitecto estaba capacitado para ello y, sumado a esos males, debe
considerarse la intención perversa de pretender reinar como Dios de la obra, a semejanza (?) del Incognoscible. El
resultado está a la vista: un Infierno maligno y demencial, en el cual, muchísimo
tiempo despúes de su creación, por un Misterio de A-mort incontables Espíritus
Eternos fueron esclavizados, encadenados a la materia y sujetos a la evolución
de la vida.
La característica principal del Demiurgo
es evidentemente la imitación, por
medio de la cual ha intentado reproducir los Mundos Verdaderos y cuyo resultado
ha sido este vil y mediocre Universo Material. Pero es en las distintas partes
de Su Obra adonde se advierte la alucinante persistencia en imitar, repetir y
copiar. En el Universo “el todo” es siempre copia de “algo”: los “átomos”,
todos semejantes; las “células”, que se dividen en pares análogos; los “animales
sociales”, cuyo instinto gregario se basa en la “imitación”; la “simetría”,
presente en infinidad de fenómenos físicos y biológicos; etc. Sin extenderse en
más ejemplos puede afirmarse que la abrumadora multiplicidad formal de lo real
es sólo una ilusión producto del cruzamiento, intersección, combinación, etc.,
de unas pocas formas iniciales. En verdad el Universo ha sido hecho a partir de
contados elementos diferentes, no más de veintidós, que soportan, por sus
infinitas combinaciones, la totalidad de las formas existentes.
Teniendo presente el principio imitativo
que rige la obra del Demiurgo, se puede considerar ahora su reacción directa ante la presencia del
Gral.
Dije que el Gral diviniza los linajes hiperbóreos al probar de manera irrefutable la
verdad del Origen y que la reacción de los Demonios ha sido considerar a los
mismos como linajes heréticos,
merecedores del castigo más terrible.
Pero mientras los Demonios se ocupaban
de castigar a los hombres con las pesadas cadenas del Karma, muy otra sería la
actitud del Demiurgo. El, según su característica, ha querido imitar, y aún superar, a los linajes
hiperbóreos fundando una Raza Sagrada
que lo represente directamente, es decir, que canalice su voluntad, y, por intermedio de la misma, reinar sobre
los Espíritus encarnados. Una “Raza Sagrada” que se levante en el medio mismo
de los pueblos condenados al dolor y al sufrimiento de la vida y que,
triunfando sobre ellos, acabe por infligirles la humillación final de
someterlos a la Sinarquía de los Demonios. Entonces los linajes hiperbóreos,
hundidos en el barro de la degradación espiritual, exhalarán sus últimos
lamentos y esos gritos de dolor, esos alaridos de espanto, serán la dulce música
con que la Raza Sagrada regalará a su “Dios” Jehová Satanás, el Demiurgo de la
Tierra.
Como ya he dicho el Demiurgo ha
intentado muchas veces esta empresa; “los gitanos”, por ejemplo, son el
remanente étnico de una “Raza Sagrada” que prosperó en la última Atlántida,
cuando los Dioses Traidores sometieron a la Sinarquía del Horror a los linajes
hiperbóreos. Los Espíritus encarnados se vieron allí precipitados a las más
infames prácticas: la sangre Divina se degradó y confundió por medio de la
mezcla indiscriminada de Razas, y, lo que es peor, se lograron realizar
ayuntamientos fértiles entre hombres y animales con el concurso de la magia
negra; se inmolaron miles de víctimas humanas para saciar la sed de sangre de
Jehová Satanás, adorado allí en su Aspecto de “Dios de los ejércitos infernales”.
La crueldad, la orgía colectiva, distintas formas de drogadicción, etc., eran
todas “costumbres” que los linajes hiperbóreos habían adoptado mientras en los
ojos de la “Raza Sagrada” brillaba de gozo la mirada del Demiurgo y la Sinarquía
del Horror ejercía su tiranía de oricalco. En tal estado de degradación ya
nadie era capaz de recibir la luz del Gral ni de escuchar el Canto de los
Dioses. Por eso Kristos Lúcifer decidió manifestarse a la vista de los hombres. Lo hizo, acompañado por una guardia de Dioses Liberadores, y ello determinó el
fin de la Atlántida...
Pero esta es una historia antigua. En
tiempos recientes el Demiurgo ha resuelto repetir
nuevamente, a imitación de los linajes hiperbóreos, la creación de una “Raza
Sagrada” que lo represente y a la cual le estará reservado el alto Destino de
reinar sobre todos los pueblos de la Tierra. Con el Pacto de Sangre celebrado
entre Jehová Satanás y Abraham queda fundada la “Raza Sagrada”, y sus
descendientes, los hebreos, constituirán el “Pueblo Elegido”. Así como los Espíritus
Hiperbóreos, divinizados por la presencia del Gral, representan el “linaje herético”
por excelencia, los hebreos, frente a ellos, se presentarán como el “linaje más
puro de la Tierra”.
Israel, pueblo elegido por Jehová Satanás
para que sea su representante en la Tierra, ¿qué títulos exhibirá como prueba irrefutable de que tal es Su
Voluntad? El Demiurgo, siguiendo su habitual sistema de “imitar”, razona de
este modo: “Si por la Gema de Kristos Lúcifer, el Gral, ha sido divinizado el linaje
hiperbóreo, también por una ‘Piedra del Cielo’ será consagrada la Estirpe de
Abraham. Pondré en el mundo una Piedra en la cual estará escrita Mi Ley como prueba irrefutable de que Israel es el
Pueblo Elegido, ante el cual deberán humillarse las demás Naciones”.
Tal es la reacción directa del Demiurgo.
Elige de entre la hez de la humanidad al pueblo más miserable y luego de pactar
con él le hace “crecer” a la sombra de Reinos poderosos. Cuando decide que a la
“Raza Sagrada” le ha llegado el momento de cumplir su misión histórica “renueva
el pacto” entregando a Moisés la clave del Poder. Entonces Israel, el linaje más
puro de la Tierra, atraviesa los milenios y marcha hacia su futuro de gloria,
mientras los Imperios y los Reinos se hunden en el polvo de la Historia. Sin
duda ha sido efectiva la reacción del Demiurgo y poderosos han resultado los
efectos de Su Piedra, la fuerza de Su Ley. Por eso cabe preguntarse ¿qué es en
realidad lo que Jehová Satanás entrega a los hebreos como instrumento de poder
y de dominación universal?; lo repetiré sintéticamente: las “Tablas de la Ley”
contienen el secreto de las veintidós voces que el Demiurgo pronunció cuando
ordenó la materia y por las cuales ha sido formado todo lo existente. El
conjunto de símbolos contenidos en las Tablas de la Ley es lo que de antiguo se
conoce como Cábala Acústica. En la
Atlántida este conocimiento fue en principio patrimonio de otra “Raza Sagrada”,
pero, más adelante, los Guardianes del Arte Lítico, antepasados del cromagnón y
padres de la Raza Blanca, llegaron a dominarlo por completo.
“Las Tablas de la Ley” son entonces “la
Piedra” que el Demiurgo ha puesto en el Mundo como soporte metafísico de la “Raza
Sagrada” a imitación del conjunto “linaje hiperbóreo/Gral”. Sin embargo, como en todas las “imitaciones”
del Demiurgo, no debe verse aquí una equivalencia demasiado precisa. El Gral,
desde el pasado, refleja para cada uno de los hombres el Origen Divino y
constituye un intento de Kristos Lúcifer por acudir en ayuda de los Espíritus
cautivos o, en otras palabras, la influencia del Gral apunta a lo individual y
a lo espiritual. Las Tablas de la Ley por el contrario, apuntan a lo colectivo,
entre Jehová Satanás y el pueblo hebreo, y, además, su contenido cabalístico
revela las claves que permiten dominar todas las Ciencias materiales.
Si la confusión estratégica, la
encarnación, el encadenamiento a la Ley del Karma, etc., son males terribles
que aquejan a los Espíritus Hiperbóreos, la convivencia terrestre con una “Raza
Sagrada” de Jehová Satanás es sin duda la más espantosa pesadilla, peor aún que
cualquiera de las desdichas mencionadas. Porque, a partir del “pacto renovado”
con Moisés, la enemistad racial
entre los linajes hiperbóreos (“heréticos”) y el linaje hebreo (“sagrado”) será
permanente y eterna, con la desventaja irreversible para los primeros de que la
Voluntad infernal del Demiurgo se expresará irresistiblemente a través de los
segundos.
Después de la “aparición” de Israel sólo
le queda al hombre la alternativa dramática de regresar al Origen o sucumbir
definitivamente.
Escarbando en el mito hebreo de Abel y
Caín, bajo un velo de calumnias, puede apreciarse una descripción acertada de
la enemistad racial y teológica entre hebreos e hiperbóreos. En dicho mito,
Abel, que es pastor de rebaños, representa el tipo básico del hebreo y Caín, el labrador, a la figura del hombre
de linaje hiperbóreo. Cuenta la leyenda que a Jehová Satanás le resultaron
agradables las ofrendas de sangre de Abel el pastor, consistentes en el
sacrificio de los corderos primogénitos “con su grasa”, y en cambio despreció
los “frutos de la tierra” que exhibía Caín. Tal actitud por parte del Dios de
la Materia constituyó una revelación para Caín: el descubrimiento de las
verdaderas intenciones del Creador y la esencia materialista y servil de los
pastores. Entonces Caín decidió matar a Abel, el Alma creada, lo que motivó a
Jehová para denunciar que era portador de una marca que delataba su condición
de asesino. Dicho signo sería reconocido en todas las Epocas, por aquellos que
fuesen “como Abel”, en quienes demostrasen ser “como Caín”.
Aquel especial criterio afectivo de
Jehová Satanás se ha perpetuado a través de los siglos en el odio que los
hebreos sienten hacia los linajes hiperbóreos, odio que, no se olvide, proviene del Demiurgo puesto que “Israel es Jehová”. A los hombres
mentecatos, es decir, a quienes se les ha lavado el cerebro para posteriormente
convertirlos en fanáticos creyentes de la Biblia, siempre les resulta difícil
justificar la predilección de Jehová “Dios” por el sacrificio sangriento de
Abel y el desprecio de la producción agrícola de Caín. Empero, todo se aclara
si se lee bajo el lenguaje cabalístico, cifrado, del Génesis, una
interpretación antiquísima del Holocausto de Fuego. En efecto, “el holocausto del cordero primogénito con
su grasa” [Génesis 4,4], representa al Holocausto de la Muerte Final de la
Humanidad y su transformación en la lejía que “lavará la Señal Abominable que está grabada en
la Piedra Caliente”: la oblación de Abel sería luego quemada, tal como hacen
hasta hoy los hebreos con los cuerpos de los animales sacrificados, y “la grasa”,
mezclada con la ceniza, formaría el jabón, la lejía, que lavaría la mancha simbólica
del “pecado de Caín”; tal “pecado” es, naturalmente, ser “agricultor”,
sembrador de cereales, adorador de la Diosa Ama, o Ceres, o Deméter, o la
Virgen de Agartha, la madre de Navután, es decir, quien entregó la semilla del
trigo a los hombres, la Semilla del Niño de Piedra. La “marca de Caín” es,
entonces, la Señal en la Piedra Caliente, el Símbolo del Origen que causa el
encadenamiento del Espíritu eterno a la Materia; por eso Caín, al portar dicha
marca, no podrá morir jamás: será “inmortal”, como lo son todos los hombres que
poseen Espíritu, aunque lo ignoren por estar “dormidos”.
Robert Graves, y el Rabino Raphael
Patai, en el libro “Los Mitos Hebreos”, han extraído y sintetizado el Mito de
Caín de numerosos midrash talmúdicos. He aquí una de las versiones oficiales
hebreas, que demuestran el carácter espiritual luciférico de Caín y la
naturaleza “creada” de Abel: “Caín respondió a la reprensión de Dios con un
grito que todavía repiten los blasfemos: –¡No hay Ley ni Juez!–. Cuando poco
después encontró a Abel en un campo le
dijo: –No hay Mundo futuro, ni recompensa para los justos, ni castigo para los
malhechores. Este Mundo no fue creado con misericordia, ni es gobernado con
compasión. ¿Por qué otra causa ha sido aceptada tu ofrenda y rechazada la mía?
Abel respondió sencillamente: –La mía fue aceptada porque amo a Jehová Dios; la
tuya fue rechazada porque le odias–. Entonces Caín decidió golpear y matar a
Abel”.
Es interesante profundizar más sobre la
figura de Caín. Según la Biblia fue, además de agricultor, el primero que construyó ciudades amuralladas y el
inventor de los pesos y medidas. Su descendiente Tubal-Caín (desdoblamiento mítico
del mismo Caín) fue fabricante de armas y de instrumentos musicales.
Si se observa ahora esta figura de Caín,
a la luz de la Sabiduría Hiperbórea, se comprobará que posee muchos de los
atributos característicos de los linajes hiperbóreos. Ante todo la asociación
de la Agricultura con la construcción de ciudades amuralladas es una antiquísima
fórmula estratégica hiperbórea que emplearon recientemente, por ejemplo, los
etruscos y los romanos, y que ha sido expresada con perfección por el rey
germano Enrique I, el Pajarero. Por otra parte el invento de los pesos
y medidas, que los hebreos atribuyen a Caín, los griegos a Hermes y los romanos
a Mercurio, permite identificar a Caín con esos dos Dioses hiperbóreos. Y por último:
la acusación de asesino y la condición de fabricante de armas, revela
claramente que la figura de Caín representa a unos guerreros temibles, a los Hombres de Piedra: a delatar o señalar
esa calidad apunta claramente la denuncia de la famosa marca.
En la Biblia, el libro sagrado del “Pueblo
Elegido”, en el mito de Abel y Caín, se encuentran perfectamente reveladas las
reglas de juego. En la “preferencia” de Jehová Satanás por los pastores
hebreos, representados por Abel, y en el desprecio y castigo de los linajes
hiperbóreos, simbolizados por Caín, aparece planteado el conflicto metafísico
de los orígenes, pero actualizado ahora como confrontación cultural y biológica.
La Raza Sa-grada hebrea ha venido a traer la Presencia de Jehová Satanás;
(Presencia consciente, diferente del
soplo panteísta con que el Demiurgo
anima la materia) al plano de la vida humana, de la encarnación, del dolor y
del sufrimiento. Por eso la antigua enemistad trascendente entre Espíritus
cautivos y Demonios se transforma en enemistad inmanente entre los linajes
hiperbóreos y el Universo material, dado que la Raza Sagrada es Malkhouth, el décimo Sephiroth, es decir, un Aspecto del
Demiurgo. Esto último debe entenderse así: Israel
es el Demiurgo. Vale la pena aclararlo. Según las enseñanzas secretas de la
Cábala y tal como puede leerse en el Libro del Esplendor, Sepher Yetsirah, o en el Libro del Holocausto de Fuego, Sepher Icheh, es decir, acudiendo a las
fuentes más confiables de la Sabiduría Hebrea, para la “creación” de la “Raza
Sagrada” Jehová Satanás manifiesta uno de sus diez Aspectos o Sephiroth. El décimo sephiroth, Malkhouth (el Reino), es el propio
pueblo de Israel, de acuerdo a los textos oficiales hebreos, el cual guarda un
nexo metafísico con el primer Sephiroth, Kether
(Corona), que es la Cabeza o Conciencia suprema del Demiurgo. En otras
palabras: hay identidad metafísica entre Israel y Jehová Satanás o, si se
quiere, “Israel es Jehová Satanás”.
Como decía antes, la enemistad entre la
Raza Sagrada y los linajes hiperbóreos, enemistad que se ha visto declarada en
el mito de Abel y Caín, significa un enfrentamiento entre éstos y el Universo
material, dado el carácter de Malkhouth, desdoblamiento del Demiurgo, que
ostenta Israel. Con Malkhouth, el Demiurgo ha querido imponer la realeza del linaje sagrado hebreo a
los restantes pueblos de la Tierra. Si estos pueblos gentiles han olvidado el pasado, y se han
sometido al Plan que lleva adelante la Fraternidad Blanca, entonces aceptarán
de buen grado la superioridad hebrea
y el mundo marchará alegremente hacia la Sinarquía. Pero, ¡hay de aquellos Goym que no renuncien a su herencia
hiperbórea y persistan en recordar el conflicto de los orígenes! No habrá lugar
para ellos en la Tierra porque con la Presencia de Malkhouth, el linaje sagrado
de Israel, el Demiurgo asegura su persecución e inmediato aniquilamiento. ¡Dramático
destino el del Espíritu cautivo! Durante milenios recordar el Origen, es decir, exhibir un linaje herético, era
castigado por los Demonios con un fuerte Karma, y el dolor, el sufrimiento,
eran tan terribles que se acababa por olvidar. Pero, mientras esta degradación
ocurría, en el fondo de su corazón, bullendo en su sangre, el condenado podía
participar del Recuerdo de Sangre y acceder a la Gnosis; era su derecho: si lograba elevarse desde la ciénaga de la
confusión espiritual nadie podía impedirle que recibiera la luz del Gral ni que
escuchara el Canto de los Dioses. Con Israel ni esta miserable oportunidad de
despertar sería ya posible pues el conflicto fue planteado en términos biológicos,
raciales, culturales...: quien se comprometa en la con-tienda debe ahora
arriesgarlo todo pues al enfrentar a Israel se está enfrentando al mismo
Demiurgo. Israel avanza en la Historia con una fuerza irresistible. Sus grandes
ideas van dominando poco a poco a la Cultura de Occidente paralelamente con el
crecimiento de su potencia financiera. ¿Quién será capaz de oponerse a la
fuerza conjunta del judeocristianismo, de la judeomasonería, del judeomarxismo,
del sionismo, del Trilateralismo? ¿Quién podría hacer “saltar” las bancas de Rothschild, de Jacobo Schiff, de Kuhn and
Loeb, de Rockefeller, etc.? ¿y
quién competirá con los hebreos en los campos de la Ciencia o el Arte? Ya
describí el fantástico Poder Material
alcanzado por la Sinarquía Templaria en la Edad Media; piense, Dr. Siegnagel,
lo que ha de representar tal Poder hoy día; contra estas fuerzas organizadas el
hombre no tiene la mínima chance. Por eso, ante tan formidable Poder, la única
alternativa estratégica válida es la confrontación racial: a la Raza Sagrada de
Jehová Satanás oponer el linaje hiperbóreo de los Espíritus cautivos. Y en este
choque de linajes, en esta guerra llevada al terreno de la sangre, el hombre
despierto, aquel que recuerde y desee regresar, deberá escuchar el Canto de los
Dioses y, siguiendo una vía secreta de liberación, hallar “la salida”, regresar
al Origen, y trasmutarse en Hombre de Piedra. Habrá cumplido así con la primera
parte de la Estrategia Odal. Pero si un Líder carismático, despierto y
trasmutado, se pone al frente de una comunidad racial y decide guiar a los
hombres en conjunto de Regreso al
Origen, podrá aplicar en su totalidad la Estrategia Odal, aprovechando la
presencia del Gral. En este caso el Líder planteará la Guerra Total contra las
fuerzas demoníacas de la Sinarquía, pero especial-mente ejercerá su máxima
presión sobre la Raza Sagrada pues
ella representa directamente al
Enemigo o sea al Demiurgo Cautivador. Sin embargo, sólo en Epocas modernas,
cuando la presencia universal de la Sinarquía y el poder de la Raza Sagrada
queden en evidencia, será posible que algún Gran Jefe identifique correctamente
al Enemigo y declare contra Ellos la Guerra Total.
La enemistad irreconciliable entre el
linaje sagrado hebreo y el linaje herético hiperbóreo podría ser ejemplificada
considerando las infinitas veces que se han producido enfrentamientos y
describiendo los distintos resultados. Se puede asegurar que habría material
para llenar varios tomos, razón por la cual debo ser prudente y referirme a lo
estrictamente necesario para la comprensión de la Estrategia Odal de los Dioses
Leales. Es con este criterio que voy a considerar tan sólo un ejemplo, pero un
ejemplo que será altamente clarificador.
Después del hundimiento de la Atlántida,
y en virtud de las pautas del Pacto Cultural, los linajes hiperbóreos han
coincidido siempre en que la sociedad humana debía organizarse en torno de tres
funciones principales: Regia, Sacerdotal y Guerrera. La armonía y la independencia
de las tres funciones garantizaría un cierto equilibrio apropiado para los
tiempos de paz y de prosperidad, o sea cuando
la sociedad progresa materialmente hacia el futuro. En distintas Epocas de
su historia muchísimos pueblos de linaje hiperbóreo experimentaron breves períodos
en que el equilibrio de las tres funciones permitió disfrutar de esa
tranquilidad social, mediocre y cortesana, que ocultaba en realidad una
ausencia total de contacto carismático entre la masa del pueblo y sus Líderes,
situación típica que se caracteriza por la indiferencia general. Cuando una
sociedad se estabiliza de esta manera la Fraternidad Blanca de Chang Shambalá
afirma que “evoluciona” y que “progresa”. Es pues del interés de los Demonios
llevar a la Humanidad a un estado de
equilibrio permanente de las tres funciones; ¿con qué objeto?: para preparar el
advenimiento de la Sinarquía, es decir, la Concentración del Poder en manos de
una Sociedad Secreta o cofradía oculta. ¿Qué fin tiene concentrar el poder en
manos de seres que actúan en las sombras? La respuesta se halla relacionada con
la manifestación por parte del Demiurgo de “Malkhouth”, la Raza Sagrada: el
poder sobre las naciones pertenece (en esta etapa del Kaly Yuga) a Israel como
herencia de Jehová Satanás y prueba de su linaje teológico. Mientras llega el
tiempo de Israel la Sinarquía será el regente del poder concentrado por la
Fraternidad Blanca.
Se comprende que los Dioses Leales,
frente a semejante conspiración, procuren desestabilizar el equilibrio sinárquico
de las sociedades e influyan carismáticamente en los hombres con el fin de
despertar a uno de ellos y trasmutarlo en Líder hiperbóreo. Tal es,
fundamentalmente, el objetivo de la Estrategia Odal. Por eso el Canto de los
Dioses llama sin cesar en la Sangre Pura y el Gral es una presencia permanente
que muestra, a quien lo quiera ver, el reflejo del Origen Divino del Espíritu.
Pero no debe creerse que la Estrategia Odal sólo tiene éxito cuando acontece
una auténtica trasmutación del hombre dormido en Hombre de Piedra; ése es sin
duda el más importante éxito, pero el mismo no es muy frecuente, especialmente
en el caso de Líderes o Conductores de pueblos. Hay, en cambio, otros casos, no
tan vistosos ni evidentes como una trasmutación, pero cuya influencia benéfica
en la organización de las sociedades ha motivado que se los considere también
como éxitos de la Estrategia Odal. Me refiero específicamente a aquellos Líderes
que, con cierto grado de inconsciencia, escuchan el Canto carismático e intuyen
algunos principios de la Sabiduría Hiperbórea. Como no se hallan completamente
despiertos e ignoran el origen del “mensaje”, proceden a aplicar en el gobierno
de sus pueblos los principios estratégicos tomándolos por invención propia.
Podría abundar en ejemplos, pero tendrá particular interés para Ud., Dr.,
considerar el caso de quienes “han descubierto”, sin saberlo, el principio del
cerco.
Cuando en la estructura mental de un Líder
se ha incorporado el “principio del cerco”, su Sangre Pura, y con ésta el Canto
de los Dioses, le impulsa a aplicar la “ley del Cerco” en todos sus actos
concretos. Surgen así desde sociedades particulares hasta teorías políticas,
filosóficas, morales, etc., concebidas y ejecutadas de acuerdo a la ley del
cerco, en el marco de la Estrategia Odal. Un ejemplo típico es la idea del “Imperio
Universal”. Vale la pena comentarlo.
Cuando la Estrategia Odal consigue
despertar la naturaleza Divina en algún Líder, es factible que su posterior
actividad provoque notables cambios sociales. Si es Rey, es decir, si ejerce la
Función Regia, avanzará gibelina-mente sobre la Función Sacerdotal y, con el
apoyo de la Función Guerrera, tratará de expandir los límites de su Estado. Si
el Líder es un guerrero notable, no tardará en ceñirse la corona para después,
aplastando a la Función Sacerdotal, abocarse a la tarea de organizar un Estado
militar. En la mayoría de los casos el desequilibrio de las tres funciones se
realiza a costa de la Función Sacerdotal que suele ser lunar y sinárquica. Lo
importante es que el Líder, Rey o Guerrero, al aplicar la ley del cerco en su
visión de la sociedad concluye generalmente por coincidir en la idea del
Imperio Universal como la más apropiada para demostrar la superioridad de su
Raza y para perpetuar el recuerdo de su Estirpe.
El Estado universal de Accad; los
Imperios de Asiria y Babilonia; el Gran Imperio Persa,
destruido por Alejandro Magno;
el Imperio Romano; etc., han sido
concebidos del mismo modo: por la aplicación de la ley del Cerco, en el marco
de la Estrategia Odal, que han hecho los Líderes hiperbóreos en el curso de los
milenios. No puedo dejar de mencionar que muchas “ideas modernas” registran el
mismo procedimiento en su concepción: tal las distintas variantes del “nacionalismo”;
el “fascismo”; el “falangismo”; el “nacionalsocialismo”, las “federaciones” y “confederaciones”;
etc. Estas y muchas otras teorías políticas son el producto de la aplicación de
la ley del Cerco por parte de algunos Líderes modernos. En el caso del “fascismo”,
“nacional-socialismo”, etc., es evidente que guardan un nexo bastante estrecho
con la antiquísima idea del Imperio Universal lo que explica de manera
elocuente el por qué tales ideologías han sido perseguidas hasta el
aniquila-miento por el Pueblo Elegido y las fuerzas de la Sinarquía.
Es que, justamente, la idea del “Imperio
Universal”, que es hiperbórea y surge de la aplicación de la ley del Cerco, se
opone irreductiblemente a la idea de la “Sinarquía Universal” propiciada por la
Fraternidad Blanca de Chang Shambalá, y llevada adelante en favor del Pueblo
Elegido.
Me había propuesto dar un ejemplo de la
enemistad irreconciliable entre el linaje herético hiperbóreo y el linaje
sagrado hebreo y ello ha quedado de manifiesto en la oposición entre Imperio
Universal y Sinarquía, es decir, entre sus respectivas concepciones ideales de
la sociedad. Munido de estas claves cualquiera puede revisar la Historia y
sacar sus propias conclusiones; no es pues necesario insistir más sobre ello.
Dije anteriormente que la “Raza Sagrada”
fue creada por el Demiurgo a imitación
de los linajes hiperbóreos y mostré que “Las Tablas de la Ley”, y el terrible
conocimiento con que estaban escritas, les fueron entregadas a los hebreos a semejanza del Gral. Puedo agregar ahora
que la “imitación” no concluyó allí; por el contrario durante siglos se preparó
una infernal falsificación histórica que en los hechos venía a significar un
agravio infinitamente más ofensivo que la imitación de los linajes hiperbóreos
o del Gral. Estoy hablando de la usurpación, vulgarización y degradación
perpetrada contra la figura Divina de Kristos Lúcifer.
Ya mencioné que, durante los días de
mayor decadencia espiritual de la Atlántida, Kristos Lúcifer se manifestó a la vista de los hombres
dormidos. Su Presencia tuvo la virtud de purificar y orientar a muchos hombres,
quienes, gracias a este descenso a los Infiernos realizado por el Gallardo Señor,
pudieron así emprender el sendero del Regreso. Sin embargo la reacción cobarde
de los Dioses Traidores, que recurrieron al empleo de la magia negra para
impedir el rescate, condujo finalmente a una guerra sin cuartel que sólo
concluyó cuando hubo desaparecido la última Atlántida. Y aunque el continente
atlante desapareció devorado por las aguas y miles de años de barbarie y
confusión estratégica borraron estos hechos de la Historia, no es menos cierto
que el drama vivido fue tan intenso que jamás se oscureció del todo en la
memoria colectiva de los linajes hiperbóreos. Por eso cuando el Demiurgo
concibió la siniestra idea de imitar, burdamente, la imagen redentora de “Kristos
Lúcifer descendiendo entre los hombres” era inexorable que tal infamia
desencadenaría cambios irreversibles y enfrentamientos definitivos.
¿Qué pretendía esta vez el Demiurgo?
Aunque parezca increíble deseaba producir, a imitación de la trasmutación hiperbórea, un salto en la Humanidad.
Pero no nos asombremos demasiado: lo que se buscaba era un salto hacia adelante, hacia
el futuro, y por sobre todo, se intentaba ceñir a los miembros de la Humanidad, sin distinción alguna por su
Raza o religión, a un “typo” psicológico universal o sea a un Arquetipo colectivo. Ese Arquetipo, por
supuesto, era el de la Raza hebrea pues lo que se quería en definitiva era judaizar a la humanidad y prepararla
para el Gobierno Mundial de la Sinarquía.
Para llevar adelante un plan tan
ambicioso se pondrían en movimiento numerosas fuerzas, las que concurrirían
hacia la figura del Mesías y harían posible su Ministerio terrestre. Para la
misión de “preparar el vehículo” mediante el cual Jehová Satanás se manifestaría
a los hombres, fue comisionado uno de los Maestros de Sabiduría de la
Fraternidad Blanca, quien sería conocido, luego de su encarnación, como Jesús
de Nazareth. Tampoco se descuidó la cuestión del linaje y por eso el Maestro
Jesús encarnó en el seno de una familia hebrea cuya genealogía podía remontarse
hasta Abraham. Pero el cuerpo físico del Mesías poseería una constitución
diferente a la de un simple hebreo: María sería preñada “con la mirada” por uno
de los Demonios de la Jerarquía, el “Angel Gabriel”, quien en realidad emplea
el método de “intersección de campos”, una de las tres formas de partenogénesis
que existen: de este modo se imitaba
también a la Virgen de Agartha, Ama, la Madre de Navután, que fue embarazada en
Venus por otro “Angel”, el “Serafín Lúcifer”. El Maestro Jesús animaría
durante treinta años ese cuerpo superior, pero sería la secta esenia la que
durante todo ese tiempo se encargaría de desarrollar sus potencialidades esotéricas,
entrenándolo en los secretos de la Cábala acústica. En esta tarea los esenios
serían asistidos por los Maestros de la Jerarquía, y estos por los Dioses
Traidores; todo Chang Shambalá se había concentrado en sostener al Mesías ya
que del éxito de su misión dependería en gran medida la “evolución” futura de
la Humanidad. Si la obra del Mesías triunfaba la Humanidad entera sería “civilizada”,
es decir judaizada, y se acabaría la “barbarie”, es decir el recuerdo mitológico
de los ancestros Divinos.
Lo más horroroso de esta conjura era que
el Demiurgo y sus Demonios contaban esta vez con el Recuerdo de la Sangre que los linajes hiperbóreos aún
guardaban del Kristos de la Atlántida para “atraerlos” hacia su imitación, el
Jesús Cristo, y mediante una fantástica confusión someterlos definitivamente. ¡Con
qué colosal hipocresía se planificó y ejecutó la estafa! Luego de Jesús Cristo ¿quién
sería ya capaz de distinguir entre el Kristos de la Atlántida y su caricatura?
Sólo unos pocos han sospechado el engaño, Gnósticos, Maniqueos y Cátaros, y
contra ellos ha caído el anatema de las Fuerzas Oscuras, la persecución y el
aniquilamiento. Es que este Jesús Cristo, como Arquetipo judaico que es,
permite muchas interpretaciones, todas “legales”, según la conveniencia de la
Sinarquía: hay un Cristo redentor; un Cristo de piedad; un Cristo “que vendrá”;
un Cristo-Dios, un Cristo-hombre; un Cristo-revolucionario social; un Cristo-Cósmico;
un Cristo-Avatar, etc.
Lo que jamás se permitirá concebir (o “recordar”)
a nadie es un Kristos de Luz Increada, es decir, un Kristos Lúcifer. Después de
Jesús Cristo ése será el mayor pecado, la más grande herejía y el castigo
merecido será castigo ejemplar.
“En el año 30 de la Era cristiana el
Verbo se hizo carne y habitó entre los hombres”. Aquel por cuya Palabra fue
creado el Mundo, se vistió con el ropaje de su Arquetipo Hebreo, Malkhouth, y
se manifestó a los hombres en la persona de Jesús de Nazareth. Fenómeno de los
fenómenos, Maravilla de las maravillas, ¡qué espectáculo prodigioso habrá sido
ver al Demiurgo hecho hombre! Hay que reconocer que esta vez hubo una innegable
calidad en su infernal idea de imitar al Kristos de la Atlántida y aprovecharse
del Recuerdo de Sangre de los hombres. El resultado está a la vista. Poco a
poco los pueblos salieron de la “barbarie” y la “Civilización” se extendió
hasta los últimos rincones de la Tierra. Y los hombres lenta pero
inexorablemente se han ido adaptando al patrón psicológico judío ¿cómo se logró
este éxito? ¿por qué alquimia colectiva la efímera vida de Jesús Cristo
consiguió influir sobre los pueblos durante milenios hasta desembocar en su
completa judaización? ¿fue sólo el Recuerdo de Sangre del Kristos de la Atlántida
lo que determinó tal resultado o hubo otros factores ocultos que contribuyeron
a la confusión de la Humanidad y a su judaización actual? Sin entrar en
demasiados detalles, dado que el tema da para largo, puedo decir que el
Arquetipo Hebreo de Jesús Cristo, que se hallaba al igual que todos los
Arquetipos en el Plano Arquetípico, fue precipitado
al plano físico o actualizado
durante la encarnación del Demiurgo en el cuerpo de Jesús de Nazareth. Tal
actualización del Arquetipo Malkhouth significa que se ha establecido una fuerza permanente en la Tierra, la
cual actúa de manera equivalente a la gravitatoria “empujando” al hombre hacia
la forma judaica. Ello es debido a
una razón que es también un terrible
secreto: ¡Jesús Cristo no ha desencarnado! Por el contrario se ha situado
desde entonces “en el centro de la Tierra”, junto al Rey del Mundo, irradiando
desde allí su “potencia arquetípica” (hoy diríamos “información genética”) en
infinitos ejes geotopocéntricos que parten del centro terrestre y atraviesan la
columna vertebral de los hombres. Esta es la fuerza arquetípica permanente de
Jesús Cristo. Pero no es la única: también actúa sobre el hombre una influencia
judaica emocional, irradiada desde
el propio “Pueblo Elegido” de Israel ya que la Raza Sagrada forma parte de la
anatomía oculta de la Tierra cumpliendo la función de chakra corazón o anhata chakra.
Con respecto a la última pregunta vale
la pena destacar que el “animal-hombre” creado por el Demiurgo hace millones de
años para que “evolucionase” de acuerdo al Plan que siguen los siete Reinos de
la Naturaleza, tendía naturalmente a conformar un typo que respondía a algunos Arquetipos básicos. Sin embargo, desde
el año 33 de la Era Cristiana, puede asegurarse que el Arquetipo judaico de Jesús
Cristo es ahora el Arquetipo psicológico del hombre, es decir, el typo hacia el que tiende por evolución.
Esto significa que en los hombres, quienes poseen por el antiguo Misterio de
A-mort una herencia animal, las tendencias animales le impulsarán
inconscientemente hacia el Arquetipo judaico. Sólo la pureza de sangre podrá
evitar el predominio de las tendencias animales y el consiguiente peligro de
corresponder psicológicamente con el Arquetipo judaico.
He mostrado ya de qué manera el Demiurgo
llevó el conflicto original al terreno del enfrentamiento racial, luego de
crear la Raza Sagrada a imitación de los linajes hiperbóreos divinizados por el
Gral. Ahora se acaba de ver cómo una nueva imitación, esta vez de Kristos Lúcifer,
ha significado otro avance destructor contra los linajes hiperbóreos. La
poderosa fuerza conformadora del Arquetipo judaico de Jesús Cristo, actuando
desde el centro de la Tierra en todo tiempo y lugar ha aumentado tremendamente
el sueño en que se encontraba desde antaño la “Conciencia de Sangre” de los
hombres. En el campo de batalla de la sangre luchan sin cuartel ahora dos
fuerzas esotéricas: el Canto de los Dioses y la tendencia arquetípica judaica
de Jesús Cristo. Y el “despertar” se ha tornado, entonces, una lucha terrible y
desesperada librada en el interior y en el exterior de cada uno, a menudo inconscientemente.
Es por eso que, luego de Jesús Cristo,
ya no será posible calificar ni a pueblos ni a organizaciones sino que habrá
que atender específicamente al grado de confusión de los hombres. Debe ser así
porque en muchos casos organizaciones sinárquicas enteras podrán caer bajo el
mando de un hombre súbitamente consciente de algún principio hiperbóreo
(producto de la lucha esotérica que se libra en su interior), quien hasta podría
“torcer” momentáneamente el rumbo de ésta.
Y, viceversa, en otros casos podrá
ocurrir que un grupo calificado como “hiperbóreo” sea conducido por personajes
más o menos judaizados. En el extremo tendremos hebreos (judíos de sangre) que
se rebelan a Jehová e intentan dramáticamente recuperar su herencia hiperbórea,
caso que puede ocurrir con más frecuencia de lo que suele imaginarse, así como
hallaremos muchas veces personas que “por la Sangre” declaran ser perfectos “arios”
pero que psicológicamente demuestran ser más judíos que el Talmud. Un ejemplo
por demás elocuente lo obtendremos observando a la Iglesia Católica en la cual
conviven los adoradores de Jesús Cristo y del Demiurgo junto a curas
nacionalistas y patriotas que sirven a la causa de Kristos Lúcifer y de los Dioses
Leales sin saberlo.
Se debe pues ser prudente al calificar
las organizaciones humanas y, aún en aquellas netamente sinárquicas, detenerse
siempre a evaluar el grado de confusión de los hombres con los cuales se trata.
Se considera una muestra de capacidad estratégica la habilidad para ubicar al “hombre
justo”, aun dentro de una organización sinárquica como la Masonería, a quien se
hablará luego tratando de aislarlo
de la organización en la cual milita (apelando a la aplicación de la ley del
cerco) para poder dirigirse mediante
símbolos apropiados a su parte hiperbórea.
Un ejemplo de cuanto vengo diciendo lo
constituye el caso de la herejía soteriológica, de Pelagio, llamada también “pelagianismo”.
A principios del siglo V este Obispo británico
comenzó a defender la teoría de que el hombre, por sí mismo, es suficiente para
protagonizar su salvación. Ello es posible, según Pelagio, porque “hay en el
hombre un principio de perfección espiritual”. Es evidente, así, que en Pelagio
predominaba el linaje hiperbóreo. Su Sangre Pura pronto le permitió advertir
que la “salvación” del hombre (su “orientación”) dependía de “un principio
espiritual”, el cual debería ser “descubierto” y “cultivado” interiormente.
Pero donde la posición “herética” de Pelagio resultaba más clara era en lo
referente al pecado original: el hombre no ha pecado en absoluto y “si Adán pecó,
su pecado murió con él; no se transmitió a la descendencia humana”. En
definitiva “el hombre es libre” y “nace sin pecado”; de allí a plantear la
injusticia del dolor y del sufrimiento, o de cualquier otro castigo impuesto
por Jehová Satanás, había solo un paso. En consecuencia la persecución contra
Pelagio comenzó enseguida y no acabó hasta su eliminación, en Africa; fue
llevada adelante por las más importantes autoridades eclesiásticas de su Epoca,
lo que prueba el temor que producían sus ideas, entre quienes se destacaron los
Papas Inocencio I y Zósimo, San Jerónimo
y el apóstata gnóstico San Agustín.
En el Sínodo de Cartago del año 411,
fueron condenadas siete pro-posiciones, síntesis de su doctrina. Vale la pena
que las recuerde ahora para comprobar que las mismas se derivan de la Sabiduría
Hiperbórea.
He aquí las siete proposiciones
condenadas:
1 - Adán, mortal por su creación,
hubiera muerto con pecado o sin él. 2 - El pecado de Adán le dañó a él solo, no
al linaje humano. 3 - Los niños recién nacidos se hallan en aquel estado en que
se hallaba Adán antes de su prevaricación (es decir: antes de probar el fruto
prohibido del Gral). 4 - Es falso, que ni por la muerte ni por la prevaricación
de Adán tenga que morir todo el género humano y que haya de resucitar por la
resurrección de Jesús Cristo. 5 - El hombre puede fácilmente vivir sin pecado.
6 - La vida correcta, de cualquier “hombre libre”, conduce al Cielo del mismo
modo que el Evangelio. 7 - Antes de la venida de Jesús Cristo hubo hombres “impecables”,
es decir, que de hecho no pecaron.
Cuadragesimoséptimo Día
|
Síntesis General de
la Sabiduría Hiperbórea:
Mientras los Golen marchaban con los Celtas hacia Europa el Reino de Judá,
en medio Oriente, era destruido por Nabucodonosor y su población llevada en
cautiverio a Babilonia en el año 597 A.J.C. Fueron
liberados en el 536 y, veinte años después, en el 516, reconstruyeron el Templo
de Salomón sin hallar el arca con las Tablas de la Ley. En el siglo IV fueron dominados
por los griegos de Alejandro y en el siglo II se aliaron con los romanos contra los griegos (140 A.J.C.).
Luego de la muerte de Julio César el Senado de Roma otorgó el título de Rey de
Judea a Herodes I, en el año 37 A.J.C. y en el
primer año de la Era cristiana (o en el 4 A.J.C. si se
quiere) nació el Salvador, Jesús de Nazareth, el Cristo.
Después de Herodes I los romanos quitaron al Pueblo Elegido la posibilidad
de tener un Rey de su linaje y colocaron en el poder a una serie de
procuradores que intentaron vanamente dominar la creciente agitación social. La
“crucifixión de Jesús Cristo”, que no existió, o la “lucha contra los
cristianos”, que suele darse como explicación de la actitud belicosa y suicida
de los judíos, no son correctas, siendo la verdadera causa del malestar el
hecho, presentido por todos los miembros de la Raza Sagrada, de que el
Arquetipo Hebreo “sería arrojado a los Gentiles”. Era palpable para ellos, en
virtud de compartir la substancia del Demiurgo, la acción judaizante que se
realizaría de allí en adelante sobre todo el mundo. Lo que no les aparecía tan
claro era: ¿de qué modo, luego de la presencia de Jesús Cristo podría cumplirse
el antiguo pacto con Jehová Satanás, la promesa de que el linaje sagrado
heredaría el poder sobre las demás naciones? Harían falta varios siglos y el
trabajo de eminentes Rabinos cabalistas para que los hebreos recuperasen la fe
sobre su papel en la Historia. Pero mientras ese tiempo llegaba la paciencia de
los romanos se agotó mucho antes: en el año 70 D.J.C. el
General Tito destruyó Jerusalén, el Templo de Salomón, y “dispersó” a los judíos
por todos los rincones del Imperio Romano. Con la Diáspora del año 70 comienza
la historia moderna del Pueblo Elegido, cuya culminación está por producirse en
nuestros días, cuando la Sinarquía transfiera a sus manos la totalidad del
poder mundial.
Cuando en el 313, el Emperador
Constantino el Grande reconoció al cristianismo como religión oficial del
Imperio Romano, se inició una Epoca difícil para la Raza Sagrada. El motivo era
que en los pueblos recientemente cristianizados predominaba más el Recuerdo de
Sangre de Kristos Lúcifer que el Arquetipo judaico de Jesús Cristo, hecho que
casi siempre desembocaba en un generalizado sentimiento antijudío. Aunque a la
larga terminaría por triunfar la permanente influencia del “rayo geotopocéntrico”
de Jesús Cristo, por sobre el recuerdo hiperbóreo, y las masas acabarían
judaizadas, mientras tanto la Raza Sagrada correría el peligro de ser
ex-terminada. Pero la “amenaza” pronto sería conjurada.
Si existió realmente un peligro efectivo
contra los hebreos es algo que habrá que dudar pues en el siglo V San Benito de Nurcia funda la Orden en la que ingresarán,
en masa, los Golen “cristianos” quienes se abocarán, desde entonces, a la tarea
de mediar entre la Iglesia y la Sinagoga.
Según informé en Días anteriores, las
Tablas de la Ley quedaron donde las había ocultado Salomón y recién fueron
halladas por los Golen Templarios en la Edad Media. Aquellas Tablas han sido
hechas por el Demiurgo Jehová Satanás para imitar la acción fundadora del Gral.
Hay que indagar pues, ¿qué fue del Gral, el “modelo” metafísico de las Tablas?
Al contrario de la pregunta por las
Tablas de la Ley, que obligó a referirse a hechos de la Historia, la cuestión
del Gral me llevará al terreno estrictamente esotérico. Pero en primer lugar
conviene aclarar que la pregunta ha sido mal planteada. Ya aclaré que el Gral
no debe ser buscado; agregaré ahora que se trata de un objeto del cual no es
posible apropiarse y que, por lo tanto, debe aún estar donde siempre estuvo. Es
un error, pues, tanto “buscar” el Gral como interrogar: ¿qué ha sido de él?
Pero, se preguntará ¿cómo habrá que encarar ese Misterio, entonces, para
obtener algún conocimiento adicional, libre de paradojas? La única manera, a mi
juicio, de avanzar en el conocimiento del Misterio consiste en profundizar las
analogías que ligan a la “función orientadora hacia el Origen” del Gral, función
externa, con las “vías secretas de liberación espiritual” de la Sabiduría
Hiperbórea, las que son funciones internas, “orientadoras hacia el Origen”.
En ese sentido se puede establecer una
analogía muy significativa entre la “Piedra Gral” de la Estrategia Odal y los “lapis oppositionis” empleados en la vía
de la “Oposición Estratégica”.
Ya expliqué, sintéticamente, que la Vía
de la Oposición Estratégica consiste en el empleo de la técnica arquemónica, es
decir, en la disposición de un Arquémona o Cerco Estratégico y de un lapis oppositionis fuera del cerco, en
la fenestra infernalis que da al
Valplads. Aplicando la ley del cerco al Arquémona se logra aislar la plaza del Valplads, es decir, se consigue liberar un área en el Mundo del
Demiurgo. Pero ello no es suficiente: es necesario que los Iniciados se
desincronicen del Tiempo del Mundo y generen un tiempo propio, inverso, que les
permita dirigirse hacia el Origen.
Para ello practican la Oposición Estratégica
contra los lapis oppositionis, que se encuentran situados sobre una Runa en el
Valplads, frente a la fenestra infernalis.
Me toca ahora aproximarme al Mayor Secreto,
aquel que explica el método empleado por los Dioses para mantener, permanentemente, eterna-mente si se quiere, el Gral en el
Mundo. Comenzaré por indagar lo siguiente: ¿cuál es la Residencia de los Dioses Leales? Se puede partir de una respuesta
conocida, que Yo he repetido muchas veces: los Dioses residen en K'Taagar, en el Valhala de Agartha. Tal
respuesta es correcta, pero in-suficiente pues cabría preguntar a su vez ¿qué
es el Valhala? ¿dónde se encuentra? Frente a estos interrogantes pueden
adoptarse dos criterios: uno, recurrir a elementos de la mitología nórdica y
decir, por ejemplo, que “en lo alto del Fresno Iggdrasill se encuentra el
Valhala, sitio adonde van a residir los guerreros muertos en combate, regido
por Wothan, etc.” Y un segundo criterio, que me parece más acertado,
consistente en despojar a las respuestas de adornos folklóricos y expresarlas
con símbolos de la Sabiduría Hiperbórea, los que podrán ser fácilmente
interpretados mediante analogías.
Con este criterio es posible afirmar
inmediatamente que el Valhala es la
plaza liberada por los Dioses (o Ases) en
algún lugar del Universo de El Uno. Esta plaza, naturalmente, tiene las
dimensiones de un país y se halla totalmente fortificada. En ella habitan los
Señores de Venus y muchísimos Dioses y Walkirias, quienes se preparan
permanentemente para la lucha mientras aguardan el fin del Kaly Yuga y el
despertar de los Espíritus cautivos. Sus incontables Dioses guerreros,
inmortalizados con sus cuerpos de vajra forman en las filas del Wildes Heer, el
ejército furioso de Wothan, y vigilan las murallas del Valhala, aunque el
Enemigo jamás se atrevería ante tan temible guarnición hiperbórea.
Los Dioses han liberado la plaza fuerte
del Valhala aplicando, con Sus Poderosas Voluntades, la ley del cerco a las
murallas de piedra. La conquista del tiempo propio que reina en el Valhala, y
que los independiza de cualquier “ciclo” o “ley” del Mundo del Demiurgo, procede
de una maravillosa operación de Oposición Estratégica. Pero: ¿cuál habrá sido
la piedra, el lapis oppositionis,
que los Dioses emplearon en su Estrategia Hiperbórea?: Desde que ocurrió el
Conflicto de los Orígenes, hace millones de años, los Dioses practican la
Oposición Estratégica contra una
preciosa Gema extraterrestre facilitada a tal efecto por el Gallardo Señor,
Kristos Lúcifer. Esa piedra se llama Gral: “und dieser Stein ist Gral gennant”.
(Wolfram Von Eschenbach).
La relación analógica entre arquémona y Valhala se
torna más evidente aún si se considera que éste posee una “porta infernalis”, equivalente a la “fenestra infernalis” de aquél. La porta infernalis es una abertura en la muralla que se encuentra
permanentemente vigilada por atentos centinelas. Frente a la porta infernalis, pero fuera del
Valhala, es decir, en “el mundo”, se
halla situado el Gral, sobre una Vruna; contra él, según se ha dicho, los
Dioses practican la oposición estratégica.
Es necesario profundizar un poco más en
la descripción de esta disposición debido a su extraordinaria importancia para
la aproximación al Misterio del Gral.
Ante todo, diré que el Gral, como un lapis oppositionis, fue depositado en el Origen, sobre una
Vruna y aún sigue allí: sobre la Vruna y en el Origen. No se trata de un
juego de palabras sino de una propiedad del Gral que debe ser examinada con
detenimiento: el Gral, como reflejo del Origen no puede devenir en el tiempo a
semejanza de las “cosas” materiales creadas por el Demiurgo; en otras palabras:
el Gral no puede estar en el presente. En verdad el Gral se halla en el remoto
pasado, en aquel tiempo y lugar en que fue colocado, y por eso no debe ser buscado empleando “movimiento”
(y tiempo) para conseguirlo pues tal actitud apunta hacia el futuro, o sea en sentido contrario, tal como ya he
explicado. Pero si el Gral se encuentra en el pasado, si el tiempo no lo
arrastra hacia el presente con su incontenible fluencia como acontece con los
objetos materiales, y siempre ha permanecido
allí (en el pasado) ¿cómo es que hemos llegado a saber de él? y, lo más
importante ¿cómo puede actuar en el presente, tal como lo exige la Estrategia
Odal, prescindiendo del tiempo? es
decir, ¿en virtud de qué “elemento” se conecta el Gral, “desde el pasado” con “el
presente”, por ejemplo, con un Líder hiperbóreo? La solución a estos problemas
ha constituido, desde antiguo, un peligroso Secreto... que ahora voy a tratar
de revelar. El enigma se resuelve razonando de este modo: si bien el Gral ha permanecido siempre en el pasado,
propiedad que únicamente posee en el Universo la Gema de Kristos Lúcifer, lo mismo no ha acontecido con la Vruna que
lo sostenía (y que todavía lo sostiene). He aquí el Gran Secreto: mientras
el Gral, reflejo del Origen Divino, permanece como tal “situado en el Origen”,
la Vruna sobre la cual fue asentado ha atravesado los milenios y ha llegado
hasta el presente. Por cierto que la Vruna “siempre está presente”, lo que
significa: “en cualquier circunstancia histórica”. Hablaré un poco de la Vruna.
Se la conoce como Vruna del Origen o Vruna de
Oricalco, pero cabe aclarar que tales nombres no sólo designan al “símbolo”
de la Vruna sino también a la Piedra
terrestre que fue asiento primordial del Gral. Por eso cuando en la Sabiduría
Hiperbórea se hace alusión a la “Vruna de Oricalco” de lo que en realidad se
está tratando es de una piedra, muy antigua, color azul violeta, en la que los
Dioses engastaron un signo vrúnico de oricalco. Se hace necesario, pues,
conocer la procedencia de la misma y el motivo de su construcción.
Ya mencioné en otras ocasiones que en un
principio los Dioses ingresaron al Sistema Solar “por la puerta de Venus” y que
un grupo de ellos, los “Dioses Traidores”, se “asoció al Plan del Demiurgo provocando
luego, en combinación con éste, la catástrofe de los Espíritus cautivos”. Los
Espíritus Hiperbóreos fueron encadenados a la Materia por haber caído en una
celada cósmica, el Misterio de A-mort, pero no hablaré por ahora de ello. El
efecto que se produjo en el Mundo evolutivo del Demiurgo al asimilar a los Espíritus
confusos es lo que hoy llamaríamos: una mutación colectiva. Al mal de la
ordenación imitativa de la materia, hecha por el Demiurgo, se sumó luego el mal
de la mutación de su Obra y el encadena-miento de los Espíritus, es decir, la
modificación del Plan realizada por los Dioses Traidores. Y para “controlar”
tan maligna empresa los Dioses Traidores deciden fundar la Fraternidad Blanca,
en la cual se deben organizar las diferentes manifestaciones dévicas del
Demiurgo. La “sede central” del Poder, Chang Shambalá, es también la clave de
la mutación colectiva de los siete Reinos de la naturaleza. En efecto: ¿de qué
manera mantenía el Demiurgo la
estabilidad de la forma sobre la Tierra y cómo se aseguraba, antes de la
mutación, que los siete Reinos evolucionaran de acuerdo a su Plan? Hay dos
principios que intervienen en la ejecución del Plan, uno estático y el otro dinámico.
El Plan se apoya estáticamente en
los Arquetipos y dinámicamente en el
Aliento del Logos Solar. Es decir que era una
fuerza procedente del Sol, vehículo físico del Logos Solar, la que mantenía
el impulso evolutivo en los siete Reinos de la naturaleza terrestre. Bien: para
provocar cualquier alteración permanente en el Plan del Demiurgo es imprescindible interceptar la corriente
energética procedente del Sol que, atravesando el océano de prana, converge
sobre la Tierra. Para cumplir con esta condición los Dioses Traidores se
instalaron desde un principio entre el
Sol y la Tierra, en una posición fija
que jamás deja pasar ni un rayo de luz, es decir, ni un fotón, sin que antes
haya sido interceptado. Esta afirmación puede parecer fantástica, y en verdad
lo es, pero más fantástica e insensata ha sido la construcción de Chang Shambalá,
ya que la que hemos descripto es la función “técnica” de la sede del Poder de
los Dioses Traidores.
He aquí otro “Secreto” que ya no es tal;
la “ubicación” de Chang Shambalá se podrá ahora determinar a partir de este
dato: siempre se encuentra entre la Tierra y el Sol. En realidad Chang Shambalá
está muy cerca de la Tierra, lo que dará un idea de su enorme tamaño. Sin
embargo aquí no se trata de un capricho sino que debió construirse así por
exigencias de su función moduladora
del plasma genético solar.
Por supuesto, no faltará quien diga
neciamente que todo esto es un disparate dado que “las tradiciones del Tíbet y
de la India” afirman que Chang Shambalá “es un Reino situado en el Asia, entre
las montañas Altai, el desierto de Gobi y los Himalayas”. Sin dudas un
comentario de este tipo constituirá un disparate mayor que mis afirmaciones. En
principio las mentadas “tradiciones del Tíbet y de la India” son productos de
la desinformación estratégica que durante siglos ha desplegado la Fraternidad
para que se ignore la verdad. Y en segundo lugar diré que los datos más serios
de la Tradición, ya que hay algunos datos dignos de crédito, siempre mencionan
la ubicación de “La Puerta de Chang
Shambalá” y jamás al Reino en sí. Esta sutil distinción es sumamente
sugestiva pues el hecho de que en un determinado lugar geográfico exista una
puerta no implica que el Reino esté
inmediatamente detrás. Podría entenderlo así una mente primitiva,
condicionada por la creencia de que la línea recta es la distancia más corta
entre dos puntos, y de hecho tal cosa ocurre frecuentemente. Pero aquí estoy
manejando la información en otro nivel y por eso adelantaré cuatro versos del
Canto de la Princesa Isa, que ya tendrá oportunidad de conocer cuando relate la
historia de Nimrod, “El Derrotado”.
“Pero aunque Dejung está lejos,
sus
puertas están en todas partes.
Siete puertas tiene Dejung,
y siete muros la circundan”.
A
esas “puertas inducidas” se refieren las leyendas orientales, las cuales “están
en todas partes” y conducen al Reino que, evidentemente, no ocupa un simple
lugar geográfico.
Una referencia a sucesos tan remotos,
como la perversa asociación entre los Dioses Traidores y el Demiurgo, tenía
como finalidad servir de introducción para un hecho que voy a destacar
enseguida: cuando el Demiurgo conviene con los Dioses Traidores ceder a estos
el control de la Jerarquía les entrega el
signo Tifereth que representa a uno de los diez Sephiroth y permite un control
total sobre los Aspectos formales de
la Creación. El Signo Tifereth es la expresión simbólica de la “manifestación
material de los Arquetipos Divinos”, Aspecto que suele sintetizarse como “Belleza del Demiurgo”. Por si no se ha
comprendido bien conviene repetir que los Demonios de Chang Shambalá quedaron
en posesión de un signo que representa todo
el aspecto Tifereth del Demiurgo, permitiendo acceder a él y compartir su
Poder. Naturalmente que el signo Tifereth es la clave de Maya, la Ilusión de lo
Real, y por lo tanto: la más terrible herramienta de la hechicería. Quien
observe el signo Tifereth, el cual es bastante complejo, “desde el mundo”, es
decir, encarnado kármicamente, corre el riesgo de abismarse inmediatamente
perdiendo todo punto de referencia y por consiguiente la razón. Por tal motivo
la Sabiduría Hiperbórea recomienda aplicar la ley del cerco al signo Tifereth
para poder observarlo sin peligro. No está de más señalar que en toda ofensiva
hiperbórea contra los Demonios de Chang Shambalá tarde o temprano se produce
una confrontación con el signo Tifereth dado que se confía en su nefasta
influencia para vencer a los hombres despiertos.
Luego que los Dioses Traidores
recibieron el signo Tifereth y construyeron Chang Shambalá ya no fue posible
para los Dioses Leales permanecer sobre la superficie terrestre. Pero tampoco
deseaban abandonar el Sistema Solar dejando tras de sí a miles de millones de
Espíritus cautivos. Y entonces planificaron la Estrategia Odal. Pero antes ¿qué
cuadro presentaba un Espíritu cautivo?: básicamente la pérdida del Origen y la
inconsciencia consiguiente, es decir, la pérdida del tiempo propio. El
encadenamiento a la materia parte fundamentalmente del encadenamiento al “inmanente fluir de la Conciencia del Demiurgo”, o sea de la
sincronización al Tiempo del Mundo. Los Espíritus cautivos, ligados al Tiempo,
iban a tardar millones de años en recuperar su conciencia, si es que algún día
lo lograban. En esas circunstancias los Dioses, en una maravillosa exhibición
de valor e intrepidez, dan comienzo a la Estrategia Odal.
El primer problema que debían afrontar
era mantenerse “independientes” del Tiempo, pero no “fuera de él”, ya que tendrían
que seguir de cerca las desventuras de los Espíritus cautivos para ayudarlos a
evitar la confusión estratégica y, eventualmente, rescatarlos. Por otra parte
la independencia del Tiempo era necesaria para que los Dioses pudieran
conservar su propio tiempo, su conciencia del Origen, pues de otro modo correrían
el riesgo de caer también en el Gran Engaño. Pero, en tanto se sucedieran los
eones, los Dioses deberían disponer de un sitio agradable, apto para ser
ocupado y defendido por una guarnición de terribles guerreros estelares. Estos
eran los problemas principales; había otros, pero los pasaré por alto en
homenaje a la brevedad.
El procedimiento a seguir fue el
siguiente. Los Dioses Leales buscaron un sitio de la Tierra conveniente para
sus propósitos. Como tal sitio iba a
desaparecer, luego de la Oposición Estratégica, no lo escogieron dentro de un continente pues ello habría
ocasionado quizá un cataclismo, que re-trasaría aún más el destino de los Espíritus
cautivos. En cambio buscaron entre las islas y eligieron una de ellas, situada
en lo que hoy sería el extremo septentrión, pero que en aquellos días era una
zona tropical, procediendo enseguida a cercarla.
Siendo una isla enorme el trabajo a realizar, para construir una ciclópea
muralla de piedra en todo su perímetro, parecería hoy una tarea imposible. Pero
la Sabiduría Hiperbórea que disponían los Dioses les dio las soluciones para
acabar rápidamente con tal trabajo y en poco tiempo un colosal muro
transformaba a la paradisíaca isla en inexpugnable fortaleza. No es posible
describir la arquitectura extraterrestre de los muros pues me perdería en
explicaciones y no adelantaría mucho; sólo diré que, en algunos tramos la
construcción era semejante a la fortaleza preincaica de Sacsahuamán cerca de Cuzco, en Perú, pero tal semejanza, debo
decirlo también, era muy aproximada, ya que Sacsahuamán es aún demasiado humana.
En la muralla practicaron una sola
abertura, cosa que sorprenderá a quienes no conozcan los principios estratégicos
de la Sabiduría Hiperbórea. Y fuera de esta abertura, que ya he nombrado con
una denominación moderna: porta
infernalis, se colocó la Vruna de
Oricalco. Llegó el momento pues de volver sobre el Mayor Misterio.
El Gran Jefe, Kristos Lúcifer,
audazmente instalado en un lugar impensable, atrás de Venus, como Sol Negro o
expresión del Origen, decidió responder a la vil conspiración de los Dioses
Traidores con un acto de guerra. Para cumplir con Su Voluntad fue que los
Dioses Liberadores ocuparon la isla y la amurallaron iniciando la Estrategia
Odal. Pero la Estrategia Odal tenía por objeto “despertar” y “orientar” a los
hombres, individual o racialmente, ya lo hemos dicho; entonces: ¿en qué consistía
el “acto de guerra” con que respondía Kristos Lúcifer a la Traición de los
Dioses de Chang Shambalá? Concretamente: el golpe de guerra estaba dado por el
Gral.
La Gema hiperbórea, quitada de la Frente
del Gallardo Señor y asentada en el Mundo del Demiurgo, impediría a los
Demonios negar el Origen Divino del Espíritu, ya que su inempañable brillo
despediría en todo momento los reflejos de la Patria Primordial. El Gral, al
Divinizar los linajes hiperbóreos, constituía el desafío mayor pues amenazaba
con enviar al fracaso los planes infernales. El conflicto sería, desde
entonces, eternamente planteado por todo aquel que lograse despertar,
cualquiera fuese el Infierno en que se encontrase, ya que el Gral sería
asentado en el plano físico, es decir, en la más baja de las regiones
infernales, y su brillo sería visto
desde todos los rincones del Mundo, incluido el plano astral y todos
aquellos “purgatorios” que los Demonios preparan allí para engañar a los Espíritus; aún en aquellos
planos tan sutiles de las mónadas emanadas por el Demiurgo, donde también hay
Espíritus Hiperbóreos completamente idiotizados, a quienes se ha hecho creer
que “deben permanecer allí mientras sus ‘otros cuerpos’, más densos,
evolucionan”. Por último el Gral era, si se me permite la metáfora, un guante
arrojado a la cara de los Demonios, para un desafío al cual estos, por su
cobardía, no serían capaces de responder.
Pero no era tan sencillo lograr que el
Gral, una vez ingresado en el plano físico permaneciese simplemente ubicado en
un lugar, por ejemplo en un altar. Por su carácter atemporal, como reflejo del
Origen, el Gral cual verdadero diluyente universal lo atravesaría todo y se
perdería de vista... especialmente si para quien le mirase transcurriese el Tiempo del Mundo. El Gral no puede ser asentado
sobre ninguna substancia que fluya a impulso del Aliento del Logos, es decir,
que fluya temporalmente, pues se perdería
en el pasado, ya que su esencia está siempre en el Origen. ¿Qué hacer? Hay
que “preparar” un asiento material de manera tal que soporte al Gral aunque éste permanezca en el pasado y aunque
el Tiempo del Mundo transcurra efectivamente para dicho asiento. ¿Puede
construirse algo así? Solamente si entre la substancia del asiento y el Gral se
intercala un signo que neutralice la
temporalidad. Esto significa que el signo debe representar el movimiento inverso al empleado por
el Demiurgo para construir el Sistema Solar. Un signo así, que es el colmo de
los símbolos heréticos, fue empleado por los Dioses para construir el asiento
del Gral, al cual he llamado Vruna de
Oricalco.
Atención a esto porque lo diré una sola
vez: de la Vruna de Oricalco, que es
un signo muy complejo y de tremendo poder mágico, se deriva previa mutilación y deformación, la Runa Swástika, de la
cual se han escrito tantos disparates.
Para construir el asiento del Gral se
optó por una piedra cristalina de color azul violeta, semejante a un ágata. En
su parte superior, en una zona ligeramente cóncava, se engastó una Vruna de
Oricalco hábilmente cincelada por los Dioses Leales. Y una vez concluido el
asiento se lo depositó fuera de las murallas de la isla, en dirección a la porta infernalis, pero a muchas millas
de allí, en una región continental.
Será difícil que alguien pueda imaginar
el maravilloso espectáculo del Gral descendiendo en los siete infiernos. Tal
vez si se piensa en un Rayo Verde, de brillo cegador e influencia gnóstica
sobre el vidente, ante quien los Demonios giran sus fieros rostros helados de
espanto; un Rayo que, cual hoja segadora de invencible Espada, va rasgando los
cuatrocientos mil mundos del Engaño buscando el Corazón del Enemigo; una Verde
Serpiente Voladora que porta entre sus dientes el Fruto de la Verdad, hasta
entonces negada y ocultada; si se piensa en el Rayo, en la Espada, en el Fruto,
en la Serpiente, tal vez así sea posible intuir lo que ocurrió en aquel momento
crucial cuando la Verdad fue puesta al alcance de los Espíritus cautivos. Sí
porque desde que el Gral se asentó sobre la Vruna de Oricalco el Arbol de la
Ciencia quedó plantado al alcance de aquellos que, completamente confusos, vivían
en el Infierno creyendo habitar un Paraíso. ¡De ahora en adelante podrían comer
su fruto y sus ojos serían abiertos!
¡Aleluya
por Kristos Lúcifer, la Serpiente del Paraíso! ¡Aleluya por aquellos que comieron
del Fruto prohibido: los hombres despiertos y trasmutados!
¿Cuál fue el siguiente paso de los
Dioses? Previamente a la caída del Gral, pero cuando este fenómeno ya estaba
ocurriendo en otros planos, aplicaron la ley del cerco a las murallas de la
isla aislando el área interior de la
exterior. Para comprender el efecto que tal acción estratégica produjo hay
que tener presente que ésa era la
primera vez que se liberaba una plaza en el Sistema Solar. Cuando un anillo
de fuego pareció brotar de las imponentes murallas y ya no se vio más hacia el
interior de la isla, envuelta en una extraña nube vibratoria y flamígera, el
Demiurgo comenzó a sentir amputada su substancia. La Estrategia de los Dioses
apuntaba a ganarle, no solamente el área plana de la isla sino también su
relieve, sus montes y valles, sus lagos y bosques, sus vegetales y animales; la
isla, país vasto, era también una gigantesca Arca de Noé que debería recibir
durante milenios a los hombres que lograsen despertar y huir de las cadenas materiales
y también a aquellos que se hubiesen trasmutado luchando a muerte en las
batallas.
Todo un país sustraído al control
inmanente del Demiurgo era una experiencia nueva, pero, como quiera que esto
hubiese sido posible, lo cierto es que la isla continuaba allí: oculta por una
barrera de fuego pero en el mismo lugar. Es por eso que la reacción del
Demiurgo hizo temblar la Tierra, buscando afectar de algún modo aquel fenómeno
incomprensible y recuperar el dominio de la “plaza”. Terribles maremotos agitaron
los mares adyacentes y vientos nunca vistos soplaron inútilmente contra las titánicas
murallas; el cielo se oscureció por las nubes de ceniza de volcanes súbitamente despiertos y el fondo del océano amenazaba con partirse e
intentar tragar a la isla “liberada”.
El mundo parecía haber enloquecido,
mostrando el espectáculo terrorífico de todas las fuerzas de la naturaleza “descontroladas”,
cuando, “como si fuese el colmo de las abominaciones, el Gral descendió sobre
la Tierra”.
¿Qué podría agregar para dar una idea de
lo que sucedió allí? Ya dije que es muy difícil describir, y hasta mencionar,
un suceso que generó una irritación perpetua en los Demonios. Tal vez este
comentario le diga algo, Dr., si recuerda las explicaciones cabalísticas de
Bera y Birsa: “al caer el Gral sobre la Tierra, más allá de los trescientos
setenta veces diez mil Mundos, el Gran Rostro del Anciano lanzó un aullido de
horror que aún se oye reverberar en
los confines del Cosmos”.
No bien el Gral se hubo asentado sobre
la Runa de Oricalco los Dioses Leales practicaron la Oposición Estratégica
logrando, ahora sí, que la isla amurallada se tornase invisible, desapareciendo
para siempre de la superficie terrestre. De allí en adelante los hombres
dormidos hablarían del Valhala, la morada de los Dioses, y también de Hiperbórea,
la “isla tragada por el mar”, pues el Mito original, trasmitido carismáticamente
por los Dioses ha sufrido distintas caídas en el exoterismo debido a la
impureza de sangre de los hombres dormidos.
Cuadragesimoctavo Día
|
Síntesis General de
la Sabiduría Hiperbórea:
La
pregunta que inició el precedente comentario esotérico decía ¿qué ha sido del
Gral...? Como respuesta se obtuvo que es erróneo indagar sobre el Gral ya que éste
es virtualmente El Origen, y jamás
se ha movido de allí. Su asiento, en cambio, la Vruna de Oricalco, posee las
dimensiones de un objeto material y es dado suponer que, en gran medida, éste sí
resulta afectado por las leyes físicas. Se puede entonces replantear el problema:
¿qué ha sido de la Vruna de Oricalco? ¿Continúa aún sosteniendo la gema de
Kristos Lúcifer? en este último caso la respuesta es afirmativa: la Vruna de
Oricalco ha sido desde entonces el asiento del Gral, situación que no ha
variado en absoluto en los tiempos modernos. En cuanto a la primera pregunta se
debe comprender que sería una tarea imposible resumir aquí el itinerario
completo seguido por la Vruna de Oricalco hasta nuestros días; ello obligaría a
mencionar Civilizaciones desaparecidas y, muchas de ellas, completamente
desconocidas para la Cultura oficial. Me remitiré entonces a los tiempos históricos,
comenzando por establecer algunas pautas que permitirán encarar el problema de
manera correcta, evitando así muchas supersticiones o desinformaciones.
1ro. – La Vruna de Oricalco ha sido
muchas veces confundida con el Gral. En efecto; ya he demostrado por qué el
Gral no debe buscarse; sin embargo en algunas ocasiones realmente ha habido transporte y se ha pensado,
con razón, que se trataba del Gral. Pero el Gral no es un objeto del cual pueda uno apropiarse, y menos aún manipular o
transportar. Con toda verosimilitud lo que ha sido transportado es la Vruna
de Oricalco, en el marco de una Estrategia racial. En ese caso no se puede
achacar la confusión únicamente a la acción estratégica enemiga porque, en la
degradación de los antiguos Mitos hiperbóreos, la mayor responsabilidad recae
sobre la impureza sanguínea de los hombres.
2do. – La presencia de la Vruna de
Oricalco entre los miembros de una comunidad de linaje hiperbóreo tiene la
virtud de favorecer la vinculación carismática y de legalizar la conducta de
sus Líderes.
3ro. – La presencia de la Vruna de
Oricalco es la presencia del Gral y el pueblo a quien los Dioses hayan confiado
su custodia es sin dudas, en ese momento, el Linaje hiperbóreo más puro de la
Tierra.
4to. – Para certificar
si un determinado pueblo ha estado en posesión de la Vruna de Oricalco hay que
estudiar su arquitectura hiperbórea de guerra:
La
posesión de la Vruna de Oricalco exige la construcción de estructuras de
piedras con peculiares propiedades topológicas. Dichas construcciones
pueden no parecer hechas para la
guerra, pero tal apariencia obedece exclusivamente a la ignorancia que existe
sobre la Estrategia Hiperbórea. Un ejemplo lo constituye el “castillo” de
Montsegur, sobre el monte Pog, en el Languedoc francés. Esta construcción, que
no es una fortaleza ni muchos menos, se levantó para permitir que la secta
hiperbórea de los Cátaros pudiese recibir
y conservar la Vruna de Oricalco. Los principios que allí predominan son
los de la “ley del cerco” y de la “oposición Estratégica” siendo tarea inútil
pretender hacer de Montsegur un observatorio astronómico o un templo solar.
Pero como la arquitectura de Montsegur ha sido proyectada en función de la
Vruna de Oricalco quien no atienda a esta clave jamás llegará a resultado
positivo alguno.
5to. – Hay que distinguir entre el asiento
del Gral, al que llamamos Vruna de Oricalco, y el Signo del Origen, que la
Vruna de Oricalco representa. Dije que en la piedra azul violeta los Dioses
engastaron una figura de Oricalco y denominamos al conjunto, piedra y figura,
Vruna de Oricalco. Pero el Signo del Origen, que fue cincelado en Oricalco y
en-gastado, posee por sí mismo el poder de presentar “afinidad” con el Gral.
Por eso muchos linajes hiperbóreos, que no alcanzaron el Alto Honor de
custodiar la Vruna de Oricalco, recibieron en cambio el Signo del Origen como
premio a su Sangre Pura y reconocimiento del esfuerzo empeñado en su
Estrategia. Es así como el Signo del Origen tuvo, con el correr de la Historia,
una particular proliferación entre ciertos linajes que orgullosamente lo
incorporaron a sus estandartes. Naturalmente; los Líderes trataron en un
principio de velar en parte su contenido simbólico simplificando la figura, es
decir, quitando algunos elementos sugestivos, pero, luego de la caída en el
exoterismo y la vulgarización, el verdadero
aspecto del Signo del Origen fue olvidado; ya dije, por ejemplo, que la Swástika
procede por mutilación y deformación de aquel Signo Primordial.
Sin embargo en muchos casos, debido a la
extraordinaria pureza sanguínea de algún linaje, el Signo del Origen fue
exhibido completo, permitiendo a los Líderes emplear su enorme poder para
proyectar la luz del Gral sobre la masa del pueblo. Podría dar varios ejemplos
de comunidades asiáticas portadoras del Signo, pero tenemos a mano el caso de
los sajones que habían grabado el
Signo del Origen en un tronco de árbol al que consideraban columna del mundo, universalis columna. El fin de tan
audaz determinación merece también un comentario. Cuando en el 772 Carlomagno
conquistó Teutoburger Vald procedió rápidamente a destruir el tronco Irminsul y a ejecutar a cinco mil
miembros de la nobleza sajona. No conforme con esto, luego de tres décadas de
heroica resistencia, la Raza sajona, de purísimo linaje hiperbóreo, fue
totalmente “cristianizada” (previa ejecución de sus más puros retoños). He
sabido que muchos alemanes cultos consideran “afortunada” esta espantosa campaña
carolingia. Así, por ejemplo, el profesor Haller opina sin rubor que “sin la
sumisión de los sajones hoy no existiría una nación alemana” pues “para el
devenir histórico de la nación alemana, tal cual hoy es, la incorporación de
los sajones al Imperio de Carlomagno era una condición previa imprescindible”.
Esta opinión generalizada se basa en el análisis “a posteriori” de los hechos
históricos, y por eso, considerando que la extinción de la dinastía carolingia
posibilitó que doscientos años más tarde la sangre sajona llegara con Otón I a ponerse al
frente del mundo occidental, se da por sentado que la dominación y “con-versión”
de los sajones fue “necesaria” y positiva. He aquí mi humilde opinión: la Judeocristianización de
los sajones representa el más duro golpe que los Poderes Infernales asestaron a
los linajes hiperbóreos en la Era cristiana, mayor aún que la conversión de los
Vikingos, de los Celtas o la destrucción de los Cátaros, sólo comparable al
aniquilamiento de los Reinos Godos. Y la destrucción del árbol Irminsul, con la pérdida para occidente
del Signo del Origen, es una catástrofe muy difícil de evaluar.
6to. – No es imprescindible, ni siquiera
necesario, que la Vruna de Oricalco se encuentre en el seno de un pueblo para
que la influencia del Gral actúe sobre éste. El Gral actúa sobre los hombres desde el Origen, propiedad que no puede
ser afectada por ninguna variable física, se encuentre donde se encuentre la
Vruna de Oricalco. Por eso es hasta cierto punto absurdo que se atribuya a tal
o cual pueblo el haber alcanzado “un alto grado de Civilización” porque “se encontraba
en posesión del Gral”, dado que el Gral no puede estar en posesión de nadie
pues es, por disposición del Gallardo Señor, prueba de la Divinidad de todos los Espíritus cautivos. Lo que
un pueblo puede tener en custodia es
la Vruna de Oricalco, pero sólo como premio y reconocimiento a una pureza
racial obtenida previamente. Es
decir que el hecho de tener en custodia la Vruna de Oricalco no es la causa de
la grandeza de un pueblo sino que inversamente, la pureza de su linaje lo hizo
acreedor al Alto Honor de ser depositario del asiento del Gral.
Pero, si bien la Vruna de Oricalco sólo es entregada a quienes merecen tenerla,
es cierto que su cercana presencia afecta al medio ambiente creando un
microclima mutante. Es por eso que los Dioses suelen depositar la Vruna de
Oricalco, durante las Epocas oscuras, en sitios apropiados para influenciar a
los linajes menos confusos.
7mo. – De todo lo expuesto hasta aquí se
desprende la importancia capital que tendría para una comunidad de linaje
hiperbóreo conseguir la custodia de la Vruna de Oricalco. Se impone pues tratar
con detenimiento sobre esta posibilidad. El problema puede resumirse en la
pregunta: ¿para qué necesita un Rey, o quienquiera que ejerza la Función Regia,
encontrar el Gral, o sea, la Vruna de Oricalco? A continuación, Dr. Siegnagel,
lo invitaré a una breve reflexión sobre la actitud que se debe adoptar al tomar
conocimiento de los hechos protagonizados por los Dioses Liberadores, y luego
daré respuesta al problema profundizando un poco más sobre la simbología del
Gral.
Se requiere una profunda meditación en
los símbolos que he presentado para captar su significado último, el cual debe
ser percibido siempre como dramático y trágico, pletórico de urgencias
espirituales. Nadie que haya tomado conciencia del increíble sacrificio
realizado por los Dioses al mantener el Gral en el mundo durante millones de años
mediante la Oposición Estratégica, es decir, por un constante y continuo acto
de Voluntad, nadie que lo haya comprendido, repetimos, podrá permanecer
impasible, en medio de la confusión, sin experimentar urgencia por liberarse de
las cadenas del Demiurgo y partir, tratando de aliviar, de algún modo la tarea
de los Dioses. Nadie que compruebe con su sangre la verdad de estos símbolos
podrá evitar que el Honor, única moral del hombre, lo apremie con insistencia
para “abandonarlo todo” y partir. Pero esa partida será “con las armas en la
mano”, dispuesto a dar batalla sin cuartel a los Demonios y sintiendo que la
sangre se ha encendido por el Furor del Guerrero; por la “hostilidad esencial”
hacia la obra del Demiurgo, trasmutando la débil substancia orgánica del cuerpo
físico en vajra, la materia incorruptible. Es lo menos que el hombre puede
hacer para responder en alguna medida al auxilio que los Dioses han prestado a
los linajes hiperbóreos, posibilitando con su Estrategia Hiperbórea que el Gral
dé prueba del Origen Divino.
Voy ahora a la pregunta pendiente.
La Piedra-Gral, la Gema de Kristos Lúcifer,
es sostenida en el Mundo por la Oposición
de los Dioses, donde cumple su función de reflejar el Origen y Divinizar
los linajes hiperbóreos, pero, por estar
relacionada temporalmente con el Valhala, señala también, a todo hombre
despierto, un camino hacia la morada de los Inmortales. Ese camino es el que
siguen los Guerreros caídos en batalla, los Héroes, los Campeones, guiados por
las mujeres hiperbóreas, aquellas que les fueron prometidas al comienzo de los
tiempos y que durante miles de años, por el temor que les emponzoñaba la sangre, habían olvidado. Si el valor
demostrado en la hazaña ha sido suficiente purga, indefectiblemente Ella estará
allí, junto al Guerrero caído, para curar sus heridas con el A-mort Helado de
Hiperbórea y guiarlo en el camino inverso que conduce al Valhala. Y ese camino se inicia en el Gral. A la
Casa de Tharsis, por ejemplo, los Atlantes blancos prometieron que un día,
cuando la Sangre de los Señores de Tharsis estuviese lo suficientemente
purificada, un Noyo o una Vraya verían en la Piedra de Venus la señal Lítica de
K'Taagar, que indicaría el momento de partir: tal Señal mostraría, según se va
viendo, el camino hacia el Valhala, la Morada de los Dioses Leales.
Pero no debe pensarse por esto que la
Luz del Gral apunta a la salvación individual de los hombres dormidos, para
ello se dispone del “Canto de los Dioses” y de las siete Vías secretas de
liberación espiritual. Por el contrario, dentro de la Estrategia Odal el Gral
debe cumplir el rol fundamental de restaurar
la Función Regia, o sea: debe servir a un propósito racial o social. Por
eso el Gral será requerido en todos los casos en que se intente instaurar el
Imperio Universal o cualquier otro sistema de gobierno basado en la aplicación
social de la ley del cerco: monarquía, fascismo, nacionalsocialismo, aristocracia
del Espíritu, etc.
Los hechos históricos que conducen a la “búsqueda
del Gral”, siempre semejantes, pueden resumirse simbólicamente como sigue. En
principio el Reino es “terra gasta”
o el “Rey está enfermo” o simplemente el trono ha quedado acéfalo, etc. Pueden
haber muchas interpretaciones, pero esencial-mente el símbolo se refiere a un
agotamiento o decadencia en el liderazgo carismático y a un vacío de poder, sea
que al Gobierno lo ejerza un Rey, Casta o Elite. Los mejores Caballeros parten a
“buscar el Gral”, en un intento por poner fin a los males que aquejan al Reino
y lograr que retorne el antiguo esplendor. Sólo uno consigue encontrar el Gral
y devolver el bienestar al Reino, ya sea “curando al Rey” o “coronándose a sí
mismo”. Curiosa-mente el Caballero triunfante siempre es presentado como “tonto”,
“loco puro”, “ingenuo”, pero especialmente como “plebeyo”.
Los “mejores Caballeros” equivalen aquí
a cualquiera de las múltiples fuerzas sociales que se aprestan a lanzarse sobre
la Función Regia cuando existe acefalía o vacío de poder. Finalmente “uno de
ellos” triunfa y restablece el orden en el Reino; “era el plebeyo y ahora es
Rey, con la aprobación y el consentimiento del pueblo”. En mi interpretación
esto significa, evidentemente, que una “fuerza social” ha predominado sobre las
restantes (los “otros Caballeros”) y ha
reemplazado el orden existente (que estaba entre-dicho) por un Nuevo Orden, unánimemente
aceptado por el pueblo. Pero si el
problema se reduce a una mera lucha por el poder: para qué necesita el nuevo
Rey (o nueva Elite, Aristocracia, Casta, etc.) encontrar el Gral?: porque el Gral confirma a la Función Regia.
Cuando en tiempos de crisis una Elite o
un Líder carismático accede al poder, con intenciones de restauración regia,
debe apresurarse a legalizar su
situación pues sino otra Elite o Líder vendrá a cuestionar sus títulos e
intentará también ocupar el lugar vacante, sucediéndose así una interminable
serie de batallas, políticas o militares. Pero si hay lucha por el Poder nadie tiene su control y puede ocurrir
que al final el Reino acabe dividido entre varias facciones. Es necesario
dirimir la cuestión, consultar a un juez infalible, a una autoridad indiscutida
y trascendente. Aquí es donde se plantea la necesidad de recurrir al Gral. ¿Por
qué el Gral? Porque el Gral es también la Tábula
Regia, la “lista de Reyes”; él dice
quién debe gobernar, a quién le corresponde regir, porque él revela quién tiene
la Sangre Más Pura. Pero esta revelación no es simplemente oracular y
arcana sino que por mediación del Gral la pureza del Líder, su derecho a la
Conducción, será conocida por todos y reconocida por todos, carismáticamente.
De allí que el loco puro, de linaje hiperbóreo pero de Estirpe plebeya, luego
de “encontrar el Gral” sea “reconocido por el pueblo” como Rey indiscutido.
Cuando un linaje hiperbóreo confía en la
luz del Gral para la elección de sus Líderes puede decirse con propiedad que se
sucederá una dinastía de “Reyes del Gral”. Durante el reinado de uno de estos
puede pasar que el linaje alcance un grado tan elevado de pureza, que se haga
digno de obtener la custodia de la Vruna de Oricalco. Es lo que ocurrió, por
ejemplo, en el siglo XIII en el Condado
francés de Toulouse cuando la Vruna de Oricalco fue confiada a los Perfectos Cátaros.
Se alegará, contra esta afirmación, que los Cátaros eran maniqueos, es decir,
herederos de una tradición gnóstica, y que ése es el motivo por el cual fueron
aniquilados, existiendo sólo una relación circunstancial entre ellos, los
Condes de Toulouse y la población occitana. Tal argumento, de origen Golen
moderno, intenta desviar la atención del hecho más importante de la epopeya cátara:
su relación con el Gral. El hecho de que fuesen gnósticos, cosa que nadie
discute, y de que enseñasen una de las siete Vías secretas de liberación basada
en la Canción de A-mort de los Dioses Leales, origen de la Cultura de los
trovadores, cosa que pocos conocen, no explica para nada su relación con el
Gral. El Gral, en el marco de la Estrategia Odal, tiene un sentido puramente
racial. Si la Vruna de Oricalco fue confiada a los Cátaros, es porque estos
participaban activamente en técnicas de trasmutación colectiva, las que no pueden excluir a la Función
Regia, y no simplemente “porque eran de filiación gnóstica”.
Un Tema conectado con la propiedad que
posee el Gral de ser Tábula Regia es el del Mesías Imperial y su imitación: el
Mesías Judío. En principio diré que se es Rey del Gral por la pureza de sangre,
atributo absolutamente individual que no depende ni de la Raza, ni de la
Estirpe, ni de ningún otro patrimonio material. Un Rey del Gral exhibe virtudes
puramente personales tales como el Valor, la Intrepidez o el Honor y jamás
fundamenta su prestigio en las posesiones materiales o en el valor del oro. La
autoridad de un Rey del Gral, por estas razones, proviene exclusivamente de su
carisma personal, el que se extiende al resto del pueblo merced a la “vinculación”
que se establece entre el Rey y cada uno
de ellos, en su sangre, por mediación
del Gral: ése es el principio de la Mística psicosocial. Por eso un Rey del
Gral, en su comunidad, es reconocido
por el pueblo. Naturalmente que todos los pueblos tendrían su Rey del Gral si la acción de la
Sinarquía y de la Raza hebrea, con su “Democracia”, “Socialismo”, “Comunismo”,
etc., no hubiesen usurpado la Función Regia. De todos modos cabe preguntar: ¿habría,
a nivel universal, para los linajes hiperbóreos, la posibilidad de que un Rey
del Gral fuese reconocido por todos? Se trataría aquí de una persona de
innegable pureza cuya majestad resultaría evidente para todos los linajes de la
tierra, los que podrían aceptar o no su potestad pero a quien no podrían negar
el derecho de regir. Bien; es fácil responder que el único Señor que acredita,
para todos los linajes hiperbóreos, tal derecho, es Kristos Lúcifer. Si El se
presentase ante los linajes hiperbóreos, su derecho a Regir por la Sangre, basado en su in-negable pureza, podrá ser
aceptado o rechazado, pero jamás desconocido.
Pero la idea de un Mesías Imperial no
proviene de una mera especulación. Fue en los días negros de la Atlántida
cuando, en respuesta al clamor de los Dioses, surgió la posibilidad de que la
excelsa Presencia de Kristos Lúcifer se manifestase ante la vista de los
hombres. En esos días la confusión de los Espíritus cautivos era tan completa
que ya nadie respondía al Canto de los Dioses ni era capaz de percibir la Luz
del Gral. Por eso se anunció durante siglos la venida del Mesías Imperial, el
Rey de los Reyes del Gral, quien iba a restaurar la Función Regia para
restablecer la Aristocracia espiritual de los Líderes hiperbóreos y destruir la
Jerarquía sinárquica que imponían los Demonios. La profecía finalmente se
cumplió con la llegada de Lúcifer, el Kristos de la Atlántida; pero su Divina
Presencia fue cobardemente resistida por los Demonios de Chang Shambalá quienes
recurrieron a la magia negra y abrieron una brecha entre las regiones
infernales del plano astral y el plano físico. A partir de allí se generalizó
una terrible contienda que sólo concluyó cuando el continente de la Atlántida “se
hubo hundido en las aguas del Océano”. No viene al caso relatar aquí sucesos
que hoy nadie recuerda y que, tal vez, no convenga recordar. Sólo agregaré que
cuando el Demiurgo, según ya expuse antes, concibe la siniestra idea de copiar
la Presencia del Kristos de la Atlántida, decide “anunciar” también la llegada
de un “Mesías” imitando a su manera la figura del Mesías Imperial. Pero las
diferencias son enormes. He aquí algunas:
1ro. – El Mesías Imperial viene a
restaurar la Función Regia; el Mesías hebreo viene a ejercer la Función
Sacerdotal. 2do. – El Mesías Imperial acredita su derecho por la Sangre; el Mesías hebreo acredita su derecho por el Corazón. 3ro. – Y por eso el Mesías
Imperial será re-conocido por el pueblo por
la Sangre (carismáticamente); y por eso el Mesías hebreo será reconocido
por el pueblo (judaizado) por el Corazón
(emocionalmente).
Cuadragesimonoveno Día
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A partir de hoy,
Dr. Siegnagel, retomaré el relato interrumpido el Cuadragesimotercer Día. Creo
que en los últimos cinco Días he aclarado bastante los conceptos fundamentales
de la Sabiduría Hiperbórea y que valió la pena hacer un alto, para ello, en la
historia de la casa de Tharsis. El gozne de la Historia se produjo cuando la
Estrategia Hiperbórea de Felipe IV triunfó sobre los planes sinárquicos de la Fraternidad
Blanca y la plana mayor de la Orden del Temple fue enviada a la hoguera. Y en
esa hazaña, a la Casa de Tharsis no le cupo un papel menor, operando
activamente en el Circulus Domini Canis, lo que atraería sobre
ellos la Atenta Mirada de los Dioses Liberadores, de los Señores de Venus,
quienes imprimirían a la Estirpe un inesperado rumbo. Pero no me adelantaré a
los hechos.
En las hogueras de la Inquisición Domini Canis, los planes de la
Fraternidad Blanca se transformaron en cenizas. Dos hechos principales
confirmaban ese fin: el desmembramiento efectuado por Felipe IV de la Sinarquía
Financiera; y la huida a Escocia del Colegio de Constructores de Templos, donde
siglos después daría nacimiento a la Francmasonería.
Sobre este último hecho, conviene recordar lo dicho en el Día Decimosexto,
cuando expliqué por qué el Colegio de Constructores de Templos necesitaba
reencontrar las Tablas de la Ley: “Con
esas Tablas en su poder, los Golen estarían en condiciones de levantar el
Templo de Salomón en Europa, cumpliendo así con los planes de la Fraternidad
Blanca y elevando al Pueblo Elegido al Trono del Mundo”. Felipe IV, advertido sobre estas intenciones por sus
instructores Domini Canis, suspende
la actividad de los tres gremios de masones
no bien se inicia el proceso a los Templarios, bajo la acusación de complicidad
y participación en los delitos de éstos: el golpe apunta al gremio de los Constructores de Salomón, que integran
la Orden del Temple en calidad de frailes menores luego de recibir
entrenamiento en el Cister; no hay que olvidar que el verdadero nombre de la
Orden, designado por San Bernardo Golen, es “Orden del Templo de Salomón” u “Ordo Templum Salomonis”.
Los Constructores de Salomón pasan
enseguida a la clandestinidad y huyen de Francia, no sin antes perder varios miembros
en las torturas y la hoguera; ¿qué información se esperaba obtener de ellos?:
la identificación del Templo de Salomón, si éste ya había sido construido, o la
revelación del lugar de su futuro emplazamiento y el avance de las obras. Hay
que notar que los Golen construyeron en el siglo XIII Catedrales como Chartres, Reims, Amiens, Estraburgo,
Metz, Narbona, etc., y que cualquiera de ellas podría ocultar el Templo
buscado. No obstante, existían dos condiciones que eran tenidas en cuenta por
los Domini Canis: una, la exigencia
de que el Templo contuviese en su estructura el Secreto de la Serpiente, que
estuviese proyectado en base a las veintidós letras del Alfabeto Sagrado de
Jehová Satanás; y la otra, que el emplazamiento del Templo correspondiese al lugar
más sagrado para los Golen. Mas esto ya se sabía: el sitio más sagrado era
Lyon. Empero, aún conociendo el lugar sagrado, no era fácil descubrir el Templo
pues los constructores de Salomón preferían morir sin hablar, y la Ciudad se
negaba a revelar su secreto: de hecho, ni las Catedrales de Saint Jean o Saint
Martin, ambas construidas con el método gáulico,
tenían nada que ver con el Templo de Salomón pues en ella no aparecía el
Secreto de la Serpiente ni los veintidós signos del Alfabeto Sagrado.
Cuando al fin, en 1310, Felipe el
Hermoso adquiere los derechos sobre Lyon, envía una partida de especialistas Domini Canis en Arquitectura Golen para
inspeccionar palmo a palmo la región. Este intento tendría éxito recién un año
después, al hallar en una encomienda Templaria sobre el monte Fourvieres, los
cimientos de un Templo que se ajustaba en todas sus medidas a las proporciones
arquetípicas del Universo: los Golen proyectaban acabar su edificación simultáneamente
con la instauración del Gobierno Mundial, y todo estaba listo allí para ser
armado como un “puzzle”; en depósitos cercanos se encontraban las piedras
cortadas y señaladas, las vigas y muebles, el altar, las vidrieras, los
instrumentos rituales, etc. Y todo fue minuciosa-mente destruido por orden
expresa del Rey, quien además autorizó a los Domini Canis a ocupar aquel sitio “como si fuese una plaza liberada en el Universo”, y a fortificarlo
“con una Muralla Estratégica de piedra”.
Los restos de aquella construcción basada en la Sabiduría Hiperbórea aún se
conservan.
En 1314, pues, el Enemigo soportaba un
desastre generalizado y desaparecía el peligro que obligó a la Casa de Tharsis
a ocultarse cuarenta años: el terror Golen sería vencido por el Terror Domini Canis, en razón de que éste era dirigido por los Hombres de
Piedra, que para el caso eran también Hombres Sin Miedo. Por supuesto, el
peligro de la Muerte Final, representado por Bera y Birsa, no había
desaparecido ni mucho menos; pero los Inmortales se hallaban en otra esfera de
la Realidad y por el momento no regresarían para ocuparse de la Casa de
Tharsis. En cambio los Golen estaban fuera de combate y no podrían detectar ya
a los sobrevivientes de la Casa de Tharsis.
Mas algo muy extraño ocurría ahora en la
familia. Como con-secuencia, quizás, del progreso realizado por la Estirpe en
el cumplimiento de la misión familiar; o tal vez, por efecto de una especie de “concentración
genética” producida en los sobrevivientes luego del cuasi exterminio de la
Estirpe; o fuere por otra causa desconocida, lo cierto era que los caracteres
hereditarios familiares se habían diferenciado notablemente a partir de las dos
ramas matrilineales fundadas por Vrunalda y Valentina. Entre los descendientes
de ambas Damas advinieron Hombres de Piedra, pero sólo los hijos y nietos de
Valentina demostraron vocación por el noyvrayado;
los Hombres de Piedra que se originaban de la sangre de Vrunalda, por el
contrario, detestaban montar guardia frente a la Espada Sabia y sólo tenían una
meta: atacar al Enemigo cuanto antes. Mientras los valentininos aparecían
dotados para interpretar los Grandes Planes de los Dioses Liberadores, y
contribuir a su ejecución ordenada, los vrunaldinos pretendían pasar de
inmediato a la acción; en el marco de la Guerra Esencial, podía asegurarse que
los primeros eran estrategos puros,
los segundos, tácticos perfectos.
Todos los Hombres de Piedra, sin excepción,
continuaban revistando en el Circulus
Domini Canis. Sin embargo, durante
el Reinado de Felipe IV, los valentininos
se habían dedicado a proyectar la Estrategia de la Nación Mística y asesoraban
al Rey en secreto sobre el modo de luchar contra los Golen, en tanto que los
vrunaldinos se contaban entre los Caballeros más valientes y audaces que
debieron enfrentar los ingleses y flamencos, y entre los inquisidores más
terribles que soportaron los Templarios; además los vrunaldinos, por ser españoles,
participaron en numerosos episodios de la Reconquista y de la represión al judaísmo
y a la religión de los infieles. Alrededor de 1310, cuando ya se avizoraba el
triunfo de la Estrategia del Pacto de Sangre, uno de los valentininos se
apersonó en el Cerro Candelaria y localizó la Caverna Secreta. Luego de
sepultar a la Vraya, cuyo cadáver aún permanecía sentado frente a la Espada
Sabia, y restituir la Flama de la Lámpara Perenne, tomó el puesto de Noyo y
restableció la guardia milenaria: los vrunaldinos lo abastecerían desde la
fortaleza catalana que entonces existía en lugar de la Capilla, al pie del
Cerro.
Aquel Noyo era un Hombre de Piedra
relativamente joven pero muy sabio; permaneció en la Caverna los cinco años
siguientes, durante los cuales se completó la destrucción de la Orden del
Temple y el poder Golen se derrumbó en Francia. Entre los miembros de la Casa
de Tharsis, como es natural, la derrota de los Golen había causado un clima de
general regocijo; pero nadie esperaba que ocurriera algo nuevo, algo referente
a la Caverna Secreta, a la Espada Sabia, a la misión familiar, al Pacto de
Sangre. Sin embargo, los primeros días de junio de 1315 todos recibieron idéntico
mensaje cifrado: se trataba de una citación del Noyo para concurrir a una reunión
familiar extraordinaria a realizarse el día 21 en San Félix de Caramán. Ese día,
en el Castillo de Valentina, los Señores de Tharsis celebraron por primera vez
en cuarenta años un Consejo de Familia.
La reunión estaba programada para la
hora 21, pero a las 19 ya se encontraban casi todos en la sala principal del
Castillo: sólo faltaba el Noyo quien, según la Castellana, al llegar se había
encerrado en una torre, sin descender en todo el día. Muchos no se conocían, y
las presentaciones y saludos crearon un clima festivo. Mientras tomaban una
cena fría y ligera no cesaban de transmitirse noticias y comentar los últimos
acontecimientos de Francia: los nombres de Pierre Flotte, de Guillermo de
Nogaret, de Guillermo Plasian, de Clemente V, y de otros Señores
del Perro, se pronunciaban con mucho respeto y admiración; pero el de Felipe el
Hermoso se hallaba en la cima de la veneración general. Y no era para menos: el
Gran Rey, mediante la sanción de más de 350 leyes de origen Domini Canis, había transformado a
Francia en la primera Nación de Occidente. Y también, y principalmente, había
destruido en gran medida la infraestructura Golen, además de eliminar a la
plana mayor templaria y obligar a huir al resto. Por eso, aquellos que eran
virtuales sobrevivientes de la Lejía, reían gozosos de recordar las hogueras
templarias.
En el momento que levantaban sus copas
en dirección al escudo de armas de la Casa de Tharsis, que dominaba la sala
desde la pared superior del hogar, hizo su ingreso el Noyo, quien se unió al
brindis.
–¡Honor
et Mortis! –gritó con voz de trueno.
–¡Ad
Inimicus! –respondieron con vehemencia los presentes.
El belicoso grupo se componía de
dieciocho Señores de Tharsis, diez Caballeros y ocho Damas, todos Hombres de
Piedra. De ellos, doce eran vrunaldinos y seis valentininos. Los diecisiete
quedaron en silencio, mirando expectantes al recién llegado. El Noyo comenzó a
hablar de inmediato:
–Damas y Caballeros: Debéis tener la
seguridad de que si os cité con tanta premura no ha sido por capricho sino
porque un asunto impostergable lo exigía. –A medida que iba hablando, imprimía
a sus palabras un tono de gravedad tal que, algo impensable en un Hombre de
Piedra, sugería la influencia de una fuerte
impresión. Semejante efecto no podía ser causado por aquella asamblea; debía tratarse de otra cosa.
–En verdad –continuó– esta reunión la
solicitó El, a quien enseguida conoceréis. Yo, por mi parte, sé que la
prudencia aconsejaba aguardar aún algunos años, antes de sostener un Consejo de
Familia.
Algún sonido brotó de cada garganta pues
un murmullo se elevó y ganó la sala. A todos asombraba la revelación de que
recibirían un visitante puesto que, en la dilatada historia de la Casa de
Tharsis, jamás los Hombres de Piedra se habían congregado en presencia de un
extraño. Una vez que la exclamación colectiva se disipó en el espacio, el Noyo
retomó la palabra:
–No os preocupéis, Hombres de Piedra,
que el Secreto de la Casa de Tharsis quedará a salvo: nuestro huésped no es de este mundo; vendrá aquí desde K'Taagar y luego
regresará a la Ciudad de los Dioses. Pero, es necesario que os relate las
circunstancias de mi encuentro con El, uno de los Dioses Liberadores del Espíritu
del Hombre, uno de los Señores de Venus. Como sabéis, desde hace cinco años
estoy manteniendo la guardia de la Espada Sabia: en ese período de tiempo no
cesé de contemplar la Piedra de Venus, mas nada diferente advertía en ella. Día
tras día me concentraba en su contemplación, esperando observar el Signo del
Origen, o la Señal Lítica de K'Taagar, pero nada nuevo ocurría: sólo los signos
danzantes de la Ilusión, los Arquetipos Creados por el Dios Uno, que también
están adentro nuestro, pasaban vanamente frente a mi vista. Sin embargo, un día
sucedió algo diferente; fue en Mayo, poco antes de que enviara por Ustedes.
El relato era seguido con atención
superlativa.
Sin dudas, el Noyo había tenido una
experiencia maravillosa, pero ciertamente extraordinaria, fuera de lo común,
irregular. Los Dioses Liberadores hacía miles de años que no se manifestaban a
los hombres: desde la Epoca de los Atlantes Blancos.
–Pues bien, ese día, luego de varias
horas de meditación, me quedé adormecido frente a la Espada Sabia. Ignoro cuánto
tiempo permanecí en ese estado. Recuerdo solamente que un sonido musical fue
despertándome, hasta que distinguí con claridad la Palabra “Tirodinguiburr” modulada en la Lengua de los Pájaros;
coincidentemente, al clavar los ojos en la Espada Sabia, vi a las Vrunas que
forman esa palabra brillando perfectamente nítidas en el centro de la Piedra de
Venus. Mi asombro no tenía límites, como os podéis imaginar, cuando oí,
brotando a mis espaldas, una Voz, dotada de la Majestad del Espíritu Eterno,
que pronunciaba mi nombre. Al volver el rostro me encontré ante un Ser pletórico
de Luz, que me observaba sonriente junto al Angulo Recto de la Caverna Secreta:
comprendí entonces que era El quien proyectaba el Signo Tirodinguiburr en la
Piedra de Venus y procuraba llamar mi atención. Volví rápidamente a contemplar
las Vrunas mas, creedme Hombres de Piedra, que me resultará difícil comunicar
lo que ocurrió en ese instante.
Un prolongado suspiro acompañó las últimas
palabras del Noyo. Luego de un segundo de vacilación, durante el cual el brillo
de sus ojos se apagó y la atención pareció dirigirse hacia adentro, prosiguió
con firmeza.
–En ese instante, Caballeros, comprendí
el significado del Signo Tirodinguiburr. Y su comprensión me infundió el Más
Alto Grado de la Sabiduría Hiperbórea. ¡Era el Espíritu Eterno quien se
liberaba y aislaba, como nunca antes, de la Ilusión de las Formas Creadas! ¡Sí,
mi propio Espíritu, fijo y plantado, como un meñir que permanece y se asoma en
la corriente temporal del Alma, de pronto se sostenía en el Origen, en su
instancia eterna e infinita! ¡Ya lo sabía todo! ¡Había regresado al Origen, me
había liberado del encadenamiento en la Materia, y comprendía el por qué de la
Caída! ¡De haberlo querido habría podido partir allí mismo hacia Hiperbórea! ¡Pero
no podía hacerlo; no mientras la misión familiar no estuviese cumplida; no
mientras Vosotros permanecieseis aquí, en medio de los Demonios; no mientras
nos quedase por librar la Batalla Final contra las Potencias de la Materia! El
Honor me impedía partir; y quizás esa decisión era lo que esperaba Aquel Ser
pues recién entonces habló:
–¡Oh,
Noyo de Tharsis! –dijo– ¡No te
sorprendas al sentir la Tierra Firme del Espíritu! ¡Los Dioses están contigo:
es la Voluntad de Navután quien te sostiene ahora en el Universo, las Vrunas de
Su Nombre! ¡Y la Gracia de Frya! ¡Y el Poder Kâlibur de la Vruna de la Muerte! ¡He
venido hasta ti para confirmar tu
existencia y la de tu Casa; para grabar en la Piedra Fría el Signo que la situará
en el Origen y determinará que prevalezca sobre la Lejía de la Muerte Final! ¡Te
diré lo que debes hacer, Oh Custodio de la Piedra de Venus! ¡Es necesario que
los Iniciados de tu Casa coincidan conmigo en algún sitio del Universo, cualquiera que éste sea; una vez
juntos, he de transmitirles el Mensaje de los Dioses! ¡Te dejaré esta Piedra:
colócala del mismo modo frente al Angulo Recto, y Yo estaré allí en el momento
preciso!–
Dicho esto, se desvaneció tan
misteriosamente como había aparecido, y me encontré absolutamente solo en la
Caverna Secreta. La Piedra de Venus ya no reflejaba el Signo Tirodinguiburr
pero podía verlo si me lo proponía. En fin, luego de reflexionar cinco días,
decidí acercarme a Turdes y enviar mensajeros para convocaros y concretar la
reunión solicitada por el Señor de Venus.
Transcurrieron unos minutos sin que nadie
atinase a decir nada; todos habían quedado como hechizados por el relato del
Noyo. Finalmente, uno de los Hombres de Piedra interrogó:
–La Piedra; ¿Qué quiso decir el Señor de
Venus cuando habló de dejaros una Piedra?
–Pues, el caso es que cuando se
desvaneció por el Angulo Recto –respondió el Noyo– una curiosa Piedra apareció
donde El estaba, sin que Yo pueda explicar cómo llegó hasta ese lugar de la
Caverna.
–¿Y qué habéis hecho con ella?
–¡La he transportado hasta aquí! –El
Noyo desató una bolsa de cuero que traía sujeta a la cintura y extrajo de ella
un rústico trozo de basalto negro. La Piedra era una pequeña columna de 8 ó 9
pulgadas de altura y base rectangular; sin dudarlo se la alargó al que había
formulado las preguntas. Pronto circuló de mano en mano hasta retornar
nuevamente al Noyo, quien entonces volvió a hablar.
–Damas y Caballeros: os propongo
intentar el contacto con los Dioses, tal como Ellos mismos lo han sugerido. He
dispuesto una torre del Castillo para ese fin y creo que ya es hora de
dirigirnos hacia allí.
–¡Sí! –aprobaron al unísono varias voces–
¡No perdamos más tiempo!
Quincuagésimo Día
|
La Torre en cuestión
consistía en un recinto cuadrado, construido con sólidos bloques de granito,
cuyos cuatro ángulos estaban perfectamente alineados con los puntos cardinales.
Se había hecho retirar todo el mobiliario a excepción de tres largos bancos sin
respaldo, en los cuales se sentaron los Hombres de Piedra. La única vela de un
candelabro de pared iluminaba tenuemente el ángulo Oeste. Frente a ese rincón,
en el suelo, el Noyo depositó la diminuta columna de roca: después de
orientarla convenientemente se unió a los Hombres de Piedra.
–He colocado la Piedra en forma
semejante a como la hallé en la Caverna Secreta –dijo–. Ahora sólo nos resta
Aguardar y Observar.
Al comienzo nadie notó nada porque el
fenómeno se fue produciendo muy lentamente. Empero, en un momento dado, sin que
los Hombres de Piedra pudiesen determinar cuándo, el vértice del rincón apareció ex-trañamente brillante. Entonces
todos vieron una línea vertical de luz blanca donde los dos planos de las
paredes se unían en el ángulo recto. Aquella luminosidad cubría completamente
el vértice y causaba la sensación de surgir de una delgada hendidura, como si
las paredes estuviesen separadas por una rendija infinitesimal, una ventana
hacia otro mundo. Pero el vértice de luz era lo que se veía en relación a las paredes de la torre;
porque si se alineaba el vértice con la Piedra, la imagen cambiaba súbitamente
y el fenómeno adquiría su más curioso carácter: observando de ese modo, la Piedra parecía extrañamente incrustada
en el ángulo recto; mas esa visión duraba sólo un momento, pues enseguida el ángulo avanzaba hacia adelante y la
Piedra se perdía en la línea de luz. Esto sorprendía; sin embargo, al examinar
el vértice de luz en relación a las
paredes, la Piedra aparecía nuevamente donde la había colocado el Noyo.
Como todos estaban contemplando el vértice
de luz, todos vieron llegar al Señor de Venus. Y a nadie escapó que su entrada era el producto de un paso:
el último paso de una marcha que nadie se atrevía a imaginar por qué camino se
había realizado. Sí; el Señor de Venus llegaba
caminando, atravesaba el ángulo
recto, y se situaba sobre la Piedra;
y ahora dominaba la torre y miraba a los Hombres de Piedra. El Noyo se puso
inmediatamente de pie y anunció:
–¡Damas y Caballeros: os presento al Capitán Kiev!
–¡Gracia
y Honor, Sangre de Tharsis! –saludó el Señor de Venus, expresando con su
mano derecha el bala mudra.
–¡Salve,
Vale! –contestaron a coro los Hombres de Piedra.
Aquel Ser, de clara apariencia humana,
era en verdad resplandeciente: un halo violáceo se extendía varias pulgadas en
torno suyo y permitía apreciar los detalles de la indumentaria. Esta no podía
ser más simple, pues constaba sólo de tres prendas: una especie de cota de
malla fina, escamada, que le cubría la totalidad del cuerpo a excepción de la
cabeza y las manos; un par de botas de caña corta; y un cinto con hebilla
octogonal, sobre la que estaban grabados un conjunto de signos indescifrables;
las tres prendas habían sido elaboradas con materiales inimaginables. Comparado
con los Hombres de Piedra, el Señor de Venus era un gigante: un codo más alto
que los vrunaldinos, quienes se contaban entre los Caballeros de mayor estatura
de Castilla. Tenía el cabello rubio, bastante corto, y facciones agradables en
el rostro, de tez muy pálida. Pero lo que más impresionaba, pues le otorgaba el
indudable aspecto de un ser de otro mundo, o perteneciente a una Raza
desconocida, eran sus ojos carentes de
pupila, sólo compuestos por un iris color verde esmeralda: esos ojos,
desprovistos de expresión humana, testificaban la inquietante evidencia de que
la Historia del hombre ha olvidado algo; algo que quizá sea inevitable recordar
en nuestra Epoca, Dr. Arturo Siegnagel.
Luego del saludo, el Capitán Kiev
continuó hablando; aunque no movía los labios todos le oían perfectamente, y
nadie se interrogó sobre el prodigio. Los Hombres de Piedra advirtieron
enseguida que con Aquel Ser no habría ninguna clase de diálogo: el Señor de
Venus había venido a traer un mensaje y luego de comunicarlo se iría.
–¡Sangre
de Tharsis: Os traigo el saludo de Navután, el Señor de la Guerra! ¡Y también
Os traigo Su Palabra! ¡Prestad atención, abrid bien Vuestros sentidos, porque
la presente es oportunidad única, tal vez irrepetible antes de la Batalla
Final! En verdad, ha sido la hazaña que habéis protagonizado al contribuir a
destruir los planes del Enemigo lo que ha motivado esta visita: ¡en la morada
de los Dioses, el Señor de la Guerra y los Señores de Venus, han bebido el
Hidromiel con Vuestros Antepasados! ¡Allí, en la Morada de los Dioses, Os habéis
ganado un lugar junto a los Héroes de la Raza Hiperbórea! ¡Y en la Tierra, habéis
conquistado el derecho a existir, aún en medio de la mayor Ilusión del Gran
Engaño! ¡Es la Voluntad de Navután que Vuestra casa exista hasta el día de la
Batalla Final y que sus miembros acompañen las filas de los Dioses portando el
estandarte del Espíritu Eterno! Por eso Os ha revelado por mi intermedio a
Tirodinguiburr, Su Nombre Olvidado, la Clave del Misterio del Laberinto: para
que Vuestro Espíritu se reoriente hacia el Origen y jamás vuelva a extraviarse.
Comprended,
Señores de Tharsis, que el hombre dormido sólo es consciente de un Mundo, de
una Tierra, de una Historia, a la que considera “real”, pero que el Espíritu
cautivo comparte en la Ilusión millones de Mundos posibles, de Tierras
semejantes, de Historias parecidas. Vosotros sois hombres despiertos, mas el
hombre dormido vive, sin saberlo, en millones de Mundos a la vez: su
conciencia, en ocasiones permanece toda la vida referida a un Mundo particular; o, eventualmente, pasa de un Mundo
a otro sin notarlo; pero el hombre dormido es incapaz de distinguir un Mundo de
otro pues la Ilusión es muy intensa, el sueño demasiado profundo. Diferente es
el punto de vista del Espíritu cautivo, que subyace encadenado en el Alma del
hombre dormido. Para el Espíritu Eterno cualquiera de esos Mundos puede ser “real”,
puede vivirse como real, pero todos son igualmente ilusorios. Para el Espíritu,
muchos de los hombres que creen existir, y muchas de las cosas que se cree que
existen, no son reales, es decir, son pura ilusión. Para el Espíritu sólo es
Real el Mundo que El mismo afirma como tal, sólo existe el hombre en el cual El
se manifiesta con mejor orientación estratégica.
¡Así
es, Señores de Tharsis!: Para el Espíritu, la Realidad depende de la orientación
estratégica. Y el hombre despierto sólo
existirá si dispone de orientación estratégica con respecto al Origen: porque es desde
el Origen que el Espíritu ve al hombre despierto y dice –Está allí, ex sistit–.
¿Qué
es, pues, la orientación estratégica?: En un instante dado, simultáneamente,
ciertos hombres despiertan aquí y allá, en algunos de los Mundos posibles: es
el Espíritu del Hombre quien los evoca y hacia quien ellos se dirigen. Cada uno
de esos Mundos es “real” para el hombre despierto que lo habita y percibe. Y
desde cada uno de esos Mundos “reales” un hombre despierto marcha hacia un
punto que es común a todos los Mundos Posibles: el Origen del Espíritu cautivo.
En un sitio está el hombre despierto y su Espíritu cautivo, en otro el Origen y
el Espíritu absolutamente libre; ¿qué separa al hombre despierto del Origen?:
Una distancia llamada “Laberinto”, que sólo puede allanarse mediante las Vrunas
de Navután. El Espíritu despierta al hombre dormido; el hombre despierto
adquiere la Sabiduría Hiperbórea; la Sabiduría Hiperbórea le revela las Vrunas
de Navután; y las Vrunas de Navután constituyen a Tirodinguiburr, el Secreto
del Laberinto. Con la Clave de las Vrunas, el hombre despierto se orienta en el Laberinto y encuentra el Origen, lo único
verdaderamente Real para el Espíritu. El tiempo necesario para concretar la
orientación se lo concede la Inmortalidad de la Semilla de Piedra, que la
Gracia de la Virgen de Agartha siembra en el Corazón de los que buscan el
Origen.
La
orientación debe ser estratégica porque en el
Laberinto el Enemigo intentará torcer su rumbo hacia el Origen: tratará de
confundir, de desviar, de detener, vale decir, de desorientar al hombre despierto;
y el hombre despierto deberá emplear una Estrategia, para avanzar orientado,
tendrá que desarrollar un modo de comportamiento que neutralice la acción
enemiga y permita llegar concretamente al Origen.
El
Laberinto está integrado por los caminos de la Ilusión, que se bifurcan en
todos los Mundos Posibles. Si la orientación estratégica es débil, la distancia
entre el hombre despierto y el Origen puede ser muy extensa; y el Tiempo que
insuma recorrerla análogamente prolongado. Empero, si la orientación estratégica
es fuerte, el hombre despierto puede hallarse muy próximo al Origen y la
liberación espiritual puede ser instantánea. Ocurre así porque la orientación
estratégica y el Laberinto son contrarios: cuanto menor sea la orientación
estratégica, tanto más complejo será el Laberinto; cuanto mayor sea la
orientación estratégica, tanto más simple será el Laberinto; la máxima
orientación estratégica, el Origen patente, disuelve la Ilusión del Laberinto.
Además, si el movimiento se guía por la orientación estratégica, el Tiempo y el
Espacio del Laberinto se tornan relativos; el Origen se sitúa lejos o cerca, de
acuerdo a la actitud estratégica del hombre despierto. Entonces, la realidad
del hombre despierto es relativa con respecto a la Realidad absoluta del
Origen.
La
realidad del hombre despierto depende de la orientación estratégica. Hemos
visto varios hombres despiertos, cada uno en su Mundo “real”, buscando simultáneamente
el Origen; cada uno con diferente grado de extravío en el Laberinto, cada uno
con distinta orientación estratégica. ¿Cuál es, entonces el Mundo Real, si
todos son relativamente reales desde el Origen?: De todos los Mundos posibles, “reales”
son los Mundos que afirma el Espíritu de los hombres despiertos; de todos los
Mundos “reales”, Real es el Mundo donde los hombres despiertos poseen la mejor
orientación estratégica y donde sostienen una Estrategia triunfante contra el
Enemigo del Espíritu: y la Realidad de ese Mundo la afirma Navután, el Señor de
la Guerra. Los Señores de Venus de K'Taagar, desde el Origen, desvinculados del
Tiempo y del Espacio del Laberinto, escudriñan permanentemente los millones de
Mundos de la Ilusión mientras aguardan que los últimos hombres dormidos retomen
el Sendero del Espíritu y declaren la Guerra Esencial a las Potencias de la
Materia. Ellos descubrieron Vuestro Mundo, Señores de Tharsis, y lo revelaron a
Navután. Y el Señor de la Guerra, halagado por Vuestras Hazañas, decidió
afirmarlo como Real. Desde el Origen, el Gran As distinguió Vuestro Mundo
diciendo:
¡Allí está, ex sistit, el Mundo real de los Señores de Tharsis,
quienes no cesan de luchar por la Libertad del Espíritu Eterno! ¡Existe, pues,
un Mundo donde los hombres dormidos son capaces de despertar y enfrentar a las
Potencias de la Materia! ¡Ja, ja, ja; y Buenos son: acaban de ganar una
Batalla! ¡Con Ellos enviaré al Gran Jefe de la Raza Blanca! ¡Contando con la
ayuda de estos Guerreros Sabios, y la de aquellos Héroes que se les unan,
derrotarán a las Potencias de la Materia y pondrán término, en el Principio, a
la Guerra Esencial!
¡Comprended
esto, Señores de Tharsis, y sabréis por qué he venido y en qué consiste la
Gracia que Os ha dispensado Navután al conceder existencia Real a Vuestro
Mundo!
¡Porque
así es! ¡El Mundo donde Vosotros vivís y donde el Enemigo ha sido recientemente
derrotado, será el Mundo Real para los Señores de Venus y para Navután, el Señor
de la Guerra! ¡En este Mundo comenzará la Batalla Final, cuando el Hombre se
enfrente definitivamente a las Potencias de la Materia! ¡Y en este Mundo, el
Mundo de los Señores de Tharsis, deberán realizarse todos los que intenten
liberar su Espíritu Eterno y partir hacia el Origen, los Guerreros, los Héroes,
los Iniciados Hiperbóreos, los verdaderos Gnósticos, los Hombres de Piedra! Oíd:
¡Los que busquen y encuentren la
Sangre de Tharsis en su Mundo asentarán el Espíritu en la Piedra Fría que está
en el Origen, en la Piedra que se sustenta fuera del Universo Creado y que
estará aún en el Origen cuando el Universo Creado ya no exista! Contrariamente,
los que pretendan ignorar la Sangre de Tharsis, o no sean capaces de
encontrarla, fundarán su Mundo en la Ilusión y serán convertidos en Lejía al
Final del Tiempo, cuando Todo Vuelva al Uno al Final de Su Día de Manifestación,
cuando el Final sea igual al Principio, y la Ilusión se disuelva en la nada, y
sólo exista el Uno en Su simple eternidad.
¡Porque
sólo el Espíritu es Eterno! Quien no encuentre su Espíritu morirá de Muerte Final
aunque crea ser Inmortal. Y quienes primero van a morir son las Almas que Más
cerca están del Final, adonde se han aproximado buscando una quimérica y vana
perfección arquetípica. Aquéllos cuyas Almas evolucionan imitando la Meta Final
propuesta por el Dios Creador Uno, los que se engañan identificando el Bien con
la “Paz Universal” y privan a su Espíritu de la oportunidad de luchar, los que
adoran al Dios Creador Uno y aman el Universo Material, los que temen a Jehová
Satanás y sirven a las Potencias de la Materia, los que persisten en afirmar
que el Espíritu es Creado y quieren ponerlo de rodillas frente al supuesto
Creador, los que se cobijan bajo la Paloma de Israel, los que integran la
Jerarquía de la Fraternidad Blanca, los Sacerdotes de todos los Cultos y los
que creen que se puede ser “Gnóstico” y Sacerdote a la vez: ¡Esos morirán de
Muerte Final! ¡Esos serán reducidos a Lejía por Voluntad de su Creador!
En
síntesis: ¡Quienes participen del Pacto Cultural vivirán en la Ilusión del Alma
y morirán de Muerte Final! Y quienes
recuerden el Pacto de Sangre, y encuentren la Sangre de Tharsis, vivirán en la
Realidad del Espíritu y se eternizarán Más Allá del Origen!
¿Comprendéis,
Señores de Tharsis, qué significa para los demás Espíritus cautivos la Realidad
de Vuestro Mundo?: Vuestra Casa ha contraído un compromiso con el hombre, a
quien habéis demostrado que se puede triunfar sobre el Mal, que es posible
vencer a los Demonios. En adelante, Vuestra misión será acompañar a la Historia
sin entrar en la Historia. Porque antes del Final Vosotros contribuiréis a
quebrar la Historia y dar comienzo a la Batalla Final. Tendréis que estar
atentos a la Historia, y vigilar los movimientos del Enemigo en la Historia,
para actuar en el momento oportuno. Un Gran Jefe Blanco vendrá entonces a
Vuestro Mundo: El poseerá el Poder de plantear la Batalla Final contra el
Enemigo del Espíritu. Será un Enviado del Señor de la Guerra y seguirá el
camino señalado por Vosotros: diseñaréis, construiréis, y mantendréis despejado
ese camino; y emplearéis para ello el Tiempo que fuese necesario, los Siglos
que demande la Ilusión de la Historia.
El
Gran Jefe Blanco, el Señor de la Voluntad y del Valor Absolutos, vendrá una
vez, dos veces, tres veces, a Vuestro Mundo. La primera vez, quebrará la
Historia, pero se irá, y causará la insensata risa de los Demonios; la segunda
planteará la Batalla Final, pero se irá, en medio del Rugido de Terror de los
Demonios; la tercera guiará a la Raza del Espíritu hacia el Origen, pero se irá
para siempre, dejando tras de sí el Holocausto de Fuego en que se consumirán
los seguidores del Dios Uno, hombres, Almas, y Demonios. ¡Pero quienes sigan al
Enviado del Señor de la Guerra serán Eternos!
Vosotros
tratabais de cumplir la misión familiar y guardabais la Espada Sabia. Ahora Os
daré instrucciones para llevar a cabo otra misión: preparar en el Mundo el
advenimiento del Enviado del Señor de la Guerra. ¡Es Su Voluntad que así sea!
Pero esta misión no podréis realizarla obrando como hasta hoy: la Estrategia
exige que se dividan los esfuerzos y que sólo una parte de Vosotros se ocupe de
cada cosa. ¡Nos, pedimos que Os separéis una vez más, la penúltima! Es preciso que en los aprestos para la venida
del Gran Jefe Blanco intervengan únicamente los Hijos de Vrunalda de Tharsis:
con ese objetivo deberán trasladarse desde ya a sus heredades de Germania,
donde las Damas serán cabeza de la Estirpe y sostendrán la ficción de su linaje
germano y catalán. Allí se mantendrán alerta hasta la Epoca en que surja un
Emperador alemán afecto a la Sabiduría Hiperbórea: El, con la colaboración de
otras personas que en ese momento se unirán a Vosotros, será quien eche las
bases de la futura Orden en la cual el Enviado recibirá la Más Alta Iniciación.
Esa Estirpe de Tharsis ¡Qué Honor el suyo! estará junto al Gran Jefe Blanco
cuando declare la Guerra Total a las Potencias de la Materia. ¡Porque la
Sabiduría Hiperbórea de esa Estirpe, de esa Sangre de Tharsis, causará la
Primera Venida del Enviado del Señor de la Guerra!
Los
Hijos de Valentina de Tharsis, en cambio, tendrán que regresar a España y
asentarse permanentemente en Turdes. Allí se dedicarán a guardar la Espada
Sabia y a cumplir la misión familiar, hasta la Epoca que surgirá un Hombre de
Piedra que verá en la Piedra de Venus la Señal Lítica de K'Taagar. Tal imagen
le indicará un camino, que deberá seguir sin vacilar. Tomará entonces la Espada
Sabia y, acompañado por los restantes Hombres de Piedra del linaje de
Valentina, partirá hacia un País lejano y desconocido donde será cabeza de una
Estirpe nueva. ¡Sí, Señores de Tharsis! ¡A ese Iniciado se le permitirá iniciar
la Estirpe transmitiendo la herencia familiar por la vía masculina! ¡Pero,
después de El, su descendencia continuará la tradición iniciática matrilineal y
se comprobará que los Hombres de Piedra proceden aún de esa vía! Y esa Estirpe
de Tharsis ¡Qué Gloria la suya! participará activamente en la Batalla Final! ¡Porque
la Sabiduría Hiperbórea de esa Estirpe, de esa Sangre de Tharsis, causará la
Segunda Venida del Enviado del Señor de la Guerra!
Por
último, Os haré una advertencia. Al fracasar los planes de la Fraternidad
Blanca en Europa, hay una parte de los mismos que también ha quedado
neutralizada y de la cual Vosotros lo ignoráis todo: es la que se refiere a la
misión de Quiblón, el Gran Sacrificador. El iba a venir para Anunciar la Gloria
y la Victoria de Israel con la Sinarquía del Pueblo Elegido, e iba a ofrecer
tres pueblos en Holocausto a El Uno. La Sinarquía no podrá concretarse por
ahora debido a Vuestra resuelta acción, pero es posible que en una Epoca no muy
lejana el Enemigo envíe de todos modos a Quiblón para forzar la marcha de la
Historia: será entonces muy difícil detenerlo. Sólo podréis intentar un ataque
generalizado contra el Pueblo Elegido, a cuya Raza El pertenecerá, mas lo más
probable es que consiga cumplir su misión. Pero ello no impedirá que se cumpla el
Destino de Gloria de la casa de Tharsis.
Señores
de Tharsis: He dicho cuanto tenía que decir y no conviene, por motivos estratégicos,
agregar nada más. Os reitero el saludo de Navután y me despido hasta la Batalla
Final. O hasta que Vosotros coincidais conmigo en otro kairos. ¡Gracia y Honor, Sangre de Tharsis! –les deseó el Señor de Venus, en tanto levantaba el
brazo derecho para expresar el bala
mudra.
–¡Salve,
Capitán Kiev! –respondieron los Hombres de Piedra, practicando también el bala mudra, que era el antiguo saludo
secreto de la Casa de Tharsis.
Quincuagesimoprimer Día
|
Inmediatamente
después del saludo, el Señor de Venus giró su cuerpo y penetró por el iluminado vértice del ángulo recto, dejando tras de
sí a los Hombres de Piedra sumidos en profundas cavilaciones. El primero en
reaccionar fue el Noyo, quien observó que la Piedra había desaparecido junto
con el Capitán Kiev: mis antepasados, Dr. Siegnagel, pese a toda su Sabiduría
Hiperbórea, no alcanzaron a comprender en ese momento que la Piedra era el Señor de Venus.
Al día siguiente, el Consejo de Familia
decidió cumplir exactamente las instrucciones recibidas.
Aquel Noble, que aceptó a Vrunalda como
hija legítima, al morir no dejó otros herederos para sus Señoríos austríacos que
sus supuestos nietos. Los hijos y nietos de estos, entre los cuales se contaban
los doce presentes, cuidaban de su patrimonio en el Este aunque sin abandonar
la base familiar española de Turdes. Ahora se radicarían todos en Austria, en
tanto que los valentininos abandonarían San Félix de Caramán para establecerse
en España. A partir de aquí, Dr. Siegnagel, me referiré solamente a la rama de
los valentininos, de los cuales desciendo, para continuar la historia. Sobre
los vrunaldinos lo único que comentaré es que cumplieron su cometido a la
perfección: se hicieron fuertes en Austria y cuando surgió el Emperador
esperado, Rodolfo II Habsburgo,
constituyeron con la colaboración inestimable del inglés John Dee y siete
familias de la Nobleza alemana, la Sociedad Secreta Einherjar; tal Sociedad funcionó por más de trescientos años en la
más absoluta clandestinidad, adquiriendo sus miembros la Más Alta Sabiduría
Hiperbórea, tan Alta como jamás la poseyera antes la Casa de Tharsis; en los
siglos XIX y XX dieron nacimiento
a varias Ordenes externas que tenían por fin Anunciar a las masas de hombres
dormidos la próxima Venida del Gran Jefe de la Raza Blanca y localizar a éste para administrarle la
Iniciación Hiperbórea; la penúltima de esas Ordenes fue la Thulegesellschaft, encargada de guiar
al Führer Adolfo Hitler, nacido a
fines del siglo XIX, hasta los Hombres
de Piedra de la Einherjar; y la última de las Ordenes formadas por Ellos fue la
Orden Negra
SS inspirada en
secreto por la Thulegesellschaft, pero en realidad dirigida por los Hombres de
Piedra de la supersecreta Einherjar; los vrunaldinos alcanzaron, pues, el Honor
de acompañar al Gran Jefe Blanco, al Führer, en su Guerra Total contra las
Potencias de la Materia, como había predicho tantos siglos antes el Señor de
Venus.
Los Valentininos quedaron entonces como únicos
representantes de la Casa de Tharsis en España; especialmente, los únicos que
se dedicarían a cumplir la misión familiar. Desde San Félix de Caramán los
acompañaron diez de los descendientes de Arnaldo Tíber, que deseaban seguir
viviendo cerca de sus primos. Se instalaron en la vieja Casa Señorial y
trabaron excelentes relaciones con la población catalana de Turdes, a la que
agradaba que aquellos nuevos Señores procediesen del Languedoc y comprendiesen
su lengua nativa. El Noyo retomó la Guardia en la Caverna Secreta y pronto tuvo
la compañía de otro Hombre de Piedra quien, impresionado aún por la experiencia
con el Señor de Venus, había decidido consagrarse a la Custodia de la Espada
Sabia. En situación semejante se encontraban los seis asistentes a la reunión
de San Félix de Caramán, pero no sería posible que todos abandonasen el Mundo
pues se debía dedicar atención a los intereses patrimoniales de la Casa. España
se industrializaba rápidamente y se requerían, en las principales ciudades,
toda suerte de materias primas; en Turdes, la nueva población de origen catalán
reactivó la producción de minerales, completamente abandonada por los Señores
de Tharsis en los últimos siglos. Así, como si los milenios no hubiesen
transcurrrido, el oro y la plata volvían a ser extraídos de las sierras por los
Señores de Tharsis. No obstante la atención que la nueva situación exigía,
hacia mediados del siglo XIV todo estuvo bajo
control: para entonces, cinco de aquellos seis iniciados ya se habían recluido
en la Caverna Secreta.
Cuando llegaron los valentininos a
Huelva, el Condado pertenecía a Sevilla. Alfonso XI de Castilla lo
cedió en 1338 al Gran Maestre de Santiago, con lo que reapareció el peligro
Golen: además de ser una Orden céltica eminentemente Golen, muchos Templarios
se habian refugiado en ella luego del proceso promovido por Clemente V, y entonces
comenzaron a infestar la región. Sin embargo, catorce años después, el infante
Don Pedro se lo quita al Gran Maestre para obsequiarlo a María Padilla. A fines
del siglo XIV la Casa de las
Cerdas, de los Reyes de Castilla lo entrega como dote de una de sus Damas y
pasa a poder de los Duques de Medina Sidonia, hasta el fin de esta historia.
La influencia de la Casa de Tharsis
sobre la Orden de Predicadores se mantuvo en los años siguientes, ya que el Circulus Domini Canis prosiguió funcionando en secreto, tratando de dirigir
la Inquisición contra los miembros del Pueblo Elegido y los Golen, procurando
impulsar el modelo de Nación Mística perfeccionado jurídicamente durante el
reinado de Felipe el Hermoso y concretado en parte por ese Gran Rey. Esta
influencia se hizo sentir sobre todo en España, donde merced a las campañas de
esclarecimiento popular de muchos predicadores, entre ellos Don Ferrán
Martinez, provisor del Arzobispado de Sevilla y Señor del Perro, se desataron
las violentas persecuciones contra judíos que culminaron en las matanzas de
1391 en Sevilla, Córdoba, Toledo, Ecija, Logroño, Burgos, Ocaña, y treinta
comarcas más. De Castilla, aquel incendio pasó a Aragón; en Valencia el pueblo
exterminó a cinco mil judíos y en Barcelona a unos once mil; hasta las Baleares
llegó la furia popular contra los seguidores de Jehová Satanás. Corriendo
peligro de ser aniquilados en Castilla y Aragón, hallaron seguro refugio en
Portugal, donde el marrano Don Moisés Navarro, enquistado en el Gobierno, había
conseguido dos bulas locales de los Papas Clemente VII y Bonifacio IX, que impedían la conversión compulsiva de los judíos;
aquella invasión hebrea, sin embargo, habría de causar a corto plazo la
hostilidad de los pobladores cristianos.
El domínico Valenciano San Vicente Ferrer,
quien poseía el carisma del don de lenguas y había predicado en todos los países
de Europa en sus propios idiomas, participó activamente de la campaña
antihebrea: él fue quien inspiró la bula de Benedicto XIII que prohibía a los
israelitas la posesión del Talmud y los obligaba “a que traxesen tabardos con una señal vermeja para que así pudiesen
ser conocidos de todos e se lograse evitar el daño que su trato trae a los
cristianos”. Esto ocurría en 1412, cuando los persistentes israelitas comenzaban
a regresar masivamente a España. Pronto se reiniciaron las persecuciones, las
que fueron adquiriendo tal saña que en 1473 llevaron al Pueblo Elegido a
proponer al Rey Enrique IV la venta o alquiler de la Ciudad de Gibraltar para
establecerse en ella, solución muy hebrea que fue lógicamente rechazada.
Tras la muerte de este Rey, recibe el
Trono de Castilla su hermana, Isabel
I,
casada con Fernando de Aragón. En 1478 los Reyes Católicos se dirigen al Papa
Sixto IV para solicitar el
dictado de una bula que autorice el funcionamiento de la Inquisición en
Castilla; el propósito: enjuiciar a los culpables de herejía, especialmente a
los judíos. Rápidamente emitida, la bula permitió la formación de los
Tribunales del Santo Oficio, confiados a la Orden de Predicadores domínicos. El
promotor de aquella iniciativa de los Reyes Católicos fue el prior de los domínicos
de Sevilla, fray Alfonso de Hojeda, Señor del Perro, quien supo convencer a la
Reina Isabel sobre la conveniencia de hacer intervenir a la Inquisición en el
combate contra las fuerzas satánicas. Al principio la bula sólo actuó como una
amenaza mas, merced a la infatigable gestión de los Domini Canis, Fray Alfonso de Hojeda, el provisor Don Pedro de Solís,
el asistente Don Diego de Merlo, y el secretario del Rey, Pedro Martínez Camaño,
se consigue persuadir a los Reyes sobre la necesidad de instrumentar la
Inquisición con todo su vigor para extirpar del cuerpo social al judaísmo y la
herejía. Así, los Reyes nombran en Medina del Campo a los primeros
inquisidores, los frailes domínicos Miguel Morillo y Juan de San Martín,
quienes actuarán juridícamente secundados por fray Felipe de Turdes y Ricardo
de Tharsis, tío y padre de Lito de Tharsis, respectivamente. Dos edictos
redactados por éstos, concediendo un plazo para el arrepentimento de los
herejes, pasado el cual serían juzgados, produjo numerosas conversiones, pero
nada impidió que dos mil judíos fuesen quemados en menos de un año.
Cuando en 1483 el prior del Convento de
Santo Domingo de Segovia, fray Thomas de Torquemada, es nombrado Inquisidor
General de la Corona de Castilla, fray Felipe de Turdes y Ricardo de Tharsis
pasan a revistar como sus asesores jurisconsultos, a quienes se encarga la
redacción del Manual de la Inquisición moderna. La aplicación de estas leyes
demostraría claramente cuán inútil era pretender la conversión al cristianismo
de los judíos, a la que ellos accedían falsamente mientras continuaban
practicando el satanismo en secreto. Frente a la evidencia los Reyes católicos
decretaron el 31 de Marzo de 1492 la expulsión de los judíos de los Reinos de
Castilla y Aragón en el plazo de cuatro meses, medida más benigna que la de
Felipe el Hermoso pero igualmente eficaz. El asilo se los brindó nuevamente
Portugal pues su Rey, Juan II, había sido
educado por instructores judíos y subestimaba completamente el peligro que
aquellos representaban para la salud del Reino. Pero esta vez la protección
duraría poco, pues en 1495 muere Juan II dejando como
heredero de la corona a Manuel I: para infortunio de los hebreos este Rey estaba
casado con una hija de los Reyes Católicos y sumamente esclarecido sobre los
motivos de la Inquisición española. En 1497 firma un decreto semejante al
castellano de 1492, por el cual se expulsa a los judíos del territorio portugués.
El destino del Pueblo Elegido los llevaría ahora a Holanda, particularmente a
Amsterdan, que ganó el apodo de “La Nueva Jerusalén”, y otras ciudades
importantes, así como también los Países Bajos, donde pronto controlaron los
resortes del poder, practicaron la especulación y convirtieron a esas naciones
en las potencias bancarias y masónicas que conocemos en la actualidad.
Atrás de todas estas persecuciones españolas
contra el Pueblo Elegido, naturalmente, se encontraba la Casa de Tharsis, que
procuraba frenar la llegada de Quiblón. Pero tal objetivo, como lo sugería el
Capitán Kiev, sería muy difícil de realizar: en 1484 el Gran Mago Hebreo ya se
encontraba en España y en 1492 consagraría las “nuevas tierras de la India”,
habitadas por tres pueblos “sacrificables”, a la “Gloria de Jehová Dios”.
Quiblón era un judío converso oriundo de
Galicia, a los que en la Edad Media se denominaban ginoveses. Fue educado secretamente como Rabino y Cabalista. Para
favorecer su Alta Misión, se le inventó luego una historia apócrifa,
oscureciendo todos los datos que permitiesen conocer su origen y borrando las
pistas de sus pasos. De ello se ocuparían durante los siglos siguientes sus
hermanos de Raza. Tal como lo exige la Cábala para quien ha de recibir de la
Shekhinah la Voz de Metatrón, el Rabbí
debería poseer Setenta Nombres; de ellos conocemos sólo algunos: Scolnus, Scolvus, Scolvo, Skolvus, Skolvo,
Kolonus, Scolom, Skolum, Colum, Colom, Colombo, Colón, etc. Vale decir, que
me refiero a Cristóphoro Colombo o Cristóbal Colón, el célebre Almirante más
conocido por el “descubrimiento” del continente americano que por sus
actividades esotéricas.
Quiblón venía para cumplir las profecías
de Bera y Birsa, para ofrendar el Holocausto de Agua, Mem, a YHVH Sebaoth; y para ello se había
preparado muchos años y pasado por muchas pruebas definitivas. En particular,
Quiblón debió dar muestras de su dominio para abrir las Puertas del Paraíso y cerrar las Puertas del Infierno.
Esta última prueba la demostró en 1477, cuando viajó a Groenlandia como piloto
de una Armada danesa a cerrar las
Puertas de Thule. Es conveniente remitirse a esta operación de Magia Mayor
para comprender sus acciones posteriores.
Todo comienza con un inexplicable y
perturbador hecho ocurrido en el siglo XIV: la población
vikinga de Groenlandia, unas diez mil personas durante el siglo XIII, desaparece sin
dejar rastros en el siglo siguiente. Para
entender lo sucedido hay que remontarse al siglo X, a la Epoca en la que los Golen católicos controlan a
los Normandos y avanzan hacia el Norte de Europa, sometiendo a sangre y fuego a
los pueblos bárbaros y paganos de Dinamarca, Suecia y Noruega. Es entonces
cuando una de las últimas Piedras de Venus que quedaban en poder de los pueblos
del Pacto de Sangre se transporta a Groenlandia. Lo hace Erik el Rojo, un
Guerrero Sabio de valor singular, cuya determinación le acarrea la
imposibilidad de regresar a su patria: él sería quien daría su nombre actual,
Tierra Verde, a la helada isla en el año 986. Y su familia formaría una Estirpe
de Noyos y Vrayas que cuidarían de la Piedra en los siglos posteriores, cuando
ya las relaciones culturales con los pueblos europeos se hubieron restablecido.
Aquellas relaciones atraerían a los misioneros católicos hacia los
asentamientos vikingos, pero la Piedra no caería en poder de los Golen pues los
Custodios la ocultarían en Regiones sumamente agrestes del Noroeste groenlandés.
En el 999, Leif Eriksson trae el primer
sacerdote católico, al que siguen muchos más en los viajes sucesivos; no
obstante, la resistencia de los norreses al Pacto Cultural se extendería
durante todo el siglo XI. De
cualquier manera, la próspera colonia de Erik el Rojo, con más de 200 granjas,
tenía ya 12 iglesias y dos conventos en 1124. El Papa Pascual II nombra el primer
Obispo, Erik Gnupsson en 1121, al que suceden dieciséis más hasta 1409. En 1290
llega a la isla el Primer Domini Canis,
Thor Bjorn, quien se ocupa de combatir a los Golen y llama en su auxilio a un
miembro de la Casa de Tharsis. Se funda así, en Gardhar, el famoso Monasterio
de Nuestra Señora de Thule, donde se escribieron dos poemas de los Edda, el Atlakvidha y el Atlanmal. En Gardhar, justamente, existía el Monas-terio Golen de
San Bernardo. Y en dicha Ciudad se centraría la oposición más encarnizada entre
los Golen y los Domini Canis, debido
a que aquéllos sospechaban que muy cerca se encontraba la Piedra de Venus y se
resistían a abandonar el lugar sin haberla encontrado. Al fin, en 1312, gracias
a una Bula de Clemente V, quien acababa de
liquidar a la Sinarquía Templaria en combinación con Felipe el Hermoso, los
Golen se ven obligados a abandonar Gardhar: es entonces cuando los Noyos Vikingos declaran a la población de Gardhar que han visto la Señal Lítica de K'Taagar en la
Piedra de Venus, piedra que atribuyen a una herencia de Wothan e incluso
denominan “el Ojo de Wothan”. Los Noyos proponen al pueblo de Gardhar partir hacia
donde señala la Piedra y todos aceptan, preparándose
inmediatamente para la guerra: ¿por qué? es lo que explicaré desde mañana, Dr.
Siegnagel. Lo importante ahora es saber que no sólo la población de Gardhar,
sino la totalidad de los Groenlandeses, a excepción de algunos Sacerdotes católicos
que se ocultaron convenientemente para no ser ejecutados por los enfurecidos
vikingos, decidieron partir “hacia el Valhala, la Morada de los Dioses”.
Es que aquel pueblo de Sangre Pura,
despertaba súbitamente a la Sabiduría Hiperbórea que surge del Espíritu Eterno
y se libraba del hechizo del Pacto Cultural: se había trasmutado y sólo ansiaba partir hacia el Origen, sin importar
la índole del Enemigo que se interpusiera en su camino. En 1354 el Rey de
Noruega, Erik Magnusson, enterado de que la población de Groenlandia “había
retornado al paganismo” y “se preparaba a abandonar los establecimientos”, envía
su nave oficial “La Chirriante” al mando de Paul Knutsson a fin de averiguar lo
ocurrido. Viaja en la expedición el Obispo Golen Arni, quien lleva la misión de
“evangelizar” nuevamente a los colonos norreses: pero en Groenlandia no
encuentran absolutamente a nadie, a pesar de que Arni los incita a explorar
palmo a palmo la región hasta 1363, fecha en que fallece. Desde ese momento
varias serían las expediciones que los Reyes de Noruega despacharían en los
siguientes cien años para averiguar la suerte corrida por sus súbditos e
intentar repoblar las colonias abandonadas: tales intentos resultarían inútiles,
pues jamás se conseguiría saber lo ocurrido a los diez mil vikingos ni habría
quien quisiera habitar las fantasmagóricas ciudades
Empero, la acción de los vikingos de
Groenlandia causaría una gran preocupación a los Demonios de la Fraternidad
Blanca, los que, desde su Guarida en Chang Shambalá, impondrían a Quiblón la
prueba de cerrar la Puerta de Thule
como medio de acceder al Más Alto Sacerdocio de la Orden de Melquisedec. En
1486 Quiblón residía en Portugal, donde estudiaba las Artes Ocultas y desempeñaba
un puesto de cartógrafo en la Tesouraria
del Rey. Ese año el Rey Cristian de Dinamarca solicita a su primo, el Rey
Alfonso V de Portugal, “un muy buen piloto y cartógrafo para
guiar a su próxima expedición a Thule”, la cual tenía por fin “localizar a las
colonias cristianas de quienes no se tenía noticias desde hacía más de cien años”.
Era la oportunidad esperada por los Rabinos: las notables influencias que por
entonces poseían los hebreos en la corte portuguesa se ponen en juego para
facilitar el nombramiento de Quiblón como piloto del viaje a Groenlandia: lo
consiguen fácilmente, figurando en la cédula real como Johannes Scolvus. En 1477, pues, Quiblón se presenta frente a las
costas de Groenlandia, dispuesto a emplear toda su Ciencia, y su fe en el
Creador Uno, para cerrar la Puerta de
Thule: tiene éxito en su misión, y la Fratenidad Blanca, y la judeidad
toda, comprenden que con Quiblón ha llegado a la Tierra uno de los Más Altos
Sacerdotes de la Historia, uno que será capaz de hablar con el Verbo de Metatrón.
La expedición de Scolvus, Colón, no halló
a nadie en Groenlandia en 1477. Pero desde
entonces la Puerta de Thule estará nuevamente cerrada. Es un gran Mago
Hebreo, quizá tan grande como Salomón, el que ha llegado hasta las heladas
tierras del Norte a cumplir el Ritual, a
pronunciar las Palabras, a expresar los Gestos. Era necesario que así fuera
pues la Puerta fue forzada por un
bravo pueblo vikingo, de la más pura sangre hiperbórea, contra quienes nada
puede la magia de los Golen. Pues siempre ha sido así: los Golen han dominado fácilmente
a los celtas, iberos, ligures, vaskos, fenicios, cartagineses, y hasta latinos,
pero, tratándose de germanos, es necesario que los más grandes Maestros de las
artes infernales se ocupen de ellos.
Entiendo, Dr. Siegnagel, que es casi
imposible comprender en qué consistía la misión de Quiblón si no aclaro la
naturaleza de ese “cerrar la Puerta de
Thule” realizado en Groenlandia. Sin embargo, lo que corresponde es
explicar cómo fue abierta la mencionada
Puerta hacia K´Taagar, o Agartha, y qué otra acción efectuaron los vikingos
antes de partir, acción de guerra que normalmente ejecutan todos los pueblos de
Sangre Pura en situaciones semejantes, y que causó la preocupada reacción de
los Demonios de la Fraternidad Blanca. Desde mañana, entonces, le narraré
en pocas palabras la historia de Nimrod, el Derrotado, un Rey de la Antigüedad
que supo abrir la Puerta y golpear al
Enemigo antes de partir: su conocimiento aclarará completamente la cuestión.
Quincuagesimosegundo Día
|
En el II milenio A.J.C. una invasión trajo a los Hiperbóreos Kassitas a Asiria. Eran oriundos del Cáucaso
y portaban una Piedra de Venus junto al estandarte del águila leontocéfala. El águila
con cabeza de león y alas desplegadas, aprisionaba entre sus garras dos
moruecos que eran el símbolo del Dios Enlil, Jehová Satanás, adorado en la
Mesopotamia por todas las tribus, entre ellas los pastores hamitas o habiros que irían con Abraham a Palestina y Egipto. Este
mismo estandarte sería llevado luego, miles de años más tarde, por otros
pueblos “bárbaros”, también oriundos del Cáucaso, esta vez de Raza germánica,
pero entre las garras del águila ya no se hallarían los moruecos sino el
cordero, símbolo de ese Dios de los pastores que intentaba usurpar la milenaria
figura hiperbórea de Kristos Lúcifer.
Los Kassitas venían siguiendo los
dictados de su Dios Arquero Kus
quien había hecho pacto con sus Iniciados a fin de que dicho pueblo participara
en la Guerra Esencial. En la Ciudad de Borsippa, al Norte de Nínive, el Rey
Nimrod utilizando la técnica numérica de los Zigurat hizo construir una enorme
Torre sobre un vórtice de energía telúrica. He aquí lo que se pretendía: “atacar
la Morada de los Demonios Inmortales”, es decir, Chang Shambalá. Este propósito,
que puede parecer hoy producto de una desenfrenada fantasía, es sin embargo
perfectamente posible y la prueba de ello está en el éxito obtenido por Nimrod
cuando su Elite de guerreros arqueros
hizo blanco y derribó a varios de los “Demonios Inmortales”.
En la Antigüedad, cuando la influencia
del Kaly Yuga no era tan importante y en algunos remanentes Atlantes todavía se
conservaban los recuerdos de la Sabiduría Hiperbórea y de la guerra contra el
Demiurgo, la tarea de fundar pueblos y ciudades exigía el concurso de Iniciados
especial-mente dotados. Lo mismo para la elevación de ídolos o efigies sagradas
cuya utilidad, que no era la mera
adoración, hoy se ha olvidado. El elemento más importante que se tomaba en
cuenta para tales fundaciones era la ubicación
de las corrientes de energía telúrica. En segundo lugar figuraban las coordenadas astrológicas a las que, sin
embargo, la ceguera de los hombres suele otorgar preeminencia en algunas
Epocas. Justamente el poderío o supervivencia de alguna ciudad dependen de la
correcta situación geográfica en que se erijan y si, por ejemplo, ciudades como
Roma o Jerusalén han durado milenios es porque están asentadas sobre grandes
centros de fuerza. Hace miles de años los encargados de precisar el lugar de
emplazamiento de una ciudad eran llamados cainitas,
Iniciados sacrificadores que conocían la Magia de la Sangre Derramada. Estos
homicidas sagrados, que eran zahoríes, es decir, “sensibles” a las fuerzas de
la Tierra, luego de detectar un vórtice conveniente efectuaban el sacrificio
humano destinado a “polarizar” la energía telúrica y obtener un fenómeno de “resonancia”
con la Sangre de la Raza, de manera de que el lugar se convierta en “amigo” de
sus habitantes y “enemigo” de futuros invasores. De tales asesinatos rituales
con fines de fundación recordamos por ejemplo a Rómulo que para asegurar la
inviolabilidad de las murallas de Roma debió ejecutar a su gemelo Remo, etc.
Haré un breve paréntesis para consultar
a la Sabiduría Hiperbórea sobre algunas pautas que es necesario tener en
cuenta, a fin de interpretar correctamente la acción de guerra emprendida por
el Rey Nimrod.
Puede considerarse con toda propiedad
que la potencia de un pueblo para
liberarse del yugo satánico de la Sinarquía depende directamente de las
condiciones esotérico-hiperbóreas de sus Iniciados. Si hay hombres despiertos, suficientemente
capaces de localizar las corrientes y vórtices de energía telúrica, y no
desprecian el combate que inevitablemente trae aparejado esta “toma de posición”,
entonces la Raza va en camino de la mutación, se ha convertido en un “círculo
cerrado” hiperbóreo. Por razones de pureza sanguínea son siempre los pueblos
denominados “bárbaros” quienes más cerca se hallan de estas praxis hiperbóreas;
pero esos mismos pueblos, en la medida que se civilizan, o sinarquizan, pierden
potencia y, entonces, se debilita su
posibilidad de mutación. La pureza racial hiperbórea de un pueblo
se evalúa en la capacidad de sus hombres
para despertar el Recuerdo de
Sangre. La potencia racial hiperbórea
de un pueblo es su capacidad de oposición
a la ilusoria realidad del mundo material. Significa tomar parte activa en la
Guerra Esencial y, por lo tanto, supone alguna concepción estratégica hiperbórea.
La potencia se evalúa entonces por la claridad de los fines y objetivos estratégicos
que son capaces de formular los hombres y por los pasos efectivos que se den en
tal sentido. El resultado de la acción jamás se califica por alguna pauta
material; más aún: la acción jamás se califica en absoluto. Para la Sabiduría
Hiperbórea lo que importa es la Estrategia; esto es: la claridad de metas y
objetivos y la forma de obtenerlos, o sea, la potencia. En todo caso la acción se califica a sí misma,
independientemente de los “resultados”. El “éxito” o “fracaso” de una acción no
tienen sentido en la Estrategia Hiperbórea pues tales palabras remiten a
conceptos elaborados a partir de una incorrecta percepción del mundo, de Maya,
la Ilusión. Puede ilustrar esto una antigua sentencia hiperbórea que dice: “para
los Guerreros Sabios toda guerra perdida en la Tierra es una guerra ganada en
otros Cielos”.
Volviendo al concepto hiperbóreo de potencia racial puedo decir que, en general, un pueblo potente es aquel que habiendo identificado al Enemigo pasa a
la acción de guerra en el marco de una “Estrategia Hiperbórea”. Y, en particular,
que un pueblo de gran potencia es
aquel capaz de atravesar el umbral y
trasladar el teatro de operaciones al plano de los Inmortales.
Existen muchas maneras de atravesar el umbral. Los hombres
dormidos, los “Iniciados” en el satanismo sinárquico, por ejemplo, lo hacen
durante su “Muerte Ritual”, arrastrándose abyectamente ante los siniestros “Guardianes
del Umbral”, mal llamados a veces “Veladores”, “Vigilantes” o “Egrégoros”.
Luego de demostrar su “evolución” mediante juramentos, pactos y alianzas
reciben la “iluminación” o sea pierden todo contacto con el Origen y sufren el
encadenamiento definitivo al Plan Universal del Demiurgo Jehová Satanás.
Entonces pueden atravesar el Umbral y “participar” en mil ceremonias o
aquelarres distintos, de acuerdo a la secta o religión que los haya “iniciado”,
y que tienen la sorprendente característica de ocurrir sola-mente en la
conciencia del adepto pues se trata de una miserable ilusión. Los “Inmortales”
de Chang Shambalá jamás harán participar a nadie en sus reuniones como no sea
para destruirlo, sin embargo, no son pocos los imbéciles que creen conocer el sancta sanctorum de la Fraternidad
Blanca y a su “Instructor Planetario”, el Rey del Mundo.
Pero hay otra manera de “atravesar el
Umbral”, que no requiere de humillaciones ni promesas y que no implica la total
confusión sanguínea del hombre como en el caso de la iniciación sinárquica. Es la que consiste en plantarse orgullosamente, con
las armas en la mano, ante los Guardianes del Umbral… y destruirlos.
Se dirá entonces ¿pero, dónde está el
Umbral? ¿no se trata de un símbolo “iniciático”? No lo es. La Estrategia Sinárquica
se basa en con-fundir, esto es, tornar oscuro lo que debería ser claro. Y una táctica
muy utilizada es dar sentido irreal, simbólico, a aquello que se desea ocultar
y, por otra parte, exaltar como real y concreto aquello que se desea “revelar”.
Así, una realidad como la existencia de las “puertas inducidas” o “dimensionales”
es considerada por las gentes sensatas una fantasía y, por ejemplo, utopías
como el comunismo, el socialismo, la O.N.U. o el Gobierno Mundial, son tenidas
fanáticamente como posibilidades reales.
El Umbral, o sea, la entrada hacia el
plano en que moran los Demonios Inmortales, puede ser fijado y abierto si se posee una técnica apropiada. La Sabiduría
Hiperbórea enseña a abrir “puertas inducidas”, para su uso en tácticas
ofensivas, de siete maneras diferentes. Una es utilizando la tecnología lítica.
Otra es Vrúnica. Una tercera aprovecha las energías telúricas. Una cuarta es
fonética, etc. Pero todas se basan en la distorsión
del espacio, en la intersección de planos, y en el dominio del tiempo.
Abierta la Puerta, por cualquier
sistema, debe procederse con energía y decisión a causar el mayor número
posible de bajas al Enemigo. Puede producir sorpresa esta posibilidad pero lo
cierto es que los “Demonios Inmortales” de Chang Shambalá pueden morir. Estos “Inmortales”, “Maestros de Sabiduría”, Gurúes,
Golen, Sabios de Sión, Black in Man, etc., están irremediablemente ligados al
Demiurgo. Son Inmortales mientras dure la “Creación” material, es decir en
tanto el Demiurgo mantenga su voluntad
puesta en la manifestación. Su existencia es la suerte del animal hombre.
Pero conviene tener presente que en la “Isla Blanca” de Chang Shambalá, junto
con los “Demonios Inmortales”, coexisten, en una mayor jerarquía, los
Doscientos Hiperbóreos venidos de Venus que causaron la mutación colectiva en
la Tierra y encadenaron a los Espíritus Eternos en los animales-hombres que había
creado el Demiurgo. Los Doscientos Hiperbóreos son los Dioses Traidores de la
Atlántida y los Señores de la Llama de Lemuria. Ellos son verdaderamente
Inmortales pero como han tomado cuerpo físico a fin de copular con la Raza
humana, cumpliendo sus absurdos papeles de Manú, pueden ser desencarnados
violentamente, acción que, aparte de trastornar sus planes, tiene la virtud de
destruir la matriz genética de las presuntas Razas raíces.
Se puede, entonces, matar a los Inmortales, que sólo lo son si no se ejerce violencia
contra Ellos pues habitan un pliegue del espacio en el que el tiempo transcurre de un modo diferente, de tal
suerte que sus cuerpos se mantienen fisiológicamente estables en una “edad
determinada”. Con esta terrible afirmación cerraré aquí el paréntesis
doctrinario que abrí más atrás. Se está ya, en virtud de lo expuesto, en
condiciones de interpretar la hazaña del Rey Hiperbóreo Nimrod. Por ejemplo, se
puede ahora calificar a los Kassitas como gran
potencia racial por haber llevado, de acuerdo a la definición anterior, el
teatro de operaciones a la Guarida de los Demonios Inmortales. Proseguiré
entonces, con el relato.
Repetiré lo dicho al comienzo. Los
Kassitas habían pactado con su Dios Arquero Kus para participar en la Contienda
Esencial. Eran guerreros temibles, perfectamente capaces de hacer frente a
bestias, hombres o Demonios.
Peregrinaron durante años hasta que los
Iniciados cainitas decidieron que “la Serpiente de Fuego” más poderosa, esto
es: el vórtice de energía telúrica, se hallaba dentro de los límites de la
ciudad de Borsippa, que ya existía y estaba habitada por una tribu de pastores
habiros. Ello no representó ninguna dificultad para un pueblo decidido a librar
combate a Demonios infernales. En breve tiempo los Kassitas dominaban la plaza
y sus Iniciados cainitas realizaban los Rituales necesarios para “calmar” a la
Serpiente de Fuego.
Inmediatamente después pusieron en práctica
una Estrategia adecuada para la inminente ofensiva. De ella debemos destacar
dos tareas que demuestran la capacidad de los Iniciados cainitas. La primera
consistió en entrenar a una Elite capaz de resistir a la poderosa magia que los
“Demonios” emplearían al abrirse “la Puerta del Infierno”. Esta Elite hiperbórea,
ancestro lejano de la SS ,
tendría la sagrada misión de exterminar a
los Demonios, faena alucinante en la que seguramente perderían la vida o la razón.
La otra tarea era quizá la más simple de
ejecutar pero la que requeriría mayor destreza en el manejo de la Sabiduría
Hiperbórea: construir la “Torre mágica” que, merced a la armonía de sus exactas
dimensiones, su forma y su funcionalidad, canalice la energía telúrica dispersándola en torno al “Ojo de la
Espiral” de energía. En la arquitectura de Templos lo más importante, desde el
punto de vista de la “funcionalidad ritual”, es el plano de la base, su símbolo.
Los más utilizados son: la base circular, en cruz u octogonal, aunque también
se han construido con base rectangular, pentagonal, exagonal, etc. Pero en la
arquitectura hiperbórea de guerra suelen construirse edificios semejantes a
fortalezas cuyo plano de la base casi siempre es un “laberinto”. Debe
utilizarse tal figura debido a exigencias técnicas de la canalización de energías
telúricas y puedo agregar que la aplicación de la “técnica de los laberintos”
es otra de las siete maneras de abrir puertas inducidas. Por supuesto, no cesaré
de repetir, que los productos de estas técnicas hiperbóreas no son automáticos,
es decir, incluyen en su funcionalidad la participación de hombres entrenados.
El plan de guerra de Nimrod constaba,
entonces, de tres pasos: 1ro.) abrir la puerta al plano de Chang Shambalá;
2do.) acceder al famoso Umbral de la iniciación sinárquica; 3ro.) atacar,
atacar, atacar...
Para complementar esta colosal
Estrategia se contaban una serie de detalles logísticos como por ejemplo la
elección de las armas o la posibilidad de emplear las antiquísimas “corazas mágicas”
de la Atlántida. Con respecto a las armas los Iniciados cainitas decidieron que
los guerreros emplearían flechas construidas según una antigua fórmula: las
plumas serían de ibis; las varas, de acacia del Cáucaso; y las puntas, de
piedra, serían pequeñas estalactitas perfectamente cónicas recogidas de unas
cavernas profundas y misteriosas que una tradición chamán afirma se conecta con
el Reino Hiperbóreo de Agartha.
En cuanto a las “corazas mágicas” es fácil
figurarse hoy, a la luz de la moderna tecnología electrónica, cómo sería un “campo
electrostático precipitador de materia”, envolvente de todo el cuerpo. Sin
embargo esta “coraza electrónica”, llamada mágica
en la Epoca de Nimrod, era una defensa común en los días de la Atlántida, hasta
unos 12.000 años atrás. Los Iniciados cainitas sólo lograron dotar por algunas
horas de tal campo protector al Rey Nimrod y a su General Ninurta pues nadie más
en el pueblo contaba con las condiciones de pureza necesarias para aplicar la
antiquísima técnica. ¡Sólo dos guerreros cuando la Atlántida contaba con ejércitos
enteros que empleaban el “abrigo de metal”! Esta técnica sufrió una lenta
degradación hasta desaparecer completamente debido a la confusión sanguínea. En
un principio, cuando los Dioses vinieron a la Tierra hace millones de años,
revistieron su cuerpo físico con una “coraza de fuego”. Luego en la lejana
Lemuria, los Iniciados, Reyes y guerreros, materializaban minerales por lo que
solían llamarse “Hombres de Piedra”. Y, finalmente, en pleno Kaly Yuga Atlante,
los Dioses Traidores materializaban corazas de metal en torno a su cuerpo las
que los protegían de golpes de espada o lanza a la manera de nuestras
medievales cotas de malla. La coraza atlante de metal materializado es, por
otra parte, el origen de la leyenda judía según la cual Nimrod poseía las “vestimentas”
que Adán y Eva lucieron en el Paraíso. Las habría obtenido de Cam, uno de los
hijos de Noé y, más adelante, luego de luchar con Esaú, otro gran cazador, las
habría perdido. Estas leyendas se hallan en los Midrash talmúdicos Sepher
Hayashar (Siglo XII) y Pirque Rabli Eliezer (90-130 D.J.C.) y también en
el Talmud Babilónico (500 D.J.C.), etc.
Los Guardianes del Umbral cuentan también
con corazas y armas poderosas, entre ellas, por ejemplo el “rayo Om” un arma atlante con la que los
dulces “Maestros de Sabiduría” de Chang Shambalá suelen desintegrar a los discípulos
que se muestran díscolos.
Parece un enemigo terrible el así
armado, pero eso es pura apariencia, sólo poderío material. Los guerreros de Nimrod
portarían el Signo hiperbóreo de Hk,
la Runa de Fuego que ningún “Demonio Inmortal” puede enfrentar. Y mucho menos
los Doscientos Hiperbóreos Traidores. Ese Signo representa para Ellos la verdad, el recuerdo inevitable del
Origen Divino abandonado. Y, como a la Gorgona, no les resulta posible mirarlo
sin padecer grave riesgo.
Cuando la Torre estuvo lista se dispuso,
en la torrecilla de la cúspide, una columna metálica de hierro, cobre, plata y
oro, rematada con una gigantesca Esmeralda. Dicha piedra había sido entregada a
los Kassitas por el Dios Kus cuando los comprometió en la lucha con el Demiurgo
Enlil, Jehová Satanás, cuya Morada estaba en Babilonia. Y según contaban los
Iniciados entre susurros, la Piedra Sagrada había sido traída de Venus por los
Dioses que acompañaban a Kus cuando llegaron a la Tierra, antes que el hombre
existiera. Durante las muchas décadas que duró la travesía de los “bárbaros”,
desde la ladera del monte Elbruz, en el Cáucaso, la posesión de este “Presente
del Cielo” fue el estímulo que permitió afrontar todo tipo de penalidades. Era
el Centro en torno al cual se formaba la Raza; era el Oráculo que posibilitaba oír la Voz de
Dios y era la Tabula regia donde se
podían leer los Nombres de los Reyes. Era también el Signo Primordial ante el cual los Demonios retrocederían aterrados
y contra el cual ninguna potencia infernal tenía poder. Por su intermedio se abriría en el Cielo la Puerta del
Infierno y podría entablarse el combate sin tregua contra los servidores de
quien encadenó el Espíritu Eterno a la Materia. Muchos pueblos han sido
llamados “bárbaros” por otros pueblos más “civilizados”, aludiendo a su “salvajismo”
e “inconsciencia”. Pero se necesita ser “bárbaro” para pactar con los Dioses y
tomar parte en la Guerra Esencial. Sólo la garantía
de la pureza sanguínea de unos “bárbaros”, intrépidos e inmunes a las celadas
satánicas, puede decidir a los Dioses a poner en el mundo la piedra angular de una Raza Sagrada. En
otras palabras, las “celadas”, las tentaciones de la Materia, están tendidas en
todas partes y por eso se necesita ser “bárbaro” o “fanático”, pero también
ingenuo, “como niño”, o como Parsifal el loco puro de la leyenda artureana.
Finalizada la construcción del Zigurat,
se enviaron mensajeros a las restantes ciudades y aldeas Kassitas pues su Reino
incluía a Nínive y otras urbes menores, así como numerosos campamentos
septentrionales que llegaban hasta el lago Van e incluso alcanzaban las laderas
del Ararat. Miles de Embajadores fueron llegando a Borsippa para apreciar la
Torre de Nimrod y rendir homenaje a Ishtar
la Diosa de Venus y a Kus su Dios racial, esposo de Ishtar. También llegaron
del Sur, de Babilonia a la que acababan de conquistar, un pequeño número de sus
primos Hititas, con quienes los Kassitas partieron juntos muchas décadas atrás,
desde el Cáucaso.
Todo se preparó para el solsticio de
verano, el día en que Chang Shambalá está “más cerca” de nuestro plano físico.
Ese día el pueblo de Borsippa estuvo reunido junto al gran Zigurat y un
contraste de emociones se adivinaba en todos los rostros. Los invasores
Kassitas, cazadores y agricultores, es decir, cainitas, demostraban
abiertamente su salvaje alegría por culminar una empresa que les había absorbido
varias generaciones. Y en esa alegría furiosa latía el anhelo del próximo
combate. Dice un antiguo proverbio ario: “el furor del guerrero es sagrado
cuando su causa es justa”. Pero si esa sed de justicia le lleva a enfrentar a
un Enemigo mil veces superior, entonces necesariamente
debe ocurrir un milagro, una mutación de la naturaleza humana que lo lleve más
allá de los límites materiales, fuera del Karma y del Eterno Retorno. Leonidas
en las Termophilas ya no es humano. Será un Héroe, un Titán, un Dios, pero jamás
un hombre común. Por eso el pueblo de Nimrod en su furia santa presentía la próxima
mutación colectiva; se sentía elevado y veía disolverse la realidad engañosa
del Demiurgo Enlil. Hervían de valor y así purificaban drásticamente su sangre.
Y esa Sangre Pura, bullente de furia y de valor, al agolparse en las sienes
trae el Recuerdo del Origen y hace desfilar ante la vista interior las imágenes
primigenias. Sustrae, en una
palabra, de la miserable realidad del mundo y transporta a la verdadera esencia espiritual del hombre. En estas
circunstancias mágicas no es extraño que todo un pueblo gane la inmortalidad
del Valhala.
Contrastando con dicha euforia guerrera
se advertía una angustia terrible retratada en los rostros de numerosos
ciudadanos. Eran quienes constituían la primitiva población habiro de Borsippa,
pastores y comerciantes, que adoraban desde siempre al Demiurgo Enlil.
Según sus tradiciones, Jehová Satanás
había preferido al pastor Abel y despreciado al agricultor Caín lo que es
coherente puesto que “pastor es el oficio del animal hombre”, hijo de Jehová,
según enseña la Sabiduría Hiperbórea. Por estas razones experimentaban un odio
profundo contra el Rey Nimrod y los Iniciados cainitas. Un odio como sólo
pueden sentir los cobardes, aquellos que, en todo semejantes a los moruecos y
ovejas que apacentan, se autodenominan “pastores”. Ese odio al guerrero es el
que disfrazado hipócritamente exalta las “virtudes” del sentimentalismo, la
caridad, la fraternidad, la igualdad, y otras falsedades que se conocen muy
bien por sufrirlas en esta civilización
de pastores en que nos ha hundido el judeocristianismo de la Sinarquía. Y
ese odio, que estoy considerando, surge y se nutre de una fuente denominada miedo.
Miedo y Valor: he aquí dos opuestos. Ya
se vio el poder trasmutador del valor, cuya expresión es el Furor del Guerrero.
El miedo en cambio se expresa por el odio pusilánime y refinado, el que después
de múltiples destilaciones da la envidia, el rencor, la maledicencia y toda
clase de sentimientos insidiosos. El miedo es pues un veneno para la pureza de
sangre como el valor es un antídoto. La exaltación del valor eleva y trasmuta;
disuelve la realidad. La exacerbación del temor, en cambio, hunde en la materia
y multiplica el encadenamiento a las formas ilusorias. Por eso los pastores
habiros de Borsippa murmuraban entre dientes las oraciones a Enlil mientras,
como hipnotizados de terror, contemplaban la ceremonia cainita.
A primera hora de la mañana, cuando
Shamash, el Sol, recién había despertado, los tambores y las flautas ya estaban
electrizando el aire con su ritmo monótono y ululante. En las distintas
terrazas de la Torre las Iniciadas danzaban desenfrenadamente mientras repetían
sin cesar Kus, Kus, invocando al Dios de la Raza. Los Hierofantes, en número de
cincuenta, oficiaban los ritos previos a la batalla instalados en torno al
enorme mandala laberíntico construido en el piso de la torrecilla superior con
mosaicos de lapislázuli, réplica exacta del laberinto de la base del Zigurat.
En todo el recinto predominaba el color azul destacándose con un intenso y
titilante brillo la gran Esmeralda verde consagrada al Espíritu de Venus, la
Diosa que los semitas llamaban Ishtar y los sumerios Imnina o Ninharsag.
Mientras los Hierofantes permanecían
bajo el techo de la torrecilla superior, afuera, en los pasillos laterales el
Rey Nimrod y sus doscientos arqueros se preparaban para morir.
El climax bélico iba “in crescendo” a medida que pasaban las
horas. Cerca del medio día podía observarse un vapor ectoplasmático color
ceniza que se colaba por las columnas de la torrecilla superior y giraba lánguida-mente
alrededor de éste, envolviendo en sus caprichosas volutas a los imperturbables
guerreros. Dentro de la torrecilla, el vapor cubría la totalidad del recinto
pero no sobrepasaba la cintura del más alto de los Hierofantes.
La muchedumbre que permanecía
petrificada observando la cúspide de la enorme Torre asistió de pronto, atónita,
a un fenómeno de corporización del vapor. Al principio, sólo algunos lo
advirtieron, pero ahora era visible para todos: la nube adoptaba formas
definidas que permanecían un momento para disolverse y volverse a corporizar
nuevamente. El “motivo” principal de los misteriosos relieves del vapor lo
constituían fundamentalmente figuras de “Angeles”. Angeles o Dioses; pero también
Diosas y niños. Y animales: caballos, leones, águilas, perros, etc. Y carros de
guerra. Era todo un Ejército Celeste el que se materializaba en la nube
vaporosa y giraba lentamente alrededor de la torrecilla. Y al pasar los carros
de combate, tirados por briosos corceles alados, los Angeles Guerreros
alentaban claramente a Nimrod. También lo hacían las mujeres, pero conviene que
nos detengamos un instante en Ellas porque la sola contemplación de su belleza
hiperbórea basta para iluminar el corazón del hombre más pasivo y arrancarlo de
las garras del Engaño. ¡Oh, las mujeres hiperbóreas! ¡Tan bellas! Lucían una
corta falda ceñida en la cintura por delgado cordón del que pendía, al costado,
la vaina de una graciosa y temible espada. El arco cruzado sobre el pecho y, a
la espalda, el nutrido carcaj. Las trenzas de oro y plata de un cabello que se
adivinaba tan suave y ligero como el viento. Y los Rostros. ¿Quién sería capaz
de describir esos Rostros olvidados, tras milenios de engaño y decadencia;
Rostros que, sin embargo, están grabados a fuego en el Alma del guerrero, casi
siempre sin que él mismo lo sepa? ¿quién osaría hablar de esos ojos
centellantes de frío coraje que irresistible-mente incitan a luchar por el Espíritu,
a regresar al Origen, ojos de acero cuya mirada templará el Espíritu hasta el
instante anterior al combate pero que, luego de la lucha, milagrosamente, serán
como un bálsamo de Amor helado que curará toda herida, que calmará todo dolor,
que resucitará eternamente al Héroe, aquel que se mantiene tenazmente en el
Sendero del Regreso al Origen? ¿y quién, por último, se atrevería a mencionar
siquiera sus sonrisas primordiales ante las cuales palidecen todos los gestos
humanos; ante cuyos sonidos cantarinos se apagan las músicas y rumores de la
tierra; risa trasmutadora que jamás podría resonar entre la miseria y el engaño
de la realidad material y que, por eso, sólo puede ser oída por quien también
sabe escuchar la Voz de la Sangre Pura? Imposible intentar esbozar la imagen
purísima de aquellas mujeres hiperbóreas, eternas compañeras de los Hombres de
Piedra, cuya proyección en el vapor ectoplasmático se producía gracias a la
poderosa voluntad de los Iniciados cainitas. Sólo agregaré que dichas imágenes
eran enormes. Mientras las otras figuras giraban a cierta distancia de los
guerreros Kassitas, Ellas se desprendían para abrazarlos y acariciarlos, y
entonces podía apreciarse su tamaño. Doblaban en altura al Rey Nimrod, el
guerrero más alto de Borsippa.
El pueblo veía claramente estas
efusiones y, aunque era evidente que las Diosas hablaban a los guerreros en
tono imperativo, mientras señalaban hacia el cielo, nadie, de entre ellos,
hubiera podido oír si realmente aquellos fantasmas emitían algún sonido pues el
ritmo frenético de las flautas, tambores, tímpanos y arpas, era ensordecedor.
Pero tal vez las mujeres hiperbóreas estuviesen hablando directamente al Espíritu,
tal vez sus voces se dejasen oír dentro de cada guerrero como dicen que sienten
los Augures...
Envueltos en ese frenesí, pero momentáneamente
pasmados de asombro por las alteraciones de la blanca nube, los ciudadanos de
Borsippa no advirtieron cuando una de las Iniciadas abandonó la danza. Subió
corriendo los pisos que faltaban para llegar a la torrecilla, pero antes de
entrar el vapor tomó la forma de una multitud de niños alados que revolotearon
en torno a ella derramando sobre su cabeza etéricos líquidos de no menos etéricas
ánforas. Sin embargo tales manifestaciones sobrenaturales no la detuvieron.
Ungida de pies a cabeza por los graciosos querubes avanzó resueltamente e
ingresó a la torrecilla. Los cincuenta Hierofantes, al advertir su irrupción,
cesaron todo canto, toda invocación, y volviéndose hacia ella la miraban
fijamente. Al fin la Iniciada detuvo su ligero paso adelante de la entrada al
laberinto y, sin decir palabra, tiró de un cordón y dejó caer su túnica,
quedando completamente desnuda... salvo las joyas. Estas eran sumamente extrañas:
cuatro pulseras de oro serpentiformes,
que llevaba arrolladas una en cada tobillo y una en cada muñeca; un collar semejante
a las pulseras; una tiara tachonada de piedras lechosas y opacas; dos
pendientes y dos anillos serpentiformes y una piedra roja en el ombligo.
De todo el conjunto lo que más
impresionaba, por el exquisito diseño y la habilidad de los orfebres, eran las
pulseras. Cada una daba tres vueltas; las de la pierna y brazo izquierdo con la
cola de la serpiente hacia afuera y la chata cabeza hacia el interior del
cuerpo; las pulseras enrolladas en la pierna y brazo derecho mostraban a la
serpiente como “saliendo” del cuerpo; en el collar, la serpiente apuntaba con
su cola hacia la tierra y la cabeza, extrañamente bicéfala esta vez, quedaba
justo bajo la barbilla. Todas las serpientes tenían unas pequeñas piedras
verdes incrustadas en los ojos, y el cuerpo labrado y esmaltado de vivos
colores. Al ver estas maravillosas piezas de orfebrería nadie
habría sospechado que eran en realidad delicados instrumentos para canalizar
energías telúricas. La muchacha es de una belleza que quita el aliento. Se la
puede observar mientras recorre con paso seguro el laberinto, que parece
conocer muy bien pues casi no se distingue el piso, bajo la densa nube de vapor
ectoplasmático. Si llegase a equivocar el camino, si diese con una valla, sería
tomado como un mal augurio y debería suspenderse la operación hasta el
siguiente año. Pero la Iniciada no vacila, tiene abiertos los Mil Ojos de la
Sangre y ve allá abajo, en la base de la Torre, cómo la energía telúrica, cual
irresistible serpiente de fuego, también recorre el laberinto resonante. Y
todos confían en Ella, en la terrible misión que ha emprendido, que comienza
allí pero se prolonga en otros mundos. Confían porque es una Iniciada maga,
nacida quinta en una familia de zahoríes, de sangre tan azul que las venas
quedan dibujadas como árboles tupidos bajo la piel transparente. Todos piensan
en ella mientras recorre el laberinto cantando el himno de Kus.
Los Hierofantes contienen la respiración
mientras las esbeltas piernas de la Iniciada recorren con destreza los últimos
tramos del mosaico-laberinto: ya está por llegar a la “salida”. ¡Ha triunfado!
Pero ese triunfo significa la muerte,
según se verá enseguida. Justo al final del laberinto se halla la columna de
piedra y metal adonde refulge con raro brillo la Esmeralda hiperbórea. La
Iniciada se detiene frente a ella y, elevando los ojos al cielo, asciende los
tres peldaños que conducen a la base de la columna, la cual es de baja estatura
pues la Esmeralda apenas llega al nivel del pubis. Cosa curiosa: la Esmeralda
ha sido tallada en forma de vagina, con una hendidura central, la cual es
posible ver pues se halla en la faceta superior, la que se encuentra enfrentada
con el techo del templo. Por el contrario, a la Iniciada, a pesar de hallarse
desnuda, no es posible observarle sexo porque un pliegue de carne le cubre el
bajo vientre, absolutamente lampiño. Esta característica física, que hoy en día
sólo conservan las mujeres bosquimanas, es la prueba más evidente de su linaje
atlante-hiperbóreo. Las mujeres cromagnón poseían una “pollera natural de piel”
y las antiguas egipcias de las primeras dinastías también, como puede
comprobarse en numerosos bajorrelieves.
La Iniciada ha recorrido el laberinto,
ha “guiado” a la serpiente hasta el templo superior y la ha conducido a través de
la columna de piedra y metal. Ahora su ígnea cabeza comienza a presionar bajo
la Esmeralda hiperbórea encendiéndola mágicamente y bañando de luz verde el
enorme recinto y a todos sus ocupantes. Afuera el retumbar de tambores y
flautas ha adquirido un ritmo tan rápido y una intensidad tal que resulta
imposible pensar o hacer otra cosa que no sea contemplar el Zigurat, la
torrecilla de la cima rodeada por Nimrod y sus arqueros. Estos últimos,
mientras tanto, observan a través de las columnas la escena interior, invisible
para el pueblo reunido en la base del Zigurat.
Quincuagesimotercer Día
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Es ya el medio día,
el momento preciso en que Shamash se halla en lo alto. La voz grave de uno de
los cincuenta Hierofantes se dirige a la bella Iniciada, hablando con frases
cortas, pronunciadas con la cadencia de una oración ritual:
–Oh Princesa Isa:
La suerte de la Raza está en tus
manos.
Hemos recorrido muchas tierras
y atravesado incontables países,
para llegar hasta aquí,
buscando dar la Batalla Final.
Años de caminos y penurias
desde que abandonamos las montañas
sagradas
adonde nacimos dos veces
y en cuya cima Kus nos reunía
y nos hablaba de los Tiempos
Primordiales.
Conocimos en esos lejanos días
que no somos de aquí.
Y, luego de recordar nuestro
Divino Origen,
¿Cómo podríamos permanecer allí,
engañados por El, el “Anciano”
Enlil?
Sí, todo se envileció ante
nuestra vista.
Los campos se agostaron súbitamente.
Las flores tornaron horrible su
perfume,
y el calor de Shamash ya no nos
pareció bueno.
De pronto vimos las espigas raquíticas
y hasta las montañas perdieron su
imponente altura.
Todo eso ocrurrió cuando miramos
el mundo
luego de que el Sabio Kus
nos hablara del Cielo olvidado
llenándonos el pecho de
nostalgia.
Entonces fue cuando decidimos
emprender el Sendero de Regreso
al Origen.
Y cobrar cara la traición de los
Demonios
que nos habían engañado con su
magia.
Muchos fuimos los que partimos
desde la montaña sagrada,
hacia distintas direcciones.
Y muchos son los Reyes
que con sus pueblos hiperbóreos
buscan desde entonces
el camino del Cielo.
Pero Kus nos había advertido
que algunos no llegarían pronto
si volvían a ser engañados
por los astutos Demonios.
Mas a nosotros nos dirigió
certeramente
porque no tenemos otro fin
que conquistar el Cielo.
Nos guía el invencible Nimrod
a quien El teme
porque su Sangre es Pura
tan azul como el mar
y tan roja como el amanecer de
Shamash.
Somos un pueblo valeroso como el
león
y volamos alto como el águila,
pero nuestro ojo es agudo
y nuestras garras despedazan al
Enemigo.
Somos un pueblo duro
que no conoce el perdón
y no da tregua en la lucha.
Nos conduce Nimrod
arquero como no hay otro en la
Tierra.
Las estrellas lo dibujaron
cazando en el cielo.
Llevamos con nosotros
la Piedra Verde de Kus
para que no volvamos a perdernos
¿qué más podemos pedir?
¡Apártense, Demonios infernales!
porque hay aquí un pueblo despierto
a quien no podrán atemorizar
ni engañar jamás.
¡En guardia, Demonios malditos!
porque se ha levantado una Raza
indómita
que Os presentará combate a
muerte.
Hoy el camino ha llegado a su
fin.
Atrás ha quedado el gran mar Kash
y el país de Kashshu;
sepultados en las rutas holladas
permanecen nuestras mujeres y niños,
nuestros ancianos y los mejores
guerreros.
Muchos han caído por la gloria de
Kus
y por seguir al heroico Nimrod,
el jefe que nos conducirá a la victoria
en
éste o en otros cielos.
En Borsippa hemos acampado.
Para construir la Torre más alta
del mundo
y domar la Serpiente de Fuego.
Como nuestro Zigurat no hay otro
ni en Babilonia ni en Assur,
ni en el lejano Egipto,
ni en la tierra de los arios.
Desde que el Diluvio cubrió la
Tierra
y castigó a los Demonios
que habitaban las islas de Ruta y
Daitya
no se ha visto otra Torre igual.
Los Dioses se alegran por
nosotros
y los Demonios nos temen.
¡Cuánto hemos trabajado para
construirlo!
Oh Isa, este esfuerzo no debe ser
en vano.
La Iniciada se hallaba en el mismo
sitio, parada frente a la Esmeralda de Kus, guardando respetuoso silencio
mientras sus ojos, bellamente ras-gados se mantenían fijos en el Hierofante.
Este continuó con su monólogo:
Hemos venido aquí a morir
luchando
y tú, dulce Princesa
has elegido morir primero
para abrirnos la Puerta del
Cielo.
¡Castigaremos a los Demonios
y vengaremos tu muerte, divina
Isa,
hija de la Serpiente de Venus!
Palideció visiblemente la hermosa
Iniciada cainita; sin embargo sus ojos brillaron fieramente mientras de su boca
brotaban estas valientes palabras:
–El Constructor de Mundos de
Ilusión,
el infame Enlil,
se ha hundido en un sueño eterno,
mientras su cuerpo fecundado
nace y renace en todo lo
existente.
El se ha aliado con los Demonios
que habitan en Dejung,
la ciudad mil veces maldita,
la ciudad del Horror y del Engaño,
cuya Séptima Muralla
posee una entrada oculta
en el país de los hombres
amarillos.
El ha confiado en los Demonios
para que prosigan su obra
perversa.
Y Ellos nos han encadenado
y nos impiden regresar al mundo
de Kus,
adonde se encuentra el Palacio
del verdadero Dios HK,
cuyo Nombre no puede ser
pronunciado
sin
morir.
Pero aunque Dejung está lejos,
sus Puertas están en todas
partes.
Siete Puertas tiene Dejung,
y
Siete Muros la circundan.
La Demonia Dolma posee las llaves
pero sólo los locos se dejarían
guiar por Ella.
¿Cómo pondrán sitio entonces
los valientes Kassitas
a la fortaleza de Dejung?
¿Si los Demonios ya saben
de nuestros santos propósitos
y si su ojo está clavado en
nosotros
desde la torre Kampala?
Lo haremos como nos enseñó
nuestro Dios Kus, el Señor de
Venus,
despertando del sueño
al miserable Enlil y obligándolo
a abrir la Puerta del Cielo
y a tender el puente
sobre las lúgubres murallas
de Dejung Kampala.
Iniciados Kassitas: ¡Ved todos
que Enlil ha despertado!
El Dios Que Duerme es idiota,
gusta de flautas y tambores,
de danzas y de cantos
y que adoren Su Nombre,
pero
también desea sangre
pues padre es de sacerdotes,
de sucios pastores y
sacrificadores.
Sólo la Sangre Pura
hará brotar al monstruo
de las profundidades.
¡Proceded Hierofantes!
¡Que Isa está dispuesta
a morir en la guerra,
de todos, la primera!
Viajaré por los mundos
donde los muertos velan
los Demonios acechan
y los Dioses esperan.
Me acompañará Kus
a quien todos respetan.
Y en nombre de Nimrod
obligaré a la Bestia
a que abra las Puertas
en bien de nuestra gesta.
¡Proceded Hierofantes
que Isa está dispuesta!
En ese momento tres cosas sucedieron
simultáneamente: el Sol llegó a su zenit; la música cesó de golpe, inundando
los oídos de silencio; y de una puñalada certera el Hierofante segó la vida de
la bella Princesa Kassita. El cuchillo de jade degolló limpiamente el cuello níveo
por encima del collar bicéfalo. Dos Iniciados sostuvieron el cuerpo exánime
mientras la sangre caía a borbotones sobre la brillante gema y se introducía en
su hendidura uterina, convertida ahora en ávida garganta. Entonces comenzaron a
ocurrir las cosas más maravillosas que ojos humanos hubieran contemplado desde
muchos siglos atrás.
Quienes se hallaban dentro de la
torrecilla pudieron contemplar una escena terrorífica: al caer la sangre se
apagó por un instante la luz que emanaba de la Esmeralda, pero luego, como una
saeta, una columna de fuego se elevó raudamente del piso de la torrecilla
envolviendo al pedestal y a la gema. El cuerpo de la Princesa yacía en el
suelo, imposible de ver bajo impenetrables nubes de vapor geoplasmático que, a
cada instante, se hacían más densas. Sin embargo una imagen espectral, con su
misma belleza des-nuda, podía observarse claramente junto a la columna de fuego
entregada a una especie de forcejeo. El portento ígneo, que en un primer
momento no superaba el espesor de una pata de elefante, era ahora tan ancho
como un círculo de seis hombres. Inicialmente había serpenteado fieramente semejando
un infernal ofidio, pero luego, al expandirse, fue adoptando lentamente la
inconfundible figura del Dragón. Era un Dragón flamígero cuya espantosa imagen
se hacía a cada instante más nítida, en la medida en que aumentaba el forcejeo
con el fantasma de la Princesa Isa.
Conviene aclarar que sólo habían
transcurrido unos minutos desde que la Princesa expirara hasta el momento en
que se materializara el monstruo de fuego. Conviene aclararlo porque a partir
de allí todo sucedió demasiado rápido... o quizá los testigos perdieron la noción
del tiempo.
De pronto las fauces de aquella bestia
primitiva, aquel Leviatan, Rahab,
Behemoth, o Tehom-Tiamat
exhalaron un rugido terrible, al tiempo que una enorme llamarada barría la
estancia consumiendo y carbonizando a numerosos Hierofantes. Sólo los
sobrevivientes pudieron observar el increíble espectáculo de aquella bestia de
fuego jineteada por la Iniciada
muerta. La Princesa Isa, su fantasma, había trepado a la cabeza del monstruo
sentándose entre las aletas triangulares del escamado lomo. Esa audaz acción
hizo que el monstruo emitiera el infernal rugido y la mortífera flama. No
obstante tal reacción y las feroces sacudidas de la bestia, la Princesa repetía
imperturbablemente estas palabras:
–Espíritu de Enlil, de El, de Yah
y de Il
que fecundas la Tierra
y produces la vida
y engañas a los hombres
con tu falsa opulencia
y esas ilusorias riquezas que
ofreces.
Dios que alguna vez estuviste en
lo alto
pero que ahora has caído
y te has vuelto completamente
idiota,
no nos encadenes también a
nosotros
en este Universo infernal
que has construido
imitando el verdadero Cielo.
Nosotros nos iremos
porque ya estamos hartos de ti,
de todas tus trampas,
y de los Demonios que te
secundan.
¡Abre la entrada del antro
infernal
donde moran tus cobardes
secuaces!
¡Te conjuro a hacerlo El
en nombre del verdadero Dios,
padre de Kus
a quien tú traicionaste!
¡Por HK!
¡Te conjuro a abrir la Puerta
en nombre de HK!
Al oír este Bendito Nombre la fiera se
replegó instantáneamente hacia el piso de la torrecilla, enrollándose en torno
a la columna de piedra y metal. Su cabeza, sin embargo, se balanceaba amenazadora
sin que este alarde afectara la prestancia de la espectral Iniciada, quien se
mantenía firmemente tomada de su lomo. El Dragón telúrico no demostraba
intenciones de obedecer, actitud que llevó a la valerosa Princesa a obrar de
manera drástica. Inclinándose estiró la mano haciendo el gesto de tocar su
propia sangre en la cuenca repleta de la Esmeralda hiperbórea. Acto seguido
dijo:
Esta sangre que hoy ha sido
derramada
y hacia la cual te has
precipitado,
Señor de todas las cosas,
es mi sangre: una sangre sagrada
del linaje de los Dioses de
Venus.
En ella está el recuerdo
de nuestro Origen Divino
y del verdadero Dios HK.
Con su substancia he untado mis
dedos
y ahora trazaré en tu frente
el Signo del Origen.
Ante él no existe defensa.
¡Te conjuro a que abras la Puerta
Enlil, rey de los Pastores,
por el Nombre de HK
y el Signo Sagrado!
La Princesa dibujó rápidamente su símbolo
en la frente del monstruo y he aquí que el prodigio mayor aún no había sido
alcanzado. La horrible criatura de fuego se disparó hacia arriba, como un
resorte, atravesando el techo de la torrecilla y llevando en su testa a la
bella jinete.
Quienes estaban afuera, en los pasillos
del Zigurat y alrededor de su base, aún hacían silencio pues sólo habían
transcurrido unos minutos desde que cesara la música y porque los terroríficos
rugidos que emitía el monstruo, invisible para ellos, bastaban para silenciar
cualquier garganta. En el momento que la Princesa dibujaba el Signo primordial
y el Dragón se elevaba, un grito de espanto brotó de todas las bocas. Justo
sobre la torrecilla, a no mucha distancia de su techo, el Cielo se corrió como
si se hubiera rasgado una tela.
Una negra abertura era ahora claramente
visible para todos los que presenciaban el extraño fenómeno. Y lo más curioso y
anormal era que el tenebroso agujero
ocultaba totalmente al Sol, a pesar
de que éste, por hallarse mucho más alto, debería
verse desde algún ángulo lejano. Sin embargo nadie vio más al Sol, aunque
su luz seguía iluminando el medio día como si estuviera en su zenit. Es
comprensible que sometidos a tan intensas emociones nadie se preocupara por la
suerte del Sol pues, en tanto que el terror había paralizado a los cobardes
habiros, los Kassitas aullaban de furia elevando los puños hacia el cielo. Es
que el espectáculo era impresionante y justificaba cualquier distracción. El
monstruo de fuego, luego de que la Puerta del Cielo se abriera, se había
transformado totalmente. En un primer momento pareció como si la espantosa
cabeza se hubiese introducido en la tenebrosa abertura ya que sólo era visible
un cilindro resplandeciente, como un haz de fuego, que surgía de la torrecilla
y se internaba en las alturas. Pero pronto fue evidente que una metamorfosis
estaba ocurriendo y al cabo de unos segundos un nuevo prodigio se ofrecía a la
azorada vista de los habitantes de Borsippa. Primero se tornó bulboso y se
cubrió de protuberancias, mientras cambiaba de color y se teñía de marrón;
luego, muy rápidamente, los bulbos se extendieron hacia afuera y se
transformaron en afiladas ramas cubiertas de agudas púas y de algunas hojas
verdes; apenas unos segundos después era un gigantesco árbol de espino el que
se erguía, insólitamente, sobre el Zigurat del Rey Nimrod.
Desde la base de la Torre sólo se veía
parte del tronco y del follaje superior, pues la copa parecía perderse adentro
de la Puerta del Cielo mientras que la raíz permanecía oculta a la vista, en el
interior de la torrecilla. Pero lo que vale la pena destacar es que, no bien se
completó la metamorfosis, desapareció todo vestigio de fuego, energía o plasma,
y el fenómeno se estabilizó no produciéndose más cambios. Parecía entonces como
si el árbol espino hubiese estado siempre allí... si no fuera por la siniestra
rasgadura del Cielo que sugería atrozmente todo tipo de anormalidades y
alteraciones del orden natural.
Pero nadie dispuso del tiempo suficiente
como para horrorizarse. No bien se hubo abierto
el Cielo dos figuras corrieron velozmente hasta la última rampa, la que
conducía a la terraza de la torrecilla, y, ya allí, tensaron los arcos
apuntando hacia el Umbral. Eran Nimrod y Ninurta, el Rey y el bravo General,
los únicos guerreros que poseían la coraza de metal y que, por eso, avanzaban
primero, protegidos por la Elite de
arqueros.
El Rey y el General apuntaban sus arcos
hacia las tinieblas de la abertura tratando de distinguir un blanco cuando, súbitamente,
dos figuras emergieron blandiendo sendas espadas. Los Demonios, con aspecto de “hombre
de raza blanca”, de cinco codos de alto, parecían flotar en el aire, pero de
alguna manera obtenían punto de apoyo pues lograron descargar sus espadas sobre
los heroicos arqueros. Las hojas relampaguearon al surcar el espacio pero
rebotaron sin penetrar en las corazas de Nimrod y Ninurta. Sin embargo el
impacto hizo a éstos rodar aturdidos por el techo de la torrecilla que hacía
las veces de última terraza.
Una lluvia de flechas se abatió entonces
sobre los “Demonios In-mortales” y, aunque muchas de ellas rebotaron en sus
corazas, otras tantas penetraron acribillándolos. Cayeron los gigantes
malheridos junto al Rey Nimrod quien rápidamente los decapitó, enarbolando sus
enormes cabezas ante la enfervorizada muchedumbre.
Mientras el Rey Nimrod hacía esto y
luego arrojaba hacia la multitud el sangriento trofeo, el General Ninurta,
acompañado por parte de la Elite guerrera, comenzó a trepar por el árbol Enlil
que unía el Cielo con la Tierra. ¡Por primera vez en miles de años un grupo de
Guerreros Sabios se aprestaba a tomar por asalto a Chang Shambalá!
Le ruego, Dr. Siegnagel, me permita
hacer un breve alto en el relato para que pueda expresar en un poema lo que
pasa por mi Espíritu al evocar la última gesta maravillosa de aquel pueblo
hiperbóreo que sabía lo que hacía, en medio de un mundo que era pura confusión.
Luego retomaré nuevamente el relato en el preciso momento en que los guerreros
de Nimrod se aprestaban a invadir el Umbral de la iniciación sinárquica.
¡Valerosos
guerreros Kassitas!
Su hazaña iluminará eternamente
a todos los pueblos hiperbóreos
que decidan tomar el Cielo por asalto
y regresar al origen primordial
del que Jehová Satanás los ha privado.
Porque Ellos combatieron a los Demonios
y despertaron del Gran Engaño.
Pero hasta ahora nadie ha logrado
igualar la gloria de Nimrod, “el Derrotado”.
Por eso los que aquí quedamos
debemos intentarlo nuevamente
Junto a Kristos Lúcifer “el Enviado”.
El Dios de los que “pierden” durante el Kaly
Yuga,
y los Dioses Leales al Espíritu del hombre
que esperan el momento designado
en que doce hombres
de la Sangre más Pura
y un Siddha
se reúnan al final del Kaly Yuga
en suelo Americano.
Entonces el Gral será encontrado
y luego de mil años de traiciones
caerá la venda de los ojos, despertando;
la Puerta nuevamente será abierta
y Chang Shambalá con sus Demonios
será definitivamente aniquilado.
Pero hasta ahora nadie ha logrado
igualar la gloria de Nimrod, “el Derrotado”.
Es cierto que pocos lo intentaron:
algunos iberos, algunos celtas,
troyanos, aqueos, dorios o romanos,
muchos godos y muchos germanos.
Pero nadie hasta ahora ha logrado
igualar la gloria de Nimrod “el Derrotado”.
Tal vez en Montsegur los Cátaros
o los Caballeros teutones
de Federico II Hohenstauffen,
o el más grande de todos,
nuestro Führer, con su Eje mágico
y un pueblo valeroso que ante nada retrocede;
acaso El como nadie lo ha buscado. Y así muchos la eternidad
ganaron
y de este Infierno se han marchado.
Pero no definitivamente
pues una Batalla Final será librada
y volverá Nimrod
Junto a los grandes Héroes del pasado.
Odín, Wothan, y Wiracocha,
Heracles, Indra y Quetzacoatl,
desde el Valhala llegarán cantando,
rodeados de Walkirias primorosas
y música de antaño.
Y Ellos levantarán Ejércitos enormes
de Vivos, Inmortales y Resucitados.
Una sola virtud será exigida:
se llama honor
y dignifica al hombre
que del Engaño ha despertado.
La Guerra será Esencial
y el Demiurgo y sus huestes, derrotado,
liberará al fin a los Espíritus Eternos
que de Venus llegaron
para que regresen adonde Dios espera,
en un Mundo que no se ha creado.
¡Y al
partir del Universo de Materia,
de la locura, del Mal y el Gran Engaño,
los que regresan cantarán a coro
las hazañas de Nimrod, “el Derrotado”!
Proseguiré ahora con el relato. El árbol
Enlil poseía ramas espaciadas y rectas, que en realidad eran enormes púas, de
modo que podía treparse por ellas como si se tratase de una gigantesca escala.
Esto fue justamente lo que hicieron los valientes Kassitas preparándose a
ascender por el árbol y sitiar la “Puerta del Cielo”. No bien el General
Ninurta y cincuenta guerreros hubieron trepado lo suficiente comprobaron que se
hallaban frente a la entrada de una caverna, o a la imagen de ella. Saltaron
audazmente del árbol, sin saber aún si podían hacer pie en el misterioso mundo
al que entraban por la “Puerta del Cielo”, y se hallaron en un suelo claramente
rocoso. Algunos se volvieron para mirar y vieron al árbol que se perdía en insondables
alturas; y también el borde de un abismo, a pocos codos de donde estaban
parados, por el cual se distinguía, a muchos pies de distancia: el techo de la
torrecilla de donde emergía el gigantesco tronco; el
Zigurat; los hombres del pueblo reunidos en torno; y el perímetro amurallado de
la ciudad de Borsippa. Contrastando con la intensa luz exterior, adonde todavía
seguía siendo medio día, una suave penumbra reinaba en aquel sitio. Sin embargo
había suficiente luz como para distinguir los detalles de la siniestra caverna:
se veían siete escalones de piedra y, a partir del último, un pasadizo que se
perdía en la distancia. Pero sobre la entrada, siguiendo la curva de su arco,
estaban clavados siete estandartes triangulares. Cada uno llevaba escrita una
misma leyenda, en otras tantas lenguas diferentes. En su propio idioma kassita
pudieron leer:
No oséis poner los pies en este umbral
si antes no habéis muerto a las
pasiones
y a las tentaciones del Mundo.
Aquí sólo se llega para renacer
como Iniciados en la Fraternidad
Blanca,
pero para obtener tal privilegio
es necesario morir primero.
¡Adeptos: si aún estáis vivos,
si la llama del deseo primordial
aún arde en vuestros corazones,
si conserváis el recuerdo
y alimentáis el propósito,
entonces huid, mientras estéis a
tiempo!
Evidentemente se trataba de una maniobra
estratégica. La leyenda, aparentemente destinada a presuntos adeptos a la
iniciación, tenía por objetivo desconcertar y provocar la duda a los intrusos.
Sin embargo, lejos de lograr estos fines, el mensaje arrancó instantáneas
carcajadas en los guerreros Kassitas.
Por el árbol espino venían ya trepando
Nimrod y Ninurta seguidos por otra escuadra de arqueros. Pronto estuvieron
reunidos y como nada ocurría se dispusieron a ingresar en la infernal caverna.
–¡Isa, Isa! –comenzó a llamar a gritos
el Rey Nimrod, alarmado por la ausencia de la Iniciada a quien nadie había
vuelto a ver desde que el Dragón se elevara hasta el Cielo. En ese momento
alguien notó que los estandartes habían borrado su tentador mensaje y se
reescribían solos, persistiendo en aquella táctica de dirigirse a los guerreros
con palabras engañosa-mente espirituales:
–Viajeros Kassitas,
en este lugar sólo hallará la
locura
quien no posea un Corazón justo
y un Alma dulce y devota
capaz de adorar al Gran
Arquitecto del Universo
y servirle en su Gran Obra.
Vosotros no poseéis totalmente
estas virtudes.
Sin embargo ¡Sois afortunados,
Kassitas!
Aunque equivocados en vuestro propósito
el haber sabido llegar hasta aquí
os favorece
y es por ello que os haremos una
oferta
por esta única vez, ahora y para siempre:
os ofrecemos servir, junto a
Nosotros,
a El Uno, Señor del Gran Aliento,
Creador de la Tierra, del Cielo y
de las Estrellas,
de incontables Mundos semejantes
a éste,
y de otros lokas tan extraños y sutiles
que resultan inconcebibles para
cualquier mortal.
Sois valientes y puros, Kassitas,
pero habéis sido engañados por el
Demonio Kus
quien os mostró un Paraíso
inexistente.
Debéis abandonarlo, y aceptar el
Plan de El Uno.
Os ofrecemos ahora pasar las pruebas
y servir al Dios Uno a Nuestro
lado.
Pensadlo bien Kassitas,
habéis matado a dos de nuestros Hiwa Anakim
los Sagrados Guardianes del
Umbral
y eso es grave falta por la cual
deberéis purgar.
Sin embargo aún os ofrecemos
servir,
en las filas de la Fraternidad,
al único Dios.
Si os decidís ahora, si aceptáis
el trato,
debéis dejar las armas en el
Umbral
y despojaros de toda intención
agresora,
y de los signos malditos que portáis.
¡Hacedlo pronto Kassitas!
porque es oportunidad única la
que os damos.
Hacedlo y podréis atravesar sin
peligros
el pasillo que está ante
vosotros.
Pero tened presente que debéis
cruzarlo
con el arrepentimiento en el Alma
porque enseguida arribaréis a un
lugar Muy Santo
llamado “El Templo de la
Sapiencia”,
adonde seréis Iniciados en los
Misterios de El Uno.
Se miraron vacilantes Nimrod y Ninurta;
esperaban hallar enemigos formados para el combate pero allí sólo había estúpida
magia. Los estandartes, con las palabras que se han visto, habían atraído misteriosamente
la atención de los Kassitas. Entre los guerreros, algunos no sabían leer, pero,
extrañamente, el mensaje llegaba igual a sus mentes. Y, aunque no entendían
muchos de los conceptos empleados, sabían
perfectamente que se intentaba comprarlos,
toda vez que se les proponía una oferta;
sobornarlos para que abandonasen la lucha y se rindiesen sin presentar batalla.
¿Los Kassitas derrotados, desarmados con “palabras”? ¿Y cuál sería el precio
cobrado por tan cobarde claudicación? Nada menos que servir al odiado Enlil...
Un murmullo se elevó desde la Elite guerrera: se intentaba engañarlos y aparte
se había insultado a su Dios Kus. La sangre hervía en las venas de los heroicos
Kassitas. Pero el mensaje proseguía:
Si aceptáis Nuestra generosa
oferta
os convertiréis en los Guerreros de la Rosa,
aprenderéis la Doctrina del Corazón
y, merced a esta Sabiduría,
descubriréis en vuestro propio
Corazón
a El, a Aquel por quien sois
todo,
al Anciano de los Días,
al Señor de los Eternos Veranos,
al Kumara Sanat.
Si aceptáis, lucharéis siempre
por El
y por su Pueblo Elegido Habiro,
cuya simiente se halla muy cerca
de vosotros.
Si aceptáis regresaréis al mundo
como Adeptos Iniciados
en el Misterio de la Kâlachakra
la Ciencia más poderosa de la
Tierra.
Y gracias a sus secretos
seréis los hombres más fuertes,
no habrá enemigos que se os
puedan enfrentar.
Seréis Magos respetados,
Generales victoriosos,
Reyes invencibles,
hombres riquísimos,
depositarios de un Poder
como nunca se ha visto.
Compartiréis la gloria de reinar
en el Mundo
Junto al linaje elegido por El
en el día no lejano en que El,
como YHVH-Sebaoth
se presentará ante unos pueblos
numerosos,
adoradores de la Materia,
y los conducirá con brazo firme
desde la Sinarquía de Su Poder...
–¡Nooo! –Resonó como un trueno la voz de
Nimrod–. ¡No miréis el maldito estandarte! Su voz está afuera, en el Mundo del
Engaño. ¿Qué os dice vuestra Sangre Pura, guerreros Kassitas? ¿No aprendimos de
Kus, el Hiperbóreo, que intentarían comprar nuestras armas? ¿Y no nos dijo Kus,
allá en nuestras montañas lejanas, que ceder a los Demonios sería nuestro fin?
Desenvainó su espada y con un rápido
movimiento se infligió una herida en la mano izquierda.
–Escuchad –prosiguió– Yo, Nimrod, quien
os ha guiado victoriosa-mente en mil batallas, os digo que debemos combatir
hasta la muerte a estos viles Demonios que no se atreven a enfrentarnos. Os
digo que mienten y que con sus promesas sólo buscan perdernos –levantó su mano,
de la cual manaba abundante sangre– ¡Aquí está mi sangre, que es la más pura
del mundo! Con ella trazaré el Signo HK
en este estandarte infernal y luego entraremos a matar a los Demonios. ¡Nuestro
Signo es invencible!
Con su dedo pulgar derecho, embebido en
sangre, dibujó el Signo del Origen e instantáneamente pareció como si un fuego
consumiese a los siete triángulos encantados.
–¡Matemos a los Demonios! –gritaron a coro
todos los guerreros.
Sin embargo no alcanzaron a ingresar al
túnel. Aún humeaban en el suelo los restos de los estandartes cuando los
Demonios de Shambalá, que observaban ocultamente la reacción de los Kassitas,
se dispusieron a emplear una de sus terribles armas atlantes: el “cañon OM”. Primero fue un sonido suave,
penetrante y agudo, como el cantar de la cigarra. Luego comenzó a subir de tono
y de volumen hasta hacerse irresistible.
–¡Isa, Isa! –gritaron a dúo Nimrod y
Ninurta. Efectivamente, descendiendo de lo alto por las espinas del árbol
Enlil, estaba a la vista el espectro de la princesa Kassita. Los miraba
fijamente y parecía hablar enérgicamente pero, en un primer momento, nadie oyó
nada, pues el mono-sílabo de El emitido intensamente había aturdido a casi
todos. Sin embargo era impresionante la fe que los Kassitas sentían por la
Iniciada de Kus y quizá esta confianza hizo que pronto oyeran, o creyeran oír,
sus instrucciones.
–¡Poneos atrás de Nimrod y de Ninurta!
Observad fijamente el Signo de HK
que tienen grabado en sus espaldas y dejad que fluya en vosotros la Voz de la
Sangre. Su rumor apagará cualquier cosa que os perturbe. Y vosotros, valientes
Jefes: tenéis un arma poderosa; veréis que ella os protege. Miradme a mí y
confiad, que pronto cesará vuestro dolor.
Dando un salto hasta el Rey y el General
la Iniciada puso sus manos en las cabezas de aquellos Héroes produciendo la
exaltación de una como aura brillante en torno de sus cuerpos. Esta operación
produjo evidente alivio pues un segundo después ambos estaban maldiciendo,
aunque no lograban aún oír sus propios juramentos.
Mientras en el Cielo ocurrían los
sucesos que acabo de narrar, abajo, junto al Zigurat, el resto del pueblo vivía
curiosas experiencias. Cuando Nimrod arrojó las cabezas de los Demonios la
algarabía fue muy grande y poco tiempo después las mismas pendían ensartadas en
sendas lanzas. Estas cabezas eran bastante más grandes que las de un hombre
normal, aunque no llegaban a doblarla en volumen. Los cabellos rubios y largos
enmarcaban un rostro cuadrado, de ojos rasgados y negros y enorme nariz
ganchuda. La boca era de labios carnosos, detalle que se apreciaba
perfectamente pues los Demonios carecían de barba.
Las picas fueron clavadas ante la imagen
de Kus mientras las Iniciadas transportaban los enormes cuerpos para proceder,
ante el Dios de la Raza, a arrancar el corazón de los Demonios. Una Iniciada
hizo la abertura en el blanco pecho y extrajo el corazón, que curiosamente se
hallaba en el lado derecho. Luego quitó el órgano al otro Demonio y elevó las
sangrientas vísceras en sus manos para que el pueblo las viera. Y aquí ocurrió
un enésimo prodigio pues, al contacto con el aire, los corazones se
transformaron en flores, con el consiguiente espanto por parte de la
muchedumbre integrada por hombres y niños. Eran dos rosas rojas con un trozo de tallo espinoso cada una, pero nadie las
reconoció como tales pues todavía no existían las rosas sobre la tierra, y es
probable que aquellas eran las primeras que veían ojos humanos desde el
hundimiento de la última Atlántida. La Iniciada las arrojó despectivamente a
los pies de Kus y todos regresaron junto al Zigurat donde, en ese medio día
interminable, se erguía el gigantesco espino.
La Elite de doscientos arqueros habían
ya trepado por el espino Enlil y penetrado en la negra abertura. Quedaba
alrededor del Zigurat el resto del Ejército Kassita: la infantería, los
zapadores, los lanceros y auxiliares, y numerosos arqueros que no pertenecían a
la Elite. También estaban varias escuadras de guerreros de otras ciudades que
habían venido a Borsippa como escoltas de Embajadores y Nobles. Y todos
levantaban el puño hacia el Cielo y gritaban: –¡Kus, Nimrod; Kus, Nimrod! –alentando
a su, ahora, invisible Rey y deseando íntimamente recibir la orden de trepar
por el espino para colaborar en la lucha. Varios Príncipes y Jefes militares
estaban junto a las tropas, pero nadie se hubiese atrevido a dar ninguna orden
sin recibir antes señales de Nimrod o de Ninurta.
Acompañaba a la gritería de las tropas
un coro de mujeres y niños, que componían el resto del pueblo. Pero los
pastores habiro, por supuesto, continuaban atemorizados, invocando en voz baja
a Yah, El, Il, Enlil, su amado Demiurgo. Y las Iniciadas, que tímidamente
primero, y luego con cierta urgencia, habían subido a la torrecilla superior
para indagar sobre la suerte corrida por los Hierofantes, comprobaban que todos
habían perecido. Y por eso lloraban a gritos y maldecían al siniestro espino.
Pues los Iniciados que no murieron cuando la terrible lengua de fuego abrasó la
torrecilla estaban ahora ensartados en gruesas y largas púas que cubrían la
totalidad del recinto azul. ¡El pueblo Kassita había perdido a la Elite de Iniciados
cainitas; su suerte estaba ahora solamente en manos del Rey Nimrod!
Pero entonces, el sonido del cañón OM comenzó a invadir el ámbito de la
ciudad y pronto se hizo tan insoportable que muchos cayeron al suelo desmayados
de dolor. Una nueva nube de vapor geoplasmático, ahora brotando del suelo de
Borsippa, se propagó rápidamente. La niebla subió hasta una altura igual a la
mitad de un hombre y cubrió a los que se des-plomaron sin sentido. Los primeros
en rodar, casi instantáneamente, fueron los habiros; hombres y mujeres; niños y
ancianos; todos caían en el acto, fulminados por el penetrante sonido. Y a
continuación ocurrió, quizá, el penúltimo
gran fenómeno de ese día glorioso.
De pronto, tan misteriosamente como se
había formado, la niebla comenzó a disiparse dejando al descubierto a numerosos
hombres y mujeres que yacían tendidos en el suelo o que intentaban levantarse.
Pero el prodigio era que los habiros, en
su totalidad, habían desaparecido. Y el sonido diabólico, el monosílabo de
El, también cesó en ese momento.
Los Kassitas, al comprobar que los
habiros no estaban a la vista pensaron que habían huido pues muchos de ellos
eran sus esclavos o sirvientes y esta presunción aumentaba su furor. Pero los
habiros no habían huido: toda su comunidad experimentó los efectos selectivos
del cañon OM cuyo sonido,
convenientemente afinado, tiene la propiedad de producir la teletransportación.
En lugares distintos, a muchas millas de distancia, se “encontraron” los
pastores habiros al recobrar el conocimiento y si bien al principio maldecían a
Nimrod y a su “magia”, atribuyendo a ésta la culpa de sus involuntarios viajes,
al tener noticias de la suerte corrida por Borsippa, agradecieron a su Dios Yah
por haberlos salvado. Muchos despertaron en Nínive o en Assur, pero otros
fueron a parar a sitios tan lejanos como Ishbak,
Peleg, Serug, Tadmor o Sinear. De hecho, muchas familias
tardaron años en reunirse, separadas por distancias de doscientas o trescientas
millas, lo que contribuyó a difundir, de manera distorsionada, la hazaña de
Nimrod en el Oriente Medio. A todo esto, en Borsippa, un arquero se asomó por
la negra abertura del cielo y gritó:
–¡Guerreros, al ataque! ¡Nimrod vence!
Este llamado era anhelado por el pueblo
Kassita y causó que, un instante después, miles de guerreros se lanzaran al
asalto del Cielo.
Quincuagesimocuarto Día
|
Cuando Nimrod y
Ninurta se convencieron de que el rayo sónico OM no podía contra ellos se aprestaron a invadir el Umbral. El
pasillo era lo suficientemente ancho como para que pudiesen avanzar de a cinco
a la par, cosa que hicieron a la carrera. Al frente iba la espectral figura de
la Princesa Isa, seguida por Nimrod, Ninurta y el resto de los arqueros, menos
una docena que quedaron de guardia a la entrada. Aquella caverna, construida
con el fin de atemorizar a los aspirantes a servir al Demiurgo, tenía las
paredes cubiertas de bajos relieves monstruosos y leyendas misteriosas e impías.
También existían puertas laterales que daban a ciertas “cámaras” en donde la
Demonia Dolma suele presentarse en su lasciva desnudez, rodeada de una corte de
Sacerdotisas prostitutas. Ella es la encargada de “guiar”, y “hechizar” a los
adeptos que ignoran los peligros de la magia sexual.
Estas y otras muchas trampas alucinantes,
destinadas a confundir y someter la voluntad de los ingenuos aspirantes que
suelen aventurarse a atravesar el Umbral, se hallaban montadas, acechantes, en
toda la interminable longitud del siniestro pasillo. Pero ninguno de tales
trucos podía detener a los que estaban más allá de los sentidos; a los que sólo
oían la Voz de la Sangre Pura; a quienes su determinación los había llevado a
luchar al Cielo.
La vanguardia Kassita llevaba recorrida
una longitud de dos estadios cuando el túnel concluyó abruptamente dando lugar
a tres salas, una a continuación de la otra, en cuyas entradas grandes
inscripciones en varios idiomas permitían saber que se hallaban en el “Templo
de la Ignorancia y del Aprendizaje” o en el “Templo de la Fraternidad” o en el “Templo
de la Sapiencia”. La primera sala se hallaba vacía, salvo un altar con los
odiados símbolos de Enlil. La segunda poseía dos altares y dos enormes columnas
de basalto a su entrada. La tercera ostentaba un suntuoso altar con un ataúd y,
grabados en paredes y techos, los símbolos más obscenos y malditos que nadie
podía concebir sin perder la razón. Y en todas las salas había ricas alfombras
y tapices cubriendo pisos y paredes; y sahumerios aromáticos que impregnaban el
espacio, suavemente iluminado por varias lámparas de aceite. Las tres salas,
tan curiosamente decoradas, constituían sin duda un espectáculo inusitado para
aquellos hombres aguerridos que minutos antes se encontraban en una humilde
ciudad del desierto. Sin embargo, estos extraños ambientes no pudieron ser
debidamente apreciados por los Kassitas pues la lucha comenzó tan pronto
ingresaron en la primera sala. Allí un grupo de los “Guardianes del Umbral”, Hiwa Anakim, semejantes a los que
Nimrod decapitara momentos antes, les cerraban el paso.
A pesar de poseer aspecto fiero, y de
ser bastante grandes en tamaño, esos engendros de la magia negra no son muy
efectivos para la lucha. Han nacido de la cópula entre los Dioses Traidores y
las hembras del animal hombre en la ceremonia del Sabbat, que es antiquísima,
de la Epoca en que dichas prácticas destruyeron a la Atlántida. Muchos millares
de tales seres demoníacos viven en Chang Shambalá (o Kampala o Dejung, etc.),
son totalmente imbéciles y sirven en los “Ejércitos” de la Gran Fraternidad
Blanca. Empero, hay personas más imbéciles que los Hiwa Anakim:, son quienes al verlos los toman por “Angeles” o “extraterrestres”.
Los Guardianes rodeaban a un anciano
calvo, semidesnudo, de raza amarilla, que parecía un habitante de las lejanas
montañas Kuen Luen. Tenía en sus manos un Dordje
o Cetro de Poder, esto es, un transductor poderosísimo que permite operar a
modo de “llave” o “gatillo” en toda la gran maquinaria resonante que es el
Universo material. El Cetro, una vara con cabeza esférica de piedra, emitió un
rayo bermejo que golpeó secamente el pecho del General Ninurta arrojándolo
fulminado en el piso. Pero el Enemigo no tuvo tiempo de alegrarse de este golpe
pues una certera flecha atravesó el corazón del Demonio amarillo provocando,
tan extraordinaria respuesta, gran confusión entre los Hiwa Anakim. Ahora el
choque se hizo inevitable; mientras unos Demonios arrastraban el cadáver del
viejo hasta el “Aula del Aprendizaje”, otros se dirigían, espada en mano, hacia
los guerreros Kassitas. Una lluvia de flechas mágicas cayó sobre ellos, pero en
ambiente tan reducido pronto la distancia se acortó y hubo que pelear cuerpo a
cuerpo. Ya habían caído varios Demonios acribillados y algunos más no tardaron
en seguirlos por el efecto de las espadas Kassitas. Nimrod abrió un claro entre
los atacantes y, seguido de su escuadra, pasó a la siguiente sala. Allí la
lucha se hizo encarnizada y se vio que el número de Demonios era elevado.
Pero Nimrod estaba enfervorizado. Había
distinguido, a través de la segunda sala, a un personaje resplandeciente, que
dirigía el ataque. Se asomaba por momentos al Templo de la Sapiencia desde una
puerta que parecía dar a un amplio patio, pero luego de gritar órdenes se
apartaba para dar paso a otros torpes Hiwa Anakim. Era un Nefilim, uno de los “Dioses
Traidores”, pero Nimrod, impresionado por su aspecto Divino y sus grandes alas
blancas, le tomó por el mismo Enlil. Apuntó cuidadosamente y disparó cuando la
imagen del Nefilim se dibujó en la puerta. La flecha trazó una suave curva en
el espacio y fue a dar directamente al pecho del Demonio, rebotando como si
hubiese pegado contra una roca.
–¡Perro Nimrod! –gritó el Nefilim con el
rostro desfigurado por el odio–. ¿Así respondes a nuestra oferta? Ahora morirás,
tú y todos los tuyos. Serán pasto de nuestros Hiwa Anakim que, por cierto,
tienen buen apetito.
Dicho esto se apartó de la puerta,
mientras un tropel de Demonios irrumpían hacia Nimrod mientras éste observaba
horrorizado cómo muchos Hiwa Anakim se entregaban a devorar ferozmente a los
guerreros caídos. Esta visión arrancó un grito de espanto al Rey Kassita y
mientras su espada mantenía a raya a los atacantes, observaba que las bajas
eran terribles entre su Elite de arqueros. Ese fue el momento en que dio la orden
de buscar refuerzos. Unos momentos después miles de guerreros irrumpían en los
malditos Templos de la iniciación sinárquica.
Pronto los Hiwa Anakim fueron
sobrepasados y Nimrod tuvo tiempo de reunir a sus arqueros sobrevivientes.
Quedaban menos de la mitad pero los refuerzos llegados eran impresionantes, al
extremo que amenzaban saturar los tres Templos que ya habían sido tomados. Había
que intentar una salida hacia el patio exterior. Nimrod espió por la puerta en
que viera al Nefilim y comprobó que daba al patio de un enorme Palacio, en
medio de una ciudad ciclópea. Un cuadro que quitaba el aliento.
Es que estaban en el corazón de Chang
Shambalá, muy cerca del Palacio del Rey del Mundo. El conjuro de los Iniciados
cainitas había sido tan efectivo, apoyado, desde luego, por el Misterio de la
Sangre Pura, que la Serpiente de Fuego les había allanado las Siete Murallas.
El túnel de la iniciación sinárquica las atraviesa, para que los discípulos del
Demiurgo puedan llegar hasta los Maestros de Sabiduría. Pero conviene que haga
algunas aclaraciones. A pesar de todo lo que se ha visto hacer a los Iniciados
cainitas y a Nimrod, no se trata de magia la clave para llegar a Chang Shambalá,
sino de Estrategia. De nada valdría que alguien pudiera “abrir la puerta” si su
Espíritu se encuentra dogmatizado o es víctima de cualquiera de las tácticas
psicológicas que emplea la Fraternidad Blanca para lograr la Sinarquía
Universal. Por eso la verdadera hazaña
de Nimrod fue atravesar el túnel y los tres Templos con las armas en la mano, lo que habla, y hablará para siempre, de la Sangre Más
Pura de la Tierra. Porque esos lugares son
las cámaras de engaño más poderosas que existen en el mundo. Nada se les
puede igualar, ni los tratamientos con drogas que puedan emplear los Servicios
Secretos de Occidente, completados con hipnosis, ni cualquier otro sistema de “programación
psíquica”. Quienes van a parar allí, personas útiles a la Sinarquía, Jefes de
Estado, religiosos, Reyes, personas ricas e influyentes, presidentes de
corporaciones, etc., “retornan completamente hechizados, dispuestos a trabajar
de lleno para cumplir su misión”. Son los “Iniciados” de la Sinarquía, han “muerto”
y “vuelto” a “nacer”; pero lo que en realidad ha muerto en ellos es el Espíritu,
el Recuerdo de Sangre, que ahora, sumidos en una total confusión estratégica, ya nunca sentirán.
En el patio exterior al Templo de la
Sapiencia, donde se habían atrincherado los valientes kassitas, toda una legión
de Hiwa Anakim espada en mano y varias escuadras de Sheidim, los enanos de piel
terrosa, esperaban inquietos. Estos enanos, de enorme cabeza, son el producto
de la cópula ritual entre los hombres y ciertos animales, durante las orgías de
magia negra atlante. Transportados en masa a Chang Shambalá, luego de la
hecatombe, habitan en lóbregas cavernas y realizan toda suerte de tareas para
los “Maestros”. Ultimamente han sido “re-descubiertos” en Occidente como acompañantes
de tripulantes de O.V.N.I.S., pero, en verdad, se trata de una especie terrestre
milenaria. Dominan un arma antipersonal paralizante que da sensación de frío y
puede producir desmayos pero que no es mortal. Se muestran agresivos y son de
temer si no se les conoce y no se poseen los conocimientos necesarios para
neutralizarlos. Pero cuando llevan las de perder son cobardes y huyen en
desbandada. Son feroces carnívoros pero no gustan la carne humana como los
feroces Hiwa Anakim. Ellos son los responsables del robo de reses, mutilaciones
de animales y succiones de sangre, así como los Hiwa Anakim suelen desayunarse
con desprevenidos ciudadanos que jamás vuelven a “aparecer”.
La vista del patio exterior no podía ser
más espeluznante, pero Nimrod deseaba enfrentarse al cobarde Nefilim y vengar
las horrorosas bajas producidas entre sus hombres por los gigantes antropófagos.
Para ello trazó una simple Estrategia. Enviaría a la infantería en horda
seguidos de una vanguardia de lanceros. Atrás quedaría la Elite de arqueros
protegiendo la retaguardia y disparando permanentemente a los blancos más
seguros. En la confusión Nimrod intentaría llegar hasta el Nefilim.
El Emin Nefilim cuyo nombre era Kokabiel, uno de los doscientos Dioses
Traidores que vinieron de Venus, siguieron el Sendero de la Mano Derecha y
fundaron la Fraternidad Blanca o Jerarquía Oculta de la Tierra, se hallaba
dirigiendo a sus huestes de pesadilla escudado tras una enorme fuente de
surtidor. Su aspecto era deslumbrante pues estos Demonios son orgullosos y
sienten placer por mostrar una apariencia bella, tratando vanamente de competir
con Kristos Lúcifer, Señor de la Belleza Increada.
Nimrod dio la orden de atacar y una
horda de guerreros Kassitas se precipitó contra la cerrada formación de los
Demonios. Los enanos dispararon sus armas de “cinturón” y produjeron algunos
tropiezos entre los primeros guerreros, pero pronto se vio que el ímpetu que
llevaban haría imposible detenerlos de ese modo. Comenzaron a llover docenas de
flechas al tiempo que chocaban las dos vanguardias generándose una tremenda
refriega. En ese momento Nimrod, que se había dirigido aparentemente en sentido
contrario, cayó de dos saltos sobre Kokabiel intentando degollarlo con un
filoso puñal de Jade. Esa arma, procedente de China, la había recomendado Isa
como muy efectiva para abatir a los Demonios.
Rodando en mortal abrazo dos Hiperbóreos
enemigos, el blanco Nimrod y el tenebroso Kokabiel, jugaban sus inmortales e
ilusorias vidas tratando de apuñalarse mutuamente. Era algo que no se veía
desde 8.000 años atrás.
Pero sus cuerpos pertenecían a dos Razas
distintas. Kokabiel era enorme, casi el doble de tamaño que el valeroso Nimrod,
y esa ventaja física, sumada a su odio que constituía una energía casi
palpable, abrasadora, ponían en aprietos al Rey Kassita.
–¡Muere, Perro Nimrod! –gritó el Nefilim
mientras presionaba el cuello del Rey Kassita, sorprendido en mortal llave de
lucha.
–¡Muere y regresa al mundo infernal de
los humanos mortales! –comenzaron a crujir los huesos del infortunado Rey.
–¡Imbécil Nimrod! ¿Querías conquistar el
Cielo? El castigo será terrible. Te encadenaremos de tal forma que regresarás a
la conciencia mineral o, peor aún, al mundo elemental de las larvas etéricas. Y
tardarás milenios en quitarte la rueda del Karma, maldito Nimrod. Y con tu
pueblo haremos un escarmiento definitivo. ¡Será borrado de la faz de la Tierra!
Pero tu derrota será recordada siempre por el linaje habiro de YHVH. –¡Crack!, sonó lúgubremente el
espinazo de Nimrod al partirse.
–Ja, Ja, Ja, –reía cínicamente Kokabiel–.
Sí que te va bien ese nombre: “Nimrod, el Derrotado”. Así serás recordado,
perro Nimrod. Ja, Ja, Ja. ¡Ahhaha! –aulló
horriblemente el Nefilim al advertir que el cuchillo de jade había penetrado
hasta la empuñadura en su cintura.
En todo momento de la lucha había
tratado Nimrod de hundir el arma pero ésta resbalaba en la coraza electrostática
con precipitación mineral que lo protegía. Al fin, cuando se sintió morir,
difundió su conciencia en la Sangre, a la manera hiperbórea, y dejó que el último
esfuerzo de su brazo fuese guiado por los impulsos primordiales. Y entonces la
mano, temiblemente armada, se disparó directamente a un punto de la cintura del
Nefilim, justo sobre el hígado, adonde un vórtice de chakra generaba un punto débil
en la armadura.
Ahora Kokabiel estaba muerto, y nunca más
viviría en este Universo, tal es el misterio que tratan de ocultar los Demonios
Nefilim de Chang Shambalá. Pero Nimrod agonizaba junto al gigantesco cadáver…
Al caer Kokabiel un súbito desconcierto
se generó entre las huestes demoníacas. Sin embargo las voces de otros cobardes
Nefilim los incitaban a luchar sin retroceder. La matanza era terrible y la
sangre cubría ya gran parte del patio, sembrado con cientos de cadáveres. Una
escuadra de zapadores comenzó a incendiar los corredores adyacentes y pronto
ardió el Palacio que se hallaba, evidentemente, evacuado. En medio de la
confusión, algunos guerreros sentaron al Rey arquero contra la rumorosa fuente
y le vieron sonreír mientras el titilar de las voraces lenguas de fuego
proyectaba sombras danzantes sobre su rostro. También le vieron hablar con el
espectro de Isa. Algunos hasta pudieron oír con claridad lo que decían:
–Oh, Isa. ¿Dónde has estado Princesa?
–Muy lejos, Valeroso Nimrod –respondió
la Iniciada muerta–. El monstruo de fuego Enlil me transportó fuera del mundo
terrestre, hasta la Casa de su Amo Shamash, el Sol. Allí vi una Ciudad de
Fuego, con los Demonios más infernales que nadie puede imaginar. Había once “Dioses”
semejantes a Enlil. Y uno, Oh Nimrod, que no puede ser descripto por ningún
mortal sin correr el riesgo de perder la cordura. El monstruo más espantoso y
abominable que imaginarse pueda en una eternidad de locura. ¡Y habitaba en
Shamash! ¡Y todo, Oh Nimrod, todo lo existente, todo cuanto vimos aquí, en este
Infierno, y en otros muchos mundos que atravesó el monstruo, todo estaba vivo,
palpitaba, y era parte de El!
Pero debes alegrarte, Oh Nimrod, porque
ni El pudo con el signo primordial de HK.
–¡Tórnate árbol! –le ordenó Shamash al Dragón Enlil– y confunde en la gnosis
primordial de tus frutos a ese Signo
que nos recuerda al Incognoscible!
–De pronto, intrépido Nimrod, me hallé
en la copa de un árbol espino, un Manzano, un Rosal, un Almendro, un árbol que
los era todos a la vez, un árbol cuyos frutos contenían el Secreto de la
Serpiente, la Sabiduría del Creador Enlil, el Conocimiento que cuidan los
Demonios porque es la heredad de los animales hombres y de los Pueblos Elegidos
por El. Ese árbol colgaba de negros abismos y llegaba hasta Shamash. Comencé a
descender y muchas criaturas infernales me acechaban, pero todas huían al
comprobar que portaba el Signo. Me encontraba muy preocupada pues debía cumplir
la misión de hallar el Sendero de Regreso al Origen, tal como nos fue
encomendado por los Sabios cainitas. Toda la esperanza de la Raza estaba puesta
en mí y no podía fracasar. Y para colmo de apremios percibía la Voz de Shamash
que hablaba al Perro del Cielo y decía:
–¡Oh Sirio! ¡Oh Sión! ¡Oh Divino Can! Tu nunca mancillada Faz debe contemplar como los
seguidores de Kristos Lúcifer, el enviado del Incognoscible, se alzan contra el
Plan de El Uno, desafían las leyes cósmicas y buscan abandonar el Universo de
los Soles. ¿Permitiremos nosotros, los Arquitectos de Todos los Mundos, que los
Espíritus esclavos se liberen del
yugo de los ciclos, de los manvantaras y de los pralayas? Responde, Oh Tú, que
vives en la Paz del Uno. Dinos si podemos aceptar que el ungido Lúcifer, el
Kristos, revele el Misterio del Vril a los Espíritus atados a la evolución de
nuestras Santas Voluntades. Pues he aquí que El Enviado se ha instalado en
nuestra Mansión, y desde allí alienta la Redención de la Sangre Pura. Ilumina
el interior de los hombres con un nuevo
Sol que nadie ve, un Sol Negro que recuerda al Origen Divino del Espíritu y
despierta la Nostalgia del Regreso. ¿Permitiremos esta abominación, Oh Sirio?
Si ellos descubren el camino de Regreso a los Mundos Increados ¿qué será de
nuestras cadenas planetarias, confiadas al desenvolvimiento dudoso de las mónadas?
¡Debemos impedirlo! ¡Oh Sirio-Sión, Perro del Pastor Uno que cuidas del Rebaño
Cósmico, hunde tus dientes en la Serpiente Redentora y líbranos de la amenaza
de liberación espiritual para que continúe
eternamente la esclavitud de aquellos que son semejantes al Incognoscible sin
saber qué son!
–¡Oh Nimrod, no temas! –exclamó la
Princesa al comprobar que el rostro del moribundo Rey Kassita se ensombrecía–. ¡Hemos
triunfado, Oh Tú, el vencedor de Kokabiel! Mientras los Demonios hacían oír sus
blasfemas voces por todo el orbe yo trataba de cumplir con la misión de la Raza
y hallar el Sendero de Regreso. Para ello concentraba mi atención en el Sol
Negro, pues ésa es la única manera de conservar la ventaja estratégica obtenida por la pureza de sangre, cuando una
luz vivísima partió desde atrás de ese Centro Racial. Era un rayo verde, de una pureza inefable, que
atravesaba el Centro Increado y revelaba, para nuestra Estirpe, la Puerta
Original de las Mansiones Perdidas. ¡Oh Nimrod, en un instante todo se tornó
claro, toda confusión se disipó! Ya no podría perderme jamás porque ahora sabía
que nunca nos habíamos extraviado, ni confundido, ni pecado, ni caído. Ni
siquiera nos habíamos movido nunca. ¡Oh, Nimrod! Al disiparse la totalidad del
Gran Engaño he tenido la certeza de que ya no tendríamos que regresar porque
estábamos allí sin saberlo. ¡Hemos con-quistado la Libertad del Espíritu,
Valiente Nimrod! Y la posibilidad
absoluta de ser nosotros mismos nuestra propia creación, de ser nosotros la
matriz de nuestro propio parto. ¡Es la Voluntad del Incognoscible, Divino
Nimrod, que lo podamos todo!
Pronunció las últimas palabras la
Princesa Isa, acompañando el suspiro final del Rey Hiperbóreo: –Ya poseía el
Secreto del Regreso al descender del espino, cuando os vi en la entrada de la
infame caverna iniciática, pero era bueno para dar prueba de la pureza
alcanzada por el linaje de Kus que se librara la Batalla Final entre los
Kassitas de Nimrod y los Demonios de Chang Shambalá. Para que perdure en la
memoria racial de los hombres aún encadenados el recuerdo de esta hazaña y sea
evocada al fin de la Era del Pez, cuando los Trece Dioses recuperen la Corona
de Lúcifer y despierten definitivamente a los pueblos hiperbóreos. Entonces
caerá Chang Shambalá con sus Demonios, y en un Holocausto de Fuego sin fin
sucumbirá la maldita obra del Demiurgo Jehová Satanás.
Nimrod yacía muerto en Chang Shambalá.
Junto a él, con una mueca de horror indecible en el crispado rostro, estaba el
cadáver del Nefilim Kokabiel, quien había sido Maestro de hechiceros y magos.
Su Ciencia había resultado inútil ante la tenaz decisión de los puros Kassitas
y dicho fracaso demostró que para el hombre, trasmutado en Hombre de Piedra,
siempre es posible luchar contra los Demonios y vencer. Claro que esa victoria espiritual puede ser también
una derrota, si es medida con la vara
del animal hombre. Porque, de hecho, es considerado como “derrota” toda
victoria que no trae aparejado un éxito material comprobable con las pautas
morales de las sociedades “sinarquizadas”. Pues la moral de una sociedad es
función de su Cultura y, ya se vio, “la Cultura es un arma estratégica” para la
Sinarquía. Por eso quienes luchan contra las fuerzas satánicas, los hombres
despiertos, serán siempre tildados de “derrotados”. Y por eso el Gran Ser que
ilumina el Sendero Interior de los
hombres, Kristos Lúcifer, es llamado el Dios de los Perdedores: porque todos
sus seguidores siempre “pierden” durante el Kaly Yuga.
Yacía pues Nimrod, el Derrotado, muerto
en Chang Shambalá. Sus bravos Kassitas habían sido completamente exterminados
en una vasta área de la Ciudad Maldita, hasta donde los condujo su furor
guerrero. A la luz reverberante de los últimos fuegos podía observarse el
osario espantoso en que se tornaron los Templos y los patios. El primer
Palacio, llamado “Mansión de los Manúes”, adonde se depositaban los anales de
las Razas Raíces y que era utilizado por los Maestros de Sabiduría para
entrenar a sus enviados, fue
reducido a cenizas. Un enorme Monasterio y varios templetes dedicados a “divinidades
menores”, siempre destinados a entrenar “enviados” o sea a engañarlos tácticamente,
también sufrieron los efectos del fuego. Comparado con estas importantes pérdidas,
la resistencia ofrecida por los Demonios había sido mínima. Sólo arriesgaron su
pellejo el vil Kokabiel y el Maestro Chino que empleó el Dordje, limitándose a
enviar contra los guerreros Kassitas legiones de gigantes Hiwa Anakim y de enanos Sheidim. Como se
diría ahora, utilizaron una “masa táctica” compuesta de “robots” o “androides”.
Es que ellos no pueden arriesgar sus
vidas pues son muy pocos. Hace millones de años eran doscientos. Nimrod
liquidó a uno… Seguramente cueste creer que tan pocos sean capaces de tanto.
Pero debe pensarse que Ellos poseen el “apoyo” de miles de “Maestros”, o sea de
“Iniciados” animales hombres, Almas de grado evolutivo superior, y cuentan con
el dominio estratégico de la conciencia
planetaria.
Aquel “medio día” interminable permaneció
inalterado durante toda la Batalla de Nimrod y se puede considerar su extensión
aproximada como de unas doce horas. En el momento en que el Rey Kassita
expiraba y se extinguía el combate en Chang Shambalá, el último prodigio sacudía
a Borsippa. Habían ya subido al Cielo todos los guerreros disponibles, más de
cuatro mil, incluyendo algunos visitantes, y la ciudad presentaba entonces un
extraño aspecto.
Con esa muchedumbre compuesta mayormente
por mujeres y niños que no cesaba de gritar, superponiéndose sus protestas a un
fondo de música guerrera tañida por la Iniciadas cainitas. Y esa torre
imponente, erguida hasta el Cielo en abierto desafío. Y ese árbol espino en su
cúspide, ese árbol rosáceo que simboliza la sublimación de la materia por parte
de El y su encaje en las Jerarquías Cósmicas cuyo supremo regente es aquel que
se autodenomina “Uno”. Y ese medio día
interminable, sin la imagen de Shamash... ¡Verdad que Borsippa presentaba un
raro aspecto en ese, su último día!
Ya no había esclavos en Borsippa; el
linaje de Yah, la sangre de Abram, los pastores habiro, serían salvados. Pero
tampoco había cobardes para huir cuando la lenteja
plateada apareció en el cielo. Todos quedaron mudos de asombro mientras el
gran ojo de plata emergía de una
sospechosa nube. Y todos murieron en sus puestos cuando el rayo atómico dio de
lleno en la Torre de Nimrod. El calor desarrollado fue tan tremendo que la arena
se fundía y chorreaba como el agua. Un huracán mortal, un círculo expansivo de
fuego, partió de Borsippa matando a cualquier ser viviente en diez millas a la
redonda.
Se empleó otra de las armas tácticas
atlantes dando así cumplimiento al ruego que Enlil y Shamash hicieran al Perro
del Cielo, Sirio-Sión, y que la Princesa Isa presenciara. Y una vez consumado
el ataque, la lentícula de plata desapareció de toda vista física para retornar
al centro de donde había sido proyectada, en Chang Shambalá.
Al disiparse el humo sólo se sostenía en
pie la séptima parte de la Torre de Nimrod; Shamash continuaba su viaje hacia
el Occidente y el árbol espino y la Puerta del Cielo ya no existían. La
pesadilla había terminado: el Umbral estaba a salvo para continuar prestando
sus servicios a las iniciaciones sinárquicas y los Hijos del Sol de Medianoche
habían fracasado nuevamente.
Sólo quedaría el recuerdo racial de la
gran hazaña de Nimrod y los restos calcinados de su Torre, tal como pueden
verse aún hoy en la Torre de Borsippa, con la arena vitrificada por el calor
nuclear adherida todavía, tras los milenios, a sus muros. Y también perdurarían
las calumnias inventadas por los pastores habiros y recogidas por la tradición árabe
y judía. En el Talmud y en diversos escritos rabínicos puede leerse,
convenientemente alterada, parte de esta historia. Se menciona allí a la Torre
de Nimrod “desde la cual sus arqueros disparaban flechas al Cielo”, el “orgullo
luciférico” del Rey Kassita, su Torre “confundida” con la de Babel, etc. También
se han hallado tablillas de arcilla grabadas en escritura cuneiforme, que
cuentan más objetivamente los hechos, y numerosos Kudurros, piedras grabadas
que solían colocarse en Templos o como límites territoriales, con referencias a
la hazaña de Nimrod.
Quizá de todas las falsificaciones
hechas en torno a esta gesta hiperbórea, la más insidiosa sea la referencia de
H.P. Blavatsky en la Doctrina Secreta, adonde se escribe que “una élite de
sacerdotes asirio-babilónicos descubrió la manera de escapar al Plan de Evolución
del Logos Solar y abandonó la Cadena Planetaria, junto con su pueblo, rumbo a
las ‘estrellas’, donde continúan su
evolución”. Es decir que la mencionada agente de la Sinarquía pretende
capitalizar la hazaña de Nimrod en favor
de las teorías sinárquicas.
El resto del pueblo Kassita continuó
dominando durante un tiempo pero finalmente se fundió con sus primos Hititas
pues, ya se ha dicho, “una Raza que pierde sus Iniciados cainitas es una Raza
moribunda” y, junto con Nimrod, habían partido para siempre la Elite de
Iniciados cainitas. Sin embargo la expansión Hitita llevó a habitar nuevamente
Borsippa, la cual fue en parte reconstruida, pero nadie se atrevió a tocar las
ruinas de la terrible Torre.
En Chang Shambalá siempre está presente
la historia de Nimrod y con la consigna de evitar futuros intentos de ese tipo
es que muchos “enviados” se han ocupado durante siglos de eliminar pruebas al respecto y de confundir sobre la metodología táctica empleada en el ataque. Bera
y Birsa han sido dos de los Inmortales de la Fraternidad Blanca que más han
trabajado en este sentido. Sin embargo varios pueblos hiperbóreos imitaron, en
mayor o menor medida, la hazaña de Nimrod: uno de ellos fue el pueblo vikingo
de Groenlandia, que “abrió la Puerta”, cerrada luego por Quiblón-Colón. Otro,
más reciente, es el pueblo alemán del Tercer Reich que contaba con la Sabiduría
Hiperbórea de la Elite de Iniciados cainitas de la Orden Negra d: el Führer de Alemania pudo así, con perspectivas de éxito,
emprender nuevamente la mutación colectiva de la Raza e intentar la conquista
del Cielo. Pero los resultados de esta
nueva gesta hiperbórea seguramente aparecerán, a quienes se hallan bajo los
efectos de la Magia Sinárquica, como una “derrota”.
Para concluir este resumen de la
historia de Nimrod diré que el Rey Kassita, su bravo General Ninurta, sus
Iniciados, y todo el pueblo que murió en Borsippa, emprendieron el definitivo
Regreso al Origen guiados por la indómita Princesa Isa.
Mientras tanto los Demonios idiotas Hiwa
Anakim devoraban sus cuerpos en Chang Shambalá y el Rey del Mundo pronunciaba
su Oración vespertina, retrasada doce horas ese día por la hazaña imborrable de
Nimrod.
En un Museo de La Plata, en Buenos
Aires, se halla el famoso Kudurru de Kashshu, descubierto en Susa, donde
formaba parte del botín del Rey elomita Shutruk-Nakhunte del siglo XII A.J.C. En él está grabada
la regia figura de Nimrod pisando a la
Luna y al Sol, y con una estrella de ocho puntas, símbolo del planeta
Venus, sobre su cabeza. A su lado, un Zigurat, recuerda a su famosa Torre.
Abajo de esta imagen hay dos columnas de escritura cuneiforme en lengua Hitita
adonde se menciona la muerte del Rey y se advierte que nadie debe olvidar su
hazaña. Transcribiré parte de dicho texto según la erudita versión del Profesor
Ramirez de la Universidad de Salta, considerada universalmente como la más
exacta:
La Muerte de
Nimrod
Desde una famosa Torre
cuyas
ruinas aquí están
el Rey
Nimrod al Cielo ha partido.
¡Un día
volverá!
Mas él
no ha ido
a los
Dioses su rodilla a hincar.
Con el
arco tensado ha subido
dispuesto
a matar.
Sus
flechas a Shamash han herido
mas
pronto ha logrado sanar.
Pero
Nimrod se ha ido
aunque
algún día volverá.
Una
Diosa lo guía,
Isa se
llama,
es la
misma Ishtar,
y un
pueblo lo acompaña,
son los
bravos Kassitas
que
junto a él lucharán.
Pues
Nimrod ha partido
y con
nosotros ya no está
aunque
dicen las leyendas
que un
día volverá
con
su arco tensado
dispuesto
a matar.
Quincuagesimoquinto Día
|
De manera muy
semejante a los Kassitas del Rey Nimrod, se comportaron los vikingos de Groenlandia
en el siglo XIV, Dr. Siegnagel.
Fue por eso que los Demonios de Chang Shambalá enviaron allí a Quiblón en el año
1447, a cerrar la Puerta de Thule que ellos habían abierto. De regreso a
Lisboa, luego de cumplir con éxito su misión, Quiblón se prepara para el
siguiente gran paso: navegar hacia el
Oeste, en dirección de las Puertas del Paraíso Terrenal y de K'Taagar. A la
primera la debería abrir y disimular para que sólo fuese empleada por los
miembros del Pueblo Elegido y sus aliados, los Golen. A la segunda, “otra
puerta de Thule”, la debería cerrar definitivamente: la Puerta de K'Taagar, o
de Agartha, era la misma que los Atlantes Blancos alcanzaron miles de años atrás
marchando hacia el Este y que en los mapas medievales figuraba como “País de
Catigara”, el Reino del Gran Khan o del Preste Juan; aquella “Tierra de
Catigara”, sería ahora abordada inversamente desde el Oeste, y
su entrada sellada mediante el uso Cabalístico de los Sephiroth. Después de la
misión de Quiblón, Catigara desaparecería para siempre de la Cultura
Occidental. O, lo que es lo mismo, desaparecería K'Taagar: la Casa de Tharsis
tenía, pues, los días contados para percibir la Señal Lítica en la Piedra de
Venus y partir hacia la Morada de los Dioses Liberadores.
Sobre las Puertas de K'Taagar, situadas en el Extremo Occidente, le diré que
existían cuatro “abiertas” en la Epoca de Quiblón: tres en América y una en la
Antártida. De las tres americanas, Quiblón sólo consiguió cerrar la Puerta del
Centro, la más directa y la que tomaron los Atlantes Blancos, que se encontraba
situada en el Triángulo de las Bermudas. La del Norte fue luego buscada
infructuosamente por los miembros del Pueblo Elegido, pero jamás pudo ser
hallada, pues los Pieles Rojas, Raza custodia, se encargaron de disimularla y
protegerla muy bien. Análogamente ocurrió con la Puerta del Sur, guardada por
los Atumurunas ingas, quienes emplearon la Sabiduría Lítica a fin de evitar que
los Golen la encontrasen. Y la antártica, ignorada durante varios siglos por el
Enemigo, recién sería utilizada en el Siglo XX por la Orden Negra SS para conducir al Führer
hacia la Morada de los Dioses Leales del Espíritu del hombre.
El Duque de Medinacelli, Don Luis de la
Cerda, era, además de descendiente directo del Rey Alfonso X, el Sabio, un fiel Iniciado de la Fraternidad Blanca.
En su Castillo se aloja Quiblón en 1484, cuando abandona definitivamente
Portugal para radicarse en España y llevar a cabo la misión más importante de
su vida: recibir el Verbo de Metatrón, la Shekhinah, y realizar el Holocausto de Agua, Mem; y, con ese Poder,
sacrificar a YHVH los Tres Imperios
paganos existentes mas allá del Mar Tenebroso. En esos días, los Golen se
hallaban fuertemente infiltrados en la Orden de San Francisco, que en Huelva
ocupaba el Santuario de Nuestra Señora de la Cinta, en Palos el Convento de
Nuestra Señora de la Rábida, en Moguer el Monasterio de Nuestra Señora de la
Granada, etc. Desde esas iglesias alentaban en secreto el funcionamiento de una
logia masónica Templaria a la que estaban adheridos numerosos laicos de la
nobleza andaluza, entre ellos el Duque de Medinacelli: los Iniciados de la
logia ostentaban el título de “Caballero Templario” y repetían los antiguos
Ritos de adoración a Bafomet de la Orden extinguida en 1307. Esta logia es la
que concede a Quiblón la última iniciación
y lo prepara esotéricamente para recibir la Shekhinah. Permanece
entregado a esa empresa en el Castillo de Medinacelli hasta 1486, fecha en la
que el mismo Duque anuncia a los Reyes Católicos la presencia del hombre que
descubrirá para España los extensos y ricos países del Oeste.
Los soberanos están dedicados a
completar la Reconquista y ello causará, inevitablemente, que tarde o temprano caiga
Granada en manos cristianas: ésa sería la señal esperada por Quiblón. Entonces
recibirá el Verbo de Metatrón y su Poder será incomparable. Hasta ese momento
se mostrará como un humilde explorador, sólo deseoso de servir al Reino; luego
de la caída de Granada, tal como lo profetizaran Bera y Birsa, su voz será la
Voz de YHVH y sus ambiciones irán
parejas con su Poder; y nadie, ni los Reyes, podrán resistir a las solicitudes
de quien va a viajar hasta las Puertas del Paraíso Terrenal. Pero es necesario hacer
conocer previamente los planes de Quiblón, familiarizar a los Reyes y a la
Corte con el futuro Almirante de la Mar Océana. Y es por eso que ya en 1486 los
Golen arreglan la primera entrevista de Quiblón con Don Fernando y Doña Isabel,
que se hallaban a la sazón en Córdoba.
Como es lógico los Domini Canis también integraban la Corte y estaban dispuestos a
detener a cualquier judío o converso que intentase pro-poner un plan que
derivase en “la Gloria y la Victoria del Pueblo Elegido”, o en “el Triple Holocausto
de unos pueblos desconocidos a Jehová Satanás”. El Capitán Kiev, El Señor de
Venus, había revelado 180 años antes que ello sería anunciado por un hebreo “Quiblón”,
al que sería difícil detener. Así, pues, los Domini Canis se mantenían alerta, pero ignoraban completamente que
el Poder de Quiblón se manifestaría al final, luego de la simbólica caída de
Granada. Y en consecuencia no sospecharon que Colón, un hombre insignificante y
alucinado, pudiese ser Quiblón, el Representante Mayor de las Potencias de la Materia.
De cualquier manera, Fray Hernando de Talavera, el Domini Canis que los Reyes nombraron para estudiar la propuesta de
exploración de Colón, dio un fallo adverso y procuró desprestigiar al
visionario enviado de los Golen.
Empero, la Corte estaba infectada por
Caballeros Templarios o Golen, que apoyaron durante años a Colón: el
Cardenal Pedro González de Mendoza; el Contador Mayor del Reino, Don Alonso de
Quintillana; el preceptor domínico del príncipe Don Juan, Fray Diego de Daza;
el Camarero del Rey, Don Juan Cabrero; el Comendador Don Gutierrez de Cárdenas;
el astrónomo franciscano Fray Antonio de Marchena; etc. Y, la ayuda más
efectiva: la de Luis Santangel, el Escribano de Ración de la Corona aragonesa,
especie de secretario del Rey de Aragón; quien era poderoso banquero y pertenecía
a una familia hebrea recientemente convertida al cristianismo. Este personaje
siniestro, en combinación con un grupo de banqueros judíos de Génova, sería el
financista de la expedición de Colón, en 1492: ofrecería entonces un préstamo
de un millón de maravedises a tan bajo interés, 1,5%, que prácticamente decidiría
a la Reina a autorizar el viaje de Quiblón.
En 1491 los Reyes se encuentran frente a
Granada, en un vivaque muy grande que dará lugar a la población de Santa Fe.
Hasta allí llega Colón, ansioso por contemplar la toma de Granada y emprender
su misión. Sin embargo será nuevamente Fray Hernando de Talavera, quien se
prepara para desempeñar el cargo de Arzobispo, el que frustre sus planes e
impida que se entreviste con sus Majestades. Mas la caída de la ciudad está muy
próxima y Quiblón presiente la manifestación de YHVH. Se dirige, pues, directamente al Convento de la Rábida, en
Rus Baal, lugar consagrado a la Gran Madre Binah: espera que el Amor de la
Diosa, la Virgen de los Milagros, lo auxilie ante la inminencia de los
acontecimientos del Destino. Y en la Rábida lo está aguardando la plana mayor
Golen para desarrollar el Ritual del Sepher Iche, la Ceremonia que permite a la
Inteligencia de Binah depositar en el corazón del Iniciado la Semilla de Barro
del hombre arquetípico: sólo que esta vez el Amor de Binah facilitará la
expresión del Niño Metatrón, un Aspecto Reflejo de Kether, la Corona de El Uno.
El jefe máximo de los Golen es Fray Juan
Perez, superior del Convento de Nuestra Señora de la Rábida y Supremo Sacerdote
de la Orden de Melquisedec. Lo secundarán en el Ritual, los laicos, y los
Caballeros Templarios, Pedro Velazco y García Fernandez, así como el
franciscano Antonio de Marchena. El 2 de Enero de 1492 Boabdil entrega Granada
a Don Fernando y a Doña Isabel; a continuación, el Arzobispo Domini Canis Hernando de Talavera
conmina a los herejes, árabes y judíos, a convertirse al cristianismo: en caso
contrario deberán abandonar España; quince días después, en La Rábida, se
cumple la profecía de Bera y Birsa.
Quiblón, luciendo el hábito franciscano,
se halla frente a la magnífica escultura de la Milagrosa: esa obra se atribuye
generalmente al Apóstol San Lucas pero en verdad, según se vio el Día Trigésimo,
fue tallada por un monje Templario del siglo XIII. Los Golen acaban
de oficiar el Ritual y el Gran
Sacrificador ha recibido la Shekhinah. Quiblón se siente entonces como poseído
por el Alma Universal de YHVH y cae
de rodillas ante la imagen de la Madre de Dios, a quien ve como si estuviera viviente y cuyo Amor sin límites le consume el corazón. Un prodigio se produce y la
Granada de Su Báculo comienza a sangrar; pero Quiblón no lo nota: oye en cambio
a la Gran Madre Binah hablarle en el más puro idioma hebreo:
–Santo Quiblón, Gran Sacrificador,
Hijo
del Anciano de los Ancianos
¡Su
Verbo creativo es tu sagrada Voz!
El
Logos Seminal del Padre
está
en la Razón de tu Mente;
pero
el dulce Amor de la Madre
te
quema de pasión el Corazón.
Yo
Soy Binah, la Madre del Meshiah,
Yo
Soy Binah, la Madre de Metatrón.
Yo
Soy Binah, La Inteligencia de Dios.
Yo
Soy quien guiará tu Rumbo
en el oscuro
Mar del Terror.
¿Quién podrá, entonces, detenerte,
Santo,
Santo, Santo, Quiblón?
Por
Mí entiendes el Misterio del Templo,
por
Mí recibes la Vida de Rimón.
Al
Padre regálale la Sangre.
Para
Mí, quiero el Amor.
Hay
tres Imperios que esperan
su
pronta destrucción.
Ríos
de Sangre Cálida,
derramará
el Español.
Esta
Raza arrogante,
de albina
distinción,
será el puñal filoso del Sacrificador.
Como
Raza, la Sangre
de
los Pueblos Paganos
ofrendarán
a Dios.
Mas,
de a uno apareados
con
los sobrevivientes
procrearán
sin freno
los
Hijos del Horror.
Esta
será Mi recompensa
Santo,
Santo, Santo, Quiblón.
Al
Padre, regálale la Sangre.
Para
Mí, quiero el Amor.
Y
esa Raza soberbia,
del
valiente español,
se
hundirá en la marisma
de
la Baja Pasión.
¿Qué
quedará de ella,
Santo,
Santo, Santo, Quiblón?:
Millares
y Millares de Hijos del Horror.
Y
en esos Hombres Nuevos
mis
Semillas de Barro germinarán mejor.
Yo
no quiero la Raza;
Yo
requiero el Amor.
Muchos
Hijos Yo Tengo.
De
los Hombres Mortales, Madre Soy.
Mas
mi Hijo Primogénito
es
el Pueblo Elegido,
el
Pueblo del Señor.
Sobre
los Hombres de Barro
a
él le corresponde
Gobernar
sin Temor.
Porque
suyo es el Reino
Malkhouth, de YHVH Sebaoth.
Es bello como un
Angel,
es
duro como Dios,
es
Shekhinah, la Esposa,
es
el Meshiah, es Metatrón.
Tiene
mi Inteligencia.
Puede
obrar con Rigor.
Mas
si acaso desciende
a
la Baja Pasión:
no
hay pecado en sus actos;
para
él hay Perdón.
Es
la Alegría del Padre,
es
la Comprensión de la Madre,
es
el Pueblo Elegido,
el
Pueblo del Señor.
Mi
hijo primogénito,
de
todos el Mejor.
Sus hermanos erraron
enfriando
el Corazón;
recibiendo
la Semilla de Piedra
de
la Enemiga del Amor;
de
la Negrura Infinita
tras
la Muerte del Alma;
de
la Negrura Helada
tras
la Muerte del Cuerpo;
de
la Negra Nada sin Creador;
de
la Negrura Eterna
tras
la Muerte Final;
de
la Verdad Desnuda
tras
la Muerte Kâlibur;
del
Negro Abismo del Fondo de Sí Mismo.
Por
ella tronará el Castigo.
Por
ella punzará el Dolor:
la
Tiranía del Pueblo Elegido,
el
Juicio de las Naciones,
el
Holocausto de Fuego,
la
Lejía, el Terror.
Ella
es el Mal sobre la Tierra,
es
la Muerte del Alma,
ha
enfriado la Piedra,
es
la Enemiga del Amor.
Muchos
Hijos Yo tengo.
Del
Hombre de Barro Madre Soy.
Yo
Soy Binah, quien llora
sobre
la Piedra Fría
que
la Virgen de Agartha
puso
en su Corazón.
Yo
Soy Binah, la Madre de Metatrón
Yo
Guiaré tu Rumbo, Santo Quiblón,
adonde Tres Reinos esperan
su
pronta destrucción.
Dad
al Padre la Sangre
Gran
Sacrificador;
Y
reserva a la Madre
el
Calor del Amor.
Abre
pronto El Camino
para
el Pueblo Elegido,
el
Pueblo Redentor;
y
cierra los sentidos
a
la Negrura Eterna
que
enfría el Corazón.
Yo
Soy Binah; de tu Alma
Madre
Soy; Yo Soy Binah,
quien
te dará la Iluminación.
Yo
Soy Binah, quien te bendice ahora.
Hijo
del Anciano de los Días,
jamás olvides tu
Ascendencia,
Santo,
Santo, Santo, Quiblón.
Sólo el Gran Sacrificador ha escuchado
este mensaje, pero todos los presentes comprenden que la Virgen del Milagro ha
hablado internamente con él. Y Quiblón, presa del éxtasis místico, permanece de
rodillas durante horas, absorto en la contemplación de la Madre Cósmica. Los
Golen se retiran al fin prudentemente, dejando al Rabino Almirante sumido en la
intimidad de sus visiones celestes; Ellos, por su parte, han visto a la Madre
de Dios llorar por Sus Hijos apartados de la Ley del Amor, y a Su Granada
sangrar de Pasión; y han recogido sus lágrimas y su Sangre, para Gloria y
Victoria de la Iglesia Golen y de la Sinagoga de YHVH Sebaoth, para dar Testimonio de la Shekhinah del Pueblo Elegido,
el descenso del Reino Malkhouth.
Días después, los Golen se disponen a
mostrar su jugada secreta, una auténtica “carta en la manga”: Fray Juan Perez es confesor de la Reina Isabel; él puede allanar todos los obstáculos para que Quiblón
se exprese ante los Reyes; y entonces, como si interrogara la Milagrosa, “¿quién
podrá detenerte Santo Quiblón?” Así, el Golen Juan Perez se dirige a Granada y
concierta la famosa entrevista; Luis Santangel y los banqueros judíos genoveses
se aprestan para financiar la empresa que será una vía de escape infalible para
sus hermanos de Raza; y los Domini Canis,
tomados completamente por sorpresa, nada pueden hacer esta vez para sabotear
los planes de la Fraternidad Blanca. En Abril de 1492, Quiblón, el miserable
judío converso, quien poco antes carecía hasta de indumentaria y alimentos,
reclama para sí y su descendencia el Almirantazgo de la Mar Océana por la
Corona de Castilla, el virreinato de todas las tierras descubiertas y los países
por conquistar, el diezmo sobre todos los productos que se trajesen a España,
ya sea botín o mercancía, etc. Y a tan desmesuradas exigencias acceden los
Reyes en la capitulación del 17 de Abril de 1492, firmada en el campamento de
Santa Fe, frente a Granada. Es que nadie, ni los Reyes Católicos, pueden
oponerse al Verbo de Metatrón: Granada, la Ciudad de los Judíos, ha caído en
poder de los gentiles, análogamente a lo ocurrido con Jerusalén, destruida por
el General Tito mil cuatrocientos años antes; y como entonces, ahora sobrevendrá
la diáspora del Pueblo Elegido. Pero esta vez la dispersión no durará mucho
tiempo; el Pueblo Elegido será prontamente reunificado y orientado hacia su
Destino de Gloria: para eso la Orden de Melquisedec ha enviado a Quiblón, el
Santo Anciano le ha confiado su Verbo, y la Madre de Dios guiará sus pasos.
El 3 de Agosto de 1492, exactamente en
el 1422 aniversario de la toma de Jerusalén, parte Quiblón del Puerto de Palos,
en Huelva, con tres Carabelas que ostentan la Cruz con la Orden del Temple. La
tripulación se integra mayoritariamente de judíos conversos y lleva un Ladino,
el Rabino Luis de Torres, que traduce hebreo, arameo y árabe. Contrariamente,
no viajan sacerdotes cristianos en las Naos. A su regreso, el 15 de Marzo de 1493, tras haber cerrado la puerta de
K'Taagar, haber abierto la Puerta del Paraíso para sus hermanos Golen y judíos,
y haber iniciado el Gran Sacrificio de los Pueblos Paganos, Quiblón se dirige
directamente al Santuario de Nuestra Señora de la Cinta: debe agradecer a la
Madre de Dios Su Guía y Protección.
Los Señores de Tharsis comprendieron muy
tarde que Cristóbal Colón era en realidad “Quiblón”, el Supremo Sacerdote de la
Fraternidad Blanca del cual los advirtiera el Capitán Kiev. Cuando todo estuvo
claro para ellos ya no hubo remedio: España entera, ciega como Perseo, se
aprestaba a arrojarse sobre el triple cuello de Medusa. Los derrotó un hombre
al que subestimaron desde el principio, un hombre que, irónicamente, jamás
ocultó demasiado sus intenciones, un hombre, Dr. Siegnagel, que firmaba S.A.M., es decir, Samekh, Aleph, y Mem, las
iniciales de Quiblón que significan “S”hekhinah,
“A”vir, y “M”etatrón, el triple principio inmanente del Arbol cabalístico
Rimmón. Observe, Dr. Siegnagel, el facsímil de la firma de Colón, que le
adjunto, y comprobará que a la izquierda se encuentra un monograma formado por
las letras hebreas Beth y He, iniciales del saludo tradicional Borush Hasheim, y luego S.A.M., en columna vertical.
Los puntos corresponden a una indicación
en arameo de “palabra”, y las restantes letras completan una “tabla mágica”, o
Kadisch, que puede ser leída en varios sentidos, según las formas cabalísticas:
las “S”, a ambos lados de la “A”, quieren decir “Shaddai”; la “Y” es la
inicial de YHVH; y la “X” significa
“Cristo”, que era sinónimo de
Messiah entre los judíos españoles. En el último renglón, bien claro, se lee “Cristo
Ferens” que no significa “Cristoforo”,
como pretenden los Golen, sino “Heredero del Messiah”, pues ferens equivalía a herencia en la Edad Media. Aquellas iniciales S.A.M., de Quiblón, también se hallaban en el manto de la Virgen de
la Cinta, según las instrucciones que Bera y Birsa dieran a los cuatro
Sacerdotes, y tal como pueden verse hoy día en su Santuario.
Quincuagesimosexto Día
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El terrible
Inquisidor que fue Ricardo de Tharsis estaba casado con una dulce Dama que era
nieta del Conde de Tarseval, es decir, que era su sobrina segunda. De esa unión,
nació en 1502 Lito de Tharsis, a quien el padre pensaba reservar como su sucesor
en la tarea de exterminar a los judíos y Golen españoles. Con ese fin, desde
pequeño lo sometió a una instrucción rigurosa en varios Conventos domínicos y
en la Facultad de Teología en la Universidad de Salamanca. Allí se recibió de
Bachiller y Doctor en Leyes, egresando a los diecisiete años e incorporándose
de inmediato al Tribunal de la Inquisición. Durante su paso por la Universidad,
el joven Lito había dado muestras de una preclara inteligencia que lo conducía
incluso a superar a sus propios profesores, mas, como además era noble y
humilde, tal virtud lejos de causar el resentimiento de sus pares y superiores
producía general admiración. Lo que más asombraba a todos era su prodigiosa
capacidad para asimilar las lenguas más dispares: aparte del latín y del
griego, y de los dialectos españoles tales como el castellano, el catalán y el
vasko, hablaba fluidamente en árabe, portugués, francés y alemán.
En
1522, comprendiendo Ricardo que aquella predisposición para el
conocimiento debía ser encaminada, lo envió a Turdes para que los Hombres de
Piedra lo iniciasen en la Sabiduría Hiperbórea. Los Noyos habían restituido la
Virgen de la Gruta en la Capilla Privada de la Casa Señorial, aunque el Niño de
Piedra carecía ahora de la mano derecha, extrañamente mutilada la Noche de la
Lejía. Lito de Tharsis, que al decir de los Hombres de Piedra estaba
experimentando la trasmutación más profunda de que se tuviera memoria en la
Casa de Tharsis, solía pasar todo su tiempo libre en la Capilla, penetrando
como nadie en el Misterio de la Vida Increada y de la Muerte Kâlibur de Pyrena.
Cuando recibió la Iniciación Hiperbórea, ahora con el concurso del Signo Vrúnico
Tirodinguiburr, advirtió a los Hombres de Piedra que además de depositar la
Semilla del Niño de Piedra en su Corazón, la Virgen le había revelado una Estrella Interior, un Astro verde al
que podría arribar siempre que quisiera: tomando por un íntimo camino
espiritual y situando su Yo en aquella Estrella, la antigua Ciencia Lítica de
los Atlantes Blancos no tenía Secretos para él. Era, decía, como ascender a la
cima de una montaña y contemplar un vasto paisaje contextual que descubría el
significado estratégico de las construcciones megalíticas. Y junto con la
Sabiduría perdida, en el Astro interior, había reencontrado a su Amada del
Origen, quien le aguardaba desde su Extravío y Caída, más allá del Infierno y
del Paraíso, para regresar con él a la Patria del Espíritu Increado.
Indudablemente, Lito de Tharsis poseía
entonces el segundo grado de la Iniciación Hiperbórea, vale decir, era un Pontífice
Hiperbóreo, un Constructor de Piedra capaz de tender un puente entre lo Creado
y lo Increado. En la Casa de Tharsis comenzó a fundarse la sospecha de que
estaban en presencia del Iniciado anunciado por el Capitán Kiev, aquél que vería
la Señal Lítica de K'Taagar en la Piedra de Venus. Esa presunción comenzó a
afirmarse cuando Lito manifestó su vocación por el Noyvrayado y decidió tomar
la Guardia de la Espada Sabia: en 1525, sin dificultad alguna, ingresó en la
Caverna Secreta y permaneció allí por
el término de cinco años, en Compañía de dos Noyos que custodiaban la Espada
desde varios años antes.
Las facultades iniciáticas del Noyo Lito
se fueron desarrollando intensamente durante los años que duró su retiro,
proceso que se aceleró aún más cuando la imagen comenzó a surgir de la Piedra,
es decir, hacia el cuarto año de Guardia. Inicialmente borrosa, meses después
la estampa de una escena megalítica aparecía sobre la Piedra de Venus, a punto
tal que los otros Noyos también la percibían, aunque sin detalles. Al Noyo
Lito, en cambio, luego de ser clara con sólo posar la vista sobre la Piedra de
Venus, la imagen le comunicó también en varias ocasiones unas palabras que todo
su poder filológico no conseguía interpretar, a pesar de que era evidente la
presencia de numerosas raíces indoeuropeas. Las palabras eran:
–¡Apachicoj
Atumuruna!
–¡Apachicoj
Atumuruna!
–¡Purihuaca
Voltan guanancha unanchan huañuy! ¡Pucara Tharsy!
Y he aquí lo que representaba la imagen.
Como fondo, se apreciaba una cadena de montañas o sierras carentes de vegetación;
de ellas, dos se destacaban porque sus laderas formaban una profunda abra en
medio de la figura, de donde se veía surgir un hilo de agua que regaba un igualmente
árido valle. Pero estos elementos constituían el fondo; lo que realmente
dominaba la escena era una loma de suave declive, sobre cuya aplanada cumbre se
erigía un enorme meñir color negro, rodeado por un círculo de ocho meñires de
menor tamaño. Y eso era todo, salvo los detalles menores: el cielo celeste, sólo
empañado por algunas níveas nubes, y el suelo donde se asentaban los meñires,
compuesto por una tierra marrón rojiza de la que brotaban ralos algunos pastos
bajos y espinosos.
El misterio de aquella inmutable visión
se fue aclarando con el correr del tiempo y hacia fines de 1529 Lito de Tharsis
ya se había formado una idea general de su significado; sueños y mensajes telepáticos
le aportaron la información complementaria que necesitaba. Según su convicción,
la Piedra de Venus estaba revelando aquel lugar situado “en un país lejano y desconocido” que mencionara el Capitán Kiev;
un país que existía “más allá del Mar
Occidental”, agregaban ahora los Mensajes de los Dioses, y que no podía quedar
más que en la recientemente descubierta América. Los meñires habían sido
puestos por los Atlantes blancos mediante una técnica especial que tornaba el área
invulnerable frente a los posibles ataques de los agentes de la Fraternidad
Blanca: en aquella plaza liberada, como en la Caverna Secreta, los Hombres de
Piedra podrían resistir indefinidamente la presión de las Potencias de la
Materia. Justamente, la siguiente tarea de Lito de Tharsis, y los Hombres de
Piedra valentininos, sería la de hallar ese rastro y refugiarse junto a sus meñires
hasta los días de la Batalla Final, única manera de sobrevivir para entonces,
puesto que los Demonios los buscarían por todo el Mundo con ahínco creciente a
medida que tales días se aproximaran.
De acuerdo a lo que advertían los Dioses
en sus Mensajes, el peligro no sería despreciable pues la persecución se
iniciaría en el mismo momento en que extrajesen la Espada Sabia de la Caverna
Secreta, y posiblemente fuera llevada a cabo por Bera y Birsa en persona. La Fraternidad
Blanca, aseguraban los Dioses Liberadores, había concedido fundamental
importancia al “descubrimiento” de América para sus futuros planes sinárquicos
y no estaba dispuesta a arriesgarlos nuevamente; cuando la Espada Sabia saliese
a la Luz del Sol, Yod, el Ojo de
Jehová Satanás Que Todo lo Ve, observaría en el acto a sus portadores y la
Fraternidad Blanca sabría de inmediato que aún quedaban Señores de Tharsis con
vida en este Mundo: la reacción de
los Demonios sería previsible; Ellos, que habían propiciado el “descubrimiento”,
cultural, de América por medio de sus agentes, el judío Cristóbal Colón y
cientos de judíos marranos al servicio de los Golen, harían todo lo posible
para detenerlos y robar la Piedra de Venus; el Circulus Domini Canis,
por el excesivo celo puesto en reprimir la acción judaica y Golen, en España y
Europa, se dejó sobrepasar estratégicamente y descuidó la cuestión del Nuevo
Mundo: ahora ocurría que la Orden de Predicadores estaba infiltrada por cientos
de domínicos marranos que sólo ambicionaban dirigirse a América en compañía de
miles de sus hermanos de Raza, a quienes se permitía abandonar las cárceles y
sus lóbregos guetos para participar de la “conquista”. Ante esta
realidad, el juicio de los Dioses sugería obrar con extrema cautela en todas
las etapas de la operación. ¿Cómo irían a América? Los Dioses lo habían
previsto, pronto lo comprobarían.
Lito de Tharsis y uno de los Noyos, de
nombre Roque, se reunieron en Turdes con Ricardo de Tharsis y los restantes
Hombres de Piedra de la familia de Valentina. Todos estuvieron de acuerdo en
que se había cumplido la profecía del Señor de Venus y que el ansiado momento
de partir se hallaba próximo: a Lito de Tharsis le correspondería el Alto Honor
de transportar la Espada Sabia al sitio dispuesto por los Dioses. Pero no todos
podrían partir; Ricardo de Tharsis estaba viejo para emprender semejante viaje,
y en situación análoga se encontraban otros dos Caballeros y dos Damas; una
Dama más joven, sin embargo, podría acompañarlos pero sólo hasta algún poblado,
porque sería difícil que se le permitiese integrar una expedición militar. Y
aparte de los tres Noyos, también estaban en condiciones de ir dos frailes domínicos,
que oficiaban de inquisidores junto a Ricardo de Tharsis. Si todo salía bien,
los viajeros mandarían a buscar a los que se quedaban; en caso contrario, éstos
se unirían a la Estrategia de la rama alemana de la familia.
El problema del viaje, como dije, se
resolvió fácilmente gracias a la providencia
de los Dioses, pues un joven explorador alemán, al servicio de
la Casa Welser, era un pariente lejano de los Señores de Tharsis. Nicolaus de
Federmann, en efecto, ostentaba el linaje de los Señores de Tharsis austríacos
por la línea materna y estaba entonces en América. El Rey Carlos I, y Emperador Carlos V de Alemania,
contrajo una deuda de 150.000 ducados con la Casa Welser de Augsburgo firmando,
como una suerte de garantía real, una capitulación en Burgos por la que se
autorizaba a dicha Banca a establecerse y explotar una región de América. Tal
región era la comprendida por el actual territorio de Venezuela, desde el Cabo
de la Vela hasta Maracapana, y la Compañía se imponía la obligación de fundar
dos ciudades y tres fortalezas, en las que podría nombrar un Gobernador o
Adelantado con la anuencia real. En el año 1527 Juan Ampúes fundó allí la
ciudad de la Vela de Santa Ana de Coro, donde se instaló en 1528 Ambrosius de
Alfinger, el primer Gobernador nombrado por los Welser, quien llevó como
lugarteniente a Nicolaus Federmann. En 1530, luego de aquella reunión de Lito
de Tharsis con los Hombres de Piedra para decidir el viaje a América, descubren
por medio de noticias provenientes de la rama vrunaldina la existencia de aquel
pariente, y se ponen en contacto con él a través de la lenta correspondencia
que los domínicos mantenían con los frailes misioneros. Se procuraba, en todo
caso, no arriesgar información de ese modo y por eso las misivas sólo se referían
a la necesidad de sostener una entrevista personal con el explorador “por
motivos vitales que entonces se aclararían”. Algo difícil de concretar en esos
días debido a que Federmann concurría en peligrosísima exploración al corazón
de la selva venezolana en busca del oro de los indios.
De todos modos, los Señores de Tharsis
se trasladaron al puerto de Sevilla y comenzaron a preparar su propia expedición,
descontando la ayuda de Federmann. En este caso la suerte sonrió a los Señores
de Tarsis en 1532, aunque no así a Ambrosius de Alfinger, al que una flecha con
curare envió a mejor vida. Porque fue la muerte del Gobernador lo que trajo a
Nicolaus de Federmann a Europa, con el propósito de reclamar para sí aquel
puesto que justamente había ganado. Los Welser, sin embargo, otorgaron el cargo
a Georg de Spira, un hombre de prestigio que contaba con notables influencias y
amigos poderosos, nombrando en compensación a Federmann Teniente General del
Gobernador. Y fue en 1533, mientras el alemán se ocupaba de equipar la flota de
los Welser, que todos se juntaron en Sevilla.
Nicolaus de Federmann no era Iniciado ni
tenía conocimientos de magia o esoterismo, pero llevaba en sus venas la Sangre
de Tharsis. En-seguida comprendió que la misteriosa causa que llevaba a sus
parientes a América debía ser apoyada y accedió en todos sus puntos a efectuar
el plan que éstos le proponían; un secreto instinto le decía que no se
equivocaba, que algo superior al oro, por el cual estaba dispuesto a morir, guiaba
a aquellos aventureros: lo podía percibir en el aire cuando estaba en su
presencia; y por si fuera poco, ellos también pagaban con oro: con buen oro
español, pues sus parientes resultaban ser muy ricos. Sí, Nicolaus de Federmann
se jugaría por los Señores de Tharsis. El plan parecía simple: habría que
transportar a seis de ellos; tres eran Caballeros y sería fácil contratarlos;
otros dos, frailes domínicos, ya disponían de la dispensa eclesiástica, y además,
para satisfacción de los Welser, eran expertos mineros y especialistas en
metales finos, un arte altamente apreciado en esos días en que se requería
fundir las insólitas aleaciones de los objetos indígenas para rescatar el oro y
la plata que contenían; el único problema lo representaba la Dama, quien tendría
que aguardar en Coro hasta el regreso de sus hermanos y tíos; y los de Tharsis
ofrecían sufragar, asimismo, los gastos de diez soldados catalanes de su propia
tropa de infantería, lo que no ofrecía inconveniente alguno ya que en cada
expedición americana se requerían ingentes cantidades de efectivos militares.
Ya en América, Nicolaus trataría de orientarlos en la búsqueda de una extraña
construcción de piedra que ellos aseguraban existía “hacia el Sur”. Cómo lo sabían era cosa que pronto desistió de
averiguar debido al cerrado hermetismo de los españoles. Pero otra cosa era
segura: a éstos no interesaba el oro, piedras preciosas o perlas, que pudiesen
hallar en esa búsqueda; cualquier objeto de valor le pertenecería puesto que
ellos sólo querían encontrar aquel lugar.
La primera Nao enviada por Francisco
Pizarro con una muestra del rescate de Atahualpa llegó a Sevilla el 5 de
Diciembre de 1533 y la segunda, con Hernando Pizarro a bordo, el 9 de Enero de 1534;
transportaban 100.000 castellanos de oro, unos 450 kilogramos, que sólo
constituía una tercera parte de lo que le correspondía al Rey: en el Perú,
Francisco Pizarro se había apoderado para ese entonces de nueve toneladas
(9.000 kg.) de oro puro y cincuenta (50.000 kg.) de plata. Tales hechos
pusieron en estado frenético a los ávidos Welser, que pretendían obtener un rédito
semejante de su colonia americana, y aceleraron la partida de Georg de Spira y Nicolaus de Federmann. A
fines de Enero de 1534 zarpaba del Guadalquivir de Sevilla la flota que traía a
América a Lito de Tharsis y a los cinco Hombres de Piedra que lo secundaban.
Los Señores de Tharsis se habían
aprovisionado de abundantes víveres, ropa y equipo militar, además de veinte
caballos, tres perros dogos españoles y tres docenas de pollos de Castilla. Una
semana antes de partir, Lito de Tharsis retiró la Espada Sabia de la Caverna
Secreta, cubrió la Piedra de Venus con una cinta de moño cruzada en el arriaz,
y ciñéndosela en la cintura, emprendió el sendero sin regreso hacia el puerto
de Sevilla y Amé-rica: por primera vez en 1.800 años, desde la caída de Tharsis
a manos de los fenicios y Golen, la antigua Espada de los Reyes iberos
abandonaba la Caverna Secreta. Tres Noyos la custodiarían ahora en aquel
incierto viaje, uno de ellos el Hombre de Piedra más perfecto que jamás
produjera la Casa de Tharsis. Mas ¿alcanzaría su Sabiduría para librarlos de
los diabólicos poderes de Bera y Birsa, quienes saldrían inmediatamente en su
persecución? Sólo en el futuro cercano comprobarían la respuesta afirmativa.
Ni bien la proa de la fragata de los
Welser ingresó en el Océano Atlántico, la mirada de los Hombres de Piedra se
dirigió hacia la Costa de la Luz, que dejaban atrás: setenta kilómetros al N.E. se hallaba Onuba, uno de los
antiguos puertos del Imperio Tartesio, y también Rus Baal, la Peña de Saturno,
donde Quiblón recibiera la Shekhinah. Los seis estaban apoyados sobre una
barandilla de la amurada de estribor,
pero sus mentes viajaban hacia Onuba, en la confluencia de los Ríos Tinto y
Odiel; y luego subían por el Odiel, hasta Turdes, y se detenían en la ciudadela
de Tharshish, ahora nuevamente viva y poderosa en el escenario de la imaginación;
veían a sus antepasados, los Reyes iberos Señores de Tharsis, sostener con el
compromiso de sus vidas las pautas del Pacto de Sangre; en soledad, aquella
Estirpe se había enfrentado a Todo y a todos para cumplir con la misión
encomendada por los fundadores Atlantes blancos, para mantener la lealtad a los
Dioses Liberadores; una soledad que es el precio a pagar por quienes son en
verdad Extranjeros en el Universo, por aquellos que exhiben la Intrepidez de
Nimrod y el Valor de sus guerreros kassitas, por quienes poseen o buscan la Sangre
de Tharsis: la Soledad Absoluta, que en la Tierra deben padecer los Guerreros
Sabios, los Iniciados Hiperbóreos, los Hombres de Piedra, los Espíritus
Increados; y la mente se dirigía entonces al Cerro Char, frente al Rostro de
Piedra de Pyrena, en la Epoca en que el Misterio del Fuego Frío se oficiaba
libremente y los Elegidos concurrían de todas partes del Mundo para morir o
encontrar la Verdad Desnuda de Sí Mismo; la Fraternidad Blanca, la Orden de
Melquisedec, los Atlantes morenos, los Sacerdotes de todos los Cultos, los
Golen, los Inmortales Bera y Birsa, los Templarios, los miembros del Pueblo
Elegido, los partidarios de la Sinarquía Universal, Siervos de las Potencias de
la Materia, Adoradores de Jehová Satanás, Enemigos Terribles de la Casa de
Tharsis: Ellos los persiguieron durante milenios, causaron la destrucción de
Tharshish y la desaparición pública del Misterio del Fuego Frío, procuraron
extinguir la Estirpe de Tharsis y ocultar la Sabiduría Hiperbórea, e intentaron
por todos los medios apoderarse de la Espada Sabia y su Piedra de Venus; y la
mente volaba en el acto a la Caverna Secreta, y apreciaba con orgullo el
silencioso sacrificio de decenas de Noyos y Vrayas custodiando la Espada Sabia,
purificando la Sangre y aguardando con
la paciencia del cazador la Señal Lítica de K'Taagar, la llamada racial que
autorizaba a dirigirse hacia la Morada de los Dioses Leales al Espíritu del
Hombre; ahora los Señores de Tharsis podrían realizar el milenariamente ansiado
viaje si lo deseaban: un Noyo, el Más Grande de Todos, Lito de Tharsis, había
visto la Señal y conocía el Secreto del Regreso; pero los Señores de Tharsis no partirían aún; aguardarían todavía un
tiempo más, un instante de la Historia, hasta la Batalla Final; el Capitán
Kiev, un Señor de Venus, les comunicó que Navután, el Señor de la Guerra,
consideraba a su Mundo como el más Real de todos los Mundos posibles: y en ese
Mundo, en este Mundo, ellos habrían
de contribuir a protagonizar la última Batalla de la Guerra Esencial, junto a
Su Enviado, el Gran Jefe Blanco, el Señor de la Voluntad y el Valor Absolutos;
y hacia allí iban los Señores de Tharsis, hacia una plaza liberada megalítica-mente por la Sabiduría Hiperbórea de los Atlantes
blancos, un lugar donde resistirían con la Espada Sabia hasta los días de la
Batalla Final; y la mente regresaba así, nutrida de Determinación y Valor,
hasta los Hombres de Piedra que se alejaban de la costa española en una fragata
de la flota de los Welser.
Quincuagesimoséptimo Día
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Apenas internados
en el mar, los barcos de Georg de Spira y Nicolaus de Federmann fueron azotados
por terribles tempestades; parecía como si la naturaleza entera, como si el mismo
Creador, se hubiesen pro-puesto echar a pique aquella flota. Al fin, un
milagro, y la no menos milagrosa pericia de los capitanes, impidió el naufragio
e hizo posible que atracasen en las Canarias, donde aguardaron mejores vientos
para completar la travesía. Ya en Coro, Spira, cuya ambición por el oro iba
pareja con su valor sin límites, organizó una expedición improvisada de
cuatrocientos hombres y partió de inmediato rumbo al Sur del Lago Maracaibo,
lugar en el que ciertas leyendas locales situaban a una riquísima, e
inexistente, ciudad. Dejó a su Teniente General con el encargo de viajar hasta
Santo Domingo a traer lo que faltaba y darle alcance en las serranías de
Carora. Mas
Nicolaus de Federmann, que estaba complotado con los Señores de Tharsis, lejos
de cumplir estas órdenes se dispuso también a marchar en dirección al Sur, pero
tomando una ruta mucho más al Oeste, siguiendo la indicación de unos indios que
aseguraban haber visto construcciones de piedra.
Con este propósito, se trasladó a Cabo de la Vela, sobre la costa del Mar de las Antillas, y embarcó a Santo Domingo, quedando los Señores de Tharsis con el Capitán Antonio de Chavez y los soldados catalanes. Pronto regresó Federmann acompañado de ochenta hombres, treinta caballos, pertrechos y víveres frescos, se unió a ellos, y partieron hacia el Sur Oeste, en abierta contradicción a las instrucciones de Spira: en lugar de dos frailes domínicos iban ahora tres, pues la Dama, Violante de Tharsis, había insistido en viajar disfrazada de ese modo, alegando que “los peligros que la acecharían sola en Coro no serían, seguramente, menores que los que padeciesen sus familiares en la expedición”, argumento que convenció a los imprevisibles Hombres de Piedra.
Si la excursión de Spira podía
considerarse improvisada, y escasa de hombres y medios, la empresa de Federmann
era simplemente exigua: poco podían hacer sus cien hombres y cincuenta caballos
contra los indecibles peligros que acechaban en esas tierras agrestes y
desconocidas; tampoco alivió la situación la pequeña tropa de veteranos de
Santa Marta al mando del Capitán Rivera que se les unió en medio del camino:
aquellos hombres estaban perdidos en la selva, descontentos de marchar inútilmente
tras una riqueza que no aparecía por ninguna parte. Luego de padecer las mil
penurias que ofrecen los bosques tropicales, con sus ofidios ponzoñosos, arañas,
insectos, tigres feroces, y su vegetación intrincada a la que había que abrir
en picada, los invasores experimentaron el cierzo helado de las altas cumbres
que rodean el valle Dupar. Y después del descanso, nuevamente la selva
caliente, las plagas, y los indios salvajes, que ahora los hostilizaban sin
cesar. Sin embargo, continuaron impertérritamente hacia el Sur, atravesaron los
Ríos Apure y Meta, aparte de mil torrentes menores, y se internaron en el
territorio de la actual Colombia. Pero aquel país quedaba fuera de la con-cesión
de los Welser y Federmann no tenía ningún derecho a su exploración.
Y hasta entonces no había indicios de
que estuviesen en el camino correcto; los pocos indios que consiguieron
capturar daban indicaciones imprecisas sobre las ciudades de piedra: al Sur,
siempre al Sur; pero hacia el Sur sólo hallaban aldeas miserables e indios de
salvajismo sin par, antropófagos y cazadores de cabeza, aborígenes que
envenenaban sus flechas y lanzas y los seguían sin descanso, emboscándolos
permanentemente, atacándolos por la retaguardia al marchar y en los campamentos
al descansar. Tras un año y medio de avanzar en aquel sentido, diezmados,
convertidos la mayoría de los hombres en esqueletos vivientes cubiertos de
harapos, se imponía a criterio de Federmann la decisión de regresar; en caso
contrario no podría impedir ya el amotinamiento de los sobrevivientes o su
deserción: de los cien hombres de su tropa sólo quedaban vivos cincuenta, y la
mayoría en estado deplorable.
Los Señores de Tharsis, por su parte,
soportaron con estoicismo la campaña y sólo perdieron tres soldados catalanes;
pretendían seguir hacia el Sur, pero no encontraban forma de persuadir al alemán.
Finalmente, ante su irrevocable determinación, optaron por una solución
heroica, a la que Nicolaus no se pudo tampoco negar: se quedarían allí y
continuarían solos con la búsqueda. El plan era poco menos que suicida, pero
como ninguna de las partes estaba dispuesta a ceder, Nicolaus de Federmann
aceptó dejarlos ir en secreto, simulando un extravío que evitaría problemas con
los Welser o el cargo de deserción. Así fue como un día, se separó de la
columna cansina la vanguardia española de Tharsis y se perdió para siempre,
pues ni los alemanes de la Casa Welser, ni los españoles del Reino, los
volvieron a ver jamás.
Nicolaus de Federmann prosiguió con sus
exploraciones, siempre desobedeciendo las órdenes de Georg de Spira. En 1539,
junto con Jiménez de Quesada y Sebastián de Belalcazar, Gobernadores de Santa
Marta y de Quito respectivamente, con quienes se encontró en plena selva, fundó
la ciudad de Santa Fe de Bogotá. Luego emprendió con los mencionados capitanes
un viaje a Cartagena de Indias y de allí pasó a España con Quesada. Aunque
descubridor y explorador de tierras, no consiguió riqueza alguna y volvía prácticamente
arruinado. No obstante, cuando llevó a los Señores de Tharsis las noticias
sobre la suerte corrida por Lito y los Hombres de Piedra, aquéllos lo
recompensaron generosamente y lo emplearon en la Villa de Turdes, adonde terminó
sus días.
¿Y qué había ocurrido con los Señores de
Tharsis en América? Al separarse de Nicolaus Federmann se hallaban del lado
Oeste de la Cordillera Oriental, a unos mil kilómetros del punto de partida y a
otros trescientos de la ciudad de Quito, a la altura en que se origina el Río
Napo. Era una región de páramo frío y desolado, donde soplaba un cierzo gélido
que hacía crujir los dientes y se calaba hasta los huesos. Habían dado con un
sendero escarpado que parecía hecho por la mano del hombre, ya que a ciertos
trechos podían observarse apilamientos de piedras que hacían las veces de muros
de contención para los derrumbes aluvionales de tierra, y los seguían con
renovada esperanza: no imaginaban ni remotamente que aún recorrerían cinco mil
kilómetros hasta llegar a destino. Todo lo que les pudo dejar Nicolaus eran
diez caballos y muy pocas provisiones: con cuatro caballos alcanzaba para
cargar todo, los escasos víveres, las jaulas con los pollos, y hasta las armas,
ahora inútiles por no tener ni un gramo de pólvora. A la vanguardia avanzaba
Lito de Tharsis, que iba montado y seguido de tres indios comprados en Coro, valiosos
por lenguaraces y baqueanos; más atrás, cabalgaban los otros cinco Hombres de
Piedra; y a la retaguardia, marchaba la tropa de infantería compuesta por los
siete soldados catalanes, cuya fidelidad por sus amos españoles los impulsaba a
seguirlos hasta la muerte; los dogos españoles, de proverbial fiereza, presidían
el paso de toda la columna explorando el camino cincuenta metros adelante.
Siete días transitaron por aquella
escarpa, que ahora descendía en franco declive hacia un pequeño valle situado,
no obstante, entre altas montañas. Sin saberlo, se estaban acercando a una
fortaleza septentrional del imperio in-caico, que servía de Marca fronteriza
con el imperio muisca: una guarnición de dos mil indios, de uno u otro imperio,
se relevaban cada seis meses para ocupar aquel bastión. Al doblar un recodo,
los Señores de Tharsis divisaron las murallas y el caserío de piedra, mientras
se acercaban hacia allí a través de una serie de terrazas escalonadas, dispuestas
inteligentemente para tal fin. Un silencio sepulcral reinaba en el lugar y no
se veía movimiento alguno; la puerta carecía de resguardo y afianzaba la
impresión de estar frente a una ciudadela despoblada y abandonada. Sin embargo,
no bien hubieron tras-puesto la muralla, el silencio se hundió bajo un
ensordecedor concierto de atroces alaridos y una lluvia de flechas comenzó a
caer sobre los intrusos. Cubriendo a Violante, y seguidos por los infantes, los
cinco Señores de Tharsis cargaron con la caballería sobre la masa de indios que
penetraba a chorros por las puertas de la fortaleza; empero, aunque las hojas
sevillanas causaban gran mortandad entre los aborígenes, su cantidad era tan
grande que pronto tuvieron que retroceder hacia las casas centrales. Ante las órdenes
de Lito, los Señores de Tharsis desmontaron y corrieron más que de prisa a
buscar refugio.
En una vivienda carente de defensa
alguna, rodeada sólo de un tapial de dos codos de altura, se encontraban Lito
de Tharsis, Violante, Roque, los dos frailes, un indio, y los cinco caballos.
Por una abertura trapezoidal observaban cómo un número escalofriante de indígenas
los había acorralado en una trampa sin salida. A gritos llamaron al otro Noyo,
Guillermo, quien al fin respondió desde una casa contigua, adonde buscara
protección con el resto de la tropa. Estaba herido en una pierna, algo que podía
ser mortal debido a la ponzoña que los indios ponían en la punta de sus
flechas, y avisaba que tres de los soldados habían muerto, así como los dos
sirvientes indios, y dos caballos. Nadie imaginaba cómo iban a salir de tan
apretada situación, cuando un brusco silencio se hizo en el bando aborigen. Los
Señores de Tharsis aguzaron la vista y observaron cómo los indios se apartaban
con respeto para dar paso a un personaje ataviado con telas de lana de
brillantes colores y tocada su cabeza con un gorro en forma de bonete, del que
colgaban plumas blancas y rojas. Venía sentado sobre una litera cargada por
ocho hombres y traía en la mano un hacha de piedra; un grupo de indios, que
también se distinguían por la indumentaria, y gozaban de evidente autoridad
sobre los guerreros, caminaban a los costados del vehículo.
A prudente distancia del asilo de los
invasores, se detuvo la curiosa caravana y el ocupante de la litera echó pie a
tierra, disponiéndose a deliberar con sus acompañantes: sin duda discutían el
modo de acabar lo más pronto posible con los españoles. En eso estaban cuando
tronó el grito de Lito de Tharsis y dejó a todos clavados en su sitio. Se había
precipitado afuera en un instante, sin yelmo, con la rubia cabeza descubierta y
la Espada Sabia, a la que quitara la cinta para exhibir la Piedra de Venus,
enarbolada en alto, mientras profería con voz estruendosa:
–¡Apachicoj Atumuruna!
–¡Apachicoj
Atumuruna!
–¡Purihuaca Voltan guanancha
unanchan huañuy!
¡Pucará Tharsy!
Callaron sorprendidos los recién
llegados, pero luego de mirarse entre ellos enseguida gritaron a su vez:
–¡Huancaquilli
Aty!
–¡Huancaquilli
Aty!
y luego, echándose a temblar, como presa de un
escalofrío de terror, el de la litera exclamó:
–¡Huancaquilli
Aty unanchan huañuy!
–¡Huancaquilli
Aty unanchan huañuy!
Al oír estas palabras todos los indios
retrocedieron unos pasos, ensanchándose el claro formado frente al refugio de
los españoles. Lito de Tharsis había regresado a la casa tan sorpresivamente
como irrumpió en la escena y observaba, a buen resguardo, la reacción de los
nativos.
–¿Qué le habéis dicho? –interrogó uno de
los frailes.
–No lo sé exactamente –respondió Lito–.
Son palabras que me ha dicho la Piedra de Venus en la Caverna Secreta. Creo que
se refieren al sitio al que debemos ir. De pronto, tuve la convicción de que
debía comunicarlas a nuestros atacantes. Y ya veis el resultado: parecen
conocer su significado.
En ese momento, la litera, con el extraño
ocupante, se alejaba a paso rápido, mientras los guechas, puesto que de guerreros muiscas se trataba, se sentaban en
el suelo en su gran mayoría. No dejaban de mirar hacia el refugio de los españoles
ni por un instante, las lanzas y flechas prontas para atacar; y en sus
inexpresivos rostros, serios y achinados, era imposible adivinar las
intenciones. Lo único seguro que indicaba la actitud de los indios es que se
disponían a esperar; mas, ¿esperar qué, a quién?
Así, sitiados en las precarias casas de
piedra, fueron pasando las horas sin que nada turbara la impasible vigilancia.
Pero los Señores de Tharsis estaban dotados en alto grado de la virtud de la
paciencia: no en vano habían hecho guardia durante 1.700 años frente a la
Espada Sabia. Se sentaron, pues, a su vez, para aguardar los futuros
movimientos de los sitiadores. En pocas horas oscureció sin que los indios se
movieran de su sitio, aunque se distinguía tras sus filas que diversas hogueras
comenzaban a encenderse: pronto un grupo de mujeres se ocupó de distribuir a
cada guecha una torta de maíz y una escudilla de cerámica con un líquido
humeante. La noche se hizo cerrada y los españoles decidieron descansar y
vigilar por turnos. Todos consiguieron dormir pues el amanecer los encontró en
la misma situación del día anterior. No obstante, aún transcurriría la mañana y
parte de la tarde antes de que se notase algún cambio.
El número de guerreros, en lugar de
decrecer, había ido aumentando con el correr de las horas, y ahora prácticamente
no existía sitio donde no se divisara uno de ellos: cubrían la plaza y las
callejuelas que corrían entre las casas, estaban subidos en los techos, pilares
y murallas, y, en fin, hasta donde alcanzaba la vista, se los podía ver en
actitud expectante pero francamente hostil. Se advertía sin mucho esfuerzo que
acechaban por millares, y que sería muy difícil zafar el cerco. Al promediar la
tarde, los Hombres de Piedra comprobaron que algo nuevo ocurría: los guechas,
se pusieron súbitamente de pie y se apartaron dificultosamente para dejar pasar
a una caravana que avanzaba desde la puerta exterior de la fortaleza. Esta vez
eran tres literas que llegaban; en una regresaba el enigmático personaje del día
anterior; y en las otras dos, venían sentados unos hombres de facciones del
todo diferentes a las de los indígenas: mientras aquéllos presentaban
caracteres indudablemente asiáticos, los recién llegados mostraban los rasgos
inconfundibles del hombre occidental europeo. Inclusive su tez, evidentemente
bronceada por las exposiciones solares, era bastante pálida, y contrastaba
notablemente con la piel amarilla de los muiscas. Empero, sus indumentarias
delataban que se trataba de indígenas, de otra etnia pero indígenas al fin:
vestían unos hábitos negros de lana de llama, muy semejantes a la saya de los Cátaros,
y cubrían sus cabezas con bonetes negros
del mismo material. Pero lo que más atrajo la atención de los Señores de
Tharsis, lo más increíble, eran los escudos redondos y emplumados que portaban:
en su centro, claramente visible, llevaban pintada una de las Vrunas de Navután. A su paso, arrancaron un murmullo de
temor de parte de los muiscas y los españoles observaron con asombro que la
mayoría de los guerreros evitaba mirarlos.
Al detenerse, el jefe al que Lito había
dirigido las palabras de la Piedra de Venus se abocó a llamar a los dos insólitos
personajes que lo acompañaban. Luego de descender, los tres se aproximaron
hacia la casa ocupada por los intrusos. A cierta distancia, se pararon y
conferenciaron durante unos minutos; finalmente, el de la víspera, se acercó
resueltamente y gritó:
–¡Huancaquilli
Aty! ¡Huancaquilli Aty!
Lito de Tharsis vaciló un instante, en tanto
todos los ojos de los Hombres de Piedra estaban clavados en él, pero enseguida
salió y se enfrentó con el indio. Como la primera vez, enarbolaba ahora también
la Espada Sabia. Al verlo, los dos de negro sin dudarlo, avanzaron a su
encuentro. Sin embargo, su interés no radicaba en Lito sino en la Espada Sabia:
ambos dijeron al unísono:
–¡Coyllor
Sayana! –que en quechua significa: “Piedra
de la Estrella”.
Desde la ventana trapezoidal, los
Hombres de Piedra seguían atentamente los acontecimientos, aprestados para
correr en ayuda de Lito de Tharsis. No alcanzaban a oír las palabras que
pronunciaban, pero era indudable que tanto Lito como los Amautas del Bonete Negro hablaban a intervalos regulares.
Transcurrieron los minutos en la misma forma, hasta que el intercambio de
palabras y frases adquirió el inequívoco tono del diálogo. Al fin, el Señor de
Tharsis giró y se encaminó sin problemas hacia el albergue de sus parientes; el
jefe muisca, por su parte, dio una orden y de inmediato los guechas se
desconcentraron sin protestar: sólo la guardia real que acompañaba a las
literas se mantuvo en las cercanías de la casa.
–¿Qué ha sucedido? –Indagó Violante sin
poderse contener, apenas Lito traspuso la puerta–. ¿Habéis logrado haceros
entender por los naturales?
–Aparentemente el peligro ha pasado –afirmó
Lito, cuyo semblante reflejaba aún la estupefacción que lo embargaba–. Señores
de Tharsis: nos enfrentamos a un Gran Misterio. Según lo que he logrado
comprender, estos seres de túnica negra
nos estaban aguardando desde hace muchos meses, quizás un año o más. Las
palabras que Yo he pronunciado ayer, pertenecen a una lengua más bien profana,
propia del Imperio que ha conquistado Pizarro. Por eso, al principio no pudimos
entendernos. Pero luego, y oíd bien lo que os voy a decir porque aunque parezca
fantasía no lo es, ellos hablaron en un idioma que es exclusivo de los Amautas
del Bonete Negro, especie de Iniciados del Culto a la Luna Fría, o decreciente,
Aty, es decir, a la Muerte Fría; y aquí viene lo incomprensible: esa lengua, es una variante antigua del bajo alemán o
del danés. Aún no lo sé con certeza por la forma bárbara en que lo hablan,
pero creedme que no será difícil aprenderlo. Naturalmente, que vosotros estaréis
tan sorprendidos como Yo: ¿cómo puede ser que nos estuviesen esperando, cuando
sólo los Dioses sabían que vendríamos? y ¿quiénes son estos Iniciados, que en
tierras tan lejanas y desconocidas hablan una lengua germánica? Por el momento
no tengo las respuestas.
–Pero ¿qué haremos ahora? –preguntó
Roque.
–Pues, parece que los Amautas del Bonete
Negro deben conducirnos hacia algún sitio. Supongo que los custodios de esta
fortaleza estarán con-formes con que nos vayamos cuanto antes, dado que la
presencia de los nombrados no les agrada en absoluto, y las nuestras, después
de la matanza que hemos hecho, no ha de caerles nada simpática. Propongo que
salgamos a la plaza, y nos mantengamos lo más cerca posible de los Amautas.
Así recogieron el equipaje, y, tomando a
los caballos por la brida, fueron saliendo lentamente hacia el extenso patio
donde los Amautas se hallaban esperando, acomodados en los asientos de las
literas. Lito fue a la otra casa, y comprobó con pesar que el Noyo ardía de
fiebre y que la pierna herida estaba gravemente hinchada. Llevándolo en sus
brazos, se unió a los Hombres de Piedra y les dijo:
–No podemos partir sin curar a
Guillermo. Lavaremos su herida con agua caliente y vinagre, del cual todavía
nos quedan unas gotas.
Procedió, entonces, a solicitar agua,
tratando de hacerse comprender por los Amautas, pero éstos, no bien advirtieron
el estado del Noyo, dieron varias instrucciones a los muiscas y aquéllos se
dedicaron a la curación: en un brasero de piedra, colocaron un recipiente con
agua al que agregaron las enormes hojas de una planta muy verde; luego de hacer
hervir el potaje, lavaron con su jugo, la herida, a la que cubrieron con hojas
de la misma clase; y después de vendar cuidadosamente, trajeron una especie de
camilla compuesta de dos largas varas y tela transversal, acostaron al Noyo, y
dos guerreros de la guardia real lo cargaron rumbo a la puerta de la fortaleza:
los muiscas no disimulaban la urgencia que tenían por ver a los extranjeros
fuera de sus murallas.
Quincuagesimoctavo Día
|
Los Amautas iban
custodiados por dieciséis guerreros que se alternaban, de a ocho, para cargar
las literas. A ellos se sumaron los seis Señores de Tharsis y los cuatro
catalanes sobrevivientes: al indio baqueano no se le permitió viajar y hubo que
dejarlo con los muiscas. De la última escaramuza habían salvado ocho caballos y
dos de los dogos españoles, además de las jaulas con los pollos de Castilla y
la totalidad del equipaje.
Seguían a los Amautas por una estrecha
senda que se dirigía en línea recta hacia el Este, ascendiendo permanentemente
por la Cordillera Oriental. Un día después, luego de pernoctar en una gélida
caverna a 3.500 metros de altitud, ganaron la cumbre de una sierra que partía
como brazo de la cadena principal. Todo indicaba que allí se iniciaría el
descenso, pero los sucesos inmediatos desmentirían aquella presunción. De
pronto, a la vuelta de un recodo, el camino concluyó bruscamente frente a una
impenetrable pared de piedra: la montaña se levantaba ante la caravana
impidiendo su paso. Cualquier europeo, en situación semejante, habría dado
media vuelta y buscado otro camino que franqueara el obstáculo: eso sería lo lógico. Pero estaba visto que los
Amautas del Bonete Negro, como los Señores de Tharsis, no se regían por los
principios de la Lógica. Aquéllos, sin inmutarse, bajaron de sus asientos y se
entregaron a unos extraños preparativos. Los Hombres de Piedra, asombrados aún
por la detención, observaron con más detenimiento la pared montañosa y entonces,
casi simultáneamente, comprendieron lo que ocurría: se encontraban en presencia de una entrada sellada por las Vrunas de
Navután, una entrada similar a la de la Caverna Secreta del Cerro Candelaria,
en la lejana Huelva. Ahora las Vrunas eran claramente perceptibles para
ellos y hubiesen podido atravesar la pared en un instante, con sólo aproximarse estratégica-mente a la abertura oculta. Mas,
no se les escapaba que sólo los Iniciados Hiperbóreos son capaces de efectuar
aquella operación: en la Casa de Tharsis sólo unos pocos entre miles de
descendientes habían conseguido hacerlo y eso les valió el ser considerados
Noyos o Vrayas. ¿Qué harían entonces? ¿Dejarían abandonados a los cuatro
catalanes?; y, lo más intrigante: ¿cómo pasarían aquellos rudos guerreros, que
a todas luces se veía no eran Iniciados ni mucho menos?
Las respuestas no tardarían en llegar.
Uno de los Amautas tomó un recipiente de porongo y, destapándolo, procedió a
dar de beber a cada uno de los guerreros de su guardia. Minutos después el
brebaje había hecho efecto y los indios estaban como hipnotizados, mirando sin
pestañear pero conservando el equilibrio. Evidentemente, la droga les había
privado momentáneamente de la conciencia, pues los Amautas los tomaban por los
hombros y los empujaban hasta las rocas de la montaña; y éstos se dejaban
conducir dócilmente. Pero lo más admirable para los Señores de Tharsis era el observar cómo los Amautas introducían
al guerrero en la entrada secreta y desaparecían en el interior de las enormes
piedras, para regresar enseguida a buscar al siguiente.
–¡Dioses! –exclamó Lito de Tharsis–. Si
nuestra Casa hubiese poseído la fórmula de esa substancia…
Al fin sólo quedaron los españoles de
ese lado de la montaña, y los Amautas ofrecieron el porongo haciéndoles señas
para que bebiesen. Los seis Hombres de Piedra desistieron de probar la droga,
pero forzaron a que lo hiciesen los escépticos catalanes. Cada uno de ellos
sorbió un trago y experimentó, minutos después, un efecto fulminante: cayeron
al suelo profunda-mente dormidos. Hubo, así, que arrastrarlos hasta la entrada
secreta, pero inexplicablemente era ahora posible introducirlos en ella.
Aquella entrada secreta no daba, como en
Huelva, a una caverna sino a un túnel de unos cien metros de longitud, en cuyo
extremo surgió un nuevo motivo de sobresalto para los Señores de Tharsis. En
efecto, a la salida del túnel se encontraron en medio de una calzada de piedra
con murillos a los costados y perfectamente alineadas de Norte a Sur, que se
perdía en la distancia hacia ambos puntos cardinales. Sobre los murillos
laterales, grabados con signos del alfabeto rúnico futark, se veían a ciertos
trechos inscripciones y señales.
–No hay dudas que se trata de una lengua
germánica. Empero –comentó Lito– este camino tiene todo el aspecto de haber
sido construido por los Atlantes blancos. ¡Observad esas piedras! ¡la forma en
que están talladas! ¡se trata de auténticos meñires, que sólo Ellos pueden
haber plantado!
La observación de Lito fue prontamente
confirmada por los Amautas: cuando ellos
llegaron a esas tierras, muchos siglos atrás, aquel sendero ya estaba. Pero sólo
los Iniciados podían acceder a él y por eso se lo llamaba “El Camino de los
Dioses”. Los invasores blancos jamás podrían hallarlo, aunque seguramente
utilizarían las dos calzadas paralelas que los ingas construyeron imitando El
Camino de los Dioses. Pero ellos, los dos Amautas del Bonete Negro, no
deberían hablar de esos temas con los Huancaquilli pues tal misión les estaba reservada
a los “Atumurunas”, que los aguardaban al final del Camino.
La capital, Cuzco, se hallaba en el centro de las cuatro regiones en que se dividía
el Imperio incaico: al Oeste, el Kontisuyu;
al Este, el Antisuyu; al Norte, de
donde procedían los Señores de Tharsis, estaba el Chinchasuyu; y al Sur, hacia donde se orientaba el Camino de los
Dioses, se encontraba el Kollasuyu.
Los dos Caminos Reales hallados por los conquistadores de Pizarro, iban de
Norte a Sur, siguiendo un trazado paralelo al Camino de los Dioses: la ruta
costera, nacía en Tumbes y llegaba hasta Talca, en Chile, 4.000 kilómetros
después; la central, mil kilómetros más extensa, partía desde Quito y concluía
en el lago Titicaca, a orillas del Río Desaguadero. El Camino de los Dioses,
mucho más oriental, también terminaba su recorrido en el lago Titicaca. Pero la
diferencia radicaba en que los Caminos Reales eran sendas por las que se
canalizaba toda la actividad del Imperio: el Camino de los Dioses, por el
contrario, era un camino secreto, sólo conocido y empleado por los Amautas del
Bonete Negro, los temidos Iniciados de la Muerte Fría Atyhuañuy.
El Camino de los Dioses mostraba un
perfecto estado de conservación, rivalizando en algunos tramos de excepcional
belleza con las mejores carreteras europeas: ello se conseguía por la distribución permanente de cientos de hombres a lo
largo de su recorrido, quienes se encargaban del mantenimiento de la calzada,
del servicio de chasqui, y del sostenimiento de los tambos que existían cada
tres o cuatro leguas. Justamente, a poco de andar por el ciclópeo camino de
piedra, los viajeros dieron con un tambo de amplias dimensiones: según supieron
luego los Señores de Tharsis, aquellos “Tambos Grandes” se edificaban en las
cercanías de las salidas laterales, y secretas, del Camino de los Dioses. El
lugar estaba atendido por miembros de la misma Raza morena que servía a los
Amautas; unos niños corrieron a descargar las llamas que estos traían y a
conducirlas a un corral, pero demostraron gran temor por los caballos españoles,
que debieron ser atendidos por los catalanes. Allí comieron las infaltables
tortillas de maíz, tamales, bebieron el api caliente, y descansaron medio día.
Un chasqui, entre tanto, partió a la carrera para adelantar la noticia sobre la
llegada de los Señores de Tharsis.
A pesar de las agotadoras jornadas,
durante las cuales marchaban todo el día y sólo se detenían por las noches en
los tambos más cercanos, el tiempo pasaba sin que el Camino de los Dioses
pareciese terminar nunca. Y semana tras semana, el frío, el viento, y la nieve,
los castigaban sin cesar, puesto que el Camino rara vez descendía por debajo de
los 3.000 metros, obligándolos a estar permanentemente abrigados. Un motivo de
alegría lo constituyó la rápida mejoría de Guillermo de Tharsis: dos días después
de la cura la fiebre cedió notablemente y la pierna comenzó a desinflamarse; a
los quince días ya podía caminar casi normalmente. Pero sesenta días después, aún
se hallaban transitando por la misma carretera rectilínea, cuyos accidentes mil
veces repetidos, escalones, rampas, túneles y puentes colgantes, se les
antojaban ahora monótonos y aburridos. La presencia de las inscripciones rúnicas
en la misma lengua germánica fue constante durante los miles de kilómetros
recorridos, aunque tendía a aumentar en variedad y perfección a medida que se
apoximaban a destino. Pero aquellas leyendas y señales eran evidentemente
posteriores a la construcciones megalíticas que se encontraban diseminadas a lo
largo del Camino de los Dioses: tales piedras exhibían el antiquísimo e
inconfundible Signo de las Vrunas de Navután, de las cuales las runas sólo
reflejan un simbolismo superficial.
Una semana antes de llegar al lago Titicaca,
arribaron a un tambo donde los esperaban ocho Amautas del Bonete Negro y un
extraño personaje. Era éste un anciano de cabellos grises y facciones de tipo
europeo nórdico, cuyos ojos celestes y piel clara confirmaban su pertenencia a
la Raza Blanca. Como los dos primeros Amautas que conocieran los Señores de
Tharsis, el anciano blanco y sus acompañantes sólo querían ver la Piedra de
Venus. Lito de Tharsis, que interpretaba correctamente sus deseos, accedió
pacientemente a ello, desenvainando la Espada Sabia y quitando la cinta del
arriaz. Una exclamación de asombro y aprobación brotó de las nueve gargantas. Y
recién entonces dieron muestra de reparar en los Hombres de Piedra. Todos habían
desmontado y se hallaban atrás de Lito de Tharsis, admirados a su vez por la
reacción de sus anfitriones. El anciano, hablando el mismo dialecto germánico
que los Amautas, pero en forma mucho más clara, preguntó:
–¿Y la Princesa? ¿Habéis traído a la
Princesa?
Semejante cuestión desconcertó a Lito,
que se volvió para cruzar una mirada con sus parientes. Descubrió así los ojos
de Violante de Tharsis, irreconocible como Dama bajo el hábito domínico, y súbitamente
lo comprendió todo. Golpeándose la frente con la palma de la mano dijo
sonriente:
–Sin dudas os referís a mi prima
Violante. Pero tenéis razón Noble Anciano: ¡Ella
es una Princesa de Tharsis! –Y acto seguido bajó la capucha y dejó al
descubierto el hermoso rostro de la Dama. Al verla el anciano, y los diez
Amautas, sonrieron a su vez y se golpearon la frente con la palma de la mano,
imitando el gesto de Lito de Tharsis.
El anciano era uno de los Atumurunas, a
los que las frases en quechua, pronunciadas por Lito de Tharsis habían
invocado. Mas ¿quiénes eran los Atumurunas? Según respondió el anciano, que
luego del recibimiento narra-do se tornó tan parco y lacónico como los Amautas,
los Atumurunas pertenecían a una
Familia: eran miembros de la Casa “Inga Kollman”; “Inga”, quería decir “descendiente”,
vale decir, que los Atumurunas eran los “descendientes” de Kollman.
Eso era comprensible, explicó Lito a los
Hombres de Piedra, pues la partícula “ing”
significa descendiente en las lenguas germánicas, como en Merovingio o Carolingio; pero ¿y quién
era Kollman? El anciano se negaba a responder alegando que sus parientes se lo
explicarían “cuando llegasen a Koaty, la
Isla de la Luna”. ¿Dónde quedaba la “Isla de la Luna”?: “en el lago
Titicaca, al que llegarían tras una semana de marcha”. “El sendero lateral que
conduce desde el Camino de los Dioses hasta Cuzco hacía días que lo habían
dejado atrás; ahora se encontraban en una región todavía no explorada por los
españoles; pero había que apurarse pues los ‘ingas’ tenían noticias de que se preparaba una expedición hacia el
Sur; los Huancaquilli blancos llegaron justo a último momento, cuando los
Atumurunas ya desesperaban de que se cumpliese la advertencia de los Dioses”. Y nada más que esto se le podía
sacar al anciano Atumuruna.
Siete días después divisaban una colosal
fortaleza de piedra en lo que debía ser el extremo Sur del Camino de los
Dioses. El Camino, en efecto, terminaba frente a la fortaleza, y ésta, cuyas
murallas tenían forma de media luna, se recortaba contra una montaña de
inaudita altura. Sin embargo el Camino no estaba totalmente interrumpido: una
salida secreta, sólo apta para Iniciados Hiperbóreos, permitía atravesar el
obstáculo. Pernoctaron allí y fueron persuadidos por el anciano para que
dejasen los animales y equipaje, ya que no podrían transportarlo a la Isla. Al
día siguiente pasaron por la salida secreta, previa libación del misterioso
brebaje por parte de los cuatro catalanes y los cincuenta guerreros que ahora
los acompañaban: los Señores de Tharsis, en cambio, sólo tenían que situarse
frente a la Piedra y escuchar las Vrunas de Navután en la Lengua de los Pájaros;
ellas les indicaban qué movimientos
estratégicos deberían hacer para aproximarse correctamente a la salida secreta
y traspasar el Velo de la Ilusión. Del otro lado de la montaña se encontraron
a sólo cinco leguas de la orilla del lago, en dirección al puerto de Carabuco.
Corría entonces junio de 1535.
Embarcar en las piraguas de totora
constituyó una experiencia original para los españoles, aunque los desconfiados
catalanes temían irse a pique en cualquier momento. Sin embargo, seis horas
después recalaban sin problemas en la Isla de la Luna. Bajaron sobre una pequeña
playa, de no más de diez pies de Castilla de ancho, bordeada por un prominente barranco
de 200 varas de altura: un angosto y visible camino en zigzag permitía subir
hasta la cumbre del despeñadero, desde donde se extendía la superficie
habitable de la Isla. De acuerdo a las explicaciones de los Amautas, sobre la
Isla Koaty existía un poblado
fortificado y un Templo. Pero ellos no
iban a la superficie.
Cuando todos hubieron descendido en la
playa, el Atumuruna les reveló que habrían de atravesar otra entrada secreta,
que se hallaba allí mismo en la pared del barranco. Nuevamente, los Hombres de
Piedra localizaron las Vrunas y los catalanes tuvieron que ser drogados. Más
allá de la Ilusión del Barranco, había un penumbroso túnel, revestido íntegra-mente
de bloques de piedra, que declinaba en rampa y se hundía en las entrañas de la
Isla. Durante veinte minutos continuaron bajando, hasta que el túnel se
estabilizó y los condujo al umbral de una puerta custodiada por dos Amautas del
Bonete Negro: al ver a los recién llegados, uno de ellos golpeó un enorme gong
de plata con una maza que portaba entre sus manos. Un espectáculo inusitado se
ofreció de pronto ante la azorada mirada de los españoles. Comprendieron así,
que se hallaban frente a una caverna de titánicas dimensiones, tan grande que
todo un poblado cabía en ella: y el sonido del gong había alertado a todos los
pobladores, que ahora salían masivamente de las viviendas para observarlos con
curiosidad. Casi todos, notaron los Señores de Tharsis, pertenecían a la misma
Raza mestiza de los Amautas. La salida del túnel daba a un pasillo elevado
desde el cual se dominaba gran parte de la caverna, la que no estaba mejor
iluminada que el corredor anterior: bajo sus pies se desplazaban cientos de
modestas casas de piedra, separadas por calles y plazas, distinguiéndose de
tanto en tanto unos edificios más grandes, que debían ser Palacios y Templos.
El Atumuruna les hizo indicaciones para que lo siguieran y tomó por el pasillo,
desde el cual partían de a trechos unas escaleras talladas en la roca para
descender al poblado.
El pasillo dio una curva abierta y los
situó adelante de un edificio que quizá fuese el mayor de la ciudad: una amplia
escalera, flanqueada por dos tigres de piedra, permitía llegar hasta él. En la
puerta los aguardaban un grupo de hombres de diversas edades, pero de
vestimenta y Raza semejante al anciano Atumuruna. Todos demostraban una intensa
alegría por la presencia de los Señores de Tharsis, y algunos, sin poderse
contener, se adelantaban y les estrechaban el antebrazo, en una especie de
saludo romano. Allí se retiraron los Amautas del Bonete Negro y los Atumurunas
los hicieron pasar al Palacio, a una sala semicircular con gradas que daba toda
la impresión de constituir un anfiteatro o un foro. Los Hombres de Piedra
debieron acomodarse en torno a una mesa central con forma de media luna, en
tanto que una docena de Atumurunas se distribuían en los peldaños.
Un anciano Atumuruna, al que llamaban Tatainga y que era muchísimo más viejo
que quien los guiara hasta allí, tomó la palabra y se dirigió hacia los Señores
de Tharsis:
–Sé que hay uno de vosotros que
comprende nuestra lengua sagrada. Eso me halaga enormemente. Nosotros, en
cambio, no conocemos la vuestra y habréis de disculparnos por ello. Empero,
sabemos sí de dónde provenís: del mismo Mundo del que vinieron nuestros
Antepasados, hace ya más de seiscientos años.
Asintió Lito de Tharsis, con un gesto, y
Tatainga continuó:
–Ahora, Huancaquillis blancos, ¿nos haréis
la Gracia de mostrarnos la Piedra de la Estrella Verde?
Extrajo, Lito, la Espada Sabia de su
vaina y, quitando la cinta, expuso la Piedra de Venus a la contemplación de los
Atumurunas. Un murmullo de aprobación acompañó la exhibición, pero Tatainga se
aproximó para examinarla de cerca. Se volvió luego e hizo una seña a unas
bellas Iniciadas que guardaban la puerta; éstas salieron y regresaron al
instante trayendo una base cuadrada sobre la que descansaba un objeto, al que
no se podía ver por estar cubierto por una tela blanca con guarda de esvásticas
negras. Las Iniciadas depositaron su carga con gran delicadeza sobre la mesa
medialunada y se retiraron a sus puestos. El anciano Atumuruna quitó, entonces,
la tela y los Hombres de Piedra pudieron observar, en el colmo del asombro, una
corona germánica de hierro, en la que
estaba engarzada una Piedra de Venus exactamente igual a la de la Espada Sabia.
–¡Esta
es la Corona del Rey Kollman! –afirmó Tatainga con voz respetuosa.
Quincuagesimonoveno Día
|
La historia del pueblo
de los Atumurunas era notablemente parecida a la de la Casa de Tharsis. El
anciano Tatainga se la refirió a los Hombres de Piedra con mucho detalle; pero
Yo, Dr. Siegnagel, trataré de resumirla aquí con pocas palabras.
Los antepasados de los Atumurunas, y la
lengua que aquellos hablaban, procedían de la región de Schleswig, en el Sur de Dinamarca. En el siglo X existía allí el Reino de Skioldland, que tenía ocho siglos de antigüedad y había resistido a
las huestes cristianizadoras de Carlomagno ciento cincuenta años antes. Su
población, de Sangre Pura, conservaba la religión de Odín, o Navután, y había
logrado preservar la Piedra de Venus, herencia de los Atlantes blancos. Por
tales “herejías”, los Golen habían decretado la pena de exterminio para toda la
Casa real. Contrariamente a los Señores de Tharsis, los bravos vikingos no
ocultaron la Piedra de Venus, sino que la engarzaron en la Corona de sus Reyes,
situación que los obligaba, cuando menos, a exhibirla en cada ceremonia de
coronación de Rey, o a presentar la Corona frente a cada nuevo Señor
Territorial con el cual estaban enfeudados. No obstante tal comportamiento
imprudente, los skioldanos consiguieron mantenerse libres hasta los tiempos del
Rey de Alemania Enrique I, el Pajarero. En
el siglo X, este Rey, que
era también Iniciado Hiperbóreo, derrotó al Rey de Dinamarca, Germondo, y
conquistó el Schleswig; según su costumbre, estableció una marca fronteriza en
la región y para tal fin nombró Margrave al Rey de Skioldland, sin importarle
si sus súbditos eran o no cristianos. Pero el Reino alemán sí lo era y los
Golen no tardaron en iniciar una campaña de agitación para forzar la conversión
en masa de los vikingos y obligar a su Rey a entregar “los instrumentos del
Culto pagano”, entre ellos la Corona con la Piedra de Venus. Sin embargo, nada
consiguieron en vida de Enrique I.
Muerto el Rey en el año 936, le sucede su hijo Otón, quien, a
pesar de descender del legendario Vitikind por parte de su madre Matilde, tenía el cerebro
lavado por obra de sus instructores Golen benedictinos. Otón I deseaba en un todo imitar a Carlomagno y comienza por
hacerse coronar Rey en Aquisgrán, por el Arzobispo de Maguncia, a lo que seguirían
luego varias expediciones a Italia para conocer a los Papas, y su investidura
imperial en Roma, en el 962. La fortísima liga entre la Iglesia alemana y el
Imperio, que durará hasta el exterminio de los Hohenstaufen en 1250, puede
afirmarse que comienza con las extraordinarias concesiones de Otón I. Es comprensible, pues, que con semejante Emperador
la suerte del pequeño Reino de Skioldland estuviese echada. En el 965, las
intrigas de los Golen surten efecto y una expedición marcha sobre el Schleswig:
la componen tropas imperiales al mando del General Zähringer y llevan la misión
de convertir al Reino pagano al cristianismo o destruirlo, y, de cualquier
modo, secuestrar la Corona real. Esta vez no hay salvación para los vikingos y
es así que su Rey, Kollman, les propone abandonar ese país que pronto caerá en
poder de los Demonios: –¡Odín guió a nuestros abuelos y les entregó estas
tierras; y El nos manda ahora partir hacia otro Reino allende los mares!
El setenta por ciento de la población
aceptó la oferta y se hizo a la vela en 220 drakkares, pero quienes se quedaron fueron pasados a cuchillo por
los enfurecidos evangelizadores. La numerosa flota cruzó el Mar Tenebroso y
llegó hasta el Golfo de México. Allí, florecía la civilización de los toltecas,
quienes recibieron a los vikingos como “hijos de los Dioses”, es decir, como
descendientes de los Atlantes blancos.
La Casa de Skiold era tan antigua como
la de Tharsis. Pero en la misión familiar ambas Estirpes diferían notablemente:
en lugar de un Fuego Frío en el Corazón, los Señores de Skiold debían
profundizar en el secreto de la Agricultura Mágica hasta dar con la esencia del
cereal; incorporada en la Sangre Pura, aquella esencia causaría la precipitación
de una Semilla de Piedra en el Corazón
de los Iniciados. Los Atlantes blancos les habían aconsejado que formasen un
cuerpo permanente de Noyos y Vrayas, cuya tarea sería contemplar la Piedra de
Venus y aguardar que en ella se presentase “la Señal Lítica del Valhala”:
cuando ello ocurriese, sería el momento de viajar a la Morada de los Dioses. Y
la Señal había aparecido, pocos días antes del ataque a Skioldland. En la
Piedra de Venus, una Vraya consiguió ver un paisaje megalítico a orillas de un
enorme lago: aquel lugar, decían los Dioses Leales, se hallaba más allá del Mar
Tenebroso; pero hacia allí debían ir, pues un Gran Imperio sería de la Casa de
Skiold por Voluntad de los Dioses. Y fue por eso que se hicieron a la mar en
los 220 drakkares. En síntesis, la Casa de Skiold constituía una familia de
Iniciados Hiperbóreos, y no debe extrañar que al partir, tanto el Rey Kollman,
como su Reina y numerosos Noyos y Vrayas, fuesen Hombres de Piedra.
A pesar de haberse impuesto sin
problemas a los toltecas y de contribuir profundamente a mejorar su civilización,
diez años después el pueblo de Kollman continuó viaje hacia el Sur, quedándose
con los toltecas aquellos que habían cometido el “pecado racial” de aparearse
con ellos. Navegarían hasta Venezuela. Marcharían luego en dirección al Oeste,
atravesando Venezuela, Colombia y Ecuador, y llegarían hasta Quito, desde donde
navegarían nuevamente con rumbo al Sur. Desembarcarían en Tacna, y subirían las
montañas del Este, hasta ganar la meseta de Tiahuanaco y el lago Titicaca. Era ése
el lugar que indicaba la Piedra de Venus.
En Tiahuanaco los skioldanos encontraron
una ciclópea ciudad de piedra a medio construir, una especie de obrador de los
Atlantes blancos. Junto a las ruinas, edificaron una población que sería cabeza
de un Imperio. Y en la Isla del Sol, levantaron un Templo a la Deidad local, ya
que ellos mismos se habían presentado a los collas, aimaraes y otros indios,
como “Hijos del Sol”. El Imperio vikingo de Tiahuanaco prosperó y se expandió
hasta el siglo XIV, hasta que se
desató la segunda parte del drama racial de la Casa de Skiold. En aquel siglo,
en efecto, los skioldanos, a quienes ya se denominaba “Atumurunas” por su piel
blanca y su predilección por la Luna Fría, habían dominado a todos los pueblos
de indios que habitaban en las cercanías. Uno solo se resistía, y no por sus
propios méritos sino porque los Atumurunas dudaban entre saberlos libres y
lejos, o someterlos a vasallaje y tener que tratar con ellos. Ese pueblo era el
de los Diaguitas, y la aprehensión
de los vikingos procedía de un rechazo casi epidérmico, esencial a las costumbres
y cultura de aquéllos. El caso era que, si bien la masa de indios pertenecía
efectivamente a las etnias americanas, la casta noble y sacerdotal que los regía
tenía origen mediterráneo o, con más precisión, provenía de Medio Oriente: en
los museos de Santiago del Estero, Catamarca, Salta, Tucumán, o Tilcara, pueden
verse hoy día cientos de cerámicas y torteros escritos en arameo y hebreo, que
aseveran esta afirmación.
Así es, Dr. Siegnagel. La nobleza
diaguita ostentaba la más rancia prosapia hebrea y, sus Sacerdotes, se
consideraban como los más celosos defensores del Pacto Cultural y del
Sacrificio Uno. Profesaban un odio mortal contra los vikingos y vivían
permanentemente hostilizando las fronteras del Imperio. Pero siempre se los había
controlado; por lo menos hasta el fatídico año 1315. Ese año, un alzamiento
generalizado de tribus diaguitas se produjo desde la Quebrada de Humauaca hasta
Atacama, en Chile, sin que hubiese un motivo justificable por parte del
Imperio. Las noticias que llegaban indicaban que el Gran Cacique Cari había recibido la visita de dos Enviados del Dios
Uno, Berhaj y Birchaj, quienes los incitaron a la guerra contra Tiahuanaco;
Ellos le aseguraron el Triunfo porque los Diaguitas, decían, pertenecían al
Pueblo Elegido por El, y no podían perder. Motivados de esa forma, los feroces indígenas
avanzaron irresistiblemente tras los límites del Imperio, y sitiaron
Tiahuanaco. Los vikingos, finalmente, buscaron refugio en la Isla del Sol,
mientras que los Atumurunas Iniciados, es decir, los Hombres de Piedra, se
introducían en la Caverna Secreta Atlante de la Isla de la Luna, Koaty.
Los vikingos nada pudieron hacer contra
la Alta Estrategia aplicada por los Demonios Berhaj y Birchaj, que guiaban a
los Diaguitas y acabaron cayendo en el cerco que el Enemigo cerró en torno de
la Isla del Sol. Tomados prisioneros por miles, los skioldanos fueron
pacientemente degollados uno por uno a manos de los Sacerdotes
hebreos-diaguitas. Al llegar a esta parte del relato, el Atumuruna Tatainga señaló
un relieve rúnico en la pared y preguntó:
–¿“Molay”, “Quiblón”? ¿Significan algo
esas palabras para Ustedes? Porque los Sacerdotes Diaguitas, cada vez que
degollaban un prisionero de oreja a
oreja, procurando que la sangre cayese en el lago, gritaban: –¡Por Molay! ¡Por Quiblón! Nuestros
antepasados escribieron con runas esos nombres, que para ellos no tenían
sentido, pues deseaban que algún día sus descendientes aclarasen el enigma.
Los Hombres de Piedra quedaron mudos, clavados
en su sitio. Pero pensaban: ¡Qué terrible es la Ilusión del Gran Engaño! ¡Qué
diferente es la misma realidad vista desde otra perspectiva! Aquél, de 1315,
había sido un buen año para la Casa de Tharsis: se presentó el Sr. de Venus y
aprobó todo lo actuado contra los planes de la Fraternidad Blanca; la acción de
la Casa de Tharsis, y del Circulus
Domini Canis, causó la destrucción de la Orden del Temple; y con ellos, con
la hoguera de Jacques de Molay, desapareció por el momento el peligro de la Sinarquía
Universal del Pueblo Elegido. También la venida de Quiblón se retrasaría 180 años.
Y en ese año los Valentininos se radicaron en Turdes. Sí; 1315 fue un año fasto
que aún recordaban con simpatía los Señores de Tharsis: inclusive se llegó a
decir que era uno de los mejores años en la historia de la Casa de Tharsis. ¡Y
ahora comprendían que para sus hermanos skioldanos aquél fue un año nefasto, el
peor de su historia! El Enemigo tomó entonces contra ellos una venganza atroz: ¡intentó
extinguir su Estirpe en represalia por la destrucción de la Orden del Temple!
De allí que dijeran, tras cada ejecución “–¡Por Molay, por Quiblón!–”,
remedando a Charles de Tharsis, cuando decía a los Golen que iban a morir en
las hogueras de Senz: “–¡Por Navután y la Sangre de Tharsis!–” ¡Malditos Golen;
malditos miembros del Pueblo Elegido; malditos Bera y Birsa: una nueva cuenta
para saldar en la Batalla Final!
Continuaré con el relato resumido, Dr.
Siegnagel. Sólo agregaré que, desde entonces, 1315 sería considerado año de
luto para la Casa de Tharsis.
Los Hombres de Piedra del linaje de
Skiold permanecieron refugiados en la Isla de la Luna durante treinta y cinco años,
antes de atreverse a realizar una nueva acción estratégica. En ese lapso, la
vigilancia de los indios hebreos fue constante sobre el lago Titicaca, pues
numerosas leyendas locales hablaban de las cavernas y túneles que los Atlantes
blancos construyeran miles de años atrás: ellos sospechaban que algunos
Atumurunas podrían haberse ocultado allí. Sin embargo, las Vrunas de Navután
constituían un obstáculo insalvable, aún para los poderes de los Demonios
Berhaj y Birchaj, seres carentes de Espíritu Increado; y casi nadie que no
fuese un Iniciado Hiperbóreo volvería a ver jamás a los Atumurunas. En verdad,
los sobrevivientes eran muy pocos, aunque los acompañaban un número mayor de
miembros de la Raza mestiza a la que pertenecían los Amautas del Bonete Negro:
esa Raza se había formado por la mezcla de la sangre vikinga y los indios que
habitaban en Tiahuanaco a la llegada del Rey Kollman. Empero, no obstante el
mestizaje mencionado, los vikingos trataron siempre de conservar la Sangre Pura
e impusieron una ley por la cual sólo eran Nobles aquellos que descendiesen del
linaje de Skiold. De ese modo, la pertenencia a la Nobleza exigía el casamiento
entre integrantes de la Raza conquistadora: los mestizos, aunque eran parientes
de los vikingos, quedaban excluidos de la Nobleza pero no así del derecho a
participar del Misterio de la Sangre Pura. Vale decir, que los mestizos podían
acceder a la Iniciación Hiperbórea, facultad que acabó dividiéndolos a su vez
en Iniciados, es decir, Amautas del Bonete Negro, y Quillarunas, o sea Hombres
Lunares o Pueblo de la Luna.
Los sobreviventes de la matanza diaguita
se componían de una docena de Atumurunas y un centenar de Quillarunas. Cuando
creen disminuido el peligro, treinta y cinco años después, los Atumurunas
deciden ocupar el Camino de los Dioses, una antiquísima ruta del Imperio Atlante
que iba desde Tiahuanaco hasta el Mar Caribe. En una primera etapa, se expanden
por el Camino secreto hasta la altura de Cuzco, donde existía una salida
lateral hacia aquella ciudad. Es entonces que deciden enviar a dos Iniciados
Atumurunas para que formen una nueva Estirpe real en los pueblos de la región
de Cuzco, quienes habían sido vasallos de los vikingos de Tiahuanaco durante
siglos. Uno de los Iniciados era el inga Manco Kapac, y el otro, su pareja
hiperbórea, su Esposa y Hermana, Mama Ocllo. Ambos realizaron su misión y
fundaron una casta que duró hasta el fin del Imperio inga, y a la cual pertenecía
el Emperador Atahualpa, el inga asesinado por Pizarro. Empero, pese a los
esfuerzos efectuados, pese a que los descendientes de Manco Kapac sólo se
casaban entre ellos, nada pudieron hacer los ingas de Cuzco para evitar la
degradación de la Sangre Pura. En un siglo ya no surgían Iniciados de la
familia real y los ingas dependían de los Amautas del Bonete Negro para
cualquier oficio esotérico. Mas no concluyó allí la caída de los cuzqueños: la
expansión territorial del Imperio los puso en contacto con pueblos del Pacto
Cultural y sufrieron la influencia de Sacerdotes que transformaron el Misterio
de Viracocha, o Navután, en un mero Culto al Dios Creador. Hubo entonces “otros”
Amautas, es decir, Sacerdotes que usurparon la función de los Iniciados Hiperbóreos.
El mayor daño, en este sentido, lo
produjo la llegada en el siglo XIV de un conjunto de
misioneros católicos procedentes del Brasil, adonde habían desembarcado luego
de cruzar el Atlántico. Los guiaba un Sacerdote de fuerte personalidad al que
los indios paraguayos dieron el nombre de Pay Zumé o Pay Tumé, nombre
legendario que los posteriores jesuitas de las “Misiones” identificaron con el
Apóstol Santo Tomás o Santo Tomé. Los ingas, en cambio, aceptaron su prédica y
la equipararon con su Dios Tunupa, uno de los Aspectos de Viracocha. Las
certeras medidas que tomó para destruir la religión de los Atumurunas indican
que no había arribado al Cuzco por mero azar sino que era un Enviado de la
Fraternidad Blanca. Aquel Sacerdote logró imponer el culto a la Cruz, al
Crucificado, a la Madre de Dios y a la Trinidad de Dios, creencias que aún se
mantenían más o menos deformadas en los tiempos de la conquista española. Esto
fue sin dudas nefasto para la vitalidad espiritual de los ingas, pero el mal más
grande provino de la introducción del sacrificio
ritual y del cambio de significado de la Apacheta.
En la Epoca del Imperio de Tiahuanaco,
un Atumuruna llamado Sinchiruca enseñó a los indios una variante del Culto del
Fuego Frío. En tal Culto las piedras de la Apacheta representaban a los Grandes
Antepasados, Achachila Apacheta,
mientras que un peñasco especial era la Piedra Fría, la Piedra poseedora del
Signo Huañuy o Signo de la Muerte. La Rumi
Huañuy estaba también en el Corazón del hombre, en su Alma, y a ella
permanecía encadenado el Espíritu Increado: por eso en la Ceremonia Tocanca, al escupir el acuyico de coca
sobre el Rumi Huañuy, se expresaba el deseo de separación de lo anímico y lo
espiritual, la transferencia de lo anímico a la Piedra. Pero, por sobre todo,
la Apacheta era un altar, un “lugar alto”, consagrado a la Madre de Navután, la
Diosa Ama, la Virgen de Agartha, la Diosa que entregó la Semilla del Cereal a
los hombres, es decir, la Diosa que los indios conocían como Pachamama. Cuando el indio transitaba
por un sendero, y llegaba a un cruce o encrucijada de caminos, depositaba una
piedra en la Apacheta y dejaba su acuyico de coca, o simplemente colocaba un
guijarro mojado con su saliva: la Pacha-mama, entonces, “mataba” su cansancio, “destruía” su fatiga, “quitaba” el dolor,
aquello que es propio de la condición humana, vale decir, “liberaba” al Espíritu
de la naturaleza anímica o animal; y “orientaba” al viajero en el Laberinto
de Ilusión que reflejaba la encrucijada. Pero cuando el indio escuchaba las Vrunas de Navután, la Voz
de Viracocha, en cualquier lugar que fuese, caía como fulminado y se decía que
estaba apunado: entonces era el
momento de levantar un altar a la Pachamama y allí mismo se depositaban las
piedras de la Apacheta.
Como dije, la Doctrina de Pay Zumé alteró
el significado estratégico de la Apacheta, coincidiendo en esto con los
Diaguitas hebreos, que habían introducido modificaciones semejantes en los
territorios conquistados a los Atumurunas. El cambio consistió en transformar
el Culto del Fuego Frío en Culto del Fuego Caliente y en identificar a la
Pachamama con la Gran Madre Binah. Se convirtió de ese modo, al estilo de la
decadencia romana, la Apacheta en un altar de Dioses Lares, o de un Dios
Supremo, Creador del Mundo, representado por el Fuego Caliente, el Fuego
Creador que nunca se extingue, el Logos Solar, el Sol. Y sobre la Apacheta
reinaba ahora una Pachamama-Binah, Madre Tierra, Shakty, Matriz Creadora de las
cosas; Diosa del Amor a la que convenía sacrificar para que interviniese ante
su Esposo, el Creador Uno. La Apacheta perdió desde entonces su carácter estratégico
y orientador hacia el Origen y fue, para los ingas de Cuzco, un objeto del
Pacto Cultural, un instrumento de idolatría de los Sacerdotes de la Fraternidad
Blanca, los nuevos “Amautas”.
Tal proceso de decadencia espiritual
resultó catastrófico para los Atumurunas del lago Titicaca, que igualmente no
lograban preservar la Sangre Pura y se enfrentaban día a día con el peligro de
la extinción racial. Su presencia se reducía ahora al ámbito del Camino de los
Dioses, al que terminaron ocupando casi por completo, y a la “Ciudad de la Luna”,
en la caverna secreta de la Isla de la Luna. Rara vez se hacían ver por los
pobladores del Imperio de Cuzco, como no fuese para transmitir alguna información
esotérica a los ingas, mas sus apariciones eran temidas, pues se los
consideraba como “anunciadores de males”, “presagiadores de desastres”, etc.
Sus “enviados” eran los Amautas del Bonete Negro, quienes tampoco se hacían ver
demasiado e inspiraban idéntico temor.
Conviene aclarar, Dr. Siegnagel, que una
vez ocupado el Camino de los Dioses,
sólo fue utilizado para desplazarse por los Amautas del Bonete Negro: los Atumurunas empleaban en cambio un
sendero subterráneo que atravesaba la Cordillera de los Andes de extremo a
extremo, y tenía el mismo trazado que el Camino de los Dioses, es decir, que se
extendía por debajo de éste. Existían entradas secretas verticales que
comunicaban el Camino de los Dioses con el túnel cordillerano, por las cuales “aparecían”
los misteriosos Atumurunas. Y, según afirmaban las leyendas ingas, aquel túnel,
construido por los Atlantes blancos, poseía vehículos de piedra que permitían
viajar a velocidades fantásticas.
Finalmente, dos años antes de la llegada
de Francisco Pizarro a Cajamarca, la situación de los Atumurunas se tornó
desesperada: sólo disponían de la Princesa Quilla para mantener la sucesión
matrilineal de la Estirpe, pero no acertaban a determinar su matrimonio pues
los doce Atumurunas vivientes eran todos parientes demasiado cercanos y cuyos
padres y abuelos habían sido también primos y hermanos entre sí; cualquier
enlace con ellos degradaría con seguridad la Sangre Pura, causaría la
degeneración de los descendientes. Fue en esas circunstancias que los Noyos
observaron “una Señal Lítica en la
Piedra de Venus” y recibieron la visita “del Dios Küv”.
La Corona del Rey Kollman descansaba
desde hacía siglos sobre un altar de piedra con forma de sector circular recto: los extremos del arco exterior se unían con
un arco interior en relieve, paralelo al primero, para simbolizar la imagen de
la Luna en cuarto menguante; y sobre esa media luna se ubicaba la Corona
Sagrada, con la Piedra de Venus enfrentando el borde circular. Los Noyos se
sentaban normalmente frente a la Corona, alineando con la vista la Piedra de
Venus y el vértice del ángulo recto del altar. A diferencia de lo ocurrido con
los señores de Tharsis, quizá a causa de la endogamia, los doce Noyos
Atumurunas fueron capaces de proyectar la Señal Lítica en la Piedra de Venus.
Reconocieron así un paisaje megalítico que, si bien quedaba a miles de kilómetros
del lago Titicaca, no implicaba travesías marítimas y selváticas como las
protagonizadas por los Iniciados españoles. Lo que se veía, en efecto, era una réplica de las rocas del Externsteine,
la montaña sagrada de los germanos situada en el bosque Teutoburger Wald. En
verdad, existen varios Externsteine en el mundo, todos semejantes al de
Alemania, y todos poseedores de las Vrunas de Navután. El que se observaba en
la “Piedra del Valhala”, de la Corona del Rey Kollman, se encontraba cerca de
la Quebrada de Humahuaca, en el actual territorio de la República Argentina, en
un lugar llamado hoy día “Valle Magno”, al pie del Cerro Kâlibur. De eso los
Atumurunas no abrigaban ninguna duda. Lo que faltaba determinar era ¿qué
significaba esa imagen? ¿acaso tendrían que viajar hasta el Externsteine jujeño?
Podría ser: cerca de allí, según afirmaba una tradición familiar, había una
entrada secreta que conducía al Valhala, o K'Taagar, previo paso por la Puerta
del Sur. Las respuestas las ofrecería el “Dios Küv”.
Sexagésimo Día
|
Cuando el Señor de
Venus apareció por el ángulo recto del altar de piedra, los doce Atumurunas y
la Princesa Quilla lo vieron simultáneamente.
–¡Gracia
y Honor, Sangre de Skiold! –saludó el Señor de Venus, expresando con su mano
derecha el Bala Mudra.
–¡Sieg
Heil! –contestaron a coro los Hombres de Piedra.
–¡Sangre de Skiold: os traigo el saludo de Wothan, el Señor de la Guerra! ¡Y también
os traigo Su Palabra! ¡Prestad atención, abrid bien vuestros sentidos, porque
la presente es oportunidad única, tal vez irrepetible antes de la Batalla
Final! Dos veces se ha intentado destruir vuestra Estirpe: una en Skioldland y
otra en la Isla del Sol. Sabéis pues que el Enemigo es implacable. Ahora os
anuncio un nuevo peligro de destrucción. Pero no se trata del que a vosotros os
preocupa: la extinción de la Estirpe por la falta de descendencia. Será una vez
más el puñal del Sacrificador Uno quien intentará derramar la Sangre Pura de
Skiold. ¡Sí, Atumurunas; el Gran Sacrificador ha abierto una Puerta por la que
los hombres dormidos se arrojarán sobre vuestras gargantas! Malas y buenas
noticias os traigo. Las malas consisten en que el Imperio inga de Cuzco,
dividido por la mezquindad y locura de sus Reyes, será prontamente destruido
por los hombres dormidos que llegarán en hordas incontenibles. Vosotros deberéis
huir de Koaty para siempre: sólo actuando con decisión y rapidez, a último
momento, evitaréis un tercero y definitivo intento de aniquilación de la
Estirpe.
Y he aquí las buenas nuevas: si obedecéis eficazmente mis órdenes,
no sólo salvaréis la Estirpe de Skiold sino que el Señor de la Guerra os tomará
en consideración para participar destacada-mente en la Batalla Final. Y éstas
son mis órdenes: desde ahora no intervendréis jamás en los pleitos del Imperio,
ni aún viendo cómo el Enemigo lo desintegra sin piedad. Conservaréis la calma
hasta último momento. Entonces llegarán unos Enviados del Señor de la Guerra.
Los reconoceréis porque traerán una Piedra semejante a la de la Corona del Rey
Kollman. Con Ellos vendrá una Princesa de la Sangre más Pura de la Tierra: Ella
os será confiada para que la desposéis con un Príncipe de la Casa de Skiold; su
descendencia preservará la Estirpe y constituirá la raíz de un pueblo poderoso
al Final de los Tiempos. Pero en retribución, Atumurunas, conservaréis Virgen a
la Princesa Quilla y se la entregaréis a Ellos, para que su propia Estirpe se
prolongue en la Sangre Pura de Skiold.
Ellos
vienen de un país muy lejano, aunque no tanto como aquél del que vosotros
procedéis. Estarán guiados por Nosotros y tarde o temprano se aproximarán al
Camino de los Dioses. Daréis instrucciones, pues, a los Amautas del Bonete Negro,
para que se distribuyan en los confines del Camino y los aguarden y conduzcan a
Koaty. Los Amautas deberán dar parte a los Scyris de los pueblos locales de que
serán castigados con las penas más severas si causan algún daño a los
Extranjeros portadores de la Piedra: ¡Hacedles saber que Ellos, al igual que
vosotros, son Señores de la Muerte, Huancaquilli Huañuy!
Estaréis
preparados para evacuar Koaty apenas lleguen los Huancaquilli y hayáis
intercambiado las Princesas. Vosotros iréis al Valle Grande Kâlibur, al sitio
que habéis visto en la Piedra de la Corona. Allí atravesaréis la puerta secreta
que conduce a un valle protegido por las Runas de Wothan, adonde forjaréis, un
terrible pueblo guerrero que regresará a este Mundo en los días de la Batalla Final.
Pero los Huancaquilli deben viajar más al Sur, a la Fortaleza o Pucará de
Tharsy, o Thafy, donde se encuentra el Gran Meñir de Tharsy plantado por los
Atlantes blancos hace miles de años. ¡Sí, Atumurunas; cuando nosotros fundamos
una Estirpe, siempre plantamos Su Meñir! Y sólo con el correr de las
generaciones, sólo si la Sangre se conserva Pura, los Miembros de la Estirpe se
reencuentran con Su Meñir. Ello ocurre al concretarse la Misión Familiar: por
eso vosotros hallaréis vuestro Meñir en el Valle Grande y los Huancaquilli
encontrarán el suyo en el Valle Thafy. Y el Enemigo no podrá penetrar en las
Murallas Estratégicas de los Grandes Cromlech que rodean y aíslan los Meñires
Fundamentales de la Raza.
Los
Antepasados blancos, los Atlantes blancos, dejaron un pueblo al cuidado del Meñir
de Tharsy, en el Tucumán: Ellos celebraban el Culto al Señor de la Guerra, al
que llamaban Vultan o Voltan, en una Apacheta, o altar, junto al Meñir; purihuaca Voltan guanancha unanchan huañuy. Aquellos
guardianes hace miles de años que fueron exterminados por los indios diaguitas,
miembros del “Pueblo Elegido” por el Dios Creador de este Infierno, quienes
todavía habitan en la región. Brindaréis, pues, una escolta a los Huancaquilli
para que arriben sin peligros al antiguo Pucará del Valle Thafy, adonde habitarán
también hasta los Días de la Batalla Final.
Atumurunas
de la Casa de Skiold: he dicho cuanto tenía que decir y no conviene, por
motivos estratégicos, agregar nada más. Os reitero el saludo de Wothan y me
despido hasta la Batalla Final. O hasta que vosotros coincidáis conmigo en otro
kairos. ¡Gracia y Honor,
Sangre de Skiold! –les deseó el Señor
de Venus, en tanto levantaba el brazo derecho para expresar el Bala Mudra.
–¡Sieg
Heil, Gott Küv! –respondieron los Atumurunas, efectuando igualmente el bala mudra que, era el antiguo saludo
secreto de la Casa de Skiold.
Los Atumurunas cumplieron al pie de la
letra las directivas del Señor de Venus. Desde ese momento, un aceitado
mecanismo destinado a detectar a los viajeros se montó en el extremo Norte del
Imperio ingaico. Y fue su funcionamiento, tal como relaté, lo que permitió a
los Señores de Tharsis zafar el sitio muisca, que constituía una segura trampa
mortal. Con la llegada de los Señores de Tharsis a Koaty, haciendo realidad los
anuncios del Señor de Venus, concluía el relato de Tatainga. A continuación,
Lito de Tharsis narró lo mejor que pudo la historia de la Casa de Tharsis,
despertando mucho interés en los Atumurunas el conocimiento de las maniobras
asesinas de los Inmortales Bera y Birsa, y la identidad y misión de Quiblón.
Deberían ahora partir juntos hacia el Sur, y marchar hasta una fortaleza o
Pucará, llamada Humahuaca, en la que
se separarían: no se verían más en esa vida, pero se reencontrarían durante la
Batalla Final, cuando el Señor de la Guerra convocase a los Hombres de Honor
para luchar contra las Potencias de la Materia.
La Princesa Quilla tenía cabellos rubios
y ojos celestes, en tanto que Violante contrastaba con su cabello negro y ojos
verdes; pero ambas exhibían una piel tan blanca como la nieve. Quilla ya estaba
preparada para con-vertirse en esposa de uno de los Señores de Tharsis, pero la
noticia de que tendría que abandonarlos por disposición de los Dioses sorprendió
y entristeció a Violante de Tharsis. Sin embargo no renegó de su misión, aunque
expuso claramente su descontento. De allí que los dos frailes domínicos
decidiesen quedarse junto a ella y ligar su suerte a la Estirpe de Skiold: con
la compañía de sus parientes, Violante podría sobrellevar mejor la separación.
Pero además, Lito ordenó a los cuatro catalanes que siguiesen a su Ama y jamás
la abandonasen; les dijo sin rodeos que nunca regresarían a España si cumplían
tales órdenes, pero que de obedecerlas, serían tratados como integrantes de la
Nobleza por el Pueblo de la Luna. Los Atumurunas deseaban llevar consigo a los
catalanes y les ofrecían, por esa única vez, la posibilidad de tomar esposas de
entre las Vírgenes de la Luna. A todo se avinieron los recios soldados españoles,
a quienes entusiasmaba la perspectiva de convertirse en Señores de aquel pueblo
misterioso y velar por la seguridad de su Reina, Violante de Tharsis.
Llegados a un mutuo acuerdo, sólo
faltaba ponerse en marcha y evacuar Koaty, dando así cumplimiento a las
directivas del Dios Küv. En tales preparativos estaban, cuando los espías que
permanentemente les informaban sobre la situación en el Imperio, transmitieron
una noticia que los obligó a apurar la partida: el Capitán Diego de Almagro
acababa de salir de Cuzco al mando de 500 hombres con dirección al Sur. Entre
Francisco Pizarro y Diego de Almagro había surgido una agria disputa sobre los
límites que a cada uno correspondía en el reparto del Imperio ingaico: Diego de
Almagro pretendía que la Ciudad de Cuzco se encontraba comprendida en sus
dominios. El astuto Pizarro consiguió dilatar la definición del conflicto
persuadiendo a su socio de que existía hacia el Sur un país aún más rico que el
Reino de los Ingas, un botín que tornaría carente de sentido la discusión sobre
el Cuzco. Fue así que el iluso Almagro armó aquel poderoso ejército
y marchó hacia el Sur dispuesto a conquistar la Ciudad de los Césares,
Trapalanda o Elelín.
El mismo pesar, acompañado de heroica
resolución, que los Señores de Tharsis experimentaran al abandonar la península
ibérica en el barco de los Welser, cuando la mente volaba hacia Huelva y revivía
los días de gloria de la Casa de Tharsis, debían sentir entonces los Atumurunas
al atravesar el lago Titicaca rumbo al puerto de Copacabana, dejando atrás la
Isla Koaty donde vivieron tantos años y alcanzaron la Más Alta Sabiduría Hiperbórea.
La Casa de Skiold había sido poderosa siglos antes en Tiahuanaco, hasta que la
demencial venganza de la Orden de Melkisedec casi extinguiera su Estirpe:
entonces, al abandonar la región para siempre, los corazones de los Atumurunas
se estremecían por efecto de sentimientos encontrados. El Alma, creada y
apegada a la historia y al suelo, al Tiempo y al Espacio, se desgarraba de
dolor por el alejamiento definitivo del solar natal; pero el Espíritu Increado,
que descubre y sostiene en la Sangre del Iniciado el Recuerdo del Origen,
desbordaba cada instante anímico de dolor con la nostalgia infinita del Regreso
a la Patria Primordial, a la Hiperbórea Original; y frente a la nostalgia de
Hiperbórea, al deseo de abandonarlo todo y partir hacia el Origen del Espíritu,
nada pueden las garras del dolor, ningún efecto tienen los apegos sentimentales
a las regiones infernales y a los objetos materiales de la Tierra.
Almagro sale de Cuzco en 1535 y a fines
de Agosto, después de atravesar las hostiles altiplanicies del Sur, arriba a la
meseta del Titicaca. Va pisando los talones a los Atumurunas y al Pueblo de la
Luna, que a duras penas logran adelantarse a la vanguardia de los aguerridos
españoles. Los fugitivos pasan por el poblado de Chuquiabo, hoy La Paz, casi
sin detenerse, y sólo hacen un alto de tres días en Sucre, o ciudad de la
Plata, antes de descender a los valles de la Gran Quebrada de Humahuaca. A todo
esto, Almagro, que recogía a su paso la sorprendente nueva de que todo un
pueblo se desplazaba en su misma dirección, apuraba las jornadas con la intención
de darles alcance y conocer su destino, quizás el rico país del Sur, la Ciudad
de los Césares. Lo afirmaba en esta idea el hecho de que aquel pueblo iba, según
coincidían todos sus informantes, guiados por hombres blancos y barbados,
semejantes a los españoles, pero magníficamente vestidos con la indumentaria de
los Reyes inga. Para Almagro, era altamente probable que aquel pueblo
procediese de la Ciudad del Oro y la Plata, y que hacia ella se dirigían.
Sin embargo, jamás lograría alcanzarlos.
La caravana llegó al poblado de Humahuaca con treinta días de adelanto sobre
Almagro. Allí los Hombres de Piedra vertieron una terrible amenaza sobre los
nativos, apoyada por demostraciones de magia de los Atumurunas, con el fin de
que diesen una falsa pista a la expedición de Almagro sobre la dirección tomada
por ellos: debían desviar a los españoles hacia Chile, asegurándoles que allí
se encontraba la ciudad de sus sueños. Ellos, mientras tanto, tomarían por
rumbos muy distintos: los Atumurunas hacia el Este, hacia el Valle Grande del
Cerro Kâlibur, cerca de El Ramal jujeño; los Señores de Tharsis
continuarían hacia el Sur, hacia el Pucará de Tilcara, desde donde, por oposición
estratégica, podrían orientarse hacia el Pucará de Andalgalá y, desde éste,
hasta el Pucará de Tharsy, su objetivo.
En Humahuaca, pues, se separaron “para
siempre” los Señores de Tharsis y los Atumurunas: volverían a encontrarse
durante la Batalla Final, cuando todos regresasen al frente de sus pueblos para
ajustar las cuentas a los representantes de las Potencias de la Materia, a los
discípulos de la Fraternidad Blanca, al Pueblo Elegido; de la Fraternidad
Blanca y de los Dioses Traidores, naturalmente, se ocuparían los Dioses Leales
al Espíritu del Hombre, quizás el mismo Lúcifer en Persona. Violante y los dos
frailes se confundieron en expresivos abrazos y se prodigaron de besos con
Lito, Roque y Guillermo: ninguno pudo evitar que las lágrimas surcaran sus
duros rostros, aunque simultáneamente reían con salvaje alegría; las órdenes de
los Dioses se cumplían y eso era lo importante. Por escena semejante pasaban
los Atumurunas, que debían despedir a su única pariente, la Princesa Quilla;
pero ella era una ruda vikinga y no requirió la compañía de nadie; por el
contrario, exigió que todos sus familiares se trasladasen cuanto antes al
Externsteine del Valle Magno. Con los Señores de Tharsis, para custodiarlos y
guardar el Pucará de Tharsy, irían en
cambio 50 familias del Pueblo de la Luna. Una semana después de haber llegado, y en momentos en
que Almagro se hallaba en Tarija, los viajeros retomaron la marcha.
Todo sucedió según lo deseaban los Señores
de Tharsis. Almagro fue despistado por los Indios y perdió el rastro de los
fugitivos. Luego de una infructuosa búsqueda en territorio argentino pasó a
Chile, tras diez meses de penosa marcha, comprobando que en ninguna parte
aparecía el rico Imperio descripto por Pizarro. En setiembre de 1536 regresó,
por fin, a Cuzco, con sus tropas diezmadas y cansadas de tan inútiles travesías.
Se consumaba entonces una insurrección general que había puesto sitio a Cuzco y
amenazaba con reducir a desastre la conquista española. La presencia de Diego
de Almagro puso en fuga a miles de indios y salvó de una muerte segura a Francisco
y Hernando Pizarro, lo que no impidió que este último le aplicase el garrote en
1538, luego que perdiese la batalla de las Salinas.
La custodia de los Señores de Tharsis y
la Princesa Quilla se componía de 5 Amautas del Bonete Negro y 45 Quillarunas,
con sus familias. Los Amautas gozaban de gran autoridad en el Imperio ingaico y
por eso no hubo inconvenientes para que las guarniciones de los Pucará
cumpliesen sus órdenes: todos recibieron la consigna de abandonar sus puestos y
regresar a Cuzco, evitando cruzarse por el camino con los españoles ya que éstos
los reducirían a la esclavitud. Y los españoles, carentes de la Sabiduría
Hiperbórea, nada podrían hacer con aquellas fortalezas cuya construcción se
basaba en el principio del Cerco y la Muralla Estratégica; de hecho, aunque las
ocupasen militarmente, jamás podrían advertir los meñires exteriores, las piedras referenciales, que permanecerían
invisibles aún cuando estuviesen parados junto a ellas. Lito de Tharsis,
siempre guiado por los Amautas, dejó atrás el Pucará de Andalgalá y soportó con
los suyos las heladas inclemencias de los Nevados del Aconquija: del otro lado
de esa sierra se abre el Valle de Thafy. Al aproximarse al Pucará, una mirada
en torno le bastó para confirmar que aquél era el lugar buscado, la imagen Lítica que la Piedra de Venus le
mostrase en la Caverna Secreta de Huelva. Claramente se divisaba la
fortaleza, de forma Vrúnica, y fuera de ella el cromlech, o castro, en cuyo
interior se elevaba el poderoso meñir de Tharsy; al fondo, el hilo de agua de
un pequeño río regaba las estériles piedras del Valle, procedente de un abra
entre las montañas lejanas.
Los recién llegados ocuparon la plaza y
se abocaron a preparar una eventual Defensa
Mágica: proyectarían sobre la muralla de piedra el principio del Cerco y, sobre
él, plasmarían una de las Vrunas de Navután; obtendrían así la Muralla Estratégica,
invulnerable frente a la Estrategia espacial y temporal de los españoles
dormidos; luego realizarían la oposición estratégica contra la piedra
referencial, contra el meñir de Tharsy, y toda el área se tornaría culturalmente invisible: entonces nunca
podrían ser descubiertos por los hombres dormidos. ¿Cómo conseguir que tal protección fuese
permanente?: practicando la
Agricultura Mágica, herencia de los Atlantes blancos, en el área
exterior de la Muralla Estratégica. Al germinar, crecer y madurar, las semillas
cuya información genética ha sido alterada por el poder trasmutador del Espíritu
Increado, no responden a su fin arquetípico, al modelo que se encuentra en el
Cielo actual, sino a un Paradigma propio de otro Cielo, a un molde de otro
Mundo: y ese Cielo desconocido es el que rige luego el Microclima de la Plaza
Liberada, sosteniéndola fuera del alcance visual o físico del Enemigo.
Tales precauciones no estaban de más
pues, si bien Diego de Almagro no representó peligro alguno, y obtuvo el triste
fin que mencioné, ocho años más tarde se presentaría otro Enemigo, quien venía
con la intención manifiesta de localizar el refugio de los Señores de Tharsis.
En 1543, en efecto, el Gobernador del Perú, Cristóbal Vaca de Castro, sabedor
de la infructuosa persecución llevada a cabo por Almagro, decide intentar mejor
suerte mediante una nueva expedición. Oficialmente, se intentará explorar y
ocupar el territorio del Tucumán, pero secretamente el objetivo principal
consistirá en la búsqueda de los “otros blancos” y de la Ciudad de los Césares.
El hombre de confianza de Vaca de Castro es el Capitán Diego de Rojas, español
de Burgos que participara en la conquista de Nicaragua y que entonces se
encontraba, a la sazón, en La Plata, o Sucre. Desde 1542 hasta 1543 se prepara
la expedición, que al final sólo contaría con 200 hombres, aunque bien pertrechados,
y se recogen datos sobre los pueblos de la Quebrada de Humahuaca y el país del
Tucumán. Rojas, al igual que Vaca de Castro, sospecha que Almagro fue engañado
por los indios y que “el Rey Blanco” huyó hacia el Sur, en dirección al Tucumán.
Por eso, a pesar de que, siempre “oficialmente”, envía una flota desde el Perú
a aguardarlo en Chile frente al puerto de Arauco, Diego de Rojas se propone
adentrarse lo más posible hacia el Sur, siguiendo el rastro de los fugitivos.
Asciende así hasta la meseta del Titicaca y baja a la Quebrada de Humahuaca,
debiendo sostener permanentes combates contra los indios, que han sido
alertados por los Amautas del Bonete Negro sobre las intenciones conquistadoras
de los españoles: los ocloyas, humahuacas, pulares, jujuyes, etc., los atacaron
sin cesar durante toda la travesía de la puna jujeña. Sin embargo, consiguieron
llegar a Chicoana, hoy Molinos, y allí quiso la suerte que descubriesen unas gallinas de Castilla en poder de los
indios Quilmes, gallinas que habían sido obsequiadas por la Princesa Quilla, lo
que determinó que el rumbo de los expedicionarios se aproximase peligrosamente
al Pucará Tharsy. La presencia de las gallinas convenció a Diego de Rojas de
que en aquella región habitaban “otros blancos”, tal cual lo creyera Almagro, y
lo impulsó a atravesar el Valle Calchaquí a lo largo, es decir, de Norte a Sur,
hasta Tolombón y luego, por Fuerte
Quemado, hasta Punta de Balasto, cruzando entonces los Nevados del
Aconquija para salir a la altura de Concepción del Valle Thafy.
Afortunadamente, aquella ruta llevó a los españoles demasiado al Sur y no hubo
necesidad de poner a prueba las defensas mágicas del Pucará de Tharsy, ahora
convertido en residencia permanente de los Señores de Tharsis.
Diego de Rojas se enfrentó valientemente
a los juríes del Tucumán, sin conseguir noticia alguna sobre el “Rey Blanco”, y
continuó luego su marcha errónea hacia el Sur, explorando tierras que fueron
denominadas por la Raza de sus habitantes: “juríes” o Santiago del Estero; “diaguitas”
o Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, San Juan, y Noroeste de Córdoba; y “comechingones”
o Córdoba. A su regreso de estos estériles recorridos, a la altura de Salavina,
en Santiago del Estero, el valeroso Diego de Rojas halló la muerte a causa de
la ponzoña que una flecha diaguita depositó en su pierna. Tres años después de
su partida, regresó aquella expedición a Perú, al mando de Nicolás de Heredia,
quien no obstante la pérdida de Rojas hubo de pasar un año recorriendo el Valle
de Thafy en busca de la Ciudad de los Césares.
Pronto se realiza otro intento, en 1549,
cuando Juan Núñez del Prado se dirige a Tucumán con setenta hombres, algunos de
ellos Golen, entusiasmado por los relatos de varios miembros de la expedición
de Rojas: tampoco hallarían la Ciudad de los Césares o el Pucará de Tharsis.
Durante veinte años, desde la excursión de Diego de Rojas hasta la venida a
Tucumán de Francisco de Aguirre, se realizan en vano intentos semejantes que,
sin embargo, tienen la virtud de ir sembrando la región de poblados y ciudades
españolas. San Miguel de Tucumán es fundada el 29 de Septiembre de 1565 por
Diego de Villarroel, sobrino de Francisco Aguirre. Al igual que El Barco, hoy
Santiago del Estero, San Miguel de Tucumán cambió su asentamiento original, en
1680, por obra del Gobernador Fernando Mendoza Mate de Luna y con autorización
del Rey Carlos II. El progreso económico
de la provincia, no basado en el oro y la plata que buscaban los primitivos
exploradores sino en la explotación de la tierra y en la esclavitud de los
indios, hizo olvidar muy pronto las historias de la Ciudad de los Césares y la
existencia del Rey Blanco. En torno al Pucará de Tharsy surgió un poblado
habitado por los descendientes de los Quillaruna, pero la fortaleza jamás fue
descubierta por los españoles ni por los posteriores gobernantes criollos. En
su sitio se estableció una enorme chacra, o estancia, que contenía al invisible
Pucará, y que fue finalmente legalizada por los nietos de Lito de Tharsis,
quienes se infiltraron en la Gobernación y compraron las capitulaciones con el
buen oro inga que conservaban de su paso por Koaty. Y en el interior del cromlech, junto al meñir de Tharsy, sobre la
antiquísima Apacheta de Voltan, purihuaca
Voltan,
descansaba la Espada Sabia aguardando la Señal Lítica de la Batalla Final.
Sexagesimoprimer Día
|
Llegamos, pues, al
siglo XX, Dr. Siegnagel! Y llegamos no porque el paso
implacable del tiempo nos haya conducido a él, sino porque he decidido saltear
400 años de la historia americana de nuestra Estirpe. Procederé de este modo
para apurar el final de la carta, pues supongo que Ud. ha de haberse cansado de
la lectura y creo que puede ya comprender el drama de la Casa de Tharsis y sacar
sus propias conclusiones. Como sabe, Yo desciendo de Lito de Tharsis y de la
Princesa Quilla, quienes formaron una familia que siempre permaneció en el
lugar del Pucará de Tharsy, en Thafy del Valle, Provincia de Tucumán: durante
esos cuatro siglos hubo muchos Noyos y Vrayas que custodiaron la Espada Sabia;
Yo misma fui Vraya por diez años, los últimos cinco en compañía de mi hijo
Noyo. Pues bien, Dr. Siegnagel, para acabar la narración de manera clara sólo
cabe agregar una palabra sobre la reacción del Enemigo, que en estos siglos no
olvidó ni por un instante a los Señores de Tharsis y a la Espada Sabia; ni
tampoco a la Estirpe de Skiold.
Al parecer, explorando pacientemente los
Registros Culturales de miles de Mundos de Ilusión semejantes a éste, la
Fraternidad Blanca consiguió reconstruir con bastante aproximación los pasos
dados por Lito de Tharsis en América. Supo que el linaje de Skiold se había
dirigido a un Valle Secreto de la Provincia de Jujuy, cuya entrada estaba
sellada con las Vrunas de Navután, y que Lito de Tharsis prosiguió en cambio
hacia Tucumán, perdiendo empero todo rastro de su ulterior destino. Ante tal
certeza, la Orden de Melquisedec dispuso que decenas de sus mejores agentes se
distribuyesen en las zonas donde pudiesen estar ocultos los Hombres de Piedra o
en los sitios por donde podrían emerger
en el Futuro. La Espada Sabia, y la Corona del Rey Kollman, con sus
malditas Piedras de Venus, constituirían una ventaja estratégica en la Batalla
Final que de ningún modo los Demonios de Chang Shambalá podrían permitir. Pero
los Mundos de la Ilusión son millones y, en todos, los argumentos arquetípicos,
las historias de la Historia, se desarrollan simultáneamente. Sólo en uno de
tales Mundos sucede la trama que será Real al Final, cuando el Señor de la
Guerra la afirme desde el Principio, según predijera el Capitán Kiev en San Félix
de Caramán. La Fraternidad Blanca sabe que así ocurrirá pero no puede conocer a
priori cuál será el Mundo Real de los Señores de Tharsis; y por eso, mientras
tanto, se ve obligada a desplegar sus agentes infernales, sus Maestros,
Sacerdotes, e Iniciados, en torno de la antigua ruta que Lito de Tharsis tomara
en América; y en muchos Mundos a la Vez. Pero esta vez procurarán evitar “cometer
errores”: para eso han determinado que cualquier señal de los Señores de
Tharsis, o de Skiold, sea comunicada a Chang Shambalá, con el fin de que Bera y
Birsa en persona se ocupen de tan vital asunto. Y así será, Dr. Siegnagel: en
pleno Siglo XX, pero al igual
que hace miles de años en Tharsis, los Demonios Inmortales se acercarán a los
hombres despiertos para consumar su atroz venganza. Y a Ellos, como antaño, sólo
los salvará la Sangre Pura, el Recuerdo del Origen que libera al Espíritu
Increado. Los que tengan su Espíritu orientado quizás mueran ahora a manos de
los Demonios, como Yo misma seguramente moriré; pero entonces sólo conseguirán
matar el cuerpo animal en un Mundo,
sólo obtendrán un pellejo vacío, vana victoria; al final, cuando sobrevenga la
Batalla Final, y el Señor de la Guerra afirme la Realidad del Mundo del Espíritu,
todos los que hemos muerto por la causa del Espíritu estaremos Vivos para
marchar fuera del Universo de El Uno, pasando por sobre las Potencias de la
Materia, mientras a nuestras espaldas se desencadena el Holocausto Final de los
Demonios del Alma.
Y así llegamos al Siglo XX, Dr. Siegnagel, rodeados por todas partes de agentes
de la Fraternidad Blanca. Sin embargo, mientras la Espada Sabia o la Corona del
Rey Kollman permaneciesen tras los cromlech, los Demonios no podrían
relacionarlas con el Tiempo y no sabrían en qué mundo actuar. Podíamos, pues,
movernos relativamente sin ser notados, pero las cosas cambiarían en los últimos
años, cuando el Capitán Kiev se hiciese presente para adelantar instrucciones
sobre la Batalla Final.
De la Estirpe de Lito de Tharsis
surgieron los troncos de varias familias que aún existen en la Argentina y en
otros países. Algunas se protegían de los Golen disfrazando su origen o negando
las conexiones genealógicas que las ligaban con la Casa de Tharsis, pero todas
son más o menos conscientes de esta historia. Empero, esa misma distancia las
alejó del Noyvrayado y de la Iniciación Hiperbórea. Fue así que en este siglo sólo
los miembros de mi familia, que siempre habitaron en la Chacra de Tharsy,
mantenían el Culto del Fuego Frío y custodiaban la Espada Sabia. Y en la década
del sesenta, aunque la Estirpe no corría riesgo de extinguirse ni mucho menos,
sólo quedaba un Iniciado Hiperbóreo
capaz de llevar adelante la Estrategia de los Dioses Liberadores: Yo, Belicena
Villca. Era viuda y tenía un solo hijo, al que había enviado a Buenos Aires a
cursar la carrera militar, pero no vacilé en tomar el Noyvrayado cuando mi
abuelo, que permanecía desde hacía treinta años junto al Meñir, falleció en
1967. Se había producido entonces una nueva situación: aunque la Estirpe poseía
muchos miembros, la cadena iniciática amenazaba con cortarse inexorable-mente.
Felizmente, en el 72, mi hijo Noyo regresó en mi auxilio dispuesto a recibir la
Iniciación Hiperbórea y a convertirse en un auténtico Noyo, Guardián de la
Espada Sabia. En cuatro meses fue preparado, de Junio a Octubre, y luego murió,
y renació como Hombre de Piedra, y se situó a mi lado, frente al Meñir de
Tharsy y frente a la Espada Sabia. Había solicitado la baja de las Fuerzas
Armadas para consagrarse a la misión familiar, pero sus contactos con cierto
grupo nacionalista, integrante de los Servicios de Inteligencia del Ejército,
le impidieron dedicarse a la Guardia de manera permanente. El caso era que Noyo
no deseaba renunciar a lo que consideraba una cuestión de Honor: la lucha
contra la subversión marxista que en esos días agitaba el país todo y nuestra
Provincia en particular.
Por su excepcional conocimiento del terreno,
y por su acertado criterio para evaluar la Estrategia del Enemigo y recoger
información, él fue uno de los cerebros grises que ayudó desde las sombras a
desbaratar la guerrilla comunista que pretendía hacerse fuerte en los montes
tucumanos. Sus valiosos informes, comunicados a los camaradas de Buenos Aires,
contribuyeron en buena medida a trazar los planes de Estado Mayor que acabaron
con la amenaza guerrillera. Naturalmente, Yo me oponía a esta actividad
aparente-mente ajena a la misión iniciática, pero Noyo repetía siempre que
aquel movimiento subversivo en las inmediaciones del Centro Carismático era señal
segura del cercano comienzo de la Batalla Final. Y no se equivocaba, como muy
pronto lo vino a confirmar el Señor de Venus.
Todo comenzó en 1975, en los días que el
Ejército al mando del General Adel Edgardo Vilas se dedicaba a terminar con los
últimos focos de la guerrilla suburbana y comenzaba la ardua tarea de
desmantelar la infraestructura urbana de las organizaciones subversivas. La enérgica
acción del Ejército, que ejecutaba con precisión matemática sus planes de
aniquilación, le brindó a Noyo suficiente tiempo para dedicar a la misión y hacía
entonces varios meses que se encontraba conmigo en el milenario cromlech. Un día,
a fines de ese año, estábamos ambos profundamente concentrados, meditando sobre
la Piedra de Venus y el Misterio del Fuego Frío; teníamos la vista fijada en la
Espada Sabia y ninguno de los dos notó que un cambio substancial se producía en
el Meñir de Tharsis, situado exactamente atrás de la Apacheta con la Espada
Sabia. Una, como niebla lechosa, había invadido a la enorme Piedra que, al
notar nosotros el fenómeno, ya no era posible distinguir. No obstante, poco a
poco se fue plasmando, en lugar del Meñir, la imagen corpórea de un Gigante de
Otro Mundo. En verdad, se trataba de un doble fenómeno, pues, en la Piedra de
Venus, iba surgiendo nítidamente, también la imagen de un lugar des-conocido:
era igualmente un Valle, pero en nada semejante al de Thafy que viera Lito de
Tharsis cuatrocientos años antes; éste
poseía dos Ríos que lo surcaban longitudinalmente, igual que los Ríos Tinto y
Odiel al Valle de Tharsis, en Huelva; y en un extremo, hacia el Oeste de la
figura, se podía apreciar claramente un cerro que ostentaba en su ladera la
entrada a una caverna de forma vrúnica.
–¡Gracia
y Honor, Sangre de Tharsis! –dijo el Gigante, al tiempo que levantaba el
brazo derecho para expresar el Bala Mudra; y ambos comprendimos que se trataba
del Capitán Kiev, uno de los Señores de Venus. ¡El Capitán Kiev, quien se había
despedido de nuestra Estirpe “hasta la Batalla Final”! ¿Acaso había llegado el
momento, anhelado por tantos siglos, de que los Dioses acompañasen nuevamente a
los hombres en su Enfrentamiento Total contra las Potencias de la Materia? Nos
apresuramos a responder al saludo, aguardando con expectación Sus sabias
palabras:
–¡Salve, Vale, Capitán Kiev!
Y el Señor de Venus se dirigió a
nosotros de esta forma:
–¡Sangre
de Tharsis, os traigo el saludo de Navután, el Señor de la Guerra! ¡Y también
os traigo Su Palabra! ¡Prestad atención, abrid bien vuestros sentidos porque la
presente es oportunidad única, el
Kairos de la Batalla Final! Como siempre ha ocurrido, y como no podría ser de
otro modo dado el sitio infernal en que os halláis, soy portador de buenas y
malas noticias para vosotros. Las buenas consisten en la orden del Señor de La
Guerra que ahora os transmito: ¡es la Voluntad de Navután que la Espada Sabia
sea transportada al sitio que habéis visto en la Piedra de Venus! Tal sitio es
un Valle que se halla en las regiones del Corazón de la Argentina, muy cerca
del Cerro Uritorco, el Cerro de Parsifal, donde el Señor de la Guerra, en un
pasado remoto, depositó su Bastón de Mando junto a una Fortaleza construida por
Guerreros Sabios que lo conocían como “Cacique Vultan”. En otro Cerro, de ese
valle que habrá que localizar, se encuentra una Caverna Secreta construida por
los Atlantes blancos y protegida por las Vrunas de Navután: ¡Allí debe ser
llevada la Espada Sabia! Os preguntaréis por qué debe hacerse esto y os
responderé que se trata de uno de los actos fundamentales de la Batalla Final:
se trata, en verdad, del enlace entre
los Dioses y los hombres dormidos. Los Señores de Tharsis, como los Señores
de Skiold y otras Estirpes semejantes, son hombres despiertos que siempre han
contado con un Misterio Revelado y una Piedra de Venus para obtener la
orientación hacia el Origen y la Iniciación Hiperbórea. Incluso a vuestra Estirpe
le fue encomendado iniciar de ese modo al Señor de la Voluntad y el Valor
Absolutos, al Führer de la Raza Blanca. Por eso se os hará difícil imaginar a
un Iniciado de la Orientación Absoluta, a un Pontífice Hiperbóreo capaz de
construir en todo tiempo y lugar el puente indestructible entre lo Creado y lo
Increado, entre la Ilusoria Actualidad y la Realidad del Origen. Tal Iniciado
no requiere otra referencia que Sí Mismo para orientarse hacia el Origen, él es
su propia “Piedra de Venus”, y no puede ser desorientado, ni engañado, ni
desviado de ninguna forma de su Misión Estratégica.
¡Y
tal Iniciado, Sangre de Tharsis, ya está en la Tierra! ¡Sí. El Señor de la
Orientación Absoluta se encuentra aguardando que la Espada Sabia sea puesta en
la Caverna Secreta, para conducir hacia la Piedra de Venus a los hombres
dormidos, a los hombres que, no obstante su inmersión en la Ilusión,
manifiestan la voluntad de liberar al Espíritu Eterno de su prisión material! ¡Si
tal enlace llegase a ocurrir, el contacto entre los hombres dormidos y los
Dioses, entonces, inevitablemente, habrá comenzado la Batalla Final en la
Tierra!
¡Sí!
Este Iniciado fundará una Orden de Constructores e instruirá a sus miembros en
la Sabiduría Lítica de los Atlantes blancos. Luego, como os he dicho, les enseñará
las técnicas necesarias para que encuentren la Piedra de Venus, aún cuando la
misma se halle tras las Vrunas de Navután. Muchos serán los Elegidos que
anhelarán la Piedra de Venus, la Puerta del Otro Mundo, pero sólo uno de entre
ellos será Noyo. Y ese Noyo, que escuchará la Lengua de los Pájaros, será capaz
de hallar la entrada de la Caverna Secreta y unirse a uno de vosotros y a la
Espada Sabia. A partir de ese momento se librará la Batalla Final sobre la
Tierra. ¡La orden de Navután significa, pues, que debéis aproximar la Espada
Sabia al Pontífice que la está aguardando, cumpliendo así la última etapa de la
Estrategia de los Dioses Liberadores!
Sangre
de Tharsis: sé que cumpliréis sin vacilar la Orden del Señor de la Guerra mas,
para mejor hacer, recomiendo prestar atención a las malas noticias que os
traigo. Ante todo, tened presente que el Mundo actual donde os movéis, fuera
del cromlech, está bajo observación permanente por parte del Enemigo. No
resultará fácil, en estas condiciones, retirar la Espada Sabia del Centro para
llevarla al Valle de Avalón. Aunque la distancia en kilómetros aparente ser muy
corta: en verdad, si no tomáis precauciones apropiadas, nunca podríais llegar a
destino, por muy breve que sea el camino a recorrer. No bien la Espada Sabia
sea puesta fuera del cromlech, su Poder distorsionador del Espacio y del Tiempo
revelará al Enemigo en qué Mundo se
encuentra el Mal, la Muerte del Alma, y hacia allí correrán los Demonios
Inmortales para impedir el sacrilegio a la Ley de El Uno. ¡No! ¡Si no procedéis
de acuerdo a la Más Alta Estrategia de la Guerra Esencial, jamás llegaréis al
Valle de los Tres Picos con la Espada Sabia!
En
segundo término, y ahora os anunciaré las malas nuevas, debéis contar con que
la situación se agravará a medida que transcurren los años, hasta tornarse
totalmente imposible la reunión entre la Espada Sabia y la Orden de Odín. Habrá
que obrar, pues, en el tiempo justo: la Orden buscará la Espada Sabia y
coincidirá con Ella en el Kairos de la Batalla Final. Pero, para que esto se
concrete, sólo uno de vosotros irá con la Espada al Valle de los dos Ríos; el
otro no tendrá más alternativa que cubrir la retirada de su Hermano y Camarada.
No disminuiré los riesgos que implica semejante táctica: quien se quede, deberá
atraer sobre sí toda la atención del Enemigo, estando preparado para soportar
una presión física y astral cuya intensidad supera de lejos la resistencia
humana normal. Pero vosotros sois Iniciados Hiperbóreos, Hombres de Piedra,
vuestro Yo se halla aislado del Alma por la Vruna de Navután, vuestro Espíritu
Eterno ya vislumbra el Origen, tenéis la posibilidad de resistir y vencer.
Quien de vosotros se quede, y enfrente al Enemigo, tal vez muera en este Mundo.
Sin embargo su ausencia se extenderá por poco tiempo, hasta la Batalla Final.
Os
dije que la situación se agravará. Os digo ahora que ya ha comenzado a
agravarse. Las fuerzas militares que apoyaban a Noyo pronto serán debilitadas
por una ofensiva de la Sinarquía Internacional. En los próximos años operarán aún
fuerzas patrióticas, mas carecerán de Poder Político. La guerrilla apátrida será
derrotada militarmente pero la subversión sinárquica que la generó, por el contrario,
acabará apoderándose del Gobierno de esta Nación, subordinando de inmediato el
Poder Político al Poder Económico Internacional. Se llegará entonces a un
estado de dependencia financiera irreversible entre la Nación y la Alta Banca
Mundial. La conspiración apuntará a convertir a la Nación en una Colonia
moderna, una Colonia cuyos colonos serán invariablemente miembros del Pueblo
Elegido. ¡Sí! ¡Aunque parezca fantástico, millones de judíos planean asentarse
en este suelo! Ello no es casual: la elección obedece a que se procura detener,
o retrasar lo más posible, la Batalla Final, dando tiempo a la formación del
Gobierno Mundial del Pueblo Elegido. Y porque el Pueblo Elegido sospecha que,
de algún modo, esta Nación jugará un papel fundamental durante la Batalla
Final, es que se ha decidido a ocuparla y destruirla.
¡En
ese contexto diabólico os tocará actuar, Sangre de Tharsis! ¿Qué ocurrirá si
tenéis éxito? En el mejor de los casos sucedería una triple coincidencia:
aparte de encontraros con el Pontifex Maximus, el Señor de la
Orientación Absoluta, causado por este mismo hecho, puede suceder que surja
como un trueno la Voz del Pueblo, el Líder carismático de la Sangre Pura. En
coincidencia con vosotros y el Pontífice, en el mismo momento que los hombres
dormidos comienzan a despertar a la realidad del Origen que revela la Piedra de
Venus, el Líder carismático sería reconocido por todos como único representante
de la Función Regia y se pondría al frente de esta Nación, levantándola de
entre la ruinas morales y materiales en que la hundió la conspiración sinárquica.
Entonces sobrevendrían días de esplendor nunca vistos. La Nación se erigiría
como una de la Potencias Espirituales de la Tierra. Los Guerreros Sabios y la
Sabiduría Hiperbórea, como en los tiempos de la Atlántida, se exhibirían a la
luz del día, mientras en el resto del Mundo los hombres espirituales se
apresurarían a llegar hasta aquí, en tanto que la Sinarquía Universal y el
Pueblo Elegido se prepararían para librar la Batalla Final. No debéis olvidar,
pues, en la Estrategia a seguir, la Función del Líder carismático. ¡El será
reconocido por todos y El os reconocerá! Si Os lo reclama en su momento: ¡A El
debéis brindar el auxilio de la Sabiduría Hiperbórea, para que realice con éxito
la misión de extremar al máximo la tensión dramática del Fin de la Historia!
Empero,
si el Líder carismático no coincide en el Kairos, y no se presenta, la Batalla
Final será igualmente inevitable desde el momento que los hombres dormidos
encuentren la Piedra de Venus y se reencuentren con su Origen Extraterrestre, y
reclamen a los Dioses por la Liberación del Espíritu. Entonces los Dioses
Leales al Espíritu del Hombre, como lo tienen decidido desde los días del
hundimiento de la Atlántida, acudirán por última vez en rescate del Hombre
Hiperbóreo. Y ese descenso, esa Batalla Final con-ducida por Navután, el Señor
de la Guerra, y supervisada por Ama, la Virgen de Agartha, señalará el Final de
la Fraternidad Blanca y de su infernal Morada Solar, la Llave Kâlachakra de
Chang Shambalá.
Resumiendo,
vuestra misión consistirá en transportar la Espada Sabia a la Caverna Secreta, en
el Valle sobre el Soto. La Epoca se presenta como la menos propicia para
ejecutar tal operación, y por eso habréis de desarrollar tácticas separadas:
uno de vosotros llevará la Espada Sabia, en tanto que el otro servirá de señuelo
para distraer la atención del Enemigo. Quien realice lo primero, deberá emplear
con maestría la Vía de la Oposición Estratégica para desplazarse con su valiosa carga.
Vale decir, que primero dispondrá de una alforja con un surtido suficiente de lapis oppositionis, o sea, de piedras arquetípicamente
indeterminadas, de piedras poseedoras de una dimensión ilimitada, infinita,
obtenida por la plasmación del Signo del Origen que vosotros proyectaréis sobre
ellas. El Iniciado que tal haga, se moverá sobre un camino estratégico, impredecible
para el Enemigo, aún cuando El sepa que La Piedra de Venus se está desplazando
entre los Mundos de Ilusión. Irá siempre aislado por el Arquémona Vrúnico Infinito, y colocará, tras
cada tramo de distancia estratégica del Laberinto, un lapis oppositionis en el camino: dejará así un obstáculo
in-salvable para el Enemigo, una Piedra de Tropiezo y Desviación, una prueba
del Infinito Actual del Espíritu Eterno. El Principio Increado del obstáculo,
del lapis oppositionis, causará el
desconcierto absoluto del Enemigo: frente a él no hay referencia posible, todos
los Mundos se confunden, la Ilusión se torna Uno. Y mientras que el Enemigo se
recupera, e intenta localizar el rastro, el Iniciado Hiperbóreo avanzará en oposición a las Potencias de la Materia un nuevo
meandro del Laberinto, situando entonces otro lapis oppositionis tras de sí. Sólo así, si se mueve en
oposición estratégica, y cuenta con el concurso de otro Iniciado que se
des-place simultáneamente hacia una dirección diferente, atrayendo sobre sí el
interés del Enemigo, conseguirá llevar la Espada Sabia al Valle de la
Candelaria.
El
segundo Iniciado Hiperbóreo también llevará algunos lapis oppositionis, pero los irá plantando en distancias más
extensas, dando tiempo al Enemigo para que siga su rastro y crea que la
maniobra es llevada a cabo por un solo Hombre de Piedra, al que tarde o
temprano se conseguirá capturar. Por supuesto que si ello ocurre, si el Enemigo
logra apoderarse del Segundo Iniciado, la operación estará cumplida de todos
modos, pero nadie lo salvará de las represalias de los Demonios Inmortales.
Estos son los riesgos que habréis de correr para cumplir con la orden del Señor
de la Guerra. ¡A vosotros os toca decidir quién llevará la Espada Sabia y quién distraerá al Enemigo,
y descubrir la oportunidad, el kairos, para actuar!
Señores
de Tharsis: He dicho cuanto tenía que decir y no conviene, por motivos estratégicos,
agregar nada más. Os reitero el saludo de Navután y me despido hasta la próxima
coincidencia en el Kairos de la Batalla Final. ¡Gracia y Honor, Sangre de
Tharsis! –nos deseó
nuevamente el Señor de Venus, levantando el brazo derecho para expresar el Bala Mudra.
–¡Salve, Capitán Kiev! –respondimos,
practicando también el Bala Mudra,
que siempre fue el saludo secreto de la Casa de Tharsis.
Sexagesimosegundo Día
|
La niebla se había
disipado y estábamos nuevamente frente al Meñir de Tharsy. Ambos nos miramos
con la interrogación pintada en el rostro, conscientes de que afrontábamos el
mismo dilema. ¿Quién respondería a la orden de transportar la Espada Sabia al
Valle de Córdoba? ¿Y quién asumiría la misión suicida de distraer al Enemigo?
Para mí la cuestión no ofrecía dudas: Yo me ocuparía de la táctica de distracción.
Pero supuse, y supuse bien, que Noyo se opondría a esa decisión: él, me decía,
estaba mejor dotado para ofrecer al Enemigo la mayor resistencia; jamás se
rendiría. Yo debería viajar con la Espada Sabia mientras él desviaba tras sus
pasos la atención del Enemigo.
Mucho me costó, Dr. Siegnagel,
persuadirlo de que mi plan era estratégicamente superior. Y lo era porque el
mismo no apuntaba solamente a poner a buen resguardo la Espada Sabia sino que
contemplaba la muy probable posibilidad de que el Señor de la Orientación
Absoluta y su Orden de Constructores Sabios requiriesen también el apoyo de la
Sabiduría Hiperbórea de la Casa de Tharsis, especialmente la valiosa
experiencia recogida en milenios de luchar contra las Potencias de la Materia: ¿quién
conocía mejor que los Señores de Tharsis la conspiración sinárquica de los
Golen, hoy afirmados en todas las Iglesias Cristianas, y su modo de actuar? ¿y
sobre Bera y Birsa? ¿quién tiene más derecho que los Señores de Tharsis para
descubrir sus sentencias de exterminio? Según mi criterio, que al final se
impuso, sería Noyo quien localizaría la Caverna Secreta y se instalaría en ella
como Noyo de la Piedra de Venus, manteniendo la Custodia hasta el día en que el
Pontífice Hiperbóreo construyese el puente metafísico y un Noyo de su Orden de
Constructores se lanzase por él para conectarse con los Dioses Liberadores.
Puestos de acuerdo sobre quién ejecutaría
cada rol, nos abocamos a planificar la Estrategia particular que nos permitiría
cumplir con las órdenes de los Dioses. La Estrategia ideal, según convinimos,
consistiría en crear un clima caótico en torno a la Chacra de Tafí, dando lugar
a situaciones lógicamente impredecibles que favoreciesen nuestra operación. Así,
en medio de una situación de alto valor estratégico para nosotros, pero
totalmente ajena a tales fines para cualquier observador extraño a la Casa de
Tharsis, Noyo se filtraría sorpresivamente con la Espada Sabia y emprendería el
camino hacia la Caverna Secreta. Simultáneamente, Yo me desplazaría en sentido
contrario, ostensiblemente, para distraer al Enemigo. Sería rápida-mente
detectada, pero el riesgo estaba calculado: lo importante era ganar tiempo, durar lo suficiente como para que Noyo
llegase al Valle de Córdoba. Con estos propósitos, preparamos al detalle todas
las fases de la empresa.
Dieciocho meses después, en Abril de
1977, ya disponíamos de todo lo necesario y nos hallábamos ajustando los pasos
finales. Teníamos las dos alforjas con las piedras indeterminadas, los lapis oppositionis, aptos para
practicar la oposición estratégica. Y todo estaba listo para crear el clima de
caos que las circunstancias requerían. Esto se lograría con la colaboración
involuntaria del Ejército. Me explico mejor: para sistematizar la lucha contra
la guerrilla, el Ejército había dividido al país en seis Zonas; la zona III comprendía a las
Provincias de Córdoba, La Rioja, Catamarca, Salta, Jujuy, Santiago del Estero y
Tucumán; en Tucumán, la subzona 113 abarcaba la región de
nuestra Chacra y a su mando se encontraba el Capitán Diego Fernández, fiel
Camarada de mi hijo. En combinación con éste, Noyo consiguió que se montase un
gigantesco operativo de rastrillaje y cerrojo, en la subzona de Tafí del Valle,
para mediados del mes de Abril de 1977: el objetivo de la operación procuraba
aniquilar a una columna del E.R.P.,
Ejército Revolucionario del Pueblo, que actuaba en la subzona contando con el
apoyo de algunos pobladores pertenecientes al P.R.T., Partido Revolucionario de los Trabajadores. En esa noche negra para los comunistas, el Ejército
obtendría varias horas de zona libre,
durante las cuales se interrumpiría el sumistro eléctrico, y sus comandos se
desplegarían en toda la ciudad de Tafí del Valle y pueblos aledaños a fin de
capturar a los subversivos. Irían sobre blancos seguros, verdaderos agentes de
la subversión y combatientes irregulares, la mayoría de los cuales habían sido
señalados por Noyo. Fue por eso que Noyo solicitó como cobertura táctica que se
allanase nuestro domicilio y se simulase su detención: “eso alejaría las
sospechas del Enemigo”, alegó. Cuando todo estuvo listo para la acción, se
acordó que Diego Fernández en persona se ocuparía de su falsa captura, con el
fin de evitar los imponderables o confusiones que pudiesen surgir si intervenían
otros militares y así asegurar su inmediata libertad. Libertad que Noyo
aprovecharía para desaparecer “por un tiempo”.
Naturalmente, nada de esto ocurriría
pues Noyo partiría con la Espada Sabia dispuesto a no regresar jamás a Tafí del
Valle; pero eso no lo sabían sus Camaradas del Ejército. De acuerdo a la
particular metodología represiva que empleaban las Fuerzas Armadas en la lucha
antisubversiva, nunca utilizaban órdenes de allanamiento o siquiera daban parte
a la Justicia en las redadas nocturnas del tipo que llevaron a cabo en Tafí del
Valle: los sospechosos eran simplemente secuestrados, pasando en adelante a
revistar en la aún más sospechosa categoría de “desaparecido”. De ese modo, al día siguiente de la redada, Noyo
figuraba como uno de los “200 desaparecidos de Tafí del Valle”. Para comenzar a
representar entonces mi papel, Yo me apersoné en los Tribunales y presenté el
inútil habeas corpus, junto con los restantes
familiares de los desaparecidos. El recurso legal, como era ya costumbre, fue
rechazado, puesto que los Jueces compartían la metodología oficial o bien temían
engrosar ellos también la fatídica lista de desaparecidos. Y sucedió así que,
al no poseer una respuesta oficial razonable sobre el paradero de mi hijo,
empecé a moverme por mi cuenta, al principio de manera muy lenta y disimulada,
pero luego, al valerme de la oposición
estratégica, más rápidamente, hasta desaparecer por completo.
Para desesperación del Enemigo, que
pronto estuvo sobre mi pista, solía esfumarme por completo, en determinado
sitio, y aparecer como “por arte de magia”, en lugares a veces muy distantes.
Avanzaba y volvía sobre mis pasos, desconcertando permanentemente a quienes me
vigilaban; ora estaba en Jujuy, ora en Tafí del Valle; luego en Bolivia y luego
nuevamente en Tucumán, en cuestión de horas, si es que el tiempo sirve de
alguna referencia en la guerra mágica que había emprendido. Además, el Enemigo
era incapaz de determinar el Mundo en que me hallaba en todo momento: si
tropezaba con un lapis oppositionis,
por ejemplo, podía ocurrir que al seguir por el camino que supuestamente Yo
habría tomado se encontrase con un Tafí del Valle en el que jamás había
habitado la familia Villca; o con una Belicena Villca que nunca se había casado
ni tenido hijos; o con un Mundo en el que no se libraba la lucha
antisubversiva; etc. Pero, no obstante, Yo me dejaba detectar nuevamente para
atraer al Enemigo, cada vez con más violencia, sobre mí y conseguir el efecto
de distracción buscado. A todo esto, Noyo avanzaría tranquilo hacia el Valle de
Córdoba.
Durante uno de los regresos sorpresivos
a Tucumán, Segundo, el indio descendiente del Pueblo de la Luna que nos sirve
de Mayordomo en la Chacra, me informó que el Capitán Diego Fernández deseaba
localizarme antes de partir de la Zona III, puesto que le
habían conferido un nuevo destino. Le llamé por teléfono al Regimiento y
arreglamos una cita en el parque del Dique El Cadillal. Allí se suscitó el
siguiente diálogo:
–Buen día, Señora –saludó el Capitán.
–Igualmente –respondí lacónicamente.
–Ud. y su hijo, mi buen Camarada Noyo,
me tienen muy preocupado, Señora Belicena. Tendría que decirme Ud. dónde se
halla. O advertirle a él que se ponga de inmediato en contacto con nosotros.
Las cosas han cambiado mucho en estos años y es urgente que él esté al tanto de
los acontecimientos.
Me encogí de hombros por toda respuesta,
dispuesta a no negar ni confirmar nada, pero atenta a la información que
pudiese obtener del Oficial: Yo también me encontraba “en operaciones”, ejecutando una maniobra tremendamente peligrosa
de una Guerra Esencial que aquel soldado no podía ni soñar; y la disciplina
propia de esta Guerra exigía desconfiar de todos y de Todo, aún del Camarada de
mi hijo: todos los hombres no Iniciados podrían ser traicionados por su Alma,
dominados anímicamente y convertidos en un instrumento del Demiurgo Jehová
Satanás. Yo no podía correr ningún riesgo innecesario. Sin embargo, Dr.
Siegnagel, viendo las cosas a la distancia, puedo asegurarle hoy que el Capitán
Diego Fernández era sincero en cuanto decía, y que Noyo no se había equivocado
al confiar en él.
Comprobando que Yo nada decía, el Capitán
continuó con energía:
–Debería conceder más importancia a mis
palabras, Señora Belicena. Creo que está Ud. informada de que la desaparición
de su hijo fue simulada: Yo conduje el Grupo de Tareas que allanó su Chacra y
lo llevó detenido; y Yo fui quien le permitió huir pocas horas después. El era
uno de nuestros agentes secretos, además de Oficial del Ejército en Retiro, y
el caso quedó bien documentado en el área de Inteligencia: existe mi informe al
Coman-dante G-2 sobre lo ocurrido esa noche y, además, están los documentos
previos a la operación, donde consta que Noyo era uno de los nuestros. La
desaparición era necesaria para brindar cobertura táctica a su posición, pero
no había por qué exagerar las cosas prolongando innecesariamente la ausencia.
Señora Belicena: él ya debería haber regresado hace bastante tiempo, o
comunicado con nosotros; no le ocultaré que ahora su situación se ha complicado
de manera increíble. ¡Ud. misma, Señora Belicena, está corriendo peligro mortal
con su asombrosa decisión de iniciar una
búsqueda personal de su hijo desaparecido! ¿No comprende que con tal
actitud se coloca en el bando de los subversivos, que puede ser señalada
abiertamente como tal?
Frente a la expresión inmutable de mi rostro,
suspiró el Capitán y prosiguió con sus advertencias:
–No crea Ud. que todos conocen la suerte
corrida esa noche por su hijo. La verdad sólo la saben un grupo de Oficiales de
Inteligencia. Pero ellos no han hablado, ni pueden hablar, porque si lo hiciesen
expondrían a Noyo a una muerte segura a manos de las organizaciones
subversivas, ya que incluso nuestro Servicio de Inteligencia está infiltrado
por ellas. Pero Ud., con sus absurdos actos, ha caído bajo el ojo de otros
Servicios de Inteligencia, e incluso es vigilada y seguida por miembros de
nuestra propia fuerza que ignoran la verdad de los hechos. Y observe Ud. ahora
qué endiablada trama se ha formado: si guardamos silencio para proteger a Noyo,
nuestro Camarada, arriesgamos la vida de su madre, pues de continuar la confusión
nadie sabe qué medidas podrían tomar los restantes Grupos de Tareas que
reprimen en el Norte; y si hablamos, salvamos a su madre pero descubrimos
peligrosamente la función de Noyo, lo que requerirá, al final, de una verdadera
desaparición para lograr recuperar la seguridad perdida, quizá un cambio
permanente de identidad, o la radicación prolongada en otro país ¿Comprende
ahora el problema, Señora Belicena? Queremos saber qué hacer pues, lo que
hagamos, debemos realizarlo pronto, con urgencia, como le dije antes, ya que
las cosas han cambiado desfavorablemente para los que profesamos la ideología
nacionalsocialista, entre los que se cuenta, desde luego, el Camarada Noyo.
Sí. Entonces me dispuse a darle una
respuesta concreta al Capitán. Su elocuencia me había permitido evaluar la
situación desde otro punto de vista y comprendía que sería catastrófico para
nuestra Estrategia que los Camaradas de Noyo aclarasen la situación y revelasen
lo sucedido la noche de su desaparición. Yo venía afirmando invariablemente, en
cuanta ocasión se me presentaba y ante cualquier público, que mi hijo Noyo “había sido asesinado por las Fuerzas de
Represión”: el Enemigo no podía comprobarlo con certeza ni negarlo, por
cuanto en esos días existían miles de casos semejantes, de personas que
desaparecían como Noyo sin dejar rastros. Pero una Piedra de Venus se había
movido, según percibían los Dioses Traidores, y simultáneamente comenzaba mi
desplazamiento errático por los distintos Mundos del Norte Argentino y otros países
de Sud América: y ello sólo se podía tratar de una Estrategia contra los planes
de la Fraternidad Blanca, Estrategia que los Demonios esperaban contrarrestar
desde cuatrocientos años antes. Hasta el momento así lo habían creído pues
ignoraban total-mente la maniobra de Noyo. Empero, todo se derrumbaría si los
militares aclaraban el caso y el Enemigo se enteraba de lo sucedido luego del
secuestro: sin abandonar mi persecución, reorientarían la búsqueda hacia Noyo y
pondrían en peligro el objetivo estratégico de su misión. Tenía que evitar,
pues, que los militares hablasen. Mas bien, tenía que ganar tiempo, porque de
las palabras del Capitán se infería que la urgencia se debía a un cambio que
luego tornaría imposible cualquier aclaración. Seguramente, sería el cambio político
anunciado por el Capitán Kiev, el que sumiría a la Nación en la ruina económica
y moral, y la pondría atada y amordazada en manos de la Sinarquía
Internacional.
Tratando de disipar la preocupación del
Capitán sobre mi suerte o el estado de Noyo, le respondí, súbitamente locuaz:
–Experimentan ustedes temores infundados
por lo que me pueda pasar o sobre el futuro de Noyo –afirmé–. Ciertamente que
he exagerado mi papel, ahora lo veo claro –mentí– y le prometo que a partir de
hoy cesaré de representarlo. En cuanto a Noyo, le aseguro que se encuentra bien
aunque ignoro su paradero. El se comunica conmigo a través de un buzón secreto
y no vacilaré en escribirle inmediatamente sobre todo lo que Ud. me ha dicho:
habrá que esperar un tiempo, pero estoy persuadida que al saber que se lo
requiere con urgencia no tardará en aparecer. Así, pues, le sugiero no innovar
en la situación y aguardar el resultado de estas medidas. No obstante, me
agradaría saber algo concreto acerca de los cambios desfavorables para nuestra
causa que me ha mencionado, a fin de fundamentarle a Noyo la importancia de la
convocatoria.
–Veo que es Ud. razonable, Señora
Belicena –se esperanzó el Capitán– y por eso le suministraré la información que
me solicita. La cuestión es muy simple: las fuerzas nacionalistas y patriotas
que se habían movilizado en defensa de la Nación, han sido traicionadas desde
la cúpula del Gobierno. Los Jefes máximos de las Fuerzas Armadas han pactado
con las organizaciones ocultas partidarias del Gobierno Mundial y han decidido
entregar el país para un saqueo financiero que destruirá las bases económicas
de la sociedad. Mientras este siniestro plan se elaboraba y llevaba a cabo, las
únicas fuerzas nacionales capaces de reaccionar fueron entretenidas en una estéril
lucha contra organizaciones insurgentes cuyos auténticos cabecillas jamás
dieron la cara. Con esto se consiguió sólo desprestigiar a las Fuerzas Armadas
y neutralizar su futura reacción. Hemos vencido militarmente pero seremos
inexorablemente derrotados en el terreno político, ya que los problemas económicos
que surgirán de la política monetarista y sinárquica que desarrolla el Gobierno
causarán que la sociedad olvide el objetivo honorable de nuestra lucha y nos
acuse de la miseria subsiguiente, una realidad que los obsesionará porque tocará
diariamente sus bolsillos y sus estómagos. –El Capitán Fernández se hallaba
evidentemente inspirado y, por momentos, me recordaba a las palabras del Capitán
Kiev. Estábamos entonces a fines de 1979, sólo dos años después de su aparición
en el Cromlech de Tafí del Valle, y no sólo sus anuncios se estaban cumpliendo
al pie de la letra, sino que existían mentes esclarecidas capaces de comprender
la realidad y descubrir también los planes del Enemigo.
–Pero esto no es todo –prosiguió el
Capitán Fernández–. Lo más grave es que, concluida la lucha antisubversiva en
el terreno militar, único campo en el que se nos permitió intervenir, el
Gobierno considera que los grupos nacionalistas de las Fuerzas Armadas
representan un peligro potencial para los planes sinárquicos y ha decretado su
inapelable destrucción. Y esta ofensiva ya ha comenzado con la selección ideológica
de los mejores expertos en lucha antisubversiva de los Servicios de
Inteligencia, su aislación con vistas a presentes y futuras purgas, e inclusive
con su asesinato, ejecutado por miembros de Servicios Secretos extranjeros
convocados especialmente para tal efecto. Así, poco a poco, han surgido grupos
sinárquicos en los Servicios de Inteligencia, con personal entrenado, o
directamente a su servicio, por agentes de Israel (del Mossad o el Shin Beth);
de E.E.U.U. (la C.I.A o el F.B.I.); de Inglaterra (el MI-5, MI-6, I.S.); de la
Unión Soviética (K.G.B., G.R.U.) etc. Y son estas organizaciones las que la están
persiguiendo a Ud. Señora Belicena. Es por eso que urge aclarar las cosas
mientras podamos, pues es probable que a muy breve plazo nuestros Camaradas
sean completamente neutralizados y radiados del Servicio activo, para después
ser vendidos vilmente a las mismas fuerzas subversivas contra las que
combatimos durante años. Creemos que el Gobierno planea transferir el Poder a
políticos socialdemócratas o socialistas, que permitirán a la izquierda
adquirir la libertad y el poder suficiente como para destruir a las reservas
morales de la Nación, que estaban especialmente concentradas en las Fuerzas
Armadas. Sin embargo estos hombres, que en el fondo son cipayos al servicio de
la Sinarquía, mantendrán la política económica monetarista liberal que someterá
a la Nación a la dependencia moral y a la disolución social. En el mismo caso
que Yo, que soy retirado sin explicaciones de la lucha anticomunista, con la
evidente intención de ser pasado a retiro en poco tiempo, o algo peor, se
encuentran mis restantes Camaradas. Se impone pues la necesidad de actuar ahora
o correr el riesgo de que la situación de Noyo no sea aclarada nunca o que
pueda ser Ud. atacada por alguno de los nuevos grupos de Inteligencia que actúan
ya con total impunidad y repugnante falta de honor, y que habitualmente
persiguen y ejecutan a personas de antecedentes nacionalistas antes que a los
conocidos agentes de la subversión marxista. Espero haber sido claro, Señora
Belicena, y consiga establecer un pronto contacto con el camarada Noyo, de
quien requerimos también, en esta hora clave, su valioso asesoramiento estratégico.
–Ha sido Ud. extremadamente claro, Capitán
Fernández –aseguré– y tenga la seguridad que transmitiré textualmente sus
palabras a mi hijo Noyo, quien descuento que no vacilará en acudir hacia
ustedes.
Y así concluyó aquella conversación con
el Capitán Diego Fernández, quien partió dispuesto a aguardar, y hacer aguardar
a sus Camaradas, toda posible declaración sobre el desaparecido de Tafí del Valle.
El resto de la historia ya es conocida
por Ud., Dr. Siegnagel. Yo, lejos de cumplir lo prometido al Capitán Diego Fernández,
continué realizando movimientos estratégicos en el Norte Argentino, en Bolivia
y en Perú. Recorrí en varias oportunidades la ruta de Lito de Tharsis y los
Atumurunas, consciente de que ello despertaría aún más el interés de la
Fraternidad blanca y la afirmaría en la certeza de que era portadora de la
Espada Sabia. Es por eso, también, que tomaba el camino de Tatainga en Jujuy y
me dirijía a las proximidades del Cerro Kâlibur. En dos oportunidades,
inclusive, descendí al Valle grande y contemplé el Externsteine, aunque sin
atreverme a atravesar la Puerta Vrúnica. Pues bien, fue durante una de estas
excursiones que caí en una celada Golen e ingerí el veneno que debilitó mi
voluntad y me impidió seguir desarrollando la Estrategia. Luego fui rápidamente
capturada por un comando del Shin Beth, integrado por Rabinos Iniciados en la
Alta Cábala, Sacerdotes que habían contemplado en Israel el Sepher Icheh y
conocían todo lo referente al Holocausto de Fuego. Pertenecían, tal como lo
anticipara el Capitán Fernández, a un Servicio de Inteligencia paralelo, que
contaba con miembros en los Servicios del Ejército, Marina, Fuerza Aérea, Policía
Federal, Secretaría de Seguridad de Estado, Ministerio de Defensa, etc. Su
poder de movilización era entonces absoluto.
Yo me encontraba descansando momentáneamente
en una mísera posada del pueblo Kâlypampa, que se halla frente al Parque Nacional
del mismo nombre, junto al Cerro Kâlibur. Allí me fue suministrada la droga,
mezclada en un pote de melaza de caña que ofrecieron para endulzar el café. El
efecto que instantáneamente produjo en mi cuerpo de Iniciada Hiperbórea fue
indescriptible, siendo improbable que Ud. pueda siquiera imaginarlo, pues
desconoce cómo se comporta una mente capaz de poseer conciencia en varios
Mundos a la vez. Lo más que le diré es que la droga, una forma perfecta de miel
arquetípica de abejas, produjo un acelerado proceso de fortalecimiento anímico,
una formidable inyección de energía para la voluntad instintiva del Alma, que
en los Iniciados Hiperbóreos se halla habitualmente dominada por la
irresistible voluntad del Espíritu Increado. Y esa evolución súbita del Alma causó
como una degradación sanguínea, como un debilitamiento del Símbolo del Origen,
presente en la sangre Pura, y como una
actualización del cuerpo físico, que perdió así su capacidad de moverse
independientemente del Tiempo y sincronizó todos sus relojes biológicos con el
tiempo de este Mundo. Quedé, pues, presa del con-texto cultural, sujeta a
la realidad de aquel pueblito de Jujuy. Naturalmente intenté huir de todos
modos: los lapis oppositionis ya no
me servían porque había perdido la orientación externa hacia el Origen y me resultaba imposible practicar la
oposición estratégica. Pero no llegué muy lejos. Antes de salir de la Provincia
ya estaba en manos de los agentes del Shin Beth. Estos me condujeron al
Monasterio Franciscano de Nuestra Señora del Milagro, en Salvador de Jujuy,
donde la mayoría de los curas parecían estar bajo sus órdenes. En una sórdida
mazmorra, de los tiempos de la colonia, fui sometida a un refinado
interrogatorio durante el cual se me administraron diferentes tipos de drogas.
Las preguntas eran pocas y exactas; siempre las mismas: ¿Dónde estaba la Piedra
Extraterrestre? ¿Qué había pasado con mi hijo Noyo? ¿Hacia dónde me dirigía? ¿Cuáles
eran mis órdenes? ¿Tenía algún contacto terrestre, un Iniciado que compartiera
la operación, u obraba por mi cuenta?
Abreviando, Dr. Siegnagel, creo que acabé por confesar casi todo, imposibilitada de resistir el efecto de las drogas que me impedían hasta la representación del Signo de la Muerte, con lo que hubiese podido, en otra ocasión, haber desencarnado allí mismo. De todos modos Noyo ya estaba a salvo en la Caverna Secreta: eso lo presentía desde hacía tiempo y había recibido señales confirmadoras de los Dioses. ¡Yo caía, pero la Estrategia triunfaba!¡La orden del Señor de la Guerra se había cumplido impecablemente y nada, de parte de la Casa de Tharsis, impediría la Batalla Final! Sólo faltaba ahora que el Pontífice Hiperbóreo, el Señor de la Orientación Absoluta y su Orden de Constructores Sabios, hallasen la Espada Sabia: y eso quedaba totalmente fuera de nuestras manos.
Como comprenderá, estas reflexiones
pertenecen al presente. En aquel terrible momento, cuando mi voluntad resultaba
impotente para dominar la lengua, una angustia inenarrable me embargaba: estaba
siendo humillada en mi dignidad de Iniciada Hiperbórea y sentía como una traición,
como una falta de honor imperdonable, la involuntaria confesión que me estaban
arrancando. A pesar de que la posibilidad de aquel final ya fuera contemplado
por nosotros. Pero en esos momentos Yo sólo quería morir, a pesar de que los
malditos Rabinos nada deseaban más que conservarme con vida: apenas si fui
torturada físicamente, pues toda su acción se concentró en doblegar y destruir
mi estructura psíquica. No iban a matarme, y esto me lo dijeron claramente,
porque mi cuerpo era intocable, como el de Rudolph Hess. Sí, Dr. Siegnagel: Yo estaba reservada para un Sacrificio
Ritual que efectuarían Bera y Birsa en persona.
Sexagesimotercer Día
Se interrogará Ud.,
Dr. Siegnagel, ¿cómo fue que mis captores me enviaron al Hospital Dr. Patrón
Isla, de la Ciudad de Salta? La respuesta es tristemente sencilla, no muy difícil de imaginar. Los Agentes
Infernales, que conocían el secreto de sus drogas sobre el cuerpo humano, sabían
que a mí me resultaría imposible huir de cualquier lugar: la voluntad de
resistir estaba completamente enervada y, como dije, había perdido totalmente
la orientación externa. No podría
moverme del sitio en que estuviera, esto lo tenían bien claro. Pero entonces Yo
había decidido morir.
Lo explicaré mejor: si bien Ellos habían
quebrado mi voluntad de librarme externamente,
Yo comprobaba a cada instante que conservaba intactas las facultades
espirituales interiores. La voluntad
de mi Espíritu, Dr., no estaba quebrada en el reducido ámbito de la conciencia.
Quizás Ellos destruyeran parte de la estructura psíquica, pero el daño sólo podía
reducirse al campo del Alma o al cerebro físico, es decir, al terreno
exclusiva-mente material. Desde luego, Ellos no podían saber con exactitud qué
había ocurrido con el Espíritu Eterno porque los Iniciados de la Fraternidad
Blanca carecen de capacidad para percibir a los Seres Increados; pero
consideraban un triunfo de sus técnicas de lavado de cerebro el comprobar que
Ya no existían manifestaciones
espirituales. Concretamente, se referían al “Yo”, la manifestación del Espíritu, como un piloto indicador del estado del
prisionero: si el tratamiento culminaba con la desintegración del Yo, ello significaba
que un proceso irreversible impediría el re-encadenamiento espiritual. Aunque
el Símbolo del Origen continuase presente en la Sangre Pura, la destrucción de
la estructura psíquica tornaba imposible que el Yo se pudiese concentrar
nuevamente en la esfera de conciencia. Pero en mi caso esto no había ocurrido.
Como comprenderá, Ellos esperaban que la ingestión de las psicodrogas diese por
resultado un estado de esquizofrenia aguda, esperanza que en mi caso se vio
reforzada por las confesiones que habían logrado arrancarme. Mas la verdadera
situación consistía en que todo cuanto consiguieron obtener en el
interrogatorio no era voluntario ni involuntario sino mecánico: sus drogas
actuaron sobre el sujeto consciente del Alma, no sobre el Yo, y lo forzaron a
volcar el contenido de la formidable memoria racial de los Señores de Tharsis,
una cualidad propia de la especialización biológica de mi familia con la que
presumiblemente los Rabinos no estaban habituados a tratar. Creyeron así que mi
Yo estaba fragmentado o desintegrado y que jamás volvería a producirse un
estado de conciencia espiritual estable: la confesión demostraba, para Ellos,
la fractura irreversible de la voluntad espiritual.
Pero aquella confesión era sólo una estúpida
traición del alma, cuyo sujeto leía los contenidos de las memorias psíquicas.
En una esfera profunda, la voluntad de mi Yo resistió en todo momento la
violación sin poder impedir que los contenidos mnémicos se exteriorizacen mecánicamente:
surgieron entonces, para deleite de los Rabinos, los recuerdos que las memorias
conservaban sobre la Estrategia propia y su ejecución. Se enteraron de lo
ocurrido con Noyo y partieron en el acto sobre sus pasos, suponiendo dejar tras
de sí un despojo humano. Sin embargo, está visto que, como siempre, no les
resultaría tan sencillo acabar con los Señores de Tharsis.
¿Qué había ocurrido? Pues, que Yo alcancé
a comprender qué con-secuencias se esperaban del lavado de cerebro y atiné a
simular con gran convicción la demencia esquizofrénica prevista por Ellos.
Finalmente, con-vencidos de que mi locura no tenía remedio, decidieron
evacuarme del comprometido Monasterio Franciscano e internarme momentáneamente,
hasta la llegada de Bera y Birsa, en un Hospital Neuropsiquiátrico. Para eso
tenían que “legalizarme”, es decir, concederme el status jurídico de prisionera política, a fin de obtener el
asentamiento burocrático en el Hospital y aventar toda futura investigación. Comenzaron
entonces por convocar a un tal “Coronel Víctor Perez”, militar de raza hebrea
que trabajaba para el Shin Beth. Este tomó a su cargo el caso y elaboró un
expediente inflado de falsedades, en el que constaba la supuesta actividad
subversiva de mi hijo Noyo y el apoyo que Yo le brindaría, tanto a él como a la
organización en la que militaba. Fraguó la descripción de las circunstancias de
la detención, los interrogatorios y el tenor de las confesiones; y obtuvo de un
Médico militar el diagnóstico de demencia y de un Juez la orden de internación
en el Hospital Neuropsiquiátrico Dr. Javier Patrón Isla. Y de este modo llegué
hasta aquí, Dr. Arturo Siegnagel. Pero entonces Yo había decidido morir.
Sí, estimado Dr. En esos días, mi único
deseo era morir con Honor, suicidarme antes de caer en las garras fatales de
Bera y Birsa, quitarles a los Malditos Inmortales el placer de su venganza, el
cumplimiento de la sentencia de exterminio que trataban de ejecutar desde la
Epoca de los Reyes iberos. Sólo necesitaba una mínima recuperación física y un
pequeño descuido de la vigilancia médica para quitarme la vida por cualquier
medio. Sin dudas, Dr., que ésto hubiese podido hacerlo sin problemas en todo
este tiempo que llevo internada. Huir ya no representaba salida para mí sin
orientación externa y, de todos modos, la misión estaba realizada: Noyo
guardaba en la Caverna Secreta de Córdoba la Espada Sabia; y aunque Yo no
pudiese encontrarlo, aunque quisiera, la orden del Señor de la Guerra se había
cumplido y eso era lo importante. Entonces, morir no representaba más que un
pequeño intervalo hasta la Batalla Final: iría astralmente a K'Taagar y
regresaría pronto, para ajustar las cuentas al Enemigo del Espíritu Eterno.
Mientras tanto, eludiría la última persecución de Bera y Birsa. Este era mi
pensamiento al llegar aquí, Dr. Siegnagel.
Empero, algo me hizo cambiar de idea no bien llegué; y fue por eso que, a pesar
de que continué simulando estar demente, inicié la redacción de esta extensa
carta. Para ser clara, “ese algo” por el cual troqué mis intenciones suicidas
fue Ud., Dr. Siegnagel. En verdad,
apenas le vi, comprendí que tenía Ud. manifestado en alto grado el Símbolo del
Origen; pero aprecié también que era inconsciente de ello, que desconocía hasta
en sus menores detalles la Sabiduría Hiperbórea: es Ud. un Hombre de Sangre Pura, Dr. Siegnagel. Pero la memoria de la
Sangre se halla bloqueada por su Alma. No conoce Ud. la existencia de su Espíritu
Eterno ni sabe cómo orientarse hacia el Origen. Padece de una amnesia metafísica
que es producto de la Edad Oscura en que actualmente vivimos, propia del
encantamiento con que las Potencias de la Materia sumen al hombre en el Gran
Engaño, característica de la decadencia espiritual del hombre y de su atracción
por la cultura materialista: en fin, es Ud., Dr. Siegnagel, un hombre dormido.
Pero es un Hombre. Un ser dotado de Espíritu Increado que puede despertar.
Su presencia aquí, en este oscuro nosocomio, la he tomado como una señal de los
Dioses, como un mensaje del Señor de la Guerra y del Capitán Kiev, tal vez como
una revelación del Pontifex, Señor de la Orientación Absoluta. Al verlo, Dr.,
comprendí a qué se refería el Capitán Kiev cuando anunciaba que “hombres dormidos restablecerían el nexo
antiguo con los Dioses”: tales hombres dormidos son, sin dudas, semejantes
a Ud. Lo tienen todo en la Sangre Pura, pero en forma potencial: sólo requieren la Iniciación Hiperbórea
para que esa potencia racial se desarrolle y aflore en la conciencia. Y la
Iniciación Hiperbórea, Dr. Siegnagel, hoy por hoy, sólo es capaz de concederla
en esta parte del mundo el Pontifex Maximus de la Orden de Odín, el Señor de la
Orientación Absoluta, o los Constructores Sabios que lo secundan. Para
transmitirle esta verdad fue que cambié mi decisión de morir voluntariamente.
Debe tener presente, Dr. Siegnagel, el punto de vista ético de los Señores de
Tharsis: para la Estrategia de liberación espiritual de los Dioses Leales al
Espíritu del Hombre, implica mucho más Honor el que Yo trate de despertarle a
Ud. que el suicidio para huir de las infames represalias de los Demonios
Inmortales. ¿Acaso ese castigo, la posibilidad de ese terrible final, no estaba
previsto de entrada en la Estrategia sugerida por el Capitán Kiev?
Sí. Decidí despertarle, o al menos
intentarlo, ¿pero cómo? No hablan-do con Ud. pues un prejuicio profesional le
hubiese impedido dar crédito a las palabras de una enferma mental. Tal vez
escribiendo nuestra historia en una carta, como la presente, pero no se me
escapaba que me encontraría en situación semejante: su incredulidad sería también
inevitable. No obstante existe la posibilidad de que un hecho concreto, ajeno a
mí pero suficientemente efectivo, torne consciente la historia de la Casa de
Tharsis: y ese hecho no puede ser otro más
que mi propia muerte a manos de los Inmortales Bera y Birsa. Vale decir,
debo conseguir que los Demonios Golen dejen suficientes rastros de su inmenso
poder como para convencerle a Ud. de que en algún grado la historia narrada en
la carta es verdadera; y debo lograr que la carta llegue a sus manos después
de mi muerte. Es lo que intentaré hacer, Dr. Siegnagel. Por lo pronto, ya he
concluido la carta y he comenzado, desde hace tiempo, a realizar la Estrategia
que creo dará los resultados esperados: con los últimos restos de mi voluntad graciosa luciférica, he
tratado de dirigirme telepáticamente hacia Chang Shambalá, hacia los miembros
de la Orden de Melquisedec, y he
desafiado a los Demonios Inmortales. Los he desafiado en nombre de la Casa
de Tharsis, que es la más grande ofensa para su infernal orgullo, y ahora
espero, no sin temor, la respuesta de Bera y Birsa. Ya los siento, Dr. Arturo Siegnagel, avanzando entre los Mundos de
Ilusión, aproximándose ciegos de odio hacia mi humilde celda, salvando el
Espacio y el Tiempo, dislocando la Realidad, Pachachutquiy, Pachachutquiy.
Sexagesimocuarto Día
|
Este será mi último
día con vida, Dr. Siegnagel, estoy segura de ello. En pocas horas entregaré
esta carta a la Enfermera que he sobornado, para que se la haga llegar después
de mi muerte. Sólo me queda tiempo para solicitarle el favor postrero que le
había mencionado el Primer Día y ofrecerle algunas recomendaciones.
En primer lugar, quiero pedirle, Dr.,
que intente localizar a mi hijo Noyo. Sé que, después de cuanto Ud. ha leído en
esta carta sobre la Sa-biduría Hiperbórea, las técnicas de la oposición estratégica
de la Sabiduría Lítica, y el carácter de la misión emprendida por Noyo, le
parecerá poco menos que imposible cumplir este pedido. Pero es que no le exijo
que vaya directamente tras sus pasos, lo que sería descabellado, sino le ruego
trate de hallar a la Orden de Constructores Sabios del Señor de la Orientación
Absoluta: Ellos lo pondrán en la dirección justa. Además le concederán la
Iniciación Hiperbórea, le despertarán, y le incluirán en la Estrategia de la
Batalla Final. Y, lo descuento, mucho le agradecerán el hacerles conocer esta
carta. Si no me he equivocado con Ud., si su Sangre es Pura y presiente Ud. la
Nostalgia del Origen, sé que no vacilará en cumplir mi postrer deseo.
En segundo término, si algún día llega a
conocer a mi hijo, quiero que le narre la última parte de esta historia, que le
haga saber que he muerto segura del triunfo de la Causa del Espíritu, que he
visto con claridad el Final de la Historia y la inminencia de la Batalla Final.
No crea que requiero esto por sentimentalismo, por un tonto interés en
tranquilizar a mi hijo: he tratado de liberarlo a Ud. por todos los medios a mi
alcance y, si Ud. responde y despierta, llegará de todos modos a ver al Noyo
Guardián de la Espada Sabia. Entonces, como un favor especial, en recuerdo de
Belicena Villca, quien le reveló a Ud.
el Camino, le dará mi mensaje. Conozco
perfectamente la conducta que debe sostener la madre de un Guerrero Sabio. Una
madre hiperbórea, es siempre Hija de la Gran Madre Ama y no puede, así, ser
esclava de la Materia, de la Madre Tierra, de la Shakti, de Binah, es decir, no
puede sucumbir al instinto maternal, ciego e irresponsable. ¡Oh Madre Pura Ama,
Virgen de Agartha, he escuchado tu Voz!:
“Mis
Hijos,
los
Hombres de Piedra,
son
Guerreros Sabios,
y
nada debe aplacar su Furor.
Destruido
será
el
Indigno de Espíritu.
El
Cobarde, el Traidor,
y
maldita la Matriz que los Forjó.
Mi
Semilla de Piedra
enciende
el Fuego Frío
en
el Corazón.
Llenos
de Ira,
cargados
de Valor,
marchan
a la Batalla Final
los
Guerreros del A-mort.
Y
la Madre del Espíritu,
y las madres del dolor,
expresan
la Gracia y la Alegría
si
Ellos mueren con Honor.”
Así habla tu Voz, Celosa Madre Ama, y no
seré Yo quien te contradiga. Mi hijo es tu Guerrero, y su Destino, Tu Voluntad.
En nada afecto su Valor enviando mi último saludo con el médico hiperbóreo,
pues si él llega hasta Noyo, también será entonces un Guerrero sabio.
Y ahora vamos a las recomendaciones: Dr.
Siegnagel, no puedo dejar de advertirle que el “Secreto Mortal” guardado por
nosotros entraña un terrible peligro, extensible a todo aquel que intervenga en
su protección. Supongo que no sabrá por dónde comenzar la búsqueda. Pues bien,
para empezar vaya a Tafí del Valle, a la vieja Chacra familiar; allí vive
Segundo, el indio que solía visitarme, quien le aclarará muchas cosas prácticas,
aunque no tantas como Ud. podrá desear. El le dará algo del oro de los ingas,
que aún queda, para afrontar los gastos que surjan, pero deberá ser muy cauto
al reducirlo. ¡Manejar oro es siempre peligroso!
Recuerde que embarcada en un movimiento
semejante al que Ud. emprenderá fui descubierta por los Demonios de la
Fraternidad Blanca y, por medio de su Ciencia Maldita, llevada a la locura con
la que Ud. me conoció. Sólo pude salir de ese estado de alucinación gracias a
los restos de mi voluntad graciosa luciférica, como dije, y a la ayuda
tranquilizante de la planta ayu huasca
que me traía Segundo. Pero la lucidez sólo me duraba algunas horas, que
aproveché para escribir esta carta, ya que no se trataba de un antídoto
totalmente eficaz. La droga de los Demonios permite la hipnosis a la distancia,
pero la enredadera ayu huasca, o caapi, posee un alcaloide que me sacaba
transitoriamente de su control: así pude completar el presente manuscrito y
desafiarlos en sus Infernales Moradas, y es por eso que ellos no tardarán en
venir a ejecutarme.
Hasta siempre Dr. Siegnagel. Quisiera
que esta carta la leyera con los Ojos del Espíritu. Mis mejores deseos van para
Ud. cumpla o no mi pedido, crea o no en lo que aquí he narrado. Si se decide a
complacerme, significará que es Ud. un Kshatriya
y entonces nos volveremos a ver en el Valhala
o durante la Batalla Final. Que Navután
lo Guíe y Frya lo A-me.
Siempre suya, Belicena
Villca.